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Convergencia

versão On-line ISSN 2448-5799versão impressa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.13 no.40 Toluca Jan./Abr. 2006

 

Reseñas

 

Cultura política y participación electoral en México

 

José Antonio Trejo Sánchez

 

Castro Domingo, Pablo [coord.] (2005), Cultura política, participación y relaciones de poder, El Colegio Mexiquense, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, 358 pp.

 

Universidad Autónoma del Estado de México. Correo electrónico: atrejo@politicas.uaemex.mx

 

Esta obra fue producto del Seminario "En lo que piensan los votantes", cuya realización tuvo lugar en El Colegio Mexiquense el 27 y 28 de mayo de 2004. Dicha convocatoria estaba basada en el interés por el repunte en la participación de la sociedad mexicana en asuntos de carácter público y las distintas expectativas que abre la posibilidad de la alternancia política. Sin embargo, la incipiente democratización alcanzada no ha logrado desplazar antiguas relaciones como son la intermediación, el clientelismo y el corporativismo; creando un profundo malestar para con la democracia que tenemos y una continua abstención política desde la ciudadanía, que amenaza y preocupa a las instituciones y actores que han tomado el encargo de conducir este proceso.

Partícipes de esta premisa, los convocados fueron puestos a cuestionarse sobre las motivaciones, valores y apuestas que llevan a los ciudadanos a elegir una u otra opción política, como una manera de desentrañar las cuestiones menos visibles y profundas de la vida política. Aunque se reconoce el ámbito electoral como momento privilegiado del análisis social, se considera que el marco electoral se encuentra configurado por una historia social, una cultura política y, sobre todo, una estructura de poder, que están determinando previamente las elecciones partidistas de los ciudadanos. El cambio político y la alternancia electoral son vistas, entonces, como producto complejo de la realidad social que conviene estudiar constantemente, desde enfoques que puedan enriquecer la mirada sobre la ciudadanía, como es el caso de la antropología social, la historia social y la sociología política comparada.

El estudio del estado actual de la democracia mexicana abandona el triunfalismo de sus ideólogos y administradores; busca salvar el buen juicio en medio de la abundante empresa del marketing político y la predicción electoral, avizora saldos y ganancias en aquellos espacios en donde parece prevalecer el desánimo y la ausencia de cambios políticos visibles; no se contenta con seguir las huellas del animal político que interesa, aunque sea con lupa e instrumentos sofisticados, sino que busca cazar a su presa, como metáfora del buen cazador, oficio que debe mantener atento al investigador, como nos lo hizo recordar el desaparecido Roberto Varela, en una de sus últimas participaciones académicas.

En palabras del coordinador de la obra, Pablo Castro Domingo, "en México los procesos electorales se hallan condicionados por la tensión generada a partir del roce constante entre las prácticas autoritarias y el reciente surgimiento de una ciudadanía en vías de consolidación". Paradoja constante que sobredetermina la "intransición" a la mexicana, espacio complejo de estados alterados de la realidad, en donde predomina todavía la incertidumbre y la variabilidad, más propios del estado en que el nuevo régimen político no acaba de consolidarse y el viejo no termina por desaparecer. El esfuerzo colectivo que presenta el libro pretende interpretar cómo los actores sociales se comunican, perpetúan y desarrollan sus conocimientos y actitudes frente a la política, alejados del discurso de la normalidad democrática, más propicios para sociedades que ya envejecieron en sus sistemas representativos; pero también del aquel que negativamente desconoce los cambios alcanzados, porque perpetúa la consideración de que sólo se cambia para permanecer igual que antes. La mirada que hace coincidir a los participantes es aquella que se pretende transversal a los fenómenos que estudia porque le interesan los aspectos informales y horizontales de la vida política, la intermediación entre sistemas institucionales y vida cotidiana de los actores; espacios locales y regionales, que mantiene su propia lógica respecto a la realidad nacional y la preocupación particular por el significado de los signos y símbolos para dar cuenta de una situación social, a riesgo de reducir la polifonía de voces participantes, una visión cada vez más descentrada de la ciudadanía y las relaciones de poder.

En este sentido, se entiende la convocatoria del seminario, cuyos productos se presentan en este libro; el aspecto electoral es importante pero no suficiente para entender la dinámica política en la sociedad. Las participaciones no se detuvieron únicamente en las cuestiones planteadas inicialmente: "por qué los actores votan por un partido político y no por otro, por qué titubean entre una elección y otra, o por qué no votan". Fueron rápidamente a plantearse algunas otras, como por qué los partidos políticos no estimulan la creación de ciudadanía, por qué la presencia de la alternancia no garantiza sistemas democráticos y por qué las prácticas clientelares pueden coexistir con la alternancia partidista.

La integración del libro consta de tres partes. En la primera, que se ordena bajo el subtítulo "Cultura, simbolismo y teatralización del poder", se exponen cuatro trabajos que discuten teóricamente la participación, la cultura y las representaciones simbólicas de la política. Demuestran la utilidad de acudir a ellas cuando se pretende un conocimiento más exhaustivo de las relaciones de poder y la participación política. En la segunda, que se denomina "Cultura política y ciudadanía", se muestran cinco artículos que exploran la relación entre procesos identitarios, imaginarios y ciudadanía, a manera de estudios de caso, en la ciudad de México, Michoacán y el Estado de México, con uno que mira la ciudadanía binacional que existe entre Estados Unidos y México. La tercera, "Participación electoral", se constituye de cuatro investigaciones que dan cuenta de la alternancia y la abstención electoral, en donde el centro de interés se ciñe a entender la lógica inmanente de la participación electoral.

 

Cultura, simbolismo y teatralización del poder

En este apartado se postulan las estrategias de análisis y presupuestos teóricos que guiarían un enfoque antropológico en el estudio del poder. Además de sumarse un trabajo que lo hace desde la perspectivita de los estudios culturales derivados de la historia social.

En el artículo de Roberto Varela: "Participación y cultura política", se exponen los principios teórico-metodológicos de su trabajo en el estado de Morelos, basados en la teoría energética humana de Richard Adams. La participación política es entendida y adquiere un significado para el analista "si y sólo si se relaciona con las estructuras de poder de una determinada sociedad". La cultura política sólo es entendible si previamente se analiza la estructura de poder a la cual está referida. La participación política es un fenómeno de estructura de poder y no de una supuesta cultura política. Con ello intenta responder a quienes desde la antropología sobredeterminan el papel de la cultura, estableciendo una influencia unidireccional de la cultura sobre el comportamiento político, a lo que responde que la relación entre cultura y comportamiento no es unidireccional, sino bidireccional. Sus estudios en comunidad del campesinado morelense le permiten demostrar que el comportamiento y la estructura de las relaciones sociales son dos aspectos de una realidad única; mientras que la cultura, en cambio, es una realidad diferente tanto del comportamiento como de las relaciones sociales. Concluye con una definición de cultura política: "el conjunto de signos y símbolos compartidos (transmiten conocimientos e información, portan valoraciones, suscitan sentimientos y emociones, expresan ilusiones y utopías) que afectan y dan significado a las estructuras de poder.

En el trabajo de Liz Hamui Sutton, "Los vínculos entre cultura política e identidad colectiva", son considerados para entender los valores, las cosmovisiones, las ideologías, los intereses, las actitudes, los conocimientos, las habilidades y las representaciones de los actores a la hora de relacionarse con la política. Repasa algunas líneas de trabajo generadas por los nuevos estudios culturales (norteamericanos y la escuela francesa), que han aportado un nuevo modo de abordar la reconstrucción de la historia nacional, al combinar las visiones generales del discurso histórico tradicional con el análisis sociológico y etnográfico regional, concreto, con datos cualitativos y cuantitativos, de los sectores involucrados en esos procesos. Establece una ruptura con la cultura política del nacionalismo revolucionario, a partir de la década de 1980 en México, que desempeñó un papel importante al definir un conjunto de referencias básicas —como la unidad nacional, el laicismo del Estado, la modernización económica—, con las cuales se creó un lenguaje en torno al cual se construyó y se negoció la vida pública nacional. Al surgir nuevas alternativas innovadoras, las nuevas lecturas del pasado, presente y futuro tardan en imponerse. Se necesitan al menos dos generaciones para que una idea nueva que aorta una respuesta fundada en los problemas de la sociedad penetre en las mentes en forma de un conjunto de representaciones de carácter normativo y termine pareciéndoles evidente a un grupo significativo de ciudadanos. La idea de democracia y sus representaciones estaría así esperando tomar su propia hegemonía en la cultura política mexicana.

A decir de Xóchitl Ballesteros Pérez y Alejandro González Villarruel, en "Elecciones y acciones. De la cultura política a la política cultural, dos nociones en operación", acudir al concepto de cultura política puede hacernos entender de qué extrañas fuentes dimanan nuestras decisiones electorales. La cultura política se constituye de las expectativas, valoraciones, concepciones y utopías referentes a la política aprendida y aprehendida, a partir de la socialización en un espacio social específico. Para objetivar la cultura política, se recurre al análisis de un proceso electoral local, en el municipio de Lázaro Cárdenas, Quintana Roo en 1990. De este modo, pueden construir un concepto de cultura política desde un enfoque antropológico para considerar dos dimensiones: una macrosocial que describa los aspectos culturales de las relaciones de poder, y una microsocial en la cual se enfatiza la imagen que tienen los distintos actores sociales de la estructura y las relaciones de poder. Finalmente, en el entendido de que la cultura también comprende un proceso colectivo de producción de significados que moldea la experiencia social y que configura las relaciones sociales, acuden al estudio de un movimiento de agricultores en Colima, el occidente mexicano, para dar cuenta que los movimientos sociales ponen en marcha una política cultural, entendida como intervención en la definición de significados, como el esfuerzo por resignificar las interpretaciones dominantes de lo político o para desafiar prácticas políticas establecidas. Con la política cultural, los autores recuperan las formas silenciosas como se construyen las luchas y movilizaciones de los actores.

En continuidad con este reflexionar antropológico, el trabajo de Rodrigo Díaz Cruz, "El persuasivo espectáculo del poder. Rituales políticos y ritualización de la política", busca reconocer el papel de las acciones simbólicas como una clase de poder, como dispositivos que instituyen los centros activos del orden social y que producen efectos en todo sistema de poder, o como elementos que pueden propiciar la evolución de las estructuras de poder. En su esfuerzo recupera las nociones de ritual y ceremonia. Los rituales son transformatorios, es decir, están asociados a consagrar transiciones sociales; mientras que las ceremonias son confirmatorias, o sea, están vinculadas a focalizar estados sociales. Como tales, no constituyen máscaras o revestimientos del poder, son en sí mismos una clase de poder y su consagración que conviene atender. Los procesos políticos están de continuo sometidos a rituales, a ceremonias definicionales y a ritualizaciones; por lo que la reflexión sobre la violencia política se constituye también en un hecho ritualizable y ceremonial que puede convertirse en un patrón de conducta, que conduce y orienta la vida pública, no es un mero episodio que suceda entre periodos amplios de vida normal y pacífica.

 

Cultura política y ciudadanía

Para Salvador Maldonado Aranda, en "Descentrando la ciudadanía. Clase, prestigio y jerarquía en la Tierra Caliente, Michoacán", conviene discutir el tema de la ciudadanía desde una perspectiva descentrada, debido al enfoque normativo y centrista que ha adquirido en el debate político nacional sobre la transición y la reforma del Estado. Y en respuesta al sesgo reduccionista que prevalece, que vacía de contenido la categoría, cuando se le reduce al ámbito estrecho de los derechos electorales. Este trabajo es un esfuerzo por documentar los sentidos en que se construye, impugna y resignifica la ciudadanía, en un espacio regional donde los procesos políticos están mediados por las dinámicas de desigualdad y diferenciación social asociadas a relaciones de clase, prestigio y jerarquía. Encuentra que para los habitantes de esta matria, la ciudadanía se asocia a un problema de justicia y trato igualitario en relación con el ejercicio arbitrario del poder.

Con el fin de reflexionar sobre "El voto de los mexicanos en el extranjero: ciudadanía y pertenencia", Alejandra Castañeda Gómez del Campo repasa las posturas y definiciones al respecto. Para evitar los lugares comunes y las consideraciones reducidas a lo legal, estima que se deben tomar en cuenta las prácticas culturales donde se reflejan luchas de poder, nociones de comunidad y de pertenencia, y donde se pone en juego el significado de nación. Los migrantes mexicanos viven inmersos en dos espacios legales, creando una coyuntura en la cual practican una cultura de la ciudadanía; una ciudadanía constituida y negociada mediante las prácticas socioculturales y concepciones de membresía dada, ya sea en el nivel nacional, regional o local de los distintos actores sociales. La ciudadanía migrante es construida desde la tensa e ineludible relación con los Estados mexicano y norteamericano.

En la participación de Pablo Castro Domingo, "Cultura política, comportamiento electoral y emergencia de la ciudadanía", encontramos el análisis de la relación entre cultura política y las conductas electorales en los municipios de Tenancingo de Degollado, Villa Guerrero y Zumpahuacán, de 1990 a 2003, en el Estado de México; tomando en cuenta que la cultura política es una matriz tanto consciente como inconsciente que da significado a las creencias y comportamiento político. Para mostrar que hay regiones que han empezado a desarrollar prácticas relativamente progresistas, que contrastan con otras que continúan reproduciendo prácticas clientelares, paternalistas y patrimonialistas al margen del Estado de derecho. Los procesos electorales son un mecanismo de disparo para el surgimiento de actores sociales con la capacidad de asumir responsabilidades y exigir solución a demandas concretas. Esas acciones ha reformulado la participación política, siendo el clientelismo, la intermediación y el patrimonialismo sustituidos gradualmente por prácticas más consensuadas.

En el trabajo de Héctor Tejera Gaona, "Cultura, prácticas políticas y comportamiento electoral en la Ciudad de México", el autor piensa que la identidad ciudadana no se construye con base en derechos y obligaciones formales, sino a partir de las prácticas sociopolíticas en el entorno local y cotidiano. En este contexto, las relaciones establecidas por partidos y gobierno con la ciudadanía en la ciudad de México han colaborado para conformar y reproducir una identidad ciudadana acotada y disminuida. La disociación entre políticas gubernamentales y demandas ciudadanas, y las prácticas políticas con base en las cuales los partidos y gobernantes se disputan las adhesiones y simpatías de la ciudadanía, inciden en el comportamiento electoral de los ciudadanos en la ciudad de México. Dicho comportamiento se caracteriza por la búsqueda de intermediarios eficaces con las instituciones gubernamentales, o de gobernantes que implanten políticas de bienestar social. La cuestión estriba en la credibilidad de los candidatos y su cercanía.

También con un trabajo etnográfico, José Antonio Trejo Sánchez explora en "Identidades y cultura política desde lo juvenil: una exploración etnográfica" que mediante la cultura política, los grupos e individuos ordenan, interpretan y se relacionan con el poder y las instituciones políticas. Funciona como el trasfondo de las relaciones políticas y el ambiente propio de la acción política. Al estudiar una microrregión, compuesta por tres municipios (Almoloya el Río, Santiago Tianguistenco y San Mateo Texcalyacac, percibe que los jóvenes no desaprueban el sistema de partidos y su representación electoral. Sin embargo, las esperanzas puestas en el cambio político no han sido retribuidas por el andar democrático de estos años. Pareciera como si en realidad quienes tuvieran que ponerse al día fueran los partidos y los políticos de profesión, porque para esta generación la cuestión sigue siendo la misma: "para esto ha venido el cambio". Esta percepción un tanto desencantada sobre lo político no deja de inhibir la participación ni la credibilidad en las elecciones.

 

Participación electoral

En su texto, "Senderos para la transformación democrática. Alternancia electoral y cambios administrativos: dos casos de estudio en gobiernos locales en México", Cecilia Cadena Hinostroza estudia las posibilidades democráticas que abren las reformas administrativas en dos estados: Querétaro y Estado de México. Al estimar que la instrumentación de capacidades institucionales y administrativas que acompañen a los cambios políticos es un elemento indispensable en la construcción del orden democrático. En el primer caso, los obstáculos para ello provienen de la presencia de la corrupción, que a pesar del cambio de partido político en la administración estatal, ésta no ha podido transformar vicios de anteriores gobiernos por falta de pericia y experiencia política. En el segundo, los obstáculos a una transformación administrativa provienen de los mandos medios de la propia burocracia, quienes no han asumido las nuevas tareas que les corresponde realizar. Con todo ello, la conclusión de este trabajo es que la administración pública es un requisito suficiente, aunque no indispensable, de la reforma política democrática.

En su artículo, Jorge Alonso Sánchez investiga las "Razones para votar y no votar entre universitarios tapatíos". Entre los votantes con estudios universitarios se observan razones un tanto diferentes al resto del electorado en el estado de Jalisco. Por ejemplo, su proclividad a votar en 73% como expresión de un sentimiento de responsabilidad. Las razones de fondo para acudir a votar están por encima de los avatares de los partidos y la política en un amplio sector. Son votantes duros, pero no necesariamente inclinados por un partido en particular. Aunque el autor ha desentrañado el aumento en el desafecto hacia el voto debido al descrédito de los partidos, sus candidatos y sus campañas vacías fincadas en un costoso marketing. No obstante, se ha configurado ya una disposición hacia una cultura democrática ilustrada, y es posible percibir un espacio social acotado en el que el acto de votar sigue teniendo diversidades, pero con una raíz cada vez más honda en el reconocimiento de lo democrático. Por lo que nuestro autor ve en esta minoría consciente un activo valioso para el futuro de la democracia mexicana.

En "México: participación electoral, comicios concurrentes y desarrollo estatal", el sociólogo José Antonio Crespo Mendoza se propone explicar y comprender el nuevo abstencionismo en las elecciones mexicanas. La preocupación se inserta en una serie de paradojas señaladas, en la que se destaca la mejoría en la credibilidad y transparencia del sistema electoral, junto a una costosa organización de las elecciones y financiamiento de los partidos políticos, que no se traduce en un aliento a la participación ciudadana. La exploración de las múltiples causalidades llevan al autor a ponderar tres variables asociadas con la abstención: 1) el carácter intermedio de los comicios frente a las elecciones presidenciales; 2) la concurrencia de elecciones estatales para gobernador, y 3) el nivel de desarrollo socioeconómico de las distintas entidades federativas. Se concluye que quizás enfrentemos una suerte de "decepción democrática", característica en los primeros años después de lograda la primera elección plenamente democrática. También, que una vez que ha sido rebasado el control político del PRI y la eficacia de su maquinaria para la movilización electoral y la manipulación del voto, la relación entre desarrollo social y participación electoral se ha vuelta nula o francamente reducida. Recomienda que para alentar la participación electoral podría pensarse en rediseñar el calendario electoral, de modo que las elecciones para elegir gobernador en todas las entidades se hicieran coincidir con los comicios federales intermedios o presidenciales.

Finalmente tenemos el artículo de Jorge García Montaño, titulado "Presente y futuro de los electores y la democracia en México", sustentado en la idea, según la cual, de que la hegemonía de la norma democrática no es fácil y va más allá de lo puramente electoral, que busca sustituir la cultura autoritaria por una democrática y en diseñar un régimen político-electoral con un amplio consenso y aceptación. El análisis del abstencionismo se convierte en una dura prueba a tales finalidades. Lo que permite pensar en "un piso que se puede definir como de incompetencia ciudadana electoral; es decir, aquello que hace referencia a la falta de información, habilidades y análisis de la población para participar de forma consciente y constante en la democracia". Lo cual se expresa en una teoría de la "tijera abierta", donde las instituciones políticas electorales evolucionan hacia un mayor estado de desarrollo, mientras que la cultura política promedio de la población no lo hace al mismo ritmo y en ciertos momentos ni siquiera en la misma dirección.

Esta empresa colectiva, respaldada no sólo por las instituciones presentes en la edición, permitió consolidar la participación del cuerpo académico de Antropología Simbólica Poder perteneciente al Departamento de Antropología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, con la idea de que la dimensión simbólica de la cultura es uno de los objetivos privilegiados de la antropología, con lo que este gremio renueva su preocupación por las cuestiones del poder y la democracia; y también ofrecer un homenaje póstumo a quien le dio un fuerte impulso a la antropología política en México, Roberto Varela Velásquez, quien en dicho encuentro demostró lo que una buena reflexión antropológica puede hacer cuando le acompaña la estancia en campo por periodos prolongados.

 

Información sobre el autor

José Antonio Trejo Sánchez. Candidato a maestro en antropología social por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Profesor de tiempo completo de la Universidad Autónoma del Estado de México. Sus más recientes publicaciones son: "Identidades y cultura política desde lo juvenil: una exploración etnográfica", en Cultura política, participación y relaciones de poder, Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, El Colegio Mexiquense, Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (2005); "Sociología de la juventud. Breve estado de la cuestión", en Espacios Públicos, Universidad Autónoma del Estado de México (2005).

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