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América Latina en la historia económica

versión On-line ISSN 2007-3496versión impresa ISSN 1405-2253

Am. Lat. Hist. Econ  no.23 México ene./jun. 2005

 

Artículos

 

Los archivos del petróleo y la revolución mexicana

 

Jonathan Brown*

 

* Universidad de Texas.

Este artículo aborda el tema de los archivos en México, Estados Unidos y Europa, que son indispensables para la investigación de la historia de las compañías privadas que desarrollaron la industria petrolera mexicana en el primer tercio del siglo XX. Se incluye una discusión de diversos aspectos, tanto económicos como políticos y laborales, de las operaciones de dichas empresas petroleras, desde su comienzo en el porfiriato hasta su nacionalización en 1938, con especial énfasis en la época revolucionaria.

Es sabido que la historia de la industria petrolera de México está llena de conflictos: choques de poderes, divergencia de intereses, competencia intensa entre las diversas compañías, mal entendimiento entre petroleros y gobernantes, celosa preservación de los derechos adquiridos por parte de los intereses extranjeros, deseo por parte de consumidores internacionales de tener acceso a un producto estratégico a bajos precios, lucha para aplicar la Constitución de 1917 sobre una industria ya bien establecida, y presión para obtener una mayor participación en las ganancias por parte de los trabajadores. Por otra parte, esta historia se vincula estrechamente con la problemática de la modernización económica de la nación; desde el principio, el petróleo se convirtió en un insumo clave en el proceso de industrialización mexicana y, al mismo tiempo, una fuente de ingresos para el Estado. Por todas estas razones, nuestro análisis desea mostrar la variedad de temas que el investigador puede estudiar al utilizar estos archivos y también la necesidad de que el investigador consulte la mayor variedad de materias posible, tanto nacional como internacional.

Con estas cuestiones y objetivos en mente, me gustaría comenzar proporcionando una clasificación de la rica documentación de la historia petrolera mexicana en tres categorías básicas: la documentación gubernamental de México, la documentación gubernamental en países extranjeros y la documentación privada que se puede encontrar tanto en México como en el extranjero.

Para comenzar, debemos indicar que existen varios repositorios mexicanos y extranjeros en los cuales se pueden consultar colecciones privadas de documentos referentes a empresarios petroleros. El mejor de ellos, ubicado en el British Science Museum de Londres, reúne los documentos de S. Pearson and Company. Básicamente contiene la extensa correspondencia del ingeniero sir Weetman Pearson, socio de Porfirio Díaz y luego conocido como lord Cowdray. Sir Weetman organizó la Compañía Mexicana de Petróleo El Águila, S. A., junto con un grupo de directores notablemente conectado con el grupo de los "Científicos". Su identificación con el gobierno porfirista expuso a El Águila a un cierto grado de desconfianza durante la época revolucionaria, no obstante su importante posición en la producción, refinación y ventas de crudo en México yen el extranjero.

¿Qué clase de información puede encontrarse en esta voluminosa colección? Hay muchas fotografías que revelan sus diversos intereses y operaciones, planes tecnológicos de instalaciones y equipo industrial, correspondencia personal y política de lord Cowdray con sus administradores y socios mexicanos, informes de sus gerentes en el campo del petróleo, información acerca de sus relaciones con otras empresas y con varios gobiernos revolucionarios, y, finalmente, documentación relativa a la venta de sus propiedades mexicanas a la compañía Royal/Dutch Shell, que siempre tuvo su sede en La Haya. Yo mismo he adquirido unas copias microfilmadas de casi todas las operaciones de esta empresa en México y Latinoamérica, las cuales ahora están depositadas en la Colección Latinoamericana de Nettie Lee Benson en Austin, Texas.

A partir de una revisión de los papeles de lord Cowdray, el investigador puede percibir la competencia entre las empresas extranjeras. Por ejemplo, El Águila y la compañía estadunidense de Waters-Pierce entraron en una batalla para abastecer al mercado doméstico mexicano con combustibles desde el momento que estalló la revolución mexicana. Según lord Cowdray, la empresa estadunidense trataba de desacreditar a El Águila por divulgar todo tipo de rumores en la prensa acerca de las vinculaciones entre la empresa inglesa y el gobierno del general Victoriano Huerta. Advirtió Cowdray en 1913: ''A menos que [Waters-Pierce] esté preparado para ser completamente amistoso, romperemos el acuerdo [de ventas] que existe ahora -y que fue hecho por solicitud suya-e iremos tras la porción más grande del mercado interno que nos sea posible obtener."1

En Estados Unidos otras colecciones privadas no son tan abiertas ni comprensivas como la de lord Cowdray, pero vale la pena que sean revisadas por el especialista. Estas colecciones incluyen, por ejemplo, los papeles, fotos, correspondencia, e informes científicos de los geólogos Everette DeGolyer, fundador del estupendo pozo de Potrero del Llano (perteneciente a El Águila), y Ralph Arnold, de Stanford University. Los acervos citados se encuentran ubicados en la Southern Methodist University de Dallas y en la Biblioteca Huntington de San Marino, California, respectivamente. Los testimonios que contienen son invaluables. Una reminiscencia de DeGolyer describe cómo brotó el primer pozo de Potrero del Llano en 1910:

Estábamos todos en el comedor, cenando, cuando oímos un pavoroso estruendo, como la explosión de una caldera. Nadie sabía qué podía haber causado tal ruido, así que todos nos apresuramos a salir. Potrero del Dano número 1 había brotado por sí solo. Había sido perforado hasta un punto tan cercano a la roca que contenía el petróleo que éste, finalmente, la atravesó y terminó el trabajo.2

Hay solamente dos colecciones dedicadas al empresario petrolero Edward L. Doheny, fundador de la Compañía de Petróleo La Huasteca. La más pequeña de las dos colecciones es aquélla legada por la señora Estelle Doheny, resguardada en la biblioteca de la Misión San Bernardino. En ella pueden encontrarse fotos y cartas correspondientes a los primeros días de operaciones de la compañía en México, incluyendo algunas cartas del geólogo Ezequiel Ordóñez. Otra colección mucho mayor se encuentra en el Occidental College de Pasadena, California, y contiene los reportes y estudios de la llamada Comisión Doheny, integrada en 1918 con el propósito de investigar las causas de la revolución mexicana.

Esta colección contiene transcripciones de entrevistas con mexicanos y estadunidenses que trabajaron en todo tipo de empresas, incluyendo las petroleras, durante la era porfirista y revolucionaria. Cabe destacar la presencia de entrevistas con el mismo Doheny; en una de ellas que se encuentra en las colecciones de la Huntington Library, el petrolero describe su audiencia memorable con el presidente Porfirio Díaz: "Nos habló [Díaz] de sus tempranas esperanzas de velar por la mejoría de las condiciones de su propia gente [recordó Doheny] y, a la mitad de su plática sobre la futilidad de su empeño para aliviar las condiciones de trabajo de su pueblo, se detuvo, embargado por la emoción, y las lágrimas rodaron por sus mejillas."3

Estas colecciones de documentos de Doheny son importantes porque (en contraste con su rival lord Cowdray) el empresario estadunidense ordenó en su testamento que al morir se quemaran sus papeles y correspondencia personales. Probablemente ello podría atribuirse al hecho de que Doheny sufrío mucho a causa de su vergonzosa participación en el escándalo Teapot Dome de 1926. La viuda de Doheny llevó a cabo los últimos deseos de su esposo unos días después del sepelio del viejo petrolero en 1932.

En cuanto a los archivos de las grandes corporaciones como Shell y Standard Oil (hoy Exxon-Mobil), no es muy fácil para el investigador tener acceso a ellos. En primer lugar, hay que tener en cuenta que las compañías petroleras desarrollaron una cultura de clandestinidad, lo cual está ligado al hecho de que operan en una industria mundial muy competitiva; por tanto, nunca han deseado divulgar información que pudiera dar una ventaja a sus competidores. En segundo lugar, las empresas petroleras siempre han tenido problemas con la opinión pública y desean evitar la evidencia de prácticas de negocios no éticas.

Personalmente tuve la buena fortuna de ser admitido en el archivo (muy bien catalogado, por cierto) de la Shell Internacional Oil Company en Londres, donde me trajeron casi todos los informes mensuales del director general de El Águila en México durante la década de los veinte. Estos informes me dieron un panorama de las relaciones empresariales de esta gran empresa en un momento en el cual se ahondaba la brecha entre los petroleros estadunidenses y los ingleses-holandeses, mucho más abiertos a la negociación con el nacionalismo revolucionario del día. Los documentos de Shell ofrecen una vista íntima del proceso del descubrimiento del campo de petróleo Poza Rica, el mismo que convirtió a El Águila en la empresa dominante en la nación y que siguió siendo el campo más grande de Petróleos Mexicanos (PEMEX) hasta las perforaciones en Tabasco en los años setenta. De hecho, fue allá en Poza Rica que Shell, por primera vez en el ámbito mundial, aplicó la nueva tecnología de sismografía para descubrir yacimientos de petróleo. Desafortunadamente, cuando llegué a los informes de los años treinta, los archivistas me informaron de repente que ya se habían terminado las series. Supuse entonces (y continúo sospechando) que los funcionarios de la empresa Shell se alarmaron cuando mencioné la palabra sensitiva "nacionalización".

Mis limitados logros en Londres no fueron duplicados en Holanda, adonde fui acompañado por un colega holandés para pedir acceso al archivo de la Royal Dutch/Shell. Tuvimos una conferencia de quince minutos con el jefe de relaciones públicas de esta empresa y contestamos muchas preguntas acerca de nuestros intereses profesionales. Finalmente nos informaron que no era buen tiempo (1988) para escribir una historia de las actividades extranjeras de la Royal Dutch/Shell, porque la compañía estaba enfrentando críticas por su conducción de negocios en Sudáfrica bajo el régimen de apartheid. Pero los historiadores somos fértiles en recursos. Inmediata mente después de nuestra audiencia con el funcionario shellista, mi colega y yo revisamos los informes de los representantes diplomáticos holandeses en México durante la revolución, los cuales están depositados en el archivo nacional en La Haya, y obtuvimos suficiente información acerca de las operaciones mexicanas de las compañías subsidiarias y afiliadas de la Royal Dutch/Shell.

Algo similar ocurre en el caso de la investigación de las actividades de otras empresas estadunidenses e inglesas. La documentación diplomática del National Archive de Washington D. C. (disponible en microfilme en muchas bibliotecas universitarias) y del Public Record Office de Londres ofrece al historiador una rica e informativa fuente. Los libros sobre la industria petrolera mexicana de Lorenzo Meyer, George Philip y Linda Hall son testimonios de la abundante información que se puede extraer de la correspondencia de los diplomáticos extranjeros en México.4 El petróleo fue uno de los productos clave con que se medía el poder internacional y la modernización industrial, tanto así que los representantes diplomáticos gastaban muchas hojas y mucha tinta en evaluar las actividades de las compañías, del gobierno mexicano, y de los trabajadores petroleros. En cierto modo, la correspondencia diplomática compensa al investigador por la falta de documentación empresarial.

La accesibilidad de la correspondencia diplomática nos permite entonces sustituir, aunque sea de un modo imperfecto, los documentos de las compañías. De hecho, debo indicar que en más de quince años de búsqueda, nunca logré entrar en ningún depósito de documentación histórica perteneciente a la Standard Oil Company. Solamente pude aprovechar las notas elaboradas por un equipo de historiadores de la Harvard University durante los años cincuenta, las cuales me fueron donadas por un miembro jubilado del equipo, la doctora Henrietta Larson.5 Ella me informó que, después de estas investigaciones, la compañía destruyó la correspondencia del día por día, bien para liberar espacio en sus oficinas o bien para evitar la transferencia de la misma cuando se cambiaron del cuartel general de Standard Oil en 26 Broadway a otra localidad en Nueva Jersey.

Sin embargo, ahora me gustaría anunciar que finalmente he localizado una colección de materiales históricos de Exxon-Mobil. De hecho, podríamos decir que "la montaña vino a Mahoma". Hace pocas semanas, seis fletes de camiones dejaron varias toneladas de documentos, objetos de interés y fotografías de la empresa petrolera privada más grande del mundo en la Biblioteca de Historia Americana de la Universidad de Texas. Aquellos que están familiarizados con el campus de UT-Austin saben que la Biblióteca de Historia Americana está ubicada junto a la Colección Latinoamericana Benson. También saben que esta biblioteca ya tiene una colección de la "historia oral del petróleo texano", que contiene muchas transcripciones de entrevistas con petroleros texanos, las cuales también reflejan sus memorias de participación en el auge mexicano. Aunque espero que dentro de pocos meses se abra la colección a los investigadores, creo que el proceso de catalogación durará un año o posiblemente dos. Es cierto, me cuentan los archivistas, que hay documentación referente a operaciones en América Latina, pero mi breve revisión de los materiales reveló que pocos documentos tienen una fecha anterior a la nacionalización mexicana. Así son las limitaciones de los investigadores del petróleo.

Si bien este recuento de las fuentes internacionales ofrece muchos claroscuros, debe subrayarse que afortunadamente los archivos más relevantes para la historia petrolera mexicana están aquí en México. Estoy hablando de las extensas colecciones que se encuentran en el Archivo General de la Nación, en el Archivo Histórico de Relaciones Exteriores, en los archivos municipales y estatales de la zona petrolera, en la Biblioteca de PEMEX, y en el nuevo Archivo Histórico de Petróleos Mexicanos.

En México, los investigadores pueden consultar las ricas colecciones preservadas en el Archivo General de la Nación (AGN), incluyendo la rama del trabajo, que contiene los informes de los inspectores del trabajo en la zona petrolera, la correspondencia entre los funcionarios del Departamento del Trabajo y los sindicatos, y los procesos de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Con este tipo de documentación el investigador puede reconstruir los procesos sociales y laborales que se llevaban a cabo dentro de las compañías petroleras; igualmente se puede medir la creciente intervención del gobierno revolucionario en las relaciones entre capital y trabajo.

El investigador también tiene a su disposición en el AGN los archivos presidenciales de la época, desde la gestión de Obregón hasta la de Cárdenas. Estos incluyen la correspondencia recibida en la oficina del primer mandatario de parte de trabajadores petroleros, informantes de la zona petrolera y petroleros extranjeros. Un ejemplo de que los papeles presidenciales revelan las opiniones de sus escritores es la carta de un obrero mexicano: "[L]os trabajadores mexicanos en todas las ramas de [El Águila] [escribió al presidente Abelardo Rodríguez en 1933] disfrutan de un salario muy inferior a los extranjeros que desempeñan las mismas labores, siendo además objeto de toda clase de atropellos y arbitrariedades en sus derechos. Sus habitaciones son siempre las peores y más antihigiénicas."6

Lo que no se puede recoger en esta colección son las respuestas de los presidentes; aquí no se encuentran ni los discursos, ni las políticas presidenciales frente a las cuestiones de la industria petrolera.

Otra fuente valiosa del AGN es la colección de la Oficina Técnica de Petróleo: la incipiente burocracia que trataba de regular las operaciones de las compañías y cuya documentación contiene mucha información de tipo tecnológico. Finalmente, cabe mencionar la colección de la comisión encabezada por el profesor Jesús Silva Herzog en 1937, la cual investigó la condición económica de las compañías para pagar el aumento salarial demandado por los sindicatos. La colección incluye transcripciones interesantes y raras de las pláticas laborales entre representantes de los sindicatos y de las empresas, con la intervención de Vicente Lombardo Toledano al lado de los sindicalizados.

Las más importantes y voluminosas colecciones sobre petróleo de la época posrevolucionaria son aquéllas de la biblioteca de PEMEX y del Archivo Histórico de Petróleos Mexicanos, aunque sospecho que hay cierta duplicación entre los dos depósitos. La documentación incluye los expedientes de las compañías privadas estadunidenses y británicas expropiadas por el gobierno en el acto de nacionalización. Estas colecciones son absolutamente únicas en el sentido de que no existe en ningún otro país una colección de documentación local de las subsidiarias de las grandes compañías petroleras. ¿Por qué no? La razón estriba en que cuando las subsidiarias salían de las zonas de operaciones, se llevaban mucha documentación y destruían la que no podían sacar. Pero la nacionalización mexicana sorprendió mucho a los gerentes petroleros, que no tuvieron ni oportunidad ni tiempo de llevarse de México algo más que sus propios efectos personales. El gobierno aprovechó la oportunidad y rápidamente tomó posesión de miles de documentos sobre las operaciones, la política local, la venta de tierras, los contratos de perforación de pozos, el personal nacional y extranjero, las relaciones laborales y las relaciones políticas.

La historia de esta valiosa colección también es notable y explica por qué hay dos depositarios separados: la biblioteca de PEMEX y el Archivo Histórico de Petróleos Mexicanos. Mis investigaciones de la década de los noventa me permiten reconstruir esta historia impresionante. Durante la nacionalización, distintos protagonistas tomaron posesión de los acervos documentales de las 17 compañías involucradas, tanto en las oficinas gerenciales en la capital como en las refinerías de Minatitlán, Tampico y Azcapotzalco; en los campos petroleros de Cerro Azul y Poza Rica, y en las sucursales de ventas por todo el país. Los documentos fueron depositados en cientos de bodegas y distintas oficinas de la nueva entidad llamada PEMEX y permanecieron ahí olvidados por cuatro décadas.

Sin embargo, llegó una época extraordinaria, marcada por los precios exageradamente elevados del petróleo y por una nueva gestión de PEMEX, la de Jorge Díaz Serrano. Después del descubrimiento de los nuevos yacimientos de hidrocarburos en el campo de Las Reformas y la reinauguración de la exportación de petróleo crudo y refinado a los mercados internacionales en 1975, el presupuesto de esta institución llegó a aumentar de tal manera que el mismísimo director general Díaz Serrano decidió dedicar cuantiosos recursos a la producción de una "historia científica" del petróleo mexicano. Díaz Serrano nombró a un profesor de economía de la UNAM, José Valerio Silva, para formar un equipo de investigadores dentro del nuevo Instituto de Investigaciones Históricas. Armados con cámaras y con cajas para cargar documentos, miembros del equipo descendieron a las muchas bodegas de PEMEX para recoger la documentación ahí depositada. Se llegaron a recopilar 750 000 hojas. He oído también del caso de un cuarto sellado de la vieja refinería de Mata Redonda, originalmente construida por La Huasteca, el cual fue abierto por trabajadores en una faena de demolición. El cuarto estaba lleno de documentos olvidados de la vieja subsidiaria de Standard Oil. También algunos funcionarios del instituto salieron del país en busca de información. Cuando comencé mis investigaciones en el archivo histórico de la Shell International Oil Company de Londres, los archivistas me hicieron saber de la monumental filmación de sus documentos por parte del personal del instituto.

Desafortunadamente, en 1982, los precios de los combustibles cayeron, Díaz Serrano dejó su cargo, y se despidió al personal del Instituto de Investigaciones Históricas. Otra vez los documentos desaparecieron en bodegas de PEMEX, donde la colección microfilmada fue dañada ligeramente por el célebre incendio del mismo año.

Hoy tenemos dos depósitos de los materiales producidos y recogidos por el instituto en 1980. El primero tiene su origen en el descubrimiento, en una bodega de PEMEX, de cajas llenas de miles de rollos de microfilme, descubrimiento que debemos agradecer al personal de la biblioteca de esta entidad. El director, el doctor Carlos Lomelín Tappan, hizo que se depositara esta colección en la propia biblioteca. Los primeros investigadores que comenzaron la catalogación de esta colección microfilmada fuimos Fabio Barbosa Cano, profesor de economía de la UNAM, y yo. En los más o menos ciento de rollos que tuvimos la oportunidad de revisar vimos muchísima información acerca de todas las ramas de operaciones petroleras entre 1920 y marzo de 1938. La colección es más rila en todo lo referente a la compañía más importante del periodo, El Águila, un poco menos voluminosa para La Huasteca, y mucho menos para las otras compañías, que se encontraban en proceso de ser absorbidas, aunque nunca de un modo completo, por El Águila y La Huasteca. Vale la pena destacar que los rollos incluyen correspondencia entre los departamentos de personal de las empresas y los líderes de sindicatos, y una extensa documentación proveniente de los departamentos jurídicos. Esta cubre los temas de compra y venta de tierras, pago de regalías y renta a los propietarios mexicanos, y relaciones con las autoridades nacionales.

Algo que el profesor Barbosa y yo notamos fue cómo las operaciones cambiaron durante los años veinte en comparación con las dos primeras décadas del siglo XX. Al contrario de los años veinte, muchos documentos internos de las compañías están escritos en inglés, observando de cierto modo las reglas de la industria petrolera que se seguían en el mundo anglosajón, de donde vinieron los primeros petroleros. En contraste, desde los años veinte hasta el momento de la nacionalización, más y más personal mexicano reemplazaba a los angloparlantes en los rangos medianos y bajos de la administración de las empresas petroleras. De hecho, la habilidad de los administradores mexicanos en las pláticas laborales de 1937 frustraba a los negociadores sindicalizados, especialmente al dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM): "Con los patrones, que son los directamente interesados, hemos podido ponernos de acuerdo mejor que con ellos [intervino Lombardo Toledano]. Cada vez que hemos tratado con los patrones hemos llegado a un fin práctico."7

El profesor Barbosa y yo consideramos que este proceso de la mexicanización de la administración de las empresas tuvo inicio durante la gestión del presidente Obregón, a partir de la cual los funcionarios petroleros tuvieron que observar de un modo más preciso las leyes, costumbres y reglas del país en que operaban. No fue por nada que el presidente Cárdenas advirtió a un diplomático británico en 1937 "que no está lejos el momento en que México estará maduro para la nacionalización de la industria petrolera".8 En este sentido, la nacionalización de la industria petrolera mexicana no fue un proceso dramático que se llevó a cabo durante un solo día, el 18 de marzo de 1938, sino que fue un proceso mucho más gradual y largo, que empezó a gestarse desde que los petroleros extranjeros entraron al país y que continuó con rapidez después de 1920, en la época de consolidación de la revolución. Parece como si las empresas extranjeras hubieran tenido que acomodarse al ambiente local más y más, para continuar ganando utilidades, para combatir a la competencia y para orientar la mayoría de sus ventas hacia dentro de la economía mexicana después de la Gran Depresión, en vez de exportar la mayor parte de la producción.

Tal vez la explicación de esta fuerte trayectoria hasta una nacionalización completa sea que El Águila, que siempre demostraba más capacidad de negociar y de adaptar sus operaciones en México, fácilmente sobrepasó las actividades domésticas y exportadoras de La Huasteca, su mucho menos flexible rival estadunidense. Fue en los años treinta que El Águila, que tradicionalmente no exportaba mucho a los mercados de Estados Unidos, estableció su producción en el campo de petróleo Poza Rica y construyó un oleoducto para su nueva refinería de Azcapotzalco. En fin, es difícil para el investigador encontrar documentos en inglés fechados en los años treinta, excepto en el caso de los informes de los altos administradores a sus empresas patrocinadoras de Nueva York y de Londres. Quedó entonces para el gobierno del presidente Cárdenas solamente la etapa final de un largo proceso de nacionalización, que llegó a su cúspide con la expropiación del 18 de marzo de 1938, y la fundación de PEMEX.

En cuanto a los documentos recogidos por el Instituto de Investigaciones Históricas de PEMEX en 1980, no se sabía mucho acerca de su localización -hasta que llegó un día lleno de descubrimientos durante la gestión de Adrián Lajous. El director general deseaba conocer lo que contenía la Torre y las oficinas de PEMEX. Por casualidad, fue a los subterráneos para abrir una bodega y descubrió nuevamente las mismas miles de cajas de documentos recopilados por el equipo del profesor Valerio Silva. Estos luego fueron trasladados al nuevo Archivo Histórico de Petróleos Mexicanos, que se encuentra en un edifico especialmente acondicionado para este fin en la vieja refinería de Azcapotzalco.

Por último, déjenme explicar la escasez de información, en todos los archivos al'riba mencionados, referente a las mujeres y a los hijos de los ejecutivos y obreros de la industria petrolera. Ellos están extrañamente ausentes en los documentos. Los investigadores sabemos que un alto número de mujeres mexicanas trabajaban como Secretarías en las oficinas de la administración, si bien no en las refinerías, campos de petróleo o las mismas fábricas. También sabemos que mujeres y familias, tanto extranjeras como nacionales, vivían en las casas de las compañías, pero en toda la documentación arriba mencionada se recoge poca información de sus actividades e intervenciones. Para más información sobre la cuestión de género o de la familia, les sugiero a los investigadores que consulten la documentación local, como los archivos municipales usados por Lief Adleson en su tesis doctoral sobre la vida social y cultural de los trabajadores tampiqueños.9 Otra fuente de información poco consultada, excepto por Alberto Olvera y Leopoldo Alafita Méndez de la Universidad Veracruzana, son los archivos del estado de Veracruz. 10 Los revolucionarios veracruzanos estuvieron a la vanguardia de las reformas laborales y financieras, y defendieron los derechos de las familias de campesinos y de trabajadores de la zona petrolera frente a las grandes empresas extranjeras.

Otra fuente muy útil, especialmente para el periodo posterior a 1936, son los archivos de las diversas sucursales locales del Sindicato de Trabajadores Petroleros, en los cuales ha hecho investigación mi colega y amigo, el profesor Barbosa Cano. En las actas de las asambleas de la Sección 30 (Poza Rica) de enero de 1938, por ejemplo, el investigador puede aprender algo de las relaciones entre los líderes y los obreros sindicalizados, como en esta nota acerca de la falta de dinero en la caja de la sección: "El compañero Domingo hace uso de la palabra diciendo que el dinero es el mismo lío de siempre, que no se sabe nunca, en realidad, cuánto hay en caja ni cuánto se debe."11

En conclusión, deseo reiterar la importancia de que los investigadores busquen documentación en el mayor y más variado número de fuentes que sea posible. Nosotros, los estudiantes y profesionales que consultamos los informes del gobierno mexicano, de los gobiernos extranjeros, de las compañías y de los obreros, ganaremos con esto la perspectiva más amplia posible. También obtendremos la capacidad de hacer un análisis más rico y equilibrado de los prejuicios y experiencias de los varios sectores que participaron en la gran empresa colectiva que es la historia petrolera de México.

 

Archivos

AGN Archivo General de la Nación, México.         [ Links ]
        Biblioteca del Museo Británico de Ciencias.         [ Links ]
        Biblioteca Huntington, San Marino, California.         [ Links ]
        British Records Office, Londres.         [ Links ]

 

Bibliografía

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Notas

1 Lord Cowdray, "Memo to Dr. Rayes and Mr. Ryder", 25 de noviembre de 1913, Informes de S. Pearson & Son, Ltd., en Biblioteca del Museo Británico de Ciencias, Londres, C44 F7, A4.

2 Tinkle, Mr. De, 1970, p. 14.

3 [Declaración jurada de E. L. Doheny], s. f. [ca. 1918], Colección de Investigación Robert Glass Cleland, en Biblioteca Huntington.

4 Meyer, México, 1972; Meyer y Morales, Petróleo, 1990; Philip, Oil 1982; Hall, Oil 1995.

5 Hidy Y Hidy, Pioneering, 1955; Sweet y Knowlton, Resurgent, 1956; Larson, KnowIton y Popple, New, 1971.

6 Gabriel Mirón al presidente, 22 de febrero de 1933, en Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Papeles Presidenciales, fondo Abelardo Rodriguez, 561.8/97.

7 Documento fechado el 15 de diciembre de 1936, en AGN, Archivo Histórico de Hacienda, Papeles de la Comisión Pericial, caja 1858-119, ff. 259-260.

8 Gallop a Foreign Office, 3 de junio de 1937, en British Records Office, Londres, Foreign Office, 371-20639/A4243/527126.

9 Adleson, "Historia", 1982.

10 Alafita, "Trabajo", 1986, pp. 169-207; Olvera, "Origen", 1986, pp. 11-55.

11 "Acta de sesión de la Sección 30 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana", Poza Rica, 27 de enero de 1938, mecanografiado, p. 37. El autor agradece a Fabio Barbosa Cano por su ayuda con las copias de este documento.

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