SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número50La fábula mística: una fenomenología de la escrituraUn hilo de Ariadna para el laberinto blumenberguiano índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.50 México ene./jun. 2018

 

In memoriam

Hayden White (1928-2018): una heteroglosia in-finita del relato histórico

Hayden White (1928-2018): An Infinite Heteroglossia of the Historical Account

José Enrique Atilano Gutiérrez1 

1 Departamento de Historia Universidad Iberoamericana, México.


El pasado es tan fantasmal como real; es el caso de la representación de una presencia fantasmal en la historia de los miembros de una familia y de los cuales uno se avergonzó en el pasado; a ellos los denominamos ovejas negras, son fantasmas: han existido y no se irán, no obstante se prefiere olvidarlos.

Hayden White, entrevista realizada por Alfonso Mendiola, Historia y Grafía,12, 1999, p. 233.

El nombre propio Hayden White ha muerto. ¿En qué medida es que el nombre propio que acompañó a una persona a lo largo de unas cuantas decenas de años se decida que debe desaparecer? ¿Quién muere bajo qué circunstancia? Cuando leí la avalancha de noticias compartidas en las redes sociales anunciando que “el historiador Hayden White ha muerto”, “H. White murió”, “El metarrelatista Hayden White ha muerto”; lo primero que vino a mi mente fue buscar aquel número de Historia y Grafía en donde dos grandes intelectuales: Hayden White y Alfonso Mendiola, entablaron una conversación en alto grado productiva.1 Y ahí estaba la fuerza discursiva y enunciativa del profesor White de manera tan viva, o, por lo menos, la idea que yo tenía de aquel nombre propio criticado con tanta acritud en algunas ocasiones, y tan bien recibido en otras.

Retomo algunas partes de aquella “geografía de la voz” y expongo algunas inquietudes que me abordan en el contexto en que escribo estas páginas.

la mayoría de los grandes filósofos de la historia no eran historiadores, es decir, no eran historiadores profesionales. Desde luego, si tratas a la historia más como un discurso que como una ciencia, comienzas a escribir una historia de la escritura de la historia; el texto que los historiadores producen es tu documento primario. La gente dice que soy un filósofo de la historia, pero no es cierto (p. 220).

Para el profesor White quedaba clara la idea de que el hombre había perdido la certeza de nombrar las cosas desde la caída del primer hombre en el paraíso. Del acto de nombrar adánico, lo que de entonces en adelante se tuvo es el acto de recordar, de una manera gris y nada fiable, tan sólo un puñado de enunciados y nombres propios funcionales. Definir al profesor White como un filósofo de la historia es investirlo de una función que no evoca su práctica intelectual en sí. “Decir” y “hacer lo que se dice” es un trecho intelectual que Hayden White tenía perfectamente definido

¿Qué se dirá de hoy en adelante acerca de lo que fue Hayden White para la historiografía occidental? ¿Seguirá siendo enunciado y señalado como el apóstol del relativismo y el metalenguaje? El nombre propio es lo que en realidad no puede morir; será éste el responsable de que aquel cuerpo, ahora ausente, entronice e institucionalice el pensamiento mortal del intelectual. La evocación de la finalidad de este nombre propio posibilitará la diversidad de opiniones, posturas, bandos, sinrazones y adoraciones de lo ahora perdido. La batalla por el desciframiento tropológico de la vida de White (a partir de su muerte) ha empezado. Bastiones y legiones de intelectuales harán correr ríos de tinta para darle la mejor forma y estética al recuerdo de alguien que por viva voz no anunció su partida. Michel de Certeau lo expresa de la siguiente manera: “De tal modo, el vivo (salvaje) permite hacer ‘hablar’ al muerto (antiguo), pero los salvajes no son oídos sino como las voces de los muertos, ecos de una Antigüedad muda”.2 Guturaciones salvajes y constreñidas de aullidos conceptuales empezarán a querer hacer resucitar el eco-mudo en el que ahora White se ha tornado de manera involuntaria. Esos salvajes que surgirán de las instituciones llevarán colgados pedazos de aquel cuerpo-reliquia y poblarán un mundo en donde la incertidumbre de la producción histórica empezará a ser mayor. ¿De qué manera hacer resucitar al que ya ha partido? Conmemoraciones como la que en las presentes páginas se lee, demandarán la presencia de aquel que ahora ha perdido su voz, su escritura.

En efecto, ha muerto un nombre propio finito, pero emerge un doble escriturísticamente inmortal. En palabras de Michel Foucault: “espejea un lenguaje sin sujeto asignable, un pronombre personal sin persona, un rostro sin expresión y sin ojos, un otro que es el mismo”.3 Ficciones corporales permitidas por la escritura que evocarán el recuerdo de una imagen falseable de un sujeto que jamás se conoció en su totalidad. Referencias a sus enunciaciones mal colocadas que crearán dogmas de fe intelectual y construirán una ecclesia sin fronteras. Heteroglosias investidas de recuerdos, emociones, tropos, formas discursivas; grafías que recrearán un rostro múltiple y sonoro. Ha llegado al panteón intelectual de Occidente un fantasma escriturístico que no tiene una tumba donde descansar porque la sociedad misma se ha negado a construirle una. La privación del descanso en nuestro presente de su memoria y la imposibilidad de referir su obra y persona en pasado, traerán para el nombre y recuerdo de Hayden White un eterno deambular epistémico fantasmal.

¿Estamos preparados para afrontar el cambio de ilocución en las obras de Hayden White? Si tomamos como cierta la tesis de Michel de Certeau en donde nos dice que el cuerpo ausente institucionaliza el discurso de un saber, considero que el culto a los muertos ayudará con facilidad a crear una distancia epistémica favorable para reconsiderar la manera en que se ha utilizado la producción intelectual del autor de Metahistoria. La tranquilidad que produce el silencio de los muertos hará que muchas enunciaciones se autonombren dignas de seguir el ideal de White, y que empiecen a enarbolar los circuitos comunicativos intelectuales. “El Rey ha muerto. ¡Viva el Rey!”

1Véase arriba el epígrafe.

2Michel de Certeau, El lugar del otro. Historia religiosa y mística, Buenos Aires, Katz, 2007, p. 121.

3Michel Foucault, El pensamiento del afuera, Barcelona, Pre-Textos, 2008, p. 65.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons