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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.20 no.61 Toluca ene./abr. 2013

 

Reseñas

 

El cuerpo como territorio de combate contra el envejecimiento

 

The body as the territory to fight against aging

 

Araceli Pérez-Damián

 

Ariel Ubano, Claudio y José Alberto Yuni (2011), Esos cuerpos que envejecen. Representaciones y discursos culturales de la vejez, Argentina: Brujas, 107 pp. ISBN: 978-591-275-1.

 

Universidad Autónoma del Estado de México, México. Correo electrónico: aracelidamian03@hotmail.com.

 

 

La obra es escrita por Claudio Ariel Urbano y José Alberto Yuni, especialistas en Educación y Psicogerentología, ambos han venido realizando investigaciones durante algún tiempo sobre cuestiones de gerontología en Argentina, principalmente. El hilo conductor del libro nos conduce a reflexionar sobre las representaciones sociales y culturales de la vejez y el envejecimiento en nuestras sociedades contemporáneas. La obra está dividida en nueve capítulos y, como señalan ellos mismos, constituye un híbrido donde confluyen ideas tanto del ensayo teórico como de aspectos analíticos. En ellos se puede observar un abordaje psicoanalítico y socio-antropológico del tema referido.

La obra centra su interés en propiciar una reflexión acerca de cómo los procesos sociales, culturales y psicológicos inciden sobre la constitución de subjetividades e identidades, ya sea contribuyendo u obstaculizando el sostenimiento del proyecto de las personas envejecientes. ¿Quién soy?, ¿quién quiero ser?, ¿cómo quiero ser?, ¿qué puedo ser? Éstas son algunas de las preguntas que se plantean los sujetos concretos, las cuales se encuentran vinculadas a nuestra identidad y reconocimiento de quiénes somos como sujetos particulares y como parte de una colectividad; tales cuestiones ponen en evidencia el carácter dinámico, móvil y constructivo de las identidades.

El planteamiento central del texto es que a través de las representaciones sociales e imágenes culturales que se difunden y ponen en marcha los medios masivos de comunicación social colaboran a construir y a constituir la auto-percepción y autovaloración de las personas mayores como objetos para ser mirados, admirados, valorados y percibidos socialmente.

Ante este mundo globalizado, inmerso en las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación y bajo el imperio de la imagen y los estereotipos, la sociedad contemporánea construye los significados de la vejez en relación con el cuerpo, la estética y el envejecimiento.

Es el cuerpo social quien imprime su sello sobre los cuerpos singulares de los individuos a los que sujeta a un orden cultural, les ha impuesto un código y atribuido un sentido; los cuales se ponen en juego en la trama interactiva de los intercambios sociales, otorgándole una materialidad polisémica y polifónica. Es decir, el cuerpo es desmantelado de su naturaleza real para ser construido por otra naturaleza simbólica que perfoma su manera de actuar y le otorga un valor a su existencia en el escenario social.

Por ello, no es posible pensar en el cuerpo físico-biológico, sino más bien como el sitio donde habita la palabra que se corporiza en una imagen. Así, el cuerpo es modelado discursivamente. Los autores plantean que los discursos sociales se articulan con los discursos mediáticos acerca de los modos de portar un cuerpo envejecido y una imagen de él. Estos discursos construyen una representación uniforme, homogénea y única del cuerpo envejecido, definido por sus características externas, observables y objetivables: como las arrugas, las canas, la falta de piezas dentales, etcétera.

Ambos discursos ocultan y enmascaran el sentido que el tiempo ha tenido en los cuerpos reales de las personas mayores, se silencia la historicidad del cuerpo, en tanto escenario de experiencias concretas y de ideales anhelados; referencias donde se entreteje la identidad personal y la subjetividad.

La construcción discursiva que realizan los medios de comunicación social respecto a la estética, el cuerpo y la salud, expresa un tipo de demanda socio-cultural ligada a ciertos valores culturales sobre la vejez y el envejecimiento; dichos valores se centran en las demandas estéticas de la sociedad ligth y también con las relaciones de dominación (ya sea de clase, de edad, de género o étnicas), las cuales imponen a las personas adultas mayores esquemas de autopercepción y autoapreciación que los moldean como objetos estéticos para ser mirados socialmente.

Discursos mediáticos sobre la estética, la salud y el cuerpo en la vejez estructuran un discurso especializado marcado por la tecnologización del cuerpo, de este modo los medios de comunicación imponen la necesidad de incorporar diferentes tecnologías biomédicas para un envejecimiento exitoso, tecnologización ligada al mantenimiento de la imagen externa, cuya promesa es la de la restauración de las huellas del paso del tiempo y la conservación del cuerpo envejeciente para que esas huellas no aparezcan en su proceso natural.

La tecnologización del cuerpo envejecido se presenta como una condición para que éste pueda ser restituido en sus atributos juveniles como esbeltez, lozanía, frescura, flexibilidad, tersura, etcétera. De esa manera, el cuerpo envejecido tiene que ser ocultado, disimulado y mostrado con una apariencia juvenil, como condición para ser valorado socialmente.

Por ello, en nuestra cultura contemporánea el marcador subjetivo más significante del envejecimiento femenino no está ligado únicamente a los cambios fisiológicos producidos por la menopausia, sino a la percepción de que han dejado de ser miradas, dejan de ser valoradas socialmente por su imagen corporal. La invisibilización social que parece producirse por la posesión de un cuerpo envejecido, hace tomar conciencia de la pérdida de deseabilidad y genera una crisis ligada a la pérdida de un cuerpo esbelto e imagen juvenil.

En este sentido, el texto plantea la necesidad de estudiar los modos en que la cultura ofrece ideales para envejecer, los cuales mantienen o actualizan estereotipos, creencias, valores y modos de mirar, sentir y nominar la vejez.

Un cuerpo envejecido es un cuerpo al que se le ha atribuido una categoría temporal, que no sólo remite a un tiempo cronológico sino que también es observado/captado/capturado por una mirada simbólica que registra e inscribe la presencia de este cuerpo en su apariencia, según los cánones que responden a una estética aprobada socialmente.

Por lo tanto, los cuidados que se propician al cuerpo envejecido se relacionan con los modos de percibirlo y valorarlo, intentando que el cuerpo real se aproxime lo más posible al cuerpo ideal demandado culturalmente.

En este sentido los discursos de la prensa escrita acentúan la relación entre el buen envejecer y la responsabilidad personal por el cuidado del cuerpo, de aquí que se plantee la ética del autocuidado corporal para buscar tratamientos, terapias, cirugías y alternativas rejuvenecedoras; pero estos discursos enmascaran la imposibilidad económica de acceder a los tratamientos y donde sólo serán viables para aquellos sujetos que se perfilen como consumidores potenciales.

Como parte de los discursos sociales, los viejos y la vejez son caracterizados con etiquetas a las que se asocian una serie de imágenes y estereotipos desvalorizantes y desvalorizados socialmente, las cuales lo reducen a imágenes de decadencia, decrepitud, enfermedad y discapacidad.

De este modo, mediante la adhesión a las metáforas del cuerpo, la cultura proporciona las herramientas simbólicas que permiten a los sujetos procesar las inclemencias que el destino de lo perecedero impone al acontecer temporal; son las metáforas del cuerpo que el sujeto ubica, el malestar que es inherente a su proceso de ser vivo, sujeto a la inclemencia de la potencialidad de no seguir siendo/existiendo, cuestionando los sentidos de los significados personales acerca de los contenidos del cuerpo como templo, el cuerpo como máquina o el cuerpo como una fortaleza militar.

En este sentido, el cuerpo se inscribe no sólo como aquello que puede ser nombrado mediante la palabra, sino aquello que pertenece al terreno de lo innombrable como las sensaciones y sentires que son inaprensibles a la palabra.

Derivado de lo anterior, los autores concluyen que son los medios de comunicación social los instrumentos de violencia simbólica que emplea la cultura —cultura que cosifica al sujeto en tanto lo sitúa en el territorio de lo objetivable— hegemónica para re-producir y fragmentar las identidades que la dividen en materia/forma, psique/soma, esencia/apariencia, ser/parecer.

En la última parte de la obra, los autores coinciden con Melucci cuando afirma que "el envejecimiento es un fenómeno que tiene una función simbólica de mensaje, dice algo a la sociedad en su conjunto. Ocuparse de los ancianos no es sólo una necesidad asistencial para hacer frente a un problema social, sino una vía de reconocimiento y de salvaguarda del sentido, una opción ética que lleva a afrontar el problema de la elección y el riesgo de la alteridad".

 

Información sobre la autora

Araceli Pérez Damián. Licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma del Estado de México, Maestra en Estudios para la Paz y el Desarrollo por la misma Universidad. Se encuentra adscrita a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma del Estado de México. Actualmente es responsable de la Coordinación de la Especialidad en Género, Violencia y Políticas Públicas. Líneas de investigación: antropología filosófica griega y moderna, y género, sexualidad y vejez. Publicaciones recientes: "El anciano violentado: cuerpo y Ser", en Ramírez Torres, Juan Luis y Juan Parent Jacquemin [coords.], Violencias para la No violencia, México: Universidad Autónoma del Estado de México (2008); "Hacia una dignificación de la vejez a través del cuerpo", en Alfonso Sánchez Arteche et al., El rostro del tiempo. La vejez en el Estado de México, México: Gobierno del Estado de México (2011); "Cuerpos ajenos que estorban a la modernidad", en Juan Luis Ramírez Torres et al., Fragmentación del corpus social en la metáfora del microcosmos del cuerpo humano (en proceso).

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