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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ  no.33 México ene./jun. 2010

 

Reseñas

 

María del Carmen Collado Herrera, Dwight W. Morrow: reencuentro y revolución en las relaciones entre México y Estados Unidos, 1927–1930

 

Servando Ortoll*

 

México, Instituto Mora/Secretaría de Relaciones Exteriores, 2005, 255 pp.

 

* Universidad Autónoma de Baja California.

 

I

Cuando recibí como manuscrito anónimo la obra de María del Carmen Collado Herrera con la solicitud de que la dictaminara para su posible publicación, no anticipé que tuviera entre mis manos la biografía definitiva de Dwight W. Morrow, o, más concretamente, los resultados de un análisis detenido y escrupuloso del paso por México del ex banquero de Wall Street durante los años de peor agüero apolítica y diplomáticamente hablando– de la década de 1920. Mi curiosidad fue creciendo conforme consumía el manuscrito, ¿Quién podría haber escrito una obra tan original, tan bien cuidada e investigada, que hasta ese momento me había pasado inadvertida? Antes de terminada mi lectura, me dirigí a la bibliografía en busca de pistas para dar con el autor o autora del libro que ahora reseño públicamente, Fui descartando ciertos autores y seleccionando otros cuyo trabajo anterior podría anticipar el origen del que tenía conmigo.

La autora, cuyo trabajo –por su temática, aunque no necesariamente por el periodo que cubría– se acercaba a la autoría de Dwight W. Morrow: reencuentro y revolución en las relaciones entre México y Estados Unidos, 19271930, era Carmen Collado, No fue tan difícil decidirme por la identidad de la autora anónima, es cierto, puesto que de ella era un artículo sobre Morrow; si bien el resto de su producción, como digo, se acercaba por encima de todo al ámbito de la historia económica durante periodos anteriores a la segunda mitad del decenio de 1920. Para mí su trabajo en historia económica no presagiaba la confección de una biografía como la que comento: una que resistirá la prueba del tiempo y permanecerá entre nosotros como ejemplo historiográfico a seguir por quienes trabajan el mismo periodo, si no es que un tema vecino.

No dudo en clasificar esta obra como un clásico en el género, no por su acercamiento biográfico a la persona y personaje de Dwight W. Morrow, –el "pequeño y casualmente vestido hombre con espejuelos ceñidos sobre su nariz triangular y una manera sorprendentemente enérgica de anunciarse"1– sino por la exhaustiva investigación detrás de esta obra de modesta apariencia que reconstruye la vida del virginiano de origen humilde, hasta ubicarlo ante nosotros como personaje de las finanzas y de la política interna e internacional de su país. Por investigación me refiero no sólo a las fuentes publicadas de primera y segunda mano que analizó, sino más bien por el diseño propio de su pesquisa: Carmen Collado se valió de documentos resguardados en archivos nacionales y extranjeros.

Entre los primeros y más obvios se encuentran el Archivo General de la Nación, el Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores o el Fideicomiso Archivos Fernando Torreblanca y Plutarco Elias Calles; entre los segundos, los National Archives anteriormente de Washington, D. C, y ahora de College Park, Maryland, y los Dwight Morrow Papers (1877–1954) sitos en los Amherst College Archives and Special Collections, en Amherst, Massachusetts. Carmen Collado utilizó ampliamente estos acervos y en buena medida su libro se basa en ellos; hasta donde puedo documentarlo, ella es la primera en citar palabras de la señora Morrow: las publicadas, pero también la correspondencia inédita que se encuentra en los archivos del Amherst College.

Carmen Collado no se detuvo en ese punto: no sólo consultó el Archivo de la Palabra del Instituto Mora, institución en la que labora, sino que utilizó las clásicas entrevistas de historia oral de James Wilkie y Edna Monzón de Wilkie e, insatisfecha con estas fuentes, acudió a las entrevistas de individuos que conocieron a Morrow y cuyas transcripciones se encuentran en el Oral History Program de la Columbia University. En Nueva York, y gracias a su interés por la fotografía histórica, se desplazó al Metropolitan Museum of Art para rescatar al menos una toma de la exhibición de artes mexicanas que tuvo lugar en el museo en 1930: toma que aparece en su libro.

La misión detectivesca de Carmen Collado se amplió a los libros que consultó, cuya selección nos permite atisbar, aunque sea de manera superficial, cómo planeó su trabajo desde un inicio o, al menos, a qué autores consultó y dónde específicamente ubicó las aportaciones más palmarias que ella consideró de cada uno. Libros de autores como los del economista Enrique Cárdenas –La industrialización mexicana durante la gran depresión o La Hacienda pública y la política económica, 1929–1958–, aparecen citados en el capítulo que se refiere a "Las discordias en torno a la deuda externa", pero desaparecen en el capítulo que profundiza sobre "Las reclamaciones, ¿un asunto.,, sin arreglo?" Esta selección y ubicación de la(s) obra(s) de ciertos autores demuestra que Carmen Collado conoce a fondo la bibliografía existente y sabe cómo y dónde servirse de ella para sus propósitos.

Libros adicionales que reflejan la forma de conceptualizar de la autora son The House of Morgan. An American Banking Dinasty and the Rise of Modern Finance de Ron Chernow; The Ambassador from Wall Street. The Story of Thomas W. Lamont, J. P. Morgan's Chief Executive de Edward M. Lamont; The Enormous Vogue of Things Mexican. Cultural Relations Between the United States and México de Helen Felpar, y Cine y sociedad en México, 1896–1930 de Aurelio de los Reyes. Los dos primeros aportaron evidentemente a su visión de Morrow y sus tratos con Thomas W. Lamont, de la J. P. Morgan; los dos últimos seguramente ayudarán a los interesados a entender a profundidad el papel de las artes mexicanas de los años veinte, que tanto atrajo a Morrow y su familia.

 

II

En siete capítulos y un epílogo, Carmen Collado nos narra la vida de Morrow y su experiencia diplomática en México, pero lo hace de una manera que será de gran utilidad y de fácil acceso para los especialistas: sus capítulos son temáticos, así que no se requiere (aunque recomiendo que se haga) leer todo el libro para entender su análisis de temas particulares como la cuestión petrolera (el capítulo III); las reclamaciones agrarias (el IV); el conflicto Iglesia–Estado (los capítulos V y VI) y, por último, el "descalabro" que Morrow sufrió en torno a la solución de la deuda externa mexicana (el VII). Uno a uno en estos capítulos, la autora cuenta por separado la historia de cada problema diplomático que eligió discutir, y posteriormente inserta al embajador en el momento preciso de su arribo a México y de sus gestiones encaminadas a resolver el malentendido en turno.

El separar de esta manera los capítulos y hablar de forma independiente de los problemas diplomáticos resuelve una de las grandes complicaciones de la historiografía sobre la época: antes de esta publicación, a muchos de nosotros se nos dificultaba ver con claridad que la presión proveniente de Estados Unidos en contra de México la conformaban distintos grupos, no sólo autónomos (y con frecuencia rivales entre sí, dependiendo de si se encontraban dentro o fuera de México), sino que a veces en abierta oposición de unos contra otros.

Como ejemplos, fueron los banqueros de Wall Street y no los petroleros quienes se convirtieron en "intermediarios útiles entre Washington y México debido a que no secundaban las posturas intervencionistas de los petroleros" (p. 31); de las compañías petroleras, la autora marca la diferencia entre las sedes centrales y sus representantes en México, y señala cómo las primeras se comportaban de manera intransigente, mientras que las segundas aceptaban las resoluciones gubernamentales más fácilmente, o estaban más dispuestas a negociar.

De la lectura de la obra, parece evidente que el otrora socio de la casa Morgan sufrió un importante cambio en su carácter al momento de cruzar la frontera. Sólo así puede contestarse a la pregunta planteada en la revista Time, cuando dio a conocer el nombramiento del nuevo embajador: " ¿Cómo se las arreglará el intenso, poco convencional, eficiente y a veces impaciente Mr. Morrow de la ciudad de Nueva York, con el Mr. Tomorrow carente de complicaciones, ineficiente y propenso a dejar las cosas para más tarde, de la ciudad de México?"2

Es cierto que el hombrecillo de canosos cabellos revueltos y anteojos ajustados que pinta el Time se aleja de la imagen que obtenemos al leer la obra de Carmen Collado, pero esto no debe sorprendernos. Morrow, cuyas principales desventajas supuestamente eran desconocer el español y "el temperamento y psicología latinoamericanos",3 no sólo rompió paulatina aunque decididamente con sus ex socios de la Morgan, sino que se condujo cada vez más (en convincente apariencia al menos) como representante de los mexicanos ante su país que como embajador de Estados Unidos frente a México. La respuesta a cómo ocurrió esta transformación la encontrará el lector mismo en la obra que reseño, pero deberá recolectar la información diseminada entre muchas de sus páginas.

Pese a la postura empática de Carmen Collado, su obra escaparía con facilidad a la crítica fulminante del autor ruso I. R. Lavretskii, quien en 1960 acusó a dos biógrafos de Morrow de pertenecer a la escuela historiográfica "burguesa" de Estados Unidos: los historiadores L. Ethan Ellis y Stanley Robert Ross. Del artículo "entusiasta" de Ellis, Lavrestskii afirma que el autor "distorsiona el papel del embajador estadunidense en los eventos de esos tiempos y lo representa casi como si fuera un conciliador desinteresado". Y continúa Lavretskii:

Morrow, lo señala [Ellis], estaba convencido que la solución de los problemas internacionales de México de origen doméstico dependía de la terminación de la disputa entre la Iglesia católica y el Estado, que se había vuelto más tensa en julio de 1926, cuando la jerarquía católica, rehusando someterse a la legislación laica [...] suspendió los servicios religiosos y el clero tomó la ruta de la insurrección armada. La jerarquía eclesiástica contaba con el apoyo de los reaccionarios nacionales y los monopolios norteamericanos y recibió dicho apoyo. Sin embargo la acción armada contra el gobierno por parte de los "cristeros" (como se autonombraban los insurgentes clericales), no recibió el sostén de las masas y, de hecho, se desmoronó.4

La crítica abiertamente marxista de Lavretskii no se detiene allí. Pese a que Ellis atribuye a Morrow "todas las virtudes posibles a Morrow", no pudo "ocultar hechos y detalles que claramente demuestran la interferencia cruda y directa del gobierno estadunidense y de sus representantes diplomáticos en los asuntos internos de México". Según este mismo (y dogmático) autor, Morrow había recibido carta blanca por parte de su presidente para influir sobre Calles "en la dirección apropiada". Con dicha carta blanca Morrow pudo entrevistarse con el padre John J. Burke, director de la asociación oficiosa de los obispos estadunidenses y así buscar un acuerdo. Y lo demás, para Lavretskii, es historia. "Tras 18 meses de presionar a Calles, Morrow por fin logró los fines que deseaba. El gobierno mexicano cedió concesiones significativas a la Iglesia y legalizó el movimiento clerical clandestino."5

Ross no quedó mejor parado ante la visión escrupulosa, si bien radical de Lavretskii, quien cuestionaba la opinión de la historiografía burguesa, según la cual Morrow no fue "un estorbo para la revolución mexicana".6 Como bien lo indica Lavretskii, Ross cita al historiador H. B. Parkes, quien asegura que Morrow desempeñó un importante papel en "cambiar la maquinaria callista, de ser un instrumento de reforma ¡a convertirse en uno de la reacción!" Todo con el afán de que México se convirtiera en "un vecino satisfecho, pacífico y exitoso", siempre y cuando su gobierno abandonara "la idea de nacionalizar la tierra sin compensación" y se olvidara de invadir "los intereses de los monopolios petroleros". De ahí que Morrow propusiera cambiar la Constitución de 1917 que "proclamaba que los recursos del subsuelo [...] eran propiedad de la nación".7 Y ¡ese, para Lavretskii, era el hombre a quien los mexicanos veían como su "benefactor"!8

Ni duda que Lavretskii toca los elementos clave de la controversia diplomática entre los dos países. Pero también que tergiversa lo acontecido: no sólo en cuanto lo ocurrido a los cristeros (quienes lejos de perder la partida frente a su gobierno cayeron derrotados ante los obispos "pacifistas"), sino lo referente a la actitud de Morrow hacia Calles. Para el embajador estadunidense, según la visión más serena y acertada de Carmen Collado, Morrow tenía la certeza de que "los problemas bilaterales podrían solucionarse si el gobierno de Calles lograba afianzarse" mediante la estabilidad económica y política (p. 90). En el caso particular de la guerra cristera, "Morrow se anotó una gran victoria al impulsar un modus vivendi que puso fin a un enfrentamiento bélico que costó la vida a 80 000 hombres", es cierto, pero no se trató de una victoria con resultados inmediatos: "La guerra dejó una herida de muerte: desolación en el campo, destrucción de templos, odio y divisiones que tardaron muchos años en cerrar" (p. 187).

Y sin embargo, con Morrow se dieron los primeros pasos para acercar a las dos naciones; suavizar las demandas de unos contra otros; apaciguar los ánimos de banqueros, petroleros y hacendados y, por encima de todo, poner fin a una guerra sin sentido en la que pelearon campesinos contra campesinos, sin entender las razones por las que andaban a salto de mata emboscando y cayendo ante las balas asesinas de máuseres anónimos.

 

III

"Rico y simpático garantiza buen diplomático", con estas palabras se podría sintetizar la tesis de Carmen Collado, pues algo encierran de verdad: el ambicioso Dwight W. Morrow –rechazó la presidencia de Yale University en aras de convertirse en estadista– se valió de sus fondos personales para allegarse de asesores que lo ayudaran, en principio, a juzgar la situación económica de México y que le permitieran esclarecer las leyes que regían al país a donde el suyo lo había acreditado. Sin sus fondos o los especialistas que estos le permitieron contratar, con grandes dificultades hubiera entendido al país en el que se encontraba. Pero la otra dimensión en torno a Morrow –la de su "gran capacidad para relacionarse bien" (p. 3 6)– es igualmente clave. Carmen Collado rescató anécdotas interesantes que dejan ver nítidamente la personalidad simpática y emprendedora del nuevo embajador: "Morrow se ganaba el aprecio de sus interlocutores gracias a su bonhomía, su amena charla y sus habilidades personales; sabía escuchar, argumentaba, pocas veces contradecía y nunca ponía cara de desaprobación, aunque no coincidiera con las opiniones vertidas" (p. 64).

Lejos de enviar al personal de la misión a resolver asuntos diplomáticos, como lo haría su antecesor, Morrow se presentaba en persona a las oficinas gubernamentales para indagar más sobre dichos asuntos. También preferí a la palabra hablada a la escrita: en vez de dirigir memorándums a las autoridades mexicanas acusándolas de transgresiones en contra de ciudadanos estadunidenses, en persona buscaba resolver todos los conflictos: tanto los de tierras que podían afectar a un estadunidense en particular, como los grandes problemas (y conflictos) que enfrentaba entonces la nación mexicana: siempre que pudo, Morrow buscó –con mayor o menor éxito– deshacer entuertos y malos entendidos tales como los relacionados con el saldo de la deuda externa de México, o el conflicto cristero que abrasaba en llamas buena parte del occidente mexicano. Como lo dice la propia autora, "existían visiones coincidentes entre los políticos" de las dos naciones; visiones que Morrow y los funcionarios mexicanos "aprovecharon para establecer una relación bilateral amigable, constructiva y fructífera para ambos" países (p. 19).

Al final de la lectura de esta obra –que como he mencionado contiene mucha información organizada tanto para el lego como para el especialista–, el lector se percata de que la autora ha conducido su discusión sobre Morrow para iluminar otro tema, o más bien a otro individuo presente a todo lo largo de esta historia: Plutarco Elias Calles. Al igual que los tripulantes del Apollo 8, que cuando circundaron la luna para conocerla de cerca de pronto se percataron de la existencia de una Tierra nunca antes vista por el ojo humano, el lector se topa repentinamente con un Calles caballeroso, negociador y políticamente despierto. Un Calles, en suma, diferente al inflexible dictador enérgico, vengativo e inconsciente que conocieron los católicos mexicanos.

Así como la misión del Apollo 8 está conectada con la toma Earthrise que muestra "una tierra pequeña y alejada, alzándose por encima del horizonte lunar",9 la obra de Carmen Collado debe enlazarse no sólo con la vida de Morrow sino con la de Calles: un hombre que supo elevarse (o descender, si se prefiere) a la altura del diplomático de Wall Street para solucionar o mitigar junto con él, y hasta donde fue posible, los más graves problemas que aquejaban entonces a la nación mexicana. Ya lo dijo Carmen Collado: Morrow "no logró resolver todos los asuntos que le confió la Casa Blanca cuando lo designó embajador, pero sí modificar el tono de las relaciones entre los dos vecinos, acercándolos a un mayor entendimiento y cooperación por primera vez desde la revolución mexicana" (p. 224).

 

Notas

1 "Morrow & Tomorrow", Time, 3 de octubre de 1927 http://www.time.com/ume/magazine/artícle/0,9171,730999,00.html. (Consulta: 4 de marzo de 2009).        [ Links ]

2 "Morrow & Tomorrow", Time, 3 de octubre de 1927.

3 "The New Ambassador", Los Angeles Times, 27 de septiembre de 1927.        [ Links ]

4 I. R. Lavretskii, "A Survey of the Hispanic American Historical Review, 1956–1958", The Hispanic American Historical Review, vol. 40, num. 3, agosto de 1960, pp. 340–360, en esp, p, 350, El articulo de Ellis que disrate Lavretskii es L. Ethan Ellis, "Dwight Morrow and the Church–State Controversy in Mexico", The Hispanic American Historical Review, vol. 38, num. 4, noviembre de 1958, pp. 482–505.

5 I. R. Lavretskii, "A Survey", op. cit., p. 350.        [ Links ]

6 El articulo que discute aqui Lavretskii es el de Stanley Robert Ross, "Dwight Morrow and the Mexican Revolution", The Hispanic American Historical Review, vol, 38, num. 4, noviembre de1958, pp. 506–528.

7 I. R. Lavretskii, "A Survey", op. cit., p. 351.        [ Links ]

8 Ibid.

9 Nell Greenfieldboyce, "40 Years Later, Apollo 8 Moon Mission Still Awes" http://www.npr.org/templates/story/story.phpPstoryfcN98469063 (Consulta: 8 de febrero de 2009.).        [ Links ]

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