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Convergencia

On-line version ISSN 2448-5799Print version ISSN 1405-1435

Convergencia vol.22 n.68 Toluca May./Aug. 2015

 

Artículos

Hacia una revalorización de la filosofía en diálogo con la indignación

Towards a revaluation of Philosophy in dialogue with indignation

Sonia París Albert1 

1Universitat Jaume I de Castellón, España. sparis@uji.es


Resumen:

Este trabajo, realizado desde una perspectiva occidental y teniendo en cuenta, especialmente, la realidad de España, consiste en una reflexión sobre el papel que la filosofía puede tener hoy en día. Apoyándose en las escuelas de la filosofía para niños y de la filosofía para la paz, entiende que el pensamiento filosófico es necesario para dar lugar a la indignación que ha de hacer posible la organización de movimientos sociales, propiciando, al mismo tiempo, la oportunidad de imaginar alternativas al sufrimiento humano y a la naturaleza por medios pacíficos. El estudio de la indignación se ha elaborado a partir de la teoría de Peter Frederick Strawson y en conexión con las investigaciones sobre el reconocimiento de Axel Honneth.

Palabras clave: filosofía; indignación; imaginación y reconocimiento

Abstract:

This work, which is mainly based on a Western view and which takes into account the reality in Spain, is a reflection about the role Philosophy nowadays has. Taking both Philosophy for Children and Philosophy for Peace as its references, this study understands the Philosophical thinking as necessary to produce the indignation that will make the organization of social movements possible, provoking at the same time the opportunity to imagine peaceful alternatives for human suffering and the natural one. The analysis of indignation is done through Peter Frederick Strawson's theory in connection with Honneth's research about recognition.

Key words: Philosophy; indignation; imagination and recognition

Introducción1

Patas arriba. Esta expresión fue utilizada hace unos años por Eduardo Galeano en su libro Patas arriba: La escuela del mundo al revés (1998), donde pretendía hacer evidente que los acontecimientos que estaban sucediendo parecían desvirtuar el mundo, dándole primacía a un sentimiento de extrañeza y de desequilibrio respecto al orden mundial. Para combatir estos sentimientos, Galeano propuso la escuela del mundo al revés, en la cual debía ser posible el derecho a soñar otro mundo, basándose en la capacidad de imaginar unas relaciones humanas sin miedo, otro desarrollo tecnológico mucho más humano, otras pautas de consumo, unos medios de comunicación alternativos, otra justicia social acorde con los derechos humanos mínimos, así como otras políticas no propicias a las desigualdades económicas y a las diferencias entre ricos y pobres. Toda una llamada a la imaginación y al delirio, tal y como se puede observar en sus propias palabras en los siguientes extractos:

¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho a soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible: [...]

se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y, como juega el niño sin saber que juega; [...]

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; [...]

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas; [...]

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos; [...]

los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle;

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos;

la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda; [...]

pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero (Galeano, 1998: 222-224).

Este artículo también pretende ser una llamada a esa imaginación que nos ayudará a buscar alternativas pacíficas para afrontar la realidad actual, especialmente convulsa en el caso de España a consecuencia de la ya tan famosa crisis financiera, que ha dado lugar a una serie de políticas favorables a los recortes sociales como medida para el crecimiento.

En este sentido, estas páginas partirán enfatizando el papel que la filosofía puede tener hoy como reflexión que posibilita la toma de conciencia y el diálogo crítico, así como el tan necesario sentir de la indignación para la organización de movimientos sociales en favor del cambio social. De acuerdo con esta interpretación, este artículo tendrá en cuenta el movimiento de filosofía para niños, pues defenderá la importancia de educar en los valores de la reflexión filosófica desde edades tempranas, para que su imprenta sea vista tan natural que, con el tiempo, no suponga casi dificultad hacer crítica de las estructuras sociales establecidas, e imaginar alternativas posibles a ese orden social impuesto tantas veces por quienes tienen un mayor poder.

Una vez abordada esta reflexión sobre la relevancia de la filosofía y de la filosofía para niños hoy, el texto se adentrará en un análisis de la indignación como sentimiento en el cual hay que educar, para ser capaces de organizar movimientos sociales favorables al cambio social. Este estudio se hará, básicamente, desde una perspectiva filosófica y sin olvidar su conexión con algunas teorías filosóficas del reconocimiento, tales como la elaborada por Axel Honneth (1997), filósofo de la tercera generación de la Escuela de Frankfort. El texto concluirá con una breve reflexión a modo de recapitulación sobre cómo la educación en la indignación puede ayudar a la organización de movimientos sociales y a la transformación pacífica de las realidades injustas que van surgiendo.

Me gustaría cerrar esta introducción señalando que la perspectiva filosófica que se mostrará a lo largo de estas páginas se nutrirá, continuamente, de la filosofía para la paz, una filosofía práctica y aplicada en la que venimos trabajando el equipo de investigación de la Cátedra Unesco de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I, y del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz de la misma universidad, cuya propuesta epistemológica supone la recuperación de nuestras capacidades para lograr la transformación del sufrimiento humano y de la naturaleza por medios pacíficos (Comins Mingol et al., 2010; Martínez Guzmán, 2001 y 2005; Martínez Guzmán et al., 2009; París Albert et al., 2011).

Revalorizar la filosofía. Filosofía para niños y filosofía para la paz: Un canto a la imaginación

El mundo está patas arriba ya sea bien por causa de la crisis financiera y de los recortes sociales en España o bien por causas diferentes en cualquier otro lugar del planeta Tierra. En España, como en tantos otros países, muchas personas viven estos momentos bajo la presión de la indecisión, del no saber qué pasará con sus vidas ante un futuro que no es nada prometedor, siendo además ésta una tendencia que no parece que vaya a cambiar en los próximos años. Sólo hay que oír los datos referentes a las personas en situación de desempleo y/o las dudas que emergen sobre qué acciones servirán para volver a crear puestos de trabajo. Ante estas preocupaciones insostenibles para muchas familias, hay un gran número de investigaciones que afirman que son dos las soluciones: medicarse o escuchar a la filosofía para afrontar la ansiedad causada por tales vivencias.

Así, al estilo de lo que afirmaba Lou Marinoff en Más Platón y menos prozac (2005), cada vez se recomienda más la asistencia de la filosofía, pues se presupone que toda persona prefiere, antes que vivir la mentira de una realidad creada por la ingesta de unos medicamentos, conocer su propia realidad al detalle porque sólo así se creerá capaz de encontrar soluciones a sus problemas.

Estos son los estudios y los trabajos que se quieren recuperar en estas páginas, ya que potencian el valor de la filosofía en tiempos de crisis, al estilo de lo que dijo Edmund Husserl en La crisis de las ciencias humanas y sociales (1991), donde afirmó que el filósofo es el funcionario de la humanidad, expresión que le sirvió para señalar la labor social de quien ejerce la filosofía y que, más tarde, Javier San Martín (2006) interpretó como la profesión entre profesiones (París Albert, 2010a).

La filosofía debe entenderse como una preocupación por todo lo que rodea al ser humano y no debe conformarse con el saber parcial sobre lo que le envuelve, sino que, como se afirma desde su definición etimológica2, debe adentrarse en el querer saber sobre las esencias, las cosas en sí, pues esa "fuerza impulsiva parece haber sido lo que Aristóteles señaló como el comienzo de toda filosofía: la maravilla. La curiosidad por la naturaleza de las cosas, el deseo de conocer por conocer" (Armstrong, 1966: 13-14).

En esta línea de recuperar hoy en día el valor de la curiosidad, del conocer por conocer, tan propio de la filosofía, se encuentra una gran variedad de publicaciones actuales que, desde una u otra perspectiva, revalorizan la capacidad humana de la crítica y del diálogo, para afrontar problemas sociales actuales desde el puro cuestionamiento y la más inocente imaginación. Todos esas publicaciones son textos que quieren mostrar cuánto puede ayudar la reflexión filosófica a la reconstrucción de estas capacidades humanas (crítica, cuestionamiento, diálogo, imaginación...) y, consecuentemente, cuán importante es la presencia de esta disciplina, no sólo en la educación formal, sino en cualquiera de las esferas de nuestra vida más cotidiana.3

Publicaciones recientes que, en cierta manera, lo que hacen es continuar con la línea de trabajo del ya clásico El mundo de Sofía (2008) de Jostein Gaarder, o de otros similares como Si la mente tuviera alas: una novela sobre la filosofía en la vida cotidiana de Lucy Eyre (2007). Estos últimos libros, además de recuperar el papel de la filosofía, tratan de hacerla más humana, mostrando que no sólo aquellos a quienes siempre hemos llamado filósofos, a quienes siempre hemos estudiado en las escuelas, institutos y universidades, son los que pueden filosofar, sino que la competencia del pensar, de esa curiosidad que se ha venido mencionando, es propia de todo ser humano, siendo, por lo tanto, posible para cualquier persona la reflexión filosófica.4

También Mathew Lipman (1988a, 1988b, 1989a, 1990, 1993, 2000a, 2000b y 2004a) defendió en sus investigaciones esta importancia de la filosofía, hasta el punto de considerar imprescindible que incluso los y las más pequeñas tuviesen la oportunidad de filosofar. De esta manera dio origen a la escuela de filosofía para niños, que tanta importancia sigue manteniendo hoy en día a través de grupos de investigación y de organizaciones diversas. La filosofía para niños pone el énfasis en la imaginación de los y las más pequeñas, y en su capacidad para hacer preguntas sobre todas aquellas cosas que les resultan extrañas y/o novedosas.

Es un intento de potenciar esta capacidad, de trabajarla, de darle el papel que le corresponde con la finalidad de evitar que se vaya perdiendo a medida que vamos creciendo y nos vamos haciendo mayores. John Paul Lederach, uno de los máximos representantes de los estudios para la paz y los conflictos, hacía una llamada a esta imaginación en su libro La imaginación moral: el arte y el alma de la construcción de la paz (2008), resaltando su necesidad para la práctica de alternativas pacíficas en la transformación de los conflictos. El hábito de la imaginación desde edades tempranas no haría tan necesarias este tipo de llamadas según la filosofía para niños, pues habría tal tendencia a ella que la costumbre quitaría dificultad a su uso, siendo más fácil en edades mayores el hecho de afrontar los problemas imaginando alternativas a través del cuestionamiento, el diálogo y la crítica.

[...] se propone ejercitar la mente por medio del pensamiento disciplinario y estimulante y de una interacción estructurada. También persigue la meta social de enseñar procesos de tomas de decisiones democráticas. Es casi seguro que la participación regular en estos grupos contribuye al desarrollo de la autoconciencia y la flexibilidad personales (Haynes, 2004: 33).

Según Joanna Haynes (2004), la formación en la escuela de filosofía para niños no parte de ningún programa definido, sino que, más bien, consiste en un diálogo que se va configurando a partir de los intereses y las preocupaciones que la lectura de una historia, un cuento o un poema genera en los y las más pequeñas. Así, se tienen en cuenta todas las preguntas que plantean, aunque sean aquellas sin una fácil respuesta las que lleguen a generar un mayor debate.

En este sentido, el profesorado sólo debe esforzarse por conseguir la discusión de los niños y niñas, introduciendo herramientas conceptuales para generar el desarrollo de las ideas, respetando el ritmo de los y las más pequeñas, sin objetivos predefinidos, ni la necesidad de alcanzar soluciones. Lo único que se pretende es colaborar ofreciendo interpretaciones diferentes sobre un mismo tema.5 Entonces, teniendo en cuenta las ideas hasta aquí mencionadas, los pasos de la indagación filosófica en la escuela de filosofía para niños serán los siguientes según Joanna Haynes (2004):

Paso 1: Se acuerdan las reglas del juego.

Paso 2: Se presenta un estímulo compartido que incentive la indagación.

Paso 3: Pausa para pensar.

Paso 4: Los más pequeños hacen preguntas y se toma registro de cada una de ellas.

Paso 5: Se buscan conexiones entre las preguntas.

Paso 6: Se elige una pregunta para iniciar la reflexión. La elección de esta pregunta debe involucrar a todo el grupo. En ocasiones este paso se omite porque el debate ya se ha iniciado previamente.

Paso 7: Los niños escuchan a los compañeros y plantean nuevas preguntas de reflexión también.

Paso 8: Se elabora una tabla con las principales ideas trabajadas.

Paso 9: Se concluyen las ideas principales. Se puede valorar la actuación, siendo los mismos niños quienes concluyen las ideas principales, hacer alguna actividad de continuidad, etcétera.

En definitiva, se trata de enseñar a pensar, a cuestionar y a imaginar; de que los niños y las niñas tengan una voz pública; de que se acostumbren a utilizar sus propias ideas (Haynes, 2004: 35). En este sentido, además, la filosofía para niños supone desarrollar habilidades participativas y democráticas durante el diálogo, lo cual implica que los niños y las niñas habituados en estas prácticas estarán más preparados para vivir en el futuro de acuerdo con sus propias voces, con sus pensamientos, con sus creencias. Esto, innegablemente, les ayudará el día de mañana a construir un mundo donde la democracia participativa será mucho más real.

Estos niños llegan a comprender cómo arriesgarse en su pensamiento y en sus preguntas [...] En este sentido, la filosofía con niños es una excelente manera de contribuir a la promoción y al ejercicio de sus derechos como ciudadanos (Haynes, 2004: 87).

La filosofía para niños, por lo tanto, al igual que los otros materiales que se han citado, ayuda, sin ningún lugar a dudas, a recuperar el valor de la filosofía en un mundo que se encuentra patas arriba, y hace posible imaginar otras maneras de afrontar los problemas con los que nos vamos encontrando día a día. En este punto es donde la filosofía para niños puede enlazarse también con la filosofía para la paz,6 la cual no es más que una investigación teórico-práctica sobre las posibilidades que hay de construir un mundo en paz a través de la reflexión filosófica (Comins Mingol et al., 2010; Martínez Guzmán, 2001, 2005; Martínez Guzmán et al., 2009; París Albert et al., 2011).

Ésta es la razón por la cual la filosofía para la paz nace en el marco de los estudios de la paz en los años noventa, momento de máximo crecimiento de dichos estudios en España; en este caso, con la pretensión de hacer de la filosofía una disciplina más aplicada, capaz de dar una respuesta a las situaciones problemáticas reales con las que las personas nos vamos encontrando, así como con la finalidad de ofrecer alternativas pacíficas favorables a su transformación.7 Y es que este último es el verdadero objetivo de la filosofía para la paz, esto es, la transformación pacífica del sufrimiento humano y de la naturaleza, como ya se ha mencionado en la introducción de este trabajo, por lo que estas investigaciones se esfuerzan en imaginar continuamente otras maneras posibles de hacer las cosas, sin el uso de la violencia y a través de medios pacíficos. Es así como todo su cuerpo teórico se mueve en torno a la noción de paz positiva8 que en su día ideó Johan Galtung (1999, 2003), uno de los fundadores de los estudios para la paz, y gracias a la cual Martínez Guzmán (2001, 2005) construye el estatuto epistemológico de la filosofía para la paz, más conocido como giro epistemológico.

Sólo por recordar algunos de sus quince puntos, diremos que los presupuestos teóricos del giro epistemológico parten de la perspectiva de la intersubjetividad y de la performatividad, es decir, de nuestras competencias para relacionarnos con las otras personas y para pedirnos cuentas por las maneras como nos relacionamos, y enfatizan la comunicación y el diálogo, la no dicotomía entre hechos y valores, así como entre cultura y naturaleza, la perspectiva del género, los sentimientos y la comprensión del mundo como una diversidad de lugares basándose en teorías de la interculturalidad (Martínez Guzmán, 2001, 2005).

Soy de la opinión de que potenciar el valor de la filosofía desde los y las más pequeñas, así como estas otras formas de filosofar, más próximas a nuestra cotidianidad, puede ayudarnos a comprobar la tesis que ha servido como punto de partida del presente trabajo, la cual enarbola el papel de la reflexión filosófica en la sociedad actual, haciéndola, al mismo tiempo, más humana. No queda lugar a dudas de que las capacidades de dialogar, de cuestionar, de actuar, de hacerse oír, de tener un mayor compromiso y una mayor responsabilidad −que se trabajan con estas escuelas filosóficas− son de gran utilidad para promover, al mismo tiempo, nuestra capacidad para imaginar, como lo diría Eduardo Galeano (1998) o John Paul Lederach (2008), otros modos posibles de sentirnos indignados y de afrontar esa indignación.

Revalorizar la filosofía. Luchas pacíficas y movimientos sociales: un canto a la indignación en diálogo con el reconocimiento

Indignación. Éste es el último término al que se ha hecho referencia en el punto anterior, pues lo considero un concepto clave en la sociedad actual, cualquiera que sea el lugar desde donde nos posicionamos. Es muy cierto que este trabajo se aborda desde una perspectiva occidental, y aún más, teniendo en cuenta la realidad de España en nuestros días, pues es la que la autora mejor conoce. No obstante, se entiende que la indignación es un sentimiento presente a nivel mundial. Si bien no por unas razones económicas y de política social, será por otras, pero las personas sentimos esa indignación cuando algo nos afecta, o simplemente ante situaciones que generan tanto sufrimiento a otros seres humanos, o a la naturaleza, que nos producen un escalofrío tal por todo el cuerpo, que sólo puede quedar lugar para la indignación.

En el caso de la sociedad española podríamos hablar hoy de la indignación que causan los recortes en política social, los supuestos casos de corrupción, las cifras del paro, la escasa oferta de puestos de trabajo, la subida en los precios de productos básicos, la factura de la luz... Y podríamos seguir así hasta convertir esta lista en una enumeración prácticamente interminable.

La filosofía para niños y la filosofía para la paz son dos escuelas que al mismo tiempo que recuperan el papel de la filosofía, recuperan esa importancia de ser capaz de sentirnos indignados. Más aún si se tiene en cuenta que al proveer a la filosofía de su valor, ponen nuevamente sobre la mesa aquel amor por la sabiduría, la admiración por el querer saber, la curiosidad, aquel radical continuar pensando del que hablaba Sócrates (París Albert, 2013), que favorecen de lleno el resurgir de la capacidad de indignación, pues sólo cuando nos cuestionamos las cosas, cuando nos preguntamos por ellas, conocemos mejor sus pros y sus contras y, por lo tanto, podemos imaginar acciones noviolentas a realizar, válidas para la transformación del sufrimiento humano y de la naturaleza.

Sentirse indignado podríamos decir que significa sentirse enfadado por algo que ha sucedido o ha hecho alguien y que, además, se considera injusto. Tal es el valor que se le da y hasta tal punto se considera necesaria la indignación, que no sólo se organizan movimientos sociales como el 15-M en España, sino que cada vez se encuentran más publicaciones con la pretensión de abordar este tema desde un posicionamiento académico, crítico y constructivo. En este sentido, por ejemplo, se puede citar el libro de Guy Debord (2013) por el papel que la filosofía también tiene en él, como se puede apreciar en su mismo título Filosofía para indignados. Textos situacionistas, donde el autor estudia las similitudes entre el movimiento del 15-M y la Internacional Situacionista. En ambos casos, afirma Debord, el uso imaginativo y activo de los mass media, el uso crítico del arte en lo cotidiano, las llamadas al juego y a la experimentación, y el interrogante general de la sociedad del espectáculo y del principio de la propiedad intelectual tienen un papel muy destacable.

A pesar de la gran cantidad de publicaciones actuales, las investigaciones sobre la indignación han estado bastante presentes en la literatura general y académica. No es necesario hacer apología aquí de la gran trascendencia que en su día tuvo, y que sigue teniendo, Pedagogía de la indignación de Paulo Freire (2001), complemento a sus otras dos grandes obras: Pedagogía del oprimido (1973) y Pedagogía de la esperanza. Un reencuentro con la pedagogía del oprimido (1993), tres libros que no pueden dejar de ser citados, ya que han nutrido, en parte, muchas otras investigaciones llevadas a término por otros y otras estudiosas, quienes han leído y trabajado también a Freire. Me refiero aquí, por ejemplo, al pedagogo español Xesús Jares, quien escribió libros como Educar para la paz en tiempos difíciles (2004), Educar para la verdad y la esperanza: en tiempos de globalización, guerra preventiva y terrorismos (2005), y Pedagogía de la convivencia (2006).

En el ámbito de la filosofía también hay estudios clásicos a partir de los cuales trabajar la indignación, como puede ser el de Peter Frederick Strawson en Libertad y resentimiento y otros ensayos (1995), donde diferencia tres posturas a tener en cuenta: 1) La de cómo me siento por lo que me hacen a mí. 2) La de cómo me siento por lo que yo hago. 3) La de cómo me siento por lo que segundas personas hacen a terceras.

Afirma Strawson (1995) que las tres actitudes son importantes, siendo necesarias tenerlas en cuenta a todas ellas, ya que si únicamente nos preocupáramos por lo que nos hacen a nosotros, seríamos unos auténticos egoístas, y si sólo pensáramos en lo que nosotros hacemos, seríamos unos santos. Esta es la razón por la cual Strawson dice que no debemos olvidar ninguna de las tres posturas, porque ni sólo debemos ser egoístas ni sólo debemos ser santos, sino que, además, nos deben preocupar todas esas cosas que otras personas se hacen entre sí, aunque no nos afecten a nosotros personalmente. En esta última actitud es donde Strawson sitúa la indignación, esa capacidad que, como se ha dicho, tiene que ver con el sentirse enfadado por las cosas que ocurren, y con las que no estamos de acuerdo debido al sufrimiento que causan en los seres humanos y en la naturaleza.

Sin embargo, me gustaría hacer un inciso en este lugar, pues entiendo que también la indignación puede surgir ante esas otras cosas que sí nos suceden a nosotros mismos, que sí nos afectan personalmente, y con las cuales tampoco estamos de acuerdo. Por poner de nuevo algún ejemplo sólo hay que pensar en el gran número de movimientos sociales organizados en España hoy en día, y en los que las personas participantes pueden estar afectadas o no por las políticas sociales y las situaciones causantes de sus protestas: las que desean transformar.

Y esta dinámica me da la sensación de que es similar en cualquier parte del mundo, cuando se ensalzan movimientos sociales a modo de protesta, para defender unos derechos humanos que se creen necesarios, y con el deseo de humanizar las estructuras sociales, las políticas, la economía... Esto es, con el anhelo de hacerlas mucho más humanas. A través de los medios de comunicación captamos como en estos movimientos no sólo se implican personas que se sienten indignadas por las realidades de otros muchos millones de seres humanos, sino también los mismos afectados, quienes quieren hacer oír su voz, narrando sus historias, pidiendo cuentas y exigiendo soluciones.

Como se puede apreciar en las ideas que se vienen comentando en los párrafos anteriores, el sentimiento de la indignación es uno de los medios más poderosos de que disponemos para la movilización social, de ahí que sea tan necesario educar en ella; de ahí que sea imprescindible recuperar el papel de la filosofía en la sociedad actual, de la filosofía para niños y de la filosofía para la paz como escuelas que ayudan en esta labor educativa. Sentirse indignado hace posible empoderarse para la petición de cuentas, para demandar soluciones, para organizarse socialmente, o si hacemos uso de la terminología de Axel Honneth, favorece la lucha en pro de la recuperación de los propios derechos.

Axel Honneth, filósofo de la tercera generación de la Escuela de Frankfort, es traído a colación en este texto debido al énfasis que en sus investigaciones adquieren los movimientos sociales, gracias al diseño de una filosofía que se basa en el estudio de tres tipos de menosprecio que, al mismo tiempo, dan lugar a tres tipos de reconocimiento (Honneth, 1997, 2007a, 2007b y 2009). Para Axel Honneth la sociedad moderna está sufriendo toda una serie de patologías sociales, a causa de ciertas acciones violentas que menoscaban la posibilidad de reconocer a las personas y que, al mismo tiempo, demandan la movilización social para afrontar dichas patologías, y en favor del reconocimiento.

Se observa, pues, cómo en la teoría de este pensador tiene una gran importancia el hecho de sentirse reconocido, ya que es la búsqueda del reconocimiento el punto de partida, el motor que en su teoría da inicio a la movilización social, así como la emoción de sentirse reconocido que una persona tiene cuando adquiere sus derechos, la finalidad del ciclo, el fin de esta misma movilización social.

Tanto valor otorga Axel Honneth (1997) al reconocimiento, que justifica las movilizaciones sociales como auténticas luchas por el reconocimiento, en las cuales el esfuerzo por adquirir unos derechos presupone un mayor reconocimiento, y en las que la necesidad de luchar tiene lugar porque la ausencia de unos derechos es vivida por las personas como un desprecio, como un menoscabo al propio reconocimiento. Se desprende de esta concepción el hecho de que, para Axel Honneth, la justicia social dependa básicamente del reconocimiento, a diferencia de lo que propone Nancy Fraser (2006), quien tiene interés por tener en cuenta también las políticas distributivas en cuanto a temas de justicia social se refiere.

Así, esta última autora elabora un modelo dual según el cual, dependiendo del caso de análisis, el motivo de su lucha −que al mismo tiempo es en favor de la justicia social− será por cuestiones de reconocimiento o por una mala distribución de recursos, pero nunca por uno solo de estos dos motivos, sino que siempre se deberá analizarlos a los dos, aunque pueda darse el caso de que uno de ellos tenga un peso mayor que el otro. Para clarificar estas últimas ideas, Nancy Fraser (2006) incluye el ejemplo de la homosexualidad.

Según la autora, los motivos por los que las personas homosexuales se organizan socialmente en favor de sus derechos y, por consiguiente, de una mayor justicia social, no dependen sólo de la búsqueda del reconocimiento, sino también de una necesaria mejor distribución de los recursos. Así, si bien es cierto que en estas luchas las personas homosexuales desean más reconocimiento social, también es cierto que luchan contra aquellas otras políticas económicas que todavía hoy en día dificultan que una persona homosexual pueda ocupar determinados puestos de trabajo, a diferencia de lo que sucede con quien dice ser heterosexual. Aunque en este caso las cuestiones referentes al reconocimiento pudiesen tener un peso mayor, para Nancy Fraser es necesario también tener en cuenta la otra cara de la moneda, las cuestiones referentes a la distribución.

Sin embargo, Axel Honneth (1997) analizará estos casos, principalmente, desde la perspectiva del reconocimiento, diciendo que en el trasfondo de estas luchas siempre está la búsqueda del sentirse reconocido, pues incluso la mejora de las cuestiones económicas supone más reconocimiento.

Un concepto al que también se requiere hacer una mención especial en estas páginas es al de lucha que, como se puede observar, se utiliza constantemente en la teoría de Axel Honneth, como contraposición a las luchas por la autoconservación de las que, previamente, hablaron Hobbes y Maquiavelo (Honneth, 1997). No obstante, mientras que aquellas luchas por la autoconservación sí parecían tener un carácter violento porque presuponían partir de una perspectiva egoísta, según la cual lo más importante era el interés individual y la defensa de los bienes propios, justificando de esta manera cualquier acción, las luchas por el reconocimiento de Axel Honneth son simplemente una llamada a la movilización social en pro del reconocimiento, que de ningún modo suponen y justifican la organización violenta.

De ahí que su investigación sea tan acorde a los presupuesto de la filosofía para niños y de la filosofía para la paz, a los que tanta trascendencia estamos dando en estas páginas. Esta doble acepción de la noción de lucha se puede encontrar, también, en la misma definición del verbo luchar. De manera que si según la definición etimológica, el verbo luchar, procedente del latín luctari y unido a las preposiciones "con", "contra" y "por", significa, por un lado, usar las fuerzas y los recursos propios para vencer a otro, a un obstáculo o conseguir una cosa, por el otro, es el ataque recíproco que realizan las personas con sus fuerzas y armas (Moliner, 1997). Sin embargo, en un sentido figurado, ese "luchar con, contra y por" puede verse como el esfuerzo individual o colectivo que se realiza para alcanzar una cosa sin el uso necesario de la fuerza violenta. Esta última es la acepción que se desprende también de la teoría de Honneth, tal y como se puede constatar en la siguiente cita textual:

[...] fue capaz de dar una nueva configuración teórica al modelo de "lucha social" introducido por Maquiavelo y Hobbes: no veía en este conflicto simplemente una negatividad que hay que neutralizar, sino que la reconducía a impulsos morales. Puesto que antes había atribuido a la acción de la lucha el significado específico de una lesión de las relaciones sociales del reconocimiento, también podía reconocer en él el médium central de un proceso de formación ético del espíritu humano. En otras palabras, la misma experiencia de la conflictividad le lleva al proceso de formación ética para superar esos conflictos (Almarza Mañica, 2010: 10).

¿Reconocimiento? ¿Indignación? ¿Pueden entrelazarse ambos conceptos? En este artículo la respuesta es afirmativa. Si se ha dicho anteriormente que luchar puede ser visto como un esfuerzo individual o colectivo por alcanzar una cosa sin el necesario uso de la violencia, la indignación será ese sentimiento que tiene lugar cuando somos conscientes de que estamos siendo menospreciados (nosotros o terceras personas), de que no somos reconocidos, y, por consiguiente, será el sentimiento que nos empoderará para luchar, para pedir cuentas y para realizar el esfuerzo de exigir soluciones por medio de la movilización social y en favor del reconocimiento. Todo ello defenderemos en este trabajo, siempre por medios pacíficos (Comins et al., 2011a, 2011b; París, 2010b, 2013). De ahí que sea tan necesario educar en él.

La conexión que en estas páginas estamos estableciendo entre el reconocimiento y la indignación puede ampliarse aún más, si se tiene en cuenta que Axel Honneth (1997) plantea la distinción entre tres tipos de reconocimiento que surgen a partir de tres menosprecios. En este lugar, el autor se refiere a: 1) El reconocimiento a la integridad física, que surge como consecuencia de actitudes basadas en el amor, dando lugar a un incremento de la autoconfianza. 2) El reconocimiento como miembros de una comunidad jurídica, que surge como consecuencia de las actitudes basadas en el respeto, dando lugar a un incremento del autorrespeto. 3) El reconocimiento a las diferentes formas de vida, que surge como consecuencia de las actitudes basadas en la solidaridad, dando lugar a un incremento de la autoestima.

Esta diferenciación lleva a afirmar que un menosprecio a cualquiera de estas tres formas de reconocimiento será el causante de la indignación necesaria para la organización de las luchas sociales, visibles a través de movimientos sociales, que, en este trabajo, estamos defendiendo serán las que permitirán, al mismo tiempo, conseguir el tan ansiado reconocimiento. Sin embargo, la idea que realmente se quiere destacar en estas páginas, muy en especial mediante los textos de Axel Honneth, es el papel que los movimientos sociales tienen para la transformación del sufrimiento humano y de la naturaleza por medios pacíficos, pero sin olvidar que la indignación es uno de esos sentimientos clave que hacen posible que las personas se empoderen, es decir, que adopten un papel más activo gracias al hecho de haber tomado conciencia de los problemas que afectan a la humanidad, y que busquen alternativas mucho más humanas a dichos problemas.

Como se puede apreciar, la reflexión en torno al sentimiento de la indignación es, en este artículo, desde un posicionamiento concreto, en conexión con la teoría del reconocimiento de Axel Honneth, aún a pesar de ser muy consciente de que se podría ampliar desde otras muchas perspectivas filosóficas, que no necesariamente tendrían tan en cuenta sólo la importancia del sentirse reconocido. No obstante, se ha escogido aquí esta teoría por su vinculación con la filosofía para la paz de la Cátedra Unesco de Filosofía para la Paz de la Universidad Jaume I, que −como se ha dicho con anterioridad− está sirviendo también de fundamento a las ideas planteadas. Sólo por hacer una anotación, es importante recordar que el concepto de reconocimiento que maneja Axel Honneth se une al calificativo de recíproco o mutuo y, por lo tanto, enfatiza la importancia de la intersubjetividad, de las relaciones humanas, al igual que se hace desde la filosofía para la paz.

Como diría Kant (1985), las personas tenemos una insociable sociabilidad, lo cual significa que necesitamos de los otros y de las otras, aunque en ocasiones actuemos como si no fuera así. La tendencia a la sociabilidad determina nuestras vidas, de ahí que sea tan necesario relacionarnos con quienes nos rodean, incluso para reconocernos a nosotros mismos y a los demás. Esta es la razón por la que el reconocimiento mutuo adopta un sentido dialéctico según el cual, y de acuerdo con la tradición hegeliana, me reconozco a mí misma sólo en el momento en el que reconozco a los demás, pues es en ese exacto momento donde comprendo las diferencias y similitudes que tenemos como seres humanos.

Entonces y de acuerdo con estas ideas, nuestra identidad se construye de forma intersubjetiva, en contacto con las otras personas, reconociéndome a mí misma en el preciso momento en el que me doy cuenta de qué rasgos me asemejan y me diferencian de las otras personas. Así se aprecia que este reconocimiento mutuo es muy distinto a los otros tipos estudiados, por ejemplo, por Paul Ricoeur (2005) en sus trabajos, donde además señala un reconocimiento como identificación y un reconocimiento de sí mismo.

En conclusión

Indignarse. Empoderarse. Adoptar un papel activo. Imaginar otras alternativas más humanas para los problemas que afectan a la sociedad. Éstas son afirmaciones que se han venido haciendo en estas páginas con el fin de resaltar la importancia del sentirse indignado y de educar en este sentimiento, sobre todo para ser capaces de organizar luchas pacíficas sociales (movimientos sociales) propicias a la transformación pacífica de las realidades injustas. Ideas que, como se puede apreciar, tienen una relación directa con el objetivo planteado en este texto, a través del cual se quiere poner el énfasis en la necesidad de potenciar la imaginación y la indignación, siendo estas últimas dos actitudes que se buscan desde la filosofía para la paz (respaldada en este texto con los argumentos de la escuela de filosofía para niños), pues lo que ciertamente se pretende es construir alternativas pacíficas para la transformación del sufrimiento humano y de la naturaleza.

Por consiguiente, se debe recordar que en este trabajo la reflexión se ha hecho desde una mirada más aplicada de la filosofía, con la filosofía para la paz y la filosofía para niños, y en conexión con la fenomenología lingüística de Peter Frederick Strawson y con la teoría del reconocimiento mutuo de Axel Honneth. Además, se ha ido contextualizando con el caso de España, debido a la situación de crisis financiera y de recortes sociales que se están viviendo en el país. Sin embargo, se ha resaltado que este estudio puede extrapolarse a cualquier otra parte del mundo donde aflore la violencia favorable a la injusticia social.

Educar en la indignación. Mostrar su necesidad social. Destacar el papel que la filosofía puede desempeñar para la consecución de este objetivo y, más concretamente, de la filosofía para niños y de la filosofía para la paz. Escuelas generadoras del espíritu crítico y del cuestionamiento tan necesario para establecer diálogos transformadores de las realidades violentas por medios pacíficos. Pensamientos capaces de provocar el delirio y la imaginación, que harán posible abordar la injusticia social y transformar el mundo que, en estos momentos, parece estar patas arriba.

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1Este trabajo se inserta en el proyecto de investigación "De víctimas a indignados: visibilidad mediática, migración de imágenes, espectacularización de los conflictos y procesos de transformación social hacia una cultura de paz" (código P1·1A2012-05), dirigido por el Dr. Vicente José Benet Ferrando del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Universitat Jaume I, y financiado por el Plan de Promoción de la Investigación de la misma universidad.

2El Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Corominas (1961: 267 señala su procedencia del griego philéō (yo amo). Por lo tanto, la philosophía (φιλοσοφια) estaría compuesta de las palabras philein (amor por) y sophia (sabiduría), dando lugar a la philosophía como "amor por la sabiduría" (Ferrater Mora, 1994) y a philósophos como la persona que gusta de un arte o ciencia intelectual (Corominas, 1961: 267). A esta definición etimológica se le puede añadir otra que pone el énfasis en la noción de thaumatzein, que implica una actitud de extrañeza y admiración (Martínez Guzmán, 2005).

3Por citar algunas de estas publicaciones, se puede destacar el libro que David Papineau publicó en 2004 titulado Filosofía. Guía ilustrada para comprender y usar la filosofía hoy en día, en el que pretende resumir algunas de las aportaciones más destacables de los pensadores occidentales, desde Platón hasta Derrida. El autor lleva a cabo este recorrido buscando conexiones con problemas propios del siglo XXI y en relación, muy especialmente, con la ciencia, la tecnología, la clonación y la investigación de células madre. En 2011, José Ignacio Galparsoro también publicó Pensar la filosofía hoy, un libro donde pone sobre la mesa cómo la filosofía ya no parece estar hoy en día en el terreno del saber, a diferencia de lo que viene sucediendo con otras disciplinas, las cuales, además, se atribuyen una serie de competencias que tradicionalmente han correspondido a la filosofía. Con el mismo estilo, Emilio Lledó Iñigo dio a conocer en 2012 su libro La filosofía hoy, en el que invita a pensar acerca de la importancia de la reflexión filosófica, sobre su valor para interpretar el mundo donde vivimos.

4Con esta misma intención de darle un sentido más cotidiano a la filosofía se publican otros muchos libros, como Platón y un ornitorrinco entran en un bar: la filosofía explicada con humor (2009) de Daniel Klein y Thomas Cathcart, Filosofía para bufones de Pedro González Calero (2007) y Los superhéroes y la filosofía: la verdad, la justicia y el moso socrático de Tom Morris (2010).

5Para la práctica de estos diálogos existen materiales clásicos de Mathew Lipman, como son El descubrimiento de Harry (1988c), Lisa (1988d), Pixie (1989b), Mark (1989c), Kio y Guss (1992), Elfie (2000c), Suki (2000d), Nous (2004b) y Natasha: aprender a pensar con Vygostky: una teoría narrada en clave de ficción (2004c).

6Como ya se ha dicho previamente, la filosofía para la paz es una línea de investigación fundada por el Dr. Vicent Martínez Guzmán que se viene trabajando en la Cátedra Unesco de Filosofía para la Paz y del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Social y Paz de la Universitat Jaume I. A nivel de docencia se imparte, muy especialmente, en el Máster Universitario y Doctorado en Estudios Internacionales de Paz, Conflictos y Desarrollo de la misma universidad.

7Aunque es importante tener en cuenta que la reflexión filosófica, y en especial la filosofía para la paz, es capaz de proponer de forma concreta acciones para la transformación pacífica del sufrimiento humano y de la naturaleza, la finalidad de este trabajo es, más bien, la de generar una reflexión sobre la necesidad de recuperar la imaginación y el sentimiento de la indignación en la sociedad actual, con el propósito de que las personas seamos cada vez más capaces de pensar en esas posibles acciones concretas.

8La paz positiva supone definir la paz por lo que la paz es, como aquella situación favorable a la satisfacción de los derechos humanos básicos, donde la justicia es posible y se favorece también el desarrollo. Este concepto de paz difiere de aquel otro más tradicional, según el cual la paz es la no guerra, dando lugar a la noción de paz negativa.

Recibido: 30 de Enero de 2014; Aprobado: 10 de Diciembre de 2014

Sonia París Albert. Doctora por la Universitat Jaume I (Castellón, España) y profesora de Filosofía en el Departamento de Filosofía y Sociología de la misma universidad. Líneas de investigación: historia de la filosofía, fenomenología, filosofía para la paz y la transformación pacífica de los conflictos. Publicaciones recientes: Sonia París Albert, "Philosophy, Recognition and Indignation", en Peace Review. A Journal of Social Science, vol. 25, núm. 3 (2013); Sonia París Albert, "Sobre ciertos dualismos de la racionalidad en diálogo con la Neurofilosofía", en Daimon. Revista Internacional de Filosofía, núm. 59 (2013); Irene Comins Mingol y Sonia París Albert, "Los desafíos de la neurociencia. Un análisis desde la filosofía para la paz", en Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, año 20, núm. 62 (2013).

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