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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.13 no.40 Toluca ene./abr. 2006

 

Estudios

 

Capital social y recomposición laboral en Argentina. Un análisis para el periodo 1995-2000

 

Fernando Toledo y Diego Bastourre

 

Universidad Nacional de La Plata. Correo electrónico: fliatoledo@speedy.com.ar; diegobastourre@hotmail.com

 

Envío a dictamen: 27 de enero de 2006
Aprobación: 08 de abril de 2006

 

Resumen

El trabajo analiza el proceso mediante el cual los individuos desempleados obtienen una nueva ocupación, prestando particular atención al tema del capital social individual. Para ello se estima un modelo de datos ordenados para la probabilidad de empleo utilizando datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el periodo 1995-2000. Los resultados obtenidos sugieren que el capital social individual es un factor importante para garantizar una reinserción laboral no precaria. Sin embargo, es muy claro que la solución al problema del desempleo y la precariedad resulta ser sumamente compleja e involucra otro conjunto de factores relevantes.

Palabras clave: desempleo, precariedad laboral, capital social.

 

Abstract

This paper analyzes the way in which those individuals who are unemployed get a new job, focusing on individual social capital. To this end, an ordered probit model of the employment probability for the 1995-2000 period is estimated. The results suggest that social cap ital is a relevant factor in order to increase the probability of a high-quality occupation. However, it is clear that the soiutton to unemployment and low-quality employment is extremely complex and involves other significant issues.

Key words: unemployment, low and high-quality occupations, social capital.

 

Introducción

El presente estudio se concentra en el análisis del proceso de reinserción ocupacional para aquellos individuos que se encuentran en una situación inicial de desempleo. La reinserción laboral puede revestir diversas formas, dependiendo de las características de la nueva ocupación obtenida. Al respecto, resulta trascendente investigar los factores condicionantes de la posibilidad de adquirir un nuevo empleo aceptando que no todas las ocupaciones poseen la misma "calidad". Sin duda, resulta dificultoso precisar el significado de este último término, puesto que puede aludir a distintas dimensiones, por ejemplo: 1) las retribuciones logradas en la nueva ocupación; 2) el carácter formal o informal del puesto; o 3) el grado de precariedad e inestabilidad laboral.

En lo que sigue, consideraremos que la calidad de la reinserción laboral se evalúa a partir del grado de precariedad manifiesto en cada ocupación. Bajas remuneraciones, nula cobertura social, inestabilidad laboral, volatilidad de ingresos son algunas de las características salientes de los nuevos puestos de trabajo creados durante la década de los noventa (Altimir y Beccaria, 1999). Por ello resulta pertinente estudiar por qué motivos determinadas personas acceden a ocupaciones estables y seguras, mientras que otras permanecen desempleadas o se reinsertan de manera precaria. En este sentido, creemos que el capital social individual debería facilitar una reinserción laboral de calidad.

No obstante la voluminosa literatura existente sobre las especificidades del mercado de trabajo argentino, pocos estudios contemplan taxativamente la cuestión del capital social. La amplia variedad de definiciones sobre capital social, la existencia de distintas vertientes teóricas interdisciplinarias que precisan el concepto y las dificultades de medición asociadas al mismo, explican, parcialmente, su omisión en los estudios empíricos sobre temas laborales.

Al mismo tiempo, la literatura sobre capital social ha crecido enormemente durante los últimos años, subrayando la importancia de las redes y los lazos sociales en numerosas cuestiones relacionadas al mundo del trabajo. Nuestro estudio intenta reducir la distancia que media entre estos desarrollos teóricos y los trabajos empíricos sobre cuestiones vinculadas con el mercado de trabajo argentino. Procederemos a efectuar un análisis condicionado para la probabilidad de reinserción laboral, discriminando, a través de un modelo de datos ordenados, la calidad de las nuevas ocupaciones. La fuente de información es la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

El trabajo se estructura de la siguiente manera. En la sección 1 se precisan diferentes nociones de capital social, revisando un conjunto de investigaciones que lo vinculan con el mercado de trabajo. La sección 2 subraya la importancia del desempleo y la precariedad laboral como características distintivas de la realidad laboral argentina. La sección 3 señala los aspectos metodológicos general es relacionados con la especificación del modelo por estimar. Aquí describimos la construcción de la base de datos utilizada, enfatizando el rol de las variables seleccionadas para aproximar la noción de capital social. Seguidamente, en el apartado 4 presentamos los principales resultados de las estimaciones; para finalizar en la sección 5 con la exposición de las consideraciones finales de la investigación.

 

1. El capital social y sus conexiones con el mundo del trabajo

Una amplia cantidad de autores ha señalado la importancia del capital social como factor explicativo de diversas cuestiones referidas a la problemática laboral. Los estudios pioneros (Granovetter, 1973, 1974; Lin et al., 1981) enfatizan la relevancia de los mecanismos informales en el proceso de búsqueda y acceso al empleo, y, en este sentido, buena parte de los trabajos posteriores han reformulado hipótesis referidas a esta agenda de investigación (Lin y Dumin, 1986; De Graaf y Flap, 1988; Burt, 1992; Lin, 2001).

No obstante la importancia y vigencia de dicha temática, diversos trabajos proponen hipótesis donde se manifiesta el papel significativo del capital social en torno a: 1) el proceso de movilidad ocupacional; 2) el estatus de la ocupación adquirida; 3) el efecto sobre las retribuciones; 4) el desempleo juvenil; 5) el fenómeno de la informalidad; y 6) el proceso de segmentación laboral.

Creemos que el capital social reviste una gran potencialidad para examinar un conjunto de problemas específicos del mercado de trabajo, que hasta el momento no han sido analizados. En particular, no se encuentran referencias que den cuenta de manera explícita del rol que adquiere el concepto en el proceso de reinserción ocupacional.

Para abordar la hipótesis de que la reinserción ocupacional está relacionada con la existencia y calidad de la dotación de capital social individual, resulta conveniente revisar, en primer lugar, algunas definiciones significativas, para luego ahondar en los estudios que relacionan el capital social con la cuestión ocupacional.

 

Capital social: revisión de las principales nociones conceptuales

Bourdieu (1980) es el pionero en el desarrollo del enfoque de capital social dentro del debate sociológico contemporáneo. Su tratamiento del concepto se concentra en los beneficios que reciben los individuos en virtud de su participación en grupos. La idea de capital social en Bourdieu se inserta en su teoría general de los campos. La sociedad se conforma por medio de espacios de relaciones sociales estructuralmente diferenciados y relativamente autónomos, llamados campos, en donde los sujetos insertan sus trayectorias sociales. En cada uno de estos campos, que constituyen espacios de lucha, los individuos intentan apropiarse de las posiciones dominantes; ya que a partir de las mismas es posible obtener los beneficios inmediatos que trae aparejado el campo. Este grupo de beneficios propios de un campo conforman los capitales que, para Bourdieu, adoptan tres formas esenciales: capital económico, capital social y capital cultural.

Otro de los grandes precursores del concepto es Coleman, quien define el capital social como "el componente del capital humano que permite a los miembros de una sociedad confiar en los demás y cooperar en la formación de nuevos grupos y asociaciones" (Coleman, 1998). El autor aborda el tema del capital social desde la teoría de la elección racional, señalando que el individuo se comprometerá en acciones asociativas porque ellas le reportan un beneficio concreto. Al igual que sus continuadores, Coleman sostiene que la cercanía, la estabilidad y la reiteración de las relaciones sociales contribuyen a la generación y manutención del capital social (Coleman, 1990).1

Si bien son notorias las diferencias entre Bourdieu y Coleman, es oportuno señalar un punto de contacto entre ellos: ambos conciben al capital social a partir de los beneficios que devienen de su posesión. La potencialidad que reviste el capital social para comprender la recomposición ocupacional de los individuos desempleados, se pone de manifiesto cuando se reconoce la característica esencial del concepto: la capacidad de obtener beneficios a partir del aprovechamiento de redes sociales. La existencia de redes brinda ventajas adicionales a los individuos que acceden a ellas, en comparación con las que obtendrían sin el apoyo de tales relaciones sociales.

 

Sobre el impacto de las redes sociales en el mercado laboral

En los estudios sobre movilidad laboral uno de los temas desarrollados es el de la pertenencia a redes sociales. Así, se diferencian las redes de tipo primario, caracterizadas por relaciones de fuerte cercanía, afecto y parentesco, de las relaciones entre grupos de pertonas ligadas por intereses o experiencias comunes que no exhiben un grado tan alto de cercanía. Las primeras son la familia y otras relaciones comunitarias de vínculos muy cercanos, los llamados lazos fuertes. Las segundas se refieren a los lazos entre personas que comparten sólo algunos aspectos específicos de la vida social, por ejemplo, vecinos, compañeros de trabajo, miembros de grupos corporativos o de intereses afines en donde los vínculos, menos íntimos y cercanos, constituyen lazos débiles (Granovetter, 1973).

Las personas mantienen a su alrededor un núcleo fuerte de lazos que le proporcionan información, recursos y un soporte emocional. Este núcleo está constituido por un número reducido de personas con quienes se mantiene un vínculo frecuente. Estas relaciones conviven con una miríada de contactos con los cuales el trato es más débil y especializado.

Desde la formulación inicial de Granovetter, se ha acumulado un considerable volumen de investigación que resalta la importancia del capital social en el mercado de trabajo. La hipótesis novedosa formulada por el autor sostiene la "fortaleza de los lazos débiles". Esto significa que es más probable que los individuos encuentren trabajo abriendo sus contactos a través de vínculos débiles (por ejemplo, consultando a conocidos que circulan en redes diferentes, ex colegas, comunidad de profesionales), que con personas con las que se mantienen vínculos fuertes, como amigos próximos y familiares cercanos. Cuando los lazos son más intensos es menos probable acceder a información adicional a la que ya posee el individuo (problema de la información redundante), en contraste con las redes abiertas de conocidos que sirven de puente hacia nuevos contactos.

La posesión de recursos sociales condiciona no sólo el tipo de empleo adquirido sino también el proceso de movilidad ocupacional ascendente (Toledo, 2004). En este sentido, varios autores apuntan sobre la importancia de los vínculos débiles en dicho proceso (Granovetter, 1974; Friedkin, 1980; Lin y Dumin, 1986; De Graaf y Flap, 1988). La razón detrás de este argumento se asocia a que los lazos débiles funcionan como canal es, mediante los cuales los individuos adquirieren ideas, ejercen influencia y obtienen información, ampliando el campo de oportunidades para la movilidad ocupacional.

La dicotomía lazos fuertes versus lazos débiles también ha sido relacionada al estatus de la ocupación individual. Una de las hipótesis más usuales afirma que la fortaleza del lazo utilizado en el proceso de búsqueda de empleo está negativamente asociada al estatus ocupacional adquirido.

Adicionalmente, la literatura sobre capital social y mercado de trabajo explora el efecto de los lazos sociales en las retribuciones obtenidas. Bridges y Villemez (1986) y Marsden y Hurlbert (1988) no han hallado relaciones estadísticamente significativas entre la existencia de lazos débiles y la remuneración esperada, una vez que se controla por las características individuales de los trabajadores. Sin embargo, Montgomery (1992) demuestra, a partir de un modelo teórico, que la menor intensidad de los vínculos mejora las oportunidades de que el trabajador encuentre un empleo de alta remuneración.

Recientemente, algunos estudios sobre la dinámica social de América Latina indagan sobre el rol adquirido por el capital social como elemento resultante del proceso de segmentación laboral. Katzman (2001) entiende que la segmentación se traduce en una reducción de las oportunidades de interacción entre grupos socioeconómicos heterogéneos. De esta manera, las oportunidades de acumular capital social individual por parte de los trabajadores se ven reducidas. La segmentación laboral también menoscaba la posibilidad de acumular capital social colectivo, porque, al separarse de las personas más calificadas, se disminuye la fortaleza de las instituciones laborales.

Otros ejes de investigación incluyen las temáticas de desempleo juvenil e informalidad. Autores como Viitanen (1999) remarcan que el entorno familiar (aproximación válida del concepto de capital social según este autor) es el principal determinante de la situación ocupacional de los jóvenes. Por otro lado, Aliaga Linares (2002), en su estudio sobre el proceso de inserción de los migrantes rurales, ha revelado que las redes familiares facilitan la incorporación al sector productivo informal, logrando así cubrir de cierto modo su demanda por empleo.

Recapitulando, hemos expuesto un importante número de aplicaciones de la noción de capital social en relación con las cuestiones del mercado de trabajo, y, en vista de su relevancia, consideramos oportuno indagar sobre el potencial impacto explicativo de los lazos sociales en dos de los aspectos característicos de la economía argentina en los noventa, a saber: el desempleo y la precariedad laboral.

 

2. Desempleo y precariedad: dos rasgos salientes de la realidad argentina en los noventa

El desempleo y la precariedad no pueden ser concebidos hoy en día como simples anomalías de la situación ocupacional argentina, sino como características estructurales del funcionamiento de su mercado de trabajo. En efecto, Beccaria y Maurizio (2003) advierten sobre el significativo aumento de la desocupación abierta y el alto grado de precarización de las ocupaciones durante los noventa. Junto con el empobrecimiento de las capas medias y la existencia de bolsones donde pervive la pobreza, el desempleo y la precariedad laboral son los elementos causantes del abrupto deterioro sufrido por la vieja fisonomía de la estructura social argentina (Kessler y Espinoza, 2003).

En lo que respecta al desempleo, la década de los noventa presentó valores muy altos en el caso argentino, pasando de 6.3% a fines de 1990 a 13.2% en 1998, y alcanzando un máximo de 18.4% en 1995. Según Altimir y Beccaria (1999), esto constituye la manifestación más clara de la insatisfactoria generación de empleo, lo cual contribuyó a consolidar una estructura distributiva inequitativa en el marco de un país que comenzaba a solucionar sus desequilibrios macroeconómicos y a mostrar un panorama global solvente. De esta manera, la desocupación fue, y continúa siendo, un fenómeno generalizado, abarcando prácticamente todo el país y a personas de diferentes características. En un estudio más reciente, Damill, Frenkel y Maurizio (2003) muestran cómo la tendencia declinante de la tasa de empleo de tiempo completo se acentúa desde comienzos de la década de 1990, pasando de un nivel de 32% en 1990 a 27.6% en 2001. Además de esa tendencia negativa, estos autores hallan una clara correlación entre esta variable y el ciclo económico.2

En lo tocante a la precariedad, Salvia (2003) advierte que la dinámica del empleo en los noventa estuvo dominada por: 1) la disminución de empleos de calidad; 2) la desaparición y/o precarización de modalidades tradicionales de empleo; y 3) el surgimiento de formas de trabajo marginales.

Este diagnóstico sobre la gravedad de la situación ocupacional no es patrimonio exclusivo de la Argentina, sino, más bien, parte de una tendencia general presente en el resto de las economías latinoamericanas. De acuerdo con Klein y Tokman (2000), los países de la región han aumentado el piso de desempleo con que funcionan sus economías, incluso cuando han exhibido altas tasas de crecimiento. A la par del aumento del desempleo abierto, los autores señalan que se incrementaron las disparidades de ingreso por tipo de ocupación, la precariedad laboral y la importancia del sector informal en la generación de empleos. Para algunos especialistas, las graves deficiencias del mercado de trabajo en América Latina deben buscarse más en el crecimiento que ha experimentado el empleo precario antes que en el desempleo abierto (Rodgers y Reinecke, 1998). Podría incluso argumentarse que la flexibilización de la estructura productiva ha sido uno de los factores que han contribuido al aumento de la precariedad e inestabilidad ocupacional.

De las consideraciones previas se concluye que el desempleo y la precariedad son dos aristas ineludibles al momento de considerar las debilidades del mercado de trabajo argentino. ¿Puede el capital social individual explicar parte de estos problemas? ¿Facilitan los vínculos sociales la salida de una situación de desempleo? ¿Garantiza la existencia de lazos sociales el acceso a una ocupación no precaria? Podemos ensayar dos tipos de respuesta a estos interrogantes.

La primera de ellas se limitaría a comprobar si el capital social individual es o no un factor de importancia en términos absolutos. Aquí la respuesta es, a nuestro entender, clara y contundente: el uso de redes sociales es un determinante de relevancia para contrarrestar al desempleo y la precariedad. De hecho, Granovetter (1973, 1974) encuentra, para el caso norteamericano, que los vínculos sociales juegan un rol esencial como determinantes de los resultados alcanzados en varias de las dimensiones relacionadas al empleo. Puntualmente, según se desprende de sus estudios: 1) existe una probabilidad más alta de que los empleos obtenidos a través de contactos interpersonales tiendan a ser más estables y sujetos a una menor rotación —factor que, para nuestros propósitos, podría relacionarse con la noción de precariedad—; 2) el reclutamiento efectuado a través de vínculos fuertes es más probable en las empresas pequeñas que en las grandes; y 3) el acceso al empleo mediante redes acelera la carrera de movilidad laboral.

El segundo tipo de respuesta se concentraría en determinar la importancia relativa del capital social frente a otras variables que no pueden ser omitidas del análisis. En este caso, hay que remarcar que existen sobradas razones para creer que el individuo superará una situación de desempleo o precariedad apelando no sólo a sus recursos sociales. Esto es, existen otros microdeterminantes individuales de alta preeminencia. Asimismo, la gravedad inherente a la situación laboral argentina demanda tomar en cuenta otros factores a nivel macroeconómico que determinan en gran medida los resultados observados a nivel individual. No es posible explicar la magnitud del desempleo y la intensidad de la precariedad laboral en Argentina desatendiendo la evolución general de la economía. La importancia de fenómenos tales como la apertura comercial, la apreciación cambiaria, la flexibilización laboral o la privatización de los servicios públicos dan idea de que el capital social, a pesar de ser relevante, no puede explicar una porción sustantiva de los problemas laborales aquí analizados. Puesto en otros términos, aun cuando podamos encontrar efectos estadísticamente significativos que convaliden la idea de que el capital social es primordial, ello no debe conducir a interpretar al concepto como si fuese una "panacea".

Un último aspecto por considerar se relaciona al tipo de problema laboral que puede abordarse con la noción de capital social. Mientras que en Estados Unidos la nueva sociología económica estudia mayoritariamente los procesos de búsqueda y movilidad ocupacional (Toledo, 2003), los problemas de desempleo y precariedad no concentran tanta atención, ya que la extensión del desempleo y la precariedad de las relaciones laborales no es ni remotamente comparable a la evidenciada en el caso de las economías latinoamericanas.3

 

3. Aspectos metodológicos

Es conveniente comenzar realizando un buen número de observaciones sobre las características metodológicas que se tomaron en cuenta para elaborar la base de datos, las nociones relevantes sobre la definición de la variable de interés y el tipo de técnica econométrica utilizada.

La primera cuestión, relacionada a la construcción de la base de datos, se vincula a cómo estudiar empíricamente el tema de la reinserción laboral. Es evidente que para que un individuo enfrente una situación donde lo que está en juego es la posibilidad de recomponer su estado ocupacional, previamente debe haber experimentado una situación de desempleo. Por lo tanto, la única forma de considerar el problema de reinserción es partir de un universo homogéneo donde el grupo de referencia sea la totalidad de personas desempleadas. La idea entonces es observar qué ocurre con los individuos inicialmente desempleados en un momento posterior. Particularmente, y absteniéndonos por el momento de la cuestión de cómo definir la precariedad, es posible determinar si, luego de transcurrido cierto tiempo, los desempleados iniciales continúan en dicho estado, si han pasado a una ocupación precaria o a un empleo no precario. La figura 1 brinda un esquema conceptual básico que clarifica estas cuestiones.

Consideramos al momento inicial t0 como la onda correspondiente al mes mayo de cada año relevada por la EPH, mientras que t1 representa la onda del mes de octubre. 4

Para que un individuo se incluya en la base de datos es necesario que cumpla ciertos requisitos. En primer lugar, debe encontrarse en las encuestas de mayo y octubre de cada año. Las variables de código y de componente del hogar permiten efectuar el apareamiento necesario para garantizar esta condición, el cual se efectúa teniendo en cuenta variables que provienen tanto de la base de hogares como de la de personas. En segundo lugar, se requiere que el sujeto esté desempleado en la onda de mayo de cada año, por lo que no consideraremos a las personas empleadas e inactivas en el momento inicial. No existen requisitos adicionales sobre el estado ocupacional del individuo en la onda de octubre, excepto que han sido excluidos del análisis quienes transitan desde el desempleo hacia la inactividad.

Una vez realizado el apareamiento se mantiene el conjunto de información para las características individuales computadas en la onda de mayo, ya que es necesario asegurar que la totalidad de las personas que cumplen los requisitos mencionados respondan un conjunto homogéneo de preguntas (bloque de desocupados). Si la información sobre dichas características se tomara en octubre, los individuos contestarían distinto tipo de preguntas y no sería posible establecer criterios uniformes para la construcción de las variables de interés.

El periodo analizado comprende un total de seis años, extendiéndose desde 1995 hasta 2000.5 Asimismo, el alcance de nuestro trabajo incluye la totalidad de los aglomerados urbanos que releva la EPH.6 Así, el apareamiento se efectúa en cada aglomerado durante seis años diferentes. Seguidamente, todos los individuos que reúnen los requisitos anteriores se agregan en una única base de datos, por lo que hay en ella personas de diferentes aglomerados encuestadas en distintos periodos.

El segundo aspecto por considerar entre las cuestiones metodológicas se refiere a cómo definir la noción de precariedad laboral. El concepto, surgido a fines de los años setenta, fue aplicado originalmente a los trabajadores en relación de dependencia, definiéndolo básicamente por el alejamiento de los principales rasgos del empleo "típico" (también regular, normal o protegido); para lo cual se consideraron dos elementos básicos de la relación laboral: la estabilidad en el empleo y la cobertura social.

Las diferentes dimensiones a las que se vincula el término permiten advertir que se trata de un fenómeno multifacético. La mayoría de los autores coinciden en vincularlo con tres dimensiones básicas: la inseguridad en el empleo, su temporalidad y la ausencia de protección legal (Lindenboim etal., 2000). En el presente trabajo, se hará referencia a "empleo precario" como sinónimo del correspondiente a posiciones asalariadas no cubiertas por la seguridad social (Beccaria y Maurizio, 2003).7

La tercera cuestión metodológica se refiere al tipo de técnica econométrica usada para operativizar nuestro problema de interés, esto es, cuán importante es el capital social individual para garantizar una reinserción laboral de calidad. Es razonable asumir que desde el punto de vista del individuo inicialmente desempleado no es indiferente el tipo de ocupación obtenida durante el proceso de recomposición laboral. Así, es posible establecer un rango que jerarquice cuán "exitoso" ha sido dicho proceso.

Recordemos que, a efectos de evaluar la calidad de la reinserción, hemos diferenciado tres situaciones posibles. La primera es el caso donde, luego de analizar las ondas de mayo y octubre de cada año, el individuo inicialmente desempleado permanece en dicha situación. En el segundo caso, el trabajador logra recomponer su estado ocupacional en un empleo precario. En el tercer caso, la reinserción ocurre mediante un empleo no precario.

En términos del rango jerárquico, la primera de las situaciones es la menos deseada desde el punto de vista individual, seguida por la segunda (asumiendo que el desempleado prefiere reinsertarse de manera precaria a permanecer sin empleo); mientras que la tercera de las situaciones permite garantizar una recomposición exitosa, convirtiéndose de este modo en la alternativa más deseada.

Nuestro problema es encontrar una técnica econométrica que posibilite un tratamiento unificado y refleje la naturaleza de estas cuestiones. Para ello, construimos una variable que adopta tres categorías: 0 cuando el individuo inicialmente desempleado no logra conseguir un empleo, 1 si transita hacia una ocupación precaria, y 2 cuando la reinserción laboral conduce a un empleo de calidad.

Por lo tanto, contamos con una variable dependiente discreta (en tanto sólo adopta valores enteros) y ordinal (en el sentido de que las categorías mencionadas pueden ser ordenadas de bajas a altas). En términos econométricos, el problema consiste en estimar un modelo probit para datos ordenados.8

Entre los antecedentes más próximos, encontramos algunos estudios que utilizan medidas ordinales del estatus ocupacional. Miller y Volker (1985) agrupan las categorías ocupacionales de acuerdo con su estatus e ingreso. Hartog, Ridder y Visser (1994) analizan el nivel laboral deseado por los trabajadores; Meng y Miller (1995) estudian la adquisición de ocupaciones en China ordenando los trabajadores según una escala ocupacional específica; Hedstrom (1994) examina el rango de las ocupaciones en Suecia clasificando los trabajadores con base en su responsabilidad organizacional.

 

Acerca del uso de indicadores de capital social a partir de la EPH

A pesar de que las encuestas de hogares en la Argentina no contienen información específica sobre capital social, incluyen un conjunto de preguntas que pueden ser usadas para la construcción de indicadores aproximados al concepto. Lo anterior implica limitaciones al momento de hacerlo operativo.

Sin embargo, el uso de encuestas de hogares otorga una adecuada representatividad y permite una gran maleabilidad para el tratamiento sistemático de variables (Filgueira, 1999). Adicionalmente, la información se gene ra periódicamente, lo cual resulta fundament al para captar procesos dinámicos como el aquí estudiado.

En la medida que el capital social se define por los recursos movilizados a través de redes sociales, los comportamientos referidos a las relaciones laborales, la heterogeneidad en la estructura productiva, el estado civil o el origen geográfico que figuran en las encuestas de hogares, suponen la presencia de algún mecanismo correspondiente a determinada forma de capital social.

Luego de examinar detenidamente la estructura de información de la EPH, y siguiendo los lineamientos generales sugeridos por Filgueira (1999) para el caso uruguayo, hemos identificado cinco indicadores que aproximan la noción de capital social.

El primer indicador se construye a partir de información sobre el tamaño de la empresa donde el desempleado desarrolló su última actividad. Los estudios sobre redes que provienen del campo de la nueva sociología económica norteamericana sugieren que los niveles de información y contactos mejoran cuando las empresas en que trabajan los individuos tienen una composición más heterogénea. Tomando como indicador "proxy" de heterogeneidad al tamaño de la empresa, medido por su número de empleados, se construyeron cuatro variables binarias que denotan si la firma donde trabajaba el individuo era pequeña (hasta cinco empleados), mediana (desde seis hasta cincuenta trabajadores) o grande (más de cincuenta empleados). La cuarta variable dummy se ocupa de identificar a quienes desconocen el tamaño de la firma donde desempeñaron su última ocupación.

Para interpretar el efecto esperado de este indicador debemos diferenciar dos efectos que juegan en direcciones opuestas. Por un lado, mientras mayor sea el número de personas empleadas, mayor será el tamaño de la red de contactos, como así también la heterogeneidad de la información que circula dentro de la misma. Dicho efecto implicaría que, luego de haber trabajado en empresas grandes, debería incrementarse la probabilidad de empleo tanto en el sector precario como no precario. Un segundo efecto opera en la dirección contraria. Así, aun cuando existan vínculos laborales menos intensos, una vez perdido el empleo es probable que los mismos se deterioren velozmente en empresas de gran tamaño, mientras que en compañías más pequeñas, podemos pensar que la fortaleza de los lazos hará perdurar las relaciones por un tiempo mayor.

La segunda variable hace referencia al capital social familiar. Es posible distinguir a partir de la EPH el estado civil del individuo encuestado. Esta variable puede adoptar cinco valores: soltero, unido, casado, separado o divorciado y viudo.

Esperamos que los solteros posean, ceteris paribus, una menor dotación de capital social individual que los unidos o casados. Considérese que el hecho de vivir en pareja implica para el individuo prácticamente "duplicar" la cantidad de lazos íntimos (familiares y amistades muy cercanas) que estarían dispuestos a acercarle información o ejercer influencia para conseguir una ocupación.

La siguiente variable está relacionada con el origen geográfico de la persona encuestada. Si bien la EPH posibilita captar tanto el lugar de origen como el tiempo de residencia en la localidad actual, hemos optado por trabajar con una variable binaria que indica, sencillamente, si el individuo ha migrado hacia el lugar donde habita actualmente en los últimos cinco años.9

Se espera que el hecho de haber mudado la residencia arroje alguna luz sobre el rol que juega la pérdida de redes. Por lo tanto, las probabilidades de conseguir un empleo (precario o no) deberían ser menores para quienes hayan migrado recientemente.10

El cuarto indicador se construye a partir de las percepciones individuales de la persona encuestada sobre la utilidad de sus lazos sociales al momento de encontrar empleo. Específicamente, en la EPH se interroga sobre las razones por las cuales el individuo cree que no consigue trabajo. Una de las causas posibles es el hecho de no encontrar empleo por falta de vinculaciones. Si bien esta pregunta parece muy atractiva para evaluar la existencia y utilidad del capital social, es crucial entender que estamos frente a una percepción subjetiva del encuestado. Esto implica que los resultados deberán tomarse con cuidado ya que hay una diferencia sustancial respecto al resto de los indicadores, en el sentido de que estos últimos no descansan en juicios de valor personales. En suma, no estamos frente a una situación donde pueda afirmarse si el individuo tiene o no capital social, sino en un contexto donde lo único que puede decirse es que el individuo cree o no poseer dichos activos sociales. En este caso, se tiene una variable binaria que adopta el valor 1 cuando el individuo cree que no halla empleo por falta de vinculaciones.

Aun cuando consideremos las observaciones precedentes, esperamos que el individuo que cree que la falta de relaciones sociales determina su condición de desempleado, posea efectivamente una menor dotación de recursos sociales. Esto es, asumimos que hay algún tipo de relación positiva entre la existencia de capital social y la percepción subjetiva del encuestado. Así, deberíamos encontrar una menor probabilidad de empleo (precario o no) cuando la variable binaria adopte el valor 1.

La última de las variables utilizadas para medir el capital social refleja la concentración ocupacional en cada uno de los aglomerados para los distintos periodos analizados. En particular, agrupamos las distintas ramas de actividad donde los individuos se emplean, obteniendo un total de cinco sectores productivos: actividades primarias, industriales, de la construcción, de servicios y comerciales. Para cada uno de los aglomerados computamos, en cada periodo, el índice de concentración de Herfindahl sobre el total de personas empleadas en cada sector. Esta variable adopta el mismo valor para todos los individuos pertenecientes a un mismo año y aglomerado, por lo cual cambiará cada vez que lo haga alguna de estas dos dimensiones. La interpretación de este indicador es que cuanto mayor sea su valor, mayor será la concentración resultante.

Creemos que la concentración puede ser una aproximación válida a la idea de heterogeneidad del lugar de residencia. La literatura sobre capital social señala que cuanto mayor sea esta última, mayor será la probabilidad de que existan interacciones diversas entre distintos niveles sociales (Filgueira, 1999). En nuestro caso, este argumento se traduce en que cuanto más concentradas están las ocupaciones, menor debería ser la heterogeneidad del lugar de residencia y, luego, menor la probabilidad de que existan redes diversas que contengan información no redundante potencialmente útil para el individuo desempleado. En consecuencia, esperamos que el aumento del índice de Herfindahl repercuta negativamente sobre la probabilidad de conseguir empleo, conforme una mayor concentración implica una menor heterogeneidad del lugar de residencia.

 

Microdeterminantes y macrovariables: ¿cómo definir un conjunto de control apropiado?

Hasta aquí hemos presentado un conjunto de variables que inciden sobre la probabilidad de obtener un empleo (precario o no) en relación con el tema central de nuestro trabajo, esto es, el rol del capital social individual. No obstante, hemos advertido sobre la existencia de otros factores que influyen fuertemente en la condición ocupacional.

A efectos de no omitir variables relevantes y, a su vez, como forma de controlar e enriquecer nuestro análisis condicionado, hemos incluido un conjunto de regresores que pueden agruparse en microdeterminantes y variables macroeconómicas.

Los dos microdeterminantes utilizados son: el nivel educativo del individuo encuestado y el tiempo que la persona se mantuvo desempleada hasta la realización de la primera de las encuestas (esto es, la duración del desempleo).

La primera de estas variables se construye computando los años de educación. Se espera que mayores niveles educativos redunden en mayores probabilidades de empleo en general, aunque es de suponer que puedan existir diferencias en las probabilidades predichas para cada tipo de empleo (precario o no).

El segundo de los microdeterminantes se mide como la cantidad de días que el individuo encuestado permaneció desempleado hasta la realización de la primera encuesta (onda mayo de cada año). El signo para esta variable es altamente intuitivo: una mayor duración del desempleo debería deteriorar la dotación de capital humano y social individual, reduciendo las probabilidades de hallar trabajo. En este sentido, la persistencia del desempleo claramente menoscaba la formación general y específica de cada individuo, como así también el número e intensidad de los lazos laborales adquiridos durante la ocupación previa. Idealmente, a nivel teórico sería conveniente contar con una variable que permita captar los efectos diferenciales del deterioro del capital humano y social. Lamentablemente dicha variable no se encuentra disponible, por lo que cuando observemos el efecto de la duración sobre las probabilidades subyacentes habrá que interpretar los resultados en términos del deterioro de los activos individuales en general.

Las macrovariables son aquellas determinantes que condicionan la probabilidad de acceder a cada tipo de ocupación, pero que están fuera del control individual. En este caso, tenemos un total de tres regresores con estas características: la tasa de desempleo de cada aglomerado en cada periodo, la tasa de variación del nivel de empleo por aglomerado entre las encuestas de mayo y octubre de cada año, y la proporción de trabajadores no precarios sobre el total de empleo en cada aglomerado.

Las dos primeras variables cambian entre individuos que se encuentran en distinto aglomerado y/o periodo, mientras que la proporción de trabajadores no precarios se construye como promedio por aglomerado para los seis años considerados.

En cuanto a los signos esperados para estas variables, tenemos que, en un contexto donde el desempleo fuese elevado, la probabilidad de obtener empleo (precario o no) debería ser menor. Asimismo, la tasa de variación del empleo nos indica cuál es la dinámica de la creación de puestos de trabajo, por lo que puede ser una aproximación válida del ciclo económico a nivel de cada aglomerado. De esta forma, la probabilidad individual de acceder a una ocupación debería ser mayor cuando la tasa de crecimiento del empleo sea positiva (fase ascendente del ciclo). Por último, a mayor extensión del trabajo no precario más alta debería ser la probabilidad de empleo en dicho sector (aunque no necesariamente debería ser menor la probabilidad de desempleo).

 

4. Resultados del modelo empírico

En la tabla 1 presentamos los resultados de la estimación del modelo probit de datos ordenados.

A partir de la tabla(1), es posible efectuar una primera lectura respecto a la significatividad conjunta e individual de los coeficientes estimados. El valor del estadístico chi2 (505.02) con trece grados de libertad implica el rechazo de la hipótesis nula de no significatividad conjunta a 1%. En cuanto a la significatividad individual, las variables duración, pequeñas, desempleo y tasa de crecimiento del empleo son significativas a 1%; mientras que las variables medianas, soltero, Herfindahl y años de educación lo son a 5%. Finalmente, la variable separado y viudo resulta significativa a 10%, mientras que el resto de las variables no son significativas.

En este tipo de modelos, los efectos marginales de cambios en los regresores no coincidirán con los coeficientes estimados. Conocer los signos de estos últimos sólo determina los signos de Prob(y=0) y de Prob(y=J), sin que por ello puedan hacerse inferencias sobre las probabilidades de las categorías intermedias.11 Así, debemos ser cuidadosos a la hora de interpretar los coeficientes. De hecho, sin algunos cálculos adicionales no es clara la interpretación de un modelo probit ordenado (Greene, 2000).

Como nuestro interés se centra en las categorías observadas,12 es posible utilizar los coeficientes estimados para calcular las probabilidades predichas de obtener cada uno de los resultados. Asimismo, para el caso de las variables binarias, se puede computar el cambio discreto (total o parcial) en dichas probabilidades (Long, 1997).

Con el fin de ilustrar las ventajas metodológicas de esta clase de modelos, el gráfico 1 presenta dos situaciones comparativas.

En el gráfico 1 observamos cómo incide la duración del desempleo sobre las probabilidades predichas en el caso de los modelos probit y probit ordenado. En el modelo probit tenemos solamente dos categorías o resultados: la probabilidad de obtener un empleo y la probabilidad de permanecer desempleado. La predicción en este caso es que a mayor duración, mayor es la probabilidad de permanecer desempleado (por lo que la probabilidad de conseguir un empleo se reduce).

Al examinar el modelo probit ordenado se aprecia claramente el efecto diferencial de la duración sobre las probabilidades predichas. Específicamente, la duración del desempleo incrementa de manera notoria la probabilidad de permanecer desempleado (al igual que en el caso del modelo probit), pero ejerce un efecto proporcionalmente menor sobre la probabilidad de obtener un empleo precario. Conclusiones como ésta revelan el potencial de la metodología utilizada. A continuación describimos el efecto de cada variable independiente continua sobre las probabilidades predichas en el modelo probit ordenado.13

Comencemos por evaluar la relación entre concentración del empleo y probabilidades predichas. En el gráfico 2 se advierte que cuanto mayor sea el índice de Herfindahl, mayor será la probabilidad de desempleo. Además, la concentración afecta en mayor proporción al empleo no precario.

Cuanto más concentradas se encuentren las ocupaciones, menor es la probabilidad de que existan redes diversas que contengan información no redundante potencialmente útil para el individuo desempleado, por lo que el índice de Herfindahl repercute negativamente sobre la probabilidad de conseguir un empleo (precario o no).

En cuanto al capital humano, es importante señalar que el aumento en los años de educación reduce significativamente la probabilidad de desempleo, incrementando, por lo tanto, las oportunidades de conseguir una ocupación. Sin embargo, el efecto es bastante más pronunciado sobre la probabilidad de lograr un empleo precario. El gráfico 3 ilustra este punto.

Por último, las macrovariables también ejercen efectos significativos sobre las probabilidades predichas. Así, en el caso de la tasa de desempleo, observamos nuevamente efectos pronunciados sobre las probabilidades de desempleo y empleo (precario y no precario): cuanto mayor sea la tasa de desempleo de cada aglomerado, mayor será la probabilidad de permanecer desocupado, por lo que cae la probabilidad de empleo, afectando en mayor proporción al empleo no precario (véase gráfico 4).

En cuanto a la tasa de crecimiento del empleo, se aprecia que cuando los aglomerados se encuentran en la fase ascendente del ciclo económico (esto es, la tasa de crecimiento del empleo es positiva) se reduce la probabilidad de desempleo y aumenta tanto la probabilidad de empleo precario como no precario.

Para interpretar los coeficientes de las variables binarias, tabulamos tres efectos relevantes: 1) efecto estado civil; 2) efecto tamaño de la empresa; y 3) efecto capital social agregado que diferencia dos situaciones posibles: con capital social (cuando en su última ocupación el individuo trabajó en una empresa mediana, es casado y reside en un aglomerado con baja concentración del empleo) y sin capital social (en caso de que la persona hubiera trabajado en una empresa pequeña, fuese soltera y habitara en una región con elevada concentración del empleo). En el caso de las variables binarias, el cambio se presenta en la probabilidad predicha cuando la variable dummy pasa de 0 a 1, manteniendo al resto de las variables en sus niveles promedio.

Respecto al efecto estado civil, se advierte que los separados o viudos poseen la mayor probabilidad de continuar desempleados, seguidos de los solteros y casados, en ese orden. Asimismo, la probabilidad de obtener un empleo no precario es mayor para estos últimos, seguidos de los solteros y los separados y viudos. Probablemente, estos resultados estén reflejando una mayor densidad de lazos sociales en el caso de quienes se encuentran casados vis-a-vis quienes son solteros, separados y viudos. Ello debería traducirse en mejores oportunidades de reinserción laboral para quienes mantienen un vínculo conyugal estable, tal como se expone en la tabla 2.

En cuanto al efecto tamaño de la empresa, vemos que lo ideal es haber trabajado en empresas medianas, ya que así se logra minimizar la probabilidad de continuar desempleado, maximizando al mismo tiempo la probabilidad de obtener una ocupación no precaria.

Adicionalmente, se observa una mayor probabilidad de continuar desocupado en caso de haber trabajado en empresas pequeñas (lo que puede estar asociado al hecho de mantener una menor cantidad de vínculos sociales).

Finalmente, en el caso del efecto capital social agregado observamos que quienes han trabajado en empresas medianas son casados, y residen en aglomerados con una baja concentración del empleo, no sólo tienen menores probabilidades de seguir desempleados, sino que duplican las posibilidades de garantizar una reinserción laboral exitosa (empleos no precarios), a través de una mayor variedad y densidad de contactos sociales.

 

5. Reflexiones finales

En este trabajo hemos revisado las principales ideas en torno al concepto de capital social y sus posibles connotaciones sobre las temáticas relacionadas al mercado de trabajo. En el plano empírico, exploramos el rol del capital social en el proceso de recomposición laboral de los desempleados. La motivación de este estudio se origina a partir de una serie de acontecimientos negativos en materia laboral que tuvieron lugar en la economía argentina, durante la segunda mitad de los años noventa y cuya manifestación más evidente fueron los altos niveles de desempleo y de precariedad laboral.

La propuesta metodológica adoptada enfatiza el análisis del proceso de reinserción ocupacional como vehículo de comprensión de los factores que condicionan la dinámica de la desocupación y la precariedad. En este sentido, el trabajo no debe interpretarse como un análisis exhaustivo sobre los determinantes del desempleo o de la precariedad. Más bien, ambas cuestiones se consideran de manera conjunta e indirecta. Conjunta, porque el mismo tipo de variables explicarán simultáneamente la probabilidad de obtener un empleo diferenciando si se trata de una posición precaria o no. Indirecta, ya que no se trata de modelos empíricos para la probabilidad de desempleo o la probabilidad de un empleo precario.

Los resultados obtenidos sugieren que capital social es un elemento por considerar en el debate sobre las oportunidades de los desempleados de acceder a un empleo digno. Sin embargo, deben remarcarse algunas advertencias y limitaciones.

En primer lugar, las variables utilizadas para medir el capital social distan bastante del ideal. Esto se debe a las propias dificultades al momento de operativizar el concepto como al hecho de que la EPH no contempla indicadores directos.

En segundo lugar, debemos remarcar que la comprensión de los problemas ocupacionales argentinos sería claramente insuficiente si se constriñe a los condicionantes individuales relacionados al capital social. No sólo es necesario contemplar otros determinantes individuales como el capital humano o la duración del desempleo, sino también el contexto macroeconómico de cada región y de la economía en general. Sería un grave error conceptual intentar comprender la dinámica del mercado de trabajo argentino ignorando los efectos de las políticas de apertura, privatización, desregulación de los mercados, flexibilización de las relaciones laborales y de concentración de la riqueza. Incluir estos factores implica asumir que el desempleo y la precariedad distan fuertemente de estar determinados por las propias acciones de las personas.

En relación con lo anterior, se concluye que la agenda sobre políticas de empleo en Argentina debería incluir la cuestión del capital social. No obstante ello, la lección más importante de este estudio es que no pueden solucionarse las falencias estructurales del mercado de trabajo argentino si no se complementan apropiadamente la política de empleo y las políticas macroeconómicas en general.

 

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Notas

1 Luego de la obra de estos fundadores, la producción científica en torno al capital social se ha diversificado conformando un cuerpo considerable y denso de conceptualizaciones y análisis empíricos. En este sentido, durante la década de los noventa diversos investigadores comenzaron a desarrollar, criticar o sintetizar las ideas precedentes, como son, por ejemplo: Putnam (1993), Portes (1998) o Durston (2001). Para contar con una revisión de las aproximaciones conceptuales e implicancias del enfoque del capital social, véanse los trabajos de Arriagada (2003) y Toledo (2003).

2 Tal como sucede con el PIB, la tasa de empleo de tiempo completo describe dos nítidos ciclos en los años noventa: se incrementa a partir de 1990, luego presenta una pronunciada caída que alcanza un mínimo en 1996, para ascender nuevamente con la segunda expansión de la década, y posteriormente contraerse una vez más desde 1998.

3 Si bien este tema podría abordarse con más detalle, para el presente trabajo interesa solamente a los fines de señalar las diferencias existentes en el funcionamiento del mercado de trabajo entre economías industrializadas y subdesarrolladas.

4 La EPH es usualmente relevada y procesada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina dos veces al año (en mayo y octubre). Dicha encuesta presenta una estructura de panel rotativo (en cada onda se renueva 25% de la muestra, de modo que entre dos ondas 75% de los hogares permanece en la misma) y permite determinar la condición de actividad individual a partir de la variable "estado" (base de personas). La misma vale 1 si el individuo es ocupado, 2 si es desocupado, 3 si es inactivo y 0 cuando se desconoce su condición de actividad.

5 La selección de este periodo responde a que el riesgo de dejar una determinada ocupación se incrementa durante la segunda mitad de los noventa, respecto a los años previos (Beccaria y Maurizio, 2003).

6 Los aglomerados respectivos son: Gran Buenos Aires, Gran La Plata, Bahía Blanca, Gran Rosario, Santa Fe y Santo Tomé, Paraná, Posadas, Gran Resistencia, Comodoro Rivadavia, Gran Mendoza, Corrientes, Gran Córdoba, Concordia, Formosa, Neuquén, Santiago del Estero y La Banda, San Salvador de Jujuy, Río Gallegos, Gran Catamarca, Salta, La Rioja, San Luis y El Chorrillo, Gran San Juan, San Miguel de Tucumán y Tafí Viejo, Santa Rosa y Toay, Tierra del Fuego, Ciudad de Buenos Aires, Partidos del Conurbano, Mar del Plata y Batán, Río Cuarto, y Alto Valle del Río Negro. Los mismos representan alrededor de 70% de la población urbana del país y 98% de la población que vive en ciudades con más de 100,000 habitantes. Debido a que el interés del artículo es evaluar el impacto del capital social sobre las posibilidades de reinserción laboral a nivel agregado (total país), los resultados obtenidos dejan de lado las comparaciones regionales entre los distintos aglomerados.

7 En nuestro caso el concepto de seguridad social se emplea en un sentido restringido. Esto es, cuando se hace referencia a posiciones asalariadas no cubiertas por la seguridad social (empleos precarios) se alude sólo a los puestos de trabajo que carecen de aportes jubilatorios.

8 Esta estrategia de estimación es consistente con la categorización que se adjudica en el análisis.

9 Consideramos que cinco años es un tiempo lo suficientemente extenso como para que el individuo acumule una dotación de recursos sociales similar al de quienes han residido desde siempre en el mismo lugar, aunque, lógicamente, este criterio es tan arbitrario como lo sería cualquier otro.

10 A menos, claro está, que el individuo hubiese migrado precisamente pensando en conseguir trabajo y lo hubiera logrado. Es preciso advertir que esta idea puede ser cuestionada por aquellas hipótesis que suponen que la migración con fines laborales lleva detrás un fuerte vínculo de redes sociales.

11 En nuestro caso, Prob(y=0) corresponde a la probabilidad de seguir desempleado, mientras que Prob(y=J) denota la probabilidad de obtener un empleo no precario. Adicionalmente, el cambio en la probabilidad del resultado y=0 tiene el signo contrario al signo del coeficiente estimado; mientras que el cambio en la probabilidad del resultado y=J=2 tiene el mismo signo que dicho coeficiente.

12 Recordemos que nuestra variable dependiente y adopta tres categorías: 0 si el individuo continúa desempleado, 1 si consigue un empleo precario y 2 cuando el proceso de reinserción ocupacional garantiza la obtención de un empleo no precario.

13 Presentamos solamente el efecto de las variables continuas estadísticamente significativas.

 

Información sobre los autores

Fernando Toledo. Licenciado en economía y magíster en economía, ambos títulos por la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente labora en el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales y Programa de Investigaciones Económicas sobre Tecnología, Trabajo y Empleo (CONICET) en Buenos Aires, y en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata. Sus líneas de investigación son: capital social, mercado de trabajo y pobreza. Sus más recientes publicaciones son: "Volatilidad macroeconómica e inestabilidad social en América Latina. Hacia una evaluación crítica de la propuesta de fortalecimiento del capital social como estrategia de reducción de la pobreza," en Desequilibrios en el mercado de trabajo argentino. Los desafíos en la posconvertibilidad, CEIL-PIETTE (CONICET), Asociación Trabajo y Sociedad (2005); "Capital social, desenvolvimento e reducto da pobreza: elementos para un debate multidisciplinar", en Desigualdades na América Latina. Novas perspectivas analíticas, Universidade Federal do Rio Grande do Sul (2005); "¿Cómo entender los factores condicionantes de la movilidad ocupacional mediante los aportes de la nueva sociología económica?", en Convergencia, Revista de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma del Estado de México (2004).

Diego Bastourre. Licenciado en economía por la Universidad Nacional de La Plata. Realizó el posgrado en economía en la Universidad Nacional de La Plata. Labora en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de La Plata. Sus líneas de investigación son: volatilidad macroeconómica, mercado de trabajo, distribución del ingreso.

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