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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ vol.20 no.3 México sep./dic. 2013

 

Reseñas

 

Branko Milanovic,
The Haves and the Have-Nots. A Brief and Idiosyncratic History of Global Inequality,
Nueva York, Basic Books, 2011, 258 pp.

 

Me tomo la libertad de comenzar dándoles un consejo que probablemente van a agradecerme: no dejen de comprar y de leer este libro. Aunque, en realidad, a quien debemos estar todos agradecidos es al autor y al editor por poner esta obra a nuestro alcance. Se trata de unos de esos libros que uno desearía poder escribir y que los historiadores económicos –y economistas– de Hispanoamérica y España raramente escribimos. No puedo detallar aquí las múltiples razones por las que deberíamos intentar hacerlo, especialmente los españoles acuciados por la crisis, económica y no sólo, de nuestro país. Si una sociedad empobrecida no sabe qué hacemos, ¿por qué debería darnos dinero para seguir haciéndolo? Los ensayistas estadunidenses, o que trabajan en Estados Unidos, como es el caso de Milanovic (Banco Mundial y Universidad de Maryland), han dependido menos tradicionalmente de las instituciones oficiales a la hora de publicar sus libros. Tal vez ello les lleve a pensar más en cómo atraer al público potencial de sus obras.

Sea como sea, The Haves and the Have-Nots logra claramente el objetivo de conectar con ese amplio número de lectores que pueden estar interesados en el claro y conciso, al tiempo que original y ameno, repaso que Milanovic, en tono casi coloquial, hace de diversos aspectos de la desigualdad a lo largo de la historia. La obra rebosa información y argumentos acerca de un tema al que viene prestándose creciente atención por parte de los especialistas y la opinión pública. El autor es unos de los mayores expertos mundiales en desigualdad, lo que sin duda contribuye a explicar algo de la engañosa facilidad con que el libro parece haber sido escrito. Su obra "seria" es de dimensiones y calidad muy notables. De ella forma parte una visión alternativa, menos optimista, a la del economista español Sala-i-Martin acerca del efecto de la globalización sobre la desigualdad.

Tres son los capítulos de que consta The Haves and the Have-Nots; cada uno de ellos se ocupa de una de las formas significativas que adopta la desigualdad económica en el mundo contemporáneo (interpersonal, entre países y mundial). Cada uno de los tres capítulos está formado por un ensayo sobre una de esas formas de la desigualdad y un conjunto de breves viñetas relacionadas más o menos directamente con ellas. Estas últimas, en especial algunas de ellas, son especialmente jugosas y constituyen uno de los mayores logros del libro.

En el primer capítulo se examina la desigualdad entre individuos dentro de una nación. Algunas observaciones generales acerca de la preocupación contemporánea por las diferencias interpersonales de renta y riqueza y de las proposiciones clásicas de Pareto y Kuznets son presentadas inicialmente. La complicada cuestión, tanto en el plano teórico como en el empírico, de las relaciones entre desigualdad y el binomio eficiencia-equidad, que se repasan desde la economía y la filosofía, figura a continuación. Milanovic pasa revista a una serie de grandes autores en diversos campos, que incluye desde Weber hasta Rawls, pasando por Keynes, Zweig, Platón, Sen, etc. El capítulo primero concluye con una ojeada a la historia de la medición de la desigualdad y los problemas a los que se enfrenta.

Las viñetas consisten en una breve, aunque siempre jugosa, exploración de temas conectados en mayor o menor medida con la forma específica de desigualdad tratada previamente en el ensayo. Constituyen todo un acierto. La lectura de algunas de ellas es tan ilustrativa como divertida. Las de este capítulo incluyen, por ejemplo, un entretenido examen de las implicaciones distributivas que para Ana Karenina tendría su matrimonio con Vronsky frente a las de permanecer con su marido legal, así como una comparación de las diferencias de renta entre la Rusia de Tolstoy y la contemporánea. Otra viñeta (1.10) ofrece apuntes biográficos sobre Pareto y Kuznets, padres fundadores de los estudios sobre la desigualdad. La desigualdad –comparativamente baja– de los países comunistas, si esta valía la pena o no, así como los problemas de legitimidad de las elites de esos regímenes, son cuestiones abordadas en la viñeta 1.5. Encuentro particularmente divertida la 1.3, en la que, bajo el título Who Was the Richest Person Ever, se nos presenta un concurso histórico de riquezas. Entre los aspirantes al premio encontramos personajes de variados tiempos y lugares: el romano Creso, los estadunidenses Carnagie, Rockefeller y Gates, así como el ruso Jodorosky y el mexicano Slim. ¿Se atreven a aventurar el nombre del ganador? Yo no lo diré, saberlo constituye un incentivo adicional para que lean el libro.

Como pueden ver, The Haves and the Have-Nots demuestra que a los historiadores económicos nos vendría bastante bien que perdiésemos el "miedo escénico" e intentásemos llegar a un público amplio con trabajos como este. No sólo aborda un aspecto relevante de la realidad, como es la desigualdad, que interesa potencialmente a un público amplio y creciente, sino que lo hace en forma imaginativa y desenfada, sin perder, no obstante, la capacidad de convicción que otorga un profundo conocimiento de la materia.

En el segundo capítulo se trata otra forma de desigualdad, la que surge de considerar las rentas medias per cápita de los países del mundo; o sea, la desigualdad entre países. Esta es ahora mucho mayor que en el pasado más o menos reciente. Y ello porque es la consecuencia inevitable de la divergencia trayectoria de los productos per cápita entre países del mundo que resulta de esa especie de big bang económico que fue la revolución industrial. No obstante, si cada país, en vez de contar como uno en la medición de la desigualdad, es ponderado, como parece razonable por su peso demográfico, el panorama de esta forma de desigualdad internacional se modifica sustancialmente. La explicación es sencilla, el espectacular crecimiento económico de los dos países más poblados del planeta (China e India) en las últimas décadas ha hecho al mundo más igualitario. Para Milanovic, ello no impide que el mundo siga siendo muy desigual. A sostener esta proposición, que impregna la obra, se dedican las viñetas que acompañan al ensayo inicial de este segundo capítulo de la obra, en especial la titulada How Unequal Is Today's World? En Why Was Marx Led Astray? se subraya uno de los cambios más llamativos experimentados por la desigualdad ente 1870 y 2000: la desigualdad entre los habitantes del mundo –un concepto sobre el que se volverá en breve– ha pasado de ser causada principalmente por la pertenencia a una clase social (por ejemplo, trabajadores frente a empresarios o rentistas) a responder básicamente al país de nacimiento (pongamos, Noruega frente a Etiopía). La viñeta 2.3 lleva por título How Much of Your Income Is Determined at Birth? y en ella se concluye que la transformación de las causas fundamentales de la desigualdad entre naciones (de la clase al país, por así decirlo) convierte a la emigración en la vía más factible para los habitantes de un país pobre puedan elevarse hacia posiciones superiores en la escala de la desigualdad global.

Esta forma de desigualdad, entre los "ciudadanos del mundo" o "desigualdad global", es tratada en el tercer capítulo. Para calcularla, es necesario contar con información más pormenorizada que no ha estado disponible hasta hace poco tiempo en términos históricos. A este respecto, creo que es de justicia reconocer el enorme esfuerzo realizado últimamente por el Banco Mundial por mejorar el conocimiento de aspectos como la desigualdad y otros cercanos (pobreza, condición de la mujer, etc.). Un reconocimiento que probablemente no recibe en medida suficiente ni de la opinión pública ni de otros sectores de los que cabría esperar que estuviesen mejor informados. Así, el seguimiento de esta forma de desigualdad, que combina las existentes entre individuos y entre países, en el largo plazo no es posible por la falta de datos. Sí se sabe que es mayor que la de los países menos igualitarios (Brasil o Sudáfrica, por ejemplo). "Probablemente" no ha disminuido desde finales de los años ochenta del siglo XX. Si bien el éxito económico de China e India tiene importantes efectos en contra de la desigualdad global, la creciente desigualdad interpersonal en no pocos países y entre países por falta de convergencia de rentas medias opera en sentido contrario. Podría, tal vez, añadirse que la crisis en un cierto número de países ricos y el retroceso reciente de las desigualdades en la tradicionalmente muy poco igualitaria Iberoamérica podrían estar favoreciendo tendencias a la igualación ente los "ciudadanos del mundo". No obstante, en sentido contrario podrían estar operando otros fenómenos (por ejemplo, más desigualdad dentro de países ricos y en desarrollo muy poblados o el estancamiento de un número relativamente alto de países pobres).

Algunas de las viñetas del capítulo tienen títulos tan sugestivos como Where in the Global Income Distribution Are You? Does the World Have a Middle Class? o How Different Are the United States and the European Union? En ellas se examinan otros aspectos de la "desigualdad global", como son la llamativa distancia entre la minoría rica y la mayoría pobre de los "ciudadanos del mundo", los efectos de la globalización sobre la distribución mundial de la renta, el contraste ente visiones alternativas sobre la evolución de la "desigualdad global" en el largo plazo, la relevancia de la "desigualdad global" y el "trilema" de la globalización de Rodrik (globalización con grandes y crecientes diferencias de renta entre países junto a una restringida movilidad internacional del trabajo).

La conclusion del libro acierta al señalar algunos de los grandes retos mundiales para los próximos años: "How to bring Africa up, how to peacefully bring China in and how to wean Latin America off of its self-obsession and bring it into the real World. And doing all of this while maintaining peace and avoiding ideological crusades" (p. 215). Entiendo que la referencia a los "cruzadas" ideológicas no equivale a sostener que todas las ideologías son igualmente válidas para construir un mejor futuro para la humanidad.

La coda toma prestada un hermoso verso de un poema de Kavafis. Su lectura y los recientes acontecimientos en la parte del mundo donde nació y residió durante buena parte de vida invitan a preguntarnos qué pensaría este distinguido alejandrino de la "primavera árabe" y del futuro del Mediterráneo. Se echa en falta alguna referencia por Milanovic al papel de los países islámicos en una "configuración ilustrada" del mundo de las próximas décadas. Ello no impide que en Who are the Harraga?, la viñeta 2.5, se aborde el fenómeno sociológico constituido por esos jóvenes adultos masculinos del Magreb que, cuando fracasan en su intento por cruzar "the Mediterranean wall", queman sus papeles para no ser devueltos a sus países de origen. Tampoco que se critique la política de la Unión Europea hacia los harraga y otros inmigrantes. Esto último va acompañado de críticas a las sociedades norteafricanas por haber fallado estrepitosamente a la hora de ofrecer a sus jóvenes unas mínimas expectativas de futuro.

Tras exponer el contenido del libro, insistiré en la invitación a la compra y lectura de The Haves and the Have-Nots. Espero que la encuentren, tras conocerlo mejor, más fundamentada que cuando la hice más arriba. No voy a ocultar que tengo también algunas reservas acerca de la obra. Sólo señalaré algunas. Parecería que, de forma más o menos explícita, se sostiene el principio que resumiré en el lema "cuanta más igualdad mejor" y considera a las nociones de justicia e igualdad como prácticamente idénticas. No estoy convencido de que ni ese principio ni esta última equivalencia sean indiscutibles. Son conclusiones, no axiomas, que necesitan ser, si no demostradas en sentido estricto, tratadas con algo más de detenimiento. Lo que me lleva a que, incluso en un libro como este –o especialmente en uno como este– algo más de atención debería prestarse a la diferencia entre igualdad (desigualdad) de oportunidades y de resultados y a sus implicaciones, que no son pocas ni menores. Me hubiera gustado ver algo más de elaboración sobre cuestiones importantes del tipo de las siguientes: ¿hay "fricciones" entre crecimiento e igualdad?; ¿cuáles son las consecuencias para la política económica de responder afirmativa o negativamente a la anterior pregunta?, ¿y para la reducción de la pobreza en los países más afectados por ella?

Por otra parte, a mi juicio, algunos temas abordados por Milanovic desde la óptica exclusiva de la desigualdad (por ejemplo, las diferencias de renta media entre países) podrían también enfocarse desde la del crecimiento. La interpretación en términos puramente distributivos –aumento de la desigualdad que se traduce en la necesidad de intermediarios financieros para los ricos y en mayor acceso al crédito de la relativamente empobrecida clase media para mantener su capacidad de compra– de la crisis financiera internacional –viñeta 3.6– puede, si acaso, tener validez para el caso estadunidense. No existe tal factor en la variante de crisis experimentada por otros países. En España sabemos algo de eso.

El examen del colonialismo en la viñeta 3.7 dista de parecerme convincente. Diré, brevemente por qué para el caso de Nueva España con alguna incursión en el de Hispanoamérica. Creo que la estimación de Milanovic, Lindert y Williamson del inequality extraction ratio (IER) –un interesante concepto que expresa la razón entre la desigualdad medida por el índice de Gini y la "frontera de posibilidades de la desigualdad" (FPI) determinada por la máxima desigualdad posible para cada nivel de producto per cápita– novohispano de fines del siglo XVIII es tan alta –queda fuera de la FPI por ser mayor de 100%– que debería resultar sospechosa. Se basa en una discutible interpretación de un oscuro pasaje de Abad y Queipo y en algunos supuestos no menos discutibles sobre la población y el producto per cápita. La mía sitúa a Nueva España dentro de la frontera y con un Gini menor, parecido al de diversos países europeos de la época. Trabajos de Coatsworth, Williamson y Dobado y García ponen en duda la idea de que Hispanoamérica haya sido tan desigual comparativamente antes del siglo XX. Creo que el diferencial de desigualdad entre esta parte del mundo y otras debe mucho a acontecimientos de la segunda mitad del siglo XIX.

Retornado al caso general del colonialismo, me surgen algunas preguntas: ¿cómo es posible que "colonialismos" tan variados en tantos aspectos relevantes (por ejemplo, el mogol de 1750 y el británico de 1947 en India, el español en el México de 1790, etc.) presenten un IER muy parecido?; ¿cuáles son los mecanismos concretos por los que el "arte de la explotación" del imperio mogol de mediados del siglo XVIII daba casi exactamente el mismo resultado que el del británico de dos siglo más tarde?

Encuentro que el kantiano concepto de "ciudadanos del mundo" es de dudosa utilidad práctica por ahora. Sirvan de ejemplo los problemas de la construcción europea. O los que se enfrenta España, donde incluso la idea de adscripción a una comunidad más bien pequeña a escala mundial, es puesta en cuestión por los nacionalismos periféricos peninsulares. Curiosamente no era así durante los siglos en que el imperio ultramarino reportaba algunas ventajas a ciertos grupos de interés especiales y áreas geográficas de los territorios de la monarquía hispánica en la península.

Pero son sólo los nacionalistas periféricos españoles. En la atribulada Europa, los hay, además, de variados gustos y colores: padanos, escoceses y flamencos, al menos. Y en Canadá, el québécois. Lo curioso es que todos ellos quieren –dicen– ser "ciudadanos del mundo", pero sin compartir casa común con el vecino más próximo. Un vecino, además, con el que llevan cohabitando –y, en algún caso, con claro beneficio económico– desde siglos.

Lo anterior me lleva a una de las viñetas. La 3.8, dedicada a Rawls, famoso por su defensa de la igualdad "dentro de los países", está bastante relacionada con la anterior, como intentaré poner de manifiesto más adelante. La viñeta Why Was Rawls Indifferent to Global Inequality? analiza el "principio de la diferencia" propuesto por el filósofo estadunidense, según el cual la desigualdad económica sólo estaría justificada si beneficia la posición absoluta de los más pobres. La visión de Rawls acerca de la emigración internacional no le parece a Milanovic –recordemos que, para este último, es esta el método más realista al alcance de los individuos de los países más pobres para mejorar su suerte– suficientemente proigualitaria.

Retomo aquí la cuestión –perdón por mi perspectiva de europeísta perplejo– de los nacionalismos "en miniatura". Si la mejor alternativa para la igualación de rentas a escala internacional es la emigración –pues la mayor parte de la desigualdad global es ahora, a diferencia de en 1870, desigualdad "entre países", no "entre clases"–, se imaginan cuál sería al respecto la política de miniEstados en búsqueda desesperada de la identidad perdida o no hallada todavía. ¿Qué harían con sus habitantes refractarios a la asimilación cultural forzada? ¡Y hablamos de microEstados futuribles de alta renta! Otros ejemplos de desconfianza hacia la emigración no faltan en los países occidentales (Europa, Estados Unidos, Australia, etc.). Tampoco en otras partes. Piensen en la emigración de africanos hipernecesitados a otros países de África algo menos pobres o de renta cercana a la media mundial. A fin de cuentas, no toda la emigración está orientada por el gradiente de renta Norte-Sur. De hecho, no hace falta que se lo imaginen, basta con que recuerden los incidentes ocurridos en la Sudáfrica del post apartheid, que se saldaron con asesinatos de inmigrantes más pobres de los países vecinos. Por no mencionar emigraciones no económicas en origen: Rwanda, Burundi, etc. ¿Cuál es el trato que reciben los inmigrantes centroamericanos en México? ¿O el que da a los inmigrantes ilegales en Malasia? A mi modesto entender, Rawls está impregnado de una visión bastante realista de la condición humana: los Estados y las culturas cuentan o son pensados como que cuentan. Este hecho constituye un serio obstáculo a la actuación efectiva de las migraciones internacionales como factor de nivelación de rentas.

Así, parecería que los humanos están hoy por hoy más cerca del "realista" Rawls –igualdad, si acaso, a escala de las unidades políticas constituidas o de las aspirantes a constituirse como tales, no importa cuán viables sean– que del "cosmopolita" Milanovic. Aunque estoy aquí más cerca del primero que del segundo, las cosas podrían cambiar en un futuro más o menos lejano. Está por ver si para bien o no.

Por otra parte, es posible que la evolución del mundo contemporáneo en las últimas décadas no haya estado tan alejada del "principio de la diferencia". En efecto, si bien la desigualdad entre los "ciudadanos del mundo" no parece haber disminuido e incluso ha aumentado dentro de algunos países, no parece que ello haya impedido una reducción de la pobreza: el número de habitantes del mundo viviendo en condiciones de pobreza extrema ha disminuido desde los casi 2 000 millones de 1990 a los prácticamente 1 000 de 2008; la reducción, aunque desigual, ha beneficiado a todas las partes del mundo, con la notable excepción del África subsahariana, donde ha aumentado hasta concentrar 40% aproximadamente de los habitantes más pobres del globo.

Para concluir, sólo me queda reiterar mis sinceras felicitaciones al autor y al editor de la versión en español de The Haves and the Have-Nots. También insistiré, pese a tener ciertas diferencias con Milanovic, en mi encarecida invitación a que lean su excelente obra.

 

Rafael Dobado González
Universidad Complutense de Madrid
Madrid, España

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