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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.15 no.46 Toluca ene./abr. 2008

 

Estudios

 

Empoderamiento de las mujeres a través de su participación en proyectos productivos: experiencias no exitosas

 

Rosa Elena Riaño Marín*, Christine Okali**

 

*Universidad Nacional Autónoma de México / riamar@servidor.unam.mx,

**Universidad de East Anglia, Reino Unido / c.okali@virgin.net

 

Envío a dictamen: 17 de agosto de 2007.
Reenvío: 26 de noviembre de 2007.
Aprobación: 06 de diciembre de 2007.

 

Abstract

The investigation is situated in the middle of the debate on the empowerment of women, and in the discussion on the importance to have an income and programs that promote micro-credits to reach gender equality. The investigation was carried out in the northern part of the State of Veracruz. Groups of women involved in three productive projects with animals, financed by different government agencies were analyzed. Twenty-three households in a rural community were investigated, in which 14 of them lived men and women who are or were part of a productive project. It was found that as a result of their participation women did not experienced processes towards their empowerment; besides, the productive projects generated sporadic and irregular income and few temporary jobs.

Key words: empowerment, rural women, women's groups, WID, micro credit programmes.

 

Resumen

La presente investigación se sitúa entre el debate sobre el empoderamiento de la mujer a través de la obtención de ingresos y la discusión de la importancia de los programas de microcrédito para alcanzar la equidad de género. El estudio analizó tres grupos de mujeres de una comunidad rural del norte del estado de Veracruz involucrados en proyectos productivos con animales y financiados por diferentes dependencias gubernamentales. Se trabajó con 23 grupos domésticos, en 14 de éstos había mujeres y hombres que pertenecían o pertenecieron a un proyecto productivo. Los hallazgos mostraron que como resultado de su participación en proyectos, las mujeres no desarrollaron procesos hacia su empoderamiento personal o colectivo ni en sus relaciones cercanas. Además, los proyectos generaron ingresos esporádicos e irregulares y sólo muy escasos empleos.

Palabras clave: empoderamiento, mujeres rurales, grupos de mujeres, MED, programas de microcrédito.

 

Introducción

La discusión sobre el empoderamiento de las mujeres ha sido tema de debate desde hace más de 20 años y se ha intensificado recientemente por el compromiso mundial de cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2015, el tercero de los cuales es promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres. La importancia de esta aspiración no está en duda, sin embargo, las intervenciones promovidas como mecanismos para lograrlo, como los programas de microcrédito para desarrollar proyectos productivos, son debatidos (Buvinic, 1986; Enríquez et al., 2003; Mingo, 1997). Aunque Guzmán (1990) diserta sobre las dificultades en la definición de un proyecto productivo, para efectos de este estudio se considera la propuesta de la misma autora, que los define como aquellos que engloban programas destinados a incrementar el ingreso económico o a generar empleo.

Como concepto, empoderamiento es sujeto de debate en el ámbito académico (Vernier, 1996), pero utilizado extensivamente en diferentes contextos, tales como instituciones gubernamentales, movimientos feministas y organizaciones no gubernamentales, entre otros; así, en palabras de Santana et al. (2006: 71), es un concepto ambiguo debido a que lo usan agentes con diferencias significativas. En esta investigación se acepta la propuesta de Rowlands (1997b: 230), que considera al empoderamiento como un "conjunto de procesos [...] centrado alrededor del núcleo de desarrollo de confianza, autoestima, sentido de la capacidad individual o grupal para realizar acciones de cambio y dignidad". El estudio se articula en la propuesta de la misma autora que plantea tres dimensiones para el análisis del empoderamiento: personal, colectivo y de relaciones cercanas (Rowlands, 1995), y se orienta hacia la búsqueda de esta triada dimensional en mujeres rurales participantes de programas de microcrédito.

Este trabajo pretende contribuir al debate de los proyectos productivos para mujeres rurales: su potencial para ser fuentes de ingresos así como sus alcances para ser mecanismos de empoderamiento. Centramos la investigación en programas de microcrédito para proyectos productivos con animales promovidos por tres diferentes instancias gubernamentales y que pueden ilustrar lo que sucede en otras regiones de México; además, para favorecer una visión integral de los proyectos, las experiencias y los resultados, en este caso no exitosos, se integran perspectivas de los niveles local, regional y nacional (micro, meso y macro, respectivamente).

A nivel micro, el estudio de caso se desarrolló en la comunidad rural de Sabaneta, Coxquihui, Veracruz, cuya población es de 1,040 habitantes, conformados en 302 hogares.1 La población de estudio (n=95) está constituida en su mayoría por mujeres y hombres mestizos, sólo una mujer se identificó como indígena totonaca. Sabaneta es un ejido conformado por dos secciones: La Planicie y La Loma donde los ejidatarios radican 50% y 10%, respectivamente; mientras que 40% reside fuera de la comunidad. El ejido está integrado por 80 ejidatarios, de los que sólo siete mujeres son propietarias de parcelas por derechos heredados (cinco viudas, una casada y una soltera), y cuenta con 600 ha destinadas a la producción agrícola de maíz y en menor escala al café; así como a la producción ganadera de doble propósito. Los ingresos de las familias provienen principalmente de estas actividades porque carecen de fuente de empleos, excepto las relacionadas con labores del campo. Con el interés de obtener tierra laborable, 8% de la población (mujeres y hombres) está afiliado a la Unión General Obrero Campesina y Popular (UGOCEP), y es fracción activa. En los años setenta se consideró el establecimiento de una Unidad Agrícola Industrial de la Mujer (UAIM); sin embargo, no hubo acciones concretas para instalarla. En los ochenta y noventa, mujeres de Sabaneta participaron en programas de asistencia social y bienestar promovidos por el Sistema del Desarrollo Integral de la Familia (DIF); por ejemplo, recibieron cursos de costura o paquetes de aves o semillas para huertos familiares.

La experiencia de la población de Sabaneta con programas de microcrédito orientados a proyectos productivos inició en 1999, cuando un grupo de mujeres y hombres recibió financiamiento del Fondo Nacional de Apoyo a las Empresas en Solidaridad (FONAES) para el desarrollo de un proyecto de ovinos; en 2001, un grupo de mujeres obtuvo un crédito del Programa Mujeres en el Desarrollo Rural (PMDR) de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) para el establecimiento de una explotación de cría de cerdos; y en 2003, otro grupo de mujeres recibió financiamiento destinado a un proyecto productivo de engorda de aves del Programa Brigadas de Educación para el Desarrollo Rural (PBEDR), de la Secretaría de Educación y Cultura de Veracruz.

A continuación presentamos la metodología aplicada en este estudio; después disertamos sobre los grupos de mujeres, los programas de desarrollo para la mujer en México, el enfoque Mujeres en el Desarrollo, así como sobre los ingresos económicos que ellas perciben y que constituyen los enfoques teóricos que sustentan la presente investigación; posteriormente, mostramos los resultados articulando los tres niveles de estudio; y finalmente, la evidencia obtenida conduce a reflexiones sobre los alcances de los proyectos productivos como generadores de ingresos económicos para las mujeres, de fuentes de empleo así como de potenciales mecanismos de empoderamiento.

 

Metodología

Un objetivo de esta investigación fue entender las experiencias de mujeres y hombres relacionados con proyectos productivos financiados por dependencias gubernamentales, por ello partimos de la perspectiva de análisis centrada en el actor, propuesta por Long (1992). Bajo este enfoque, voces, vivencias y percepciones de los actores son consideradas valiosas, y los actores se tornan en los sujetos de la investigación. El mismo autor menciona que toda intervención estatal es una serie de procesos negociados, continuos y socialmente construidos que involucran actores específicos e implican interacción, competencia, conflicto y negociación entre personas y grupos de orígenes, ideologías y recursos diferenciados.

Debido a la necesidad de enfocarnos en las relaciones de género en los hogares para apreciar las implicaciones del acceso y control de las mujeres sobre sus ingresos, así como las transformaciones en procesos de empoderamiento, la unidad de análisis fue el grupo doméstico. Además consideramos factores externos que afectan a los grupos domésticos, como las políticas de desarrollo nacionales y estatales que promueven programas de microcrédito para implementar proyectos productivos. Por ello en el diseño de investigación se tomaron en cuenta tres niveles: micro, meso y macro. Con este enfoque, dando voz a las y los participantes, abordamos desde referentes cualitativos, y valoramos la subjetividad y el significado de su experiencia; asimismo sumamos a las experiencias de los actores sociales en el estudio de caso (nivel micro) las opiniones, los puntos de vista y las experiencias de los promotores de proyectos productivos, los coordinadores de programas de microcrédito y de algunos investigadores que trabajan en aspectos relacionados (niveles meso y macro).

A nivel micro, entrevistamos a 95 informantes en Sabaneta. Con la técnica Bola de Nieve trabajamos con 23 grupos domésticos, de los cuales 59 miembros aceptaron participar voluntariamente (34 mujeres y 25 varones). De estos grupos, 14 contaban con miembros que participaban o habían participado en proyectos productivos (14 mujeres y 6 hombres). Además, preguntamos a 23 mujeres que realizaban diversas actividades generadoras de ingresos y a 13 informantes clave: dos autoridades locales (agente municipal y comisariado ejidal), el Juez de Paz, un líder campesino, el único maestro varón, una mujer activa políticamente, dos miembros de la comunidad (una mujer y un hombre) y cinco ancianos (cuatro mujeres y un hombre).

A nivel meso conversamos con nueve informantes de instituciones de investigación, dependencias gubernamentales y organizaciones no gubernamentales: un promotor de cada fuente de financiamiento (PMDR, FONAES y PBEDR); el líder de la UGOCEP; los responsables regionales de los programas gubernamentales PMDR y FONAES; dos más pertenecían a organizaciones no gubernamentales, y una investigadora en estudios de género.

A nivel macro dialogamos con 10 informantes de ocho instituciones, uno de cada institución siguiente: Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México; Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco; Centro de Investigaciones en Ciencias Agropecuarias, Universidad Autónoma del Estado de México; Programa Mujeres en el Desarrollo Rural; Red Nacional de Asesoras y Promotoras Rurales, AC; Equidad, Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia, AC; y cuatro investigadores, dos del Colegio de México y dos del Colegio de Postgraduados, Campus Puebla.

Para la recopilación de información en Sabaneta utilizamos entrevistas semiestructuradas y grupales, técnicas participativas, observación participante así como grupos de discusión. La finalidad de las entrevistas semiestructuradas fue: a) obtener información sobre los grupos domésticos, b) conocer experiencias individuales y grupales de las y los integrantes de los proyectos, así como su percepción de los programas de microcrédito, y c) conocer los cambios en las relaciones de género al interior de los hogares como resultado de su participación en proyectos productivos —considerando el antes y el después. Efectuamos entrevistas grupales con las mes as directivas de cada proyecto para identificar y aclarar los procesos de solicitud, aprobación e implementación de los mismos, así como las dinámicas de trabajo en las explotaciones de ovinos, porcinos y aves. A niveles meso y macro, las entrevistas abiertas fueron el método utilizado que facilitó conocer las opiniones y las experiencias de los informantes; en ambos niveles efectuamos la revisión bibliográfica pertinente.

Por su lado, las técnicas participativas permitieron mayor acercamiento a los grupos productivos así como la exploración de sus relaciones intra e inter grupales y con la comunidad, mientras que la observación participante facilitó conocer mejor a las integrantes y sus grupos domésticos. El objetivo de los grupos de discusión fue conocer y comparar las experiencias de las mujeres partícipes de proyectos productivos —dos con integrantes del proyecto productivo de cerdos y uno con el de aves. Esta técnica permitió indagar sobre el empoderamiento personal, colectivo y de relaciones cercanas a través de constatar y contrastar los beneficios, los significados, el grado de compromiso, las expectativas de las mujeres sobre su incorporación, la participación en los proyectos, los logros y los conflictos. Originalmente planeamos organizar grupos de discusión con varones, sin embargo en el transcurso de la investigación algunos hombres comenzaron a cuestionar la indagatoria asumiendo que podría afectarles para la obtención de futuros apoyos gubernamentales, lo cual, aunado a la aseveración constante de las mujeres de que los hombres no asistirían, nos obligó a prescindir de esta técnica.

La investigación pretendía la comprensión e interpretación integral de una situación específica para lo cual, siguiendo a Schwandt (2000: 193), buscamos captar y analizar como un todo los contextos institucionales, las prácticas, las intenciones, las creencias y las formas de vida, entre otros factores. Con lo anterior en mente, la información obtenida la clasificamos por temas y subtemas, lo que posibilitó un mejor análisis y comprensión de los datos recopilados (Pole y Lampard, 2002). Esto dio la oportunidad de integrar las voces de las y los actores sociales de Sabaneta y conocer dependencias e interdependencias al integrar los puntos de vista, las experiencias y la percepción de los promotores, los investigadores y los responsables de los programas de desarrollo encargados de financiar proyectos productivos.

 

Programas de desarrollo para grupos de mujeres

Durante siglos el trabajo de grupos de mujeres ha sido considerado como un mecanismo para mejorar las condiciones de vida de las familias. En la mayoría de los países colonizados de África y América Latina los misioneros formaron grupos de mujeres, con el fin de promover el cristianismo y la educación, e incrementar el bienestar de las familias, lo que redundó en oportunidades para que las mujeres se acercaran a conocimientos de salud y alimentación. Más tarde, la Iglesia continuó promoviendo grupos de mujeres y, de acuerdo con Bülow (1995), fue un mecanismo importante para que obtuviesen nuevos conocimientos, adquirieran mayores responsabilidades y alcanzaran posiciones de prestigio, aunque en su mayoría giraban alrededor de su papel de madre.

A mediados del siglo XX, grupos de mujeres florecieron influidos por movimientos de asistencia social y bienestar. En América Latina, a partir de 1950, dichos grupos fueron el foco principal de políticas de bienestar y canales de asistencia social; por ejemplo, en Perú los Clubes de Madres (Johnson, 1993). En los años ochenta, las crisis económicas en los países en vías de desarrollo y los modelos económicos neoliberales promovieron un incremento en la participación de las mujeres en actividades económicas, dando un giro a la orientación de los grupos: de ser vías para canalizar recursos que incrementaran el bienestar de las familias se convirtieron en canales para el desarrollo económico (Buvinic, 1986). Así las acciones de promoción del bienestar y de crecimiento económico se acercaron íntimamente hasta traslapar sus límites.

De acuerdo con Vizcarra (2002: 209), en las últimas décadas el incremento en la proporción de hogares rurales viviendo en la línea de pobreza en México se relaciona con el efecto social de las políticas de ajustes estructurales del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, las modificaciones al artículo 27° constitucional en materia agraria, así como a las políticas económicas neoliberales. Como estrategia para reducir las consecuencias de estas políticas, las instituciones encargadas de promover el desarrollo han implementado diversos programas fundamentados en el enfoque de Mujeres en el Desarrollo (MED). MED concibe como problema del desarrollo la exclusión de las mujeres de los recursos productivos y sus procesos involucrados. Schmukler (1996) argumenta que MED ha promovido tres perspectivas: bienestar, antipobreza y eficiencia, las que, según Zapata (2003: 51), redundan en la transformación de la situación de las mujeres, pero les imponen mayores cargas de trabajo. Los programas con enfoque de bienestar son los más antiguos y fueron los primeros en identificar a las mujeres como beneficiarias principales, enfocándose en su papel reproductivo y considerándolas como pilares del mejoramiento del bienestar de las familias; sin embargo, no promovían cambios en la posición de las mujeres dentro de sus hogares y comunidades. La perspectiva antipobreza argumenta que la desigualdad entre mujeres y hombres es consecuencia de las diferencias de ingresos sin considerar razones de tipo cultural o social, promoviendo con ello la incorporación de la mujer al mercado de trabajo para avanzar en el desarrollo económico. Finalmente, el enfoque de la eficiencia deriva de las políticas de ajuste estructural que promueven la privatización de servicios del Estado (Schmukler, 1996).

Zapata (1994) menciona que como resultado de las políticas macroeconómicas, del retiro del Estado del sector rural y de los recortes presupuestales, sobre las mujeres rurales ha caído fuertemente el peso de los ajustes estructurales. La misma autora agrega que para cubrir la ausencia de servicios, las mujeres rurales se responsabilizaron de muchas funciones, extendieron e intensificaron sus jornadas laborales, y adoptaron estrategias que les permitieran asegurar la sobrevivencia de sus grupos domésticos, por ejemplo a través de su inserción en actividades económicas. Ante tal escenario y con la intención de mejorar su situación viviendo en condiciones de pobreza, las instituciones de desarrollo consideraron incluir proyectos productivos para mujeres en sus estrategias antipobreza. Así, guiado por el discurso internacional, se forzó su incorporación como protagonistas del desarrollo convirtiéndolas en objeto de programas de desarrollo con fines primordialmente económicos (Zapata, 1994: 138). Buvinic (1986: 653) indica que esta nueva percepción de los grupos de mujeres y de su potencial se tradujo en políticas en forma de proyectos productivos generadores de ingresos para ellas.

En México desde lo años setenta se han implementado numerosos programas para la población femenina, promovidos y financiados por diversas dependencias gubernamentales (Meza et al., 2002). En el sector rural, siguiendo la tendencia MED, las secretarías de la Reforma Agraria, de Desarrollo Social y la SAGARPA promovieron programas para mujeres, entre ellos: las UAIMs, el de Acción para la Participación de la Mujer Campesina, el Nacional de Integración de la Mujer en el Desarrollo y Mujeres en Solidaridad; todos vigentes por corto tiempo y con resultados tangibles limitados (Kusnir et al., 2000).

En 1996, la SAGARPA impulsó el PMDR que promulgaba usar un nuevo enfoque del papel de la mujer (SAGAR, 2000). El programa fue considerado un intento innovador de incorporar la perspectiva de género encaminado a proporcionar a los grupos de mujeres mejor apoyo institucional. En 1999, debido a los resultados positivos alcanzados, el PMDR incrementó su cobertura, metas y alcances convirtiéndose en el Programa para Grupos Organizados de Mujeres en el Desarrollo Rural (PGMDR); pero fue cancelado en 2002 por la falta de presupuesto y las nuevas políticas públicas hacia las mujeres y grupos minoritarios (Costa, 2004).

El objetivo de FONAES es impulsar el trabajo productivo y empresarial de la población y promover la participación más equitativa de las mujeres, buscando incorporarlas a la vida económica en condiciones más equilibradas. El programa otorga financiamiento a grupos o empresas sociales integradas exclusivamente por mujeres. En la región del estudio de caso, FONAES apoya el desarrollo de empresas agropecuarias; sin embargo, financia diferentes actividades productivas para grupos de mujeres y hombres. Para ellas apoya proyectos en la elaboración de artesanías, textiles y, esporádicamente, ganaderos para pequeñas especies; mientras que para varones ofrece crédito para explotaciones ganaderas bovinas, vainilla y cítricos, sobre todo.

A nivel nacional, la Secretaría de Educación Pública cuenta con 125 Brigadas de Educación para el Desarrollo Rural, cuyo objetivo es la capacitación de personas de bajos recursos económicos para el desarrollo de microempresas, como una forma de incrementar sus ingresos. El programa va encaminado a grupos de mujeres y hombres; incluye financiamiento acorde con cada proyecto y promueve el ahorro. Sabaneta, por pertenecer al municipio de Coxquihui, se integra a la Brigada región Papantla, Veracruz.

Para el caso de esta investigación, como muchas otras con perspectiva de género, cuya intención es interpretar las actividades de las mujeres dentro y fuera de sus hogares y, en especial, analizar la mejora de la posición de la mujer como resultado de sus actividades generadoras de ingresos, la propuesta de Moser (1989, 1993) del triple papel de las mujeres fue primordial. Moser hace énfasis en la distribución del tiempo que ellas hacen esencialmente en hogares de bajos recursos en cumplimiento de sus papeles reproductivo, productivo y de gestión comunal. El papel reproductivo se refiere a las responsabilidades de las mujeres, como gestación, crianza y tareas domésticas para el mantenimiento y la reproducción de la fuerza laboral; el papel productivo considera su trabajo por una remuneración en efectivo o en especie; y el papel de gestión comunal involucra actividades no remuneradas emprendidas a nivel comunitario, con el fin de asegurar la provisión y el mantenimiento de los escasos recursos de consumo colectivo.

Para la discusión sobre el empoderamiento de grupos de mujeres en este trabajo partimos del concepto de poder con, que, de acuerdo con Townsend et al. (2002: 51), "es la capacidad de lograr junto con los/as demás lo que no sería posible conseguir solo/a". Para Rowlands (1997a: 17), el empoderamiento colectivo se da cuando un grupo aborda un problema en conjunto y adquiere el sentido y la conciencia de que las capacidades totales son más que la suma de las capacidades individuales. De forma similar, Martínez (2000: 65) menciona que poder con es una de las estrategias para el empoderamiento de las mujeres a través de la construcción de identidades colectivas.

 

Los ingresos económicos de las mujeres, ¿mecanismo hacia la equidad de género?

Los ingresos económicos de las mujeres como un mecanismo para alcanzar la equidad de género han sido tema de debate (Brydon y Chant, 1989; Moser, 1993; Safilos, 1990; Young, 1993). Los estudios de Esther Boserup (1970) y Lourdes Benería (1987) sobre las actividades económicas de las mujeres y las limitantes que afrontan para que sus ingresos se traduzcan en mecanismos hacia la equidad son referencia obligada en este ámbito del conocimiento. La noción de que el empoderamiento económico de las mujeres promueve la equidad de género ha sido y continúa siendo sustento de estrategias de desarrollo promovidas por diversos organismos, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y de organizaciones no gubernamentales, como el Banco de Grameen en Bangladesh. Esta diversidad de contextos institucionales en los que se promueve el discurso del empoderamiento económico refleja el grado de su aceptación como un mecanismo para avanzar hacia la equidad de género. Por su parte, Sen (1990) menciona que como derivación de los ingresos de las mujeres se mejora su posición fundamentalmente en dos formas: primero, eleva su bienestar y autoestima, y segundo, incrementa la percepción de otros miembros del hogar al valor de sus contribuciones. No obstante, autores como Brydon y Chant (1989), Moser (1993) y Young (1993) argumentan que estructuras de poder, ideologías, el Estado y el mercado deben ser consideradas limitantes del efecto que los ingresos tienen para el cambio de la posición de las mujeres.

Además, en el debate acerca del papel de los ingresos de las mujeres como un mecanismo de empoderamiento es relevante el cuestionamiento sobre la correlación con el nivel de ingreso; es decir, si un ingreso pequeño e insuficiente para la adquisición de bienes tiene el potencial de convertirse en mecanismo de empoderamiento. Young (1993) propone que tal empoderamiento es posible aún con bajos niveles de ingresos, como los obtenidos por la mayoría de las mujeres rurales, si se desarrolla un potencial transformador. Para esta autora, significa que la mujer valore sus ingresos y reconozca la importancia de sus contribuciones al hogar, alcanzando la capacidad de cuestionar, debilitar o transformar relaciones de género desiguales y estructuras de subordinación. Para Kabeer (1994), el concepto de potencial transformador se relaciona con la idea de poder desde dentro, que se refiere a una fuerza interna de poder que permite a los seres humanos desarrollar la habilidad de reconocer y desafiar desigualdades de género. Young y Kabeer coinciden en que en el proceso de aumento de autoestima la mujer debiera adquirir conciencia de que ha sido promotora de su propia transformación y que ha ganado nuevos espacios para la acción, lo cual equivale al empoderamiento personal.

 

Empoderamiento de las mujeres: experiencias no exitosas

En Sabaneta la participación de mujeres en proyectos productivos se concentra en tres acciones relacionadas con la producción de ovinos, porcinos y aves. A continuación, a través de las experiencias de los grupos, evidenciamos la eficacia de estos proyectos como potenciales mecanismos de empoderamiento personal, colectivo y de relaciones cercanas, así como sus alcances como fuentes de ingreso y empleo. Posteriormente, integramos las opiniones y las experiencias de promotores, investigadores y responsables de programas de microcrédito.

 

Empoderamiento personal

La presentación de resultados de empoderamiento personal se articula en dos apartados: mecanismos y motivos de ingreso, y adquisición de habilidades y aprendizajes.

 

Mecanismos y motivos de ingreso

Para desarrollar el proyecto productivo de ovinos, vía su afiliación a la UGOCEP, 31 personas (15 mujeres y 16 hombres) recibieron un financiamiento del FONAES, el cual requería un mínimo de 30 integrantes. Al no haber suficientes varones convencidos durante la reunión informativa se incluyeron como integrantes a esposas, hijas e hijos de los interesados. Como resultado, del total de participantes registrados 15 fueron sólo "nombres en la lista", quienes no participaron activamente. De las 15 integrantes, 12 nunca visitaron la explotación de ovinos, dos lo hicieron de forma esporádica y una frecuentemente. Las ganancias económicas que esperaban obtener fueron la motivación eje para integrarse al proyecto.

Un año después, un grupo de 17 mujeres recibió financiamiento del PMDR para establecer el proyecto productivo de porcinos. La formación de este grupo, al igual que el de ovinos, fue promovida y apoyada por la UGOCEP. El PMDR estipulaba que el grupo debía conformarse por 20 integrantes, por lo que, al igual que en el grupo anterior, hijas, cuñadas y suegras fueron invitadas a formar parte, de las cuales dos vivían fuera de la comunidad; de las participantes, 10 habían sido o continuaban siendo integrantes del grupo mixto del proyecto de ovinos. El grupo se integró en un día. Las integrantes mencionaron que la razón por la que decidieron participar fue la expectativa por las ganancias económicas.

Por su lado, un grupo de 12 mujeres obtuvo un crédito para desarrollar el proyecto productivo de aves financiado por el PBEDR; lo integraron parientes cercanas y comadres, de las cuales cinco no habían estado presentes en la conformación del grupo durante la reunión informativa. Las participantes percibieron que este tipo de actividad les generaría ingresos económicos en corto plazo, razón que las motivó a integrarse.

Adquisición de habilidades y aprendizajes

Las integrantes del proyecto de ovinos asistieron a un curso de cuatro horas de aspectos técnicos que no les fue de mayor interés.

Por el contrario, por su integración al proyecto de porcinos las participantes identificaron como beneficio el entrenamiento técnico que recibieron, porque lo han aplicado con sus animales de traspatio; específicamente hablaron de haber aprendido a inyectar, actividad que realizaban tradicionalmente los varones.

De forma similar las integrantes del proyecto de aves participaron en un curso de seis horas sobre aspectos técnicos; pero, además, recibieron un taller sobre temas de desarrollo humano con duración de cuatro horas, del cual seis mujeres comentaron que fue de su interés. Excepto la secretaria, las demás expresaron que este tipo de taller fue su primera experiencia. El promotor del PBEDR planeaba realizar un taller con los varones de sus grupos domésticos, pero este no se realizó por conflictos de tiempo del promotor.

 

Empoderamiento colectivo

Ofrecemos la evidencia obtenida sobre empoderamiento colectivo en cuatro apartados: decisiones al interior del proyecto, participación en actividades, acciones como colectivo y relaciones al interior del grupo.

Decisiones al interior

Los miembros del proyecto de ovinos acordaron que cada integrante debería efectuar una jornada de trabajo en la explotación, pero debido al tiempo que invertían decidieron pagarse las jornadas. Sin embargo, las participantes escasamente realizaron las faenas y los varones llevaron a cabo las asignadas a ellas obteniendo el pago correspondiente. Al agotarse el crédito de FONAES, los miembros dejaron de recibir el pago y la participación cayó dramáticamente. Así que debido a la falta de mano de obra para el manejo de la explotación, contrataron a un trabajador, y para afrontar el pago del salario y la adquisición de insumos decidieron contribuir económicamente. Ante esta situación, 12 integrantes, siete mujeres y cinco hombres, en su mayoría "nombres en la lista", abandonaron el grupo.

De forma parecida, las integrantes del proyecto de porcinos decidieron que el trabajo debería ser realizado por dos de ellas por lapsos de 24 horas; sin embargo, la granja de cerdos fue construida en lo alto de La Loma y no contaba con servicios de luz y agua, carencias que les dificultaron cumplir sus jornadas. Como resultado, sólo dos integrantes llevaron a cabo sus faenas y el resto contó con el apoyo de los varones de sus grupos domésticos. En ese tiempo, cuatro integrantes renunciaron porque no tuvieron dicho apoyo, y otras cuatro decidieron pagarle a un trabajador para cumplir con sus faenas en la granja. Los varones que habían apoyado a sus esposas o madres comentaron que el trabajo era muy pesado para ellas y por eso ellos lo realizaban.

Por el contrario, el grupo del proyecto de aves acordó que solamente las integrantes deberían trabajar en las instalaciones y ningún otro miembro de sus grupos domésticos podría participar en la atención de las aves, así como en la venta del producto.

Participación en actividades

Las integrantes del grupo del proyecto de ovinos participaban en asambleas para ejercer su voto, pero, como se mencionó, no intervinieron de forma activa en la ejecución del mismo. Sólo una mujer trabajó en la explotación; otra, lo hizo por corto tiempo en aspectos administrativos, y el resto no realizó actividad alguna.

De manera similar, en el proyecto de porcinos las mujeres no participaron activamente en el manejo de la explotación de cerdos, limitándose a asistir a reuniones de 2-3 horas de duración, semanales al inicio del proyecto y quincenales, posteriormente. Al momento del estudio, de las 10 integrantes que restaban, sólo tres visitaban la granja con regularidad.

Respecto al proyecto de aves, debido a que seis integrantes del grupo abandonaron el proyecto durante el primer ciclo productivo incluyendo la presidenta, las cargas de trabajo para las mujeres que continuaron fueron mayores.

Acciones como colectivo

Excepto por su participación en asambleas, las integrantes del proyecto de ovinos no promovieron ninguna otra actividad como colectivo en beneficio de las integrantes, del grupo o de la comunidad.

De la misma forma, aunque en una ocasión el grupo organizó una venta de antojitos para obtener fondos, las participantes del proyecto de porcinos no identificaron haber obtenido fuerza como grupo para efectuar otras actividades ajenas al proyecto o de gestión comunal.

Por su lado, debido a conflictos desencadenados entre las integrantes del proyecto de aves, las participantes reconocieron que en el grupo, ni se abordaron otros problemas en conjunto ni se realizaron actividades sumando sus capacidades. El grupo se desintegró pasados siete meses de iniciada su labor.

Relaciones al interior del grupo

Las integrantes del proyecto de ovinos, a excepción de la asistencia a las asambleas, no se reunieron en otros ambientes para comentar sobre el proyecto u otras posibles acciones por realizar, situación que limitó seriamente el establecimiento y fortalecimiento de relaciones intragrupales.

Por su lado, el grupo del proyecto de porcinos limitaba sus encuentros específicamente a actividades relacionadas con el proyecto sin conflictos ni disputas evidentes. La presidenta cumplía y sobrepasaba sus funciones con la intención de mantener el proyecto trabajado.

En contraste, ex integrantes e integrantes del proyecto de aves expresaron diversas opiniones sobre su participación, pero coincidieron en que las principales razones de la desintegración del grupo fueron conflictos internos y problemas personales. Las primeras mencionaron malos entendidos, conflictos y rompimiento de relaciones con sus compañeras. Por el contrario, las integrantes que intentaron continuar expresaron haber obtenido otros beneficios no económicos, como ayuda mutua y el aprendizaje adquirido en los dos cursos en que participaron.

 

Empoderamiento de relaciones cercanas

El apartado para explorar las transformaciones de las relaciones al interior de los grupos domésticos se centra en los cambios en la organización de las actividades domésticas.

Cambios en la organización de actividades domésticas

Como consecuencia de su participación en el proyecto de ovinos, mujeres y varones no identificaron cambios en sus relaciones al interior de sus hogares ni en sus roles de género establecidos y aceptados. Como resultado de su nula participación en el desarrollo de este proyecto, las mujeres continuaron desarrollando su papel reproductivo de forma rutinaria.

Por su lado, dada su escasa participación en la ejecución del proyecto de porcinos, las mujeres no promovieron la participación activa de otros miembros de sus hogares en actividades domésticas; por lo tanto, no identificaron cambios en la organización de sus labores diarias. Indistintamente de su participación en el proyecto, continuaron con sus cargas de trabajo y cumplieron con sus tareas domésticas en el hogar.

Respecto al proyecto de aves, tres ex integrantes mencionaron que la razón principal para su retiro fue el conflicto de tiempo entre sus responsabilidades domésticas y el proyecto. El resto continuó con su papel reproductivo sin promover cambios en la organización de sus actividades domésticas ni la participación de otros integrantes. Es decir, indistintamente de iniciar una labor productiva, las mujeres continuaron con sus cargas de trabajo en sus hogares.

 

Ganancias económicas y generación de empleos

El proyecto de ovinos afrontó serios problemas técnicos, por lo cual no generó ganancias económicas para los participantes, excepto los salarios obtenidos por sus jornadas de trabajo; generó empleos temporales por aproximadamente un año y sólo un empleo directo. Sobre los ingresos obtenidos los varones mencionaron que los usaron para ellos mismos, o bien en algunos casos los entregaron a sus mujeres para afrontar gastos del hogar sin que ellas tuvieran algún beneficio directo. Las y los integrantes mencionaron que los ingresos obtenidos por su incorporación en el proyecto no tuvieron algún efecto significativo en el bienestar de sus hogares ni en algún miembro de su familia.

De forma similar el proyecto de porcinos presentó graves problemas técnicos. Por eso, la explotación rindió una modesta producción de lechones, y las integrantes tuvieron problemas para venderlos en la comunidad. Todas manifestaron desilusión por los magros ingresos obtenidos (integrantes y ex integrantes únicamente recibieron dos lechones); además, dichos ingresos fueron mayoritariamente utilizados para el pago de contribuciones. En torno a la generación de empleos, sólo un trabajador obtuvo un empleo directo.

De manera parecida, el grupo ejecutor del proyecto de aves en el primer ciclo logró una producción para la venta que generó pequeñas ganancias. Éstas escasamente fueron percibidas como ingresos económicos que dejaran secuelas en su bienestar personal o familiar. Durante este ciclo, seis integrantes abandonaron el grupo y las seis restantes decidieron emprender un segundo ciclo que fracasó. Este proyecto no generó ningún empleo.

 

Problemas y limitantes de los proyectos productivos

A través de opiniones y experiencias de los informantes de los niveles meso y macro, logramos un análisis integral de las intervenciones de desarrollo en Sabaneta. El consenso es que los proyectos productivos conllevan tres problemas trascendentales: 1) son promovidos como microempresas cuando rara vez su potencial es ser una empresa productiva; 2) ciertos programas promulgan usar perspectiva de género, pero cuando es así, lo hacen en forma inadecuada y pobremente implementada en el campo; y 3) los programas de microcrédito para proyectos productivos están lejos de promover cambios en relaciones de género desiguales. Tales problemas fueron observados en los tres proyectos productivos en Sabaneta. Primero, aunque inicialmente parecían ser viables técnicamente, ninguno logró consolidarse como una empresa generadora de ingresos y de empleos. Segundo, a pesar de que el PMDR estipulaba promover la igualdad de género y realizar acciones encaminadas al empoderamiento de las beneficiarias, en el estudio de caso las integrantes del proyecto no participaron en ninguna actividad, excepto las relacionadas con aspectos técnicos; por su parte, el PBEDR implementó un taller corto de desarrollo humano. Así, en la práctica, ninguno de los programas realizó actividades con los varones cercanos a las integrantes de los grupos, lo que hace cuestionable su incorporación de perspectiva de género al incluir a las mujeres, pero no sensibilizar a los hombres de sus grupos domésticos. Tercero, en el estudio de caso las mujeres y hombres no manifestaron ningún cambio en sus relaciones de género al interior de sus hogares o en la comunidad.

Además, los informantes concordaron que existen tres razones por las que las mujeres se integran a los proyectos productivos: primera y más importante, la obtención de ingresos; segunda, ganar un nivel de autonomía e independencia, y tercera, obtener movilidad. Las mujeres de los grupos en Sabaneta mencionaron que indiscutiblemente su principal razón para involucrarse en los proyectos productivos fue su interés por un ingreso que les permitiera mejorar el bienestar de sus hijos y hogares, y no percibieron la posibilidad de incrementar su autonomía o movilidad. También fue consenso que debido a la forma en la cual los programas para grupos de mujeres son diseñados e implementados, ofreciendo mayoritariamente sólo entrenamiento técnico, su potencial para promover procesos que faciliten cambio en la posición de las mujeres a través de la reflexión y acción es limitado. La evidencia de Sabaneta concuerda con esta visión; sin embargo, en cuanto a la capacitación recibida los tres grupos afrontaron serios problemas técnicos, los cuales forzaron a las participantes a concentrarse primordialmente en aspectos productivos.

Por último, los entrevistados percibieron a los proyectos como una fuente temporal de ingresos y de empleo sin probabilidades de ofrecer a las participantes un ingreso permanente, como sucedió en el estudio de caso. El proyecto para la producción de ovinos generó empleos temporales a varones aproximadamente por un año; el de producción de cerdos generó magros ingresos a las integrantes, y la duración del proyecto de aves fue demasiado corta para dar tiempo a generarles algún beneficio económico significativo.

 

Conclusiones

La investigación mostró que tres instancias gubernamentales promotoras de programas de microcrédito para proyectos productivos fracasaron en sus objetivos de generar ingresos para las mujeres y ser fuentes de empleos. Los ingresos obtenidos por las mujeres fueron tan escasos que no lograron iniciar el potencial transformador propuesto por Young (1988), y tampoco desencadenaron elpoder desde adentro en las participantes con base en la valoración de sus ingresos. Así, dado que los proyectos productivos fueron incapaces de generar ingresos económicos, a la vez zozobraron como mecanismo de empoderamiento.

De acuerdo con Rowlands (1997a), los procesos de empoderamiento están enmarcados por factores que los impulsan o los inhiben. En este estudio, los tres grupos investigados presentaron una conjunción de factores inhibidores que limitaron fuertemente los procesos de empoderamiento en la triada dimensional propuesta por esta autora. En consecuencia, las integrantes de los grupos no desencadenaron acciones que promovieran desarrollo de confianza, de autoestima, en el sentido de la capacidad individual o grupal. Además, las participantes no lograron sumar sus capacidades individuales para ejercer poder con y la fuerza colectiva de las mujeres no se tradujo en procesos conscientes que las encaminara a lograr un empoderamiento colectivo; así, el establecimiento de los proyectos no coadyuvó a promover esta dimensión del empoderamiento.

Un factor inhibidor considera los motivos de ingreso y la manera como las participantes se involucran en los proyectos, porque al no estar conscientes de sus responsabilidades en el grupo, y más quienes fueron registradas como "nombres en la lista", no se comprometen con el trabajo del proyecto, lo cual impide la aparición de procesos que incrementen la autoestima y la confianza individual y grupal. Asimismo, la escasa capacitación adquirida, principalmente en aspectos técnicos, no promovió aprendizajes que se tradujeran en aumento de confianza en sí mismas ni tampoco en adquisición de habilidades para expresarse en público ni en formular y expresar ideas y opiniones (Zapata, 2004).

Como resultado de la participación de las mujeres en proyectos productivos no encontramos evidencia del desencadenamiento del empoderamiento de las relaciones cercanas, ya que no se manifestaron cambios de las relaciones de género encaminados a mejorar la posición de las mujeres en sus grupos domésticos y en la comunidad. Los hallazgos de esta investigación concuerdan con los de Mingo (1997) y Enríquez (2003), quienes informan que en México los grupos de mujeres que desarrollan proyectos productivos fracasan frecuentemente en crear conciencia entre las participantes sobre las desigualdades de género. Mujeres y hombres continuaron desempeñando sin cambios sus roles de género establecidos y aceptados culturalmente.

En Sabaneta, que puede ser representativa de lo que ocurre en otras regiones, los proyectos productivos se enfocaron a impulsar el papel productivo de las mujeres sin considerar sus papeles reproductivos y de gestión comunal. Los proyectos se dirigieron a las mujeres aisladamente sin atenderlas como sujetos inmersos en dinámicas y con responsabilidades varias dentro de sus grupos domésticos y comunidad. La evidencia confirma que la contribución de Moser (1989) sobre el triple papel de las mujeres continúa siendo ignorada por los diseñadores de estrategias de desarrollo para mujeres, en este caso en programas de microcrédito para la implementación de proyectos productivos.

Para finalizar, queda la reflexión sobre si la búsqueda de las ganancias económicas como objetivo principal de los grupos no facilita que las participantes conciban espacios para promover reflexiones, cuestionamientos y acciones sobre relaciones de género desiguales. De esta manera, este objetivo se convierte en un obstáculo para suscitar procesos de empoderamiento al no fomentar un desarrollo que propicie transformaciones en las participantes, que oriente y medie actividades, con el fin de mejorar su posición familiar y social.

 

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Nota

1 Programa Oportunidades, Fase de Campo, Sabaneta, Veracruz, 2003.

 

Información sobre las autoras

Rosa Elena Riaño Marín. Maestra en Extensión Agrícola por la Universidad de Reading, Reino Unido, maestra y doctora en Análisis de Género en el Desarrollo, por la Universidad de East Anglia, Reino Unido. Sus líneas de investigación son género en el desarrollo rural, empoderamiento de mujeres rurales, perspectiva de género y educación superior. Entre sus publicaciones más recientes está "Proyectos productivos gubernamentales: experiencias y discurso", en Avances en la Investigación Agrícola, Pecuaria, Forestal y Acuícola en el Trópico Mexicano (2007). Se ha desempeñado como coordinadora del Área de Comunicación y de Extensión en el Centro de Enseñanza, Investigación y Extensión en Ganadería Tropical de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, de la Universidad Nacional Autónoma de México. En la misma institución imparte la cátedra de Desarrollo Rural.

Christine Okali. Diplomada en la Universidad de Oxford en Economía Agrícola y doctora en Sociología por parte de la Universidad de Ghana, Legon. Su experiencia en desarrollo rural incluye aspectos de pobreza y análisis de género e investigación agrícola y extensión. Entre sus más recientes publicaciones están "Tomatoes, Decentralisation and Environmental Management in Brong Ahafo, Ghana", en Society and Natural Resources (2006); Working Paperon Gender and Rural Livelihoods, FAO (2006),y Working Paper on Gender in Fishtries, FAO (2006). Se desempeña como catedrática en la Escuela de Estudios de Desarrollo en la Universidad de East Anglia, Reino Unido. Desde 2005 funge como asesora para la FAO en el programa "Fisheries Division and Population and Gender Programme".

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