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Convergencia

versão On-line ISSN 2448-5799versão impressa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.13 no.40 Toluca Jan./Abr. 2006

 

Reseñas

 

Segunda modernidad y sociedad de riesgo

 

José Ángel Vera Noriega

 

Beck, Ulrich y Johannes Willms (2003), Liberdade ou Capitalismo: Ulrich Beck Conversa con Johannes Williams, Traducción de Luis Antonio Oliveira, Fundacâo Editoa da Universidade Estadual Paulista, 226 pp.

 

Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C. Correo electrónico: avera@cascabel.ciad.mx

 

Tratando de respetar la continuidad de una charla entre U. Beck y J. Williams llevaré a cabo una reseña colocando entre líneas algunas preguntas o desacuerdos, con la intención de promover el debate y hacer ver el estilo sencillo y pro fundo de dos grandes personas al conversar.

Transformar una serie de pláticas en un libro no es nada fácil, pues la conducta oral y la escrita tienen diferencias fundamentales en la lógica de exposición, estructura, sintaxis y hasta semántica. En esta obra se lograron compartir las ventajas de la calidez y simplicidad del lenguaje oral, y la sistematicidad y orden del escrito.

En el primer encuentro, denominado la segunda modernidad, se inicia la charla preguntando sobre la misión de la sociología, con el objeto de cuestionar el quehacer del sociólogo desde la perspectiva de una segunda modernidad que parece invadir los escenarios a partir de los sesenta y se hace evidente en los ochenta.

Plantea inicialmente una sociología que trata de explicar sociedades, pero los principios que pueden describir la manera de actuar de la política o la ciudadanía en un territorio o país no puede transferirse. Se critica lo que llama un "imperialismo" conceptual occidental que intenta colocar modelos y paradigmas sobre las culturas y procesos sociales, en los que son intransferibles estrategias sociales o económicas.

Se habla de una sociología que radica en el ámbito del Estado nacional, y en ese horizonte desarrolló su comprensión de sí misma, sus percepciones y conceptos. Así, una vez que el concepto de Estado-nación pierde sentido teórico, aparecen las categorías "zumbis" como constructos muertos-vivos que utilizan para describir una visión de la realidad que desaparece momento a momento. El ejemplo es, entre otros, el concepto de ingreso o el de familia. Estas categorías "zumbis" pertenecen a una antigua conceptualización basada en lo siguiente: 1) la idea de que la acción social requiere de un territorio en Estado-nación; 2) la suposición de una colectividad de lo social prefijada (clases); y 3) el principio de que Occidente marca la línea del progreso funcional.

En la primera modernidad las sociedades son las de Estado-nación y también las grupales colectivas. En dichas sociedades la participación social se define, esencialmente, por el trabajo productivo y, por lo tanto, por el mercado. La segunda modernidad o modernización reflexiva en una autocrítica radical de la teoría y de la sociología occidental de la modernización. La globalización es económica, política, social y cultural, y la intensificación de los procesos de individualización cancela una clasificación en una categoría colectiva predeterminada. No podemos seguir hablando de clases. Sociedad y naturaleza no son opuestos sino constituyen una unidad en virtud de la tecnología y la crisis ecológica. Esto le llama Beck "Sociedad Mundial de Riesgo". Aquí la charla incorpora el concepto de "efecto colateral" como efectos imprevistos que adquieren una dinámica de la cual puede surgir una nueva imagen de época, pues la modernidad será forzada a la autorreflexión, a una visión cosmopolita y una autorrenovación en el ámbito institucional.

A partir de este punto, la conversación va a atravesar por una exposición controvertida y fugaz sobre el nacionalismo y el cosmopolitanismo banalizado, entre lo local y lo global, explicando que lo que existe es una globalización que ocurre localmente e imponiendo una redefinición de lo local. Las grandes ciudades, las sociedades homogéneas del Estado-nación se transforman en sociedades mundiales locales. Al mismo tiempo, se debe lidiar con una globalización interiorizada y una localización exteriorizada. Se requiere una imaginación dialógica entre la autoconciencia mediante el retorno a sus tradiciones y la apertura cosmopolita.

La modernización de la política puede tener dos significados: ceder a las cohesiones de la globalización económica y sujetar la política al primado de la economía sin fronteras, o plasmar políticamente la globalización. De aquí en adelante y con el interés de plantear la política cosmopolita como el reconocimiento del otro cultural y que sea reconocido como proyecto democrático en el espacio trasnacional y sea concebida como el orden estructural de una "economía desterritorializada", en los cuales se restablecen los estándares de la humanidad por medio de la política, estándares de trabajo y vida dignos, y de convivencia con la naturaleza.

Así, pues, la discusión se desarrolla sobre los efectos colaterales de una suposición sobre la manera en la cual transcurren y podrían proseguir los procesos de globalización económica, social y cultural, pues el axioma ingenuo de solución de los problemas renunciando a la regulación de los mercados, abrirse al capi t al transnacional y en donde se acaba el desempleo y todos se enriquecen, genera grandes problemas colaterales. Uno de ellos son las nuevas dimensiones de la pobreza, el autoritarismo étnico-democrático.

Después de esta tela de fondo inicia la plática sobre libertad o capitalismo con la definición del término individualización, no como un proceso personal sino institucional. La educación, el trabajo y la movilidad son condiciones institucionales básicas que tienen como parte de referencia no lo colectivo, sino el individuo. En la medida que el hombre y la mujer ingresaron a la espiral de la individualización de la educación, trabajo y la movilidad se dio una vuelta completa a la sociedad.

Esto tiene una consecuencia doble, por un lado representa una coerción y el deseo de proyectar una biografía propia en todas las dimensiones de la vida, inclusive en la familia, diluyendo los modelos tradicionales en las matrices de lo cotidiano. Ahora se requiere negociar, planear y superar conflictos; y, por otro lado, se entra en una dinámica institucional dirigida al individuo no al grupo.

Así, la cultura individualista se basa sobre el reconocimiento del otro, o sea los otros contribuyen con la individualización de cada uno. Se discuten tres desarrollos opuestos: primero, la creación de nuevas identidades nacionales en la condición de la individualización; segundo, un globalismo que más que provocar una alianza entre mercado y Estado-nación se propone una política minimalista no precisa de Estado y se presenta como una variante de la cultura de la libertad. Se escribe libertad política con minúscula y de consumo con mayúscula, y dejamos que la diferencia desaparezca ante el espectáculo de poder escoger entre veinte tipos de pizza o refrigerante.

La tercera es la venida del autoritarismo democrático. Se muestra a la subpolitización de la democracia como un estadio de la democratización cultural de la democracia, generado por el efecto colateral de los derechos civiles, políticos y sociales fundamentales que son interiorizados y llevados al seno de la familia, la alcoba, el café, la cocina.

Se discute sobre la base de esa subpolitización. El concepto de clase tan utilizado en el modelo marxista tendrá que existir como lucha de clases desterritorializada en los dos ámbitos: el local y el trasnacional. Los movimientos no pueden seguir siendo de colectivos de clase, pero sí es posible suponer un momento trasnacional contra la pobreza como un Green Peace de la miseria, una especie de movimiento global antiglobalización contra la pobreza; sin embargo, el renacimiento de la sociedad de clases con base en la experiencia de la radicalización de la desigualdad de la exclusión creciente de grandes grupos poblacionales está definidamente condenada al fracaso. En este plano de la cultura individualizada y trasnacional la política será transplantada al reconocimiento de las oportunidades de desarrollo y reconocimiento de los derechos fundamentales. Es lo que llamamos la oposición enfre libertad o capitalismo que debe ser enfrentada.

La discusión entra en el tercer capítulo en la concepción sobre el riesgo. La sociedad de riesgo de la segunda modernidad de Beck se asume como la progresiva radicalización de los procesos de modernización "tecnificación" y "economización", generando conciencias que corroen o ponen en duda este programa institucionalizado de cálculo de los efectos colaterales.

En la primera modernidad, un accidente es de alguna manera perceptible para todos. Surgen problemas que están relacionados con estas formas de riesgo. El accidente en una mina, por ejemplo, es enfrentado en esta primera modernidad de diferentes maneras, y el riesgo presente y futuro puede evaluarse, y además se puede localizar una causa imputable y un cuerpo del delito. En la segunda modernidad, los riesgos cambian en cuanto a su localización. Observemos el caso Chernobyl o el calentamiento global, cómo encontrar al culpable y cómo controlar el riesgo antes y después del impacto. Los riesgos y efectos se tornaron cosmopolitas. Como cada vez es menor la probabilidad de imputar riesgos por su generalidad y cómo a través de las reglas de la ciencia o del derecho no existen demostraciones de producción de riesgo, éstos se producirán con mayor frecuencia e intensidad, y la amenaza aumentará de manera importante.

Una segunda regla es que la pobreza es jerárquica, la contaminación es democrática. La regla es que la distribución de los riesgos ambientales acompaña la pobreza. Así, pues, la "impulsividad organizada" de la segunda modernidad amenaza fundamentalmente a los pobres.

En la segunda modernidad existen dos fases de la sociedad de riesgo: una primera en la que nos encontramos, en donde la sociedad, desde su Estado-nación y en decadencia, niega el riesgo. Existe una conciencia fragmentada, una esquizofrenia institucionalizada. En la percepción pública dominan el consenso desarrollista, la producción indusfrial, la garantía de empleo y la producción de riqueza. En la segunda fase, la conciencia de riesgo deberá afirmarse y se deberá transformar la conciencia del desarrollo. En la primera fue el sujeto consciente del riesgo quien promueve la dramaturgia del riesgo "o sea quien apunta los riesgos y acaba siendo clasificado como histérico", en la segunda los papeles no serán tan claros.

Los agentes sociales altamente legitimados, actores principales de la modernización de la política, la economía y de la ciencia se transforman en los voceros de los efectos negativos de los desarrollos aparentemente progresistas.

En el siguiente capítulo sobre el régimen de riesgo del trabajo se presenta una visión a veces optimista, en la cual el trabajo productivo no deberá ser la única forma de trabajo del ser humano, y en la segunda modernidad se instituyen trabajos no productivos que la sociedad promueve y se alimenta de sus productos. Se critica la retórica del pleno empleo como un discurso calificable para los electores, pero que ofrece condiciones para observar lo que sucederá en la segunda modernidad a la que nos asomamos. El trabajo productivo como fijación cotidiana que da un sentido de control al individuo ha sido y será la manera de construir una existencia, una biografía, una identidad y una de las maneras más hábiles de autoadaptación y autoajuste a la estructura de dominio social. Se toca la categoría de "desempleo voluntario" como un estatus al que se puede aspirar en un futuro. Se trata de una propuesta interesante, en la que el desempleo se instala para una sociedad del postrabajo procurando actividades que le interesen al individuo, que le den placer rechazando el trabajo productivo como una oferta estandarizada y desprovista de sentido.

Sobre esta base, se propone el concepto de "trabajo ciudadano", que está asociado al tercer sector que no tiene nada de trabajo productivo o doméstico, sino se trata de un financiamiento básico a las Organizaciones No Gubernamentales (ONG's) para que abran las puertas a iniciativas probables. Desarrollar un sistema de intercambio en donde: alguien da clase a mi hijo, después yo podré arreglar su fregadero y cortar su césped. En esta misma línea se propone que el apoyo de desempleo y auxilio social sean vistos como inversión no como limosna; entonces habremos llegado a una fase de desarrollo histórico, en el cual el juego del trabajo ya no precisa ser soportado por todos en la misma proporción. Este dinero-ciudadanía abriría una gran cantidad de posibilidades de ocupación independiente del trabajo productivo.

Pasamos a los dos últimos conceptos de este capítulo desterritorialización de la cooperación que trata sobre la posibilidad de organizar la cooperación directa, independientemente del espacio y el de interiorización del mercado, con el objeto de tornar autónomos los sectores que posiblemente se relacionen enfre sí en los moldes del mercado, suprimiendo la unidad de la empresa y, por consiguiente, de la organización.

En el siguiente capítulo: la sociedad cosmopolita y sus enemigos. El cosmopolitismo favorece el reconocimiento de la diversidad auténtica. La diferencia enfre cosmopolita y local debe ser superada por una ética cosmopolita de la localidad abierta para el mundo por una ética de la "globalización". Primero se pretende observar cómo las sociedades nacionales se globalizan por dentro, y en qué sentido la cosmopolitización se vuelve reflexiva y política. La globalización, desde este concepto, no ocurre lejos, sino en el microcosmos, en lo local, en el microcosmos de la propia vida. La vida con otro próximo o distante requiere de ejercer mucha tolerancia y las contradicciones que deben enfrentarse son de una nueva especie.

En su último capítulo sobre la perspectiva o segunda iluminación, citando a Kant y tratando de hacer una utopía de un final feliz supone que surge un sujeto global del cosmopolitanismo que viene a impulsar el desarrollo de la democracia y finalmente promueve el Estado mundial kantiano o la justicia global o paz eterna o segunda iluminación. Según Beck, la segunda iluminación deberá crear una imagen o concepto de un modelo de organización de la democracia desterritorializada y, por lo tanto, posnacional, cosmopolita, y revelar su realidad oculta en relación con las oportunidades de transformación.

Apunta aquí sobre el mundo act ual que está constituido civilizatoriamente, en el cual podemos observar las peores consecuencias de la acción científica. El saber actual no proporciona las bases para tomar decisiones y no afectar a las generaciones venideras, ni se trata de resolver sus efectos colocando una discusión entre ética y tecnología. Se necesita una ciencia que no se desligue de las consecuencias de sus acciones más que seguirse declarando como sujeto o control de esas consecuencias. Se requiere absorber más la reflexibilidad de la sociedad de riesgo en la lógica de acción científica investigativa y técnica, y sustituir a la lógica y la acción investigativa por otro programa reflexivo.

Para finalizar el libro, el autor coloca como ejemplo de institución global a la Iglesia católica. En sus propios fundamentos la fe cristiana está desvinculada de oposiciones étnicas y nacionales, inclusive de la oposición hombre-mujer, y supone una fraternidad, o sea una imagen del ser humano, una humanidad lejana de las fronteras y tiene una estructura básica cosmopolita. Pero la Iglesia católica tendría que incorporar el reconocimiento del individualismo en el sentido que se necesita, de iniciativa propia fuera de la labor pastoral y disciplinaria. De esta coalición organizada que la Iglesia ejemplifica a través de su organización, podría suponerse un modelo de Estado desde una perspectiva de "Estado cooperativo" como redes de convenios interestatales ligados entre sí para compensar la pérdida del poder formador de los Estados individuales. Claro está que este tipo de régimen internacional descubre una fuerza coercitiva considerable, incluso transterritorial dependiendo del caso contra la soberanía y el poder de discusión de los gobiernos democráticamente electos. La trasnacionalización del Estado significa una amplia desdemocratización de la política a nivel local. O sea, los gobiernos vivirán los efectos colaterales políticos de una política de inversiones globales de los conglomerados privados.

En fin, el libro es una propuesta abierta para la sociología y la ciencia política que será de utilidad en las próximas discusiones sobre libertad y capitalismo.

 

Información sobre el autor

José Ángel Vera Noriega. Tiene estudios de doctorado en psicología social. Es investigador titular del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo A.C., en el Departamento de Desarrollo Regional Evaluación de programas en salud y educación. Sus más recientes publicaciones son: "Práctica docente en el aula multigrado rural de una población mexicana", en Educacao e Pesquisa, Revista da faculdade de educacao da Universidade de Sao Paulo (2005); "Pareja, estimulación y desarrollo del infante en zona rural en pobreza extrema", en Revista Mexicana de Investigación Educativa (2005); "Juego, estimulación en el hogar y desarrollo del niño en una zona rural empobrecida", en Revista CNEIP Enseñanza e Investigación en Psicología (2006).

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