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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.61 México jul./dic. 2023  Epub 28-Ago-2023

https://doi.org/10.48102/hyg.vi61.487 

Expediente

Frontera: memorias, identidades y de diferencias

Frontier: Memories, Identities and Visibility of Differences

Una propuesta para analizar la colonización de América

A Proposal to analyze Colonization of Russian America

*Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa México. Correo: mortega@izt.uam.mx


Resumen

El objetivo de este ensayo es reflexionar sobre la expansión rusa en el norte del Pacífico a partir de los procesos de interculturalidad y transculturación. Me propongo rescatar, en lo posible, la percepción y las representaciones que los nativos americanos manifestaron de los invasores europeos. Si bien este fenómeno de expansión y colonización forma parte de la historia de la conquista y colonización europea de América, en México es un tema poco estudiado. Considero preciso investigarlo porque contribuye a comprender la historia de la colonización europea del continente y el desarrollo histórico desencadenado con base en él.

Palabras clave: América rusa; cultura; intercambio cultural; colonización; imágenes; representaciones

Abstract

In this paper I will consider the History and Historiography of Russian America focus on the expansion of Russia in the North Pacific region. Those people who emigrates from East Asia to The North Pacific established domain relations with the Aleutians, the Inuit and native Americans. Although this process is part of the conquest and colonization from Europeans under American peoples this phenomenon has not been studied in México. I think is necessary to study it to have a major comprehensive of America’s colonization process. This article does not exhaust the issue but underlines the importance to understand deeply the importance of the American peoples as subject of the History of the Pacific.

Keywords: Russian America; colonization; culture; interculturality; perceptions; representations

A partir de 1742, cuando los rusos traficantes de pieles llegaron a las islas Aleutianas, a la península de Alaska y a la costa del noroeste de América, se encontraron con pueblos nativos con quienes establecieron relaciones. La presencia rusa propició el intercambio cultural entre los rusos, algunos nativos de Kamchatka, quienes los acompañaban, y los habitantes de las regiones señaladas. Para explicar lo que entiendo por intercambio cultural partiré de una definición de cultura. Una de las definiciones más sencillas, acuñada desde el materialismo, es la que considera como cultura todas aquellas prácticas que observa una sociedad humana para resolver sus necesidades biológicas básicas: sobrevivir y reproducirse. Para ello los grupos humanos creamos un ambiente artificial, relacionado con el ecosistema que conservamos, reproducimos y administramos.1 Los grupos humanos, al interrelacionarnos entre nosotros y con nuestro entorno creamos un lenguaje simbólico, el cual nos permite comunicarnos de manera que podemos transmitir nuestras experiencias a nuestros descendientes. Este lenguaje requiere capacidad de abstracción e incluye sonidos y gestos. El lenguaje simbólico facilita desarrollar formas de organización social y propicia que las comunidades adquieran sistemas distintivos entre ellas.2 El universo simbólico y las prácticas cumplen una función específica para que los grupos humanos tengan la capacidad de reproducirse surgiendo costumbres y tradiciones. Al cambiar el paisaje cultural creado por una comunidad, las prácticas sociales y las instituciones también se transforman.3 Por ello, para caracterizar una cultura es necesario explicar e interpretar las expresiones sociales que tienen un significado específico para la comunidad que las practica.4

Además, las culturas tienen rasgos comunes, pero también prácticas, tradiciones y cosmovisiones que las diferencian entre sí. Las particularidades culturales dan lugar al fenómeno identitario desde el cual los miembros de un grupo se unen y excluyen a otros conjuntos humanos.5 La exclusión ocurre a partir de la percepción y representación del otro como diferente. Es decir, la alteridad implica la representación de otro que se percibe como distinto. En este ensayo presento una propuesta sobre cómo podría tal vez rescatar la representación que los invadidos tuvieron de los invasores.

Ya que las comunidades no existen aisladas, la sobrevivencia ha requerido la formación de redes humanas para intercambiar bienes tanto tangibles como intangibles.6 El intercambio impacta la cultura de las diferentes comunidades que participan en ellas. En consecuencia, entiendo el intercambio cultural o interculturalidad como el proceso de adquisición recíproco de bienes culturales entre dos grupos humanos o más que de una u otra manera forman parte de una red humana.

Retomando el problema de la expansión rusa en América considero importante reflexionar sobre el intercambio cultural que ocurrió entre los pueblos involucrados. Estimo posible analizar la interculturalidad desarrollada entre los nativos americanos y los rusos que visitaron o habitaron la América rusa entre 1741 y 1867. El territorio fue conocido con ese nombre porque designaba el espacio continental que se juzgaba incorporado al Imperio. Para comprender los cambios culturales conviene describir las relaciones que los rusos establecieron con los nativos en el marco del proceso en el que los primeros intentaban aprovecharse de los segundos. Asimismo, es probable evaluar la influencia que dicha presencia tuvo en los nexos entre los pueblos habitantes de la región.

Desde 1778, aparecieron otros visitantes en el noroeste de América. Tras la tercera expedición de James Cook empezaron a arribar navegantes británicos. Los españoles también llegaron a la región porque querían localizar los campamentos rusos para comprobar si ponían o no en peligro la frontera noroeste de la Nueva España. En 1789 se sumaron los marinos estadounidenses. Estos visitantes, científicos o comerciantes, entablaron contacto con los nativos americanos y con los rusos impactando los vínculos entre ellos. Por tanto, es preciso describir las conexiones que los visitantes mantuvieron con rusos y nativos y cómo incidieron en las relaciones entre colonizadores y colonizados.

En el tejido de esta red, la alteridad jugó un papel determinante. Si bien los factores económicos y sociales son fundamentales en el proceso de colonización, las percepciones y representaciones que los involucrados tuvieron de los otros, también constituyen elementos esenciales en el proceso histórico, pues ellas los impelían a actuar.7 ¿Cómo percibían los rusos a los pueblos americanos que encontraron cuando avanzaron hacia el este? ¿Por qué se consideraron capaces de dominarlos? Si los colonizadores deliberadamente intentaron transformar a los nativos americanos ¿cuál fue su objetivo? ¿Tuvieron éxito? Creo que estas preguntas podrán resolverse examinando el proceso de interculturalidad teniendo presente en todo momento el fenómeno de la alteridad.

Para ello, es preciso leer cuidadosamente las fuentes rusas al alcance porque cada adjetivo empleado revela la percepción que tenían de aquellos a quienes intentaron conquistar y podría implicar la justificación de su intención de someterlos. Es necesario destacar que los conquistadores no constituían un grupo homogéneo; al pertenecer a distintos estratos sociales, las percepciones que cada uno de ellos tenía de los nativos diferían. Incluso había sectores que menospreciaban a algunos de sus coterráneos. La convivencia entre rusos y nativos originó un nuevo grupo: los criollos, sobre quienes también se crearon y expresaron juicios de valor al considerarlos diferentes a ellos.

Por otra parte, cabe distinguir la percepción que los rusos tenían de diversos pueblos americanos con los que toparon. Primero conocieron a los aleutianos, después a los inuit de la isla de Kodiak. Cuando avanzaron hacia el continente se encontraron con los inuit del subgrupo de los chugach, como los denominaron; al extenderse hacia el sur establecieron relaciones con los tlingit, jefaturas pertenecientes a la cultura de los indios de la costa del noroeste. Cuando fundaron un establecimiento en Alta California convivieron principalmente con los miwok y pomo. A partir de la tercera década del siglo XIX, trataron con diversos subgrupos de los inuit quienes habitaban al interior de Alaska. También intentaré establecer las diferencias, los cambios y las nuevas construcciones del otro.

Pero el reto más importante consiste en intentar rescatar la percepción que los nativos tenían de los rusos. Esta tarea es difícil y delicada dado que las fuentes fueron escritas por rusos, ingleses, estadounidenses y algunos franceses y españoles. No contamos con fuentes producidas por los nativos americanos, algunas de sus voces fueron recogidas en el último tercio del siglo XIX por ingleses y estadounidenses. No obstante, vale la pena esforzarse por desentrañar en las fuentes las percepciones de los nativos con la intención de aportar nuevos elementos para comprender mejor a los pueblos americanos al momento de la colonización. También me parece importante indagar si los nativos intentaron incorporar a los rusos a sus comunidades y las razones por las cuales se sometieron a ellos. Escudriñar, cuando es posible, la percepción que los pueblos americanos tenían de los demás respecto al trato que mantenían con los rusos, constituye otro de los objetivos del ensayo. Para enriquecer el análisis cabe definir y determinar los juicios que los británicos, estadounidenses, españoles y franceses expresaron de: a) los rusos que residían en la América rusa, b) los nativos que vivían en las colonias rusas y c) las relaciones entre los rusos y los nativos americanos. Con ello será posible comprender mejor a la sociedad que se formó en América rusa.

En suma, el ensayo plantea un análisis de la colonización rusa en América tomando como base la alteridad. Este tipo de análisis se ha aplicado poco al estudio de la colonización rusa en América. El estudio que propongo no incluye los territorios asiáticos que alguna vez controló la Compañía Ruso Americana en el siglo XIX, solo se consideran los americanos: las islas Aleutianas, las Pribilov, las Comandante, parte de la península de Alaska, la costa del noroeste de América y Fuerte Ross en Alta California. Para apuntalar la exposición previa, presentaré las fuentes que he consultado hasta el momento y despertaron la inquietud de emprender el análisis sugerido.

Apuntes sobre la historiografía acerca de América rusa

La segunda expedición a Kamchatka encabezada por Vitus Bering (1741-1742) contribuyó al conocimiento geográfico europeo, pero la consecuencia inmediata más importante fue que los cazadores rusos siberianos, dedicados al tráfico de pieles finas desde el siglo XVI, se lanzaron a las islas Aleutianas. Wilhelm Steller escribió un diario sobre este viaje.8

Los inversionistas emprendedores que financiaban a las partidas de cazadores y a los participantes en ellas se conocían como promyshlenniki. A medida que los cazadores se extendieron por las islas tomaron posesión de ellas en beneficio del Imperio. Como la cacería de mamíferos marinos y terrestres fue indiscriminada, en la década de 1780, los rusos empezaron a extenderse a la costa de Alaska para encontrar presas. Los promyshlenniki dejaron testimonios de sus actividades, pero en sus reportes pusieron poca atención en la localización exacta de los territorios, no describían el entorno y se referían a la población nativa para exaltar sus propios éxitos y para guiar a futuros compañeros en su labor. La mayoría de sus reportes y notas no están publicados. Uno de los pocos escritos de este tipo es el de Grigori Shelijov, importante comerciante y cazador, quien fundó colonias permanentes en Kodiak y elaboró un proyecto de colonización que más tarde el gobierno ruso acogió. Los diarios de Shelijov fueron publicados poco después de sus viajes, hay ediciones contemporáneas tanto en ruso como traducidas al inglés.9

Poco después, Catalina II ordenó organizar una expedición oficial con profesionales para comprobar los descubrimientos de los cazadores. Uno de los objetivos era elaborar un mapa exacto del territorio que, por derecho de descubrimiento, pertenecía al Imperio. También debían describir a los pueblos conquistados y su trato con los cazadores. La expedición ejecutada entre 1764 y 1768 al mando de Piotr Kuzmich Krenitzyn y Mijail Levashov fue la primera de varios viajes científicos dispuestos por el gobierno ruso, realizados por miembros de la armada imperial y evaluados por la Academia de Ciencias. A finales del siglo XVIII, Joseph Billings, navegante inglés al servicio de la Armada Imperial Rusa, encabezó otra expedición. En ella participó Gavril Sarychev quien superaba al inglés en conocimientos, don de mando y capacidad de observación geográfica y etnográfica, según algunos participantes.10

En la década de 1770 se filtraron a Europa occidental noticias acerca de las expediciones a Kamchatka y del tráfico de pieles en el norte del Pacífico. Estas despertaron interés entre quienes deseaban descubrir nuevos territorios, quienes querían proteger los que ya tenían y quienes querían ampliar sus redes comerciales. En 1778, llegó la tercera expedición científica de James Cook por el océano Pacífico. Sus diarios fueron publicados inmediatamente. Ante los datos que el inglés proporcionó, aparecieron navegantes españoles que recorrían la costa para saber si los rusos estaban cerca de sus colonias y tomar posesión del territorio no ocupado que pertenecía a España de acuerdo con las Bulas Alejandrinas.11 Así, en el último tercio del siglo XVIII, las Aleutianas y la costa de Alaska recibieron la visita de varias expediciones científicas europeas.12

Estos viajes produjeron diarios de navegación interesantes para geógrafos y navegantes; participaban personas que tenían como tarea describir a los habitantes de las tierras visitadas y los recursos naturales. Estos han sido utilizados por antropólogos, etnógrafos e historiadores con el fin de estudiar a los pueblos americanos que habitaban en América rusa y para reconstruir la historia de su colonización. Las expediciones científicas buscaban ampliar el conocimiento geográfico y cartográfico con el objetivo de satisfacer a los hombres de ciencia europeos. Gracias a ellas se encontraron lugares adecuados para la colonización y para el comercio, también se trazaron las mejores rutas de navegación hacia y en el norte del Pacífico. Los autores destacaban que eran considerados expertos en las materias de las que se ocupaban, por ejemplo, gran parte de la oficialidad procedía de academias navales y, si eran autodidactas, aducían una rigurosa y estricta educación. Por tanto, pretendían que sus descripciones fueran científicas.

La mayoría de dichos diarios se publicaron rápidamente en sus idiomas originales y traducidos al ruso, al inglés, al francés o al alemán. Durante el siglo XIX también se efectuaron viajes de exploración por parte de la Armada Imperial Rusa principalmente. Como ejemplo se pueden mencionar los escritos de Sarichev, Davidov, Lisianskii y Lutke.13 En Rusia escribieron obras para recapitular y reconstruir el descubrimiento del norte del Pacífico y de América y recoger los primeros resultados de la colonización rusa en la región del siglo XIX. La mayoría son cronologías o descripciones.14

Por su parte, los ingleses también organizaron nuevas expediciones científicas. En breve, siguieron viajes comerciales para recolectar pieles y venderlas en el mercado chino. Entre los viajeros científicos más importantes está George Vancouver15 y entre los comerciantes John Mears, cuyo viaje dio pie a un conflicto limítrofe entre Inglaterra y España entre 1789 y 1790.16 Los diarios escritos por comerciantes tenían como objetivo informar a sus socios tanto de su actividad como de aquello que haría más productivos viajes futuros. No obstante, también son fuentes para la etnografía, la zoología y la botánica, pues describían a los pueblos e indicaban la mejor manera de acercarse a ellos y cuáles mercancías adquirían. Asimismo, señalaban la flora y la fauna que servía para reponer provisiones o que podrían explotarse después. Más tarde, los comerciantes estadounidenses escribieron diarios semejantes.

Los ingleses también produjeron historiografía temprana para evaluar los resultados de las expediciones y destacar aquello que aún debía explorarse. En general, reconocían la valentía de los cazadores para enfrentarse a las poblaciones locales y su capacidad de supervivencia en condiciones climáticas tan adversas. Sin embargo, juzgaban negativa la adopción de prácticas de subsistencia aprendidas de los segundos por los primeros. Analizaban los intereses del gobierno zarista y las oportunidades de intervención que podían tener los británicos.17

Los españoles, por su parte, estaban más preocupados por proteger sus fronteras que por competir con los rusos en el comercio de pieles, por ello solo dos navegantes visitaron las colonias rusas: Esteban José Martínez en 1789 y Salvador Fidalgo en 1790.18 Algunos escritores españoles mostraron su preocupación por la presencia rusa en el norte del Pacífico y las consecuencias que podría tener para el Imperio español, como el fraile Íñigo Abbad y Lasierra, quien redactó una descripción de California en 1783.19 La historiografía española también ha rescatado la mayor cantidad de fuentes posibles sobre este tema.20 A los diarios españoles tan solo hay que añadir algunos franceses como el de Jean-François de Galaup Lapérouse.21

Después de la fundación de la Compañía Ruso Americana en 1799 se practicó un proyecto de colonización sistemático. Por ello se redactaron crónicas de misioneros e historias escritas por empleados de la compañía. El misionero Iosaf Veniminov redactó las historias más completas sobre los aleutianos y los tlingit.22 Para él era importante rescatar la historia de estos pueblos a fin de conocerlos mejor, predicarles en sus lenguas y convertirlos al cristianismo. El misionero estaba convencido de que los cazadores rusos habían ejercido gran violencia en contra de ellos; esta certeza guio la redacción de sus trabajos. Los escritos de Veniaminov han sido fundamentales para los estudios contemporáneos.

América rusa contó con un gobierno perfectamente establecido que entregaba cuentas a la Junta Directiva de la Compañía: esta informaba al gobierno imperial sobre la administración de la colonia y los problemas económicos y políticos que enfrentaba. La burocratización implicó que se generara un cúmulo de documentación en la que quedó plasmada la historia de América rusa. La mayor parte de esta documentación no está publicada,23 pero ha sido el apoyo de múltiples estudios históricos sobre el tema. Entre las obras mejor documentadas escritas por empleados de la Compañía Ruso Americana se encuentran las de T. A. Jlebnikov y P. A. Tijmenev.24 Sus obras presentan panoramas de la historia de las colonias rusas; aunque ninguno de ellos cubrió el periodo completo de la existencia de la Compañía, sirven como guía para consultar la documentación que se resguarda en los archivos. Ambos textos citan informes casi completos que pertenecían a la Compañía. Desde luego ofrecen la visión que los funcionarios tenían de su labor en América: exaltan sus logros y callan sus deficiencias. En el siglo XIX también se escribieron diarios de exploración al interior de Alaska y al norte de la bahía de San Francisco, en donde la Compañía fundó un fuerte en 1812.25

No todos los viajeros rusos consideraron que la Compañía cumplía con sus obligaciones: a fines de la década de 1850 cobraron fuerza sus detractores.26 Dos de los críticos más destacados fueron Vasilii Golovnin y Pavel N. Golovin, enviados por el gobierno imperial para evaluar las condiciones de América rusa, el primero entre 1815 y 1818 y el segundo alrededor de 1860 y 1861. En ambos casos sus informes fueron publicados poco después de su regreso a Rusia.27

Aunque en el siglo XIX se realizaron pocos viajes de exploración financiados por Gran Bretaña al norte del Pacífico como el de Edward Belcher,28 existen algunos diarios de visitantes que trabajaban para la Compañía de la Bahía de Hudson. La mayoría de estos estaban relacionados con los intereses comerciales que dicha compañía tenía en la región. La Compañía de la Bahía de Hudson era una de las competidoras más fuertes de la Compañía Ruso Americana y ambas tenían un enemigo común: los comerciantes estadounidenses. Los informes a veces son favorables a los rusos, sobre todo cuando se les comparaba con los estadounidenses, en otras, revelan la lucha por obtener mayor cantidad de pieles de los cazadores nativos. Un ejemplo es el del diario de Sir George Simpson, quien dirigió la Compañía de la Bahía de Hudson en la década de los 1830.29

Gran parte de las obras que se escribieron en los siglos XVIII y XIX han sido reeditadas en el XX. Los historiadores estadounidenses han realizado un gran esfuerzo por traducir al inglés muchas de ellas. Destaca la labor realizada por la Oregon Historical Society, cuyos miembros han traducido a los clásicos de la historiografía rusa sobre el tema como Jlebnikov y Golovin.30 Desde luego, en Rusia han publicado fuentes sobre este proceso.31

En el siglo XX y en las primeras décadas del XXI han sido publicados una gran cantidad de artículos y libros sobre los primeros años de la expansión rusa en el norte del Pacífico, sobre la fundación de la Compañía Ruso Americana y los primeros veinte años en que disfrutó del monopolio comercial. El tema ha sido abordado por historiadores soviéticos entre los que destacan: S. B. Okun, cuyo texto se considera ya un clásico sobre el tema, Svetlana Federova y Nikolai Boljovitinov.32 Okun y Federova analizaron la economía y la demografía de las colonias. La influencia del marxismo-leninismo en ellas es notable. Okun partió del supuesto de que la expansión rusa en América era resultado de la política imperialista de Rusia, por eso cuando resultó oneroso mantener la colonia fue vendida porque había intereses económicos más atractivos alrededor del mar Negro. Aunque estos intereses influyeron en la decisión de enajenar América rusa, no todas las decisiones se tomaron en función de ellos. Para Boljovitinov la importancia de las colonias rusas en América radica en que fueron el puente que facilitó las relaciones comerciales y diplomáticas entre Rusia y Estados Unidos. El autor quiso demostrar que las tensas relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría no habían existido en el siglo anterior; pero perdió de vista los desacuerdos en torno a la explotación de los recursos naturales de América rusa.

Otro de los temas estudiados por la historiografía rusa y soviética ha sido la exploración de la región y la contribución rusa al conocimiento de la geografía del planeta.33 Han comparado al danés Vitus Bering con Cristóbal Colón y han enfatizado que la llegada de los rusos a las costas americanas fue la culminación del proceso de expansión europeo de oeste a este. Sin embargo, considero que interpretar la llegada a América como resultado del crecimiento comercial del Imperio apoyado en el gran desarrollo económico del siglo XVII no es del todo correcto.34 El impulso de la expansión en las Aleutianas y la costa americana fue conseguir pieles para venderlas en China, pero el tráfico de pieles había sido una actividad tradicional para los rusos y no se generó por el florecimiento económico inmediato anterior.

En la segunda mitad del siglo XX se introdujo el tema sobre el impacto de la colonización rusa en la población nativa. Un primer ejemplo fue el libro de Svetlana Fedorova, quien analizó la demografía de la población americana. Por su parte, Liapunova ha intentado demostrar que la presencia rusa no fue del todo perniciosa, por ello, ha calificado las apreciaciones del misionero Veniaminov como exageradas.35 Estudios más recientes han intentado equilibrar el análisis sobre el cambio provocado por los rusos con el efecto de los vínculos con británicos y estadounidenses.36

América rusa no ha sido un tema de gran interés para los historiadores europeos ya que se trata de una región marginal del Imperio ruso que tuvo poco peso en sus relaciones con el resto de las potencias europeas. Sin embargo, hay algunas obras como la de Enriqueta Vila Vilar quien reconstruyó el descubrimiento de las Aleutianas y Alaska con base en los informes de los embajadores españoles en Rusia, los cuales se encuentran en el Archivo General de Indias.37

Los estadounidenses son quienes más han tratado el tema, ya que se consideran los sucesores y herederos de rusos, ingleses y españoles en el continente. Se han redactado historias generales38 y muchas que analizan aspectos puntuales de la economía colonial.39 En los archivos estadounidenses se conserva gran parte de la información sobre las colonias rusas, la cual ha sido utilizada para entender por qué se compró ese territorio. Desde la obra de Bancroft40 hasta la fecha, se ha intentado demostrar la ineficiencia rusa para explotar la colonia, aunque sin ocultar los esfuerzos realizados por la Compañía Ruso Americana para diversificar su economía.41 A partir de las limitaciones rusas se explica el desarrollo del comercio estadounidense en América rusa ligado a los intereses comerciales en las rutas transpacíficas, lo cual esclarece por qué el gobierno de Estados Unidos la adquirió en 1867. También se ha analizado la competencia política que tuvo lugar entre el Imperio ruso, Gran Bretaña y Estados Unidos.42 En los últimos años se han incorporado enfoques novedosos como el examen de los daños ambientales causados por los rusos.43

En virtud de que la compra implicó definir exactamente la frontera entre Alaska y la Columbia Británica, políticos e historiadores se vieron obligados a reconstruir el descubrimiento y la ocupación de la zona a fin de respaldar sus reclamaciones territoriales. Se han escudriñado las relaciones entre la Compañía Ruso Americana y la Compañía de la Bahía de Hudson44 para establecer el control sobre los diferentes grupos nativos. Asimismo, se ha estudiado la política de los gobiernos ruso e inglés respecto de la jurisdicción de zonas en la frontera entre sus colonias.45 También hay obras que comparan la colonización rusa con la británica con el objetivo de comprender su influencia en las comunidades contemporáneas de inuit e indios en Alaska y Canadá.

Hasta ahora no conocemos obras escritas por los nativos americanos durante el periodo de estudio, por ello, solo podemos conocer sus testimonios a través de las fuentes citadas. En Rusia y en América del Norte se han realizado estudios etnográficos y antropológicos de los pueblos del norte del Pacífico. A finales del siglo XIX, Pipin escribió una magna obra sobre la etnología de los pueblos del Imperio ruso y en ellos incluyó a los nativos de las Aleutianas y del noroeste de América.46 Desde entonces, los investigadores rusos han continuado estudiando a las comunidades aleutianas y americanas tanto las sometidas como a las que conocieron cuando exploraron el interior de Alaska.47 Sin embargo, quienes más han abordado el tema han sido antropólogos y etnólogos estadounidenses y canadienses, ya que algunos de los pueblos indígenas sobreviven concentrados en reservas de Estados Unidos y Canadá. Algunas investigaciones intentan reconstruir la cultura de los pueblos del norte del Pacífico antes del contacto con los rusos, la interculturalidad y el impacto del trato con británicos y estadounidenses.48 Los trabajos han recogido testimonios conservados en la memoria tradicional de estos pueblos. La descripción antropológica también se ha basado en la observación y convivencia directas con las comunidades indígenas sobrevivientes.49 La reconstrucción de la cultura de estos pueblos previa al contacto es limitada porque no conservan testimonios claros. En las primeras décadas del siglo XX se generaron debates de interpretación acerca de algunos rasgos culturales que resultaban extraños para la cultura occidental e intentaban remitirse incluso a las primeras descripciones de ciertos ritos y ceremonias. Estos trabajos se inscriben dentro de la antropología cultural.50

La reflexión suscitada por la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América produjo ensayos y libros acerca del resultado del “encuentro” en quienes fueron considerados los pueblos del noroeste de América, Alaska y Las Aleutianas. La mayoría recapitularon las influencias culturales europeas en los pueblos de cazadores-recolectores, así como la contribución a la cultura mundial.51

Uno de los problemas que se han dedicado a elucidar los estudios antropológicos es el del origen de los inuit y la diferenciación étnica y cultural con los aleutianos y los indios atapascanos. Estos tres grupos conviven en el extremo noroeste de continente americano por lo que hay interculturalidad y transculturación entre ellos. Por otra parte, establecer las diferencias se complica porque las investigaciones sistemáticas iniciaron alrededor de 1930. A ello, cabe añadir los pocos restos preservados de su cultura material. Por tanto, el debate continúa.52 Otro de los temas abordados por la antropología estadounidense, con escasos datos proporcionados por las excavaciones, ha sido el cambio cultural ocurrido durante el periodo ruso. La mayoría de la información sobre los fenómenos de la interculturalidad y de transculturación se refiere a la segunda mitad del siglo XX, ya que después de la Segunda Guerra Mundial el gobierno federal prestó atención a Alaska y estimuló su desarrollo económico y social.53 Gran parte de los estudios explican las variaciones culturales partiendo del supuesto de que la cultura de los inuit, aleutianos e indios de la costa del noroeste era producto de una perfecta adaptación a su medio ambiente. Muchos autores consideran que el equilibrio entre el medio y los requerimientos de las comunidades para sobrevivir les proporcionaba estabilidad. La presencia de rusos, ingleses y estadounidenses implicó una forma diferente de explotación del ecosistema lo cual lo alteró y los obligó a adoptar otras prácticas. Por lo tanto, los nativos americanos adquirieron y desarrollaron habilidades diferentes. Por ejemplo, empezaron a utilizar nuevas herramientas, otro tipo de vestimenta y de vivienda, además, los ritos se modificaron. En principio, concuerdo con estas investigaciones, pero creo necesario intentar rescatar las influencias recíprocas entre los pueblos nativos y los colonizadores. Estas sociedades no se consideran mestizas en la actualidad, no obstante, eso no significa que hayan quedado al margen de las sociedades coloniales. En este sentido, considero que las percepciones que los grupos humanos tuvieron los unos de los otros contribuyen a desentrañar la interculturalidad entre los pueblos que convivieron en el noroeste de América a partir de la segunda mitad del siglo XVIII.

Fuentes documentales

Los documentos sobre la historia de América rusa se encuentran tanto en Rusia como en otros países. Los archivos rusos que guardan la mayor parte de la documentación sobre el tema son el Archivo de la Política Exterior de Rusia54 sito en Moscú. Ahí se encuentra el fondo documental Compañía Ruso Americana. Para complementar esta información, el archivo tiene microfilmes del fondo de la Compañía Ruso Americana custodiados por los Archivos Nacionales en Washington D.C. También hay documentos fechados en el siglo XVIII y algunos originales sobre las actividades comerciales de Shelijov.55 En el Archivo Estatal Ruso de las Actas Antiguas56 en Moscú se encuentran secciones que contienen documentos fechados desde 1720 hasta el siglo XIX. También se localizan documentos sobre las expediciones al norte del Pacífico, los informes de los promyshlenniki al gobernador de Irkutsk, así como sobre las compañías de Shelijov y sobre la fundación de la Compañía Ruso Americana. Asimismo, el Archivo Estatal Ruso de las Actas Antiguas en Moscú, conserva mapas sobre las fronteras del Imperio ruso en el siglo XVIII. Por su parte, el Archivo Histórico Estatal de Rusia57 en San Petersburgo, tiene documentación sobre las colonias rusas en las Aleutianas y Alaska. Casi todos los documentos sobre las misiones y la actividad de la Iglesia ortodoxa también se localizan en este archivo, pues resguarda el fondo del Santo Sínodo. De igual forma, existe una gran cantidad de documentación sobre los informes que la directiva de la Compañía Ruso Americana presentaba a los ministros del zar.

Los informes de los embajadores españoles ante el zar se encuentran en el Archivo General de Indias en Sevilla, España. Igualmente se pueden consultar los diarios de navegación de las expediciones españolas al noroeste de América. Copia de los documentos diplomáticos y de las expediciones de altura de quienes visitaron las colonias rusas se encuentran en el Archivo General de la Nación en la Ciudad de México.

En Estados Unidos hay un fondo documental que se recibió en el momento de la compra de Alaska. En los Archivos Nacionales además de conservarse el fondo de la Compañía Ruso Americana, existen reportes navales y militares sobre las condiciones de Alaska en 1867. También se localizan documentos acerca de la situación en que vivieron los nativos después de que los rusos salieron del territorio y sobre la demarcación de la frontera con Gran Bretaña. En la Biblioteca Bancroft en California hay copias y microfilmes de los documentos que se guardan en los Archivos Nacionales.

Reflexiones metodológicas

Aunque las obras y documentos citados analizan el proceso de colonización rusa en América, creo pertinente enfocarlo partiendo de la noción del “otro” tomando como referencia las percepciones que los involucrados tuvieron de quienes consideraban diferentes. El concepto de alteridad se refiere a las representaciones que un pueblo elabora de otro al establecer contacto a fin de propiciar la asimilación, el dominio o el rechazo.

Hasta el momento no se han encontrado textos escritos por los inuit o indios americanos para el periodo de estudio. Las fuentes fueron redactadas por los rusos y por otros observadores europeos o estadounidenses. En muchos casos, estos autores recogieron testimonios de los nativos en los que se referían a ellos y describían las actitudes y las acciones que tuvieron hacia los intrusos. Al emplear estas fuentes surge la pregunta de hasta qué punto los observadores comprendieron el significado de la conducta de los nativos. Por ello, uno de los problemas de este tipo de investigación es cómo desentrañar las percepciones y los juicios que los nativos americanos tuvieron de los europeos, si ellos no escribieron las fuentes. Sin intentar agotar los problemas fundamentales para la filosofía de la historia acerca de la verdad y de cómo se construye el conocimiento histórico dado que no es mi objetivo, cabe señalar algunos principios metodológicos que guían el análisis de las fuentes. En primer lugar, hay que analizar cuándo, dónde y por qué escribió el autor, es decir, el horizonte de enunciación. Cada individuo percibe y describe al otro a partir de sí mismo identificando aquellas características que lo diferencian porque carece de ellas o bien porque quien describe no las posee. En este sentido, es necesario tener una información mínima sobre los individuos y las instituciones, pues no hay que olvidar que existen documentos oficiales. Ahora bien, para rescatar las percepciones de los nativos es posible comparar los datos que cada fuente aporta tanto de lo que expresaron como de sus acciones. Desde luego, ni en este caso ni en ningún otro se garantiza comprender el significado, pero es posible que la reconstrucción de las percepciones y las representaciones de los nativos sobre los rusos, sin ser definitiva, contribuya a entender la respuesta de algunos pueblos americanos ante la colonización del continente. A fin de realizar esta labor es necesario precisar el momento en que los textos fueron escritos, pues las percepciones recíprocas de los actores del proceso histórico cambiaron durante la existencia de América rusa, ya fuera porque los propios nativos modificaron su cultura o porque los colonizadores conocían a otros pueblos a medida que se adentraban en el continente. Asimismo, es menester señalar las diferencias que existieron entre los sectores sociales que participaron en la colonización rusa en América, pues no eran homogéneos.58

Tampoco he ignorado el problema de la recepción. Es decir, los prejuicios y representaciones que todo lector tiene y que influyen en la interpretación de las fuentes.59 Me esfuerzo por hacer conscientes las propias limitaciones con el propósito de obtener la información más objetiva posible.

De acuerdo con los presupuestos de la etnohistoria, cuando dos pueblos entablan el contacto inicial empieza un proceso mediante el cual uno intenta comprender al otro y viceversa. Es cuando se crean las representaciones y a medida que ocurren encuentros sucesivos, con o sin violencia, las percepciones cambian. “Encuentro” significa que unos descubren a los otros y conocen nuevas prácticas culturales. A partir del conocimiento que un pueblo adquiere del otro se sientan las bases para la asimilación, el rechazo o el sojuzgamiento. Esto no implica que las representaciones describan correctamente las características antropológicas del otro, pues la propia cultura impide que los emisores y los receptores sean completamente objetivos.60 No obstante, a pesar de las equivocaciones que surgen, las representaciones también responden a una realidad concreta, pues de otra forma no serían operativas, ya que sobre dichas percepciones se tejieron las relaciones de convivencia entre los pueblos que entraron en contacto. Por tanto, creo que, pese a las distorsiones y los malentendidos del emisor es posible acercarnos a conocer a aquel otro a quien describe. En este caso, podemos conocer parte de la cultura de los habitantes americanos al momento del contacto.

Si consideramos que las representaciones son elementos que impelen a los individuos a actuar y guían sus actos, al reunir los datos que las fuentes aportan acerca de sus costumbres, sus tradiciones orales y su cultura material es probable descubrir algunas de las percepciones y emociones de los nativos.61 Esta es una de las tareas fundamentales de la etnohistoria: intentar escudriñar los diversos puntos de vista de los actores que participaron en un proceso histórico.62 Por ello estoy segura de que los pueblos involucrados en el proceso de la colonización rusa en América elaboraron diferentes percepciones unos de otros y que podemos reconstruirlas parcialmente a partir de las fuentes descritas. Desde luego, es un reto mayor recuperar las representaciones de los inuit y los indios en virtud de lo poco que se conoce su cultura antes del contacto.

La mayoría de los estudios antropológicos y etnográficos coinciden en señalar que los pueblos americanos consideraban a las demás comunidades similares a sí mismos. La experiencia del intercambio con otros pueblos de la colonización, de la guerra no les era ajena. En general, a pesar de que en el continente existieron sociedades con estructuras de poder complejas, incluso en el norte de América,63 las comunidades se concebían en términos de mutuo respeto hacia sus costumbres y su cultura. Esta actitud se basaba en la concepción que tenían del mundo espiritual. A riesgo de la imprecisión que suponen las generalizaciones, se puede decir que la mayoría de los pueblos americanos creían que los espíritus y los dioses protectores de cualquiera de ellos tenían un poder semejante y por eso todos los espíritus y todos los dioses merecían el mismo respeto.64 Vale la pena descubrir si los inuit y los indios americanos de las Aleutianas y Alaska tuvieron esa misma actitud hacia los rusos y, en ese caso, cómo y cuándo fue cambiando la percepción que tenían de ellos. Al modificarse las representaciones y las actitudes, analizo si esos cambios tuvieron relación con intentos de asimilación, de rechazo o de imitación65 por parte de los nativos hacia los rusos y viceversa.

La periodización que he adoptado para analizar este proceso corresponde a tres diferentes etapas que distingo en la actitud de los rusos hacia los pueblos americanos y el tipo de relaciones que tenían con ellos. La primera etapa abarca de 1741 a 1780, la segunda de 1781 a 1818 y la tercera de 1819 a 1867. Creo que en cada etapa existió una representación dominante de los nativos que fundamentó el tipo de vínculos que los rusos establecieron con ellos. Entre los europeos la clasificación cultural de los pueblos en orden jerárquico tiene una tradición antigua, esta tendencia subyace en la definición de “civilización” y por tanto de “civilización europea”.66 En el caso de los rusos este concepto sirvió para definir lo propiamente ruso frente a otros pueblos que no habían participado por completo de la tradición europea porque habitaban en Asia. Yuri Slezkine ha mostrado que los rusos consideraban culturalmente inferiores a los pueblos de cazadores-recolectores de Siberia con quienes trataron desde fines del siglo XVI.67 Los rusos europeos han tratado de transformar a los pueblos recolectores-cazadores con la intención de inducirlos a superar los diferentes grados de “salvajismo” que les atribuyen. Dada la semejanza que encontraron entre los pueblos siberianos y los habitantes de las Aleutianas y Alaska también los calificaron incivilizados y les atribuyeron diversos grados de “salvajismo”. A partir de esta representación es posible inferir si tuvieron la intención de modificar la cultura de los nativos. Simultáneamente, es viable detectar la respuesta de los nativos y la percepción que ambos tuvieron de los “criollos”.68

Los rusos desarrollaron la representación de lo “salvaje” durante su expansión en Siberia y lo aplicaron con facilidad a los nativos americanos. El salvajismo consistía en que los cazadores-recolectores no practicaban la agricultura y eran nómadas. Tampoco conocían el cristianismo ortodoxo, no hablaban ruso y tenían hábitos sexuales diferentes. Con el propósito de convertirlos en pueblos civilizados, se les enseñaba ruso, las bases del cristianismo ortodoxo, la dieta alimenticia rusa, a formar familias monogámicas y a cultivar y sedentarizarse.69 Todo ello mediante una educación formal o informal.70 A partir de la representación de los diversos pueblos americanos, observo las estrategias que utilizaron con el objetivo de reeducarlos y cómo cambiaron las opiniones que tenían de ellos si adoptaban o no las nuevas prácticas.

Por tanto, consigno los cambios en las prácticas culturales como el tipo de comida, las herramientas, el vestido, las viviendas, por mencionar algunos, que se puedan detectar tanto entre los colonizados como entre los colonizadores y que muestran la interculturalidad en su vida cotidiana. Pongo atención en las diferencias entre los rusos; como pertenecían a diferentes sectores sociales, las percepciones no coincidían.71 Por ejemplo, los primeros rusos que llegaron fueron los promyshlenniki, mientras que, en el siglo XIX, la burocracia pertenecía a la Armada Imperial. Cuando se fundó la Compañía Ruso Americana en 1799, los promyshlenniki se convirtieron en sus empleados y los oficiales se encargaron de administrar los recursos naturales y de proteger a los nativos, quienes también se registraban como empleados. El salario de los oficiales superó las ganancias que en sus mejores momentos obtuvieron los promyshlenniki.72 Los oficiales consideraban a los promyshlenniki menos civilizados73 que ellos, pero también menos salvajes que los nativos. En los últimos años de América rusa, algunos miembros de la armada y de la burocracia imperial utilizaron la imagen del “buen salvaje”74 para criticar a la Compañía asegurando que los nativos habían sido pueblos más nobles que los rusos, en consecuencia su presencia los había perjudicado sin aportar ningún beneficio al Imperio, por tanto, era deseable acabar con el monopolio comercial. Estas apreciaciones guiaron la política imperial hacia sus posesiones americanas.

Una de las designaciones más importantes que el Estado ruso aplicó a los pueblos del norte del Pacífico fue clasificarlos como “pueblos de yasak”.75 Esta categoría significaba que pagaban tributo en pieles, las cuales eran comercializadas por el Estado quien se quedaba con las ganancias. Cuando los tártaros dominaron las principalidades eslavas, que más tarde formaron parte de Rusia, exigieron el pago del yasak. Una vez que el príncipe de Moscovia se liberó del yugo tártaro y le tocó el turno de someterlos, también les impuso el pago del yasak. Esta tradición continuó con los pueblos siberianos y más tarde se aplicó en el norte del Pacífico. Cuando se fundó la Compañía Ruso Americana los nativos pagaban el tributo con trabajo. El principio era el mismo: los pueblos conquistados debían pagar tributo al zar y ese era el beneficio que se obtenía de los territorios anexados al Imperio.76

La presencia de los invasores perturbó la vida de los nativos de diversas maneras. En algunos casos las comunidades optaron por emigrar de sus lugares tradicionales de caza y recolección a fin de evitar el contacto con los rusos. Además de los fenómenos migratorios de los pueblos americanos, quiero explicar por qué los rusos colonizaron las Aleutianas y Alaska y por qué se fueron a Rusia cuando la colonia se vendió. Emigración que también se registra entre los criollos. En esta averiguación también juega un papel relevante la percepción que tuvieron de la sociedad colonial.77

Entiendo por “colonización” la acción que un pueblo ejerce sobre otro con el propósito de explotar en su beneficio los recursos naturales y humanos del grupo colonizado y en la que los involucrados modifican su cultura. Los rusos aprendieron de los nativos en dónde se encontraban los recursos naturales y cuáles eran los métodos más apropiados para explotarlos.78 Cuando los nativos se negaron a mostrarles a los invasores lo recursos de que disponían y dónde se localizaban, estaban resistiéndose a la colonización porque entendieron que perdían el control sobre ellos. Además, los nativos adoptaron una actitud defensiva79 cuando se percataron de la superioridad tecnológica militar rusa.

Pero no todos los pueblos se resistieron a integrase a la sociedad colonial. Trato de escudriñar cuándo y por qué las bandas que se resistieron cambiaron de actitud o si solo fue resultado de la superioridad de las armas y por qué hubo comunidades que desde un principio colaboraron con los rusos. Creo que la llegada de cazadores rusos provocó un desequilibrio con la naturaleza; por eso, los nativos buscaron nuevas formas de subsistencia. Algunas opciones los condujeron a enfrentarse a los rusos y otras, los llevaron a aceptar cohabitar y convivir con ellos. Cuando la integración fue voluntaria, las transformaciones culturales se aceleraron en ambas direcciones y ello también influyó en las percepciones de unos y otros.80 También hay testimonios de que muchos de ellos, como los tlingit, se adecuaron con éxito a la nueva situación.

Como en el resto del continente, la transmisión de nuevos microbios provocó una disminución acelerada de la población nativa. Esto facilitó la penetración rusa porque había menos habitantes y porque los rusos fueron percibidos como poderosos, pues casi no padecían las enfermedades que diezmaban a los nativos y, en algunos casos, hasta sabían curarlas.

Los marinos y comerciantes ingleses y estadounidenses, así como algunos españoles o franceses, influyeron en las relaciones entre rusos y nativos porque estos tuvieron la oportunidad de oponerse al control de aquellos, capitalizando la ayuda y la protección de sus competidores. Los nativos aprendieron a beneficiarse de las rivalidades que existían entre ellos; obtuvieron mejores precios por sus productos o aprovecharon para incorporarse a la sociedad colonial negociando mejores condiciones81. A su vez, los europeos y estadounidenses también supieron manipular las rivalidades que había entre los pueblos americanos con el propósito de controlarlos mejor, pero siempre evitaron que fueran aniquilados a fin de seguir beneficiándose de su trabajo.82

Estos son los conceptos, presupuestos y problemas de mi investigación cuyo objetivo es reconstruir los procesos de interculturalidad y transculturación que sobrevinieron durante la colonización rusa en América rescatando las percepciones y representaciones que elaboraron unos y otros, las cuales contribuyen a explicar el desarrollo histórico de dicho proceso.

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1 Una definición sencilla y útil es la de Alfred W. Crosby, Imperialismo ecológico. La expansión biológica de Europa, 900-1900, Trad. Monserrat Iniesta (Barcelona: Edit. Crítica, 1988), 26. “La cultura es un sistema de almacenaje y modificación de pautas de comportamiento no en las moléculas del código genético, sino en las células cerebrales. Esta transformación hizo de los miembros del género Homo los especialistas más avanzados del reino natural en adaptabilidad”.

2 David Christian, Mapas del tiempo. Introducción a la <<Gran Historia>>, trad. Antonio-Prometeo Moya (Barcelona: Crítica, 2007), 217-237.

3 Bronislaw Malinowski, Una teoría científica de la cultura. Trad. A.R. Cortázar (España: Sarpe, 1984); Elman Service, Los cazadores. trad. María Jesús Buxó (Barcelona: Edit. Labor, 1979).

4 Clifford Geertz, La interpretación de las culturas, trad. Alberto L. Bixio (Barcelona: Gedisa, 1996), 19-40.

5 Stuart Hall, “Introduction: Who Needs ‘Identity’?”, Questions of Cultural Identity, Stuart Hall y Paul du Gay, editores (Gran Bretaña: The Cromwell Press, 1996), 5.

6 J. R. McNeill y William H. McNeill, Las redes humanas. Una historia global del mundo, trad. Jordi Beltrán (Barcelona: Crítica, 2003) 1.

7 Tzvetan Todorov, Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad de humana, trad. Martí Mur Ubasart (México: Siglo veintiuno Editores, 1991), 15.

8 G.B. Steller, Iz Kamchatki v Ameriku. Byt i nraby kamchadalov v XVII veke. (Leningrado: Izdatelstvo, 1928).

9 G., Shelijov, Rossiiskago kuptsa imenitsago Rylskago grazhdanina Grigoria Shelejova pervoe stranstvovanie s 1783 po 1787 god iz Ojotska po Vostochnomu Okeanu k Amerikanskim beregam..., (Ciudad Santa de Pedro: 1793); G. Shelijov, Rossiiskago kuptsa Grigoria Shelijova prodolzhenie stranstvovania po Vostochnomu Okeanu k amerikanskim beregam v 1788 godu. (En la ciudad Santa de Pedro, año 1792); Thomas Jefferys, (ed.), Voyages from Asia to America, for completing the discoveries of the Northwest Coast of America. To which is prefixed, a summary of the voyages made by the Russians on the Frozen Sea, in Search of a Northeast Passage. Trad. S. Muller (Londres: impreso por T. Jefferys, 1761).

10 Divin, Russkie moreplavaniia na Tijom Okeane v XVIII veke (Moscú: Mysl, 1971); Gavrila A. Sarytschev, “Account of a Voyage of Discovery to the North-East of Siberia, the Frozen Ocean, and the North-East Sea by Gawrila Sarytschew Russian Imperial Major-General to the Expedition”, V. II, A Collection of Modern and Contemporary Voyages and Travels..., v. VI (Londres: impreso por Richard Phillips, 1807); Martin Sauer, An Account of a Geographical and Astronomical Expedition to the Northern Parts of Russia... (Londres: impreso por A. Strahan, 1802).

11 María Luisa Ramos Catalina y de Bardaxi, “Expediciones científicas a California en el siglo XVIII” en Anuario de Estudios Americanos, t. XIII (1956): p.309; “Carta del virrey a Valdez. (México), 23 diciembre 1788”, Biblioteca Nacional de México, Fondo de origen, 1683, ff. 309-310.

12 James Cook, A Voyage to the Pacific Ocean Undertaken by the Command of His Majesty, for Making Discoveries in the Northern Hemisphere..., V. II, (Londres: impreso por H. Huges, 1785); James Cook, The Journals of Captain James Cook on His Voyages of Discovery. The Voyage of the Resolution and Discovery 1776-1780, edición de J. C. Beaglehole, V. III, parte 2, (Cambridge: The Hakluyt Society at the University Press, 1967), 724-1648; Martha Ortega, “En busca de los rusos: expediciones novohispanas al noreste del Pacífico 1774- 1788”, Ma. Cristina Barrón y Rafael Rodríguez-Ponga (coords), La presencia novohispana en el Pacífico insular... (México: UIA, Embajada de España en México, Comisión Puebla V Centenario, Pinacoteca Virreinal, 1990): 125-137.

13 Hermann Ludwing Von Löwenstern, The First Russian Voyage Around the World. The Journal of… (1803-1806), Trad. Victoria Joan Moessner (Fairbanks: University of Alaska Press, 2003); Davidov, Dvukratnoe puteshestvie v Ameriku morskij ofitserov Jvostova i Davidova pisannoe sim poslednimat. Chasti pervaia y vtaraia, (S. Petersburgo: Tipografía moscovita, 1810-1812); Urey Lisiansky, A Voyage Round the World, in the Years 1803, 4, 5, and 6... (Londres: John Booth y Logman, Hurst, Rees, Orme y Brown, 1814); Frédéric Lutké, Voyage auteur du Monde, executé par ordure de sa Majesté l’Empereur Nicolas Ier, sur la corvette le Séuiavine dans les années 1826,1827, 1828 et 1829... (Paris: Tipografía de Firmin Diderot Freres, 1835-1836); Sauer, An Account...

14 V. N. Berj, Jronologicheskaia istoriia otkritiia Aleutksij ostrovov, ili podvigi rossiyskogo kupechestvo s prisovokupleniem istoricheskogo izvestiia o mejovoi torgovle (San Petersburgo: Tipografía N. Grecha, 1823).

15 George Vancouver, A Voyage of Discovery to the North Pacific Ocean..., V. III (Londres: G.G. y J. Robinson, Paternoster-Row y J. Edwards, Pall-Mall, 1798).

16 John Meares, Voyages Made in the Years 1788 and 1799, from China to the North West Coast of America... (Londres: Logografía Drefs, 1790).

17 William Coxe, Account of the Russian Discoveries Between Asia and America... (Nueva York: University Microfilms INC., Ann Arbor por Argonaut Press, 1966), (Facsímil de la edición de Londres: 1787).

18 Roberto Barreiro-Muro, Prólogo a la edición del Diario de Esteban José Martínez (1742-1798). Colección de diarios y relaciones para la historia de los viajes y descubrimientos, no. VI (Madrid: Instituto Histórico de Marina, 1964).

19Los españoles denominaban California a todo el territorio del noroeste de América, Íñigo Abbad y Lasierra, Descripción de las costas de California, ed. Sylvia L. Hilton (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto, “Gonzalo Fernández de Oviedo”, 1981).

20 Francisco Fuster Ruiz, El final del descubrimiento de América: California, Canadá y Alaska (1765-1822): aportación documental del Archivo General de la Marina (Murcia: Servicio de publicaciones Universidad de Murcia, 1997).

21 Jean-François de Galaup Lapérouse, Voyage autour du monde sur L’-astrolabe et la Boussole (1785-1788), Ed. Hélène Minguet (Paris: Ediciones La Decouverte, 1987).

22 IvanVeniaminov, Zamechaniia o koloshenekom i kadiaskom iazikaj i otchasti o prochij rossisko-amerikanskij... (San Petersburgo: Tipografía imperial de la Academia de Ciencias, 1846); Veniaminov, Zapiski ov ostrovaj Unalashkago otdela, sostavlenniia I. Veniaminovim. Chast vtoraia. Izdano izhdiveniem Rossiisko-amerikanskoy Kompanii (San Petersburgo, 1840).

23Hay excepciones como es el caso de los informes del gobernador F. P. Wrangel, “O torgovij snosheniiaj narod Severo-Zapadnoy Ameriki s chukgami”, Telescop Zhurnal, num. 26:2 (1835): 604-613.

24 K.T. Jlebnikov, Russkaya Amerika v neopublikovannij zapiskaj K.T. Jlebnikova. Sostavlenie, vvedenie i kommentarii R.G. Liapunovoi i S.G. Fedorovoi (Leningrado: Ciencia, 1979); P. A. Tikhmenev, A History of the Russian-American Company, Trad. y ed. Richard A. Pierce y Alton S. Donnelly, (Seattle y Londres: University of Washington Press, 1978).

25 Dmitrii I. Zavalishin, California en 1824, Trad. y prolg. Rina Ortiz (México: Breve Fondo Editorial, 1996); L. A. Zagoskin, Puteshestviia i issledovaniia letenanta Lavrentiia Zagoskina v Russkoi Amerike v 1842-1844 gg, ed. M.B. Chernenko, G.A. Agranam, E.E. Blomkvist (Moscú: Gosudarsbennoe Izdatelstvo Geograficheskoi Literaturi, 1956); Miguel Mathes, La frontera Ruso-Mexicana. Documentos mexicanos para la historia del establecimiento ruso en California 1808- 1842 (México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1990).

26 Dmitrii Zavalishin, Rossisko-Amerikanskaia Kompaniia (Moscú: Tipografía universitaria, 1865) hay una nueva edición de 2013.

27 Golovnin, Puteshestvie vokrug sveta, severshennoe na voennom shlope Kamchatka v 1817,1818 i 1819 godaj flota kanutanom Golovninim, Redactores V.A. Divin, K.F. Fokeev, S.D. Osokin (Moscú: Izdatelstvo, 1965); Pavel N. Golovin, Civil and Savage Encounters the Wordly Travel Letters of an Imperial Russian Navy officer 1860-1861 Pavel N. Golovin, Trad. y notas Basil Dmytryshyn y E.A.P. Crowhart-Vaughan, introd. Thomas Vaughan (Portland: Oregon Historical Society, 1983).

28 Edward Belcher, Narrative of a Voyage Round the World, Performed in Her Majesty’s Ship Sulphur, during the Years 1836-1842… (Londres: Henry Cikburn, 1843).

29 George Simpson, Narrative of a Journey Round the World During the Years 1841 and 1842. By Sir George Simpson Governor-in-Chief of the Hudson´s Bay Company´s Territories in North America (Londres: H. Colburn, 1847).

30 K.T. Jlebnikov, Colonial Russian America. Kirill T. Khlebnikov Reports 1817- 1832. Trad., introd. y notas B. Dmytryshyn y E.A.P. Crownhart-Vaughan (Portland: Oregon Historical Society, 1976); P. N. Golovin, The End of Russian America. Captain P.N. Golovin’s Last Report 1862, Trad., introd. y notas Basil Dmytryshyn y E.A.P. Crownhart-Vaughan (Portland: Oregon Historical Society, 1979).

31 Jlebnikov, Russkaia Amerika v zapiskaj Jlebnikova, Novo Arjangelsk (Moscú: Ciencia, 1985); Russkaia Amerika: no lichnym bpechatleniiam missionerov, zemleprojodtzev, moriakov, issledovatelei i drugij ochevidtzev. Ed. A.D. Dridzo y, R.V. Kinzhalov (Moscú: Mysl, 1994).

32 S. B. Okun, Rossiiko-amerikanskaia kompaniia (Moscú-Leningrado: Leningradvskii Gosudartviennii Universitet, Istoricheskii Facultet Gosudasrvennoe Sotzialno-economicheskoe Izdatelstvo, 1939); S.G. Federova, Russkoe naselenie Alaski i Kalifornii konetz XVIII veka-1867 g. (Moscú: Ciencia, 1971); Nikolai N. Boljovitinov, Doktrina Monro (Proesjozhdenie Jarakter) (Moscú: Instituto Mezhdunarochnyj Otnoshenii, 1959); Bolkhovitinov, Rusia y América (ca. 1523-1867) (Madrid: Edit. Mapfre, 1992); Boljovitinov, Russko-amerikanskie otnoshenia 1815-1832 (Moscú: Ciencia, 1975); Boljovitinov, Stanovlenie russko-amerikanskie otnoshenii 1775-1815 (Moscú: Ciencia, 1966); Nikolay N. Bolkhovitinov y Basil Dmytryshyn, “Russia and the Declaration of the Non-Colonization Principle: New Archival evidence”, Oregon Historical Quarterly, no.72 (junio, 1971): 101-126.

33 Aleksander I. Alekseev, Russkie geograficheskie issledovaniia na dalnem vostoke i v severnoi Amerike XIX-nachalo XX v (Moscú: Ciencia, 1976); R.V. Makarova, Russkie na Tijom okeane vo vtoroi polovine XVIII v., (Moscú: Ciencia, 1968).

34 D.M. Lebedev y V.A. Esakov, Russkie geograficheskie otkrytia i issledovania s drevnij vremen do 1917 goda (Moscú: Mysl, 1971): 188-190.

35Entre su producción se puede mencionar la obra R. G. Liapunova, Aleuty ocherki etnicheskoi istorii (Leningrado: Ciencia, 1987).

36 Andrei Valterovich Grinev, The Tlingit Indians in Russian America 1741-1867, trad. Richard L. Bland y Katerina G. Solovjova (Lincoln y Nueva York: University of Nebraska Press, 2005).

37 Enriqueta Vila Vilar, Los rusos en América (Sevilla: Escuela de Estudios Hispanos-Americanos, 1966).

38 Hector Chevigny, Russian America. The Great Alaskan Venture 1741-1867 (Nueva York: The Viking Press, 1966); Ilya Vinkovetsky, Russian America: an Overseas Colony of a Continental Empire, 1804-1867 (Nueva York: Oxford University Press, 2011).

39 James R. Gibson, Imperial Russia in Frontier America. The Changing Geography of Supply of Russian America, 1784-1867, cartógrafo Miklos Pinther (Nueva York: Oxford University Press, 1976).

40 Hubert Howe Bancroft, History of Alaska 1736-1885, The Works, V. XXXIII (San Francisco, L. A: Bancroft y compañía, 1886); H. H. Bancroft, History of the Northwest Coast 1543-1800, t. I, The Works, V. XXVII (San Francisco: L.A: Bancroft y compañía, 1884); Lydia T. Black, Russians in Alaska 1732-1867 (Fairbanks, Alaska: University of Alaska Press, 2004).

41 Clarence L. Andrews, “Alaska under the Russians-Industry, Trade and Social Life,”, Washington Historical Quarterly, V. VII (octubre, 1916): 278-295; F. A. Golder, “Mining in Alaska before 1867”, Washington Historical Quarterly, 7:3 (1916): 233-238; Hallie M. Mc Pherson, “The Interest of William Mc Kendree Gwin in the Purchase of Alaska, 1854-1861,” Pacific Historical Review, 3:1 (1934): 28-38.

42Howard I. Kushner, Conflict on the Northwest Coast: American-Russian Rivalry in the Pacific Northwest, 1790-1867 (Westport, Conn.: Greenwood Press, 1975).

43 Ryan Trucker Jones, Empire of Extinction. Russians and the North Pacific’s Strange Beast of the Sea, 1741-1867 (Nueva York: Oxford University Press, 2014).

44 Donald C. Davidson, “Relations of the Hudson’s Bay Company with the Russian-American Company on the Northwest Coast, 1829-67”, British Columbia Historical Quarterly, num. 5 (1941): 33-51; William E. Ireland, “James Douglas and the Russian-American Company, 1840”, British Columbia Historical Quarterly, num. 5, (1941): 3-66.

45 Mykhaylo Huculak, When Russia was America: the Alaskan Boundary Treaty Negotiations, 1824-1825, and the Role of Pierre de Poletica (Vancouver: Mitchell Press, 1971); Richard A. Pierce editor, Documents on the History of the Russian American Company, Trad. Marina Ramsay (Kingston, Ontario: Limenstone Press, 1976).

46 A. N. Pipin, Istoriia russkoi etnografii. IV tomi. Obshchii obzor izuchenii narodnosti i etnografiia veliko-russkaia, (San Petersburgo: tipografía M.M. Stasiolevicha, 1890-1892).

47 Lev A. Fainberg, Ocherki etnicheskoi istorii zarubezhnogo Severa (Aliaska, Kanada, Arktika, Labrador, Grenlandiia), (Moscú: Ciencia, 1971); Lev A. Fainberg, Obshchestvenny stroi eskimosov i aleutov: ot materinskogo roda i sosedskoi obshchine (Moscú: Ciencia, 1964); R. G. Liapunova, Materialnaia kultura aleutov: k probleme etnogeneza, Tesis, (Leningrado: 1970); Liapunova, Ocherki po etnografii aleutov, konets XVIII-pervaia polovina XIX v (Leningrado: Ciencia, 1975); Liapunova, Rukopis K.T. Jlebnikova “Zpiski o koloniiaj v Amerike” kak istochnik no etnografii i istorii Aliaski i Aleutskii ostrov, (Moscú: 1967).

48 William W. Fitzhugh y Aron Crowell, editores Crossroads of Continents: Cultures of Siberia and Alaska (Washington, D.C.: Smithsonian Institution Press, 1988); Aurel Krause, The Tlingit Indians; Results of a Trip to the New Coast of America and the Bering Straits, (Seattle: University of Washington, 1956); Federica de Laguna, Archeology of the Yakutat Bay Area, Alaska (Washington: Imprenta del gobierno de Estados Unidos, 1964); Federica de Laguna, The Story of Tlingit Community: A Problem in the Relationship Between Archeological, Ethnological, and Historical Methods (Washington: Imprenta del gobierno de Estados Unidos, 1960); Arthur E. Hippler, “Some Alternative View Points of the Negative Results of Euro-American Contact with Non-Western Group”, American Anthropologist, 76: 2, (1974): 334-337.

49 Sonja Luehrmann, Alutiiq Villages under Russian and U. S. Rule (Fairbanks: University of Alaska Press, 2008).

50 Richard B. Lee e Irven De Vore editores, Man the Hunter (Chicago: Aldine, 1968); Federica de Laguna, Under Mount Saint Elias: the History and Culture of the Yakutat Tlingit (Washington: Smithsonian Institution Press, 1974); James W. Van Stone, Eskimos of the Nushagak River (Seattle, Londres: University of Washington Press, 1967).

51José Luis Peset editor, Culturas de la Costa del Noreste de América (España: Turner, 1989); Destinos cruzados: cinco siglos de encuentros con los amerindios (México: UNESCO, Siglo XXI, 1996).

52 A. B. Harper, “Origins and Divergences of Aleuts, Eskimos and American Indians”, Annals of Human Biology, num. 7: 6 (1980): 547-554.

53 Van Stone, Eskimos of…; Federica de Laguna, Under Mount Saint Elias….; Norman A. Chance, The Eskimo of North Alaska (Nueva York: Chicago, San Francisco, Toronto, Londres: Holt, Rinehart y Winston, s. d.).

54Arjiv Vneshnii Politikii Rossii. Los nombres en español de los archivos rusos citados los tomamos de Svetlana Yangulova de C.,“Visita de archivistas mexicanos al Servicio Archivístico de la Federación Rusa”, Secretaría de Gobernación, Archivo General de la Nación, Boletín, num. 7 México, 6ª época (enero-marzo 2005): 137-155.

55 Patricia Kennedy Grimested, Archives and Manuscript Repositories in the USSR. Moscow and Leningrad, (Princeton: Columbia University, Studies of the Russian Institute, 1972). La guía sigue siendo útil. Raymond H. Fisher, Records of the Russian-American Company 1802, 1817-1867, (Washington: National Archives and Records Service, General Services Administration, 1971) (National Archives Microfilm Publications Pamphlet Describing M 11); Estados Unidos, Archivos Nacionales, Microfilm Resources for Research. A Comprehensive Catalog, (Washington: National Archives and Records Administration, 1990). También se pueden consultar las páginas oficiales de los archivos en donde se pueden encontrar algunos de los catálogos y documentos.

57Istoricheskii Gosudarstvennii Arjiv Rossii

58 James Axtell, Beyond 1492. Encounters in Colonial North America (Nueva York: Oxford University Press, 1992): 311; Annette Rosentiel, Red and White: Indian Views of the White Man, 1492-1928 (Nueva York: Universe Books, 1983): 7-9.

59 Guy Rozat, América, imperio del demonio. Cuentos y recuentos (México: Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 1995): 7-11.

60 Rozat, América imperio del demonio,126.

61 Axtell, Beyond 1492, 77-78.

62 Axtell, Beyond 1492, p.X.

63 Elman R. Service, Origins of the State and Civilization. The Process of Cultural Evolution (Nueva York: W.W. Norton, n.d.); Kent Flannery y Joyce Marcus, The Creation of Inequality: how our Prehistory Ancestors Set the Stage for Monarchy, Slavery, and Empire (Cambridge, Ma.,: Harvard University Press, 2012); J. Stuart Fiedel, Prehistoria de América. Trad. Marcela Ríos (Barcelona: Crítica, Grijalvo Mondadori, 1996).

64 Axtell, Beyond 1492, 30,33.

65 Axtell, Beyond 1492,100.

66 Roger Bartra, El salvaje en el espejo (México: Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Difusión Cultural, Coordinación de Humanidades, Ediciones Era, 1998); Todorov, Nosotros, 85-86, 88-89.

67 Yuri Slezkine, Arctic Mirrors. Russia and the Small Peoples of the North (Ithaca: Cornell University Press, 1994).

68En las colonias rusas se denominaba criollos a los hijos de los rusos y los nativos, es decir, los mestizos.

69 Selzkine, Arctic Mirrors…, 34; Galya Diment, y Yuri Slezkine editores, Between Heaven and Hell. The Myth of Siberia in Russian Culture (Nueva York: St. Martin`s Press,1993), 13-16.

70 Sleznike, Arctic Mirrors…,58-60; La educación informal se refiere a la instrucción que los rusos dieron a los nativos americanos fuera de una institución educativa. Por el contrario, educación formal es la que se les dio a los nativos americanos en las escuelas de las colonias rusas o en instituciones rusas como en la Escuela Naval.

71 James Gibson, “Paradoxical Perceptions of Siberia: Patrician and Plebeian Images up to the Mid-1800s” in Diment y Slezkine, Between Heaven and Hell..., 67-93.

72 Tikhmenev, A History of…, 370-371.

73 Lutké, Voyage auteur du Monde…, T I, 122.

74 Todorov, Nosotros…, 61-64.

75 Slezkine, Arctic Mirrors…, 14.

76 Slezkine, Arctic Mirrors…, 37-40.

77 Axtell, Beyond 1942…, 229.

78 Axtell, Beyond 1942…, 64.

79 Axtell, Beyond 1942…, 99.

80 Axtell, Beyond 1942…, 116.

81 Axtell, Beyond 1942…, 110-113.

82 Axtell, Beyond 1942…, 262.

Recibido: 13 de Diciembre de 2022; Aprobado: 24 de Abril de 2023

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