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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ vol.19 no.3 México sep./dic. 2012

 

Reseñas

 

Hernán Asdrúbal Silva (dir. gral.),
Historia Económica del Cono Sur de América. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
La era de las revoluciones y la independencia,

México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 2010, vol 2, 792 pp.

 


Inscrito en un ambicioso programa de investigaciones sobre historia regional e integración, aparece ahora el segundo volumen de esta magna Historia económica del Cono Sur de América que, dedicado a la economía del periodo de las revoluciones y de la independencia de América Latina, viene a coincidir justamente con la efemérides del segundo centenario de los hechos que se analizan en sus páginas.

El director general de la obra, el prestigioso profesor y académico argentino Hernán Asdrúbal Silva, se ha responsabilizado de la selección de los participantes en la obra colectiva, así como del orden interno que se impone al conjunto de las contribuciones. En ambos aspectos su labor se ha revelado plenamente acertada, pues si es difícil reunir un grupo de investigadores tan idóneo para abordar la temática analizada, también lo es organizar de un modo tan riguroso la materia a tratar de manera que no quede ningún ámbito sin estudiar y que se mantenga la ponderación entre las trayectorias particulares de las distintas geografías y la tendencia general del espacio compartido. Como colofón, sólo cabría añadir el equilibrio en la tarea asignada a cada autor y el exquisito cuidado puesto en la edición.

El libro se articula en cuatro panorámicas generales (las consecuencias de la invasión napoleónica de la península ibérica, los diferentes fundamentos de las economías europeas y americanas, las claves de la independencia de Brasil y la evolución del tráfico marítimo entre España e Iberoamérica durante las tres primeras décadas del siglo XIX), que preceden a una serie de estudios regionales (Río de la Plata, Banda Oriental, Río Grande do Sul, Chile, Alto Perú, Paraguay, Tucumán, Córdoba, Corrientes y Misiones, Entre Ríos, Santa Fe y el litoral fluvial rioplatense y Mendoza y Cuyo), siempre con la vista puesta en las mencionadas relaciones entre lo local y lo general y entre la política y la economía.

Tras la introducción general de Hernán Asdrúbal Silva, el apartado de las perspectivas más amplias se abre con la colaboración de Braz Brancato (desgraciadamente fallecido en el transcurso de la elaboración de la obra, dedicada por ello a la memoria del reputado profesor e investigador), que ofrece una cumplida síntesis de las distintas respuestas que dieron a la invasión francesa de la península las dos monarquías reinantes. Como es sabido, Carlos iv y Fernando VII de España fueron convocados a Bayona por Napoleón, quien tras una serie de maniobras consiguió la entronización de su hermano José como rey de España, lo que dividió al país entre los que aceptaron su gobierno (los llamados afrancesados) y los que sólo reconocieron la legitimidad de Fernando constituyendo interinamente una Junta Central y después un Consejo de Regencia (los llamados patriotas), amén de provocar un levantamiento generalizado contra las fuerzas de ocupación que se conoce como guerra de la independencia y que sería el contexto donde sería posible la proclamación de las independencias en la América hispana. Los monarcas de Portugal, por su parte, abandonaron Europa y trasladaron la corte y el gobierno a Río de Janeiro, generando una situación original que concluiría años más tarde con la separación de Portugal y Brasil.

Samuel Amaral se ha enfrentado a una temática desmedida, como es la de procurar una síntesis de los contrastes más profundos entre la economía europea y la iberoamericana a fines del siglo XVIII y principios del xix. Para tal fin analiza las estructuras respectivas de la población, del sector agrario, de los intercambios y de la moneda y el crédito, en un momento en que justamente estas mismas estructuras están siendo sometidas a profundas transformaciones. Para el impacto de las importaciones de productos industriales europeos sobre los obrajes tradicionales indianos, se sitúa en una equilibrada posición que matiza las afirmaciones de Stanley y Barbara Stein acerca del efecto destructivo de la llegada de dichas manufacturas sobre la posible industrialización americana, pero sin llegar a las opuestas de Desmond C. Martin Platt, que aboga por la insignificancia del impacto: desde el punto de vista británico las cosas fueron así, pero para el mundo latinoamericano la independencia supuso una movilización de bienes, de agentes y de capitales que contribuyeron a cambiar la fisonomía económica de amplias regiones del continente.

Eliane Christina Deckmann Fleck nos ofrece un impecable y actualizado estado de la cuestión sobre la historiografía en torno a la independencia de Brasil, dando por supuesto los hechos fundamentales acaecidos desde el paso a ultramar de la familia real portuguesa hasta el grito do Ipiranga y la definitiva separación de la mano del emperador don Pedro. Así, con un irreprochable criterio y de un modo lógico y ordenado, sintetiza (entre varias otras) las recientes posiciones revisionistas de Caio Prado Junior sobre la continuidad entre colonia e imperio y la pertinencia de la aplicación al proceso del concepto de dependencia de Márcia Berbel, defensora de una tendencia de las Cortes de Lisboa tal vez más integradora de los portugueses de ambos hemisferios (al estilo de las Cortes de Cádiz españolas) que recolonizadora, y de Marcos Kaplan sobre la inserción de Brasil en el capitalismo internacional a través del intervencionismo británico facilitando la dependencia económica. Aparte son muy atractivas sus sugerencias sobre la necesidad de acercarse de un modo más matizado al complejo mundo brasileño y a las diversas sensibilidades de las provincias, las diversas elites regionales y los diversos proyectos políticos. En suma, una óptima síntesis historiográfica, que resulta instructiva en grado sumo.

Marina Alfonso Mola nos obsequia con una amplia visión de conjunto del funcionamiento de la Carrera de Indias, del tráfico marítimo entre España y América durante los años de las independencias. Un apartado preliminar se ocupa de la situación de España y de la América española en vísperas de la independencia, subrayando la plena inserción de la época de Carlos iv en el reformismo del siglo XVIII por encima de algunas dificultades coyunturales, así como los éxitos de su reinado, especialmente en el ámbito de las grandes expediciones científicas, de tal modo que la desestructuración del sistema se debió esencialmente a la presión exterior de la revolución francesa y de Napoleón y su ansia intervencionista en la península ibérica. Un segundo apartado introductorio se estructura originalmente entre varios pares de fuerzas dialécticamente enfrentadas: autoridad y crisis, prosperidad y desabastecimiento, monopolio comercial y libre comercio. Finalmente, el grueso de la colaboración reconstruye, a través de una riquísima información que no había sido utilizada anterior-mente por los especialistas en la Carrera de Indias (como Antonio García-Baquero o John Fisher), la coyuntura del comercio ultramarino de Cádiz durante las tres primeras décadas del siglo XIX: la recuperación de 18021804, la resistencia de 1805-1808, el repunte de 1809, la lenta caída hasta 1817 y el escalón de 1823 que conduce a una nueva situación, hecha irreversible por la completa independencia de las provincias americanas. Aun así, el sistema de libre comercio funcionó como un mecanismo de gran versatilidad incluso en tiempos difíciles. Vale la pena citar las palabras conclusivas de la autora: "La independencia de América acabó con el sistema de intercambios establecido a raíz del descubrimiento justamente cuando el reformismo borbónico estaba empezando a producir sus mejores frutos en el sector del comercio ultramarino."

Los estudios regionales dan comienzo con el de Hernán Asdrúbal Silva sobre el comercio exterior rioplatense. Basándose en una relevante documentación de primera mano (cuya expresión numérica se refleja en numerosos cuadros), el autor concluye que la ruptura política de 1810 da origen a una transición económica, donde se observan algunos elementos de continuidad (la importación británica, las exportaciones propias de cueros y metales) y otros de ruptura, como el definitivo predominio de la navegación británica (y en cierta medida de la brasileña) en detrimento del predominio español, la ampliación de la apertura comercial y el auge portuario y comercial de Buenos Aires. Elementos todos ellos positivos pero afectados por la persistencia de otros elementos negativos, como el contrabando, la ilegalidad y la corrupción en la navegación, o por las consecuencias de la conmoción regional que siguió a la emancipación, y muy en particular por el cierre del Alto Perú, que conllevó la imposibilidad de la obtención de la plata potosina, vital para los intercambios. Complementariamente, hay que mencionar el excelente artículo firmado por Marcela Aguirrezabala sobre la participación de las mujeres (distinguiendo a las casadas de las viudas) en el mundo mercantil a pesar de las restricciones jurídicas, que fue más intensa durante el periodo virreinal que inmediatamente tras la independencia, aunque quedaría por averiguar si este retraimiento fue sólo provisional y la consolidación del régimen republicano no volvería a incentivar más tarde esta intervención femenina en la práctica económica.

Fernando Enrique Barba parte de un original planteamiento que pone en paralelo la comercialización de la producción ganadera y la expansión de la frontera sur desde fines de la época virreinal hasta el cierre de la primera década independiente en 1820. Resalta los esfuerzos españoles por fijar la frontera con el mundo indígena mediante la construcción de fuertes, la fundación de pueblos, la promoción de asentamientos en la costa patagónica y la constitución de una línea de delimitación con los indios del Chaco. La declaración de 1810 no rompió con esta política, sino que enfatizó la intención de mantener la paz y la "unión perfecta" con los indios rangeles, pampas y salineros, e incluso dio lugar a la firma de un tratado por parte del gobierno porteño con los indios de Tandil, Azul y Tapalqué, aunque ello no fue incompatible con la existencia de conflictos armados y con el imparable avance hacia el sur de los criollos interesados en la exportación de los productos ganaderos, propiciada por la paz europea que siguió a la derrota de Napoleón pero obstaculizada por la competencia de los comerciantes británicos, ahora mucho más activos en la región.

De la compleja trayectoria de Uruguay se ocupa Ana Frega, en un ceñido y profundo análisis de los hechos acaecidos en la banda oriental entre 1815 y 1817. El proyecto de José Artigas (que reclamó a Brasil los cuatro pueblos de las misiones orientales de Tacuarembó, Santa Tecla, San Rafael y Batovi, que seguían en su poder pese a las cláusulas del tratado de San Ildefonso) pretendió una integración política y económica mediante la Liga de los Pueblos Libres y la complementariedad entre el Paraná (minero, agrícola y artesanal), el litoral (yerbatero, agrícola y ganadero) y el puerto trasatlántico de Montevideo, que permitiría el control del Río de la Plata y la preservación de la intermediación de los americanos frente a las potencias europeas. Como es bien sabido, la invasión de 1816 fue el anuncio de la derrota del artiguismo, aunque la semilla había quedado plantada y resurgiría en el Uruguay libre de 1830.

Complementan el trabajo otros dos valiosos artículos que remiten a la noción de frontera. El primero, firmado por Heloisa Joachims Reichel, nos habla de las invasiones lusas de la Banda Oriental, poniendo el acento, por un lado, en la continuidad de las actividades económicas a una y otra parte, lo que define el área más como un ámbito de contacto e intercambio que como dos mundos divididos por una línea inflexible, pero insistiendo, por otro, en la incorporación formal por la parte portuguesa de los espacios definidos como neutrales por el tratado de San Ildefonso, hasta el punto de que uno de los pueblos reclamados por Artigas (Batovi) queda hoy 200 kilómetros dentro de las fronteras de Brasil. El segundo, debido a la pluma de Marcela Tejerina, también enfatiza la noción de frontera en el corazón mismo de Buenos Aires, en razón de la presencia constante de mercaderes (que son también agentes de información) luso-brasileños en la capital porteña o del constante intercambio entre el puerto bonaerense y los brasileños de Río, Bahía y Santos (como ya puso de relieve Hernán Asdrúbal Silva), todo lo cual nos lleva a concluir en la permeabilidad de estas áreas limítrofes, más todavía en el momento de la indefinición de las fronteras políticas propiciada por los movimientos independentistas.

Del caso de Chile nos habla Jorge Pinto. Abre el artículo una excelente panorámica del Chile colonial dividido en cuatro regiones (Norte Chico, Valle Central, Concepción y la Frontera, Chiloé) y articulado por una serie de redes, rutas y mercados que finalmente no acaban de integrar los diversos intereses regionales en una unidad superior. La independencia hizo surgir la competencia de Santiago frente a Lima por el control del comercio del Pacífico y facilitó su papel de capital en el ámbito interior. Sin embargo, la insurgencia de 1810 no fue capaz de modificar las estructuras económicas y sociales del Chile colonial y, tras la victoria de Chacabuco, O'Higgins renunció a cualquier política de conciliación mediante la aniquilación de las corrientes representadas por los hermanos Carrera y por Manuel Rodríguez, cuyo asesinato "constituye una de las páginas más ne-gras de la época", en palabras del propio autor, cuyo análisis de la política y la economía resulta ejemplar.

Decisivas fueron las repercusiones que para el conjunto de toda la economía sudamericana del momento tuvieron las opciones adoptadas por los insurgentes del Alto Perú, cuya trayectoria es estudiada con toda solvencia por Héctor Ramón Lobos. En efecto, la ruptura del Alto Perú con los sublevados porteños significó la quiebra de la comunicación del Río de la Plata con las minas potosinas, así como un duro golpe al comercio de la yerba mate, poco atractiva para una región más vinculada al mundo de la coca. El Alto Perú prefirió, por tanto, ceñirse a una economía autosuficiente, que miraba más hacia Lima y el Pacífico que hacia Buenos Aires y el Atlántico, provocando así el cierre de una vía de comunicación clave y la desmonetización de las economías del sur. Complementario es el documentado artículo de Esther Aillón Soria sobre la introducción de la imprenta en el área durante las guerras de independencia, auspiciada por los nuevos poderes políticos y por las necesidades de la guerra ideológica.

Enrique César Schaller nos ofrece también una panorámica amplia y pormenorizada de la situación en Paraguay antes y durante las guerras de independencia, desde los puntos de vista político y económico. Durante el siglo XVIII, el hecho básico es el crecimiento a partir del centro de Asunción, tanto hacia el nordeste (yerbales extendidos hasta la meseta brasileña), el norte (fundaciones en las riberas del río, singularmente Concepción) y el sur (ocupación de las estancias jesuíticas tras la expulsión de la Compañía). Sin embargo la opción opuesta a Buenos Aires y la victoria sobre el ejército de Manuel Belgrano permite la sucesiva constitución del gobierno provisorio y la república de Paraguay y la proclamación de Juan Gaspar de Francia como dictador perpetuo. Tales opciones políticas tienen su reflejo en la conversión autárquica de la economía con el crecimiento de la producción agraria, en contraposición a la crisis de la producción comercial con la pérdida de peso de la tradicional exportación de tabaco y de yerba mate.

Los capítulos dedicados a las diversas provincias de la actual república argentina constituyen magníficos ejemplos de historia regional. En todos ellos se impone una constante que ya había sido agudamente señalada hace años por Carlos Sempat Assadourian: la independencia significó la militarización de las distintas áreas, la desintegración de un espacio económico bien articulado durante la época colonial y la desmonetización de una economía que tuvo a partir de ahora difícil acceso a la plata altoperuana, que había sido el combustible metálico del sector comercial. Asentada esta característica común, las peripecias fueron bien distintas tanto en lo político como en lo económico como para justificar con creces los estudios pormenorizados.

Tucumán, analizado por Cristina López, pasó de una economía mercantil basada en la exportación de la producción propia por la vía de Buenos Aires y la importación (y redistribución) de numerosos géneros europeos, a la falta de salida de sus abarrotes por la saturación de unos mercados ahora muy restringidos por la coyuntura y a la exigencia por parte de los ingleses establecidos en la región del pago en metálico en un momento de dramática escasez de la moneda.

Ana Inés Ferreyra analiza en un solvente trabajo el caso de Córdoba, vértice capital del tráfico entre Buenos Aires y el Alto Perú durante las postrimerías del periodo colonial. Obligada a permanecer unida a Buenos Aires (ya que no tenía, como otras regiones, la opción de Montevideo), hubo de resignarse a la pérdida de la comunicación con el Alto Perú y también con Paraguay (clausurada completamente en 1818), así como a la competencia (mayor o menor según los distintos especialistas) de los textiles ingleses en el propio puerto bonaerense, de tal modo que sólo pudo encaminar sus excedentes hacia el mercado chileno (cerrado además entre 1814 y 1817) y hacia el abastecimiento del ejército: el ganado vacuno, los cueros y las mulas que antes se encaminaban al norte por las rutas de Tucumán, Salta y Jujuy.

El diverso destino de las provincias de Corrientes y Misiones es analizado también por Enrique César Schaller. Mientras Corrientes se convierte en provincia autónoma y finalmente se integra en la patria argentina (por más que su principal producción, el ganado vacuno remitido a Buenos Aires, experimente un fuerte declive), Misiones sufre un imparable proceso de fragmentación que, iniciado ya en el periodo colonial (con la ocupación de los pueblos en torno a San Miguel por los brasileños de Rio Grande do Sul en 1801), proseguirá con la repartición de su territorio entre las nuevas repúblicas y culminará con su desaparición como entidad política en 1830.

El artículo dedicado a Entre Ríos (escrito conjuntamente por Roberto Schmit y Julio Djenderedjian) presenta una magnífica introducción a la vida de la provincia bajo dominio colonial, donde se insiste en la prosperidad de su agricultura (cereales) y ganadería (vacuno), así como en el interés español por dotarla de poblaciones que sirvieran como antemural contra la amenaza portuguesa, especialmente antes del fracaso ya comentado de 1801. La independencia no introdujo variación ni en su producción (cereales y vacuno) ni en su comercialización por vía fluvial y su salida por el puerto de Buenos Aires, mientras los comerciantes y hacendados se adueñaban de la economía y controlaban tanto la exportación como la importación de productos europeos indistintamente desde Buenos Aires y desde Montevideo.

Santa Fe (analizada con autoridad por Sonia Tedeschi) aparece como un caso especial por diversas circunstancias particulares, e incluso por el enfoque de la autora, que hace singular hincapié en el peso de la política sobre las transformaciones económicas. El amplio espacio dedicado al periodo colonial nos presenta una ciudad que ha adquirido prosperidad merced a su declaración como "puerto preciso", es decir, como escala obligada de los barcos que navegan por el Paraná y como punto desde donde emprenden el camino por tierra hacia Buenos Aires los cueros y la yerba mate. Al mismo tiempo, sin embargo, la región se siente amenazada por la población indígena, lo que obliga a emprender acciones militares, a promover la sedentarización de los nativos y a llegar a acuerdos con los caciques locales. La independencia conlleva la militarización de la región, la aparición de los indígenas montaraces, el asedio de las tropas porteñas y otras violencias hasta la batalla de Cepeda y la consiguiente firma del tratado del Pilar en 1820, que trae la paz pero no la inmediata recupera-ción económica, debido a la gran mortandad de los ganados durante una década convulsa.

Mendoza, San Juan y San Luis (juntas formaron y forman el actual Cuyo) son las provincias que, de la mano experta de Luis Alberto Coria y Adolfo Omar Cueto, cierran los análisis regionales. Dentro del mismo marco de desintegración económica y desmonetización (con recurso a los pesos españoles y aun a los pesos bolivianos), los autores analizan las vicisitudes políticas y económicas hasta la tardía fecha de 1861, destacando las relaciones con Buenos Aires, la exportación de vacuno a Chile y la evolución de la viticultura, declinante hasta la crisis definitiva de 1829, de la que no se recuperará hasta la década de los sesenta, al igual que la cría de ganado vacuno y la producción de cueros.

En suma, se trata de una obra fundamental para conocer la historia económica de las regiones que componen el Cono Sur de América. Si entre sus muchos méritos (textos rigurosos, panorámicas completas, apoyo documental fiable, escritura precisa y asequible) hemos subrayado especialmente la armonización del análisis singular de cada uno de los casos con la permanente mirada al contexto general, otras dos notas dignas de mención son, por un lado, la dialéctica establecida entre la situación existente al final del periodo virreinal y la irrupción del fenómeno revolucionario e independentista y, por otro, la dialéctica que se opera entre los acontecimientos políticos y la evolución de la economía, que se manifiesta a veces bajo la forma de la continuidad de las estructuras profundas y a veces bajo la forma de una serie de transformaciones aceleradas que dan respuesta a la nueva realidad alumbrada por la insurgencia. Lo dicho, un libro imprescindible.

Carlos Martínez Shaw
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Madrid, España

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