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Agrociencia

versión On-line ISSN 2521-9766versión impresa ISSN 1405-3195

Agrociencia vol.48 no.1 Texcoco ene./feb. 2014

 

Socioeconomía

 

La biodiversidad cultivada. Actores sociales y estrategias en el contexto de la nueva ruralidad en España

 

Cultivating biodiversity. Stakeholders and strategies in the context of the new rural life in Spain

 

Rufino Acosta-Naranjo1*, Ramón Rodríguez-Franco2

 

1 Departamento de Antropología Social de la Universidad de Sevilla. Da María de Padilla s/n. 41013. Sevilla. España. (racosta@us.es).

2 Grupo de Investigación Cultura, Ecología y Desarrollo de Pequeños Territorios. Universidad de Sevilla.

 

Recibido: julio, 2013.
Aprobado: noviembre, 2013.

 

Resumen

La recuperación de las variedades cultivadas locales es un ámbito de creciente interés, y en él están presentes diferentes actores sociales e instituciones con intereses y motivaciones distintas. Las iniciativas son un proceso de construcción de un nuevo estatus de relevancia social, al presentar a las variedades autóctonas como biodiversidad, un concepto y un problema a él asociado asumidos como cruciales a escala internacional. Igualmente, las variedades locales son objeto de un proceso de patrimonialización y utilización como imagen del territorio, igual que otros elementos de la cultura popular y la historia relacionados con lo idiosincrásico, lo vernáculo y lo natural. Todo ello se relaciona con las formas concretas de producir ruralidad y redefinir los territorios en las sociedades contemporáneas y dar contenido a las agendas políticas. Analizar los intereses y la actuación de distintos grupos implicados en este proceso es el objetivo principal de este estudio, fruto de dos proyectos de investigación realizados en el sur de España mediante un trabajo de campo antropológico que incluía observación participante y entrevistas. El proceso de recuperación de variedades locales es una manifestación de las diversas formas en que el medio rural vive el proceso de su reconfiguración, de resignificación de su cultura y revalorización de sus potenciales, hasta hace poco desacreditados e invisibilizados. Esta investigación muestra cómo son posibles alianzas entre diversos actores sociales para la defensa del medio rural, teniendo como campo de disputa y negociación a la biodiversidad, elemento clave para la pervivencia de la vida y uno de los activos principales de la sociedad rural para un nuevo contrato social con el campo.

Palabras clave: variedades cultivadas locales, biodiversidad, nueva ruralidad, antropología ecológica.

 

Abstract

The recovery of local varieties is an area of growing interest, in which different social actors and institutions with various interests and motivations are present. The initiatives consist of a process of building a new status of social relevance by introducing native varieties as biodiversity, a concept and a problem associated with it and assumed as crucial worldwide. Similarly, local varieties are subject to a process of patrimonialization and as image of the territory, like other elements of popular culture and history related to the idiosyncratic, the vernacular and the natural. All this is related to the specific ways of producing rurality and redefining territories in contemporary societies and fleshing out the political agendas. To analyze the interests and actions of different groups involved in this process is the main objective of this study, resulting from two research projects carried out in southern Spain through anthropological fieldwork, including participant observation and interviews. The recovery process of local varieties is a manifestation of the various ways in which the rural context undergoes a process of reconfiguration, of resignification of its culture and appreciation of its potential, which until recent times remained discredited and invisible. This research shows how it may be possible to create alliances between different stakeholders to defend the rural environment, having biodiversity as the field of dispute and negotiation; and conceived as a key factor for the survival of life and one of the main assets of rural society for a new social contract with the rural sector.

Keywords: local varieties, biodiversity, new rurality, ecological anthropology.

 

INTRODUCCIÓN

El tema central de este artículo, la biodiversidad cultivada, tiene como contexto el interés por el potencial de los agroecosistemas tradicionales y las producciones locales, los programas europeos y nacionales de desarrollo rural (Editorial, 2003; Tregear et al., 2007; Selfa et al., 2008) y la promoción de las producciones ecológicas o de interés ambiental (Marsden et al., 2002; González de Molina, 2009; Gliessman, 2012). En efecto, el mantenimiento de la biodiversidad es uno de los objetivos clave en las agendas políticas, desde Río hasta Nagoya. Pero la biodiversidad hasta hace poco era considerada exclusivamente en su dimensión silvestre, desatendiendo la importancia clave que la biodiversidad cultivada tiene para el futuro de los ecosistemas y de la alimentación de la humanidad.

El proceso de modernización de la agricultura ha supuesto una evidente simplificación en los recursos fitogenéticos, una de cuyas consecuencias es que la alimentación se basa en un muy reducido número de especies animales y vegetales, y en un cada vez más restringido número de variedades y razas. Además de la desaparición de un gran cantidad de las variedades locales de plantas durante el proceso de modernización agraria, según la FAO (2013), de unas 7000 plantas cultivadas o recolectadas, sólo 30 cultivos cubren 95% de las necesidades de energía alimentaria de los humanos, y cuatro (arroz, trigo, maíz y patatas) suministran más del 60%. Pero el material genético usado en la agricultura adolece cada vez más de falta de diversidad, al provenir en gran parte de una misma fuente, la de las grandes empresas de semillas que extienden por todos los países una misma variedad, con idéntico material genético. Ello supone además una pérdida del control sobre sus recursos por los productores agrarios, y una pérdida de soberanía alimentaria de las comunidades y países (Consejería de Agricultura, 2012; Shiva, 2001).

Hay numerosos y muy pujantes movimientos en el mundo en defensa de la agroecología y los recursos fitogenéticos locales (Sevilla y Alier, 2006; Gliessman, 2012), pero este estudio se centró en un proceso con características específicas en España, donde las iniciativas han cristalizado en la conformación de una Red de Semillas nacional con una intensa actividad de investigación, reivindicación e iniciativas prácticas y productivas de recuperación de variedades locales, habiéndose consolidado una Feria de la Biodiversidad Cultivada nacional y otras regionales, comarcales y locales (http://www.redandaluzadesemillas.org). Esto va junto con el desarrollo de la agroecología en la academia implicación de algunos colectivos de agricultores, de instituciones y entidades de diverso tipo que apoyan iniciativas de recuperación. Ese proceso de visibilización de las variedades cultivadas intenta hacerse patente a la sociedad a través del reconocimiento de su condición de biodiversidad antes que por asociación con otros conceptos o valores, puesto que la sociedad, los sistemas expertos y los poderes públicos ya han refrendado su importancia y se ha convertido en mainstreaming.

A diferencia de otros estudios antropológicos que abordan el asunto de estas variedades desde el punto de vista de la etnobiología, las lógicas cognitivas, la memoria cultural, las redes sociales o las identidades étnicas (Nazarea, 2005 y 2003; Ellen, 2006; Ellen y Platten, 2011), en este estudio la cuestión está planteada desde la perspectiva de la interacción entre los actores sociales, los sistemas expertos y las instituciones, en el terreno de la política ambiental y el desarrollo territorial. Y todo ello porque las relaciones, conflictos y acuerdos entre los viejos y nuevos actores en el medio rural son la clave de la evolución futura de una parte importante de la sociedad. En definitiva, las preguntas esenciales giran en torno a cuáles son los grupos implicados en el mantenimiento y la recuperación de las variedades locales; cuál es su función en este proceso; cuáles las razones e intereses que los mueven; cómo se relacionan los distintos actores; y qué perspectivas se vislumbran de cara al éxito de las iniciativas de este tipo. Hay un potencial de recuperación y expansión de las variedades locales debido a la preocupación ambiental, los segmentos de mercado para producciones singulares y la dimensión identitaria en ámbitos locales en un contexto de redefinición territorial y nueva ruralidad, como planteó Acosta (2007a) desde el inicio de este proceso.

Si el marco general de referencia es el medio rural en España, hay un contraste entre distintas concepciones culturales e ideológicas y una pugna por definir la ruralidad y el desarrollo, con protagonistas que no son los de la ruralidad clásica, sino sobre todo ciertos grupos más móviles y activos: neorrurales, neorresidentes, retornados, nuevos emprendedores rurales, ambientalistas y empleados y gestores locales que trabajan en redes globales, además de los sistemas expertos y el Estado (González y Camarero, 1999). Para entender esta nueva ruralidad y su dinamismo, para afrontar una antropología que trate no solamente las estructuras y los problemas, sino especialmente los agentes y sus respuestas de cara a iniciativas de futuro, es necesario aproximarse a los distintos actores. En el caso de las variedades locales serán los cultivadores, los científicos, los Grupos de Desarrollo Rural (GDR) y las administraciones que encargaron los proyectos de este estudio, ya que el análisis de la información obtenida los muestra como los más relevantes.

 

MATERIALES Y MÉTODOS

Los dos casos de estudio se realizaron en el sur de España, el primero entre 2005 y 2007 en la comarca de Tentudía, en el sur de Extremadura, y el segundo entre 2007 y 2012 en el Espacio Natural de Doñana, en Andalucía. Es una investigación antropológica y agronómica para identificar y caracterizar las variedades y sus mantenedores, con actividades de divulgación y sensibilización adicionales.

En los dos casos la metodología fue etnográfica, desarrollada mediante la inmersión de los investigadores en la realidad local para aprehender desde dentro el mundo de las variedades, a través de la observación de la praxis y la aprehensión de las argumentaciones de los actores sociales. Las técnicas fundamentales desplegadas en la situación metodológica de trabajo de campo fueron la entrevista informal, la entrevista abierta semidirectiva y la observación participante (Rubio y Varas, Vallés) en los predios y en los pueblos. Estas técnicas son las de mayor alcance para los objetivos porque es una investigación cualitativa donde interesaba la dimensión estructural y del discurso de los actores. La cobertura de la entrevista fue principalmente en torno a los discursos, mientras que el de la observación fue en torno a los hechos y las acciones, complementándose entre ellas.

La entrevista abierta adoptó diversos formatos adaptándose a las necesidades del tema, pues inicialmente se entrevistaron a testigos privilegiados, buenos conocedores de los diversos perfiles del sector agrario y de situación e iniciativas en torno a las variedades locales. En los pueblos se desarrollaron inicialmente entrevistas individuales de rastreo, para localizar e identificar las variedades. Después se realizaron entrevistas individuales de profundización temáticas sobre las variedades identificadas inicialmente y, finalmente y en algunos casos en que había dudas, entrevistas de contraste de la información en que participaban personas que mostraron ser buenos conocedores del asunto.

Después de una primera fase de observación inespecífica (Rubio y Varas, 2004) se realizó observación sistematizada en las comunidades locales, en los predios y en los eventos que ocurrieron durante el desarrollo de los proyectos, incluidas las reuniones de trabajo del proyecto, encuentros con miembros de las administraciones, actos de divulgación y sensibilización, así como en las degustaciones y ferias. Además se registró en diario de campo la propia actividad de los investigadores, como una fuente de información de la realidad que se analizaba, y también como un mecanismo de reflexividad para objetivar al objetivador, es decir, a los investigadores mismos y su actividad (Bourdieu et al., 2004). En el caso de Doñana la observación se realizó durante la caracterización agronómica levantada con descriptores tomados de los modelos propuestos por la UIPOV, complementados con los del IBPGR. En todos los casos se elaboró el inventario de las variedades locales y el conocimiento local a asociado a ellas y a su manejo. El proceso de investigación sirvió para conocer las variedades, para aproximarse al perfil socioantropológico y a la función de los actores e instituciones relacionados con el proceso, aspecto en el cual se centra este estudio.

Las zonas de estudio fueron seleccionadas para contrastar dos áreas diferentes; 1) una zona marginalizada territorialmente, de sierra predominantemente, donde hay un gran retroceso de la agricultura por abandono de explotaciones (sobre todo huertas) y avance de la ganadería y usos extensivos y forestales, de pueblos pequeños con una dinámica demográfica regresiva; 2) otra con una intensificación agraria y desarrollo de agriculturas punteras, sobre todo bajo plásticos y de regadío, y con crecimiento demográfico en las dos últimas décadas y pueblos de mayor tamaño o agrociudades. Tentudía comprende nueve municipios ubicados entre la Sierra Morena y la Penillanura extremeña, predominando en la primera el agroecosistema de dehesa, además de algunos olivares, y en la segunda las tierras de labor y pastos. En Doñana el estudio se realizó en cinco municipios, un territorio que abarca al Espacio Protegido más famoso de Europa, con marismas, dunas y pinares, así como llanuras de intenso cultivo de herbáceas, aceituna de mesa, viñedos, frutales y una gran producción de cultivos bajo plástico, especialmente de fresa.

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Los mantenedores de las variedades

En las 13 localidades de Tentudía el estudio se centró solo en las herbáceas y hortícolas, y se encontraron 61 variedades de 22 especies diferentes. En Doñana se localizaron 136 variedades de 34 especies de herbáceas, hortícolas y leñosas. Los dueños de explotaciones de olivo, vid y castaño son agricultores profesionales activos de diversas edades, mientras que los cultivadores en general de variedades locales son personas mayores, pequeños propietarios agrícolas o asalariados jubilados, dedicados al cultivo como entretenimiento, por placer o porque es la actividad que han desempeñado toda la vida. Tienen pequeñas propiedades o ninguna y cultivan las de otros que se las ceden por diversos motivos, y mantienen la mayoría de variedades autóctonas generalmente para consumo propio y de sus animales. Estas personas mantienen las variedades herbáceas y hortícolas porque su interés no es comercial, y por ello persisten frente a las ventajas de producción y venta que ofrecen las variedades foráneas y mejoradas.

Aunque los cultivadores realizan su manejo a partir del saber tradicional, todos ellos han estado en contacto con la agricultura moderna y conocen nuevas técnicas, variedades e insumos. El uso de fertilizantes, herbicidas, plaguicidas y riego por goteo no es extraño para ellos, aunque hay una gran diferencia en la frecuencia e intensidad de su uso. Más habitual es el manejo del germoplasma foráneo, pues las variedades locales son únicamente una parte, y exigua, de todas las que cultivan, que son foráneas y modernas, como sucede en otros lugares (Zimmerer, 1996; Reyes-García. et al., 2012). Pero además de mantener germoplasma local y foráneo, tienen una función relevante en la modificación de ambos, mediante selección, experimentación e intercambio, lo cual no es considerado relevante y es un significativo impulsor de selección genética y diversificación, como en otros lugares (Ellen y Platen, 2010).

No hay en los cultivadores ningún principio ideológico o moral en la defensa de lo local, nada hay de "militante". No existe una dimensión expresiva de este tipo, más allá del propio aprecio, de haber conocido esas variedades, ser de su agrado y sembrarlas porque les gusta el producto. A veces no entienden esa distinción tajante que establecen los expertos entre local y no local, y no participan con tanto entusiasmo del interés de ellos. Simplemente son variedades que aprecian, les dan buen resultado y de las que conocen sus características, manejo y adaptación a las condiciones del terreno. El cultivo es fundamentalmente para autoconsumo o intercambio en redes definidas por el parentesco, la amistad y la vecindad. Conviene resaltar la importancia que estos intercambios tienen en el universo local, no sólo desde el punto de vista simbólico y social, sino también económico, como ya se comprobó en el caso de Inglaterra, respecto a la relevancia de lo que Ellen y Platten (2010) denominan subeconomía, ahora más reactivada en los pueblos con la crisis económica.

En los cultivadores de hortícolas y frutales, en quienes más se centra la labor de los defensores de la biodiversidad, especialmente en los hortelanos, y al tratarse de personas mayores, jubilados, para las distintas instancias como los GDR o los investigadores es fácil trabajar con ellos y que participen en sus iniciativas. Pero debe ser puntualmente y no requerir gran dedicación, porque sus intereses centrales son sus propios huertos, la actividad en ellos y el universo social conformado, por lo cual su interacción con los otros actores es tangencial y secundaria.

La mayor parte de las variedades locales está ubicada en los márgenes, como sucede en muchos otros lugares del mundo con la biodiversidad varietal y floral (Nazarea, 2005; Ellen y Platen, 2010). Las granjas están en el margen del mundo agrario porque la mayoría de sus titulares no se dedica profesionalmente a ello, y porque son pequeños agricultores y trabajadores del campo jubilados, con la pérdida de centralidad social que supone la jubilación en las sociedades occidentales contemporáneas.

La razón para la continuidad del cultivo de variedades locales es muy importante y radica en la sola pero muy compleja dimensión de gusto, placer y preferencia personal de estos cultivadores, más allá de otras consideraciones. Esta motivación es la base fundamental de la existencia del germoplasma y del desarrollo de todo el proceso de recuperación que realizan otras personas. No tener un propósito programático o ideológico para la conservación de las variedades no significa que su función sea pasiva; al contrario, son quienes más activa y continuamente trabajan por la preservación del germoplasma, y lo hacen desde las lógicas prácticas y dentro de un universo vital singular, que los hace los verdaderos "guardianes de las semillas".

Los Grupos de Desarrollo Rural (GDR)

Un elemento importante en todo este proceso son los GDR, también llamados Grupos de Acción Local (GAL), que gestionan diversos programas europeos y nacionales (LEADER O PRODER) o regionales para promover el desarrollo y la diversificación de las actividades económicas en el medio rural. La iniciativa LEADER es muy importante como modelo de desarrollo rural en Europa, con aplicaciones piloto en otros países, como México, y ha contribuido a la creación de capital social, innovación y redefinición de territorios (Rios-Carmenado et al. 2011a y b). Los GDR se conformaron con la iniciativa LEADER y se agrupan en diversas redes regionales y nacionales. En los casos de Doñana y Tentudía, los dos GDR se unieron a la red compuesta por 17 de ellos que planteaban un proyecto de ámbito nacional para la recuperación y puesta en valor de las variedades locales, que finalmente no prosperó. Aunque no es GDR, la Fundación Doñana 21 participa de sus características pues tiene como ámbito de actuación una comarca y se centra en cuestiones ambientales en ese territorio, pero con una perspectiva de desarrollo sostenible.

En este contexto se insertan las iniciativas que los GDR han realizado sobre variedades locales, especialmente el Centro de Desarrollo Comarcal de Tentudía (CEDECO) que, junto con otros cuatro de la región de Castilla-León, gestionó en un programa LEADER el proyecto interterritorial Desemillas para la recuperación de variedades locales (Acosta y Díaz, 2008; VV. AA., 2006). En Doñana, la Fundación Doñana 21 inicialmente lideró la iniciativa de un proyecto de este tipo, que no prosperó. Iniciado el nuevo proyecto a instancias del Espacio Natural Doñana, aunque no tenía vinculación orgánica con él, la Fundación participó en la coordinación de sus acciones, aportando la colaboración de sus técnicos, sus instalaciones y redes de relaciones.

Para entender la función y ámbito de actuación de los GDR y la Fundación, en las comarcas de Doñana y Tentudía, se debe tener en cuenta que en España y otros lugares de Europa tiene lugar un proceso de creación de nuevas realidades territoriales en los últimos 25 años. En las localidades pequeñas surgen demandas de bienes y servicios que deben recibir respuesta; es preciso afrontar necesidades desde la sanidad al desarrollo, los servicios sociales, la educación y la comercialización de las producciones. Además, las comunidades locales necesitan estar presentes en la sociedad global. Frente a todo ello aparecen nuevos territorios, como las mancomunidades o comarcas, muchas de ellas inexistentes como realidad funcional o vivida y percibida por los ciudadanos del lugar en el momento de su formalización institucional. Estos nuevos territorios deben buscar elementos comunes que los unan y los legitimen, e intentan hallar en la historia y la tradición referentes que los identifiquen en una unidad espacial. Además se buscan rasgos e iconos de referencia, capital simbólico común para el nuevo ámbito territorial, se inventa la tradición o se redescubre lo postergado, se revaloriza lo antes denigrado, se resignifican y patrimonializan elementos que, dado el pasado rural del territorio, tienen que ver con la agricultura, la vida campesina o la arquitectura vernácula ligada al campo (Del Mármol et al., 2010; Acosta, 2007b; Zamora, 2011) y con los agroecosistemas tradicionales y las variedades locales, siendo una de las razones por las cuales los GDR y la Fundación participan en estas iniciativas de recuperación.

Los GDR y sus técnicos son elementos intersticiales entre lo local y lo global, contribuyen a rehacer lo local, como por ejemplo las variedades cultivadas autóctonas. Para los grupos y sus miembros, apoyar un proyecto es hacer que la comarca sea vista desde fuera por algo propio, pero también presentar un producto en el mercado, y unos signos (la propia idea de comarca, cultura, paisaje, tradición) que la hacen atractiva para el turismo, el comercio, la producción agroalimentaria y la fe de vida y existencia de la comarca o los pueblos. Ellos son actores fundamentales en el proceso de restructuración territorial, física y de imagen de los territorios para atraer a las personas y capitales adecuados (Acosta, 2010; Requejo, 2010).

Todos los gerentes y técnicos de los GDR y la Fundación Doñana 21 tienen formación universitaria o estudios de formación profesional especializada y calificada. Su participación del saber experto y del discurso ambiental y del desarrollo, de la cultura LEADER, y la existencia de posibles fuentes de recursos económicos para el grupo y la zona les hacen fijarse en las variedad locales al haber sensibilidad social global y recursos regionales, estatales y europeos para ello. En esa transacción o negociación con ámbitos superiores usan recursos argumentales y discursivos relevantes y efectivos en la negociación con esos grupos e instancias, y ofrecen elementos o características del territorio que se avienen con esas demandas externas de autenticidad, tradición, ecología e idiosincrasia. De la realidad local seleccionan lo relevante y concordante con ese imaginario social, y construyen junto con otros actores la biodiversidad cultivada como realidad distinguible y de interés, lo cual podía no ser así o no tenía tal relevancia dicotómica para los autóctonos.

En este caso hay un ejemplo de cómo los GDR son los elementos más innovadores y dinámicos surgidos recientemente en el medio rural. Ellos tienen capacidad de crear nuevos mensajes y revalorizar la cultura, ecosistemas y patrimonio de los territorios, catalizando iniciativas que están creando un importante capital social para el desarrollo, el cual es especialmente importante en zonas desfavorecidas.

Los sistemas expertos: la Universidad y el Centro de Recursos Fitogenéticos

El nexo común de estos proyectos es el Grupo de Investigación Cultura, Ecología y Desarrollo de Pequeños Territorios (GICED), de la Universidad de Sevilla, que desde la década de los 90 trabaja en agroecología. En Tentudía, el proyecto fue una propuesta del GICED y el Centro de Recursos Fitogenéticos del Instituto Nacional de Investigación Agraria y Tecnología Alimentaria (CRF-INIA) a CEDECO, y en Doñana fueron sendos encargos, primero de la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía y después de la de Medio Ambiente. El trabajo en estos temas reporta al GICED curriculum académico y posibilidades de formación de estudiantes y abre un nuevo campo de investigación al considerar estas variedades como biodiversidad y referente territorial, amplía el radio de acción del grupo y supone posibles recursos. Para el grupo y para la Universidad es importante trabajar temas relevantes transfiriendo resultados de la investigación.

El CRF-INIA es un organismo del Ministerio de Ciencia e Innovación, para localizar, catalogar y conservar variedades locales. Como sistemas expertos y con capital simbólico, la Universidad y el CRF cuentan con medios para definir y redefinir la realidad, y entre los lugareños, las administraciones y la sociedad en general, tienen un quantum de prestigio y consideración para formar opinión. Estas entidades contribuyen a crear como relevante la categoría de variedad local y de biodiversidad cultivada, estableciendo una prelación de valor en virtud de su interés per se y también de los valores más relevantes para la sociedad, como el medioambiente y la biodiversidad, dada la gravedad de la crisis ecológica y la simplificación de los ecosistemas. Por tanto, a través de la confluencia entre ciencias sociales y experimentales, se reivindica que las plantas cultivadas son biodiversidad, con el valor añadido de ser el resultado de una coevolución biótica y social, y el producto de una cultura y saberes tradicionales adaptados a condiciones sociales y ecológicas locales.

El tipo de conocimiento que poseen y desarrollan estas entidades es relevante por ser un saber especializado, experto, frente al conocimiento local. En su manera de conocer usan categorías, constructos, métodos y técnicas propios, y particulares en cada disciplina, la antropología, la agronomía, la biología o la genética y a pesar de las diferencias disciplinares son sustancialmente distintos del saber lego de los ciudadanos y de su sentido práctico (Sillitoe, 2009; Geertz, 1994). En ello radica la base del predicamento y el prestigio de su conocimiento, en ser un saber especial, especializado y principio de verdad, por ser no ordinario y por estar sancionado socialmente. En cualquier caso, esta instancia, este conocimiento y esta presencia en el campo repercute en la realidad y en parte la transforma. Las entrevistas a cultivadores, visitas a sus fincas, publicación de libros y artículos sobre ellos y con sus fotografía, cambia la apreciación por el quehacer de los cultivadores y supone reconocimiento. Pero también el proceso de investigación modifica sus categorías de pensamiento y valoración. Por ejemplo, al centrar la investigación en esas variedades se discrimina respecto a las otras y hay un criterio de demarcación más acusado, que antes apenas existía o no se valoraba de la misma manera.

El estudio desde los sistemas expertos del conocimiento local, los agroecosistemas tradicionales y las variedades locales supone reconocer la importancia de todos ellos y la cultura local que los ha conformado a lo largo de la historia y en la actual encrucijada ambiental. Además conlleva una puesta en valor del patrimonio rural y la posibilidad de alianzas entre actores sociales rurales y urbanos.

Las administraciones

Para las dos zonas estudiadas, el caso de implicación más activa de una administración en estos proyectos es el del gobierno regional andaluz, la Junta de Andalucía, y su Dirección General de Agricultura Ecológica que encargó el primer estudio en tres municipios de Doñana. Después, la Consejería de Medio Ambiente y el Espacio Natural de Doñana (dependiente de esa Consejería), en colaboración con el Ministerio de Medio Ambiente, amplió el estudio a otros dos municipios. Dentro de la agenda política de la Junta de Andalucía y del Ministerio aparece la promoción de la agricultura ecológica y la biodiversidad cultivada (González de Molina, 2009), por lo cual se encargó la investigación como una forma de localizar y caracterizar material genético de interés para la agricultura ecológica en ese Espacio Natural Protegido, emblemático de Andalucía, y donde hay una superficie significativa en agricultura ecológica. Además, la Consejería de Agricultura (2012) publicó el Libro Blanco de los Recursos Fitogenéticos de Andalucía y financia otros proyectos en esta línea de fomento de las variedades locales. Al igual que con el CRF-INIA, la agenda política y las demandas de diferentes grupos sociales y políticos hacen que la biodiversidad esté definida como un problema y sea un objetivo preservarla con medidas concretas (Moyano et al, 2009). Ello suele responder a iniciativas supralocales y a veces nacionales o europeas, no a demandas locales.

Los espacios protegidos suponen una cierta forma de normalizar y delimitar el medioambiente, como reservas para contrapesar el proceso de degradación en el resto del territorio. La conservación tiene una dimensión biológica y otra de tipo ideológico, al proyectar la imagen de actuar en la protección a través de unos territorios selectos que se ofrecen como espejo de esa política. Doñana cumple esa función como la imagen internacional de la protección en España y Andalucía, y dedicar recursos a su biodiversidad supone una revalidación de la acción política y del manejo de la Administración que lo gestiona, una justificación ante la sociedad y ante instancias nacionales e internacionales, pero contribuye también a la preservación ambiental.

Las administraciones, sobre todo la nacional y la regional, tienen capacidad de contribuir a definir como problema y asunto relevante la biodiversidad cultivada, a través de la financiación de la investigación, de normativas legales específicas (España, 2006) y de políticas de sensibilización, promoción, incentivos, etc. En el caso español, además de la pujanza del ecologismo, hay que recordar que a veces la UE obliga a medidas ambientalistas porque en los países centrales de la UE la conciencia ambiental o la influencia del ecologismo como fuerza política impele a los responsables políticos a tomar medidas al respecto. En estas regiones se da el déficit de implementación de la política europea de medioambiente (Moyano et al, 2009). La obligación de trasponer directivas europeas de medioambiente es la razón de actuaciones en materia ambiental, sobre todo en el actual contexto de recortes presupuestarios.

En algunos casos, el cuidado del medioambiente es considerado uno de los elementos conformadores de la identidad política que empieza a conocerse como Europa, al menos en las declaraciones, por encima de las ideas e intereses de los habitantes de ciertos lugares (Heatherington, 2010). El programa LEADER, a través del cual se financió el proyecto Desemillas, fue una iniciativa europea y una de sus líneas estratégicas era la del medioambiente. Pero sería engañoso creer que los gobiernos, sobre todo el gobierno nacional y de la UE, y los parlamentos correspondientes, no tienen responsabilidad en la degradación de la biodiversidad, con normativas muy favorables a las variedades mejoradas o incluso a los transgénicos, y restrictivas sobre las variedades locales.

En el campo de la biodiversidad los técnicos y políticos recurren a los científicos para la validación intelectual de sus acciones y para buscar una guía en un terreno donde no tienen dominio, principalmente por lo novedoso. A cambio, los científicos reciben reconocimiento, inserción y difusión en redes, capital social, además de financiación para sus investigaciones y participación en las decisiones. Hay que tener en cuenta que la biodiversidad es un fenómeno biológico "a la vez que una construcción humana, una poderosa representación de la naturaleza que tiene impacto en el medio ambiente "[...] la biodiversidad ha entrado en la retórica política como una palabra pero las expresiones promover la biodiversidad o la agricultura sostenible no se ha especificado qué quieren decir" (Yliskaylä-Peuralahti, 2003), aunque existan acuerdos como el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Agricultura y la Alimentación (FAO, 2001). Cubrir ese hueco, facilitar el desarrollo de la parte fáctica y material del campo de la biodiversidad es parte del trabajo que los científicos ofrecen. Sobre todo, las demandas sociales, especialmente los movimientos como el ecologismo, hacen que las Administraciones sean más receptivas a cuestiones como el mantenimiento de la biodiversidad y que lleven a cabo iniciativas de investigación y políticas públicas en su defensa, lo cual se trató en este estudio.

 

CONCLUSIONES

La función de las producciones singulares y las variedades locales en el desarrollo rural y la preservación ambiental se debe ubicar en el contexto de la interacción de los distintos grupos sociales para definir la nueva ruralidad y la reorganización de lo local.

Una vez socavadas las bases de definición de lo rural (tamaño, cultura, aislamiento, base agraria), y con una dinámica de intercambio de personas, mercancías y mensajes que manifiestan la apertura de lo rural en el mundo globalizado, el medioambiente aparece como un elemento para definir la ruralidad, y aporta el lenguaje para su reconceptualización sociopolítica, sobre todo desde la idea de un entorno no construido o no edificado. El poso de ruralidad está en el campo como ámbito envolvente y es uno de los pocos conceptos no cuestionados, como lo está el de naturaleza. Los valores culturales asociados a lo rural-tradicional circulan en el mercado en ciertos productos y de los cuales serían evidencia, pues una parte de la sociedad los desea: los productos, la cultura, el escenario y el mundo socionatural. Así, son evidencias de autenticidad, alocronía, otredad o proxemia, de una evocación de la naturaleza como realidad de la que muchas personas se sienten separadas y quieren reencontrarse a través del consumo de ciertas producciones y de actividades como el turismo rural.

La biodiversidad cultivada es un campo donde actores sociales interactúan por hacer valer sus argumentos de manera contradictoria o complementaria o indiferente, y es una cuestión esencial la lucha por incluir y dar centralidad a la biodiversidad cultivada en la agenda política. Para resaltar la importancia de las variedades locales se identifica un tipo de germo-plasma, de recursos materiales que se demarcan como diversos, singulares y distintos, se les reconoce un estatus y relevancia social frente a otro tipo de genes, hay una prelación entre los seres vivos. En un proceso de extensión metonímica, el concepto de biodiversidad, asumido como relevante social y políticamente, se extiende desde la biodiversidad silvestre, resaltada como estratégica y cuya preservación es uno de los Objetivos del Milenio, hacia la cultivada, que era invisible pero que ha ganado una base social para su defensa, dada la creciente conciencia pública sobre la gravedad de la desaparición de diversidad genética en la agricultura y la ganadería y del peligro para el futuro de los agroecosistemas y de la alimentación en el mundo. Este fenómeno puede asociarse a otros valores emergentes como superiores: el lugar, la especificidad, la tradición, la autenticidad y la naturaleza, y en un contexto de reconstrucción de la localidad, la territorialidad y la identidad.

Así, diferentes grupos se esfuerzan por defender la biodiversidad cultivada desde parámetros y praxis propias, unos de manera proactiva y como objeto principal (universidades, centros de investigación, grupos ambientalistas y alternativos, departamentos de las administraciones), y otros como acción concreta dentro de un objetivo mayor y prioritario, el desarrollo o la rentabilidad económica (grupos de desarrollo, empresarios). Los cultivadores practican la conservación de variedades sin un objetivo ambientalista, sin construir y deslindar un concepto específico, pero son el elemento clave porque mantienen los recursos genéticos y permiten la acción de los demás agentes y la construcción del objeto y el objetivo de la preservación del germoplasma local. A pesar de las diferentes premisas, presupuestos, objetivos y tipos de lógica y praxis, las acciones de todos estos actores son, en el presente estudio, complementarias en el intento de homologar socialmente el concepto de biodiversidad cultivada y conseguir su mantenimiento y extensión.

La biodiversidad es una noción holística que une una variedad de asuntos culturales, sociales y económicos. Diferentes jugadores y diversas redes políticas pueden usar el concepto para sus propios propósitos. En el presente análisis se puede fomentar la biodiversidad sin cambiar ni las prácticas, ni las significaciones de los cultivadores; pero también se puede recoger lo que ellos hacen y saben para otras prácticas distintas, para formas de agricultura con fines ambientalistas, o para ubicar producciones en segmentos de mercado de calidad y distinción.

Desde mediados de la década 2000-2010 florecieron iniciativas de recuperación de variedades locales debido a características específicas de este campo relacionadas, como en los dos casos aquí analizados, con que aún no hay conflicto porque se debate en terrenos marginales, social y productivamente; pero son mayoritariamente huertos de jubilados o de explotaciones económicamente no muy relevantes. La iniciativa no afecta a intereses estratégicos o económicos de grandes grupos, pues la magnitud de las iniciativas no es preocupante para las poderosas empresas de semillas certificadas, o para los mejoradores de esas variedades que exijan derechos de propiedad, cosa que puede ocurrir dentro de unos años. Por el contrario, en el presente análisis hay un campo de cooperación entre viejos y nuevos actores sociales, entre diversos intereses y formas de conocimiento en el contexto de la nueva ruralidad y la busca de un manejo sostenible de los agroecosistemas.

 

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