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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.14 no.43 Toluca ene./abr. 2007

 

Reseñas

 

Césaire y la formación de pensamientos decoloniales

 

Olver B. Quijano Valencia

 

Césaire, Aimé (2006), Discurso sobre el colonialismo, Ediciones Akal, 221 pp. ISBN: 84-460-2167-6

 

Universidad del Cauca, Colombia. Correo electrónico: oquijano@unicauca.edu.co

 

La publicación de la traducción del Discurso del colonialismo de Aimé Césaire importa no sólo para el público preconizador de procesos de descolonización y del giro decolonial, sino también para quienes registran aperturas en el contexto de las ciencias sociales de cara al necesario diálogo intermulticultural y al posicionamiento de saberes y prácticas que desbordan el cánon euro-usacéntrico.

El libro es concebido alrededor de cuatro trabajos del pensador caribeño Aimé Césaire, a saber: Discurso sobre el colonialismo (1950), Cultura y colonización (1956), Carta a Maurice Trorez (1956) y Discurso sobre la negritud. Negritud y culturas afroamericanas (1987), textos que evidencian las preocupaciones centrales de este poeta y crítico antirracista y su legado a los procesos de liberación nacional y descolonización, así como su incidencia en la construcción de las ciencias decoloniales y, por ende, en el enriquecimiento de los juicios a las ciencias con sustrato eurocéntrico. El resto del libro lo conforma una introducción de la autoría de Immanuel Wallerstein y un apéndice tejido por análisis en su orden de Samir Amin, Ramón Grosfoguel, Nelson Maldonado-Torres y Walter Mignolo, quienes realizan un acercamiento a los planteos de Césaire, exaltando la actualidad y las contribuciones de su pensamiento a la redefinición del sistema-mundo, la crisis del eurocentrismo y la geo/corpo-política del conocimiento.

El Discurso del colonialismo refleja la reconfiguración del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, en la cual se inscriben sugerentes dinámicas por la liberación (caso África y Asia) y por la descolonización del mundo no occidental excluido, subsumido y ontologizado por los principios, asunciones y prácticas de la modernidad/colonialidad. En tal sentido, el trabajo de Césaire ofrece una ruta interpretativa del colonialismo, el comunismo y la negritud, temas centrales en su agenda política e intelectual, y en la reivindicación de la intelectualidad del mundo no europeo, en especial de la diáspora africana.

Su lectura va en contravía de aquellas que persisten en mostrar exclusivamente los efectos de la colonización sobre los colonizados, pues aparte de hacer explícitas la exacerbación de tales prácticas y el vaciamiento cultural, Césaire insiste en mostrar cómo la colonización incide en la descivilización del colonizador, es decir, en su embrutecimiento; pues trabaja para

despertar sus recónditos instintos en pos de la codicia, la violencia, el odio racial, el relativismo moral; y habría que mostrar después que cada vez que en Vietnam se corta una cabeza y se revienta un ojo, y en Francia se acepta, que cada vez que se viola una niña, y en Francia se acepta, que cada vez que se tortura a un malgache, y en Francia se acepta, habría que mostrar [...] que cuando esto sucede se está verificando una experiencia de la civilización [...] se está produciendo una regresión universal, se está instalando una gangrena [...] lo que encontramos es el veneno instilado en las venas de Europa y el progreso lento pero seguro del ensalvajamiento del continente (p. 15).

En estos términos, por ejemplo, el nazismo representa una continuación de la expansión moderna/colonial europea y no una deformación histórica de Occidente; pues como bien lo muestra Grosfoguel, "no hay nada original en el nazismo que no fuera antes implementado por el colonialismo contra pueblos no europeos" (p. 148). Así que el conjunto de prácticas racistas y genocidas europeas contra el mundo "incivilizado", "bárbaro", "inferior" y colonizado termina afectando el espíritu y la mentalidad del colonizador, lo que suscita la aplicación de éstas al interior de Europa, muestra de cómo el nazismo no es otra cosa que el colonialismo doméstico.

Estas apreciaciones señalan los efectos del proyecto moderno/colonial para Europa, así como los límites del denominado humanismo o de manera más precisa del pseudohumanismo racista europeo, el mismo de donde se desprenden las promesas de "igualdad, fraternidad y libertad" y las profusas declaraciones de derechos, siempre teniendo como referente al hombre europeo blanco y heterosexual, en una clara manifestación de racismo imperial y global. Al lado de estas consideraciones impensables para gran parte de la intelectualidad en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial, Césaire devela la crisis de Europa en tanto civilización y proyecto civilizatorio, la que a sus ojos "es moral y espiritualmente indefendible"; pues "una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que suscita su funcionamiento es una civilización decadente. Una civilización que escoge cerrar los ojos ante sus problemas más cruciales es una civilización herida. Una civilización que le hace trampa a sus principios es una civilización moribunda" (p. 13). Estas afirmaciones aluden al problema del proletariado y el problema colonial, la hipocresía, la mentira, la pedantería cristiana, el nazismo, los procesos de racialización, el universalismo abstracto del pensamiento occidental, la europeización del tercer mundo, el eurocentrismo del comunismo, el pseudohumanismo racista y colonialista y, en general, la dificultad de Europa y Occidente para encarnar el respeto por la dignidad humana; lo que en palabras de Césaire la hace "responsable frente a la comunidad humana de la más alta tasa de cadáveres de la historia" (p. 21).

Un tercer aspecto en el debate que Césaire plantea en sus textos hace alusión a una crítica al comunismo, concretamente al eurocentrismo del movimiento comunista, la cuestión partidista (PCF) y la perspectiva del internacionalismo preconizado por la Unión Soviética. En su carta a Maurice Thorez (Secretario general del Petido Comunista Francés [PCF]) en la que renuncia al Partido Comunista Francés, Césaire relaciona los motivos para su distanciamiento con el comunismo desde consideraciones propias de diversos movimientos de liberación nacional, cuya fuerza se centra en una crítica al reduccionismo de clase y su consiguiente ceguera a la racialización y las demás jerarquizaciones socioculturales. Las constataciones que hace en el PCF se extienden al grueso del comunismo internacional, aspectos que podrían resumirse en

su asimilacionismo inveterado; su chovinismo inconsciente; su convicción apenas primaria —que comparten con los burgueses europeos— de la superioridad omnilateral de Occidente; su creencia en que la evolución tal como se ha desarrollado en Europa es la única posible; la única deseable, aquella por la cual el mundo entero deberá pasar; para decirlo todo, su creencia, raramente confesada pero real, en la Civilización con mayúscula, en el Progreso con mayúscula (p. 81).

Para Césaire existe una ceguera del comunismo ante la complejidad y singularidad de grupos humanos colonizados y racializados, los que en el caso de los pueblos negros, por ejemplo, pueden descaracterizarse y marchitarse en organizaciones que no les son propias y que terminan por generar otro tipo de homogenización, asimilación e integración. Esta situación en palabras del pensador caribeño que nos ocupa se refiere a que "[...] la lucha de los pueblos de color contra el racismo, es mucho más compleja, es, a mi juicio, de una naturaleza muy distinta a la lucha del obrero francés contra el capitalismo francés y de ningún modo podría ser considerada como una parte, como un fragmento de esta lucha" (p. 79). Esta advertencia muy poco observada en la dinámica del comunismo internacional, representa un gran aporte de Césaire para el entendimiento de la naturaleza y el espíritu del comunismo en tanto hijo de un eurocentrismo autoritario y excluyente, que hasta hoy desconoce el carácter histórico-estructural del mundo, la presencia de una articulación de múltiples jerarquías y la emergencia de la diferencia, y aún de la diferencia en la diferencia.

En este plano y reivindicando la negritud como "manera de vivir la historia dentro de la historia" y como "revuelta contra el reduccionismo europeo" (p. 86-87), Césaire abre paso a exhortaciones descolonizadoras apelando a la reconstrucción de los valores, la profundización del pasado y el reenraizamiento en una historia, una geografía y una cultura; claro está sin caer en el provincialismo estrecho ni en el universalismo imperial, de tal forma que su propuesta se instala en lo que Grosfoguel denomina un "universal radical descolonizador anticapitalista diversal como proyecto de liberación" (p. 169). En palabras de Césaire, su concepción de lo universal "es la de un universal depositario de todo lo particular, depositario de todos los particulares, profundización y coexistencia de todos los particulares" (p. 84); en contraposición con los diseños globales imperiales excluyentes, racistas y euro-usacentrados.

Sin duda, las posturas de Césaire en favor de la descolonización se extienden a las estructuras científicas y epistemológicas que han acompañado los procesos expansivos promotores de la pretendida superioridad cognoscitiva y científica de Occidente. La ciencia resulta entonces monotópica y monológica, a la vez que tiene un color propio del racismo y del determinismo que le asiste. Sobre el particular, Césaire al preguntarse por el papel de los pensadores e intelectuales tanto coloniales como domésticos o cómplices de la colonización a quienes llama "perros guardianes del colonialismo", expresa:

Serán tus enemigos —con altura, lucidez y de manera consecuente— flageladores y banqueros golosos, no sólo políticos lamecheques y magistrados vendidos, sino igualmente, y por la misma razón, periodistas acerbos, académicos cotudos y acaudalados de estupideces, etnógrafos metafísicos y expertos en los fogones, teólogos extravagantes y belgas, intelectuales parlanchines y hediondos que se creen descendientes de Nietzsche [...] y, de una manera general, todos aquellos que, desempeñando su papel en la sórdida división del trabajo para la defensa de la sociedad occidental y burguesa, intentan de distinta manera, y por diversión infame, desagregar las fuerzas del progreso [...] secuaces todos del capitalismo, representantes todos declarados o vergonzosos del colonialismo saqueador, responsables todos, detestables todos, negreros todos, deudores todos de ahora en delante de la agresividad revolucionaria (26-27).

Estas apreciaciones son alimentadas por numerosas premisas de varias disciplinas, las cuales no sólo postulan el carácter eurocéntrico del conocimiento y de las ciencias, sino igualmente su falsa pretensión de universalidad y la confirmación de su parroquianismo, su racismo y su autoritarismo epistémico.

Ante este panorama, Césaire se constituye en uno de los pensadores que desde el mundo colonizado proporciona elementos para la "formación de genealogías de pensamientos decoloniales", las que, según Mignolo, "responden a memorias vaciadas o reprimidas por la hegemonía del pensamiento eurocentrado desde el renacimiento" (p. 197). En otras palabras, Césaire participa tempranamente en el denominado giro epistémico decolonial, desde donde se promueven lecturas contrapuestas a los universales abstractos modernos y contra la colonialidad del ser y del saber, para regi strar los evidentes cambios en la geografía de la razón, en los sujetos epistémicos y en las perspectivas del pensamiento crítico contemporáneo, fenómenos que se movilizan en contravía de los diseños globales/imperiales y como corrección y superación de la mirada y la práctica eurocentrada.

Estos tópicos desarrollados en los textos de Césaire que integran el libro Discurso del colonialismo, constituyen aportes de importancia en los esfuerzos de muchos pensadores por reivindicar en el plano político-cultural, epistémico y existencial no sólo a intelectuales no europeos, sino también a diversos modos de estar en el mundo, lógicamente en ruptura con la modernidad y como respuesta al desencanto con el eurocentrismo. Todas estas apreciaciones son acompañadas por los comentarios de Immanuel Wallerstein, Samir Amin, Ramón Grosfoguel, Nelson Maldonado-Torres y Walter Mignolo, quienes destacan las contribuciones de Aimé Césaire a los procesos de descolonización política, epistémica, ontológica y cultural de pueblos y sujetos de todo el mundo no europeo; asunto que instala "la puerta de los condenados de la tierra" como tercera fuerza o vía histórica (p. 176), para la confrontación e interpelación de proyectos expansivos, hegemónicos, universales, totalizantes y sus "prácticas de mala fe".

Es desde estas prácticas de lectura localizadas en la crítica poscolonial donde, sin duda, según Mignolo (p. 212), "la historia futura se tendrá que escribir a partir de los nudos histórico-estructurales y heterogéneos que marcan la historia de la modernidad/colonialidad", como aporte a la descolonización existencial, cognoscitiva y de la mentalidad bajo "el acceso a un universo —pluriverso— conceptual posteurocéntrico y poscontinental" (Maldonado, p. 192).

Así, la exhortación de Césaire por la superación y la no reduplicación del mundo colonial (p. 25) o la construcción de una sociedad nueva, entra en consonancia con la propuesta fanoniana de "cambiar de piel", desarrollar un pensamiento nuevo y tratar de crear un hombre nuevo"; planteos que alimentan los procesos y perspectivas en contra no solamente de toda forma de racialización, colonialismo y de antisemitismo global, sino que igualmente favorece las múltiples maneras de estar y darle sentido al mundo, y las nuevas superficies y espacios de lucha y existencia. En esta percepción se ubica la apelación a la diferencia y la consideración de "nuestra época como la de la identidad reencontrada, la de la diferencia reconocida" (p. 9), y por tanto de la no asimilación bajo algún supuesto modelo —blanco o europeo—, lo que suscita la emergencia de la diversalidad, postulada según Ramón Grosfoguel (p. 169) por Edward Glissant como "un universal radical descolonizante anti-capitalista diversal" o un universal concreto que construye un universal descolonizador por medio del respeto y de la integración sin desaparición de las luchas ético-epistémicas particulares contra el patriarcado, el capitalismo, el imperialismo y la modernidad eurocentrada desde una diversalidad de proyectos ético-epistémicos. Todo un llamado a construir un universal que sea pluriversal, un universal incluyente que avanza en aspectos como la redistribución, el reconocimiento —aún sin conocimiento— y la descolonización.

En medio de estas consideraciones, es preciso reconocer el plus que le genera al libro los comentarios de Ramón Grosfoguel, Nelson Maldonado-Torres y Walter Mignolo, cuyos análisis reconocen el valor del pensamiento de Césaire en las actuales condiciones de colonialidad global, globalidad opresiva y/o fascismo social, aspecto nutrido con apreciaciones atemperadas a las dinámicas sobre diferencia colonial, el ocaso de Occidente y el giro gnoseológico y epistémico que nos asiste, en momentos donde se verifica cómo "más allá de la razón occidental, hay un mundo de colores", como lo afirmara recientemente el pintor colombiano Adolfo Albán. Lo contrario sucede con el texto de Amin, cuya presencia en tal volumen resulta forzada, pues su análisis con excepción de las apreciaciones sobre el euroccidentalismo y las luchas antiimperialistas que suceden a la Segunda Guerra Mundial se centra en tópicos sin relaciones directas y estrechas con las enérgicas declaraciones de Césaire sobre el colonialismo, la negritud y el comunismo.

Digamos finalmente que el Discurso del colonialismo representa un sugerente manifiesto para el conjunto del sur global y del mundo aún colonizado por posturas y práticas políticas, económicas, espitemológicas y simbólicas. Empero, sorprende no sólo la claridad de Césaire, sino el influjo que el eurocentrismo ejerce de alguna manera en él; pues algunos planteamientos no logran escapar a ciertos cánones y premisas, en especial los referidos a ciertas dicotomías por oposición y la apelación a un universalismo, el que, si bien integra las múltiples particularidades, podría resultar contraproducente para un mundo que parece no resistir un "otro" absoluto.

 

Información sobre el autor

Olver B. Quijano Valencia. Candidato a doctor en Estudios Culturales Latinoamericanos, Universidad Andina Simón Bolívar, sede Ecuador; magíster en Estudios sobre problemas políticos latinoamericanos, especialista en Docencia sobre Problemas latinoamericanos, Contador Público y con estudios en Antropología. Docente asociado Universidad del Cauca, Colombia. Líneas de investigación: Crítica poscolonial, cultura y transformaciones contemporáneas, y visiones y prácticas de diferencia económico-cultural. Sus publicaciones más recientes son: "Visiones y prácticas de diferencia económico-cultural en contextos poscoloniales", en Discursos y prácticas del desarrollo globalocal, 2006; "Biopolítica, subjetividad y economía. Vida y regulación de la desregulación", en Biopolítica y filosofías de vida, 2006; "¿Recorre la civilización el mismo camino del sol? Crítica poscolonial, racismo e insurgencia epistémico-existencial", en ¿Recorre la civilización el mismo camino del sol? Pedagogía, subjetividad y cultura, 2006.

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