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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.21 no.66 Toluca sep./dic. 2014

 

Reseñas

 

La crisis del pensamiento crítico y de las prácticas emancipatorias en tiempos de primavera

 

The crisis of critical thinking and emancipating practices in springtime

 

Olver B. Quijano-Valencia

 

Raúl Zibechi y Michael Hardt (2013), Preservar y compartir. Bienes comunes y movimientos sociales, Buenos Aires, Argentina: Mardulce, 130 pp. ISBN: 978-987-29054-1-5.

 

Universidad del Cauca, Colombia. oquijano@unicauca.edu.co

 

 

Diversas premisas, ideas y propuestas casi a contrapelo se movilizan en el libro Preservar y compartir, sin duda, más de la autoría de Raúl Zibechi que de Michael Hardt. Son ellas una especie de detonante medular tanto para las ciencias sociales convencionales, que atraviesan una de sus mayores crisis de inteligibilidad, como para la mayor parte de los movimientos sociales, hoy congelados en sus apuestas estadocentristas, sus prácticas vanguardistas y sus soportes en la Teoría revolucionaria moderna eurocéntrica.

Los distintos y siempre sugerentes planteamientos a los que nos tiene acostumbrados el pensador/educador y activista/militante Raúl Zibechi en sus numerosas publicaciones, entrevistas, conferencias y conversaciones muestran la crisis del pensamiento crítico y de las prácticas emancipatorias. En tanto, por una parte, si bien los cientistas sociales —o cuentistas sociales según Zibechi— hacen esfuerzos interpretativos, tal ejercicio no logra la profundización y comprensión de las agendas y agencias socio/políticas en su complejidad, sus lugares y sus apuestas particulares, muchas de ellas distanciadas del progreso liberal y de la revolución marxista.

En esto consiste también el problema epistemológico y las dificultades del pensamiento hegemónico monológico y monocultural. Por otro lado, si bien se enfatiza en los límites del capitalismo y la evidente crisis civilizacional, también Zibechi anuncia contundentemente los cerramientos de los movimientos sociales convencionales y lo inocuo de muchas de sus prácticas de agenciamiento y resistencia como de sus métodos históricos de organización, en tanto "las estructuras de la vieja resistencia han dejado de ser útiles para combatir en este periodo donde todo se descompone. Nuestro mundo también se descompone. Por eso estamos forzados a reinventar nuevas herramientas y nuevos mundos. En peores condiciones para enfrentar la crisis están las teorías, las ideologías y los análisis científicos" (p. 121).

El libro tiene su punto de origen en una entrevista realizada por Michael Hardt a Raúl Zibechi con la finalidad de conocer sus impresiones y consideraciones acerca de los movimientos sociales latinoamericanos, sus tipos de organización, sus relaciones con los gobiernos progresistas y, claro, sus entronques con los movimientos del hemisferio Norte, pues se trata de dos formas emancipatorias distintas e inscritas en la denominada "primavera", la perspectiva de la indignación y las revueltas antineoliberales. El pensador/educador uruguayo plantea sus convicciones que ponen en tensión algunas premisas de ciertas ciencias sociales, así como de numerosas prácticas de resistencia de la mayor parte de los movimientos.

Son de interés en esta entrevista asuntos como las características de los nuevos movimientos sociales latinoamericanos, los tipos de organización —horizontal, autónoma y democrática—, la cronología de esta cruzada contra la política neoliberal, la naturaleza y dinámicas de dichos movimientos, las relaciones y tensiones con los gobiernos progresistas, la concepción de América Latina como "anomalía dentro del panorama global del statu quo sostenido", los nuevos movimientos sociales y su poca o exigua influencia e inspiración en el pensamiento político contemporáneo europeo y norteamericano, el protagonismo del movimiento indígena en América Latina y su relación o distanciamiento con la izquierda no indígena, los movimientos sociales y los beneficios/peligros de acceder al poder estatal o de ser gobierno, la necesidad de instituciones posestatales, la cooptación de los gobiernos progresistas por la égida liberal reactualizada, el vanguardismo y la función del intelectual en estos movimientos, y entre otros, los desafíos y las esperanzas puestas en muchas de estas iniciativas políticas, aun en medio de la exacerbada apropiación y privatización de los bienes comunes y del riesgo que enfrentan todos los sectores estratégicos de la vida.

Sobre el particular son capitales afirmaciones y precisiones que Zibechi realiza frente a estos temas, entre las cuales es indispensable destacar, entre otras, las siguientes:

1) Los movimientos más nuevos no son organizaciones estadocéntricas. "Significa que en sus formas de organización no reproducen la lógica del Estado y sus instituciones afines. Me refiero a instituciones que generan burocracia, división jerárquica del trabajo y estructuras de poder dispuestas de modo piramidal. En los movimientos sociales de la actualidad en América Latina no existe una estricta división entre la dirección y sus bases, entre quienes dan las órdenes y quienes las ejecutan, entre el saber y el hacer" (p. 16). En tal sentido, no se trata de abordar la "estrategia de dos pasos", es decir, de la toma del poder estatal como preámbulo para la transformación social, pues sus prácticas están más del lado de la flexibilidad, la movilidad, la horizontalidad, las aperturas y los afectos.

2) La emergencia de nuevos actores sociales alejados del discurso y la aspiración revolucionaria moderna de cuño eurocéntrico y de las prácticas patriarcales y (neo)coloniales, realidad que implica no sólo ampliar las analíticas sino ante todo desbordar la usual interpretación marxista, anarquista y hasta posmoderna siempre inscritas en alternativas modernizadoras en desmedro de nuevos modos que posicionan aprendizajes relacionados con "otra forma de hacer, los vínculos cara a cara, no crear organizaciones instrumentales sino organizaciones donde las personas no son un fin en sí mismos ni un instrumento" (p. 47). Es el paso del Estado como epicentro al territorio y el lugar como escenarios para la vida comunal.

3) Las plataformas analíticas y el pensamiento político que inspira y moviliza estos movimientos han demostrado el valor de nuestra premisa acerca de cómo América Latina se convierte paulatinamente en "precipicio de la teoría" (Quijano, 2012), pues sus urgencias y sus singularidades propias de una realidad descomunal no son sólo susceptibles de estudiar y analizar con los recursos convencionales del pensamiento europeo y norteamericano. En especial se deja ver cómo algunas corrientes sociológicas en torno a los movimientos sociales producidas en el Norte son importantes en el contexto académico, pero igualmente poco pertinentes o de escasa utilidad para pensar la realidad de América Latina en tanto no se trata de una sola sociedad, "sino de sociedades que se dan a un mismo tiempo como zonas de penumbras y contornos porosos cuyas fronteras e identidades o bien son resbaladizas, o bien no existen" (p. 39). De ahí que Zibechi reconozca la escasez en el mundo académico europeo y norteamericano de trabajos que expliquen cabalmente y sin distorsiones la realidad latinoamericana.

Frente a este vacío, se valoran y exaltan los aportes de pensadores como Alejandro Moreno (Venezuela), el colectivo PRATEC en Perú, Silvia Rivera Cusicanqui y Luis Tapia (Bolivia), Rodrigo Montoya (Perú), el subcomandante Marcos, a los cuales podrían agregarse un sinnúmero de intelectuales que poco o nada tiene que ver con el mercado editorial y universitario, pero que desarrollan análisis desde instituciones, organizaciones y movimientos sociales asumidos como entornos epistémicos o comunidades de pensamiento. No obstante, continúa siendo grande el peso del pensamiento euro-usacéntrico en analistas de derecha, centro e izquierda, quienes no dejan de apelar a la bibliografía doctrinal hegemónica, despreciando el ideario, las categorías y las formas comprensivas y de análisis que, entre otras cosas, refiguran la política del nombrar. También, "el pequeño sector crítico siente que está mucho más familiarizado con Deleuze o Nietzsche que con Felipe Quispe o Luís Macas" (p. 43) o con cualquiera de los hombres y mujeres que integran esa multiplicidad latinoamericana de actores y sujetos epistémicos.

4) El rol protagónico y diferenciado que han jugado los movimientos y movilizaciones indígenas en las perspectivas del cambio social, fundamentalmente por la singularidad de sus formas de organización y sus anuncios en especial para la izquierda —indígena y no indígena—. Sobre el particular Zibechi destaca aspectos y procesos que tienen que ver con el "triunfo de la comunidad frente a la asociación" (p. 44) y el desafío civilizacional, esta vez asociado con la instalación e instauración de la lógica comunitaria más allá de sus territorios. Se trata del horizonte del Sumak Kawsay (Buen vivir) y su imposibilidad de convivir con el Estado liberal, lo cual supone no sólo la modificación y/o refundación de las estructuras estatales para construir algo distinto, sino la necesidad de instituciones pos-estatales como lugares de la creatividad y de otras formas de hacer, es decir, de la producción de alternativas y diferenciales formas de gobierno. No obstante, se advierte cómo el Sumak Kawsay o Buen vivir constituye hasta el momento un conjunto de declaraciones sin mayores y contundentes desarrollos prácticos y operativos, pues su inserción en los marcos constitucionales y políticos de países como Ecuador y Bolivia ha servido contradictoriamente para impulsar procesos neodesarrollistas y neoextractivistas, esta vez bajo el soporte de aparatos filantrópicos estatales.

5) En procesos donde los cambios no derivan de gobiernos liberales y progresistas, no todos los movimientos sociales tienen como propósito la toma del poder estatal y su constitución en gobierno, sino y ante todo la "autoconstrucción de un mundo otro [...] pues la intención no obedece a la voluntad de crear un nuevo mundo, sino a la de recuperar un mundo perdido: restituirlo, ordenarlo, restablecerlo, preservarlo de la destrucción, no bajo un orden estatal sino cósmico [...] se trata de restablecer el equilibrio, el regreso de lo que estaba marginalizado, apartado, oculto" (p. 57). Sin duda, en esta apuesta política, epistémica y existencial, el zapatismo sirve de inspiración teórica y emancipatoria a través de su proyecto y sus prácticas autonómicas que han puesto en tensión al progreso liberal y a la revolución marxista.

Empero, en la producción de alternativas es indispensable pensar en la necesidad de una mutación cultural, es decir, en la movilización de políticas del sujeto que logren afectar la seducción desarrollista, las maneras de desear y aspirar al legado liberal y marxista, las reactualizaciones del sistema y hoy la nefasta expansión del (neo)extractivismo y sus formas institucionales que ponen en riesgo los sectores estratégicos de la vida, en tanto profundizan formas neocoloniales denominadas por David Harvey como "acumulación por desposesión" o "acumulación por guerra", según Zibechi. Esta suerte de erótica desarrollista también pasa por la adopción de interpretaciones con ojos marxistas, liberales, anarquistas y posmodernos, es decir, de "ver lo propio, lo cercano con los ojos ajenos, con la arrogancia y las manías de los imperios" (Ruíz-Navarro, 2103) desde donde históricamente se ha distorsionado gran parte de los fenómenos de nuestra América.

6) Raúl Zibechi entiende a la refiguración y a la creación de movimientos no como grandes, monolíticas e inamovibles estructuras sino como un "deslizar-se, correr-se del lugar material y simbólico poniendo en cuestión la identidad/prisión para asumir/construir una nueva identidad. En este último sentido, el movimiento significa flujo, la facultad colectiva de cuestionar el lugar social. Se trata de eso que aprendimos sobre todo de las mujeres, de los indios y de los afrodescendientes (p. 83), lo que también tiene implicaciones para el pensamiento crítico, pues "pensar críticamente es lo contrario del marketing, es pensar contra uno mismo, contra lo que somos y hacemos (p. 125).

7) Estas apreciaciones también enfatizan en la defensa de los territorios y los bienes comunes, temas de trascendencia en las dinámicas del capitalismo contemporáneo y de los movimientos sociales latinoamericanos, muchos de ellos ocupados en su combate al extractivismo exacerbado y a las nuevas formas de apropiación de los bienes comunes y del conocimiento. La contribución sobre este tema la realiza Michael Hardt, quien reflexiona y hace precisiones sobre los bienes comunes en sus dos acepciones, a saber: por una parte, la de los movimientos interesados en el cambio climático o en temas ecológicos para quienes "los bienes comunes son todos aquellos elementos que se refieren a la tierra y sus ecosistemas incluyendo la atmósfera, los océanos, los ríos y los bosques, así como todas las formas de vida que interactúan con ellos. Por la otra, se ubican los movimientos sociales anticapitalistas que entienden por bien común a todos aquellos productos del trabajo y la creatividad humana que compartimos: ideas, conocimientos, imágenes, códigos, afectos, relaciones sociales y demás" (p. 92).

Como lo manifiesta Hardt, los bienes comunes, los ecológicos (naturales) y los económico-sociales (artificiales) son objeto de atención por parte de la producción empresarial corporativa capitalista a través de procesos de expoliación, biopiratería y privatización para acrecentar la "productividad y la necesidad de lo privado en favor de la tradicional acumulación capitalista" (p. 100). Estas estrategias privatizadoras han pasado por los servicios de transporte, medios de comunicación, telefonía y agua, los recursos naturales (especialmente minerales), provocando a su vez numerosas luchas y protestas en algunos países —Guerra del agua (2000) y la Guerra del gas (2003) en Bolivia—, así como la necesidad de imaginar formas alternativas de gestión y promoción de los bienes comunes en pro de la vida.

El deterioro de los bienes comunes por la apropiación privada y su determinación en la producción capitalista se explica también en el marco expansivo de la "economía verde" (Green economy) y la práctica del neoextractivismo donde el capital natural se comporta como activo económico y commodity global. Sin duda, Hardt nos muestra el desenvolvimiento de estas dos lógicas en conflicto (las anticapitalistas y las del cambio climático), advirtiendo cómo las soluciones y demandas pasan por la retórica de la urgencia y del "ya es tarde", asunto que en el contexto comunitario es secundario, pues la conformación de la comunidad y de los procesos autonómicos caminan con ritmos distintos y el fin del tiempo no es más que la génesis de otros y nuevos mundos. Como lo advierte Hardt, frente a este fenómeno, "la tarea de los movimientos de hoy es comprender las antinomias que conllevan los conceptos del bien común, digerirlas, trabajarlas y atravesarlas para crear un nuevo marco práctico y conceptual" (p. 115).

En todo este interesante debate no dejan de presentarse apreciaciones propias de lecturas metropolitanas que muchas veces no guardan estricta consonancia con las realidades de gran parte del contexto latinoamericano, pues si bien es importante la afirmación de Michael Hardt acerca del primado en el mundo de la desmaterialización económica y del descentramiento de la producción industrial, en nuestro contexto "no es que necesariamente asistamos a una declinación histórica del capitalismo industrial y al triunfo de formas postindustriales ancladas en el conocimiento y la inmaterialidad, pues contrariamente lo que observamos son movimientos estratégicos que combinan eficientemente alianzas entre manifestaciones de la new economy, como puede apreciarse en iniciativas de reprimarización, terciarización e industrialización en medio de múltiples juegos de optimismo obligatorio, economicista y felicista" (Quijano, 2011: 33).

Para el caso de América Latina y frente a la expansión del (neo)extractivismo y el (neo)desarrollismo hoy también en manos de gobiernos "progresistas" que hablan de extractivismo progresista, sensato e indispensable, lo que sí es susceptible de constatación es el intenso proceso de reprimarización económica evidenciado en el énfasis en recursos naturales de todo tipo, la adopción de la naturaleza como reservorio de riqueza y, en general, en la sobrevaloración de la biodiversidad como un complejo cuerpo con grandes alcances rentísticos, aspectos que establecen una cartografía de la nueva "riqueza de las naciones", en la cual sus estilos de desarrollo son, sin duda, insustentables.

El libro finaliza con una carta de Zibechi al subcomandante insurgente Marcos del EZLN, como respuesta a la invitación que éste le hiciera para sumarse y aportar al debate sobre ética y política. En esta carta el pensador/educador y activista/militante insiste en planteamientos esbozados en apartados anteriores del libro, haciendo hincapié en los riesgos de un sistema que desde el poder repartido entre conservadores, derechas y seudoizquierdas, desprecia a todos los abajos, sujetos convertidos hoy en objetos de todas las guerras, entre ellas la más desactivante y sutil: la guerra de políticas sociales y sus aparatos filantrópicos.

Entre palabras y palabras, estadísticas, datos y análisis de funcionarios, analistas y dirigentes, como ya lo habíamos advertido, se movilizan numerosas y multicolores formas de agenciamiento socio-político en defensa de la dignidad y la vida, pero ante todo por fuera de las vanguardias, las viejas formas de resistencia y las teorías e ideologías euro-usacéntricas convencionales.

Se trata de desconcentrar el poder y el saber atribuido a los dirigentes y a las prácticas vanguardistas para volver la mirada a la gente común, a hombres, mujeres y niños con sus historias, pensamientos, tradiciones, apuestas, identidades y actualidades como apuesta que puede contribuir a eliminar el ejercicio de mirar siempre hacia arriba, práctica que "nos embotó la capacidad de ver, de escuchar, de sentir las alegrías y los dolores de los de abajo" (p. 129).

En medio de nuestra singularidad y potencialidad, "ya no es posible pensar críticamente por fuera del estado de excepción" (p. 130) permanente, pues éste es el lugar y el estado donde siempre se imagina y se moviliza también el autoaprendizaje, la autoeducación, la autonomía y la horizontalidad, así como el acto de mo-verse, "porque los subalternos, los de abajo, sólo nos volvemos visibles cuando nos movemos, cuando reclamamos, cuando exigimos, cuando dejamos la pasividad y la inercia" (p. 80).

Grosso modo, son éstos los planteamientos que de manera sugerente y desafiante hace en especial Raúl Zibechi y subsidiariamente Michael Hardt, asuntos que no sólo dan muestras del cuadro global de luchas socio/políticas sino también de sus lógicas y estilos organizativos diferenciales no estadocéntricos, siempre inspirados en una nueva "política del lenguaje", del sujeto y de la acción colectiva que paulatinamente ponen en tensión los estilos reivindicativos e institucionales de los viejos movimientos sociales condicionados por el progreso liberal, la revolución marxista y por las prácticas del patriarcado y del colonialismo, aquellas que aún nos impiden aprender, pensar y hacer de otros modos.

Como lo afirma Zibechi, a pesar de que "el capital sigue confundiendo muestras mentes y corazones" (p. 66), diversas transformaciones epistémico/hermenéuticas, como diversos procesos y agenciamientos de otros actores y prácticas, dan cuenta de horizontes y repertorios de pensamiento y de protesta/propuesta desde donde se evidencia cómo la relación entre ética y política "necesita de un lugar otro para echar raíces y florecer". Ese lugar es abajo y a la izquierda (p. 123); procesos posibles también gracias a la práctica de caminar juntos y de ampliar la conversación.

 

Bibliografía

Quijano Valencia, Olver (2012), EcoSImías. Visiones y prácticas de diferencia económico/cultural en contextos de multiplicidad, Popayán: Universidad del Cauca / Universidad Andina Simón Bolívar.         [ Links ]

Quijano Valencia, Olver (2011), Eufemismos. Cinismo y sugestión en la actual ampliación del campo de batalla, Popayán: Universidad del Cauca.         [ Links ]

Ruiz-Navarro, Catalina (2013), "La conquista y Wendy", en Diario El Espectador, Colombia. Disponible en: http://www.elespectador.com/opinion/conquista-y-wendy-columna-454197        [ Links ]

 

Información sobre el autor:

Olver B. Quijano Valencia. Doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos, Universidad Andina Simón Bolívar, Ecuador; Magíster en Estudios sobre problemas políticos latinoamericanos, especialista en Docencia sobre Problemas latinoamericanos, contador público y con estudios en Antropología. Profesor titular en la Universidad del Cauca, Colombia. Líneas de investigación: crítica poscolonial, cultura y transformaciones contemporáneas, economías, sociedades y culturas, y visiones y prácticas de diferencia económico-cultural. Publicaciones recientes: "Economía, ecosimías y perspectivas decoloniales. Elementos sobre visiones y prácticas de diferencia económico/cultural", en Pedagogías decoloniales: Prácticas insurgentes de resistir, (re)existir y (re)vivir (2013); Ecosimías. Visiones y prácticas de diferencia económico-culturales en contextos de multiplicidad (2012); Eufemismos. Cinismo y sugestión en la actual ampliación del campo de batalla (2011).

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