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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.21 no.66 Toluca sep./dic. 2014

 

Artículos científicos

 

Capital social y pobreza multidimensional, el caso de hogares pobres en Monterrey, México

 

Social capital and multidimensional poverty; the case of poor households in Monterrey, Mexico

 

Luis Portales

 

Universidad Cristóbal Colón, México. portales.luis@gmail.com

 

Recepción: 28 de junio de 2013.
Aprobación: 8 de abril de 2014.

 

Resumen

El Área Metropolitana de Monterrey, a pesar de tener indicadores de desarrollo superiores al de la mayoría de las ciudades de México, presenta hogares en condiciones de pobreza similares a los observados en las regiones más pobres del país. En este contexto, la presente investigación muestra la relación entre el capital social de los hogares en una colonia de Monterrey con altos niveles de rezago social y sus niveles de pobreza. Para ello se utilizó una técnica de corte etnográfico denominada redes personales y un análisis de corte estadístico, que permite observar cómo hogares con los niveles más elevados de pobreza utilizan su capital social como una estrategia de vida para dar respuesta a sus carencias sociales, mientras que los hogares con menores niveles de pobreza hacen uso de un capital social más estratégico que les permite acceder a una mayor diversidad de recursos económicos, sociales e institucionales.

Palabras clave: capital social, pobreza multidimensional, hogares pobres, visión minimalista, estrategia de vida.

 

Abstract

The Metropolitan Area of Monterrey, despite having higher development indicators than most of the cities in Mexico, presents households in poverty conditions similar to those observed in the poorest regions of the country. In this context, this study presents the relationship between the households' social capital located in a neighborhood with high levels of social backwardness and poverty levels. For this purpose, an ethnographic technique called personal networks and statistical analysis were used to observe how households with higher levels of poverty use their social capital as a living strategy that responds to the social need they have, and the way in which households with lower levels of poverty make use of amore strategic social capital that allows them to access a wider range of economic, social and institutional resources.

Key words: social capital, multidimensional poverty, poor households, minimalistic vision, living strategy.

 

Introducción

Las ciudades latinoamericanas se caracterizan por la desigualdad en su interior. En ellas hay hogares con ingresos y niveles de educación, salud y vivienda similares a los de la población más rica del mundo, así como hogares sin los ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades de alimentación (Ziccardi, 2008a). A pesar de compartir el mismo territorio, los hogares tienden a agruparse en colonias o barrios según su nivel socioeconómico. Este fenómeno ha dado lugar a la existencia de polígonos o cinturones de pobreza al interior de las ciudades, dentro de los cuales se suele concentrar la mayor cantidad de hogares con algún tipo de rezago social y pobreza.

A pesar de los niveles de rezago social que presentan estos polígonos o cinturones en su generalidad, no todos sus hogares tienen las mismas características. Por ejemplo, algunos poseen ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades económicas, pero no cuentan con servicios de cobertura en materia de seguridad social. Otros no tienen ingresos suficientes para cubrir sus necesidades básicas pero cuentan con protección social; y otros se encuentran en condiciones de pobreza extrema, es decir, no tienen los ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades alimentarias.

Esta heterogeneidad en la pobreza de los hogares al interior de un mismos polígono o territorio ha llevado a que ésta sea abordada desde una perspectiva multidimensional (Alkire y Foster, 2011; Calvo, 2008; Deutsch y ­Silber, 2005). También ha generado la interrogante sobre cuáles son los motivos o circunstancias que hacen que dos hogares ubicados a una distancia, entre sí, de cien metros y con acceso a la misma infraestructura social —escuelas, centros comunitarios, centros de salud, servicios públicos, entre otros— presenten niveles de pobreza tan diferentes.

Una posible respuesta a esta interrogante ha sido en el tipo de capital social que cada uno de ellos posee y la forma en que lo movilizan (Gordon, 2008; Narayan, 1999; Robison et al., 2003; Sandoval y Lima, 2012). Este supuesto se sustenta en el hecho de que el capital social, por definición, tiene la capacidad de movilizar otros tipos de capitales permitiendo a los actores que lo utilizan a acceder a mejores condiciones de vida (Bartkus y Davis, 2010).

Para responder esta pregunta, el presente artículo expone un análisis que muestra cómo el capital social está relacionado con el nivel de pobreza de los hogares en la colonia Fernando Amilpa, en el Área Metropolitana de Monterrey (AMM), y presenta Índices de Rezago Social (IRS) similares a los de entidades como Chiapas, Guerrero o Oaxaca, a diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de dicha área donde los indicadores socioeconómicos promedio son los más elevados de México.

Este análisis es relevante porque expone la forma en que hogares con mayores niveles de pobreza han integrado al capital social como una estrategia que responde a sus carencias sociales y económicas; así como la forma en que hogares con menores niveles de pobreza ocupan un capital social más diverso y estratégico para acceder a mejores recursos económicos, sociales e institucionales, incrementando sus condiciones de vida y reduciendo su situación de pobreza. Este análisis contribuye a comprender la relación entre la forma como los hogares ocupan el capital social en función del nivel de pobreza que presentan, aun ubicándose en un mismo espacio geográfico.

Para ello, el artículo se divide en seis apartados. El primero muestra la relación entre capital social y pobreza, y como éste ha sido visto como una forma de combatirla. El segundo apartado expone el referente conceptual de capital social sobre el cual se desarrolló la investigación y que se sustenta en una visión minimalista del mismo.

El modo como el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) ha conceptualizado a la pobreza multidimensional se expone en el tercer apartado, sentando las bases para que, en el cuarto, se ofrezca la metodología seguida a lo largo de la investigación. En el quinto apartado se presentan los resultados del trabajo, los cuales son la base para exponer, en el sexto, algunas conclusiones sobre la relación que guarda el capital social y la pobreza en colonias con elevados índices de rezago social.

 

El vínculo del capital social con el combate a la pobreza

La idea de capital social, entendida como la capacidad de un determinado grupo de personas para organizarse y actuar de forma colectiva que permite el acceso a beneficios concretos, está presente desde la época de la Ilustración escocesa y en la Teoría sociológica clásica (Woolcock, 1998). Sin embargo, no es sino hasta la segunda década del siglo XX cuando surge como concepto, siendo en la década de 1990 donde comienza a ser vinculado como una forma de combate a la pobreza.

La construcción de la relación entre pobreza y capital social se sustenta en tres aspectos principalmente. El primero está vinculado con el aspecto funcional del concepto, el cual hace suponer que la movilización o construcción del capital social en un determinado territorio brinda la posibilidad a los actores de acceder a recursos que de otra forma no podrían hacerlo (Adler y Kwon, 2002; Millán y Gordon, 2004; Sabatini, 2006). Esta característica permite establecer que la población en condición de pobreza o que presenta alguna carencia tendrá la oportunidad de incrementar sus recursos por medio de la movilización de su capital social.

El segundo aspecto está relacionado con los efectos que genera en el actor que moviliza este capital y en la red social a la cual pertenece. Este efecto ha sido visto como la capacidad que tienen los pobres de empoderarse, tomando como base la confianza y el reconocimiento entre ellos, y construir normas de comportamiento y participación social orientadas a la consecución del bien común. Desde esta visión, una población empoderada tiene una mayor capacidad de decidir sobre los medios y formas que utilizará para mejorar sus condiciones de vida (Narayan, 2002) e incrementa su capacidad de incidir en aspectos vinculados con la política social y económica del país o región donde se encuentra (Sunkel, 2003).

Desde esta lógica, el capital social es una forma de consolidar la capacidad que tienen las poblaciones en situación de pobreza de autogestionarse y reorganizarse en torno a sus propios intereses y objetivos, reduciendo los patrones de exclusión donde se hallan (Durston, 2000, 2002). Esta capacidad los posiciona como actores clave en la toma de decisiones sobre cómo mejorar sus condiciones de vida e incrementa la posibilidad de salir de la condición de pobreza (Gordon, 2008; Robison et al., 2003; Sojo, 2007; Ziccardi, 2008b).

El tercer aspecto es la consideración de las formas sobre cómo las interacciones sociales que tienen los pobres —reflejadas en mecanismos de participación, estrategias de vida o modos de organización tradicionales— fungen como mecanismos para su supervivencia y posible erradicación de la situación en que se hallan. Es decir, el capital social ha puesto sobre la mesa de discusión de la pobreza la necesidad de conocer la forma en que las relaciones que poseen los hogares ayudan o detraen sus condiciones de vida.

Este aspecto ha contribuido al posicionamiento de que los pobres no son individuos carentes de todo capital, sino que cuentan con una serie de capitales que son movilizados en aras de lograr su sobrevivencia y de buscar la mejora de las condiciones en que se encuentran (Collins et al., 2009; Moser, 1998). Debido a la escasez de capital económico y humano de la población en pobreza, el capital social es considerado como un capital constante e inagotable que puede favorecer a asegurar lo mínimo necesario para vivir y, por ende, como una forma de combate a la pobreza (Collier, 1998).

Estos tres aspectos refuerzan la idea de que los pobres cuentan con un capital que en alguna u otra forma pueden ser movilizados para mejorar sus condiciones, y dan pie al vínculo entre la pobreza y el capital social, donde el segundo es visualizado como una forma de combatir y erradicación de la primera.

 

Visión minimalista del capital social: relaciones y redes sociales como forma de acceder a recursos

La relación entre capital social y pobreza hizo que el concepto fuera retomado y popularizado en investigaciones empíricas de diversas disciplinas de las ciencias sociales, fortaleciendo el debate teórico, metodológico y pragmático sobre dicho concepto (Millán y Gordon, 2004; Robison et al., 2003). Este debate trajo consigo el surgimiento de dos visiones del capital social: una de tipo de expansionista y otra minimalista (Ostrom et al., 2003).

La visión expansionista tiene como interés identificar la forma en cómo las relaciones de confianza, reciprocidad, redes sociales, participación comunitaria y el seguimiento de normas de comportamiento comunes a una determinada colectividad mejoran sus condiciones de vida, ya sea por la atención a problemáticas sociales en el seno de la comunidad de una manera más eficiente (Coleman, 1990, 2008; Durston, 2000; Ostrom, 2009; Putnam, 1993; Sunkel, 2003), por su capacidad de vincularse con otros actores institucionales y posicionar sus demandas en sus agendas (Ostrom y Ahn, 2009; Woolcock, 1998, 2001), o simplemente por la realización de acciones articuladas que están orientadas al desarrollo de la comunidad.

Esta visión parte del supuesto de que la colectividad tiene la capacidad de generar mecanismos de participación a través de los cuales satisface algunas de sus problemáticas. Esta capacidad se fortalece en la medida que la confianza y participación de sus integrantes se incrementan, mismas que se ve reflejada en la creación de normas que son emprendidas y respetadas por ellos, las cuales pueden situarse dentro de una lógica formal o informal, y que se caracterizan por el interés de dar respuesta a una problemática de corte colectivo.

La visión minimalista se centra en el análisis de la forma en que las relaciones y redes sociales generan un impacto en los actores que la conforman de manera directa (Ostrom et al., 2003). Su análisis se enfoca en el estudio de los beneficios o perjuicios que el capital social produce en actores específicos por el hecho de contar con una determinada relación social o de pertenecer a una determinada red social y no en los beneficios que genera para la colectividad. Está orientada a identificar qué tipo de relaciones sociales y estructuras de determinadas redes sociales permiten a determinados actores sociales —como pueden ser los hogares— acceder a recursos y beneficios que de otro modo no podrían hacerlo.

Esta visión toma en consideración la heterogeneidad que presentan los distintos actores sociales que confluyen en un cierto espacio social, permitiendo conocer cómo el capital social incrementa el acceso a otras formas de capital y las condiciones en que lo hace; así como hacer comparaciones entre actores con características similares y capital social diferente.

Dado que el objetivo de esta investigación es estudiar la relación entre el capital social de hogares y el tipo de pobreza que presentan, se optó por tomar esta visión como marco de referencia. De esta forma, el capital social del hogar, desde una óptica minimalista, es producto de las relaciones sociales que los miembros del hogar tienen por pertenecer a una determinada red social y que les da acceso a algún tipo de recurso —tangible o intangible— o capital. Es decir, está conformado por las relaciones sociales de los miembros del hogar y la red social que surge de la interacción de éstas, así como de la capacidad que estos dos componentes —relaciones y redes sociales— tienen de generar algún tipo de beneficio.

Las relaciones sociales se refieren al conjunto de actores con los cuales un miembro del hogar interactúa y que permiten el acceso a ciertos beneficios o recursos. Dichas relaciones pueden ser categorizadas de acuerdo con diversos criterios: fuerza del lazo entre dos o más personas —fuerte o débil— (Granovetter, 1973), motivaciones que generan esas relaciones (Wellman y Wortley, 1990), rol de los actores (Woolcock, 1998) o la función que las relaciones sociales tienen de acuerdo con su antigüedad (Nahapiet y ­Ghoshal, 1998). Estas categorizaciones suelen tomar en consideración la cercanía y diversidad entre los miembros del hogar y sus relaciones sociales.

El segundo componente que conforma el capital social desde esta visión es el relacionado con las redes sociales, las cuales tienen que ver con el número de relaciones sociales y la estructura de las mismas (Fuhse, 2009). La identificación de la red social permite conocer qué tipo de estructura favorece más al acceso de algún tipo de capital. En una red cerrada, donde la mayoría de los actores se conocen entre sí, se refuerza la homogeneidad del grupo y su identidad (Putnam, 1995; Svendsen y Haase, 2009; Woolcock, 1998); mientras que en una red más abierta se permite la conexión entre actores de diferentes perfiles y la existencia de huecos estructurales (Burt, 2005).

La identificación de relaciones y redes sociales toma en consideración la heterogeneidad de los diferentes hogares que confluyen en un determinado espacio social, permitiendo una mejor caracterización de su capital social y dando como resultado la posibilidad de establecer cuál es la relación que éste guarda con el tipo de pobreza que tienen, según los criterios establecidos por el Coneval, mismos que son descritos a continuación.

 

Definición y medición de la pobreza multidimensional en México

La definición de la pobreza ha sido causa de debate en México desde la década de 1970; sin embargo, el esfuerzo más articulado y actual se ha dado en el marco de un debate sobre la definición de los derechos sociales, suscitado por la creación, en 2004, de la Ley General de Desarrollo Social (Boltvinik, 2005; Cortés et al., 2003). Esta ley define como derechos sociales "...la educación, la salud, la alimentación, la vivienda, el disfrute de un medio ambiente sano, el trabajo y la seguridad social" (Ley General de Desarrollo Social, 2004: 3).

Con base en esta definición, el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México y el Coneval definieron a la pobreza multidimensional como aquella que se presenta cuando una persona tiene "... al menos una carencia social y no tiene un ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades" (Coneval, 2010: 12). Esta definición se operacionalizó en tres espacios analíticos —bienestar, derechos fundamentales y cohesión social— dando origen a la Medición de Pobreza Multidimensional.

El espacio analítico de bienestar utilizó una aproximación económica similar a las Líneas de Pobreza (LP) y se construyeron dos referencias: 1) Línea de Bienestar Mínimo (LBM), la población por debajo de esta línea no cuenta con ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades alimentarias. 2) Línea de Bienestar (LB), la población por debajo de esta línea puede satisfacer sus necesidades alimentarias, pero no puede adquirir suficientes bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias.1 En este primer espacio analítico se ocupa el ingreso corriente per cápita de los hogares para definir si se encuentran por debajo o por encima de dichas líneas.

El segundo espacio analítico, derechos fundamentales, identifica a la población con al menos una carencia social en los seis indicadores asociados a esta idea: 1) rezago educativo, 2) acceso a los servicios de salud, 3) acceso a la seguridad social, 4) calidad y espacios de la vivienda, 5) acceso a servicios básicos en la vivienda y 6) acceso a la alimentación. Cada uno de estos indicadores tiene un parámetro que define si las condiciones que presenta el hogar pueden ser consideradas como carencia o no (Coneval, 2010: 37-52). A la medida agregada de estas carencias se le denominó Índice de Privación Social. La población con al menos una carencia social está en el umbral de privación y la población con más de dos carencias sociales está en el umbral de privación extrema.

La mezcla de estos dos espacios analíticos permite una clasificación de los hogares según sus características (véase Figura 1)2:

• Pobres multidimensionales extremos. Población con ingreso inferior al valor a la LBM y que padecen tres o más carencias sociales (Cuadrante I'').

• Pobres multidimensionales. Población con ingreso inferior al valor de la LB y que padece al menos una carencia social (Cuadrante I).

• Vulnerables por carencias sociales. Población que presenta una o más carencias sociales, pero cuyo ingreso es superior a la LB (Cuadrante II).

• Vulnerables por ingresos. Población que no presenta carencias sociales y cuyo ingreso es inferior a la LB (Cuadrante III).

• No pobre multidimensional y no vulnerable. Población cuyo ingreso es superior a la LB y que no tiene ninguna carencia social (Cuadrante IV).

El espacio analítico de cohesión social no es contemplado dentro de la medición porque la naturaleza relacional del concepto impide que pueda ser considerada como parte de la pobreza a nivel de hogares, pues es un fenómeno que sólo puede observarse en un nivel de agregación mayor y al hecho de que no hay un nexo unidireccional o directo entre pobreza y cohesión social (Coneval, 2010).

Tomando como base esta metodología se clasificaron a 96 hogares entrevistados de la colonia Fernando Amilpa, de acuerdo con el tipo de pobreza multidimensional. El tamaño de la muestra fue determinado de un universo de 1,431 hogares tomando como base un error del 0.1, una p de 0.5, un nivel de confianza del 95%, y fueron seleccionados de forma aleatoria.

La colonia se ubica en el AMM y se caracteriza por altos niveles de marginación y rezago social —58% de sus hogares presentan índices de rezago social considerados como muy altos y el otro 42% son altos (Martínez et al., 2009)— razón por la cual es catalogada como un polígono de pobreza por la Secretaría de Desarrollo Social de Nuevo León. Dentro de esta colonia se han generado entornos de violencia, crimen, corrupción y drogadicción, que aunados a la falta de educación, salud, vivienda y empleo ponen a sus habitantes en una situación de vulnerabilidad (Servín, 2006).

En la caracterización del capital social se utilizó la técnica de redes personales, la cual permite identificar los diferentes tipos de relaciones con los que cuenta el hogar y el grado de cohesión de la red social del mismo. Esta estrategia metodológica sirvió además para establecer los niveles de pobreza multidimensional en que se encontraban estos hogares tal como se describe a continuación.

 

Construcción de variables y método de análisis

El capital social de un hogar, desde una visión minimalista, es entendido como la suma de las relaciones sociales que tienen sus miembros, la red social que se produce de la interacción que éstas tienen y el tipo de beneficio que genera al hogar en su conjunto. Para que esta aproximación pueda ser aplicada es necesario identificar las relaciones y redes sociales que los diferentes miembros del hogar han utilizado para tener acceso a algún tipo de recurso que pueda estar relacionado con la definición de pobreza multidimensional del Coneval.

En aras de lograr esta identificación se ocupó la técnica de "redes personales", la cual permite conocer a los actores —alters— con quienes se relaciona un actor —ego— en una determinada situación. En este caso el actor central o ego es el hogar, y los alters son las relaciones sociales que utilizan para acceder a determinados recursos. La aplicabilidad de la técnica de redes personales se logró al definir como unidad de observación a los miembros del hogar que son mayores de edad y aportan al gasto del mismo. De este modo, el capital social del hogar es la suma de las relaciones sociales de los miembros del hogar que brindan acceso a algún tipo de recurso y la red social que se produce de la interacción entre ellas.

Tradicionalmente, en redes personales no se conoce con anterioridad el nombre de los alters o relaciones sociales a los que el ego, en este caso el hogar, hará referencia, razón por la cual el generador de nombres juega un rol importante en la adquisición de la información (McCallister y Fischer, 1978; McCarty y Govindaramanuja, 2005). El generador de nombres es la pregunta detonante que da como resultado la mención de actores relacionados con la situación que se desea analizar (Marsden, 2005). Por ejemplo, si se desea conocer las relaciones a las que recurre un determinado ego cuando necesita dinero, un generador de nombres sería: mencione las personas a las cuales ha pedido dinero prestado en el último año.

En esta investigación se utilizó un generador de nombres múltiple, el cual permitía que conforme se abordaban las temáticas relacionadas con los indicadores establecidos en los espacios analíticos de bienestar y derechos fundamentales de la medición de pobreza multidimensional se obtuvieran los alters que participaban en el acceso a cada uno de ellos. Identificados los alters se partió de la idea de estructura social cognitiva para identificar la red social del hogar (Krackhardt, 1987).

Para los cual se pidió a los miembros del hogar que mencionaran cuáles alters tenían interacción entre ellos —al menos una vez al semestre—, dando como resultado la red social del hogar. Además de conocer la composición del capital social de los hogares, la técnica de redes personales permitió identificar el tipo de pobreza multidimensional en que se encontraban, pues a medida que se iba abordando cada temática relacionada con los espacios analíticos definidos por el Conejal, se obtuvo información en cada uno de estos rubros permitiendo caracterizarlos según su nivel de pobreza.

Con la información recabada se construyeron tres variables relacionadas con el capital social. Las primeras dos variables tomaron como base un indicador que daba muestra de la cercanía o lejanía de las relaciones sociales de los hogares. Este indicador fue denominado Índice de Proximidad de Relaciones Sociales (IPRS) y es un aproximado a la idea de Granovetter (1973) sobre lazos fuertes y débiles, así como de Putnam (1995) y Woolcock (2001) acerca de los tipos de capital social: cierre, puente y enlace.

Se diferencia de estos indicadores en el hecho de que no se presenta de forma dicotómica, como en el caso de Granovetter y Putnam, o categórica, como en el caso de Woolcock, sino que es un continuo donde los lazos débiles o de enlace se encuentran en la parte alta del indicador, y los lazos fuertes o de cierre en la parte baja. El desarrollo de un indicador continuo y no categórico reduce la incertidumbre sobre dónde colocar una relación que por sus características es difícil de ubicar en un lazo fuerte o débil, o bien de cierre o puente.

En la construcción del IPRS se utilizó el Análisis de Componentes Principales Categóricos (CATPCA, por sus siglas en inglés). Este procedimiento de cuantificación o escalamiento óptimo se ocupa cuando las variables son de naturaleza categórica, por eso se deben hacer adaptaciones y aplicar un modelo factorial. La solución de un análisis de componentes principales categórico maximiza las correlaciones de las puntuaciones de objetos con cada una de las variables cuantificadas para el número de componentes (dimensiones) especificado. El CATPCA es una alternativa al cálculo de las correlaciones entre las escalas no numéricas y su análisis, mediante un enfoque de análisis de factores o de componentes principales estándar (Gadermann et al., 2012).

El CATPCA permitió integrar tres variables categóricas en un solo indicador, mismo que denotaba el grado de cercanía o lejanía que tenían los alters respecto al hogar. Las categorías de cada una de las variables están relacionadas con la cercanía o lejanía que el alter tiene con el hogar (véase Tabla 1). Por ejemplo, un alter cercano al hogar con un IPRS más bajo es aquel que tiene una relación familiar, con una frecuencia diaria y su espacio de interacción es la casa o vivienda. Una situación opuesta es la que presenta una relación perteneciente al gobierno, con una frecuencia de interacción catalogada como necesidad y en un espacio geográfico de interacción del gobierno —como pueden ser las oficinas públicas—, la cual será catalogada como lejana al hogar y tendrá un IPRS más elevado.

En la construcción del IPRS se tomaron en consideración todos los alters mencionados por los miembros de los 96 hogares entrevistados, en total 2,095. Los valores del IPRS son aquellos emanados del primer componente principal del análisis estadístico, de tal forma que cada uno de los alters mencionados tiene un valor según la cercanía o lejanía que presentan con el hogar. El resultado del CATPCA para la integración de las tres variables del IPRS tuvo un alfa de Cronbach de 0.86, aspecto que da muestra de la consistencia interna del indicador (Gadermann et al., 2012; Oviedo y Campo Arias, 2005).

Es decir, las variables incluidas en el indicador están lo suficientemente vinculadas entre sí como para medir el mismo constructo, en este caso la cercanía o lejanía de las relaciones sociales. El indicador explica el 78% de la varianza observada en cada una de las variables, las cuales tienen una correlación significativa entre ellas dando muestra del hecho que evalúan cosas similares (véase Tabla 2).

Ahora bien, el IPRS es un indicador que está referenciado a los alters y no a los hogares que es la unidad de análisis: sin embargo, este indicador fue utilizado para construir dos variables enfocadas a explicar las relaciones sociales de los hogares.

La primera de ellas se concentró en la cercanía o lejanía que presentan la mayor parte de las relaciones de los hogares, denominado Indicador de Cercanía en las Relaciones Sociales del Hogar (CRH). En su construcción se ocupó el promedio del IPRS de todos los alters que habían sido mencionados por los miembros del mismo hogar. Los hogares con un CRH menor tienen un mayor número de relaciones con familiares, con una frecuencia diaria y al interior de la vivienda. Mientras que los hogares con un CRH alto presentan un mayor número relaciones sociales con líderes o gente de gobierno, de una forma ocasional o por necesidad, las cuales se llevan a cabo afuera de la colonia.

La segunda variable que se construyó consideró la diversidad en las relaciones sociales de los hogares y fue denominada Indicador de Diversidad de las Relaciones Sociales del Hogar (DRH). En su formulación se utilizó la desviación estándar del IPRS de los alters que fueron mencionados por los miembros de cada uno de los hogares. Un hogar con una DRH mayor será aquel que tenga mayor diversidad en el tipo de relaciones sociales; mientras que uno con un DRH menor será el que tenga relaciones sociales más semejantes entre sí.

La tercera variable de capital social tomó en consideración el grado de cohesión de la red social del hogar. Para ello se utilizó la medida de densidad de la red, la cual es definida como la relación entre el número de lazos entre los miembros de la red y el número lazos posibles de la misma (Hanneman y Riddle, 2005). Sus valores oscilan entre cero y uno. Un hogar con una densidad alta o tendiente a uno presenta una red donde la mayor parte de sus miembros se conocen y tienen mayor interacción entre sí; mientras que una red con baja densidad o tendiente a cero es aquella donde los alters difícilmente se conocen entre sí.

Una vez definidas las tres variables que caracterizan al capital social de los hogares se tienen los elementos necesarios para conocer la diferencia entre la cercanía y la diversidad de las relaciones sociales de los hogares según el tipo de pobreza en que se encuentran, así como del grado de apertura y cierre de sus redes sociales. Para lo cual se realizó un Análisis de Varianza de un factor (ANOVA) que se expone a continuación.

 

Capital social y tipos de pobreza en los hogares de la Fernando Amilpa

La heterogeneidad existente en los hogares entrevistados de la Fernando Amilpa se observa en el hecho de que al interior de la colonia se encuentran todos los niveles de pobreza definidos en la medición de pobreza multidimensional del Coneval. Con la intención de evitar cualquier tipo de sesgo en la distribución de la muestra, se realizó una ponderación tomando como referencia el tipo de pobreza, misma que permite que la muestra se comporte de una forma normal, supuesto necesario en una prueba ANOVA. Esta ponderación incrementó el número de casos por analizar de 96 a 234, los cuales fueron distribuidos en cada uno de los tipos de pobreza (véase Tabla 3).

En el cumplimiento del objetivo de conocer en qué medida el capital social está relacionado los niveles de pobreza multidimensional de los hogares, el ANOVA contempló como variable independiente el tipo de pobreza, incluyendo a las tres variables que conforman el capital social como variables dependientes —grado de cercanía y diversidad de todas las relaciones sociales de los hogares y grado de apertura o cierre de la red social del hogar—.

Como resultado del ANOVA se observa que las varianzas para un intervalo de confianza del 95% no resultó ser significativa para el caso de la variable de cercanía de las relaciones sociales, es decir, el hecho de encontrarse en algún tipo de pobreza no determina el promedio de cercanía o lejanía de las relaciones sociales del hogar. Mientras tanto, las variables de densidad o apertura de la red social del hogar y la diversidad de relaciones sociales del hogar sí resultaron ser significativas; por lo tanto, se puede decir que para el caso de estas dos variables tener un determinado tipo de pobreza sí está relacionado con el incremento o decremento de su capital social (véase Tabla 4).

Una vez que se ha comprobado el supuesto de que el tipo de pobreza está relacionado con el tipo de capital social que tienen los hogares, es importante observar de qué forma se muestra esta relación. Para ello se utilizó la prueba de HSD Turkey, la cual permite identificar la similitud entre las medias de los diferentes hogares según su tipo de pobreza y los clasifica en grupos, de acuerdo con sus medias para un alfa de 0.95. Esta estrategia permite visualizar si la diferencia del capital social se presenta en todos los tipos de pobreza o solamente en algunos.

Al aplicar este análisis se observa que la variable de diversidad de relaciones sociales puede ser agrupada en cuatro diferentes subconjuntos en función del tipo de pobreza de los hogares (véase Gráfica 1). El primer subconjunto, aquel con la diversidad de relaciones más bajas alberga a los hogares que no presentan ningún tipo de pobreza o vulnerabilidad. El siguiente subconjunto se conforma por los hogares en vulnerabilidad por carencia social y en pobreza extrema, con una diversidad en relaciones mayor a la observada en el subconjunto anterior. El tercer subconjunto integra a los hogares en pobreza extrema y en pobreza multidimensional, quedando en el último subconjunto los hogares en pobreza multidimensional y en vulnerabilidad por carencias sociales que tienen los niveles de diversidad en sus relaciones más elevados.

La conformación de estos subconjuntos da muestra de cómo los hogares que no cuentan con todos sus derechos sociales cubiertos, como son los hogares en situación de vulnerabilidad por carencias sociales, pobreza multidimensional e inclusive pobreza extrema, tienen una mayor diversidad de relaciones sociales que los que no tienen ningún tipo de pobreza o carencia social.

Esta situación tiene su origen en el hecho de que los hogares con carencias sociales tienen la necesidad de generar portafolios sociales más diversos que los que tienen garantizados la cobertura de sus derechos sociales de forma constante, ya sea porque cuentan con una mayor estabilidad laboral o bien porque se encuentran afiliados a algún programa de protección social que les permite cubrir sus necesidades en este tipo, reduciendo el interés por acceder a nuevas relaciones sociales.

Es interesante observar que los hogares en pobreza extrema presentan niveles de diversidad en sus relaciones sociales que no están en ninguno de los extremos de los subconjuntos; este aspecto muestra las condiciones de exclusión social en que se hallan y que les impide contar con una mayor cantidad de relaciones sociales, a diferencia de lo que ocurre con los hogares en vulnerabilidad por carencias sociales, donde la exclusión no es tan exacerbada y pueden acceder a mercados sociales más diversos.

En el caso de la densidad de la red social se advirtió que los hogares pueden ser divididos en tres diferentes subconjuntos (véase Gráfica 2). El primero de ellos está integrado por los hogares sin ningún tipo de pobreza o vulnerabilidad, y que presentan una red social más abierta. El segundo grupo se integra por los hogares que se encuentran en vulnerabilidad por ingresos y en pobreza multidimensional; mientras que el tercer subconjunto está conformado por los hogares en situación de vulnerabilidad por carencias sociales y en pobreza extrema con una propensión a tener una red social mucho más cerrada.

Esta composición de los subconjuntos muestra cómo los hogares que presentan mayores condiciones de precariedad a nivel de la cobertura de sus derechos sociales tienden a recurrir a una mayor cantidad de recursos sociales para cubrir sus necesidades sociales, haciendo que la diversidad en el tipo de relaciones se incremente. Sin embargo, la red social que producen tiene una estructura cerrada, es decir, la mayor parte se conoce entre sí, por eso se puede suponer que el capital social de estos hogares está conformado principalmente por familiares y amigos, reduciendo su capacidad de generar huecos estructurales y disminuyendo su capacidad de vincularse con actores institucionales o privados que ofrecen una mayor diversidad de recursos para los miembros del hogar.

En el caso de los hogares que no están en condiciones de pobreza la composición de su red social es opuesta. Si bien no tienen mucha diversidad a nivel de sus relaciones sociales, si cuentan con la apertura suficiente para permitir la existencia de huecos estructurales que son ocupados por actores institucionales a los cuales son recurridos en situaciones específicas, como puede ser alguna enfermedad o la dotación de algún servicio de infraestructura social o inclusive conseguir algún empleo mejor remunerado. Es decir, no cuentan con una gran variedad de relaciones sociales; sin embargo, las que poseen son más estratégicas que las que poseen los hogares con niveles de pobreza más elevados, permitiéndoles acceder a una mayor diversidad de recursos.

De la conjunción de los resultados encontrados a nivel de la diversidad y densidad de las redes sociales se puede establecer que los hogares con mayores niveles de pobreza tienden a presentar relaciones sociales que abarcan un espectro del IPRS mayor, pero sin llegar a consolidarse en el extremo más lejano del mismo; motivo por el cual se conocen entre sí. Por otro lado, el conjunto de relaciones de los hogares con menores niveles de pobreza está compuesto por relaciones muy cercanas y muy lejanas, reduciendo su diversidad e incrementando la apertura en su red social.

La conjunción de estos dos factores explica el hecho de que el indicador de cercanía de las relaciones sociales no haya resultado significativo. Los hogares con mayores niveles de pobreza tienden a tener relaciones sociales que se encuentran en todo el espectro del indicador, justificando la alta diversidad entre ellas y dando como resultado un promedio de cercanía intermedio. Mientras, los hogares con menores niveles de pobreza concentran sus relaciones en los extremos, hecho que explica la poca diversidad y la apertura en sus redes sociales, dando como resultado un promedio de cercanía de relaciones similar al de los hogares con altos niveles de pobreza.

Bajo este entendido se puede suponer que según el nivel de pobreza de los hogares es como se moviliza su capital social. En el caso de los hogares con mayores niveles de pobreza, el capital social funge como un mecanismo que atiende a la falta de protección social y de cobertura de sus derechos fundamentales, consolidándose como una estrategia de vida a través de la cual responden a las carencias que tienen y atenúa sus condiciones de vulnerabilidad y exclusión.

En el caso de los hogares con menores niveles de pobreza, el capital social se presenta como parte de un portafolios de recursos sociales estratégicos y no tan diverso que le permite a los miembros acceder a recursos económicos y sociales de mejor calidad, como puede ser el empleo formal, mayores niveles de educación o acceso al sistema de salud. Estos resultados dan pie a una serie de reflexiones sobre la forma en que el capital social y la pobreza se encuentran vinculados y que forman parte de las conclusiones de este trabajo.

 

Conclusiones

El abordaje que se le dio al capital social permite integrar los elementos que se hallan presentes en la definición de este concepto desde una aproximación minimalista: las relaciones sociales del hogar, caracterizadas por la proximidad de éstas con el hogar y la diversidad de las mismas; y su red social, definida en función del nivel de cohesión social que tiene. Esta estrategia analítica permitió observar la forma como los diferentes componentes del capital social se relacionan con el tipo de pobreza de los hogares entrevistados y que contribuyen a la comprensión de este fenómeno y los factores que lo exacerban.

El hecho de que los hogares con mayores niveles de pobreza tengan una mayor diversidad en sus relaciones sociales ayuda a entender cómo el capital social es movilizado como una estrategia de vida que permite atender a las condiciones de exclusión en que se encuentran (Bebbington, 2005). Así, este capital se integra como un mecanismo de sobrevivencia en este tipo de hogares, que si bien no logran superar las condiciones estructurales que generan sus condiciones de pobreza, vulnerabilidad y exclusión social, sí coadyuva a mejorar sus condiciones de vida. Con este entendimiento se puede suponer que no contar con este capital situaría a los hogares con mayores niveles de pobreza en una condición todavía más precaria a la que presentan actualmente.

A pesar de esta integración como estrategia de vida en la dinámica de los hogares, es importante mencionar que no basta con contar con una gran variedad de relaciones para acceder a mejores condiciones de vida, sino que es necesario que éstas se presenten de una forma estratégica, es decir, permitan acceder a recursos económicos, sociales, institucionales y humanos diferentes. De lo contrario se corre el riesgo de mantener sus patrones de exclusión y pobreza, dándole al fenómeno un aspecto crónico que cada vez será más difícil de superar.

La importancia de contar con un capital social más diverso y estratégico también se evidenció en las redes sociales, donde se advirtió que aquellos hogares con una estructura más abierta son los que no se encuentran en ningún tipo de pobreza. Esta apertura denota una mayor cantidad de huecos estructurales en la red de hogar, permitiéndole a sus miembros contar con actores sociales más diversos y con poco o nulo conocimiento entre sí.

Esta apertura posibilita a los miembros del hogar diversificar los recursos a los cuales pueden acceder, como opciones laborales, clientes, préstamos, entre otros. Estos resultados dan muestra de la relación existente entre el número de huecos estructurales y el tipo de pobreza de los hogares. Dicha evidencia parece contraponerse a la idea de que un mayor grado de cohesión social —o mayor grado de cierre en la red social— favorece a la reducción de patrones de pobreza; sin embargo, es importante recordar que dicha idea se construye desde una perspectiva expansionista donde existe una acción colectiva y no desde la perspectiva minimalista que se abordó en este trabajo.

La falta de acceso a relaciones sociales con actores institucionales o privados por parte de los hogares con mayores niveles de pobreza muestra la exclusión en que se encuentran. Esta falta de relaciones se ve atenuada con el incremento en el tipo y número de relaciones por parte de estos hogares y que logran integrarse en su portafolios como una estrategia de vida, que da respuesta a sus carencias sociales y económicas. Sin embargo, esta atenuación no se presenta en los hogares que padecen pobreza extrema, ya que muestran una menor diversidad en sus relaciones sociales y un mayor grado de cohesión en sus redes sociales, haciendo que su capacidad para acceder a otros tipos de recursos se vea limitada.

Dicha condición exacerba las condiciones de exclusión que tienen estos hogares y contribuye a la permanencia de los patrones de pobreza, dándole al fenómeno una característica crónica. Así, se puede suponer que una política social orientada a la construcción de un capital social más diverso en los hogares en pobreza extrema, podría coadyuvar a mejorar sus condiciones de vida.

Finalmente, es importante recordar que los resultados no son representativos de todos los hogares que se localizan en colonias con altos índices de rezago social o de marginación, por lo tanto solamente puede ser entendido como una forma de favorecer a la generación de referentes empíricos que contribuyan a la reflexión y discusión sobre la relación que guarda el capital social con la pobreza multidimensional en México.

 

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Notas

1 La Línea de Bienestar Mínima fue de $986.65, y la Línea de Bienestar fue de $2130.22.

2 Todas las tablas, figuras y gráficas se encuentran en el Anexo, al final del presente artículo (Nota del Editor).

 

Información sobre el autor:

Luis Portales. Doctor en Ciencias Sociales, Universidad Cristóbal Colón, Dirección de Investigación y Posgrados, México. Líneas de investigación: pobreza, capital social y desarrollo social. Publicaciones recientes: Luis Portales, "El estudio del capital social de los hogares por medio de redes personales", en REDES- Revista Hispana para el Análisis de Redes Sociales, vol. 24, núm. 2, España: UAB (2013); Luis Portales y Arminda Ruiz González, "Amilpa: un ejemplo de participación ciudadana en acción colectiva para la obtención de servicios públicos", en Espacios Públicos, vol. 16, núm. 36, México: UAEM (2013); Arandia, Osmar, y Luis Portales (2012), "Social Networks: A Strategy for Non-profit Organizations", en Revista Observatorio Calasanz, año 3, núm. 6, Veracruz: UCC.

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