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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ  no.25 México ene./jun. 2006

 

Reseñas

 

Guillermina del Valle Pavón (coord.),
Mercaderes, comercio y consulados de Nueva España en el siglo XVIII,
México, Instituto Mora, 2003

 

La aparición del novedoso libro Mercaderes: comercio y consulados de Nueva España en el siglo XVIII, coordinado por Guillermina del Valle Pavón, en 2003, sin duda entusiasmará a muchos historiadores interesados en el amplio tema del comercio y la historia del virreinato. Escrito por especialistas en historia económica y social novohispana es un compendio de excelentes investigaciones sobre temas muy puntuales, analizados a profundidad. Todos los trabajos se basan en fuentes de primera mano, destacando, entre muchos otros, los grandes archivos españoles y mexicanos, así como los regionales y de notarías.

Aunque no enfoca un problema central, el libro conforma un conjunto de excelentes estudios, verdaderas "joyitas", por lo que cada uno merece ser tratado por separado, con la desventaja que esta reseña resultará algo abultada y excedida en páginas.

Después de la breve introducción firmada por la coordinadora y Ernest Sánchez Santiró, el estudio de María Teresa Huerta "Comerciantes en tierra adentro, 1690-1720" subraya el peso del capital mercantil en relación con la explotación minera norteña en ese periodo. Experta en estos temas, esta historiadora muestra el control monopólico de las economías locales que ejercieron los grandes mercaderes del centro en esas zonas mediante el crédito y el abasto comercial y las grandes redes de influencias políticas y sociales que se tejieron. También describe cómo se vincularon los conflictos locales sociales y militares con la expansión al norte y el abasto de presidios, y cómo mineros, hacendados, comerciantes locales, funcionarios y militares entraban a formar parte de estas impresionantes cadenas y redes económicas y sociales de los comerciantes del Consulado de México al terminar el siglo XVII e iniciarse el XVIII.

El estudio de Iván Escamilla González profundiza en la situación que enfrentaron los mercaderes novohispanos en la época de la extinción de la dinastía austríaca, la guerra de sucesión en Europa y el ascenso de la casa de Borbón con Felipe V. Analiza el problema de las rivalidades entre los grandes comerciantes, es decir, los flotistas y franceses que acompañaban los intereses reales de los Borbones en la metrópoli y en Nueva España los miembros del Consulado de México, en especial los "mercaderes de plata", quienes supieron establecer una nueva alianza con la autoridad real basada en donativos y préstamos a la corona. Estas hábiles negociaciones les permitieron mantener el control de los mercados internos novohispanos. Además de los problemas vinculados con la relación entre el Consulado y las instituciones políticas la Real Hacienda, el Ayuntamiento de la ciudad de México, el cobro de impuestos, por ejemplo, es de gran interés conocer de cerca el trato político de estos mercaderes de la ciudad de México con oidores, virreyes, visitadores y la propia corona.

Los siguientes dos trabajos se concentran en la época en la que ya se había consolidado la nueva casa reinante y se implantaban cambios administrativos en la metrópoli encaminados a dinamizar los intercambios con sus colonias. La transformación del abasto de armadas y presidios del Caribe que estudia Johanna von Grafenstein muestra la rivalidad existente entre los intereses de los que abastecían de manera monopólica las islas de harinas producidas en Puebla y los intereses cubanos que trataban de obtener mayor autonomía en el manejo del situado en metálico y querían facilitar la entrada ilícita de granos procedentes de las trece colonias británicas a mejores precios. El análisis explica muy bien la importancia para el imperio y para el sistema económico novohispano del sistema defensivo del Golfo-Caribe y del abasto, dentro de la época de 1760-1780, en el marco de las grandes rivalidades político-militares entre las potencias de la época en esa estratégica zona. Concluye que el sistema de abasto constituyó una fuente considerable de ganancias para algunos particulares a costa de la Real Hacienda y que su asignación originó gran competencia entre comerciantes regionales. La elite comercial habanera, como la poblana y veracruzana, enriquecieron a través de la provisión de las plazas militares del Caribe. Como explica la autora, ese abasto involucraba también a un gran número de productores, transportistas y comerciantes locales que, en el ámbito regional, aún requieren de ser abordados en más estudios.

La importancia del comercio intercolonial e interregional que subraya el estudio de Grafenstein para este periodo de la segunda mitad del siglo XVIII también se percibe en los demás excelentes estudios regionales del libro: el de Sánchez Santiró, sobre las alcaldías mayores de Cuernavaca y Cuautla; el de Carmen Blázquez, sobre los comerciantes de Jalapa; el de Jesús Hernández Jaimes, sobre las costas del Pacífico, y el de Clara Elena Suárez, sobre Zacatecas.

Este último enfoca el banco de rescate de platas de Zacatecas y explica detalladamente cómo funcionó en la práctica esta institución en este real minero entre 1791 y 1810. Clara Elena Suárez Arguello presenta gran cantidad de información sobre cómo el flujo monetario emanado de este banco favoreció tanto a la economía de la región como a la producción minera. Concluye que la novedosa institución sí tuvo un impacto favorable para la comunidad minera de Zacatecas al proporcionar dinero líquido a la economía regional, pero que finalmente los más favorecidos resultaron ser los miembros de la oligarquía regional y un grupo oligopólico del centro. Lo valioso del trabajo de Suárez es que relaciona estas pesquisas en los archivos locales y esta descripción del banco y del funcionamiento de los intercambios locales en un real minero con una problemática mayor: el hecho que la economía novohispana estuvo sujeta a una "sangría" constante de monedas plata y que sólo un grupo muy pequeño de la población disponía de circulante. Este problema planteado con insistencia por Ruggiero Romano, sin duda, merece atención, y precisamente los estudios sobre la oligarquía novohisopana, como los de este libro, aportan elementos empíricos para esta discusión.

El estudio de Blázquez se concentra en la relevancia de los oligarcas de Xalapa cuyas actividades productivas, transportistas y comerciales impulsaron decididamente la economía regional veracruzana. Su tesis es que se dio una importante y floreciente economía regional en una época en la que la mayoría de los historiadores han visto decadencia y abandono por haber cesado el sistema de ferias en la década de 1770. Para comprobarlo esta estudiosa profundiza en la historia de Xalapa durante todo el periodo colonial, en el desempeño político y social de muchas de las familias que ahí residieron, y en sus negociaciones y vínculos locales durante las últimas décadas del periodo virreinal.

El trabajo de historia regional de Sánchez Santiró también es de gran interés, pues caracteriza detalladamente la economía de las alcaldías mayores de Cuernavaca y Cuautla en la época reformista de fines del siglo XVIII. Muestra la relevancia que tuvo, junto con la producción azucarera, la minera del real de Huautla. Después de la década de 1780 la minería de este real fue descendiendo en sus volúmenes de producción de plata y en su rentabilidad y, en cambio, la agroindustria inició un despegue productivo, respondiendo a los estímulos provocados por la apertura del mercado interamericano y la legalización del aguardiente de caña. Como muestra con gran riqueza de datos de archivo, ambos sectores económicos estuvieron ligados a la oligarquía mercantil de la ciudad de México y a su corporación.

Otro estudio que también subraya las crecientes interrelaciones regionales que impulsó el comercio en la segunda mitad del siglo XVIII es el estudio de Jesús Hernández Jaimes sobre el comercio de algodón en la zona que hoy denominamos la Montaña y costa del estado de Guerrero y de la tierra caliente de Michoacán. Muestra cómo en esa época la economía que había sido impulsada por la producción minera, el crecimiento urbano y el comercio permitieron una expansión en la demanda de textiles de algodón y que, para cubrir esta demanda de materia prima, las costas del Pacífico produjeron una gran cantidad de algodón. Volcadas hacia el mercado con su producción de algodón, las poblaciones costeñas se aprovisionaban a la vez de maíz y dulces de Chilapa y Tixtla y Uruapan, y todas esas transacciones, a su vez, también impulsaban la arriería y el comercio interregional en pequeño. Hernández estudia a productores y comerciantes locales y regionales, siempre apoyados por los mercaderes de la ciudad de México y con ello muestra los grandes cambios que en esas décadas se dieron en estas sociedades regionales y locales de las costas del Pacífico.

Enriqueta Quiroz estudia el sistema de venta de carne en la ciudad de México entre 1700 y 1812, con esto muestra cómo funcionaba y cómo se transformó el control público que se ejercía sobre este ramo. El Ayuntamiento controlaba el abasto de carne, en representación del rey, supuestamente para garantizar el suministro y asegurar precios justos. Pero, como comprueba la autora de este ensayo, detrás de ese monopolio se ocultaban intereses políticos, económicos y, sobre todo, fiscales. Con detallados cuadros sobre las tocinerías y las carnicerías de la ciudad de México, los criadores y tratantes de carnero, la administración del abasto (los "obligados" y los años que duró su contrato) muestra el bajo precio de la carne en el siglo XVIII, la gran cantidad de ganado que llegaba a la capital y su importancia fiscal. El sistema de control a través del "obligado" sucumbió después de la década de 1780, como explica Quiroz. En esos años se incrementó la demanda de carne, y ante la imposibilidad de aumentar el precio, hubo un abandono de las licitaciones por parte de posibles interesados. A partir de entonces, la ciudad subarrendó a tratantes y criadores, por lo que surgieron algunos grupos oligopólicos de distribuidores de carne que fueron tomando fuerza. De hecho hasta 1812 se suspendió el sistema de precios y se permitió libertad y competencia en la introducción y venta de carne en la ciudad de México.

Finalmente, tres estudios en este libro abordan la vida interior de las corporaciones de comerciantes. Así, el de Guillermina del Valle arroja luz sobre las facciones entre los miembros del Consulado de la ciudad de México al analizar el conflicto electoral que se dio en 1787 y las pugnas en el interior de la corporación. La autora explica esta división por la reorientación de las inversiones de algunos grandes comerciantes novohispanos y la consiguiente formación de un nuevo grupo de interés que buscaba negociar nuevas prerrogativas que favorecieran sus unidades productivas. Entre varios de los logros políticos y económicos de la nueva facción se mencionan la adecuación de la ruta México-Veracruz por Puebla y Acultzingo y la expedición de la licencia real para la fabricación de aguardiente de caña en 1796.

Matilde Souto analiza el proceso electoral en el Consulado de Veracruz y muestra cómo operaron esas elecciones a través de las que ciertos grupos controlaban la vida corporativa. El interés de este trabajo radica en que arroja luz sobre la política interna de este consulado creado en 1795. La autora constata que, a diferencia de la corporación capitalina, en Veracruz no hubo escisiones internas profundas que llevaran a luchas de facciones en los años anteriores a la guerra de independencia. También encontró que los comerciantes del puerto más prominentes ejercieron en ese periodo una incuestionada influencia sobre la corporación.

El último estudio del libro es el de Antonio Ibarra sobre el Consulado de Guadalajara. Este historiador describe cómo se fortaleció el comercio de Guadalajara y su región durante el periodo de 1795 a 1818 y cómo pudo expandir su influencia la elite involucrada en el nuevo consulado. El trabajo de Ibarra es especialmente aleccionador porque subraya ese carácter doble de esos consulados "modernos" creados al final del periodo virreinal. Eran instituciones que representaban una nueva estrategia comercial de elites provinciales con gran peso en los intercambios regionales y, a la vez, tenían un carácter corporativo tradicional y eran respetuosas de prácticas políticas de donaciones y lealtades imperiales.

Como ya mencioné, los ensayos individuales representan, por separado, estupendos trabajos. Sin embargo, están algo aislados y no abordan problemas en común. Cada uno es una pequeña joyita, que no están hilados entre sí, y, por lo tanto, no pueden conformar un collar. El peligro es que se pierdan preciosos resplandores que cada una emite, como una gema, por separado, es decir, que se pierdan excelentes reflexiones escondidas en cada artículo.

En especial me parecería una pena que en posteriores estudios se olvidasen o dejaran de discutirse, entre tanto material descriptivo, las reflexiones del estudio de Sánchez Santiró, por ejemplo, ya que este autor define términos y afina conceptos importantes para el contexto social y legal de la época; o las propuestas de Suárez Arguello sobre el problema de la escasa circulación de moneda en una colonia como Nueva España; o las explicaciones de Escamilla y de Ibarrra sobre las complejas relaciones económicas entre oligarquías regionales, la de México y las formas que asumieron sus negociaciones políticas; o las reflexiones de este último autor sobre el carácter contradictorio y ambiguo de algunas de las corporaciones del final del siglo XVIII: sus características "tradicionales" como instituciones del antiguo régimen, y su "modernidad" como expresión de una política borbónica novedosa y que promovía una cultura económica de mercado, entre muchas otras propuestas valiosas de los trabajos que aquí no puedo mencionar por falta de espacio.

La comprensión de algunos trabajos se hubiera facilitado con la inclusión de más mapas. Además, como ya dije, si bien en el libro se ordenaron los estudios por criterios temporales o espaciales, llama la atención que en su conjunto no responde a cuestiones más amplias o teóricas que hubiesen incluso unificado más los trabajos y los hubiesen hilado mejor. La introducción es escueta y no propone la discusión de problemas en común, más generales. Contestar a algunas cuestiones, como, por ejemplo, sobre el peso que ha tenido el capital mercantil en la colonia novohispana desde su fundación en el siglo XVI hasta el XIX, su control de ramos productivos (minería, agroindustria, ganadería), o de regiones enteras, y la relación que la poderosa oligarquía guardó con el virrey y la corona a través del tiempo hubiera ayudado mucho a definir más matices el carácter de la economía y de la sociedad novohispana. De la misma manera hubieran sido muy enriquecedoras unas reflexiones generales -a partir de estudios tan precisos- sobre las consecuencias que tiene para la sociedad y el sistema político novohispano, y posteriormente republicano, la existencia de una oligarquía tan rica y tan poderosa.

Sin embargo, como ya dije, los trabajos están escritos por verdaderos especialistas y aseguran el gran valor del libro. La impresionante cantidad de información sobre la oligarquía económica y política novohispana que presentan los trabajos reunidos en este libro será de gran utilidad para los historiadores interesados en la economía, la sociedad y la política, y de ahí que realmente podemos decir que, con la aparición de este libro, se ha enriquecido notablemente la historiografía novohispana.

 

Brígida von Mentz
CIESAS

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