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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.61 México jul./dic. 2023  Epub 28-Ago-2023

https://doi.org/10.48102/hyg.vi61.489 

Ensayos

Una epistemología histórica del Antropoceno1

An Historical Epistemology of the Anthropocene

*Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa México Correo: afragio@cua.uam.mx


Resumen:

El Antropoceno ha pasado de ser una polémica cronoestratigráfica sobre la posible existencia de una nueva época geológica a transformarse en un instrumento analítico con el que interpretar el tiempo presente. En este artículo se aborda la narrativa del Antropoceno desde el punto de vista de la epistemología histórica de las ciencias, la formación de evidencias y el surgimiento de contranarrativas como el Basuroceno. A la luz de las propuestas teóricas de Armiero, Kant, Foucault y Koselleck, se argumenta que el Antropoceno se ha convertido en el gran colectivo singular de nuestro tiempo.

Palabras clave: estilo taxonómico de razonamiento científico; ciencias archivantes; Basuroceno; narrativas históricas tóxicas; aceleración; prognosis y secularización

Abstract

The Anthropocene evolved from a chronostratigraphic quarrel about the possible existence of a new geological epoch to an analytical device to interpret the present. This article addresses the narrative of the Anthropocene from the point of view of historical epistemology of sciences, the formation of evidence and the emergence of counter-narratives such as the Wasteocene. In light of Armiero, Kant, Foucault and Koselleck’s insights, it is argued that the Anthropocene has become the great collective singular of our time.

Keywords: Taxonomic style of scientific reasoning; sciences of the archive; Wasteocene; toxic historical narratives; acceleration; prognosis and secularization

Introducción: sobre el desacoplamiento de una categoría

En su monumental obra Styles of Scientific Thinking in the European Tradition (1994),2 Alistair C. Crombie apuntó la existencia de un estilo taxonómico de razonamiento científico que habría atravesado la historia de la ciencia occidental. A juicio de este historiador australiano, el estilo taxonómico emergió en el mundo griego antiguo como un método lógico de ordenación por medio de la comparación y la analogía. Crombie atribuía el origen de los métodos clasificatorios a la necesidad de estructurar la gran expansión del conocimiento sobre variedades de plantas, animales y enfermedades que siguieron a las sucesivas exploraciones de otros continentes. El estilo taxonómico de razonamiento científico aspiraba, en su opinión, a relacionar los síntomas y signos diagnósticos mediante clasificaciones, bajo la pretensión de que estas expresan afinidades reales o vínculos causales entre las distintas entidades del mundo.

De manera complementaria, Lorraine Daston, una de las principales impulsoras de la epistemología histórica contemporánea, ha llamado la atención sobre la circunstancia de que algunas ciencias se ven abocadas a desarrollar una peculiar conciencia histórica a través de ejercicios de clasificación e inscripción, en la medida en que deben articular algún mecanismo de registro del pasado de su objeto de estudio.3 Daston las denomina ‘ciencias archivantes’ o ‘ciencias archivadoras’, cuando su propia investigación empírica conduce a una experiencia del tiempo que debe ser recogida en la producción de taxonomías y registros. La geología sería un caso paradigmático de ‘ciencia archivante’, una de cuyas expresiones más notables viene dada por la tabla cronoestratigráfica internacional, en la que se ofrece una periodización de la historia del planeta Tierra a través de sus episodios geomorfológicos más destacados. Desde este punto de vista, la tabla cronoestratigráfica internacional sería, al mismo tiempo, un ejemplo de estilo taxonómico de razonamiento científico y una manifestación de ciencia archivante.

El historiador ambiental italiano Marco Armiero ha hecho notar que el ‘Antropoceno’, en tanto categoría analítica o taxonómica, ha experimentado un desacoplamiento respecto al debate especializado en el que se originó. Sostiene que, en el contexto de las humanidades ambientales y sus polémicas, “el Antropoceno se considera más una narrativa global sobre la crisis ecológica actual que un enigma geológico a resolver por los científicos”.4 De esta manera, la célebre controversia sobre el Antropoceno habría pasado de ser una disputa entre especialistas sobre la conveniencia de incluir una nueva época geológica en la tabla cronoestratigráfica a convertirse en clave hermenéutica con la que interpretar el presente. De hecho, los puntos ciegos de la gran narrativa del Antropoceno se han intentado iluminar mediante neologismos alternativos como el ‘Capitaloceno’, el ‘Plantacionoceno’, el ‘Econoceno’, el ‘Tecnoceno’ o el ‘Agnotoceno’, entre otras muchas fórmulas sugeridas en los últimos años.5 Sin embargo, los críticos del Antropoceno se han mostrado renuentes a cargar de causalidad geológica a una abstracción tan etérea como la ‘humanidad’, dado que no toda la especie humana consume lo mismo ni tiene el mismo grado de responsabilidad en relación con el deterioro ambiental. En este sentido, el gran relato del Antropoceno ha sido considerado como una proyección del modo en que las ciencias naturales perciben el mundo, con escasa o nula sensibilidad hacia la antropología, la sociología o las humanidades.6

El Antropoceno como hermenéutica del presente

Si aceptamos la tesis de Marco Armiero sobre el desacoplamiento, cabe inferir que el ‘Antropoceno’ se ha transformado en un concepto analítico al servicio de una hermenéutica del presente. A este respecto, y por sus paralelismos con la pregunta por la Ilustración, conviene recordar la célebre interpretación foucaultiana sobre la ‘ontología de la actualidad’: “La cuestión que a mi juicio surge por primera vez en el texto de Kant ¿Qué es la Ilustración? es la pregunta por el presente, la cuestión de la actualidad: ¿qué es lo que ocurre hoy?, ¿qué es lo que pasa ahora?, ¿qué es ese ‘ahora’ en el interior del cual estamos unos y otros y que define el momento en el que escribo?”.7 En consecuencia, el argumento de Foucault sostiene que la pregunta por la Ilustración es una pregunta por el tiempo presente: “¿cuál es el mundo, este periodo, este preciso momento en el que vivimos? […] ¿Quiénes somos nosotros en este preciso momento de la historia?”, es decir, “¿qué diferencia introduce el hoy en relación con el ayer?”.8 En la interrogación crítica sobre el presente se trataría, afirma Foucault, de elaborar una ‘ontología de la actualidad’.

A pesar de que el Antropoceno surgió en un primer momento como una controversia taxonómica o cronoestratigráfica, pronto pasó a vincularse a una ‘ontología de la actualidad’. En tanto ‘ontología de la actualidad’ o hermenéutica del presente, la pregunta por el Antropoceno sería una interrogación por lo que está ocurriendo en este momento, es decir, ¿qué le está sucediendo al planeta? ¿Quiénes somos nosotros en este momento de la historia de la Tierra? ¿Qué le va a pasar al mundo y a nosotros en él? De esta manera, el Antropoceno se convierte en una categoría analítica con la que reflexionar sobre la actualidad, pues permite establecer un “modo de relación reflexiva con el propio presente”.9

A la luz de estas consideraciones, resulta muy llamativo que una ciencia archivante y un estilo taxonómico-geológico de razonamiento sean empleados para interrogarse sobre el momento presente, a saber, un estilo de razonamiento centrado en la clasificación y el registro es puesto al servicio de una ontología de la actualidad. Por añadidura, en la pregunta crítica por el Antropoceno no solo se aspira a figurar el presente del planeta y de nosotros en él, sino que además se pretende establecer una suerte de súper prognosis sobre cómo será el futuro más o menos inmediato de la Tierra en su conjunto.

Evidencias del Antropoceno

Desde la perspectiva de la epistemología histórica contemporánea, es reseñable que la disputa sobre el Antropoceno se haya concretado en la búsqueda de evidencias empíricas que comprueben la existencia de una nueva época geológica y que iluminen los problemas de cuándo empezó y cuáles son sus rasgos prevalentes.10 Por lo pronto, para que una época geológica sea realmente tal, todo el planeta debe entrar al mismo tiempo en ella. No puede haber partes del planeta que pertenezcan a una época geológica y otras regiones a otra.

Entre los posibles indicadores de la nueva época geológica se han sugerido la presencia de radiación originada por el uso de armamento nuclear y la llamada ‘gran aceleración’.11 Esta última es acreditada por la famosa colección de gráficas exponenciales que ilustran la acentuación en las tendencias socioeconómicas y su contrapartida en la dinámica del sistema Tierra, en parámetros tan variados como el incremento vertiginoso de la población, el crecimiento del PIB o las emisiones de dióxido carbono y de metano.12 La aceleración en estas tendencias apuntan al año 1950 como posible inicio del Antropoceno.

A propósito de la ‘gran aceleración’ como evidencia del Antropoceno, resulta difícil no invocar la famosa tesis koselleckiana que entiende la noción moderna de progreso como aceleración del tiempo histórico.13 En opinión de este historiador alemán, el progreso, en tanto concepción específica de la Modernidad, es una secularización de las expectativas apocalípticas cristianas. Esta conceptualización arroja la imagen de un Antropoceno ‘velociferino’ que se aproxima a su final escatológico.14 Cabe notar, además, que en el último ensayo compilado en el volumen Aceleración, prognosis y secularización,15 con el título “El futuro ignoto y el arte de la prognosis”, Koselleck distinguió entre “prognosis inspirada por el deseo” o “prognosis deseada” (“Wunschprognose”), “prognosis forzada” (“Zwangsprognose”) y “prognosis condicional” (“Bedingungsprognose”).16 A la vista de los análisis koselleckianos, se podría decir que la conversión del estilo taxonómico-geológico en una doble hermenéutica del presente y del futuro se basa en una “prognosis condicional”, en la medida en que el desenlace fatídico que habría de culminar el Antropoceno se suele interpretar como un resultado condicionado por la intervención humana, es decir, por los efectos asociados a la buena o mala administración del sistema terrestre.17

Del Antropoceno al Basuroceno: a más aceleración, más basura

Otra de las posibles evidencias empíricas que han sido sugeridas para señalar el inicio del Antropoceno es la basura. En la medida en que el uso de recursos naturales y la emisión de contaminantes son dos caras de la misma moneda, la basura aparece como una dimensión inherente e inevitable del proceso de producción. En consecuencia, los incrementos en el consumo de recursos naturales invariablemente se saldan con una mayor producción de basura, pues en realidad se trata de un proceso material de transformación. Se puede ilustrar este aspecto con la expresiva fórmula de Nicholas Georgescu-Roegen: “El uso continuo de recursos naturales por el ser humano no es un actividad que transcurra sin hacer historia”.18 Las mercancías y los flujos de utilidades de cualquier sistema económico siempre están soportados por algún tipo de materialidad que incrementa las existencias disponibles de capital físico o termina vertido en el medioambiente. De esta manera, la basura sería una huella material inequívoca del impacto de la actividad humana sobre el planeta. El propio Marco Armiero ha ilustrado con elocuencia el modo en que la basura se ha convertido en la base física para una hermenéutica del presente, en lo que ha dado en llamar Wasteocene, es decir, el ‘Desechoceno’, ‘Residuoceno’ o ‘Basuroceno’.19

Según Armiero, es posible que vivamos ya en el Antropoceno, pero ello no nos afecta a todos por igual. En lugar de buscar trazas en la geosfera deberíamos más bien atender a la ‘organosfera’ -ahí donde se depositan los distintos estratos de toxicidad-, a los marcadores de la ecología humana o a nuestros entrelazamientos con el medioambiente. Si en lugar de indagar en los estratotipos profundos del subsuelo observamos las estratigrafías tóxicas del poder, hallaremos las evidencias del Basuroceno. Con este neologismo, Armiero pretende desplazar una narrativa centrada en las ciencias naturales en beneficio de un análisis sobre cómo la parte subalterna de la especie humana se vuelve desechable en el capitalismo tardío. Así, la nota distintiva del Basuroceno está en las “relaciones de desecho” (“wasting relationships”)20 que generan por doquier ecologías tóxicas, tanto en el metabolismo de los seres vivientes como en los distintos órdenes simbólicos. En consecuencia, el desperdicio, la basura o el residuo no son considerados en exclusiva como una entidad material sino como un entramado de relaciones socioecológicas en las que se multiplican las desigualdades y se fomenta la exclusión, produciendo “personas desechadas y vertederos” (“wasted people and places”).21 Así las cosas, el Basuroceno sería una categoría con la que recoger la singularidad de nuestro tiempo, en este preciso momento de la historia de la Tierra.

Esta elevación simbólica del desecho practicada por Armiero busca caracterizar la crisis socioeconómica actual, donde la estabilización de comunidades globales cerradas se hace a expensas de la multiplicación de vertederos sociales. Armiero se resiste a entender el Basuroceno como un mero repertorio de instancias materiales, porque ello nos llevaría al ámbito restringido de las soluciones técnicas posibles. Por el contrario, el Basuroceno pone el acento en la condición existencial contemporánea, en aquellos signos y evidencias de toxicidad que revelan la ontología de nosotros mismos, incluyendo los relatos envenenados y las supresiones con las que construimos nuestra identidad. A un tiempo planetario y localizado, el Basuroceno atraviesa escalas y dimensiones, encuentra sus epifanías tanto en la ciudad como en el campo, en las heterotopías asépticas del lujo y en los espacios de la explotación laboral. Con esta nueva categoría se apunta a las desigualdades económicas, sociales, de raza y de género, así como a la dilatada genealogía de la crisis ecológica contemporánea.

Desde una perspectiva historiográfica, Armiero acusa a los historiadores de haber “contribuido a fabricar la infraestructura narrativa que asegura la reproducción de las relaciones de desecho”.22 En particular, a través del fomento de narrativas históricas tóxicas que reducen y domestican la memoria del pasado, culpabilizan a las víctimas y desechan los relatos incómodos.23 En consecuencia, invita a los historiadores a integrar esas “guerrillas narrativas”24 que deconstruyen los relatos tóxicos del pasado.

Consideraciones finales

Las multiformes epifanías del Basuroceno, que Armiero describe de manera magistral en su pequeño ensayo, eleva la basura a clave alegórica del presente y signo de una nueva época. Al hilo de su propuesta interpretativa del Antropoceno y del valor de signo atribuido a la basura, deseo concluir estas reflexiones con una última invocación al binomio Kant-Foucault.

Como es sabido, en los ensayos de Kant sobre filosofía de la historia,25 el entusiasmo de los espectadores de la Revolución francesa es interpretado como signo de la historia, en particular como expresión del progreso de la humanidad. Kant presta atención a quienes se alegran por el éxito de la Revolución sin estar involucrados en ella. El entusiasmo suscitado por los acontecimientos revolucionarios es interpretado por Kant como el “signo de una disposición que opera en la historia”.26 La Revolución francesa provocó “una simpatía de aspiración que bordea el entusiasmo”27 y puso de relieve una disposición moral en la humanidad. Para Kant, el sentido de ese acontecimiento consiste en que desveló una disposición moral en el género humano -en el entusiasmo de quienes no participaron- que a su vez es condición de posibilidad del progreso. En la lectura que Foucault hace de esta visión kantiana, el entusiasmo considerado como signo es rememorativo, demostrativo y pronosticador del progreso.28

De manera análoga, la basura elevada a signo apunta al pasado, adquiere el valor de anuncio del surgimiento de una época y anticipa el futuro. Autores como Jan Zalasiewicz y colaboradores han interpretado la basura tecnológica, en particular los denominados ‘tecnofósiles’, como un marcador geológico de la nueva época.29 El Antropoceno, una categoría vacía a la búsqueda de su roca, también ha encontrado en los ‘plastiglomerados’ otro posible candidato a evidencia cronoestratigráfica. Se trata de una roca-basura inédita antes de la aparición de la especie humana, un nuevo tipo de roca sedimentaria formada principalmente por plásticos y fragmentos de otras rocas.

Las distintas formas de basura -materiales o simbólicas-30 no solo constituyen el soporte para una ontología de la actualidad, sino para una hermenéutica apocalíptica del futuro. Armiero se refiere a un “apocalipsis-desecho” (“waste apocalypse”): “cuando el apocalipsis se convierte en la norma a través de la cual se imagina el futuro, el desecho es a menudo su manifestación estética”.31 En consecuencia, el Antropoceno reinterpretado como Basuroceno radicaliza el sentido escatológico de la basura.

Sin embargo, el filósofo y ensayista español José Luis Pardo considera que nunca, como ahora, fue tan hermosa la basura.32 Para Pardo, “‘basura’ es lo que no tiene lugar, lo que no está en su sitio y, por tanto, lo que hay que trasladar a otro sitio con la esperanza de que allí pueda desaparecer como basura, reactivarse, reciclarse, extinguirse: [Basura es] lo que busca otro lugar para poder progresar”.33 A este terminus ad quem de la basura, Pardo lo denomina ‘destino’, es decir, el ‘destino de la basura’, allí donde esta tiene un porvenir.

Con independencia de que aún pueda existir un resto secular de progreso, lo cierto es que el Antropoceno ha operado como un nuevo ‘colectivo singular’34 en el que todas las historias convergen en una sola: la historia ‘natural’ de la destrucción del planeta. Desde una perspectiva epistemológica, se impone la pregunta de cuáles han sido las condiciones históricas que han permitido convertir al ‘Antropoceno’ en el gran colectivo singular de nuestro tiempo, una narración totalizadora en la que el presente, el pasado y el futuro colapsan en una unidad de sentido. El ‘Antropoceno’ se presenta así como una nueva categoría clasificatoria que pone la condición para las posibles historias individuales, sobre todo a través de la producción de una miríada de neologismos en liza con los que interpretar las tribulaciones del tiempo presente.

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1 Este trabajo fue presentado en el Seminario Permanente en Teoría de la Historia e Historiografía del Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Agradezco a los organizadores por la invitación, así como al público asistente por sus comentarios y críticas, que ayudaron a mejorar la versión final del manuscrito. Este artículo también se ha beneficiado de las discusiones con los colegas de los proyectos “Improvisación y contagio emocional. Historia y filosofía de las experiencias emocionales” (PID2019-108988GB-I00) y BIENN (MCIN/AEI/10.13039/501100011033), así como por las observaciones de dos evaluadores anónimos.

2 Alistair C. Crombie, Styles of Scientific Thinking in the European Tradition: The History of Argument and Explanation (Londres: Duckworth, 1994).

3 L. Daston, “The Sciences of the Archive”, Osiris, núm. 27, 1 (2012): 156-187, ulteriormente desarrollado en L. Daston, coord., Science in the Archives. Pasts, Presents, Futures (Chicago y Londres: The University of Chicago Press, 2017).

4 M. Armiero, Wasteocene (Cambridge: Cambridge University Press, 2021), 7-8. Mi traducción. Pasaje original: “[…] in the environmental humanities debates, the Anthropocene is analyzed as a global narrative about the current ecological crisis, rather than as a geological conundrum to be solved by scientists”.

5 Armiero, Wasteocene, 9. Véase, asimismo, Lukas M. Verburgt, “History, Scientific Ignorance, and the Anthropocene”, Journal for the History of Knowledge, núm. 2, 1 (2021): 1-12.

6 Paul J. Crutzen, “Geology of Mankind”, Nature, núm. 415 (2002): 23; Paul J Crutzen y Eugene F. Stoermer, “The ‘Anthropocene’”, IGBP Newsletter, núm. 41 (2000): 17-18. Véanse las críticas de Andreas Malm y Alf Hornborg, “The Geology of Mankind? A Critique of the Anthropocene Narrative”, The Anthropocene Review (2014): 1-8.

7 Foucault, “Un course inèdite” [1983], Magazine Littéraire, núm. 207 (1984): 35-39, recogido en Foucault, Saber y Verdad, (Madrid: Ediciones de la Piqueta, 1991), 197-207.

8 Foucault, “Le sujet et le pouvoir” [1982], en: Foucault, Dits et écrits, tome IV, (Paris: Gallimard, 1994), 222-241; Foucault, “¿Qué es la Ilustración?”, Daimon. Revista de Filosofía, núm. 7 (1993): 14.

9 Foucault, “¿Qué es la Ilustración?”, 14.

10Sobre la formación de evidencias véase James Chandler, Arnold I. Davidson y Harry Harootunian coord., Questions of Evidence: Proof, Practice, and Persuasion across the Disciplines (Chicago: University of Chicago Press, 1994). En los últimos años, Jürgen Renn se ha ocupado con especial intensidad de la cuestión del Antropoceno desde el punto de vista de la evolución del conocimiento y de la epistemología histórica, sobre todo en The Evolution of Knowledge: Rethinking Science for the Anthropocene (New Jersey: Princeton University Press, 2020). Véase, asimismo, Gabriele Dürbeck y Philip Hüpkes, coords., The Anthropocenic Turn (New York y Londres: Routledge 2020).

11 Andreas Westermann y Sabine Höhler, “Writing History in the Anthropocene. Scaling, Accountability, and Accumulation”, Geschichte und Gesellschaft, núm. 46 (2020): 583, nota al pie 11.

12 Will Steffen y Eric Lambin, “Earth System Functioning in the Anthropocene: Human Impacts on the Global Environment”, Scripta Varia, núm. 106 (2006): 112-144. Un buen ejemplo del uso de analogías y metáforas cinemáticas en la conceptualización del Antropoceno se puede ver en el artículo de Will Steffen et al., “Trajectories of the Earth System in the Anthropocene”, PNAS, núm. 115, 33 (2018): 8252-8259.

13Una visión retomada y ampliada por Hartmut Rosa, Beschleunigung. Die Veränderung der Zeitstrukturen in der Moderne (Frankfurt am Main: Suhrkamp 2005); Beschleunigung und Entfremdung. Entwurf einer kritischen Theorie spätmoderner Zeitlichkeit (Frankfurt am Main: Suhrkamp 2013).

14Faustino Oncina nos explica que el adjetivo ‘velociferino’ (‘veloziferisch’) es una creación léxica de Goethe derivada de la fusión entre ‘velocidad’ y ‘Lucifer’ o ‘luciferino’, es decir, el portador de luz, el ángel caído. F. Oncina, “La modernidad velociferina y el conjuro de la secularización”, en: R. Koselleck, Aceleración, prognosis y secularización (Valencia: Pre-Textos, 2003), 24, nota 17. Sobre la temporalidad del Antropoceno y el apocalipsis, véase François Hartog, Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer Cristianismo hasta hoy (Ciudad de México: Siglo XXI, 2022), 311-347.

15En este libro se recogen dos ensayos (“Acortamiento del tiempo y aceleración. Un estudio sobre la secularización” y “El futuro ignoto y el arte de la prognosis”) que quedaron fuera de la edición española de Zeitschichten. Studien zur Historik (Frankfurt am Main: Suhrkamp, 2000), trad. Daniel Innerarity, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia (Barcelona: Paidós I.C.E./ U.A.B., 2001). A este respecto, no deja de resultar irónico que el propio Koselleck hiciera uso de la metáfora geológica de los ‘estratos del tiempo’ para expresar la experiencia del tiempo histórico.

16 R. Koselleck, Aceleración, prognosis y secularización, 73 y ss.

17 Will Steffen et al., “Trajectories of the Earth System in the Anthropocene”.

18 N. Georgescu-Roegen, Ensayos bioeconómicos, ed. de Óscar Carpintero (Madrid: Los Libros de la Catarata, 2007), 43.

19 Marco Armiero, Wasteocene, 1-16 y 57-60. En el libro Homo Detritus. Critique de la société du déchet (Paris: Éditions du Seuil, 2017), el sociólogo francés Baptiste Monsaingeon propuso el término ‘Poubellocène’, que en lengua española se puede traducir como ‘época del bote de basura’, ‘Basureroceno’ o ‘Basuroceno’. Para una historia de la contaminación se puede ver François Jarrige y Thomas Le Roux, The Contamination of the Earth: A History of Pollutions in the Industrial Age [2017] (Cambridge, Mass.: mit Press, 2021).

20 Armiero, Wasteocene, 2.

21 Armiero, Wasteocene, 2.

22 Armiero, Wasteocene, 18. Mi traducción. Pasaje original: “historians have also contributed to the making of the narrative infrastructure which ensures the reproduction of wasting relationships”.

23Armiero se refiere en particular al polémico memorial erigido en conmemoración del desastre de la presa de Vajont. Para ulteriores detalles, véase Armiero, Wasteocene, 22 y ss.; y Marco Armiero y Massimo De Angelis, “Anthropocene. Victims, Narrators, and Revolutionaries”, South Atlantic Quarterly, núm. 116 (2017): 345-362.

24 Armiero, Wasteocene, 22 y ss.

25 Kant, Filosofía de la historia, prólogo y trad. Eugenio Ímaz (México: Fondo de Cultura Económica, 2017).

26 Foucault, Saber y Verdad, 204.

27 Foucault, Saber y Verdad, 204.

28 Foucault, Saber y Verdad, 204.

29 Jan Zalasiewicz et al., “The Technofossil Record of Humans”, The Anthropocene Review (2014): 34-43.

30Véase Agustín Fernández Mallo, Teoría general de la basura (Barcelona: Editorial Galaxia Gutenberg, 2018).

31 Armiero, Wasteocene, 13. Mi traducción. Pasaje original: “As the apocalypse has become the norm through which the future is imagined, waste is often its aesthetic manifestation”.

32 José Luis Pardo, Nunca fue tan hermosa la basura. Artículos y ensayos (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2010).

33 Pardo, Nunca, 165.

34Cfr.R. Koselleck, historia/Historia, (Madrid: Editorial Trotta, 2004), 27 y ss.

Recibido: 03 de Enero de 2023; Aprobado: 14 de Marzo de 2023

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