SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue54Too much Benjamin author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Historia y grafía

Print version ISSN 1405-0927

Hist. graf  n.54 México Jan./Jun. 2020  Epub May 30, 2020

https://doi.org/10.48102/hyg.vi54.316 

Reseñas

Reflexiones sobre los 25 años de Historia y Grafía 1989: una época de escepticismo*

Reflections on the 25 Years of Historia y Grafía. 1989: A Time of Skepticism

Alfonso Mendiolaa 

aDepartamento de Historia. Universidad Iberoamericana Ciudad de México. México. Correo: alfonso.mendiola@ibero.mx


I

Historia y Grafía nace, tiene su origen, emerge, ¿qué palabra es pertinente para hablar del pasado? Origen, demasiado mitológico; nacer, en extremo biológico; emerge, propiamente cibernético. ¿Cómo hablar del pasado, con qué concepto? Habrá alguno que sea apropiado. Quizá la única salida es comenzar con un relato. La historia como una narración. La historia como una forma particular de escribir. La historia, como diría Certeau, antes que otra cosa, es un cuento. Todo comienza con la frase “había una vez”.

Al inicio de los noventa…, un problema más para pensar, ¿existe la cronología?, ¿o ella es sólo una ficción? Existe la unidad siglo, década, año, mes, día. Aún más, ¿existe la historia del siglo XVII, es decir, hay alguna unidad que nos permita hablar del siglo xvii como algo homogéneo? Demasiado escepticismo para empezar una charla de 30 minutos. 30 minutos, ¿qué es eso?

El proyecto de la revista se da en el momento en que las grandes teorías se desvanecen. El número uno de Historia y Grafía se publica en 1993 dedicado, como no podría ser de otra manera, al historiador jesuita, Michel de Certeau. La revista es planeada después de la caída del muro de Berlín. O mejor dicho, en ese momento. Es hija de una época de dudas, en la cual -se vuelve necesario- repensarlo todo; pero no se pretendía repensarlo todo para volver a encontrar certezas o fundamentos sólidos. Al contrario, el reto era cómo aprender a hacer historia sin verdades universales. La década de los noventa, en tanto época de crisis, obliga a historizarlo todo. Regresábamos, pero como todo retorno, con muchas diferencias, a la polémica del “historismo” de finales del siglo XIX. Y, poner en cuestión la existencia de verdades no es otra cosa que tratar de asumir la modernidad. Al inicio de la revista considerábamos que, si la sociedad moderna tiene como centro propulsor de su nacimiento la Revolución industrial, por otro lado, y con la misma importancia, trae consigo la exigencia de pensarlo todo de manera inmanente, es decir, histórica. Ahora, estudiar una sociedad que se regula por hechos contingentes, es decir, históricos, exige, para ser consecuentes, historizar la propia historia. Hacer historia de la historia. La pregunta central de la política editorial se basada en la siguiente tesis: si la modernidad se diferencia de las sociedades premodernas por el hecho de disolver todas las esencias, esto es, por historizarlo todo, entonces lo que debíamos hacer era historizar a la propia historia. Digámoslo con mayor claridad: si el historiador historiza todo lo que estudia y, al hacer esto, lo vuelve relativo, por qué no historizarse a sí mismo. Todo estudio del pasado que hace el historiador, también puede, o mejor dicho, debe historizarse a sí mismo. El que hace historia, el historiador, también debe aceptar que lo historicen a él mismo. Y al historizarse a sí mismo vuelve relativo todo lo que diga él del pasado que estudia.

De esa problemática surgió, evidentemente siguiendo a Michel de Certeau, el título de la revista. Historiografía o historia y grafía. El título era y es una invitación a pensar qué hace el historiador cuando hace historia. La pregunta que, en ese momento, y quizá aún ahora, parecía absurda, era la siguiente: ¿qué tipo de pasado es el que construye el historiador cuando escribe historia? De alguna manera, queríamos sostener que el historiador no tiene el monopolio del pasado, sino que hay muchos oficios, junto con el suyo, que representan el pasado en su escritura. Cada uno de ellos realiza, para construir ese pasado, una clase de operaciones; esas operaciones eran las que queríamos estudiar en el quehacer de la investigación propia del historiador. Lo que la revista ponía en duda era la existencia del pasado como algo independiente de las formas en que se representa en la narrativa histórica. Pensábamos que las entidades históricas como Edad Media, Renacimiento, Revolución francesa, etcétera, existían como sustancias narrativas y no como realidades que podrían ser vistas sin la mediación narrativa. Por ello pensábamos que no había una Revolución francesa, sino muchas, según las coyunturas históricas en que se escribió acerca de ella. De lo anterior, se pensó que negábamos la verdad del conocimiento que produce el historiador, pero no era así. La investigación histórica, según las épocas y las comunidades de historiadores, generan sus propios regímenes de verdad. Cada época sigue unas reglas para producir el conocimiento del pasado. Lo que sí teníamos claro es que esas reglas también son históricas. Para la modernidad, nada está fuera de la historia. El reto de la revista era pensar históricamente de manera radical, esto es, hacer el esfuerzo por historizarlo todo. Hasta a los que escribimos la historia. Al tomar en cuenta lo anterior se podría uno preguntar qué relato hago yo de los veinticinco años de la revista.

Después de lo anterior, ahora viene lo más difícil de todo. ¿Qué nos permite hablar de cuándo nació Historia y Grafía?: un documento escrito o un testimonio oral, o quizá en este caso sólo unos recuerdos. Pero si todo documento, en tanto que recuerdo, por necesidad tiene que olvidar algo. Todo documento muestra y oculta. Toda memoria se estructura en la articulación de recuerdo y olvido. El “mal de archivo”, o la nostalgia del pasado. Aquello que se ha ido, y se ha ido para siempre. Tal vez eso sea el pasado. En fin, Historia y Grafía es una comunidad donde todas las evidencias del oficio del historiador pueden ponerse en cuestión. Eso es historia y grafía: un campo de diálogo sobre todas las evidencias de un oficio. ¿Qué es el pasado, cómo accedemos a él, cómo es posible representarlo en la escritura, la imagen, lo digital? ¿Qué relación establecemos entre el presente desde el cual escribimos y el pasado del que escribimos? ¿Qué es que yo, Alfonso Mendiola, hable de Historia y Grafía en 2019? ¿Habría hablado de la misma manera en 2009? Por supuesto que no. Este vértigo de dudas es el origen de Historia y Grafía. La revista quiso, o tuvo el deseo, de que los historiadores dudáramos de nuestras certezas. No para quedarnos en ellas, sino para, por medio de esas dudas, hacer mejor nuestra tarea. Historia y Grafía nació por la deuda que tenemos con esa tarea de unir “la realidad pasada con la escritura”.

2

Historia y Grafía es un espacio abierto de diálogo, donde las certezas se construyen para desvanecerse. Nos encontramos entre la consolidación de la forma (cosificación) y su disolución. ¿Será eso el tiempo histórico? Fluir permanente de la contingencia. Carencia de fundamentos absolutos. Pensar desde la inmanencia. Esta disolución de los universales o de las esencias, como señalé, fue lo que trajo consigo la modernidad con la conciencia de la historicidad. Pensar el tiempo históricamente es lo que funda a la modernidad. Lo propio de la modernidad es la conciencia histórica. Desde ella toda la tradición veteroeuropea se puso en cuestión. Todo el saber de una forma civilizatoria basada en el pensamiento trascendente se vino abajo.

Hacer historia, pensar de manera histórica consiste en remitir ideas, acciones, doctrinas a lugares sociales; y esa operación hace que todo se vuelva “relativo”. El mundo moderno, por su conciencia de la historicidad, todo lo que toca lo vuelve contingente. La modernidad se reproduce económicamente, políticamente, culturalmente, etcétera, orientándose a partir de valores relativos. No hay nada más enigmático que orientarse por valores que no son universales. Todo el siglo xix tratará de contestar a esa pregunta. Esa discusión se dará de modo particular en el mundo alemán de la segunda mitad del xix a principios del xx. Esa discusión se llevará a cabo desde Kant y contra Kant. Los escritos de todo los neokantianos. Droysen, Dilthey, Cohen, Rickert, Simmel, Weber, etcétera. Ellos iniciaron Historia y Grafía. Después vino Michel de Certeau con la “escritura de la historia”.

3

La revista nace en el momento del “giro lingüístico”. Simplificándolo, podríamos decir que sostuvo que nuestro acceso a lo real estaba mediado por la textualidad. La realidad pasada nada más se nos daba a partir de la forma en que hablábamos o escribíamos de ella. De esta tesis se dio nuestra cercanía a autores como A. C. Danto, Louis Mink, Paul Ricoeur, Hayden White y otros. Queda claro que el título de la revista, Historia -realidad- y Grafía -lenguaje-, expresaba esa discusión. El pasado se nos daba por la mediación de la escritura. Por supuesto que nuestra recepción de Michel de Certeau se dio en ese debate. La reflexión sobre el hacer historia en el momento en que se funda la revista estaba centrada en la representación escriturística que se hacía del pasado. Con ello sosteníamos que el acceso al pasado no se lograba por una aproximación ontológica (cuál es la realidad del pasado), tampoco por un acercamiento sólo y exclusivamente epistemológico, sino por medio de un estudio de los estilos literarios por medio de los cuales se puede hablar del pasado. De esa propuesta surgió el interés por las frases narrativas de Danto, por la poética de la historia de White, por tiempo y narración de Paul Ricoeur, por el futuro pasado de Koselleck. Hoy, pero hoy, 2019, podemos ver que fue una apropiación histórica de esos autores. Con seguridad ahora los leemos de manera distinta, y con toda certeza, otras comunidades de interpretación los leían de forma distinta en ese momento. Dicho con precisión, no hay autores sino apropiaciones de los autores. No existe Aristóteles sino lecturas de Aristóteles que han permitido que se continúe leyendo hasta hoy. ¿Tiene vigencia hoy esa pregunta por la forma escriturística de la historia? ¿El problema sigue allí? La respuesta de la revista, por obvias razones, es no. Si la revista, como he dicho, quiere pensar históricamente, tenemos que aceptar que la discusión ha cambiado. Diría de modo esquemático que hemos pasado por varias discusiones sobre el oficio del historiador: a) la conciencia de que no había esencias y verdades universales (el historismo); b) la validez del conocimiento histórico (la lógica de la investigación) y c) la pregunta por la representación literaria del pasado (la forma narrativa de la historia). ¿Dónde está la discusión hoy? Hemos pasado del sentido (la hermenéutica) a la presencia (la estética). Tenemos a Hans Ulrich Gumbrecht, Elco Runia, Frank Ankersmith, entre otros (hay que destacar que Historia y Grafía ha publicado artículos de ellos, es decir, no hemos estado ajenos a estos cambios). Estamos ante una reapropiación del concepto de sustancia aristotélico. Pasamos de la lingüística a la estética. De la filosofía de la historia narrativista a la filosofía de la presencia estética del pasado. De Hempel (la lógica de la explicación) a Certeau (la retórica de la escritura) y, de Certeau a Gumbrecht (la vivencia del pasado). Además, no podríamos dejar fuera la discusión sobre el espacio que se plantea en la actualidad. El espacio como construcción social nos permite hacer un estudio estratificado del tiempo.

¿Qué hacer para mantener la revista en la discusión actual? No por deseo de estar al día o a la moda, sino por el hecho de que las cosas inmanentes se mueven en el tiempo histórico. 1993 no es 2019.

Antes de terminar quiero destacar que esta reflexión sobre el quehacer del historiador, en Historia y Grafía, siempre se hizo y se hace articulada con la práctica de la investigación de historia. La revista ha dado cabida con gran interés a los estudios de historia. La revista va de la reflexión al quehacer de la historia. La teoría de la historia, si no se relaciona con la investigación histórica, es vacía; aún más, inútil, pero la investigación histórica sin teoría es ciega. Por esta razón Historia y Grafía no sólo publica ensayos de teoría sino también investigaciones de historia. Por último, la revista siempre ha estado interesada por los cambios en la práctica de la investigación histórica. De la historia cuantitativa a la historia de las mentalidades, de la de las mentalidades a la cultural, de la cultural a la del tiempo presente, de la del tiempo presente a la historia global. Una de las tareas de la revista es fungir como un sismógrafo para entender estas nuevas maneras de hacer historia.

* Conferencia presentada el 14 de agosto de 2019 en la Universidad Iberoamericana, como parte de los actos conmemorativos de los 25 años de Historia y Grafía.

Recibido: 24 de Septiembre de 2019; Aprobado: 12 de Octubre de 2019

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons