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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.54 México ene./jun. 2020  Epub 06-Feb-2020

https://doi.org/10.48102/hyg.vi54.314 

Expediente

Entrecruzamientos del tiempo

Preliminares

Preliminaries

Alfonso Mendiolaa 

aDepartamento de Historia, Universidad Iberoamericana Ciudad de México, México. Correo: alfonso.mendiola@ibero.mx


Este expediente da un salto del siglo XVI al XVIII. La periodización clásica de la historia nos diría que se trata de la primera modernidad. Pero los lectores verán que los ensayos nos demuestran que hay niveles evolutivos diferentes en cada periodo. No toda la sociedad evoluciona al mismo ritmo. Hay marcos de acción y representación que prevalecen más allá de lo que las periodizaciones nos dicen. Ya Le Goff nos hablaba de una larga Edad Media. Hoy diríamos que las rupturas o continuidades dependen del estrato de la sociedad que se estudia. En un mismo siglo se viven distintas épocas. Si la historiografía de los setenta insistió en las rupturas, la de los sesenta resaltó las continuidades. Me gustaría que los lectores vieran, en la lectura de este expediente, que las nociones de ruptura o continuidad, con respecto a la historia, no son realidades en sí. Afirmar una o la otra depende del tema que cada investigación problematiza. No hay rupturas ni continuidades, lo que hay son preguntas.

Los primeros tres artículos se mueven en el territorio de las representaciones escriturísticas del Nuevo Mundo. La escritura, como medio para dotar de sentido al mundo que se observa, muta, en el campo semántico, con gran lentitud. La escritura conserva imágenes del mundo que muy probablemente no cambian con la velocidad que lo hace la estructura social. La imagen sería la siguiente: el mundo social cambia, pero el modo en que la escritura lo comprende no sigue su velocidad. La escritura como tecnología de comunicación es, en sí misma, conservadora. ¿Conservadora de qué? Sobre todo de semánticas. Si partimos de un nominalismo ontológico, es decir, de la tesis de que las palabras designan lo real, podríamos afirmar que el lenguaje teológico medieval sigue dando significación a una realidad que transita hacia formas nuevas. Michel de Certeau, en “La formalidad de las prácticas”, nos aclara cómo la permanencia de una representación religiosa del mundo, durante el siglo xvii, es leída, por otro sector de la sociedad, desde un marco político. Del mundo religioso teológico-medieval al mundo político-económico.

Esos tres primeros artículos analizan la forma en que los textos escritos en el XVI entienden el Nuevo Mundo desde la historia de la salvación. El otro -en este caso el nativo de este Nuevo Mundo- es descrito desde la mentalidad teológica europea. El sistema lingüístico que utilizan construye un indio europeizado. Óscar López Meraz, leyendo las crónicas franciscanas del siglo XVI, nos señala que lo que encontramos en ellas no es al indio sino a la mentalidad de los mendicantes. Como demuestra François Hartog, lo que tenemos es una “retórica de la alteridad”. Andrea Mondragón explica cómo las descripciones del mundo americano del viajero Diego de Ocaña se hacen desde los fantasmas medievales. Mientras que Marcos Santiago Cuautle Aguilar expone la política de fray Bartolomé de las Casas desde la concepción de la monarquía que se tenía en esa época. Dicho de otra manera, el “defensor de los indios” es un hombre de su tiempo. Estos ensayos exponen por qué el siglo xvi no es moderno, sino medieval.

Por otro lado, Armando Azúa García, analizando a Yraeta en la segunda mitad del siglo XVIII, nos hace ver que el mundo ha cambiado. Pero retomando lo del principio, no es que se haya transformado, y de esta manera abandonado la lógica de acción y pensamiento medieval, sino que el problema que Azúa estudió nos revela una ruptura radical: los intercambios comerciales en la esfera mundial. Este ensayo sostiene una tesis importante: la historia que quiera entender la lógica económica de Yraeta tiene, por fuerza, que ser global.

Este expediente, por un lado, nos muestra la permanencia de la larga duración de un mundo medieval, y. por el otro, la emergencia del mercado a nivel mundial. Los historiadores tendremos que seguir reflexionando sobre el tiempo. Ninguna sociedad evoluciona con el mismo ritmo en todos sus niveles.

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