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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ vol.20 no.1 México ene./abr. 2013

 

Artículos

 

La movilidad social en Tucumán, Argentina, 1869-1895*

 

Social Mobility in Tucumán, Argentina, 1869-1895

 

Beatriz Álvarez y María Florencia Correa Deza

 

Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina, <bealvarez@hotmail.com><fcorreadeza@gmail.com>

 

Fecha de recepción: noviembre de 2011.
Fecha de aceptación: abril de 2012.

 

Resumen

Este trabajo analiza la movilidad social en Tucumán durante el periodo 1869-1895, utilizando una metodología que permite comparar niveles de vida de individuos en dos etapas diferentes del ciclo de vida. Los resultados sugieren la presencia de movilidad pero de una magnitud considerablemente menor a la que retratan las visiones impresionistas de estadistas y viajeros de la época y a la sugerida por la historiografía para el caso del Litoral. Creemos que a pesar del gran crecimiento económico experimentado por la provincia a fines del siglo XIX, la mayor presencia de rasgos tradicionales en relación con los modernos, en el espacio provincial, podría haber moderado los beneficios de este proceso. Tanto la singular distribución de las variables educativas como las particularidades de la migración recibida por la provincia constituyen algunos elementos de este rezago.

Palabras clave: movilidad social, niveles de vida, Tucumán.

 

Abstract

In this paper we try to analyze social mobility in Tucumán during the 18691895 period by using a methodology that enables us to compare living standards from individuals in different life cycle stages. Our results suggest the existence of mobility but in a considerably lower magnitude than the views provided by travelers and statesmen notes and than the image for other regions in the country posed by the researchers. We believe that in spite of the significant economic growth experienced during this period, the stronger presence of traditional features, relative to the modern aspects, could have lessened benefits from this process. The peculiar distribution of educational variables and the fact of receiving mostly native immigration were some elements of this lag.

Key words: social mobility, living standards, Tucumán.

 

Introducción

Las investigaciones sobre los niveles de vida son relativamente escasas para Argentina en general y para Tucumán en particular en el periodo bajo estudio. A la luz de lo que sostiene Hora, los estudios actuales carecen de información sobre temas fundamentales como el bienestar y la equidad para el periodo comprendido entre 1850 y 1880.1 Según el mismo autor, la información es pobre e incompleta, a lo cual podríamos agregar que su naturaleza cualitativa justifica los intentos por producir estudios de corte cuantitativo que complementen los ya existentes.

La movilidad social en Argentina a finales del siglo XIX fue abordada por G. Germani2 sobre la base de lo consignado por los dos primeros censos de población, el primero efectuado en 1872 y el segundo en 1898. El autor analiza los cambios en la estructura social considerando la ocupación como un indicador de posición social y encuentra que el crecimiento económico experimentado durante el modelo agroexportador generó un gran aumento de la participación de los sectores medios, que afectó principalmente a los inmigrantes extranjeros. De esta forma, Germani infiere que durante la segunda mitad del siglo XIX existió, efectivamente, una elevada movilidad social ascendente en la sociedad argentina, y que las posibilidades de ascenso social estuvieron más al alcance del inmigrante que del nativo.3

Mediante la utilización de datos de matriculación escolar para diversas provincias entre 1850 y 1883, y con el objetivo específico de evaluar la movilidad social, Hora concluye que la misma se incrementó en Argentina aunque de manera dispar entre las regiones, beneficiando en mayor medida a la región Litoral.4 Estas diferencias regionales también fueron señaladas por Gallo y Cortés Conde en su análisis de los cambios en la estructura social argentina en el periodo intercensal.5

Gelman y Santilli realizan un estudio preliminar sobre los procesos de movilidad social intrageneracional ascendentes y descendentes durante la primera mitad del siglo XIX.6 Recurriendo a bases de datos de propietarios de bienes inmuebles de la provincia de Buenos Aires, los autores reconocen la importancia de los cambios políticos y económicos del periodo y la influencia de los mismos en procesos concretos de movilidad social. Específicamente, para el periodo 1839-1855 encuentra una mayor permanencia de los estratos superiores y movilidad ascendente en los sectores bajos, mientras que en el periodo 1855-1867 predomina la movilidad ascendente en todos los estratos con preponderancia de los superiores.

En virtud de estos antecedentes es factible preguntarse si la elevada movilidad social encontrada por estos autores también fue advertida en otros territorios del espacio nacional, aun en aquellos que lograron incorporarse de alguna manera al modelo económico nacional, como es el caso de Tucumán. Con esta motivación y dada la disponibilidad de fuentes, este trabajo tiene como objetivo abordar un aspecto fundamental del bienestar y los niveles de vida, la movilidad social, a partir de un análisis cuantitativo que hace posible comparar la situación económica y social de un individuo en distintas etapas de su ciclo de vida.

En este sentido, elaboramos una muestra aleatoria de 927 niños de la capital tucumana de entre ocho y trece años de edad consignados en las cédulas censales de la capital de la provincia de Tucumán del primer censo nacional de la población correspondiente a 1869. Esta muestra nos permite analizar sus características socioocupacionales (sexo, edad, profesión, alfabetización, lugar de nacimiento, ocupación y origen del padre) y aproximar el estatus socioeconómico inicial asignando una jerarquía social a la profesión del padre. De esta manera, hacemos uso de un procedimiento ya utilizado por diversos autores para estudiar las dinámicas sociales.

Posteriormente, se identifica a las mismas personas ya adultas en el censo de población de 18957 y se les asigna un nivel socioeconómico haciendo uso de su profesión en dicho año. La evaluación de la movilidad social surge de la comparación del estatus socioeconómico en la adultez (final) con el de la niñez (inicial).8 El resto de las variables analizadas sirve, junto con la historiografía, para entender con mayor profundidad el porqué de los resultados encontrados.

La metodología descrita en los párrafos anteriores tiene como ventaja permitir una comprensión más profunda del contexto sobre la base del estudio de distribuciones conjuntas. Sumado a esto, el estudio del fenómeno de la movilidad social supone la consideración de los niveles de vida en distintos momentos de tiempo y relativos a las mismas personas, hecho que fue posible gracias a la disponibilidad de información y a la búsqueda de métodos de cálculo que nos permitieron realizar tales tareas. La carencia de estas posibilidades haría imposible un estudio de este tipo.9

El trabajo cuenta con la siguiente estructura: en la segunda sección se realiza una contextualización sobre la sociedad tucumana durante el periodo analizado. En la tercera se fundamenta por qué utilizamos el supuesto de la profesión como variable proxy de la jerarquía social. En la cuarta sección se analizan las características de la muestra en 1869 y 1895. La quinta está dedicada al análisis de los resultados consistente en la evaluación de la existencia de movilidad social en el periodo propuesto y su relación con las variables analizadas en la muestra. Finalmente, se exponen las conclusiones del trabajo.

 

Tucumán en la segunda mitad del siglo XIX

Durante las tres últimas décadas del siglo XIX, la industria azucarera tucumana produjo grandes transformaciones económicas y sociales. Económicamente significó la introducción de la agroindustria en el mercado nacional y la inserción dentro del modelo agroexportador gracias a la protección arancelaria que le permitió desalojar del mercado interno a los azúcares extranjeros. El traspaso de una economía agrícola y comercial a una agroindustrial derivado de la expansión del cultivo y la industrialización de la caña de azúcar, significó la redefinición de las relaciones económicas, sociales, espaciales y políticas, a la vez que supuso la integración de numerosas actividades y actores que, si bien subordinados, lograron incorporarse a este proceso.10 Sin duda uno de los rasgos distintivos de este proceso fue la alta fragmentación de la tierra. La presencia de la pequeña y mediana propiedad habría implicado una distribución más equitativa de la riqueza como resultado de las posibilidades de acceso a la propiedad raíz.11

Socialmente, la transformación no fue menor. La provincia fue percibida como un espacio próspero y prometedor, de alta movilidad social12 gracias a algunas características propias del proceso de crecimiento: alta densidad demográfica,13 bajas tasas de mortalidad, alta esperanza de vida y posibilidades de inserción de población migrante.

Se diseñaron nuevas relaciones laborales que utilizaron la coacción como medio de captación, retención y disciplinamiento de la mano de obra. Surgió, a la vez, una nueva clase de pequeños propietarios que se constituyeron en proveedores de materia prima para los ingenios y que concentraron en sus manos mucho poder por el hecho de manejar el elemento primordial de la industria, la caña. Las relaciones familiares también se vieron modificadas, el jefe de hogar se dedicaba al trabajo de sol a sol, reduciendo así el tiempo dedicado al hogar, la mujer y los niños estaban obligados a trabajar para poder subsistir; por lo tanto, el tiempo en familia era escaso. La elite propietaria acrecentó su poder económico, social y político gracias a la importancia que adquirió la industria y a los beneficios económicos que obtenía.

El cambio cultural vino dado por la diversidad étnica que adquirió la sociedad tucumana. Criollos, mestizos, indígenas e inmigrantes europeos tuvieron que compartir el ámbito de trabajo e interactuar social y culturalmente definiendo nuevos comportamientos e incluso nuevas formas de vida caracterizadas, como ya dijimos, por el trabajo excesivo, por la ocupación de los niños que perdían posibilidades de instruirse formalmente y por el trabajo inhumano de las mujeres.

El proceso de crecimiento económico sumado al desarrollo, aunque incipiente, de servicios de salud, educación, infraestructura, ferrocarril, tranvía, luz y agua, provocaron un incremento en los requerimientos de mano de obra calificada, mientras que las actividades agropecuarias hicieron lo propio respecto a la demanda de mano de obra no calificada (jornaleros, peones, personal doméstico, etcétera).

Dichos requerimientos laborales fueron cubiertos por trabajadores locales y también, en gran medida, por trabajadores inmigrantes. Los inmigrantes provenientes del extranjero contaban con capital humano aparentemente más elevado, como registran Curia de Villeco y Bolognini14 en el análisis del perfil ocupacional de los inmigrantes italianos y españoles en la ciudad de Tucumán. Esto coincide con lo establecido por Campi,15 quien hace alusión a la inserción de los inmigrantes europeos en actividades técnicas, de representaciones y comisionistas, financieras y de inversiones. De acuerdo con el segundo censo nacional,16 esto parecería ocurrir también en todo el país. Entre los inmigrantes de ultramar predominaban los comerciantes, industriales, agricultores y artesanos, así como una mayor proporción de profesionales que los nativos y una considerablemente menor participación de jornaleros. Pese a esta similitud entre la situación nacional y la provincial, en Tucumán la proporción de extranjeros era muy baja. Mientras los dos primeros censos registran para la capital tucumana 0.7 y 11.3% de extranjeros en 1869 y 1895 respectivamente, estos porcentajes ascendían para el promedio nacional a 12.1% en 1869 y 25.4% en 1895. Estos valores sólo hacen referencia a los migrantes arribados; sin embargo, cabe aclarar que la provincia de Tucumán resultó expulsora neta de población en beneficio del Litoral.

Las principales provincias proveedoras de mano de obra para Tucumán fueron Catamarca y Santiago del Estero. Estos espacios, significativamente menos dinámicos que la capital tucumana, fueron satelizados respecto de las áreas centrales en virtud de su cercanía con aquellas y de la disponibilidad de mano de obra, factor que les permitiría insertarse en el nuevo modelo de crecimiento regional.

Por último, cabe destacar lo incipiente de las políticas sanitarias y educativas y el papel secundario asignado por la sociedad a las áreas de salud y educación en el espacio provincial. Los abordajes de Vidal17 y Parolo, Campi y Fernández18 destacan que estas políticas aparecen hasta la década de 1860 y que los vaivenes de la actividad azucarera determinaron la disponibilidad de recursos destinados a estas variables. Esta situación habría dado cuenta de la precariedad general en los niveles de salud y educación, lo cual se agudiza si tenemos en cuenta el acceso diferencial restringido a las clases más altas. Este último hecho también es sugerido por el primer censo nacional de población de 1869, que registra una tasa de analfabetismo para la provincia considerablemente superior a la del promedio nacional.19

Estas falencias en la provisión de servicios de salud y de educación se acentúan si consideramos la disponibilidad de recursos destinados a la capital provincial en relación con las áreas rurales. En su estudio sobre el sistema rentístico de la provincia de Tucumán, Alfredo Bousquet reconoce que "en realidad la campaña se encuentra aun mucho mas sacrificada a los intereses de la ciudad de lo que demuestran las [...] cifras".20 En este sentido, la distribución de la renta pública provincial se concentraba en la ciudad en detrimento del resto de la provincia, lo que habría significado diferencias en las condiciones de vida, el acceso a servicios y bienes sociales entre ambas zonas.

 

El supuesto de la profesión como proxy del estatus socioeconómico

La premisa de esta investigación, la relación entre profesión y jerarquía social, resulta funcional al tipo de estudio que estamos proponiendo, en virtud de nuestro objetivo y de la información disponible en las cédulas censales correspondientes a 1869 y 1895. Puesto que tal asociación puede resultar controversial, trataremos de justificar que su uso es adecuado para el análisis de la movilidad social en la sociedad tucumana de fines del siglo XIX.

Si consideramos cuál fue el objetivo que persiguieron los primeros censos poblacionales al indagar sobre "las profesiones, oficios o medio de vida de la población", podemos inferir que la idea por la cual las profesiones se asocian a la estructura social estaba presente en la mentalidad de principios del siglo XX. Sobre la base del estudio de las profesiones, el censo de 1914 "obtiene casi una estadística de las clases sociales".21 Pese a esto, Otero deja entrever que si bien uno de los objetivos de los censos al relevar las profesiones era lograr una caracterización de las clases sociales, los resultados no fueron utilizados con esos fines y por ende "la definición operativa de ocupación elaborada por los censistas remitía a una caracterización deliberadamente amplia del trabajo que no distinguía entre 'profesión, oficio, ocupación o medio de vida'".22 En su estudio sobre oficios y profesiones en Santiago del Estero entre 1869 y 1914, Tasso distingue ocupación de profesión. En los tres primeros censos se hace hincapié, según el autor, en el término "profesión" en lugar de "ocupación". La razón de esta diferenciación es que el primero "conserva una huella estamental, y en consecuencia es más rígido e invariante que el contemporáneo de 'ocupación'. La profesión revela, antes que lo que se hace, lo que el individuo es, y ello denota una condición social; la ocupación describe sólo lo que se hace en el empleo."23

Germani utilizó esta relación en sus investigaciones sobre movilidad social a fines del siglo XIX. Sobre la base de los Censos de Población de 1869 y 1895, el autor analiza los cambios en la estructura social producidos por el crecimiento económico.24 Álvarez y Nicolini también utilizan este supuesto pues estiman una distribución de ingresos a partir de un ingreso promedio para cada ocupación registrada en Tucumán en el censo de 1895.25 En el estudio de Álvarez sobre distribución de la riqueza en Tucumán entre 1869 y 1884, la autora considera que "la ocupación se relaciona en cierto modo con el estatus económico, y más aún en el pasado, ya que las ocupaciones que consideran una mayor calificación también suponen mayores rentas que permitirán acumular más riqueza. Luego, los hogares cuyos jefes declaren una ocupación que suponga una alta calificación, presumiblemente tendrán mayores niveles de riqueza".26 La fuerza de esta relación es cuantificada por la autora, quien encuentra una asociación positiva entre ambas variables: las profesiones de muy baja calificación están concentradas en los primeros deciles de riqueza, las de media calificación en el centro y las de alta y muy alta entre los más ricos.

Fernández caracteriza las ocupaciones declaradas en la provincia de Tucumán en los relevamientos censales de 1869 y 1895 tratando de reconocer los rasgos de cada una para ubicarlas en algún sector de la estructura social.27 De igual manera, Mayo considera que si bien las categorías ocupacionales no expresan lo social de un modo acabado, su uso "no es totalmente arbitrario e inocente, refleja mal la estratificación social y aun la enmascara, pero no deja de ser un eco de ella".28

En el plano internacional, la tipificación historical international standard classification of social classes utiliza una clasificación ocupacional uniforme con la Organización Internacional del Trabajo para construir clases sociales con medidas estándares que faciliten la comparación entre países. Dicha clasificación no se utilizó en este trabajo porque creemos que se perdería información y especificidad respecto del espacio a estudiar. Además consideramos que existe información suficiente para jerarquizar las profesiones y clasificarlas en clases.29

El estudio de Lindert divide a los individuos en grupos de profesiones mediante el análisis de inventarios de riqueza correspondientes al periodo 1670-1875 en Inglaterra. El autor demuestra que a lo largo de 200 años y dada la magnitud de los cambios económicos y sociales ocurridos, las profesiones de los inicialmente ricos siguieron estando en el tope de la distribución y lo mismo ocurrió con las de clases media y baja.30

Pese a esto, Fradkin reflexiona sobre la necesidad de tener en cuenta las particularidades de los grupos sociales y laborales al momento de asignar una categoría social a las ocupaciones.31 En la misma línea, Parolo reconoce que algunas categorías ocupacionales denotan una condición social (ocupaciones ubicadas en los extremos de la distribución, como peón y sirvienta o hacendado) mientras que otras las ocultan (como criador, labrador o artesano) en virtud de la heterogeneidad en el interior de cada grupo.32 Ambos autores reconocen explícitamente las limitaciones del supuesto y proponen complementar los estudios con otras características o variables.

Respecto de la pertinencia del uso del supuesto en un estudio sobre finales del siglo XIX, es factible pensar que la modernización ocurrida en Argentina y en Tucumán a partir de 1880 podría haber implicado una complejización de la estructura social tal que el uso de la relación podría haber quedado invalidado y limitada su utilidad al estudio de sociedades más "tradicionales". Al respecto, el estudio de Lindert extendido durante 200 años no encuentra diferencias significativas incluso después del fenómeno de la revolución industrial; el estudio de Germani para la Argentina de fines del siglo XIX utilizó esta misma premisa con resultados convincentes; las investigaciones de Fernández y de Álvarez para el caso tucumano también arribaron a conclusiones robustas con igual premisa en el mismo periodo. Estos estudios avalan, a nuestro criterio, la utilización de la relación entre profesión y jerarquía social en la sociedad tucumana de la segunda mitad del siglo XIX.

De acuerdo con lo consignado en los párrafos anteriores, creemos que tenemos suficientes elementos como para justificar el uso de la relación entre la profesión y la jerarquía social de los individuos en la sociedad tucumana de finales del siglo XIX. Sin embargo, coincidimos con las voces que relativizan la pertinencia de esta asociación y, en la construcción de las "clases sociales", complementamos la información de la principal fuente de este estudio con historiografía y otras fuentes disponibles.

 

Características de la muestra

Estadísticas de 1869

En esta sección se presentan las principales características de la muestra con el fin de proveer una idea de su representatividad en la población bajo estudio, así como de analizar de manera preliminar las distribuciones de las variables que están disponibles y que consideramos pueden encontrarse asociadas al fenómeno del ascenso social.

La muestra consta de 927 niños de entre ocho y trece años de edad en el año 1869, seleccionados aleatoriamente en la capital tucumana desde las cédulas censales. Sobre un total de 6 309 niños en este rango etario, la muestra entonces representa 14.7% de los mismos.33 En dicha muestra, si bien no encontramos preponderancia de ninguna edad en particular, notamos cierto predominio de las edades pares. Creemos que este es un problema en el relevamiento del dato pero que no tendría efectos en las conclusiones que podamos extraer del trabajo. La distribución por género tampoco sugiere diferencias significativas en la estructura por sexo de la población, de hecho la ratio varón mujer es muy cercana a uno.34

Para analizar la movilidad social es imprescindible contar con el estatus socioeconómico del hogar al cual pertenece el niño. Dada la controversia sobre la definición y sobre la posibilidad de medición de esta variable, y dada también la disponibilidad de la fuente, recurrimos a considerar la profesión del padre o jefe de familia como variable proxy del estatus socioeconómico basándonos en los fundamentos descritos en la sección anterior. En virtud de esta definición, analizamos la profesión del padre o jefe del hogar.35 La jerarquización de las profesiones para representar clases sociales se complementó con información adicional desde otras fuentes e historiografía (véase anexo 2).

Las profesiones más frecuentemente encontradas en la muestra son labrador, peón y costurera, seguidas por zapateros, comerciantes, carpinteros, lavanderas y pelloneras y, por último, sirvientes y tejedoras.36 Debido al gran número de profesiones encontradas, se procedió asignando categorías de estatus socioeconómico asociadas a cada profesión (véase cuadro 1).37

 

Más de 50% de los niños presentes en la muestra provenía de hogares de estatus socioeconómico bajo y muy bajo, mientras que 10% podría asociarse a hogares de posición social alta. Esta forma de asimilar el estatus socioeconómico de los hogares arroja una distribución asimétrica de izquierda que coincide con la distribución teórica de las medidas utilizadas para representar el bienestar económico. Creemos que esta coincidencia refuerza el supuesto por el cual la profesión del jefe del hogar resulta representativa del estatus socioeconómico del mismo.

Otras variables disponibles desde la fuente son las relativas a la educación. Los datos de la muestra indican que 73% de los niños eran analfabetos, mientras que 20% sabía leer y escribir. El 7% restante corresponde a aquellos niños que leían o escribían. Respecto de la asistencia a la escuela, la muestra arrojó que 78% de los niños no asistían a la escuela mientras que 22% sí lo hacía.

En el caso de la asociación del estatus socioeconómico de los padres con la alfabetización de los hijos, encontramos un coeficiente significativo de 0.3497, implicando que los hogares de mayor estatus fueron más propensos a tener hijos alfabetizados. Respecto de la correlación con la asistencia escolar, esta también resulta positiva (0.1922) y significativa. Esta medida nos habla de incrementos en la tasa de asistencia escolar conforme aumentaba el estatus socioeconómico del hogar al que pertenecía el niño.38

La distribución espacial en la muestra reporta que aproximadamente la mitad de la población de niños se encontraba en áreas urbanas.39 Sin embargo, las variables que reflejan la educación sugieren acentuadas diferencias espaciales que podrían haber incidido en las posibilidades futuras de los niños. En virtud de esta aseveración no podemos dejar de destacar que en las áreas urbanas la alfabetización y la asistencia a la escuela más que triplicaron a las mismas en las áreas rurales.40

La distribución del estatus social según condición urbano-rural41 arroja que en las áreas urbanas se encuentran representadas las cinco categorías socioeconómicas, y en las rurales la categoría "muy alta" tiene una frecuencia nula. Este resultado sugeriría revisar entonces si grandes saltos de estatus socioeconómico podrían haber sido más probables en la ciudad que en la campaña, implicando una más alta movilidad social en la primera.

En 1869, 28.91% de los niños relevados declararon trabajar; de estos, 40% dijo ser sirviente, 30% peón, 10% repartido entre labradores y zapateros, y 20% lo componían 32 categorías.42 Estos resultados revelan que las tareas desempeñadas por los niños no estuvieron asociadas con incrementos de capital humano.

Respecto del trabajo infantil y de su distribución por género, la muestra arroja un coeficiente de correlación lineal positivo y significativo aunque pequeño (0.0985), sugiriendo que los varones fueron más propensos que las mujeres a participar en el mercado laboral en edades tempranas.43 Asimismo, se verifica un sesgo de género en el desarrollo de ciertas profesiones como, por ejemplo, las tareas domésticas desarrolladas principalmente por mujeres y las tareas relacionadas con el campo u oficios ejercidas en su mayoría por varones.

Para evaluar la importancia de la edad en la participación de los niños en el mercado laboral, realizamos un test de diferencias de medias. El mismo arrojó diferencias significativas en los promedios de edad de aquellos niños que trabajaban respecto de los que no lo hacían, registrándose un promedio de once y diez años respectivamente. Si bien no parece haber incidencia de una profesión específica en cada grupo etario, ser sirviente era lo más frecuente en todas las edades y, por lo encontrado en esta muestra, su frecuencia es mucho mayor entre los niños que entre los adultos. Los peones, si bien adquieren frecuencias similares a los sirvientes, lo hacen a partir de los diez años, con lo cual podríamos pensar que su tarea requería más madurez que las domésticas.

Para averiguar si existía cierta evidencia de que el trabajo infantil dificultaba los procesos de alfabetización y escolarización, analizamos su distribución. Los datos arrojan una correlación negativa y significativa (-0.1014) entre el trabajo infantil y la alfabetización, sugiriendo que la proporción de niños alfabetizados es mayor entre los que no trabajan. El coeficiente de correlación lineal con la asistencia a la escuela (-0.2617) reafirma la idea que el trabajo infantil funcionaba como freno a la acumulación de capital humano.

Por otro lado, los resultados no sugieren que la participación del niño en el mercado laboral se haya reducido conforme aumentaba el estatus socioeconómico del padre, aparentemente el mismo no habría incidido en que los chicos trabajen o no. De hecho, la correlación lineal entre ambas variables es levemente negativa pero no significativa (-0.0618). No podemos dejar de destacar, sin embargo, que para 75% de los niños que trabajaban y para 50% de los que no lo hacían no se pudo determinar un estatus socioeconómico para el padre.

De acuerdo con los datos de la muestra, el lugar de nacimiento del padre no parece haber condicionado el acceso a la educación de los hijos.44 Los coeficientes de correlación lineal entre el origen del padre y la alfabetización o la asistencia escolar sugieren independencia -o al menos ausencia de asociación lineal- entre esta variable y las educativas, pues son cercanos a cero y no significativos. De igual manera, no parece haber existido un patrón diferencial de asentamiento entre los migrantes y los nativos.45

Respecto del trabajo en edades tempranas, el coeficiente de correlación lineal es significativo y positivo (0.1225), lo cual sugiere que los hijos de migrantes tuvieron una mayor participación en el mercado laboral. Para revisar si este hecho podría estar indicando una desventaja de las familias migrantes respecto de las nativas -en el sentido de que varios miembros de la familia necesitan trabajar para completar los ingresos-, analizamos si existieron diferencias sistemáticas entre los trabajos realizados por hijos de nativos y migrantes y los datos sugieren que sí; mientras 40% de los hijos de tucumanos que trabajaban eran peones, jornaleros o sirvientes, en el caso de los hijos de foráneos este porcentaje alcanzaba 80 por ciento.46

Al clasificar las ocupaciones realizadas por niños en categorías de estatus socioeconómico, encontramos un coeficiente de correlación lineal de Pearson significativo y negativo (-0.2768) sugiriendo que los hijos de migrantes tendieron a participar en el mercado laboral en tareas menos calificadas de lo que lo hacían los hijos de nativos; entonces, probablemente los niños hijos de nativos hayan sido más propensos a insertarse en el mercado para aprender oficios en el sentido de adquirir capital humano, mientras que los hijos de migrantes en su mayoría parecen haber participado en el mercado laboral básicamente para completar ingresos familiares. Lo mismo habría ocurrido con las profesiones de los padres: el coeficiente de correlación en este caso también es negativo y significativo (-0.123), lo cual sugiere que en general los migrantes tendían a ubicarse más abajo en la distribución socioeconómica, trabajando en ocupaciones que requerían una menor calificación.

Sobre la base de los análisis anteriores podemos inferir de manera preliminar cómo algunas características socioeconómicas de la población de niños podrían haber estado asociadas con las posibilidades de ascenso social.

La particular distribución de las variables asociadas a la educación -fuertemente concentrada en las clases más altas- podría haber estado vinculada a menores posibilidades de ascenso.

Los resultados del análisis de la ubicación geográfica no nos permiten aventurar una relación entre esta variable y la movilidad social. Sin embargo, creemos que la particular distribución del estatus socioeconómico y de las variables educativas en función de la condición urbano-rural podrían haber significado dinámicas sociales diferentes a favor de la ciudad y en detrimento del campo.

El trabajo infantil podría haber constituido un reductor de la movilidad social como consecuencia de la interacción de dos factores: por un lado, la alta correlación negativa entre las variables educativas y la participación en el mercado laboral sugiere que el trabajo retrasaba el proceso de adquisición de capital humano; por otro, las tareas desempeñadas por la mayoría de los niños no significaban adquisición de capital humano o aprendizaje de un oficio, con lo cual se frenaba aún más la acumulación de capital humano promedio entre los niños.

El origen del padre podría haber constituido un canal reductor de movilidad social. Los datos sugieren que la población recibida en Tucumán, principalmente proveniente de las provincias vecinas de Catamarca y Santiago, parece no haber disfrutado de las mismas oportunidades que los nativos, dada la mayor concentración de los mismos en las categorías socioeconómicas más bajas. Esto también se evidencia en la mayor participación en el mercado laboral por parte de los hijos de migrantes, así como en el desempeño de tareas de menor calificación.

 

Estadísticas de 1895

El análisis de la movilidad social requiere evaluar el estatus socioeconómico del individuo en dos momentos diferentes del ciclo de vida. Por esta razón, recurrimos a la búsqueda de los niños muestreados en 1869 en el segundo censo de población de 1895. Debido a causas que desconocemos, solamente hemos encontrado a 30% de las 927 personas muestreadas.47 Sin embargo, pudimos comprobar que las distribuciones de las variables de los "encontrados" no difieren de manera sistemática de las distribuciones originales. Con lo cual podemos postular que el grupo de personas encontradas es representativo del grupo original. A continuación, se da cuenta de la robustez de la muestra de "encontrados" analizando por separado cada una de las variables dentro de este grupo.

Relativo al género, aproximadamente 60% de las personas encontradas son varones, lo cual difiere de la distribución original. Esta diferencia respecto a la muestra total puede producir una subestimación de la verdadera movilidad social. Si tenemos en cuenta que entre los varones el trabajo infantil es más común y que el trabajo en edades tempranas reduce la movilidad social, encontrar mayor proporción de varones en la muestra puede sugerirnos que el trabajo infantil fue mayor y que, por ende, la movilidad social fue efectivamente menor. Sin embargo, dada la baja correlación encontrada entre trabajo infantil y género pensamos que su efecto podría ser despreciable.

En lo que respecta al resto de las variables de edad, alfabetización, asistencia a un establecimiento escolar, estatus socioeconómico del hogar, ubicación espacial, trabajo infantil y lugar de nacimiento del padre, las distribuciones de las personas encontradas son idénticas a las distribuciones de la muestra original, con lo cual las estimaciones sobre la movilidad social se verán sesgadas solamente por la cuestión de género, la cual resulta insignificante.48

 

Resultados

Puesto que no contamos con la posibilidad de tener una medida de movilidad que refleje el estatus en ambas etapas del ciclo de vida, nos vimos en la necesidad de definir una variable que se ajuste al estatus socioeconómico dada la información disponible.

Nuestra variable de movilidad social consiste en la diferencia entre el estatus socioeconómico del hogar en 1895 y el estatus socioeconómico del hogar en 1869. De esta manera, podremos evaluar para cada individuo la existencia de modificaciones de su ubicación en la escala social. Si la diferencia resultara negativa, implicaría que el individuo descendió socialmente entre 1869 y 1895. Si la diferencia resultara positiva, estaríamos ante un caso de ascenso social entre ambos años. Por el contrario, si la diferencia fuera nula nos encontraríamos en presencia de inmovilidad.49 Para los efectos de analizar el fenómeno de la movilidad social, el cuadro 2 presenta una matriz desde la cual se pueden extraer conclusiones sobre su existencia y sobre las características que adquirió.

 

Las filas de la matriz hacen referencia al estatus socioeconómico inicial mientras que las columnas refieren al estatus en la adultez. Nuestro interés radica en analizar la dispersión de los datos respecto de la diagonal principal, que es la que da cuenta del fenómeno de la inmovilidad. En el caso bajo estudio, los datos sugieren que la movilidad existió pues se encuentran frecuencias fuera de la diagonal principal y que fue baja debido a que las mismas están relativamente concentradas a lo largo de dicha diagonal.

De este mismo análisis surgen dos puntos interesantes para destacar. En primer lugar, la ausencia de individuos de la categoría social más alta en 1869, mientras que en 1895 representaban 7% de la población y, en segundo lugar, la configuración de una matriz con características similares a la matriz triangular superior que da la pauta de una sociedad en donde, si existió movilidad social, la misma fue ascendente.

Otra forma de analizar la movilidad social surge de la revisión de las estadísticas descriptivas. Estas herramientas sugieren que el estatus socioeconómico promedio de los hijos en 1895 (2.55) fue mayor que el de sus hogares en 1869 (2.33). Mediante la realización de un test de diferencia de medias, encontramos que el estatus socioeconómico promedio de los individuos asociados a hogares de clase baja fue significativamente diferente del nivel socioeconómico de los individuos que crecieron en hogares de clase alta. Ambos resultados abonan de alguna manera los hallazgos de Germani puesto que dan cuenta de la existencia de cambios en la estructura social pero en una menor cuantía. Esto podría estar sugiriendo la presencia de una sociedad móvil aunque con limitaciones en las posibilidades de cambios drásticos de estatus.

Una vez corroborada la existencia de movilidad en la sociedad tucumana de fines del siglo XIX, intentamos evaluar las formas que adquirió a través de los indicadores socioeconómicos relevados. Para ello recurrimos al análisis conjunto de la variable de movilidad social y los indicadores de educación (alfabetización y asistencia a un establecimiento escolar), ubicación geográfica, origen del padre y trabajo en edades tempranas.50

Respecto de la variable alfabetización, encontramos que aquellos individuos que leían y escribían de niños tuvieron un estatus socioeconómico 63% más alto en la adultez que el que tuvieron en la niñez, mientras que los que no leían ni escribían sólo ascendieron en promedio 13%. Lo mismo ocurre con la asistencia a un establecimiento escolar aunque en menor medida, en este caso los que asistieron a la escuela de niños poseen un estatus socioeconómico 55% más alto en promedio frente a 14% de incremento promedio para aquellos que no asistieron. De cualquier manera la diferencia sigue siendo significativa.

Creemos que estos resultados no nos permiten hablar de una incidencia significativa de la educación en la movilidad social pues también es necesario considerar cómo se encontraba distribuida esta variable a lo largo de la población considerada. Si tenemos en cuenta que los "ricos" eran los alfabetizados, no podemos esperar que asciendan socialmente de manera considerable puesto que están en el tope de la distribución. Por otro lado, al ser los alfabetizados un grupo particularmente reducido, el impacto de su ascenso habría tenido un efecto pequeño en el total de la muestra.

El test de diferencia de medias respecto de la condición urbano-rural no arroja diferencias sistemáticas en las posibilidades de ascenso social. Esto nos lleva a pensar que dicha condición tiene efectos perjudiciales en la distribución de los recursos pero no en las oportunidades de ascenso social.51

El lugar de nacimiento del padre también parece haber tenido cierto impacto en el ascenso social. El test de diferencia de medias sugiere que los hijos de nacidos en Tucumán registraron, en promedio, un salto de estatus más elevado que aquellos cuyos padres provenían de otras provincias. Posiblemente este hallazgo esté relacionado con el tipo de migración ocurrido en Tucumán. A diferencia de la región Litoral argentina, Tucumán captaba migrantes internos, mientras que el Litoral recibía mayormente extranjeros. Estas diferencias en el origen de los migrantes podrían haber determinado distintas posibilidades de ascenso social.

El trabajo en edades tempranas a fines del siglo XIX podría no haber condicionado las oportunidades de ascenso social. El aprendizaje de un oficio que implica adquisición de capital humano parece no haber tenido un impacto significativo, la pérdida de posibilidades de alfabetización no habría resultado importante o ambos efectos tuvieron la misma cuantía, con lo cual la movilidad social no se vio afectada. Los resultados de estos test se mantienen aun cuando condicionamos la variable trabajo infantil por la edad.52

 

Conclusiones

El crecimiento económico experimentado por la provincia de Tucumán durante las últimas tres décadas del siglo XIX justifica la percepción impresionista que caracteriza a la provincia como un espacio próspero y prometedor. Sin embargo, no podemos dejar de considerar que este crecimiento, que acompañó al experimentado por la nación en una suerte de "redistribución del progreso argentino", podría haber sido morigerado por los rasgos tradicionales aún presentes en la sociedad tucumana.

La modernización productiva efectivamente significó la inclusión de nuevos actores en la escena social y económica, permitió la participación de nuevos sectores y dotó a la sociedad de categorías más altas, de profesiones más calificadas y de rubros que antes no existían. Pese a esto, también significó un incremento de la participación de los más pobres que posiblemente siguieron ligados a actividades tradicionales y quedaron relegados en el acceso a los nuevos bienes y servicios que arribaban a la provincia.

En consonancia con esto, creemos que nuestros resultados son coherentes con los de aquellos estudios que evalúan la movilidad social en el Litoral argentino. En efecto, comprobamos la presencia de dicho fenómeno en la provincia pero no en la magnitud que documenta Germani para el Litoral en el mismo periodo, ni similar a lo encontrado por Gelman y Santilli respecto de Buenos Aires durante la primera mitad del siglo XIX, abonando de alguna manera las considerables diferencias regionales reportadas por Hora.

A la luz de nuestros resultados, creemos que la razón por la cual la movilidad tucumana fue menor que la del Litoral es el retraso en la modernización experimentada por la provincia en relación con el promedio nacional. Sobre la base de los análisis y relevamientos de este estudio, creemos que tanto la singular distribución de las variables educativas como las particularidades de la migración recibida por la provincia, constituyen algunos elementos de este rezago respecto del Litoral.

Si tenemos en cuenta el movimiento migratorio ocurrido en la provincia, debemos considerar dos hechos fundamentales. Por un lado, el saldo neto de las migraciones que posicionan a Tucumán como una provincia expulsora de población en beneficio del Litoral, hecho que hace evidente las mayores posibilidades de progreso fuera de la provincia. Por otro lado, el tipo de migración que arribó a Tucumán. Germani reconoce que los inmigrantes europeos tuvieron mayores posibilidades de ascenso social que los nativos argentinos en el periodo. En virtud de haber encontrado el fenómeno opuesto para los migrantes recibidos por la provincia, es lógico pensar en esta variable como un canal reductor de la movilidad social en Tucumán. La captación de migrantes en todo el país tuvo características diferentes de la que se implementó en la provincia. El Estado nacional, con el objetivo de captar migrantes extranjeros, tuvo que poner a disposición de los mismos facilidades de traslado, trabajo seguro, posibilidades de acceso a tierras, entre otras. Mientras que en la provincia, la captación de trabajadores de provincias vecinas fue forzada y no llevaba aparejada la necesidad de brindar tales facilidades a los trabajadores. Este panorama se completa si consideramos que las características sociodemográficas de los migrantes fueron más desfavorables que las de los nativos tucumanos. Provenían de provincias en donde predominaban las actividades de subsistencia, se insertaron en tareas de poca calificación, poseían en promedio un estatus social más bajo, fueron más propensos a enviar a los niños a trabajar en tareas poco calificadas y además estaban menos alfabetizados.

La particular distribución de las variables educativas en Tucumán respecto del Litoral hacen de la primera una de las provincias con mayor porcentaje de analfabetismo, cuadro que se vio empeorado por los escasos recursos destinados a las variables educativas durante las tres últimas décadas del siglo XIX. Si además de esto consideramos que la educación se encontraba concentrada en las clases más altas, considerablemente menores en número, es esperable que la particular distribución no permitiera que se replicaran, en la provincia, los niveles de movilidad experimentados por el Litoral.

De todo lo anteriormente dicho, creemos que este trabajo nos permitió completar una visión impresionista de la sociedad tucumana dotándola de datos empíricos que la muestran efectivamente como un espacio de movilidad social, pero que la convivencia de rasgos modernos con algunos más tradicionales fue la característica que propició el bajo impacto de la misma en la sociedad tucumana decimonónica.

Sin duda este artículo se inserta en una discusión más amplia de la historiografía sobre cuestiones de bienestar, equidad y niveles de vida. Aporta evidencia empírica respecto de un fenómeno que se consideraba latente y esboza posibles razones para explicarlo. Pese a esto, creemos que la posibilidad de enriquecerlo con estudios posteriores nos permitirá responder algunos de los cuestionamientos e hipótesis que se desprenden del trabajo como, por ejemplo, el impacto que podría haber tenido en la desigualdad provincial o en la distribución de los recursos la disminución de la participación de los sectores bajos en favor de los más ricos (mejora distributiva producto de la modernización), conjuntamente con el aumento de la importancia de la categoría "muy baja" respecto del total reportado por las dos clases sociales más bajas.

 

Bibliografía

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Notas

* Una primera versión se presentó en la mesa de Crecimiento Económico, Desigualdad y Estándares de Vida en las XXII Jornadas de Historia Económica, Río Cuarto, del 21 al 24 de septiembre de 2010. Agradecemos los comentarios de María Paula Parolo y Daniel Santilli en esa ocasión y los de Esteban Nicolini, Daniel Campi y María Estela Fernández a la primera versión. Asimismo, las sugerencias de los evaluadores de la revista nos ayudaron a reforzar nuestros argumentos y expresarlos con mayor claridad, nuestro agradecimiento también para ellos. Como es de rigor, los errores que permanecen son de nuestra exclusiva responsabilidad.

1 Hora, Historia, 2010, p. 154.

2 Germani, "Movilidad", 1963.

3 Ibid., y Gallo y Cortés, Historia, 2005, pp. 56-58.

4 Hora, Historia, 2010, pp. 157-158.

5 Gallo y Cortés, Historia, 2005.

6 Gelman y Santilli, "Desigualdad", 2011.

7 Las cédulas censales correspondientes a los censos de 1869 y 1895 se encuentran en Censo de Población, 1869 y 1895, Comisión Directiva del Censo, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina, en <http://www.familysearch.org/>. [Consulta: 1 de agosto de 2010.]

8 Este procedimiento supone una pérdida de información considerable al no poder encontrar exactamente a todas las personas en 1895. Sin embargo, se verificó que el conjunto de "encontrados" mantuviera las mismas características de la muestra relativa a 1869.

9 La movilidad socioeconómica que es posible medir en este trabajo en función de las fuentes disponibles, es la referida a la movilidad intergeneracional. Como se explicará a lo largo del artículo, una variable clave en la aproximación del estatus socioeconómico inicial la constituye el estatus ocupacional del padre en 1869, mientras que la posición social final está basada principalmente en la profesión del hijo en 1895. Consideramos además que esta manera de medir la movilidad social entre diferentes generaciones es preferible al estudio de la movilidad intragene-racional, pues está despojada de los sesgos propios que surgen de las consideraciones del ciclo de la vida. En relación con estos últimos, es factible pensar que existe un aumento en los estándares de vida en los grupos de edad más avanzada que son inherentes a la mayor experiencia laboral. Luego, la medición del estatus socioeconómico de un grupo poblacional a lo largo del tiempo aparentará ser más elevada que la real si no se tienen en cuenta estos aspectos del ciclo de la vida.

10 Campi y Richard-Jorba, "Tendencias", 1999, pp. 362-428.

11 Parolo y Fandos, "Tierra", 2011, pp. 261-301.

12 Ibid.

13 El censo de población de 1869 reconoce en la provincia de Tucumán una población total de 108 953 habitantes, de los cuales 35% (37 539) habitaba en la capital provincial. El área urbana de la capital poseía 17 438 habitantes distribuidos en la ciudad y los suburbios, mientras que el área rural poseía 20 121. Esta provincia registraba una elevada densidad demográfica, la misma ascendía a 1.75, sólo superada por la de Buenos Aires y frente a un promedio nacional de 0.43.

14 Curia y Bolognini, Inmigración, 1992, pp. 48-51.

15 Campi, "Economía", 2000, pp. 71-118.

16 Véase capítulo II. Inmigración-colonias, segunda parte, cuadro V. Profesiones, nacionalidad y religión de los inmigrantes de ultramar, de 1876 hasta 1897, elaborado por Juan A. Alsina, en Segundo, 1897, t. I, p. 651.

17 Vidal, "Notas", 1999, pp. 41-86.

18 Parolo, Campi y Fernández, "Auge", 2010.

19 El censo registra que por cada 1 000 habitantes del país, 793 no leían y 821 no escribían, mientras que para el caso tucumano estos valores ascendían a 883 y 906, respectivamente.

20 Bousquet, Estudio, 1878, p. 147.

21 Tercer, 1916, p. 245.

22 Otero, Estadística, 2006, p. 253.

23 Tasso, "Oficios", 2000, pp. 17-40.

24 Germani, "Movilidad", 1963.

25 Álvarez y Nicolini, "Income", 2010.

26 Álvarez, "Desigualdad", 2011, pp. 107-144.

27 Fernández, "Ocupaciones", 2002.

28 Mayo, Estancia, 1995, p. 194.

29 Leeuwen y Maas, "Short", 2005.

30 Lindert, "Unequal", 1986, pp. 1127-1162.

31 Fradkin, "¿Estancieros?", 1993, pp. 17-58.

32 Parolo, "Súplicas", 2008.

33 Esta representatividad es aproximada, pues la distribución por edades publicada en el primer censo nacional se superpone con la de este trabajo; en el mismo, se registran el total de niños entre seis y diez años de edad y entre once y quince.

34 Los cuadros 1 y 2 del anexo 1 presentan ambas distribuciones.

35 El relevamiento de la profesión del padre fue dificultoso debido a que requería un análisis más profundo de cada cédula censal. De hecho, de las 927 observaciones con las cuales hemos trabajado, encontramos únicamente 406 casos para los cuales pudimos identificar el padre y su profesión. Asimismo, en 20% de estos 406 casos procedimos asignando las profesiones de las identificadas como madre del niño cuando el padre no se encontraba en la misma cédula ni en una contigua. Esta forma de asignar un estatus socioeconómico a la familia supone que las calificaciones de las profesiones de los cónyuges estaban altamente correlacionadas.

36 Véase la distribución de frecuencias de las profesiones de todos los padres o madres que pudieron ser identificados en la muestra en el cuadro 3 del anexo 1.

37 Justificación para este ordenamiento en el anexo 2.

38 El mayor valor del coeficiente de correlación para la variable de alfabetización respecto de la asistencia podría sugerir que la alfabetización también tomaba lugar en el interior de los hogares. Véase la distribución de las variables educativas en la muestra en el cuadro 4, del anexo 1.

39 Resulta curioso destacar que 46% de la población total en la capital tucumana se encontraba ubicada en zonas urbanas, mientras que los datos de la muestra sugieren que del total de niños en la capital 51% residía en áreas urbanas. Creemos que esto pone de manifiesto las diferencias en las decisiones de fecundidad según se haya tratado de ambientes urbanos o rurales.

40 Véanse en el cuadro 5 del anexo 1, la distribución espacial, así como las variables educativas por condición urbano-rural.

41 Véase el cuadro 6 del anexo 1.

42 Para la distribución de frecuencias de todas las categorías, véase el cuadro 7 del anexo 1.

43 Véase la tabla correspondiente a esta distribución en el cuadro 8 del anexo 1.

44 Se pudieron registrar datos de lugar de nacimiento del padre para 405 niños en la muestra: 18% de los padres de los niños fue considerado inmigrante por haber nacido fuera de la provincia. Básicamente, toda la inmigración provenía de las provincias vecinas y, en mayor medida, de Catamarca y Santiago. Véase en el cuadro 9 del anexo 1 la tabla correspondiente a la distribución del origen del padre por lugar de nacimiento.

45 El coeficiente de correlación lineal de Pearson es no significativo y cercano a 0 (-0.0493).

46 La tabla correspondiente a la distribución de las profesiones de los niños por origen del padre puede verse en el cuadro 10 del anexo 1.

47 Pensamos que aquellos que no fueron encontrados corresponden a los decesos, homónimos, mujeres casadas que adoptaron el apellido del marido o personas que en el momento del censo no se encontraban en el país.

48 Con el objetivo de corroborar que encontrar a las personas en 1895 es un hecho aleatorio que mantiene las características originales de la muestra, corrimos un modelo probit en el cual ninguna variable resultó significativa en la probabilidad de encontrar a una persona en 1895. Esto nos lleva a pensar que hallar a los individuos en 1895 es un hecho azaroso con lo cual los resultados a los que lleguemos serán no sesgados. Los resultados de estas regresiones pueden ser consultados con las autoras.

49 Creemos que esta forma de aproximar la movilidad social es la más apropiada dada la información disponible por las siguientes razones: 1) la existencia de numerosas categorías que hagan posible la identificación de los cambios ocurridos a lo largo de la distribución; 2) la ocupación es un atributo que no implica permanencia, como es el caso de la alfabetización, esto nos garantiza que los cambios dentro de esta categoría son posibles tanto de manera ascendente como de manera descendente y, por último, 3) la aproximación del estatus socioeconómico con la profesión fue puesta en práctica por otros autores que encontraron que la calificación ajusta convenientemente a la categoría social.

50 La selección de este conjunto de variables "explicativas" surge de las conclusiones preliminares obtenidas a partir de las estadísticas descriptivas.

51 A partir de este resultado cabe preguntarse cómo es posible que la educación esté correlacionada con la ubicación geográfica y con la movilidad social pero que entre estas dos últimas variables exista una aparente independencia. Consideramos que la particular distribución de las variables educativas constituye la razón por la cual no existe transitividad en las relaciones mencionadas. Los más ricos tienden a estar alfabetizados y concentrados en el sector urbano. Puesto que la educación es la que fomenta la movilidad social, si sólo reciben educación los que están en las clases sociales más elevadas, no pueden ascender mucho pues operativamente ya están en el tope de la distribución. Tomando como ejemplo la variable alfabetización, si pensamos que los analfabetos tendían a estar en el sector rural y los alfabetizados y "ricos" en la ciudad, entonces la condición urbano-rural no impactará en el ascenso social; no ascenderán los alfabetizados ubicados en las ciudades porque eran originalmente los más ricos ni tampoco lo harán los localizados en el sector rural, ya que no se alfabetizaron.

52 Los resultados de todos estos test se encuentran a disposición del lector y pueden ser consultados con los autores.

53 Esta base de datos fue proporcionada por la autora. En la misma se consigna para cada hogar inventariado niveles de riqueza y ocupación del jefe de hogar. También, se dividió en quintiles de riqueza necesarios para asociar las profesiones de la muestra con el estatus. Tuvimos en cuenta los posibles sesgos en detrimento de los más pobres, por lo que seguramente la participación de las ocupaciones asociadas a los quintiles más bajos se encuentre subestimada. Véase Álvarez, "Desigualdad", 2011.

54 Bravo, Campesinos, 2009; Fernández, "Ocupaciones", 2002; Parolo, "Súplicas", 2008, y Granillo, Provincia, 1872.

55 Parolo, "Súplicas", 2008.

56 Fernández, "Ocupaciones", 2002.

57 Debido a la ausencia de otras fuentes y bibliografía, arbitrariamente se clasificó a alfareros, almidoneras, arriero en tránsito, carniceros, carretilleros, cosecheros, lomilleros, madereros, panaderos(as), peineros, porteros, rienderos, sangradores, sombrereros, talabarteros, tapiadores, teleras y vivanderas en la categoría baja.

58 Fernández, "Ocupaciones", 2002.

59 Frandkin, "¿Estancieros?", 1993, pp. 17-58, y Parolo, "Súplicas", 2008.

60 Fernández, "Ocupaciones", 2002, p. 43.

61 Álvarez, "Desigualdad", 2011.

62 Fernández, "Ocupaciones", 2002.

63 Los agricultores también son una categoría algo transversal pero menos poblada en el primer censo nacional. En la muestra de 74 inventarios de la riqueza se hallaron cuatro agricultores, dos en el tercer quintil y los dos restantes en el cuarto.

64 Bravo, Campesinos, 2009.

65 Parolo, "Súplicas", 2008.

66 Granillo, Provincia, 1872, y Bousquet, Estudio, 1878.

67 Fernández, "Ocupaciones", 2002, p. 43.

68 En los inventarios se encontró un carrero (ubicado en el segundo quintil) y dos herreros, cuyo promedio de riqueza se encontraba en el quintil dos. A pesar de esta razón, creímos necesario ubicar a ambas categorías en la franja intermedia de la estructura social debido al sesgo inherente a las muestras de inventarios que trunca la distribución de la riqueza entre los más pobres y por constituir actividades artesanales similares en calificación a las de carpinteros y zapateros.

69 Fernández, "Ocupaciones", 2002, p. 42.

70 Granillo, Provincia, 1872, p. 115.

71 La muestra de inventarios contiene un expediente vinculado con un preceptor localizado en el segundo quintil de riqueza. Se decidió igualmente ubicarlo en la categoría de calificación media teniendo en cuenta que esta ocupación requiere 100% de alfabetización y que seguramente la muestra esté truncada en la parte baja de la distribución, lo cual genera que los sectores medios aparenten ser más pobres.

72 Fernández, "Ocupaciones", 2002, p. 51.

73 Esta base de datos fue proporcionada por los autores en Álvarez y Nicolini, "Income", 2010.

74 Recordemos que el número de niños muestreados en 1869 y encontrados en las cédulas de 1895 asciende a 262, de los cuales 21 no registran profesión (20 mujeres y un varón); de quince de 21 niños recopilamos información adicional de las cédulas (profesión del marido) y los ubicamos en una categoría socioeconómica. De esta manera fue posible asignarles una posición en la escala social a 256 personas encontradas en 1895.

75 Fernández, "Ocupaciones", 2002.

 

Información sobre las autoras

BEATRIZ ÁLVAREZ

Licenciada en Economía por la Universidad Nacional de Tucumán, magister en Economía por la Universidad Nacional de La Plata; actualmente se encuentra realizando el doctorado en ciencias sociales de la Universidad Nacional de Tucumán. Es jefa de trabajos prácticos de introducción a la economía y colaboradora de problemas económicos de América Latina en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Tucumán. Su tema principal de investigación está relacionado con los fenómenos distributivos en la provincia de Tucumán en el periodo de 1869-1914. Es autora del artículo "La desigualdad de la riqueza en Tucumán entre 1869‐1884. Una aproximación a su medición a partir de los inventarios post mortem", Población y Sociedad, Instituto Superior de Estudios Sociales, vol. 18, núm. 2, 2011, pp. 107‐144.  Correo electrónico: bealvarez@hotmail.com

 

MARIA FLORENCIA CORREA DEZA

Licenciada en Economía por la Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente se encuentra realizando el doctorado en Humanidades de la Universidad Nacional de Tucumán. Es becaria doctoral tipo ll del Consejo Nacional de investigaciones Científicas y Tecnológicas y jefe de trabajos prácticos en la cátedra de Historia Económica de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Tucumán. Su tema principal de investigación está relacionado con la dinámica del mercado laboral de la industria azucarera tacumana entre 1896‐1943. Correo electrónico: fcorreadeza@gmail.com

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