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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.18 no.56 Toluca may./ago. 2011

 

Artículos científicos

 

México y Ecuador: dos distintas formas de construir la nación desde el futbol

 

Mexico and Ecuador: two different forms of nation building through football (soccer)

 

Roger Magazine*, Samuel Martínez** y Jacques Ramírez***

 

*Universidad Iberoamericana, Ciudad de México/roger.magazine@uia.mx

**Universidad Iberoamericana, Ciudad de México/samuel.martinez@uia.mx

***FLACSO-Ecuador, Instituto de la Ciudad/jramirez@quito.com.ec

 

Recepción: 03 de marzo de 2009.
Aprobación: 14 de octubre de 2010.

 

Abstract

In this article we employ a comparison between Ecuador and Mexico to explore the relationship between the configuration of rivalries among football teams at national level and the spatial distribution of power among regions and cities. In the Mexican case, the pattern of rivalries is inseparable from a powerful political and economic centralism; while in the Ecuadorian case, the configuration is closely linked to the enduring struggle for economic and political predominance between the cities of Quito and Guayaquil. We propose that attention to football rivalries can reveal how a segment of the population views, criticizes and reformulates the position of its city or region in relation to others and to the nation, thereby contributing a commentary "from below" on the ongoing nation-building process.

Key words: football supporters, identity, rivalry, religion, centralism, Mexico, Ecuador.

 

Resumen

En este artículo empleamos una comparación de Ecuador con México para explorar la relación entre la configuración de las rivalidades entre los equipos de fútbol a nivel nacional y la distribución espacial de poder entre las regiones y ciudades. En el caso de México, el patrón de rivalidades es inseparable de un fuerte centralismo de poder político y económico, mientras que en el caso de Ecuador el patrón tiene que ver, principalmente, con una vieja lucha por la predominancia económica y política entre las ciudades de Quito y Guayaquil. Proponemos que la atención a las rivalidades futbolísticas revela cómo un segmento de la población ve, critica o replantea la posición de su ciudad o región en relación con otras y con la nación, contribuyendo "desde abajo" sobre el proceso continuo de la construcción de la nación.

Palabras clave: aficionados al fútbol, identidad, rivalidad, región, centralismo, nación, México, Ecuador.

 

Introducción

Distintas exploraciones y estudios en torno a los aficionados al fútbol han conectado el fenómeno de adscripción a un club con la identidad de un área urbana o una región geográfica. Algunos de estos estudios han mostrado cómo la experiencia y el significado de ser aficionado a un equipo específico en muchas ocasiones emergen de las identidades, narrativas históricas y características so cio culturales asociadas a la región, la ciudad, el barrio o el sector social concreto con el que se vincula al club (Bromberger et al., 1993; Giulianotti, 1997; Robson, 2000; Fábregas, 2001; Alabarces, 2005; Aragón, 2007; Magazine, 2007).

Extendiendo su unidad de análisis a dos o más equipos, otros abordajes han encontrado que lo que verdaderamente está debajo de las identidades futbolísticas son las rivalidades que surgen como manifestaciones de las tensiones políticas, económicas o histórico-culturales existentes entre las regiones, ciudades, barrios o segmentos sociales con los cuales se identifican (De Biasi y Lanfranchi, 1997; Armstrong, 1998; Armstrong y Giulianotti, 2001; Pontón y Pontón, 2006).

Convencidos de que el futbol-espectáculo1 es hoy un espacio clave2 para observar y reflexionar la dinámica cultural de algunos países latinoamericanos, en este trabajo proponemos expandir la unidad de análisis a un nivel más amplio para tomar en cuenta los equipos, las diferentes áreas urbanas o regiones y las rivalidades entre ellos pero a nivel nacional. Partimos de la posición de que es difícil entender la relación económica, política o sociocultural entre dos equipos y ciudades, sin antes tomar en cuenta el lugar que ocupan dentro del sistema urbano nacional, así como dentro del sistema de rivalidades futbolísticas. Y es que aunque la rivalidad entre dos equipos parezca ser netamente deportiva, situar históricamente a estos clubes y los lugares que simbólicamente representan dentro del sistema urbano nacional facilita el entendimiento de aspectos cruciales de la identidad y la tensión entre sus aficionados.

Específicamente, en este trabajo hemos decidido comparar dos casos nacionales: el de Ecuador y México, con la idea de que esta comparación nos permita demostrar cómo diferentes tipos de conformación del sistema nacional urbano se traducen en patrones muy distintos de rivalidades entre equipos. En el caso de México, la distribución del aficionado y del odio hacia otros equipos a nivel nacional es inseparable de un fuerte centralismo de poder político y económico; mientras que en el caso de Ecuador esta distribución tiene que ver principalmente con una vieja lucha por la predominancia económica y política entre las ciudades de Quito y Guayaquil.

Asumiendo entonces una perspectiva nacional y comparativa en este texto, vamos a explicar por qué las rivalidades entre los equipos de las ciudades de cada país toman una forma muy distinta en cada caso. Al mismo tiempo, queremos sugerir que la exploración de las rivalidades futbolísticas a nivel nacional constituye una manera ideal de observar cómo un segmento de la población ve, rechaza, critica o replantea la posición de su ciudad o región en relación con otras y con la nación. Así, proponemos que esta atención a las rivalidades futbolísticas puede contribuir una visión "desde abajo" a la conceptualización del proceso de la formación e integración de la nación y su sistema urbano.

El presente texto está estructurado en dos partes. En la primera exponemos el caso del sistema urbano y el sistema de rivalidades futbolísticas de México. En la segunda parte ponemos a consideración el caso de Ecuador y por último presentamos nuestras conclusiones donde sugerimos algunas de las potenciales contribuciones de nuestro acercamiento para el estudio de la afición al fútbol, los sistemas urbanos y la conformación político-cultural de las naciones.

 

Las rivalidades futbolísticas en México

Regionalismo y centralización

Desde su independencia a principios del siglo XIX, México heredó de la Colonia una situación de poca integración de mercados a nivel nacional. En general, las distintas regiones a partir de las cuales se conformó este país se articularon alrededor de un centro urbano político-administrativo y los productos locales fueron intercambiados, de forma atomizada, dentro de cada una de las regiones (Van Young, 1992: 13; Pérez Herrero, 1992: 122). Por supuesto, algunas regiones exportaban más que otras a España, la Ciudad de México u otras partes de la colonia. Sin embargo, es un hecho que la historia del Estado mexicano desde la Independencia puede ser vista como un esfuerzo por romper con este regionalismo económico.

Se trata de un proyecto nacional homogeneizador3 que empezó finalmente a triunfar sobre la resistencia de las regiones (unas más que otras) después de la Revolución de 1910. Pero lo que empezó como una estrategia para construir una economía nacional, más eficiente y mejor integrada, terminó siendo un proyecto de centralización dirigida hacia el enriquecimiento de la Ciudad de México a costa del empobrecimiento y subdesarrollo del resto del país. Como bien lo muestra el hecho de que en el periodo que va de 1920 a 1970 se presentó una gran concentración de la población urbana, la industrialización, la producción cultural y el poder político en la Ciudad de México.

Un dato que ilustra muy bien este fenómeno de la centralización y la concentración en detrimento de las regiones es el siguiente: en 1900 la Ciudad de México era tres veces más grande que la segunda ciudad, Guadalajara; mientras que en 1960 era seis veces más grande (Roberts, 1992: 239). De forma paralela a este crecimiento desmesurado, para 1960 todos los centros intelectuales importantes del país así como los principales sistemas de información estaban concentrados también en la capital, y para 1983, sólo 12 de las 31 capitales de estados tenían bibliotecas funcionando (Monsiváis, 1992: 248). Hablamos de un proyecto nacionalista de centralización (o desregionalización), el cual, desde luego, no fue recibido felizmente en las regiones. De hecho, se trató de un proceso complejo que si bien logró edificar una economía nacional y un imaginario común respecto a lo nacional, por otro lado cultivó distintos tipos de resistencias, incomodidades y controversias. Y es que en muchos casos los regionalismos viejos nunca desaparecieron completamente, aunque cambiaron de forma bajo la máscara de la centralización: regionalismos que antes sólo se veían hacia adentro se convirtieron en una identidad regional basada en la resistencia hacia fuera, pero en particular hacia el Estado nacional4 y la Ciudad de México.

Nos referimos a un proceso de centralización y homogeneizador vinculado con una retórica nacionalista posrevolucionaria, que a partir de la década de 19605 empezó a atenuarse lenta pero inexorablemente. Y es que cuando la estrategia económica basada en la sustitución de importaciones y el desarrollo nacional impulsado y controlado desde la Ciudad de México empezó a fallar y a ser insuficiente, se presentó la necesidad de abrir las otras regiones a la inversión directa desde el extranjero y en particular desde los Estados Unidos. Si, por ejemplo, en 1971 52.6% de la producción manufacturera estaba ubicado en la Ciudad de México, en 1998, esta figura había bajado hasta el 28.3% (Ruiz Durán, 2004: 65). Se trata, sin embargo, de un extraño cambio porque inauguró el fin de cierta forma de centralización y dependencia económica, pero que no significó el inicio de una redistribución equitativa de la riqueza y el poder político. En otras palabras: en las últimas cuatro décadas la riqueza en México ha ido donde los inversionistas la han llevado (esto es, a algunas regiones en detrimento de otras) y no necesariamente donde más se ha necesitado. Eso explica por qué las ciudades más desarrolladas del norte del país y la costa del pacífico se han beneficiado más que las del sur y las ciudades cercanas a la costa del Golfo. Lo sorprendente es que a pesar de este paradójico cambio gradual, la Ciudad de México sigue teniendo una situación económica más favorable y privilegiada, así como mucha influencia política, incluso, por encima de las regiones y centros urbanos más beneficiados por las nuevas inversiones. Al menos así lo demuestra el hecho de que mientras el ingreso per cápita nacional bajó 12.4% entre 1980 y 1995, el ingreso per cápita del Distrito Federal subió 7.8 % (Esquivel, 1999: 759).

Otro fenómeno que durante las últimas décadas ha afectado a casi todo el país, así como las formas en que éste se autopercibe, imagina y relata, es la difusión, a través de los viejos y los nuevos medios de comunicación, de una cultural global de consumo (véase Monsiváis, 1992). Sin embargo, se trata de un proceso de difusión de la cultura global que en su mayoría se planifica y lleva a cabo desde la óptica de los difusores y tomadores de decisiones en la Ciudad de México. De tal manera que mientras las regiones a través de sus medios y comunicadores locales difunden y defienden cada vez más sus propias hablas e identidades, los llamados "medios nacionales" (periódicos, canales de televisión abierta y grupos radiofónicos), concentrados todos en el Distrito Federal, producen una versión "capitalizada" de la cultura global. Esto es algo muy similar a lo que sucede en el plano económico, donde ahora son las ciudades regionales las que pueden —y tienen que— competir para recibir inversión nacional y extranjera; pero es la Ciudad de México la que define en gran parte las reglas o términos de la competencia y, en particular, lo que significa ser una ciudad moderna y globalizada.

El hecho de que el futbol de Primera División y no el beisbol sea el deporte que hoy domina la programación de la radio y la televisión, así como la mayor parte de los espacios informativos en los diarios deportivos, es un buen ejemplo de todo esto. A pesar de que históricamente el beisbol ha sido el deporte dominante en varias regiones del país (sobre todo en el noroeste y el sur-sureste del país), en las últimas décadas y gracias a la televisión abierta y los esfuerzos de mercado tecnia, el futbol-espectáculo ha ganado terreno.6

Impulsado desde el Distrito Federal (ciudad donde, no por casualidad, tiene su sede la Federación Mexicana de Futbol), en México el futbol-espectáculo ha estado expandiéndose7 a los centros urbanos más pujantes de regiones tradicionalmente beisbolistas o basquetboleras, al grado de que hoy en día parece necesario que las ciudades económicamente más vigorosas posean un equipo de futbol profesional para "mostrarse", a través de los medios de comunicación nacionales, como más "importantes", culturalmente "modernas", "entretenidas" y hasta "cosmopolitas".

Es tanta la relevancia sociocultural que el futbol (como producto comercial y espectáculo de consumo) ha adquirido entre los mexicanos de las zonas urbanas y tal la importancia mediática8 y mercadológica que se le ha concedido a este deporte (diversos estudios han señalado que aproximadamente 65% de la población es consumidor asiduo de información sobre futbol), que todo parece indicar que hoy para las ciudades tener un equipo de futbol en la Primera División profesional, además de ser un negocio rentable y un espacio para que los políticos locales hagan proselitismo, es una manera de confirmar su importancia, avance y grado de "modernización cultural": una forma de ponerse en el "mapa" mediático nacional de las ciudades y regiones más dinámicas y relevantes; y una de las vías más eficaces para expresarle —torneo a torneo— al resto de la nación y el mundo que tal o cual ciudad "progresa", tiene "nivel de competencia" económica y constituye un destino idóneo para las inversiones. Como bien lo recuerda María Elena Estavillo:

[...] cuando una ciudad cuenta con la presencia de un equipo con una trayectoria destacada en un deporte con trascendencia económica y social, éste suele desempeñar un papel importante en las vidas de los ciudadanos y ello, aunque la mayor parte de los mismos no asista a los partidos. Un equipo contribuye a mejorar la imagen y reputación externa de la ciudad, fomenta orgullo cívico, además de reforzar el espíritu comunitario y la conciencia de identidad local-regional. La obtención de triunfos deportivos es un medio eficaz de proyección exterior y ello a la vez tiene una indudable repercusión positiva no sólo en términos simbólicos, sino también en el terreno económico. Este aspecto tiene mayor trascendencia si se tiene en cuenta que en la actualidad las sociedades compiten no sólo en el mercado del futbol, sino en el mercado más amplio del ocio y del espectáculo (Estavillo, 2008: 186).

Pero si para la élite política y económica de las distintas ciudades y regiones tener un equipo de futbol-espectáculo es una manera de "hacerse visibles", de "ponerse en el mapa" y proyectarse, para muchos aficionados que habitan fuera del Distrito Federal y que han experimentado las consecuencias de la centralización, identificarse con el equipo de su región o localidad y rivalizar contra los equipos del centro, es una de las vías más populares para expresar, indirectamente, su enojo y frustración hacia la capital que históricamente —tanto en la retórica política como en la mediática— los ha minimizado.

Como ya hemos comentado, a pesar de que la antigua centralización y la tentativa de homogenización cultural con el pretexto de la "unidad nacional", es un fenómeno que inició su desdibujamiento hace más de cuarenta años, la fuerte explotación y el velado desprecio del que durante décadas fueron objeto muchas de las regiones del país (estigmatizadas como zonas "pueblerinas", "olvidadas" o cultural y económicamente "atrasadas"), en la memoria popular todavía se conserva fresca y mantiene viva la llama del resentimiento hacia el centro. Especialmente en los lugares que no se han beneficiado tanto de los nuevos patrones de crecimiento económico.

 

Las rivalidades y los equipos "nacionales" en el futbol mexicano

En el mercado9 de la Primera División del futbol profesional mexicano actualmente compiten 18 clubes, cuatro de los cuales —desde la década de 1980— han sido identificados primero por los medios de comunicación (en especial por los periodistas de Televisa y Tv Azteca) y luego por los aficionados, como los "equipos nacionales".

Según la retórica de los medios deportivos, el América, las Chivas, el Cruz Azul y los Pumas son los cuatro "equipos grandes" del futbol mexicano. De hecho gracias a la narrativa de los cronistas y al imaginario que han difundido los periodistas deportivos, muchos aficionados identifican a estos cuatro clubes como "equipos nacionales" por sus resultados deportivos,10 por el fuerte posicionamiento de su marca y la fama de algunos de sus jugadores, pero sobre todo por que entre sus seguidores/consumidores se encuentran habitantes de todas las regiones y ciudades del país. Acorde al viejo centralismo económico, político y cultural que prevalece en la República Mexicana, una cosa que no hay que perder de vista es que de estos cuatro equipos grandes, tres son oriundos de la Ciudad de México (América, Cruz Azul y Pumas), mientras que las Chivas rayadas son originarias de la ciudad de Guadalajara (véase figura 1 al final de este documento). Es preciso agregar que gracias al resentimiento que este centralismo ha producido en muchas partes del país, los tres equipos nacionales ubicados en la Ciudad de México son de los más "odiados" de la liga.

En las calles y los medios deportivos de la Ciudad de México —muchos de ellos de circulación nacional— todo el tiempo se escucha hablar de la fuerte rivalidad existente entre los cuatro "clubes nacionales", aunque lo verdaderamente significativo es que esos comentarios y conversaciones se escuchan también con cierta frecuencia en muchas de las otras ciudades y regiones de país. Aún cuando el antagonismo y la oposición deportiva entre el club local (donde lo hay) y cada uno de estos cuatro equipos es significativa, las rivalidades11 entre los "equipos nacionales" y sobre todo, las expectativas12 que éstas generan entre un gran porcentaje de aficionados, son el eje que sostiene y alimenta al sistema futbolístico de competencia.13

Por supuesto, debajo de las rivalidades futbolísticas entre los cuatro "equipos grandes", además de un buen negocio, lo que se esconde son viejas tensiones y luchas tanto políticas como socioculturales. No se olvide que al fin y al cabo, cada uno de estos cuatro equipos nacionales, a su modo, sintetiza y encarna valores, identidades, concepciones ideales de México y hasta proyectos ideológicos muy diferentes (Magazine, 2007). Y es que como suele suceder con la mayoría de los equipos de futbol-espectáculo, por su historia y por aquello con lo que simbólicamente se les vincula, en términos identitarios cada uno de estos cuatro clubes representa cosas muy distintas para los aficionados mexicanos.

Por ejemplo, por su historia y por la manera en que Televisa lo ha apoyado, al Club de Futbol América siempre se le ha asociado con el poder político y la élite económica del país, con el centralismo y hasta con el viejo autoritarismo. Aunque es uno de los clubes más viejos del futbol mexicano (fue fundado por escolares maristas el 12 de octubre de 1916) y es uno de los fundadores de la liga profesional de futbol (la Primera División creada en 1943), el América —a pesar de su popularidad o precisamente por ésta— es sin lugar a dudas el equipo "más odiado" de México. En 1959 fue comprado por el señor Emilio Azcárraga Milmo (dueño del poderoso conglomerado televisivo que durante décadas contribuyó al mantenimiento de la hegemonía priísta), quien a pesar de no saber de futbol, adquirió el club como parte de una estrategia para competir con la popularidad de las Chivas rayadas del Guadalajara, meterse con su empresa a la industria del balompié y conseguir que México se convirtiera en la sede del Mundial de 1970.

Luego de muchos cambios, de una fuerte inversión (durante los sesenta el equipo tenía el mote de "Los millonetas" porque inició la practica de pagar altos sueldos14 y comprar a muchos jugadores extranjeros), de varios logros deportivos y de una transformación de su imagen, Emilio Azcárraga, desde su posición de benefactor y mecenas15 del club (y quien por cierto, se autoconcebía como un soldado al servicio del Presidente en turno), logró acrecentar de forma paradójica la popularidad del América y utilizó despóticamente su televisora para proyectar la fama de este club al nivel nacional.

Es importante señalar que la popularidad del América es paradójica porque actualmente es el club profesional más repudiado pero también el que quizá más aficionados y consumidores posee. Debido a que enarbola la altivez y la soberbia del magnate televisivo que lo reinventó, es tal el vínculo que muchos aficionados han establecido entre este club y el poder mediático, político y empresarial, que apoyar a este equipo (a esta marca) se ha convertido para muchos de sus rivales en sinónimo de alinearse con la élite, de aceptar su centralismo y su injusto proyecto de nación, actualmente signado por el neoliberalismo con su apertura al mercado libre global.

Por el vínculo entre el América con el poder y por la práctica asociada con sus aficionados de alinearse con los poderosos a través de las relaciones de patrón-cliente (Magazine 2007), la afición de cada uno de los otros tres equipos nacionales considera al América su rival más grande. Asimismo, y por el hecho de que el América es más estrechamente asociado con el poder proveniente de la Ciudad de México, también los aficionados de los equipos regionales suelen odiar y criticar más al América que a cualquier otro club.

En contraste con lo que sucede con el América, las Chivas rayadas del Guadalajara (equipo también conocido como "el rebaño sagrado" o "el chiverío") es un club que sigue un credo de jugar con "puros mexicanos" y por lo mismo encarna un viejo ideal de autonomía nacional y "mexicanidad". Proveniente de la misma región de donde son originarios algunos de los símbolos nacionales más importantes como el charro, el tequila y el mariachi, las Chivas es el único club nacional —de los cuatro más importantes— ubicado fuera de la Ciudad de México. Cabe mencionar que este ideal de puros mexicanos que encarnan las Chivas rayadas encaja con la estrategia estatal dominante (que se instrumentó sobre todo de los años treinta a los años setenta) de cohesionar al país, edificar la unidad nacional y sintetizar la esencia de lo mexicano a partir de unos cuantos rasgos o expresiones culturales; estrategia, como se sabe, muy vinculada en lo económico con la sustitución de importación y la nacionalización de varias industrias como la petrolera.

Pero el punto crucial aquí es que por causa del centralismo y las tensiones que este último produjo entre las distintas regiones del país, para los aficionados de las Chivas en la ciudad de Guadalajara "ser Chiva" implica sustancialmente una oposición a la Ciudad de México y todo lo que ésta representa (Fábregas Puig, 2001), incluyendo los políticos de corte neoliberal que supuestamente y desde la retórica nacionalista, han "vendido el país" a los extranjeros. De hecho, en las otras ciudades una de las razones porque el club de las Chivas atrae más aficionados y es menos odiado que los otros equipos nacionales es que no es asociado con la Ciudad de México. Sin embargo, es interesante notar que por la fuerte migración hacia el centro del país y por sus éxitos deportivos, también hay una enorme afición a los Chivas en la Ciudad de México: hablamos de unos seguidores a las Chivas que también comparten la visión ideal de un club "orgullosamente" armado con puros mexicanos, pero sin ubicar la culpa de la apertura neoliberal reciente solamente en la capital y sus residentes.

Cruz Azul, el tercer equipo nacional, pertenece desde su origen a la cooperativa de cemento del mismo nombre y por los valores que promueve (el espíritu de trabajo, la cooperación y la familia) simboliza la identidad y los valores de la clase obrera (durante mucho tiempo eminentemente priísta). Al igual que con el ideal de autonomía nacional de las Chivas, la visión de la clase obrera representada por Cruz Azul gozó de un fuerte apoyo16 del Estado en el pasado reciente cuando el Estado corporativista centralista patrocinó a las cooperativas y los sindicatos, los cuales se han debilitado o han desaparecido completamente desde el cambio a la política neoliberal en los tempranos ochenta. Efectivamente, Cruz Azul es un equipo menos odiado en provincia que el América y el cuarto equipo nacional, los Pumas; eso se debe a que la clase obrera y las cooperativas no están asociadas necesariamente con la Ciudad de México.

El cuarto equipo nacional, los Pumas de la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM), sigue la filosofía de "puros jóvenes", referente al hecho de que juega sólo con jugadores jóvenes. La mayoría de los aficionados a los Pumas también se autoidentifican como jóvenes y explican que a diferencia de otros equipos, los Pumas "dan chance a los jóvenes". También explican (no exentos de romanticismo) que los futbolistas de los Pumas juegan por su amor a la camiseta y al juego en sí mismo, y no sólo por el dinero, como sus rivales que son más grandes de edad. Esta motivación distinta de los jóvenes supuestamente resulta en un estilo de jugar más apasionado (Magazine 2007). También hay una fuerte asociación entre el equipo y la Universidad Nacional, aunque la mayoría de los jugadores y de los aficionados no son y nunca han sido estudiantes de esta importante institución educativa. Pese a que la filosofía de puros jóvenes es la atracción principal del equipo, la asociación con la UNAM también atrae algunos aficionados en la Ciudad de México y afuera, ya que "la máxima casa de estudios" es considerada por muchos mexicanos como la mejor universidad de América Latina y como una fuente de orgullo para el país. Al menos hasta recientemente, era común escuchar que el equipo de Pumas provee jugadores bien formados a la selección nacional como la Universidad provee científicos, doctores y otros profesionales de alto nivel al país en general. Sin embargo, también hay una fuerte asociación entre la UNAM, la ciudad capital, y el gobierno central no sólo porque esta enorme institución es un producto de las políticas centralizadoras del gobierno federal, sino también por el hecho de que estudiar en la UNAM ha sido un rito de pasaje necesario para incorporarse en los altos niveles del gobierno federal, incluyendo la presidencia. Esta fuerte asociación entre la UNAM y el gobierno federal produce muchos sentimientos de resentimiento en las otras ciudades, haciendo a los Pumas el segundo equipo más odiado afuera de la capital después del club América.

Es común escuchar de los aficionados de diferentes clubes que los cuatro equipos nacionales casi siempre ganan los campeonatos del futbol mexicano.

De hecho, de los 75 campeonatos celebrados desde 1944 (desde 1996 hay dos por año), los cuatro equipos nacionales han ganado 33 (44%). Pero esta dominación es variable durante este periodo de 63 años. De los 13 campeonatos entre 1944 y 1956, ningún campeonato fue ganado por estos cuatro equipos. Pero luego ganaron 27 de los 37 (73%) campeonatos entre 1957 y 1991. Entre 1992 y 2006 esta dominación básicamente desaparece, ya que ganaron sólo 6 de los 25 (24%) campeonatos; mientras que los equipos de las ciudades regionales de Toluca y Pachuca ganaron 9 (38%) campeonatos entre los dos en el mismo periodo.

El periodo entre 1957 y 1991 coincide con el proceso de crear al futbol como un deporte realmente nacional en México, a través de su promoción y difusión por los medios de comunicación nacionales y, en particular, por la televisión. Así, no es sorprendente que muchos aficionados, sobre todo los que tienen más tiempo siguiendo la liga, compartan la idea de que los cuatro equipos nacionales han dominado ésta. También es interesante notar que este periodo coincide más o menos con el apogeo del Estado centralizado y del nacionalismo posrevolucionario y cerradura económica, representado por el equipo de Chivas. El periodo entre 1992 y 2006, cuando la dominación de los equipos nacionales cesa, coincide con el fin del proyecto de centralización del Estado y de la economía y con un resurgimiento de identidades regionales.

 

Las otras rivalidades en el México multicultural

Como ya comentamos, además de las grandes rivalidades futbolísticas "a nivel nacional" y las discrepancias políticas y culturales existentes entre los distintos ideales (entre los distintos proyectos de nación) que a su modo encarnan los cuatro equipos "grandes" del futbol mexicano, un fenómeno muy interesante que se ha acentuado en las últimas décadas y cuya emergencia coincide con la lenta descentralización, la modernización y crecimiento de muchas otras ciudades, el desdibujamiento de la ficción de la unidad nacional, la competencia y las tensiones entre las regiones son las rivalidades entre los equipos que deportiva pero también histórica, política y culturalmente representan a otras ciudades y regiones.

Hablamos por supuesto de interesantes rivalidades que se presentan por lo menos a dos niveles distintos:

a) Al interior de algunas ciudades (como la que se da entre las Chivas y el Club Atlas del Guadalajara, o la que se da entre los Tigres de UANL y el Monterrey).

b) Y entre dos o más ciudades de un mismo estado o una misma región geográfica (como la rivalidad existente entre el Club Santos de Torreón y los dos equipos de Monterrey; o la rivalidad entre el Puebla y el Veracruz; entre el Club Jaguares de Chiapas y el Atlante de Cancún; entre el San Luis y el Querétaro o entre el Celaya, el Irapuato y el León).

Se trata de un fenómeno cultural que de lo que nos habla no es sólo de la pugna deportiva entre los equipos, sino, sobre todo, de la forma en que, como reacción al fin de las viejas políticas centralizadoras, las diferentes ciudades o regiones que representan, metidas de lleno en una dinámica pro-moderniza-dora, se ajustan a las nuevas reglas de la economía neoliberal.

Desde luego, además de la agudización de las desigualdades, del empobrecimiento de las clases medias y la instauración de la migración hacia los Estados Unidos como la "única puerta de escape" para millones de mexicanos, una de las múltiples transformaciones provocadas por la liberalización de la economía (las políticas de ajuste estructural del neoliberalismo), el desarrollo de las comunicaciones y la experiencia vicaria de la globalización, fue la emergencia de nuevas "identidades" y "socialidades" mucho más móviles y flexibles pero funcionales. Tal es el caso de las identidades o adscripciones que hoy ha suscitado un espectáculo como el futbol en México. Hablamos de unas identidades futbolísticas que sobre todo los jóvenes de muchas partes del país han adoptado y construido (en muchas ocasiones copiando y adaptando formas de expresión, relación y organización de aficiones de otros países) como parte de su estrategia para enfrentar, desde el goce que el futbol permite, los embates económicos y la reducción de posibilidades de alcanzar una vida mejor.

 

Rivalidades regionales y locales en Ecuador

La "cuestión regional" en Ecuador

A diferencia de lo que pasó en México en donde el proyecto nacional centralista logró imponerse desde inicios del siglo pasado, en Ecuador desde antes de la conformación como Estado-Nación en 1830 hasta la actualidad, han prevalecido las identidades primordiales de corte regional aglutinadas en torno a los tres centros urbanos: Quito, Guayaquil y Cuenca.

Como señala Maiguashca (1992: 182), el conflicto entre centro y periferia ha sido el principal fenómeno político en la historia ecuatoriana, ya que desde el inicio del periodo republicano los proyectos de las tres ciudades antes nombradas no lograron fundirse en un proyecto nacional aglutinante. Con el paso de los años, paulatinamente el poder central adquiere vigor y entra en conflicto con los poderes regionales. De esta manera la historia del Ecuador puede leerse en clave de los conflictos, intereses y disputas hegemónicas que han sido denominadas como la "cuestión regional" (Coraggio, 1989; Quintero, 1991; Maiguashca, 1992).

Para Quintero y Silva (1991: 34-35), la presencia y persistencia de una cuestión regional en una formación social concreta como la ecuatoriana delata la ausencia de una clase hegemónica en la escena política de imponer su proyecto político como el proyecto histórico del conjunto de clases. Los autores mencionados señalan cinco particularidades al tratar la cuestión regional. Para nuestro análisis mencionaremos solamente dos:

1. La cuestión regional no provoca un fortalecimiento de la conciencia nacional, y es más, inclusive puede provocar un fraccionamiento y debilitamiento de la misma, cuando da lugar al nacimiento de una conciencia regional, a ideologías regionalistas, y a prácticas políticas regionales que no se constituyen en ningún nivel de apropiación de la cuestión nacional.

2. Como expresión de lucha política, como respuesta a la ausencia de resolución de los puntos nodales en materia de unificación nacional,17 la cuestión regional atañe básicamente a las contradicciones entre las clases dominantes, a su pugna por el poder y a la ausencia o debilidad de una clase capaz de unificar a las distintas tendencias económicas y políticas de las distintas fracciones de la clase dominante mediante un proyecto nacional.

En efecto, al analizar la historia del Ecuador podemos señalar tres grandes ciclos donde se observa la relación entre el Estado y los poderes regionales: el primero que comienza en 1830 y termina en 1925, el Estado avanza sobre los poderes regionales, pero éstos se defienden y terminan imponiéndose entre 1916 y 1925. Se robustecen las identidades quiteña, guayaquileña y cuencana, influidas por un desarrollo económico a través de la entrada al mercado internacional gracias a la exportación de cacao en Guayaquil, cascarilla en Cuenca y, en menor escala, cueros y textiles en Quito. De esta manera estas ciudades se transformaron en centros políticos y económicos, y posteriormente culturales. Tanto Cuenca como Guayaquil entraron en competencia con Quito al fundar universidades y auspiciar un periodismo de alcance nacional, teniendo más éxito en esta empresa la ciudad portuaria.

El segundo ciclo va desde 1925 hasta 1972. Durante estos años el Estado se recupera e inclusive avanza, pero los poderes regionales también logran reconstituirse y terminan imponiéndose nuevamente entre 1966 y 1972. Si bien en este periodo se robustece el Estado y surge un discurso nacionalista tanto en la revolución juliana como en la invasión del Perú al territorio ecuatoriano en 1941 y en los diferentes gobiernos militares que llegan al poder (sobre todo en la Junta Militar de 1963-1966), también surgieron proclamas —igual que en el periodo anterior aunque ya no se formaron gobiernos regionales— separatistas o federalistas. Cabe recordar la propuesta de las élites guayaquileñas en los años 1939 y 1959, quienes proclamaban un "Guayaquil independiente", debido sobre todo a la existencia de un marcado centralismo.

Es en este lapso cuando se elaboran y promulgan los primeros planes nacionales (1958, 1961, 1963 y 1969), los cuales tuvieron mayor aceptación en los gobiernos militares que fueron incubados por los Estados Unidos para América Latina bajo la fórmula "Alianza para el progreso" en la década de 1960. Como explican Quintero y Silva (1991), si bien este proyecto estuvo supeditado a los intereses norteamericanos, lo que implicó la elaboración de una política antinacional en los principales frentes; por otro lado, la dictadura militar intentó centralizar vertical y coercitivamente el espacio nacional. La fragmentación y la regionalización en aquel entonces era muy notoria, por eso se intentó construir un "nuevo Estado" que rompiera con dichas divisiones a través de una política integracionista y un fuerte discurso patriotero que llegó incluso a la arena del deporte.

En efecto, para aquel entonces el futbol ya estaba constituido como un deporte popular de gran aceptación entre los ecuatorianos, y la Junta Militar aprovechó los logros de la selección nacional en las eliminatorias al mundial de 1966 para mandar mensajes públicos de felicitación por los logros obtenidos. Así, las victorias del equipo nacional fueron útiles como vehículo de propaganda y para la reafirmación de la unidad nacional. Este constituye el primer momento de narrativas nacionalistas a través del futbol en el Ecuador impulsado desde la esfera oficial: "Miembros Junta Militar Gobierno a su nombre y pueblo ecuatoriano, emocionados felicitamos integrantes cuadro fútbol representa Ecuador porque brillante triunfo obtenido significa fortalecimiento espíritu deporte y unidad nacional y un lauro más para colores patrios", "...ya que vuestro esfuerzo y capacidad deportiva y responsabilidad, son los mejores atributos que os van conduciendo a esa meta, para honor del país y para hacer más fuerte la unidad nacional" (Ramírez, 2006).

Sin embargo, este proyecto nuevamente quedó truncado por las élites regionales, quienes a través de las cámaras de comercio de Guayaquil, Quito y Cuenca hicieron causa común y convocaron a una huelga, a raíz de que la Junta Militar impuso una alza en los impuestos de importación cuando se dieron cuenta de que las élites guayaquileñas manipularon el comercio exterior.

Así, en esta época los poderes regionales se fortalecieron al verse favorecidos nuevamente por factores económicos. Para el caso de Guayaquil, gracias al auge bananero (1948-1958), esta región desarrolló su industria y se convirtió de nuevo en el centro económico más poderoso del país. Cuenca, hasta mediados de los años cuarenta, gozó del auge del sombrero de paja toquilla. Si bien luego de este periodo las exportaciones se fueron a pique, lo cual condujo a que los "nobles de Cuenca" se reorganizaran en torno al Centro de Recuperación Económica del Austro, a raíz de este suceso se produjeron las primeras oleadas migratorias hacia Estados Unidos de dichos comerciantes que establecieron nexos con sus pares del norte, convirtiéndose en la región pionera de éxodo de migrantes. Así, en el curso de las siguientes décadas, Azuay y Cañar llegan a formar el "eje central" de inmigrantes, siendo incluso, tal vez, la zona de mayor envío de inmigración internacional en América del Sur, lo cual consolidó a esta región como el lugar de alta migración y de formación de nexos transnacionales con Estados Unidos (Ramírez y Ramírez, 2005).

La tercera fase comienza en 1972 hasta nuestros días. El Estado se fortalece marcadamente y, como señala Maiguashca, por primera vez en la historia republicana logra, si no convertirse en un Estado fuerte, por lo menos conseguir un poder de negociación que antes no disponía. Otra vez la cuestión regional adquiere nuevos matices, pero no desaparece.

La década de 1970 se caracteriza por el predominio de gobiernos militares bajo un enfoque de profundización del desarrollismo estatista sostenido por el boom del petróleo. La búsqueda de mayor autonomía estatal frente a las élites regionales tradicionales y mayor apertura hacia las demandas de grupos sociales excluidos se evidenció con la reactivación de la reforma agraria y la expansión de las políticas sociales (Montúfar, 2000). El petróleo provocó un cambio importante en las relaciones estructurales del Estado con la sociedad. El excedente económico producido por las exportaciones petroleras financió un incremento en el gasto — 12% de crecimiento anual— y en las inversiones públicas —8.4% de crecimiento anual. Sin embargo, los tradicionales sectores agroexportadores y terratenientes, afectados por tales reformas, generaron una fuerte oposición al estatismo del régimen. La estrategia de desarrollo de los gobiernos militares no logró entonces establecer una transformación efectiva de la economía y sociedad.

De todos modos, para 1974, el sector industrial ecuatoriano experimentó una importante expansión y el PIB creció a un ritmo superior al 7%. Este crecimiento económico no benefició a todos los sectores productivos en el proceso de industrialización y generó una fuerte lógica proteccionista. El proceso de industrialización, según Conaghan (1988), no logró integrar a los sectores excluidos y patrocinó incluso el crecimiento de un sector industrial de baja productividad y extremadamente caro en absorción de divisas. A pesar de la expansión de los sistemas de educación y salud públicos, el Ecuador continuó siendo uno de los países más inequitativos de América Latina. Así, el gobierno "nacionalista y revolucionario" de las Fuerzas Armadas se quedó corto para consolidar un modelo más incluyente de modernización.

Otro elemento a tomar en cuenta en esta época es la acelerada migración interna rural-urbano. Mientras en 1962, 65% de la población vivía en zonas rurales para 1974 sólo lo hacía el 41%, lo cual transformó la distribución demográfica del país, concentrando en las ciudades (sobre todo en los dos centros urbanos: Guayaquil y Quito) y ya no en los campos, el mayor número de habitantes.

Finalmente, dos acontecimientos de las últimas décadas hacen que resurja un discurso nacionalista en el contexto de la implementación de políticas neoliberales que produjo pobres resultados en términos de crecimiento económico y una altísima vulnerabilidad frente a la economía internacional: la guerra del 81 y la del 95 otra vez con nuestro vecino del sur: Perú. Estos acontecimientos, indudablemente matizaron los conflictos regionales. En efecto, han sido estos conflictos bélicos y después los triunfos de la selección nacional de fútbol desde finales de los noventa y principios del nuevo siglo, llegando a dos mundiales consecutivos, en 2002 y 2006, los que han ayudado en los últimos tiempos a forjar una identidad nacional, una identidad ecuatoriana que, como hemos remarcado, ha estado truncada por la existencia de otros tipo de identidades primordiales, que compitieron con la identidad nacional: principalmente las identidades regionales, pero también las identidades étnicas y religiosas.

Por último, cabe señalar que en la coyuntura actual del país con la llegada a la presidencia del economista Rafael Correa se ha producido una intensificación de este conflicto. Si bien el gobierno ha recuperado una visión de pensar y planificar el Estado ecuatoriano (reaparece, por ejemplo, la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo, Senplades; se apela a un discurso nacionalista, que no lo había hecho ninguno de los gobiernos anteriores. El lema del gobierno es la frase "La patria ya es de todos" y el uso de los símbolos patrios reaparece con fuerza. También se recupera la idea de soberanía que se hizo evidente a raíz de los ataques de Angostura y el conflicto que se mantiene con Colombia), el conflicto regional ha tomado nuevamente relevancia, sobre todo por el constante enfrentamiento con el Municipio de Guayaquil, en donde el alcalde y las élites de esta localidad han retomado nuevamente con fuerza un discurso esencialista identitario apelando a su ya histórico deseo de autonomía.

 

Identidad(es) en el Ecuador contemporáneo

Si las identidades se construyen por oposiciones y alteridades, históricamente los discursos de pertenencia a la nación ecuatoriana, como hemos indicado, se construyeron a través de las confrontaciones con el vecino país del sur: Perú. Sin embargo, la firma de los acuerdos de paz con Perú luego de más de 55 años de beligerantes relaciones militares y diplomáticas, marca para el Ecuador el fin del ciclo simbólico de afirmación de lo nacional desde la convencional narrativa que articulaba el imaginario del "país amazónico" con tesis convergentes en torno de la representación del conflicto fronterizo como una "herida abierta". Desde octubre de 1998 en que se firmaron los acuerdos, la frontera inconclusa y el histórico adversario (el "Caín de América") han perdido su eficacia simbólica como los principales artefactos culturales sobre los que se asentaba la construcción de los sentidos de pertenencia hacia la nación (Ramírez y Ramírez, 2001).18

Paralelamente a este suceso, a nivel interno en el Ecuador se evidenciaba una descomposición política-económica desde finales de la década de los noventa que dio como resultado el derrocamiento de tres presidentes: Bucaram (1997), Mahuad (2000) y Gutiérrez (2005), y la quiebra del sistema financiero, uno de cuyos efectos fue la desaparición de la moneda nacional (el sucre) y la misma dolarización de la economía en el periodo 1999-2000.

La pérdida total del complejo de autoridad y representación nacional estructurado en torno al Estado produjo la emergencia y/o radicalización de proyectos políticos asentados en la reivindicación de la diferencia. Por un lado, el movimiento indígena sólidamente organizado en torno de una red de agrupaciones comunitarias, provinciales y nacionales (proclamando la plurinacionalidad del Estado ecuatoriano) y, por otro, diversos sectores políticos de la región Litoral del país (proponiendo un régimen de autonomías provinciales).

Los discursos de apuntalamiento de particulares identidades —la filiación étnica en el primer caso y la cuestión regional/local en el segundo— han funcionado como los principales nodos de interpelación a las bases institucionales del Estado-nación. A estos elementos, o fruto de algunos de ellos, hay que añadir la última estampida migratoria de ecuatorianos al exterior (sobre todo a España, Estados Unidos e Italia), la que también pone en riesgo el lugar de lo nacional en la construcción de las identidades. Algunas investigaciones recientes hablan del surgimiento de comunidades transnacionales que conectan el lugar de origen con el de residencia, lo cual nos da pistas para entender lo local en lo global sin pasar por el espacio nacional. Como se indicó antes, los primeros flujos migratorios provienen de la región austral del país, el boom migratorio de finales de los noventa y principios del nuevo siglo, si bien tuvo un alcance nacional, fue de las tres principales ciudades, Quito, Guayaquil y Cuenca, donde más gente migró al exterior, y una vez instalados en las sociedades de destino también han aparecido los conflictos regionales.

A finales del siglo XX en el Ecuador se hacen visibles una serie de problemas que permiten hablar de un intenso debilitamiento de los convencionales lugares de apuntalamiento de la identidad nacional: la demarcación de los límites territoriales con el Perú cancela la imagen de la frontera y del mismo conflicto militar como principales modos de agregación de pertenencia a la nación; la crisis económica-política debilitó la legitimidad de la estructura nacional de poder; el surgimiento de proyectos identitarios subnacionales, étnicos y regionales, desde los cuales se ha cuestionado tanto las narrativas dominantes sobre la identidad nacional como las mismas bases institucionales del Estado; y, el último boom migratorio que estaría dando paso a la conformación de comunidades transnacionales, marca la pérdida del monopolio de lo nacional como instancia de cohesión y representación de la población.

En esta particular configuración político-cultural de los últimos años de los noventa y principios del nuevo siglo en que los actores y lugares "público-oficiales" carecen de intereses y posibilidades de reinvención de las identidades nacionales, que apenas aparecen en el actual gobierno, se observa el surgimiento y consolidación de diversas narrativas de recomposición identitaria nacional edificada a través de la selección nacional de fútbol. En efecto, en los primeros años del nuevo siglo el futbol ecuatoriano se ha hecho conocer a nivel internacional gracias a su clasificación y decorosa participación en las dos últimas copas del mundo disputadas en Korea-Japón 2002 y en Alemania 2006, y por la reciente obtención, por primera vez en la historia, de la Copa Libertadores de América en 2008, ganada por un equipo ecuatoriano: la Liga Deportiva Universitaria de Quito.

Estos primeros sucesos, sumados a las largas rondas clasificatorias, provocó que los ecuatorianos encontraran en la selección nacional de futbol el equipo al cual hinchar, convirtiéndose en el símbolo de unidad e identificación en un país que históricamente ha tenido problemas de corte regional, étnico y de clase, sobre todo alrededor de las dos ciudades más importantes: Quito, lugar donde se concentra el poder político del Estado, y Guayaquil, ciudad que históricamente ha tenido una gran actividad comercial y empresarial.

Si bien se ha documentado estos rebrotes de orgullo patrio cada vez que juega la selección nacional (Ramírez, 2006 y 2001), a nivel interno dentro del Campeonato Nacional de Futbol persisten las confrontaciones de corte local y regional, que en algunos casos han llegado a confrontaciones violentas tanto en los graderíos como entre jugadores. En efecto, en el espectáculo futbolístico en Ecuador, al igual que ocurre en otros países, se produce este doble papel: el futbol paradójicamente integra y divide.

Analizamos este segundo aspecto partiendo de la premisa de que el futbol-espectáculo es un medio de expresión dramática de las tensiones entre grupos y regiones. En el estadio se producen divisiones sociales significativas, se encuentran diferentes tipos de antagonismos y se expresan nítidamente lealtades particulares y divisiones sociales y culturales. Como señala Medina Cano (1996), el campeonato nacional es un duelo entre regiones, entre ciudades, colores y estilos de juego que confirman la diversidad y la pluralidad cultural de un país. Pero para entender el caso ecuatoriano es importante empezar analizando los orígenes del campeonato de futbol, su nacionalización, para luego detallar las confrontaciones regionales de los principales equipos.

 

La "nacionalización" del futbol ecuatoriano

Desde los orígenes del futbol profesional, a inicios de los cincuenta, la estructura organizativa de los campeonatos —que sintonizaba en cierta forma con la bipolaridad del poder político y económico en el país— estuvo modelada por las disputas entre las dirigencias de los equipos de Guayas y Pichincha. La Asociación de Futbol del Guayas hegemoniza el proceso de profesionalización de futbol, organiza los primeros torneos y lidera las competencias nacionales.

Las confrontaciones deportivas adquirieron matices de conflictividad regional a tal punto que durante algunos años debieron jugarse de forma simultánea pero diferenciada los campeonatos provinciales y el campeonato nacional. El primer campeonato nacional se efectuó con la participación de los campeones y vicecampeones de Guayaquil y Quito sin que tuvieran que medirse entre sí equipos de la misma localidad. Por eso Ibarra (1997: 25) señala que "si retrocedemos hacia los años cincuenta y sesenta cuando surge el futbol profesional, este era un campo más de confrontación regional costa-sierra en los campeonatos nacionales de futbol". En estos años, la actuación de la Federación Nacional de Futbol, creada ya en 1925, no conseguía superponerse a las asociaciones provinciales existentes, ni unificar reglamentos y procedimientos para regular el deporte en el espacio nacional. Sólo hasta fines de la década de los sesenta (1968) se logra organizar un campeonato nacional sin las paralelas competencias provinciales. Este podría ser un primer momento en que una configuración administrativa y deportiva de tendencia nacional (ya se habían articulado cuatro asociaciones provinciales: Quito, Guayaquil, Ambato y Manta) se impone sobre las poderosas asociaciones de provincia.19

La organización ininterrumpida de estos torneos nacionales puede ser vista como un elemento propicio para poner en confrontación, vinculación y reconocimiento —"integrar por la vía de la rivalidad y la enemistad simbólica del juego competitivo" (Lever, 1983)— estilos de juego regionales y representantes de diversas provincias. De tal forma se impulsó, además, la formación de equipos profesionales y se construyeron escenarios deportivos en las principales ciudades del país con el apoyo de los municipios locales.

Así, para 1970 la Federación Ecuatoriana de Futbol realizó un campeonato nacional con la intervención de equipos provinciales y así fue como la Federación de Futbol de Manabí (Juventud Italiana), Tungurahua (Macará), Chimborazo (Olmedo), Azuay (D. Cuenca) formaron sus ligas profesionales. Actualmente existen 18 asociaciones de provincia20 y 20 equipos en primera categoría, la cual se divide en Seria A (12 equipos) y B (10 equipos).

Son en estas confrontaciones deportivas que los clubes y sus hinchadas activan intensos sentidos de pertenencia y de afirmación de las identidades locales, construidas desde específicas representaciones geográficas, étnicas, culturales y de clase. Existen en Ecuador tres tipos de rivalidades: los "clásicos" entre equipos de una misma ciudad, sobre todo cuando juegan Barcelona vs Emelec en Guayaquil y Nacional o Deportivo Quito vs LDU en Quito. Las rivalidades regionales son cuando se enfrentan equipos de Guayaquil y Quito (sobre todo cuando juegan Barcelona-LDU) y rivalidades entre estos equipos grandes y los del interior o provincia.21

 

Los equipos y sus hinchadas

En el actual campeonato nacional de futbol ecuatoriano de la primera categoría Seria A disputan doce equipos pertenecientes a siete provincias (véase figura 2): cuatro de Pichincha (Liga Deportiva Universitaria, Deportivo Quito, Nacional y Católica), dos de Guayas (Barcelona y Emelec), dos de Tunguarahua (Macará y Técnico), uno de Chimborazo (Olmedo), uno de Azuay (Deportivo Cuenca), uno de Azogues (Deportivo Azogues) y uno de Cotopaxi (Espoli).

La modalidad del campeonato que se juega desde febrero a diciembre son dos rondas de todos contra todos, o en su defecto se arman dos grupos, donde los primeros equipos obtienen bonificaciones de puntos para la liguilla final, la misma que es jugada por los seis mejores equipos ubicados en la tabla de posiciones. De igual manera en esta liguilla se juega nuevamente todos contra todos, y el equipo que mayor puntaje obtiene es el nuevo campeón del torneo. Los dos equipos que menos puntaje obtuvieron en el acumulado de las dos primeras rondas descienden a la Serie B de donde salen los dos nuevos cupos para el siguiente campeonato.

De 48 campeonatos nacionales profesionales disputados hasta 2007, en 23 ocasiones han ganado equipos de Guayas (13 Barcelona, 9 Emelec, 1 Everest), 23 veces equipos de Pichincha (12 Nacional, 9 LDU, 2 Deportivo Quito) y 2 veces han ganado equipos de "provincia" (Olmedo de Riobamba y el Deportivo Cuenca). Al concentrarse la mayoría de campeonatos en cuatro equipos (han ganado el 90% de todos los campeonatos disputados), sumado a —o a causa de— la gran hinchada que tienen estos clubes se les considera los cuatro grandes del futbol ecuatoriano y los que tienen hinchada más allá de su ciudad de origen.

Históricamente Barcelona ha sido visto como el equipo más popular e "ídolo del Ecuador". Fundado en Guayaquil en 1925 por inmigrantes —sobre todo catalanes— siempre fue un equipo que se le asoció con los plebeyos y clases bajas del puerto. Mientras que Emelec fundado en 1929 también por un inmigrante y funcionarios de la empresa eléctrica representa a los "aniñados" (fresas) de Guayaquil, por lo que se le denomina "el equipo millonario" o el "Ballet Azul".22 Ambos equipos disputan el clásico del astillero que se remonta a la época amateur del futbol ecuatoriano, donde se incubaron las rivalidades entre equipos locales.

En Quito, Liga Deportiva Universitaria surgido en 1918, pertenecía a la Universidad Central y representaba en un principio a los estudiantes y nuevos profesionales de la clase media de la capital. Es el equipo que en la última década ha ganado más campeonatos nacionales y el único del país que se ha coronado campeón de la Copa Libertadores de América en 2008. Y el club El Nacional, equipo fundado y auspiciado en 1963 por el ejército ecuatoriano y posteriormente por todas las ramas de las Fuerzas Armadas, en una época, como se indicó en el acápite anterior, en la cual los militares tenían el control del Estado. Es el único equipo que juega solamente con jugadores ecuatorianos, por lo que es conocido como "puros criollos".

También existen en Quito otros "clásicos locales" disputados entre LDU y Aucas o LDU y Deportivo Quito. Ambos encuentros tenían más fuerza en otras épocas y quizá este último sea considerado por muchos el clásico de la ciudad. Sin embargo, el Deportivo Quito ha ganado sólo dos campeonatos (el último hace 38 años) y en la actualidad no siempre está en la liguilla final, por lo que los hinchas de LDU (y también los otros hinchas) no le consideran un rival fuerte para conquistar el título de campeón. Por esto los hinchas cuando juegan contra el Deportivo Quito cantan: "Yo tengo fe que el Quito va a ganar, yo tengo fe que el Quito va a ganar, jugando a las muñecas porque el futbol no les da".

Estos cuatro equipos no sólo tienen una gran afición sino que existen barras bien organizadas que acuden regularmente a los estadios a alentar al equipo de sus amores y despotricar a sus adversarios. La principal hinchada de Barcelona se denomina "Sur Oscura", de Emelec "Boca del Pozo", "Muerte Blanca" los hinchas de la LDU y "Marea Roja" los del Nacional.23 Estos cuatro equipos al tener aceptación a nivel nacional han dado como resultado que se formen barras o extensiones de éstas en otras provincias del Ecuador.

 

Reflexiones finales

Hemos tomado la posición de que los proyectos de Estado se pueden ver como maneras particulares de enfrentar las tendencias centrífugas de las regiones o áreas urbanas, y de crear un sistema urbano integrado a nivel nacional, legitimado por un sentido compartido de pertenencia. La nación como "problema" en este sentido es realmente distinta para los casos aquí tratados. En México, fue primero, hasta mediados del siglo pasado, el problema de unir unas regiones con largas historias de aislamiento. Más recientemente, después de un periodo de acelerada centralización, el problema ha sido suavizar la transición, sin mucho apoyo por parte del gobierno federal, hacia un sistema más descentralizado y de calmar el resentimiento de las otras ciudades hacia la capital, efecto de los abusos hacia estas ciudades llevados a cabo a nombre de la consolidación de la nación. En Ecuador, en contraste, el "problema nacional" está atravesado por la bipolaridad del poder político y económico concentrado en las ciudades de Quito y Guayaquil, y la existencia de un Estado que a lo largo de su historia no ha logrado cuajar un proyecto nacional que articule las diferencias regionales y étnicas existentes al interior del país.

En los dos casos, estas historias particulares del sistema urbano y de la nación se pueden leer a través de las cambiantes rivalidades y relaciones entre los equipos de futbol y sus seguidores. En México, las exageradas políticas de centralización durante buena parte del siglo XX resultaron en la emergencia de cuatro equipos "nacionales" fuertemente asociados con la ciudad capital o con un imaginario nacional, en el caso de los Chivas, ligado a un proyecto nacional basado en un dominante Estado federal. Y, en los últimos años, las políticas pasivas de descentralización han producido una situación en que los equipos de provincia se convierten en símbolo de la modernidad y la "globalidad" para las áreas urbanas que representan, el cual les ayuda a competir con otras ciudades por la inversión privada. Para el caso de Ecuador la bipolari-dad urbana dio como resultado que los cuatro equipos grandes se concentren en las dos principales ciudades. Sin embargo, para el caso de Guayaquil ha existido una histórica rivalidad entre sus dos principales equipos, mientras que en Quito se han producido cambios dependiendo del éxito y fracaso de los clubes. En los últimos años, con el surgimiento y consolidación de las barras, ha cobrado fuerza el duelo entre equipos de Quito (LDU) y Guayaquil (Barcelona) que constituye una arena visible —en el campo deportivo— del histórico conflicto regional entra estas dos ciudades impulsadas por las élites locales. Finalmente, el continuo mejoramiento de los equipos de provincia ha hecho que salgan a flote en el espacio futbolístico las rivalidades entre los centros y las periferias.

Nuestro objetivo aquí ha sido demostrar que los cambiantes sistemas de rivalidades constituyen una ventana por la cual se puede observar y comparar cómo un segmento significativo de la población —los aficionados al fútbol— ve, vive o critica los proyectos del Estado dirigidos hacia la integración regional/urbana nacional. Al mismo tiempo, el tomar en cuenta estos proyectos de Estado, y sus éxitos y limitaciones, ayuda a explicar la forma que toman las rivalidades futbolísticas y su variación a través del tiempo en los diferentes contextos nacionales.

 

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Notas

1 Es importante aclarar que cuando aquí hablamos de fútbol-espectáculo nos estamos refiriendo estrictamente al futbol profesional que se mantiene con "el patrocinio de empresas, particulares interesados y el público"; el futbol que se regula por "la lógica mercantil de las industrias del entretenimiento". Se trata de un tipo de futbol que es "fuente de empleo, generadora de recursos en la oferta de entretenimiento, donde el cúmulo de pasiones de los aficionados se desborda al apoyar a sus equipos y jugadores" (Estavillo, 2008: 189).

2 Entre otras cosas, el futbol profesional es un espacio "clave" porque como "fenómeno contemporáneo se encuentra vinculado con la política, los medios de comunicación, la tecnología, la cultura, la educación y el espectáculo, por nombrar algunas esferas de la organización social. Así, se tiene que considerar al futbol como una actividad sociocultural con enormes dimensiones económicas. Por su vasta difusión, este deporte interactúa con una amplia variedad de mercados y contribuye a fortalecer los sentimientos de cohesión social; constituye, en suma, un ámbito de interés público" (Estavillo, 2008: 185).

3 "En México se vive durante las primeras siete décadas del siglo XX la ilusión de la homogeneidad. El país, se afirma, es el resultado de la Unidad Nacional. Una fe: el catolicismo. Una raza: el mestizaje, llamada pomposamente por José Vasconselos 'la raza cósmica'. Un género dominante: el masculino al punto que sólo en 1955 ejercen por vez primera el voto las mujeres... Un partido político: el Revolucionario Institucional. Una pigmentación reconocida como la propia de las multitudes: la morena, la raza de bronce (las élites intentan blanquearse calladamente). Un régimen en el hogar: el patriarcado. Un feudo que maneja la censura y la vida social: el de la moral y las buenas costumbres, signifiquen lo que signifiquen, mientras se definan con ayuda del clero católico. Un método para clasificar lo masculino y lo femenino: el machismo. Los expulsados de la nación: los indígenas. Un sector sin derechos ni humanidad reconocida: las minorías sexuales" (Monsiváis, 2008: 14).

4 "A México lo configura en enorme medida el Estado Nación, encargado de fijar los criterios históricos [...]; de planear buena parte del rumbo de la economía; de organizar las normas jurídicas (la Constitución de la República, el Código Civil y el resto de la armazón jurídica); de afirmar la dimensión laica de la memoria nacional (enseñanza histórica, afirmación de las leyes, culto a los héroes, selección de tradiciones, arreglo de los criterios de representación de México, etcétera); de jerarquizar vínculos con los demás países (en primer lugar y sobre todo, la integración económica y política con Norteamérica); de privilegiar a toda costa el crecimiento del capitalismo salvaje (en América Latina, el único capitalismo realmente existente); de sostener los sistemas de educación y salud públicas, así como ampliar y darle mantenimiento a la infraestructura del desarrollo (caminos, presas, dotación de servicios a las comunidades)" (Monsiváis, 2008: 26).

5 Hablando del desdibujamiento de la "ficción de la Unidad Nacional" y el consecuente y aún no terminado del todo redescubriemiento de la pluralidad y diversidad cultural, regional y política de México, Carlos Monsiváis ha expresado: "Apenas en 1960 empieza el cambio en la sociedad que no se admite racista pero que lo es profundamente. Se inaugura el Museo Nacional de Antropología y se extiende el orgullo por el pasado prehispánico. Una cosa por otra: si los indios de hoy son invisibles, el pasado indígena deslumbra. Y luego, en 1982, en la campaña de Miguel de la Madrid a la Presidencia de la República, se habla por primera vez del país plural, y el lugar común se vuelve tangible gracias a la política. Octavio Paz ya nombra a su revista Plural, pero todavía en los ochentas la expresión es infrecuente: ¿qué significa ser plural? Aún ronda el fantasma de la Esencia Nacional, de la mexicanidad que, como se sabe, es enemiga de lo diverso" (Monsiváis, 2008: 25).

6 El reciente ascenso a la Primera División de futbol de equipos en Tuxtla-Gutiérrez, Chiapas, y Ciudad Juárez, Chihuahua, y el traslado del equipo Atlante de la Ciudad de México a la ciudad de Cancún, Quintana Roo, son ejemplos de ciudades en regiones tradicionalmente beisbolistas que paulatinamente han volcado su atención hacia el futbol profesional de Primera División.

7 Si se revisa históricamente el proceso de "expansión" que ha seguido el futbol-espectáculo en México, se observará que desde que se constituyó la liga de futbol profesional en el año de 1943, éste paulatinamente ha ido ganando cada vez más terreno gracias a los esfuerzos comerciales de la televisión abierta, así como al fortalecimiento del mercado interno de consumo y al desarrollo del sistema urbano-regional del país. Hablamos de un proceso de expansión nacional del futbol que se aceleró a partir de los años sesenta y setenta, y que se acentuó en las dos últimas décadas. Por otro lado y tomando en cuenta que gracias a los ingleses el futbol entró a México por el puerto de Veracruz a finales del siglo XIX (de donde pasó a Orizaba, a Córdoba y a la ciudad de Pachuca) y que en poco tiempo gracias a los franceses llegó hasta el estado de Jalisco, es interesante observar que luego de practicarse de manera simultánea en diversos lugares del centro y el occidente de la República, en los años posteriores a la Revolución Mexicana el gusto por este deporte inició un lento pero peculiar proceso de expansión. Y es que durante los años treinta, cuarenta y cincuenta su práctica en una primera etapa se expandió de la zona centro-occidente al noreste del país; posteriormente entre los cuarenta, cincuenta y sesenta fue de la zona centro-occidente a la región centro-sur; y en las últimas décadas ha ido de la zona centro-occidente al noroeste y sur-sureste de la República.

8 Para entender por qué se le ha concedido tal importancia mediática al futbol, basta con tomar en cuenta lo siguiente: "los clubes de futbol profesional son empresas de espectáculos, obedientes a las reglas del mercado y dispuestas a vender y comprar jugadores, entradas, imagen derechos de transmisión. Los medios de comunicación juegan un papel central para esta actividad, pues son quienes catalizan la oferta de los clubes y ligas, amplificando su valor económico. De manera recíproca, los medios de comunicación se benefician del espectáculo del futbol para generar mayor audiencia y lealtad entre sus espectadores y, con ello, incrementar su atractivo para los anunciantes" (Estavillo, 2008: 185-186).

9 ¿De qué tipo de mercado o industria estamos hablando? En el caso específico del fútbol profesional mexicano, se trata sin duda de un mercado futbolístico cartelizado, un mercado con las siguientes características: 1) Tiene una estructura monopsonística discriminadora: partiendo de que "un monospsonio se refiere a una estructura de mercado en la cual solo hay un comprador" (Katz, 2008: 172), hay que decir que en la Primera División "participan 18 equipos los cuales entran en una colusión para actuar en conjunto como un cartel monopsónico (la Asamblea de Clubes conformada por los dueños de los equipos) para negociar frente a los jugadores, quienes son los que ofrecen sus servicios laborales como futbolistas. En este marco institucional los futbolistas que desean jugar solo pueden ser contratados por los equipos en un arreglo..." (Katz, 2008: 174). 2) Es un mercado donde la mayoría de los clubes de futbol se manejan tramposamente como sociedades deportivas, como asociaciones civiles sin fines de lucro y no como sociedades mercantiles: "Son de todos —socios afición, directivos— pero no son de nadie. Son casas sin amo" (Bernardo de Quirós, 2008: 162). 3) Es un mercado que se maneja bajo un régimen fiscal donde, gracias al esquema de consolidación de pérdidas vigente en el sistema tributario nacional y gracias a que prácticamente todos los clubes forman parte de un grupo corporativo en donde el club sólo es uno más de las diferentes empresas que forman parte del grupo, muchos de los dueños "ganan" en deducciones cuando sus equipos deportivamente pierden. 4) Por último, es un mercado donde los futbolistas, dada la estructura monopsónica en la cual operan los equipos de futbol, caen en "un juego no cooperativo", sobre todo cuando juegan en la Selección Nacional porque no reciben un beneficio adicional por tener un buen desempeño (Katz, 2008: 172).

10 A diferencia de los resultados financieros del club, que por lo regular se reparten entre sus dueños, "los resultados deportivos son una suerte de bien común... todos [aficionados, socios —cuando los hay— y dueños del club] pueden disfrutarlos con igual intensidad" (Alonso, 2008: 135). Lo cual no debe hacernos olvidar que "la obtención de triunfos deportivos es un medio eficaz de proyección exterior y ello a la vez tiene una indudable repercusión positiva no sólo en términos simbólicos, sino también en el terreno económico" (Estavillo, 2008: 187).

11 Comercialmente hablando, las "rivalidades" entre los equipos son muy importantes, pues "una liga de fútbol requiere mantener un equilibrio competitivo entre sus equipos, a fin de seguir atrayendo a los espectadores. Por ello, aunque exista una rivalidad deportiva, en el largo plazo ningún equipo puede tener como objetivo eliminar a sus competidores, fenómeno que sí se produce en otros contextos económicos... De hecho, desde cierto punto de vista puede contemplarse a los equipos pertenecientes a una liga no como competidores directos, sino como partes complementarias de una cadena productiva que obtiene como producto final un espectáculo deportivo" (Estavillo, 2008: 188).

12 Según lo han comentado diversos expertos en teoría económica, las "expectativas" que despiertan los partidos de los cuatro "clubes nacionales" se puede percibir como algo esencial para la salud financiera del campeonato mexicano de fútbol profesional de 1ª división. ¿Por qué? Por dos razones básicas. 1) En primer lugar porque, como sucede en todas las ligas profesionales de futbol, la competencia es mucho más rentable que el monopolio y es que un solo equipo de futbol "no puede cubrir la oferta entera del mercado. Si lo hiciese, no habría espectáculo... [Es decir, para que las ligas funcionen, los equipos] deben cooperar entre ellos para producir partidos y fabricar una liga viable y competitiva. [La cual] podría contemplarse como una empresa con múltiples plantas de producción en la cual los equipos están en gran parte sujetos a decisiones que son tomadas e implantadas colectivamente a un nivel superior, el de la liga, que determina las reglas del juego" (Bernardo de Quirós, 2008: 149-150). 2) Y en segundo lugar, porque, como bien lo indica la llamada hipótesis de la incertidumbre del resultado (cuya formulación es posible sintetizar en los siguientes términos: si uno o dos clubes se vuelven demasiado fuertes, el eventual interés de los espectadores por el espectáculo puede desvanecerse), en todos los deportes entre más parejos, más rivalidad y odio deportivo exista entre los clubes a la hora de enfrentarse en la cancha (como es el caso de los cuatro equipos nacionales), el grado de imprevisibilidad e incertidumbre es mayor, lo cual redunda en beneficios económicos para los propios equipos, pues con ello el interés aumenta y las expectativas crecen entre los aficionados que siguen los juegos. "La incertidumbre de qué equipo será mejor" es sin duda alguna "el principal atractivo de cada partido" (Tagle, 2008: 223).

13 A pesar de que los clubes nacionales (sobre todo América, Chivas y Cruz Azul) suelen tener equipos muy parejos y de que en la actualidad los equipos de Toluca, Torreón y Pachuca han obtenido éxitos deportivos importantes, por la rivalidad y el odio que se le tiene al Club América éste sigue siendo el centro del sistema de competencia. Sin embargo, por la manera en que está estructurado el mercado del futbol mexicano (donde se compran muchos jugadores extranjeros, se invierte poco en las fuerzas básicas, se mantiene una "claúsula de reserva" a la hora de las contrataciones y no existe homogeneidad financiera entre los clubes), se puede decir que se trata de un sistema de competencia que no garantiza del todo el balance competitivo entre los equipos que participan en la liga. Hablamos de un sistema de competencia que a pesar de su poca calidad, de todas formas ofrece paradójicamente una cuota semanal de espectáculo a los aficionados. Y eso a pesar de que "competencia y espectáculo no son lo mismo". Y es que "un buen equipo (o dos) no es todo lo que se necesita para que el espectáculo sea atractivo. Que lo sea depende también de otras circunstancias, tales como el diseño de los uniformes y la comodidad del estadio, que involucran la utilización de otros factores de producción, además de buenos jugadores... Por su puesto, es posible montar un espectáculo atractivo sobre la base de un futbol mediocre, si se le agregan elementos como la música y la coreografía y otros actos que sirvan para entretener al público..." (Alonso, 2008: 129).

14 Según Isaac Katz, la práctica del América de pagar altos sueldos está vinculada con el hecho de que "para los dueños de los equipos de la Primera División su objetivo no es la maximización de las ganancias que se derivan de operar un equipo profesional de futbol, sino que inclusive, dado el esquema de consolidación de perdidas vigente en el sistema tributario nacional, para los dueños de los equipos puede ser un objetivo maximizar sus pérdidas" (Katz, 2008: 172).

15 Desde que fue comprado por Azcárraga en 1959, el América es un club "sin fines de lucro", organizado y dominado a partir de la figura de su benefactor y mecenas.

16 El hecho, como en el caso de los Chivas, de que el apoyo por parte del Estado a las cooperativas y a los sindicatos en un momento histórico anterior estaba integrado a la estrategia de la centralización, no se encuentra presente necesariamente en la imaginación de los aficionados.

17 Es importante señalar que muchas veces se ha considerado al regionalismo o a la cuestión regional como sinónimo de "antiunitarismo". Tal equivalencia es fundada en un sentido, pero errada en otro. Es fundada por los aspectos señalados en líneas anteriores. Pero es errada en la medida en que no en todos los casos se tiende a la abolición de la unidad nacional. El caso del levantamiento de Chiapas es un ejemplo de lo que decimos (López y Rivas, 1996).

18 Cabe señalar que en la actualidad se ha cambiado de frontera constituyendo Colombia el principal referente de construcción de identidad nacional. No sólo a raíz de los conflictos diplomáticos con dicho país (cuyas relaciones están rotas a raíz de la incursión guerrillera en Angostura en marzo de 2008), sino debido al aumento de población colombiana en territorio ecuatoriano, la cual ha buscado asilo en Ecuador huyendo del conflicto armado.

19 En contra de las oposiciones locales —espacialmente configuradas— se ha modelado la conformación no sólo de la estructura administrativa del futbol ecuatoriano sino de las mismas lógicas de representación nacional que las competencias internacionales, organizadas por la FIFA, así lo exigían. La conformación de las selecciones nacionales estuvo durante largos años, entre las décadas de 1950 y 1960, atravesada por la necesidad de establecer criterios de paridad en los representantes regionales que integrarían el equipo; esto como reacción al predominio de jugadores de equipos guayaquileños en el combinado nacional. Se reportan numerosos conflictos por la pérdida de estos equilibrios regionales que, además, se han expresado en las disputas entre dirigentes de las dos provincias por el control de la Federación Ecuatoriana de Futbol (FEF) e incluso por la designación de la ciudad sede de la FEF y disputas en torno a definir en dónde jugar los partidos de la selección de local: si en Quito o Guayaquil.

20 18 asociaciones de un total de 24 provincias: Azuay, Bolívar, Cañar, Cotopaxi, Chimborazo, El Oro, Esmeraldas, Guayas, Imbabura, Loja, Los Ríos, Morona Santiago, Pastaza, Pichincha, Santo Domingo, Sucumbíos y Tungurahua.

21 Existe una cuarta rivalidad por fuera de esta confrontación de equipos grandes que las denominamos "Clásicos regionales": uno el clásico interandino disputado entre el Olmedo de Riobamba y el Macará de Ambato y el clásico del austro entre el Deportivo Cuenca y el Deportivo Azogues. Sin embargo, alguno de estos equipos no siempre está en primera división, por lo que no son regulares los encuentros entre sí.

22 Pontón (2007: 6) señala que este apelativo "rememora la finura y depuración de estilo de jugar al futbol que demandaban las élites en cuanto gustos. Barcelona por su parte siempre es representado como un equipo de fibra y temple propio de las clases populares, que recurría siempre a la garra antes que a la fineza de estilo".

23 Cabe señalar que no todos los hinchas pertenecientes a los diferentes clubes se identifican y son parte de estas barras organizadas. Se ha producido lo que Alabarces (1999) denomina un proceso de segmentación al interior de las hinchadas.

 

Información sobre los autores

Roger Magazine. Doctor en Antropología Social por la Universidad de Johns Hopkins en Baltimore, Maryland, Estados Unidos. Desde 1999 es profesor e investigador de tiempo completo en el Programa de Posgrado en Antropología Social (Departamento de Ciencias Sociales y Políticas) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Es miembro fundador de la Red de Investigación sobre "Deporte, Cultura y Sociedad" y también es co-coordinador de un proyecto colectivo que compara la afición futbolística en varias ciudades mexicanas. Líneas de investigación sobre el tema de los aficionados al futbol y los niños de la calle en la Ciudad de México, así como sobre los efectos de la expansión de la ciudad a zonas rurales. Publicaciones recientes: Azul y oro como mi corazón: Masculinidad, juventud y poder en una porra de los Pumas de la UNAM, Universidad Iberoamericana, Afínita (2008); co-coordinador del libro Texcoco en el nuevo milenio: Cambio y continuidad en una región periurbana del Valle de México, Universidad Iberoamericana (2010), y autor del artículo "Algunos problemas con las categorías 'indígena y 'mestizo' en el México contemporáneo", en Ruris: Revista do Centro de Estudos Rurais, vol. 3(2) (2011).

José Samuel Martínez López. Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación en la Universidad del Tepeyac, Maestría en Comunicación en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México; está por obtener el Doctorado en Letras Modernas. Desde 2003 es profesor-investigador en la misma Ibero, en donde imparte las materias de "Taller de Investigación Documental", "Taller de Investigación para la Creación" y "Entretenimiento, Comunicación y Sociedad". En la actualidad funge en la Ibero como Responsable del Área Académica de Investigación del Departamento de Comunicación, como Coordinador Editorial de la Revista Electrónica COMUNICOLOGÍ@: indicios y conjeturas (www.revistacomunicologia.org) y como coordinador ejecutivo de varios diplomados: "Futbol-espectáculo, cultura y sociedad", "Estudios Olímpicos: una aproximación multidisciplinaria al mega-evento deportivo global", "Periodismo Deportivo en México" y "Estrategias para la planeación y contratación de medios en México". En los últimos años ha coordinado diversos proyectos de investigación básica y aplicada en diferentes áreas de la comunicación, la cultura y el deporte. Publicaciones recientes: Futbol-espectáculo, cultura y sociedad. Una revisión crítica al negocio mundial, Universidad Iberoamericana (2010); coordinador junto con Edwing Solano del libro electrónico colectivo Blogs, bloggers, blogosfera: reflexiones multidisciplinarias, Universidad Iberoamericana (2010).

Jacques Paul Ramírez Gallegos. Doctor en Antropología Social por la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Director del Instituto de la Ciudad, Quito. Profesor de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-Sede Ecuador). Fue miembro del grupo de trabajo "Deporte, Cultura y Sociedad" del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO y de la Red de Investigación sobre "Deporte, Cultura y Sociedad". Sobre la temática del deporte ha publicado varios artículos en revistas y libros especializados entre los que se puede nombrar: "Breves apuntes teóricos para acercarse al problema del futbol, masculinidad y violencia", en Futbol-espectáculo, cultura y sociedad, México (2010); "Ecuador, Ecuador mi país. Narrativas patrias a través del futbol", en Futbol Postnacional. Transformaciones sociales y culturales del deporte "global" en Europa y América Latina, España (2010); "Rivalidades futbolísticas, regiones y la construcción de la nación", en Revista ICONOS, FLACSO-Ecuador (2010).

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