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América Latina en la historia económica

versão On-line ISSN 2007-3496versão impressa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ vol.19 no.3 México Set./Dez. 2012

 

Reseñas

 

Gabriel Oddone París,
El declive: una mirada a la economía de Uruguay del siglo XX,
Montevideo, Linardi y Risso/Centro de Investigaciones Económicas, 2010, 291 pp.

 


La expresión "América Latina" tiene muchas razones de ser, pero destaca su utilidad para englobar los numerosos paralelos culturales, históricos e institucionales que caracterizan a los diferentes países que componen una común pero vasta y diversa geografía. Al mismo tiempo, desde el punto vista de la historia económica puede considerarse que este concepto o término resulta algo problemático, porque abarca mucho pero aprieta poco, para usar un refrán popular. Por ello, para lograr un conocimiento más profundo es obligatorio conocer y ahondar en las experiencias particulares de cada una de estas naciones a partir de estudios de caso. Esta perspectiva más ceñida, sin embargo, también puede ofrecer importantes oportunidades para emprender reflexiones sobre los paralelos y contrastes entre las diferentes economías latinoamericanas a través del tiempo.

El libro de Gabriel Oddone París, El declive, permite cumplir este doble cometido al proponer a la vez un enfoque comparativo y un detallado estudio de caso: concretamente, de la economía uruguaya a lo largo del siglo XX. El título de esta obra inicialmente causa cierta sorpresa, ya que los estudios de historia económica suelen enfatizar los avances más que los retrocesos en el desarrollo. Para usar la terminología más frecuente hoy en día, suele hablarse de procesos de convergencia o divergencia, medidos en general en función de tendencias de crecimiento anual del producto interno per cápita. El caso de Uruguay a lo largo de la mayor parte del siglo XX es claramente uno de divergencia con respecto a las tasas de crecimiento de los países más ricos, pero también –sobre todo después de 1950– más lentas que las tasas de gran número de países que podemos calificar de ingresos medios o pobres, los cuales crecieron más rápidamente. De allí el uso de la expresión "declive" por parte del autor para describir la experiencia uruguaya, enfoque que, por otra parte, ya ha sido esbozado por los historiadores económicos interesados en describir la experiencia paralela de la vecina nación de Argentina. Ambas economías –uruguaya y argentina– sufrieron uno de los procesos de reversión más notables de la economía mundial en el siglo XX. Pasar de ser dos de los países con ingresos mayores en el mundo hacia 1920 –cuando Argentina y Uruguay se colocaban entre la docena de economías con ingresos per cápita más altos del mundo– a situarse en los últimos decenios del siglo XX dentro del gran grupo de países con ingresos medios (y medios-bajos) es un fenómeno digno de ser analizado por economistas e historiadores.

Ahora bien, Oddone no se limita a establecer paralelos entre estas dos naciones rioplatenses sino que más bien escapa de esta encerrona al plantear comparaciones más amplias. Desde el primer capítulo insiste en la necesidad de ubicar la evolución de la economía uruguaya en un contexto mundial. Para ello elige una muestra de 22 países relativamente comparables basado en cuatro categorías: latitud, distancia, comercio e instituciones. En este sentido, obsérvese que –como el propio autor subraya– no se trata de un libro de historia, sino un análisis desde las ciencias sociales de experiencias en la evolución económica, analizada desde una óptica del tiempo largo. La muestra de países seleccionados se divide en países de ingresos pobres, medios y ricos, y se proporcionan numerosas gráficas que permiten comparaciones de su desempeño a lo largo del siglo XX. Este ejercicio es altamente sugerente, aunque plantea más preguntas que respuestas que pudiésemos calificar de absolutamente seguras sobre la temática. En mi opinión, una crítica posible consiste en la tendencia de Oddone a sostenerse en su primer y largo capítulo sobre una gran base de datos, la de Angus Maddison, de la cual se extraen la mayor parte de las series temporales. Es cierto que la uniformidad es un valor loable para este ejercicio, pero al mismo tiempo se abre un amplio haz de interrogantes sobre la confiabilidad de todos los datos de esa base, que no son siempre de la misma calidad, país por país. Claro está, ello refleja el hecho de que para determinados países las series estadísticas de economía de tipo histórica son mucho mejores que en otros, hecho que el propio Maddison (recientemente fallecido) no deseaba subrayar porque lo exponía a muchas críticas posibles. En todo caso, este problema sugiere la importancia de que los investigadores latinoamericanos –especialmente los historiadores económicos– trabajen mucho más para mejorar las series existentes y permitir cada vez mejores comparaciones.

Por otra parte, conviene señalar que en los demás capítulos del libro, Oddone utiliza un conjunto de bases de datos más amplio para sus propósitos comparativos, incluyendo las excelentes series temporales que han ido construyendo los historiadores económicos encabezados por Luis Bértola, y sus colegas Raúl Bertoni, Gabriel Porcile y Henry Willebald, así como Julio Millot, y por supuesto Magdalena Bertino y sus colaboradores, todos de la Universidad de la República de Uruguay. En este terreno puede sugerirse que los colegas uruguayos en historia económica han logrado avances notables en términos comparados con los de muchos otros países latinoamericanos.

Oddone discute la metodología de comparaciones que utiliza los conceptos de catching up y el de convergencia de largo plazo y propone que su método analítico puede demostrar su utilidad, especialidad a partir del análisis de las series temporales. En el caso de Uruguay propone que se produjo un prolongado proceso de deterioro económico que se explica por un crecimiento muy pobre a largo plazo, por los efectos de profundas fluctuaciones cíclicas y por un uso intensivo de factores productivos tradicionales pero sin lograrse un nivel muy eficiente ni alcanzarse significativas innovaciones, excepto en ciertos momentos. En este punto consideramos que conviene sugerir que para el historiador económico estas afirmaciones no resultan muy válidas para el periodo 1900-1929, cuando Uruguay, al igual que Argentina, lograron no sólo un nivel de exportaciones per cápita muy alto, sino una modernización notable de sus economías urbanas, especialmente en la infraestructura y construcción edilicia, incluyendo transportes urbanos, sistemas eléctricos y telefónicos, de suministro de energía, etc., así como de un sistema financiero muy avanzado para la época. Es cierto que los procesos de industrialización fueron lentamente introducidos en la economía uruguaya, pero en comparación con la mayoría de los demás países latinoamericanos, el contraste en las tasas de crecimiento y en transformaciones económicas realmente no se observa hasta después de 1940.

Ahora bien, es cierto que Oddone reconoce que el declive uruguayo realmente se localizó en la segunda mitad del siglo XX. En este caso el autor vuelve a ofrecer abundantes análisis comparativos del desempeño económico, en primer lugar de tasas de crecimiento del producto per cápita en Uruguay y otros países, y luego del producto interno bruto (piB) total anual y de la contribución del capital humano y también de la productividad total de factores (ptf) a su crecimiento. Argumenta que de su análisis se desprende que "la acumulación de trabajo y la mejora de su calidad es el factor cuyo contribución al piB ha sido más importante en los subperiodos analizados". En el periodo posterior a 1950 subraya la importancia de la incorporación de las mujeres a la población económicamente activa y el hecho de que la cantidad de trabajadores y su nivel educativo se mantuvieron bastante estables a pesar de la profundidad de los ciclos económicos experimentados.

En la tercera parte del libro, Oddone se pregunta sobre el papel que ejercieron las instituciones y la política en el desempeño económico uruguayo de la segunda mitad del siglo XX. Su conclusión es que en este periodo dichos factores no permitieron crear condiciones propicias para un crecimiento más fuerte o sostenido y de allí que estos contribuyeron de manera importante al largo declive. Sin embargo, también es pertinente señalar que el autor argumenta que a pesar de cambios muy importantes en orientación política e ideológica no se observó un mejor desempeño entre los dos grandes periodos que califica de dirigiste y de liberal. Predominaron las estrategias dirigiste con un Estado que operaba como motor de los proyectos de desarrollo entre 1930 y 1968, para luego pasar a una fase de liberalismo, con varias caras o matices. En el primer periodo el Estado y las empresas estatales crecieron pero la economía privada avanzó lentamente, y el sector externo siguió dependiendo sobre todo de los bienes agroganaderos. Después de 1968, y en particular durante las administraciones militares, se impulsaron políticas de apertura y de privatizaciones –como en tantos países latinoamericanos– pero la estructura de la economía del país no se modificó sustancialmente. A su vez, con la grave crisis económica de los años de 1980, las tasas de crecimiento se redujeron de nuevo. Posteriormente, desde 1987 y hasta 1998, el producto interno bruto por habitante aumentó de forma importante en Uruguay, aunque luego caería con la profunda crisis de 1999-2001, paralela a la de Argentina.

Oddone, también ahonda en la temática de la importancia relativa de la inserción externa de Uruguay a fines del siglo XX, especialmente en el Mercado Común del Sur (Mercosur). Argumenta que hubiera sido muy difícil para cualquier administración aislar a Uruguay de los choques externos (positivos y negativos) provenientes de sus grandes vecinos, Argentina y Brasil. En este sentido, las tasas de crecimiento del país estaban vinculadas a la geografía. No obstante, en los últimos capítulos Oddone discute este enfoque y sugiere que el marco institucional es de enorme importancia y que, como argumenta el economista Daniel Rodrik, puede permitir superar los supuestos determinismos geográficos. Por ello se concluye el libro haciendo un análisis agudo y muy crítico de las fallas en el diseño e implementación de políticas de modernización institucional en Uruguay en los últimos decenios. El autor argumenta, en este sentido, que la fortaleza institucional es una temática que debe analizarse mucho más a fondo para entender los diferentes procesos de desempeño económico de las naciones y, en este caso particular, de Uruguay y su largo declive en el siglo XX, que esperamos se revierta en este nuevo siglo.

Carlos Marichal Salinas
El colegio de México
Ciudad de México, México

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