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Gestión y política pública

versión impresa ISSN 1405-1079

Gest. polít. pública vol.28 no.2 Ciudad de México jul./dic. 2019  Epub 30-Mayo-2020

https://doi.org/10.29265/gypp.v28i2.634 

Reseñas

Martín Puchet Anyul, Alicia Puyana Mutis (editores), América Latina en la larga historia de la desigualdad, México, Flacso, 2018, 208 pp.

Luis David Ramírez Benítez1 

1Estudiante de la Maestría en Administración y Políticas Públicas, CIDE

Puchet Anyul, Martín; Puyana Mutis, Alicia. América Latina en la larga historia de la desigualdad. México: Flacso, 2018. 208p.


Puchet y Puyana han compilado en América Latina en la larga historia de la desigualdad siete capítulos que tratan el tema de la desigualdad desde provechosos y diversos puntos de vista. El libro está organizado en torno a un dato crucial: en América Latina, la desigualdad ha caído de manera significativa en el periodo que va de 2002 a 2013. A partir de esta disminución, cada capítulo explora diferentes explicaciones, estudios y descripciones puntuales de la misma, desde el enfoque histórico, pasando por el neoinstitucionalista, hasta el econométrico. El primer capítulo, escrito por Puchet y Puyana, sitúa y analiza las causas y logros de América Latina respecto a la distribución del ingreso en un contexto global, lo cual deja ver que la desigualdad también se presenta en países desarrollados que comparten características que guardan correlación con ésta. En el segundo capítulo, de Ocampo y Gómez, se exploran los diferentes efectos que tuvieron el gasto público social y el crecimiento económico en los índices de ingreso, educación y salud en el lapso de 1980 a 2013 en la región. En el tercer capítulo, Bértola muestra que América Latina se ha distanciado, en cuanto a desigualdad externa, tanto de los países ricos como de los pobres, y respecto a la desigualdad interna no existe evidencia suficiente para asegurar que los logros alcanzados en los primero años del siglo XXI serán duraderos. El cuarto capítulo, escrito por Sánchez-Ancochea, analiza los cambios recientes en la desigualdad de América Latina y atribuye dicho fenómeno a las estructuras productivas implementadas en la región en la década de 1990; asimismo, propone colocar el problema de la heterogeneidad estructural en la agenda de gobierno para consolidar la disminución de la desigualdad. Es en el quinto capítulo donde Cortés hace un análisis histórico-económico de la desigualdad en el ingreso desde 1963 hasta 2014 para el caso mexicano. En el capítulo sexto, redactado por Puyana, se analiza la desigualdad horizontal para los pueblos indígenas y afrodescendientes para los casos de Chile, Colombia, México y Perú. En el séptimo y último capítulo, elaborado por Policardo, Punzo y Sánchez, se propone un nuevo enfoque para entender la desigualdad —ahora como una variable autorregresiva— a partir de la Curva de Kuznets.

Cada uno de los capítulos aporta información relevante tanto para entender cómo se ha llegado a los niveles actuales de desigualdad como para comenzar nuevas líneas de investigación sobre el tema. Si bien se trata de un libro de corte economicista, es una compilación de trabajos rigurosos que aportará datos suficientes para contribuir al ejercicio profesional en campos contiguos al económico, tales como el de administración y políticas públicas, periodismo y ciencias sociales, entre otros. Así, en los párrafos siguientes se ofrece una glosa con los principales hallazgos de cada capítulo.

Los editores, Puchet y Puyana, son quienes escriben el capítulo con el cual abre el libro. Lo primero que hacen es enmarcar a América Latina dentro de una tendencia mundial que muestra el ciclo de avances y retrocesos en materia de desigualdad. Después, proponen un elemento explicativo —las políticas sociales distributivas— de la reducción de la desigualdad en los primeros años del siglo XXI. La tendencia global muestra que la desigualdad creció en las décadas de 1980 y 1990, seguida de una disminución en la primera década de este siglo; América Latina siguió el mismo patrón (p. 20), pero con un bemol: es la región con mayor desigualdad a nivel mundial. La crisis global de 2008 provocó una disminución en los precios de las materias primas —uno de los principales motores de las economías de América Latina—, así como una disminución de los recursos destinados a programas sociales y también propició un aumento del desempleo. Lo anterior pone de manifiesto que los logros en desigualdad son frágiles y puede haber retrocesos en este campo, ya que no se cuenta con una estructura económica que permita mantener una disminución de la desigualdad de forma constante. Al parecer, América Latina ha centrado sus esfuerzos en combatir la desigualdad a través de políticas de gasto distributivas dirigidas hacia las clases con menores ingresos. De esta manera tales políticas pueden ser considerados instrumentos provisionales y con alcances limitados. Una alternativa que propone el texto es cambiar la población objetivo, es decir, concentrar los esfuerzos en programas que robustezcan a la clase media (p.28). A la simplicidad de los instrumentos para combatir la desigualdad, Puchet y Puyana agregan un factor que está correlacionado históricamente con los niveles de desigualdad de la región; tal elemento es la concentración de la propiedad de la tierra. Es a partir del trabajo de Piketty cuando se agrega la concentración de la propiedad en los estudios de desigualdad. Entonces, el capítulo dota al lector con al menos dos datos importantes para una posible reconfiguración de la explicación del problema: uno, la correlación entre concentración de la propiedad y dos, la focalización de los programas de transferencias casi exclusiva en las clases bajas.

Como ya se dijo, en alguna medida todos los capítulos del libro estudian los logros sociales respecto a la desigualdad en América Latina en la primera década del siglo XXI y el segundo capítulo, escrito por Ocampo y Gómez, no es la excepción. A diferencia del primer capítulo, se hace un estudio con mayor detalle cuantitativo sobre el índice de desarrollo humano (IDH) y los niveles de pobreza. Así se analizan las variaciones de la desigualdad a través del tiempo con las dimensiones del IDH —salud, ingreso y educación—. Los autores identifican dos motores que explican los avances que se han tenido en esta primera década del siglo: uno, el aumento en el gasto público social y dos, el alto crecimiento económico de la región. Sin embargo, los logros obtenidos en desigualdad de ingreso, salud, educación y pobreza no se encuentran en una situación sólida, por lo que podría haber retrocesos. En este sentido, los autores ponen énfasis, con carácter normativo, en cuidar estas ganancias sociales mediante la mejora y expansión de los programas de seguridad social, una mayor inversión por parte del sector público, así como buscar una reestructura productiva de la región que genere empleos (p. 63).

En el tercer capítulo es Luis Bértola quien retoma el estudio de la desigualdad del ingreso y la riqueza dentro de una región o un país; mas incorpora un enfoque extra: la desigualdad externa, aquella que compara a los países entre sí. Con esta perspectiva, Bértola analiza —a través de una larga serie de tiempo que comienza en 1820— el comportamiento del producto interno bruto (PIB) per cápita de América Latina dividiéndola en grupos: los países indoamericanos, los afroamericanos y los euroamericanos, y son estos últimos los que tienen mayores tasas de crecimiento del PIB per cápita. Pero, ¿qué es lo que ha provocado esta desigualdad al interior de América Latina? Bértola expone, de manera crítica y atinada, el estado del arte de las diversas investigaciones que tratan de responder esta pregunta y señala la estructura socioeconómica como responsable principal. Después, el autor vuelve a cambiar el lente del análisis y centra su atención en el estudio minucioso de la desigualdad al interior —y también comparativamente— de Brasil, Chile, Uruguay y Argentina. Con este nuevo lente se logra identificar que la desigualdad —al menos para Chile y Uruguay— sigue un ciclo que se contrapone a la curva de Kuznets —la cual será explicada en el penúltimo párrafo—. El autor es consciente de la insuficiente validez externa de sus hallazgos; sin embargo, pueden ser tomados como un primer y valioso acercamiento a futuros estudios que arrojen más datos al respecto.

Diego Sánchez-Ancochea es autor del cuarto capítulo, donde asistimos a la exploración de otra variable que puede dar cuenta de si la disminución en la desigualdad en América Latina es pasajera o puede perdurar a lo largo del tiempo. Si bien ya se había hecho referencia a esta variable en anteriores capítulos, en éste se es tu dia con mayor profundidad: la heterogeneidad estructural. Este concepto puede ser entendido como “la coexistencia, por un lado, de una serie de sectores con altos niveles de productividad […] junto a una mayoría de actividades con tecnología precapitalista y muy bajos niveles de productividad laboral” (p. 103). De acuerdo con Sánchez-Ancochea los logros en materia de desigualdad son más coyunturales que estructurales. Específicamente, la forma de la mejora en la redistribución de los ingresos no está diseñada para sostenerse a lo largo tiempo. Los logros en la redistribución del ingreso se explican por un abaratamiento en el precio de los recursos naturales —actividad preponderante en la región—, por la caída de la producción manufacturera, no obstante se mantuvo sin cambios el sector servicios; lo cual trajo como consecuencia la reducción de la demanda de mano de obra cualificada, seguido de la reducción de la brecha salarial entre trabajadores cualificados y no cualificados (pp. 111-112). Conforme a lo expuesto, Sánchez-Ancochea señala de manera explícita —lo cual lo diferencia de los demás autores, que son más sutiles en este aspecto— que si se requiere —y es lo deseable— perpetuar los logros en materia de desigualdad, los esfuerzos de los políticos y los diseñadores de políticas deben dirigirse hacia un cambio en la heterogeneidad estructural de la región.

Un análisis centrado en la desigualdad en México desde mediados del siglo XX hasta la actualidad es lo que ofrece Fernando Cortés como quinto capítulo del libro. Cortés acompaña su análisis de la historia económica del país con datos y pruebas econométricas para darle mayor soporte a sus afirmaciones, entre las que destaca la importancia que tuvo el modelo de sustitución de importaciones, el cual fortaleció el mercado interno para posteriormente hacer posible la transición al mercado abierto —mediante las reformas estructurales de la década de 1990— y posicionar a México en la globalización. Cortés se apega con mesura a una descripción meticulosa de lo que sus investigaciones han arrojado y no propone ninguna directriz ulterior.

Alicia Puyana Mutis es la autora del sexto capítulo, donde se pone un énfasis detallado en la desigualdad horizontal para los pueblos indígenas y afrodescendientes en los casos de Chile, Colombia, México y Perú, que en conjunto tienen 60 por ciento de la población indígena de América Latina. La desigualdad horizontal “se refiere a las desigualdades entre grupos con identificaciones compartidas, emanadas de la religión [o] la pertenencia a un grupo étnico” (p. 147). Este enfoque de desigualdad horizontal por estratos sociales es un tema relativamente nuevo en la economía y en la arena política (p. 152), de ahí su valía. En rasgos generales, lo que ha encontrado Puyana es que los municipios con mayor porcentaje de población indígena tienen mayor rezago (p. 160). A lo largo del capítulo, Puyana expone los pormenores de cada grupo social en cada país. Una vez identificadas las condiciones socioeconómicas poco favorables y el grupo poblacional, Puyana hace un recuento de las diferentes posturas teóricas respecto a la desigualdad horizontal: lo anterior le permite señalar que debe reducirse primero la desigualdad grupal para poder combatir de mejor manera la desigualdad individual (p. 156).

Por último, después de haber estudiado la desigualdad desde diferentes perspectivas, el libro nos ofrece el texto de Policardo, Punzo y Sánchez. Es el capítulo más cuantitativo —expone un robusto modelo econométrico— y al mismo tiempo el más innovador, poco ortodoxo. Los autores proponen una paradoja: el ingreso tiene un efecto casi nulo en las variaciones de la desigualdad del ingreso (p.198). ¿Entonces qué define la desigualdad del ingreso? La respuesta no carece de ironía: la desigualdad se explica por sí misma. La desigualdad por ingresos es, de acuerdo con los autores, una variable autorregresiva. La investigación con la que se confrontan los autores es aquella que sustenta la curva de Kuznets, la cual dice que la desigualdad por ingresos se comportará como una U invertida. En un sentido clásico, la curva de Kuznets se forma al graficar como variable dependiente el índice de Gini y como variable independiente el PIB; las dos variables tienen, en un primer segmento de la curva, una relación positiva entre sí, después el índice de Gini disminuye mientras el PIB continúa creciendo, formando así la U invertida. Para lograr este comportamiento se toman como observaciones los países. La parte ascendente de la curva de Kuznets está formada por los países en desarrollo y la parte decreciente por los países desarrollados. Lo que Policardo, Punzo y Sánchez hacen es usar series de tiempo; datos de un solo país en diferentes momentos. Lo que encontraron fue también el comportamiento de una U invertida llamada curva de tipo Kuznets, cuya variable dependiente —el índice de Gini— no está en función del nivel de ingreso sino de sus propios valores en el tiempo pasado. Así, se encontró que a partir de cierto punto en la escala del índice de Gini, los niveles de desigualdad son insoportables para la sociedad y tienden a bajar, formando también una U invertida. Los resultados obtenidos tendrán que ser juzgados a la luz de más estudios que confirmen o refuten los hallazgos.

América Latina en la larga historia de la desigualdad es una sucesión de investigaciones sobre la desigualdad con diferentes y valiosos enfoques que explican dicho fenómeno en la actualidad. En este libro se logra ofrecer a una amplia gama de lectores —desde estudiantes hasta investigadores, pasando por tomadores de decisión— los datos y teorías necesarias para comprender la realidad que se vive hoy en día. Con la capacidad de aprehensión que se ofrece al lector del libro, se da un paso seguro en el camino del combate a la desigualdad.

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