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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ  no.32 México jul./dic. 2009

 

Reseñas

 

Sandra Kuntz Ficker, El comercio exterior de México en la era del capitalismo liberal, 1870–1929

 

Carlos Marichal*

 

COLMEX, 2007

 

* El Colegio de México. 14 de abril, 2008.

 

Este libro de Sandra Kuntz es una obra excepcional que hay que celebrar no sólo por su rigor sino, además, porque llena un gran hueco en la historiografía mexicana. Me refiero al análisis del comercio exterior en los decenios que los historiadores económicos han bautizado como "la era de la primera globalización", es decir, entre 1870 y 1914 e, inclusive, hasta la Gran Depresión que se inició con la crisis de 1929. La autora lleva a cabo una gran tarea que consiste en reconstruir las series de exportaciones e importaciones en esta época –que denomina del capitalismo liberal (1870–1929)– a partir de un impresionante conjunto de fuentes nacionales e internacionales, muchas de ellas nunca antes explotadas. A su vez, ilumina su trabajo con varias propuestas interpretativas que abren múltiples debates sobre el desempeño de la economía mexicana en el largo plazo.

El trabajo comienza señalando la importancia y complejidad de la tarea de reconstrucción de las series del comercio exterior. A partir del cuidadoso estudio de estas, tanto nacionales como internacionales –llevado a cabo a partir de fuentes primarias y archivísticas en México, Estados Unidos y Europa– demuestra que las estadísticas oficiales mexicanas son bastante confiables para el periodo 1892–1910, pero no para los periodos anterior o posterior. Siendo asilas cosas, para resolver este complejo problema a la profesora Kuntz se le ocurrió que sería útil construir series paralelas y confiables a partir de las series anuales del comercio exterior con México publicadas por sus principales socios comerciales, especialmente Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos y Alemania, agregando las de otros países, hasta alcanzar más de 95% del valor total del comercio del país. Como resultado de esta titánica labor, contamos por primera vez con series del comercio exterior confiables y comparables con las de otros países. En una época en la que la confiabilidad cuantitativa es esencial en la investigación en las ciencias sociales, el logro es mayúsculo.

Al revisar los cuadros y las series que proporciona el libro, se observa que el viejo régimen del comercio exterior mexicano –que se había mantenido durante más de tres siglos, en el que predominaban las exportaciones de plata en metálico y barras, tintes como la cochinilla y una serie variada, pero limitada de materias primas– se rompió finalmente hacia 1885. Fue entonces cuando la plata pasó a un segundo plano, siendo superada de manera sistemática por la exportación de otros metales y minerales y por diversos productos agrícolas, especialmente café y henequén, entre otros. Sandra Kuntz argumenta que, sin duda, el despegue de las exportaciones en el México de fines del siglo XIX y principios del XX fue un elemento clave que contribuyó a un mayor crecimiento, pero, aún más importante, demuestra que durante y después de la revolución dé 1910–1920 las exportaciones fueron fundamentales para otorgar cierto dinamismo a la economía mexicana, lo que evitó que se estancase. La autora demuestra sus argumentos con gran precisión y diversidad estadística, analítica y narrativa llena de observaciones pertinentes.

El libro que reseñamos, por ejemplo, demuestra claramente que el auge de las exportaciones de cobre, plomo y otros metales, no fue sólo cosa del porfiriato, sino que continuó durante la revolución y los años de 1920 a 1929. Ello, por consiguiente, nos habla de la necesidad de que se realice un mayor número de trabajos sobre la historia minera del país durante todo el siglo XX y de situarlo en un contexto plenamente internacional. De hecho, nos lleva a preguntarnos acerca de una problemática más amplia: por qué desde finales del siglo XIX la economía estadunidense –en particular– tenía una demanda tan fuerte de estos metales, la cual estaba vinculada no sólo con la expansión industrial, sino también con el enorme crecimiento de las ciudades grandes y chicas del despegue urbano de Estados Unidos. De allí que los lazos entre la minería mexicana y la dinámica economía del país del norte, se ofrecen como un gran tema de investigación a futuro, como hace tiempo apuntó Paul David en diversos ensayos muy sugerentes.

Al hacer su análisis de las importaciones, Sandra Kuntz también plantea una hipótesis de trabajo muy sugerente. El estudio minucioso de las tendencias de las distintas mercancías permite conocer la composición de las importaciones y distinguir entre los porcentajes de productos de consumo, alimentos, insumos productivos, combustibles y maquinaria que fueron adquiridos a través de los decenios. Como resultado, se llega a una conclusión novedosa para la historia económica mexicana, pues demuestra que el aumento de las importaciones de maquinaria, insumos productivos y combustibles nos proporciona indicadores fundamentales para observar el proceso de industrialización y modernización de la economía desde principios del siglo XX. He aquí un ejemplo de cómo la utilización inteligente de una nueva técnica metodológica aplicada a nuevas fuentes, de manera muy cuidadosa y precisa, permite formular hipótesis fundamentales sobre el desarrollo económico general en diferentes periodos.

Por otra parte, el trabajo de Sandra Kuntz nos ofrece una serie de capítulos complementarios de gran importancia. En primer término, hay que destacar un gran capítulo sobre los cauces del comercio exterior, los puertos de entrada, el transporte –especialmente ferrocarriles y vapores– y los costos de este, que nunca antes habían sido calculados con tanta precisión. Luego viene otro igualmente esencial sobre la geografía del, comercio exterior, donde se analizan tanto los destinos geográficos de las exportaciones como el origen por países de las importaciones. Esto da pie a la construcción de indicadores de la concentración geográfica del comercio por países y productos, lo que tiene gran importancia, pues demuestra la trayectoria a veces zigzagueante que ha desembocado en un fuerte predominio del comercio con Estados Unidos a lo largo del siglo XX, sin menoscabo de que pueden identificarse ciertas tendencias de mayor diversificación en algunos periodos.

En seguida, la autora nos ofrece un sugerente capítulo sobre la política comercial, con énfasis especial en los aranceles y las políticas de impuestos sobre diferentes tipos de bienes importados. Este análisis permite entender mejor no sólo cuáles fueron las políticas aduanales, también las políticas industriales de cada periodo. Se observa que el proteccionismo no fue una política instrumentada exclusivamente desde 1929 en adelante, sino que en épocas anteriores se aplicó para determinados productos manufacturados en el país. Sandra Kuntz ofrece aquí un análisis minucioso de los aranceles aplicados por diferentes categorías de productos y permite establecer una serie de comparaciones esenciales para hacer historia económica internacional a partir de la experiencia mexicana.

Luego siguen dos capítulos sobre la relación más amplia entre las trayectorias de las exportaciones y las importaciones en el desempeño general y sectorial de la economía mexicana durante los seis decenios estudiados. Las lecciones y problemas son innumerables. En el caso de este lector, se nos ocurre que un debate futuro se plantea a partir de evaluar la importancia relativa del petróleo y su peso en las exportaciones, especialmente entre 1910 y 1930. Me parece que si bien la trayectoria es bastante errática, especialmente después de la crisis de 1921, habría que darle mayor importancia, pues el primer auge petrolero mexicano fue extraordinario y contribuyó no sólo a sostener las exportaciones, sino a cambiar muchos aspectos de la economía que, de manera bastante temprana, comenzaba su transición del ferrocarril al camión y el automóvil. El libro de Sandra Kuntz contiene gran cantidad de información sobre el sector petrolero y ofrece una gama muy amplia y detallada de argumentos que tienden a matizar esta observación crítica. En pocas palabras, su libro abre debates.

En realidad, lo que Sandra Kuntz ha hecho es sentar las bases históricas Cuantitativas y metodológicas– para ahondar en un universo impresionante de problemas nuevos que convocan a los historiadores mexicanos a trabajar en ellos, aplicando su tesón y su imaginación analítica. De hecho, su estudio proporciona tanta luz sobre el desempeño de la economía mexicana durante el capitalismo liberal (1870–1929) que sugiere la urgencia de contar con mayor número de estudios igualmente precisos sobre la economía y, más particularmente, sobre el comercio exterior del México independiente en los decenios precedentes de 1820 a 1870. Un reciente ensayo de Ernest Sánchez Santiró argumenta que en realidad el crecimiento entre 1820 y 1850 fue lento pero sustancial, mientras que entre 1850 y 1870 se dio un fuerte bajón. Sandra Kuntz parece sugerir lo mismo al principio de su libro, pero no sabemos suficiente aún para determinar con precisión qué ocurrió en ese largo medio siglo que siguió a las guerras de independencia. A su vez, el trabajo de Sandra Kuntz, hace ver la necesidad de intensificar las investigaciones sobre la trayectoria del comercio exterior después de 1929, en la época que podríamos llamar del capitalismo protegido.

Por último, conviene hacer hincapié en las conclusiones generales, ya que me parece que sugieren la madurez y el marco "holístico" o integrador de la investigación de Sandra Kuntz en este libro. Argumenta la autora:

La economía no es un conjunto desarticulado de actividades sin relación entre sí, pese a la impresión que pueden dejar los indicadores sectoriales de desempeño económico o los análisis, a veces obligatoriamente fragmentarios, de la vida económica de un país. Todo lo contrario, la economía es un sistema conformado por dimensiones estrechamente interrelacionadas, dentro del cual el comportamiento de una variable incide de múltiples formas y con una intensidad diversa sobre todos los demás.

Y sigue, notando que: "Las distinciones entre sectores productivos, entre actividades orientadas al mercado interno o internacional, entre ahorro e inversión extranjera, e inversión pública y privada [...] no son más que abstracciones analíticas que intentan profundizar en algún aspecto de la vida económica, pero que al hacerlo sacrifican su conexión con otras y con el conjunto."

Rara vez se encuentran expresiones tan perceptivas y sintéticas en los trabajos de historia económica mexicana que nos hablen con tal claridad de la necesidad de establecer los puentes entre estudios puntuales e hipótesis o visiones generales de la realidad. Sandra Kuntz sostiene que al analizar los distintos elementos y la forma en que se vinculan entre sí, pueden identificarse elementos clave de por qué se da un crecimiento acelerado o lento en distintas épocas. Es más, hoy en día bien valdría la pena aplicar este tipo de análisis para entender cuáles factores están contribuyendo al crecimiento de las economías mexicanas y cuáles no.

Dada la cantidad de información que proporciona y la aplicación de una metodología novedosa que abre un campo fértil para una amplia gama de investigaciones y debates nuevos, este libro está destinado a ser muy pronto un punto de referencia indispensable para la comunidad de investigadores de historia económica interesados en el periodo y en los estudios comparados. Sandra Kuntz ha ofrecido un primer eslabón muy sólido para estas comparaciones y para situar la historia económica de México de fines del siglo XIX y principios del XX en un contexto global.

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