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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.50 México ene./jun. 2018

 

Expediente

Blumenberg en perspectiva histórica

Metaforología, metafórica e inconceptualidad: una perspectiva epistemológica

Metaphorology, Metaphorical and Unconceptuality: An Epistemological Perspective

Fernando Betancourt Martínez1 

1 Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM , México


Resumen

El artículo busca explorar las posibilidades de una lectura epistemológica de la metaforología propuesta por Hans Blumenberg. Para ello se trabaja desde dos momentos cruciales: por un lado, la lógica procedimental propia de la investigación metaforológica, y, por el otro, el planteamiento teórico que le subyace y que termina centrando su atención en lo propiamente conceptual. Este último aspecto, el teórico, fue reformulado por Blumenberg en el sentido de una reflexión sobre el carácter inconceptual de todo concepto. Ambas se resumen en el rendimiento reflexivo aplicable al fenómeno de la comunicación como aspecto cognitivo de gran amplitud.

Palabras clave: epistemología; metáfora; Hans Blumenberg; metodología; teoría de sistemas; metafóricas

Abstract

The article seeks to explore the possibilities of an epistemological reading of the metaphorology proposed by Hans Blumenberg. For this, it is worked from two crucial moments, on one side, the procedural logic of metaphorological research, and on the other, the theoretical approach that underlies it and ends up focusing its attention on the conceptual. This last aspect, the theoretical, was reformulated by Blumenberg in the sense of a reflection on the inconceptual character of all concepts. Both are summarized in reflective performance applicable to the communication phenomenon as a cognitive aspect of great amplitude.

Keywords: epistemology; metaphor; Hans Blumenberg; methodology; systems theory; metaphorics

Introducción

El presente escrito busca explorar una vía pertinente para repensar ciertos elementos formulados por Hans Blumenberg en términos de metaforología. No se trata de un trabajo de lectura que se interese como prioridad por aclarar las condiciones bajo las cuales adquiere legitimidad una obra, o una parte sustancial de la misma, en el marco de una discusión más abarcante. En este sentido, el trabajo interpretativo se enfila a explicar un conjunto de textos en función ya sea de la clarificación intencional que la mueve, ya sea por la novedad o validez alcanzada frente a posturas contemporáneas o por las que le siguen. Contrario a la manera por la cual se han sancionado prácticas de lectura tan caras a nuestra tradición académica, en este trabajo el intento consiste en poner a funcionar un conjunto enunciativo con relación a problemas que no estaban presentes -o no tenían significación precisa en esos momento- reconociendo la distancia histórica irreductible que lo condicionan.1

Se trata de encarar lo discursivo en tanto proceso comunicativo. Así, lo propio de la escritura impresa, en este caso los libros de Blumenberg, consiste en que introduce un doble efecto en el nivel de la recepción o lectura. Primero, diferencia entre lo actual de la recepción y el momento de emisión de enunciados escritos, entre el momento de la lectura y el de la escritura. Distancia manifestada como separación histórica y con la cual se logra abrir espacio para una multiplicidad de posibilidades, ya sea en los enlaces que es dable establecer hacia atrás, o ya sea en los que se siguen de manera consecutiva.2 Diversidad de posibilidades a partir de la cual es posible destacar la capacidad de enlazar comunicaciones previas con las subsiguientes, en una secuencia que en teoría de sistemas se denomina recursividad. Noción que expresa el hecho de que la comunicación sólo se continúa o reproduce con más comunicación.

Segundo, como la comunicación es un evento sometido a grados intensos de improbabilidad, es decir, donde las expectativas de su continuidad recursiva son sumamente bajas, la escritura impresa permite enfrentar dicha condición evanescente. Ella posibilita la conservación y reactualización de comunicaciones previas que se considera necesario asegurar. A esta conservación la tradición la ha denominado semántica, que es, para todo efecto práctico de la recursividad, una forma de estructurar comunicaciones previas, conservarlas y disponerlas para comunicaciones futuras. Como estructura, posee la cualidad de ser repetible, donde dicha cualidad se presenta en momentos y situaciones diversas. De ahí que se hable de un doble efecto implícito en el fenómeno de repetibilidad: la condensación y la confirmación generalizante. Condensación significa que la estructura repetible sea la misma, a pesar de los momentos y situaciones diferentes, mientras que la confirmación permite identificar formas de variación en la estructura recurrente.3

De modo que los textos de Blumenberg centrados en la cuestión de la metaforología que aquí se trabajan, son tomados en su perspectiva comunicativa. Lo que conlleva un análisis de los fenómenos de condensación y confirmación generalizante -entiéndase cada rubro como forma de recuperación semántica- en una doble perspectiva, esto es, en tanto estructuras de redundancia y generación de posibles variaciones.4 Todo la antes expresado apunta a una cuestión central: ¿es posible una relectura de la metaforología a partir de cuestiones abiertas por la teoría de sistemas contemporánea y por las investigaciones llevadas a cabo en al campo de la cibernética? Problema que conduce a un cambio en el orden mismo de la interrogación. Más que preguntar por el qué de una lectura de la obra de Blumenberg y su significación actual, se trata de interrogar por la manera en que es posible la articulación funcional de ciertas partes enunciativas en un marco reflexivo y problemático diferente.5

Coincidente con el doble papel de la redundancia y la variación propuesto por la teoría de sistemas -cosa que no debería causar sorpresa alguna-, Michel de Certau hizo notar un rasgo central del denominado “trabajo científico”. Si dicho trabajo se desarrolla a partir de modelos formulados con anterioridad, lo crucial se juega en el establecimiento de diferencias significativas que, después, pueden ser objeto de tratamiento técnico. Frente a un conjunto de unidades formales o series, el punto crucial se establece en el nivel de las diferencias apreciables a partir de los límites de dichas unidades.6 Se puede decir de otra manera: no es posible quedarse nada más en la identificación de estructuras de redundancia, es decir, a partir de patrones reconocibles, puesto que lo realmente decisivo está en la producción de diferencias o variaciones. Lo notable de la argumentación arriba presentada consiste en que se desprende del fenómeno general de la comunicación, temática hacia donde este trabajo busca llevar los planteamientos metaforológicos con el fin de medir su pertinencia actual.

En términos más precisos, el interés básico reside en aislar dos aspectos propios de la metaforología blumenberguiana y valorar su rearticulación para un conjunto de problemas que admiten tratamiento sistémico. Dichos aspectos son, por un lado, la lógica que gobierna la disquisición procedimental en el campo de la investigación metaforológica, y, por el otro, el planteamiento teórico que le subyace, mismo que termina centrando su atención en lo propiamente conceptual. Este último aspecto, el teórico, fue reformulado por Blumenberg en el sentido de una reflexión sobre el carácter inconceptual de todo concepto. Se trata de dos momentos diferenciados a partir de los niveles de su aplicación -propiamente metódico el primero, autorreflexivo el segundo- y para los cuales la historia de los conceptos no resulta ser un proyecto indiferente.7 En este trabajo se obviará esta implicación, por más que pueda presentarse dicha historia como una versión de profundidad analítica tal que acredite distancia con las versiones propiamente historiográficas que, en su momento, se han venido desarrollando.

En todo caso, en su cristalización como vertientes de investigación histórica de los conceptos, se ha esquivado la impronta metódica y de reflexión teórica que están en la base de la propuesta blumenberguiana. Aquí se retoma lo esquivado dirigiéndolo antes que a una clarificación terminológica de las expresiones utilizadas, a su funcionalidad -rendimiento reflexivo diría Blumenberg- para un planteamiento que quiere desprender, del fenómeno de la comunicación, consecuencias cognitivas de gran amplitud. La metaforología no esconde sus implicaciones para un replanteamiento de la cuestión básica del conocimiento en general.8 En tal sentido, la implicación que se desprende de su trabajo consiste en ver la cuestión de la metáfora en una amplitud tal que termina por desdibujar su atribución tradicional que, desde la Antigüedad clásica, le asignaba sólo el papel de tropo en el campo prescriptivo de la retórica. Este trabajo busca justo profundizar esta tendencia, interrogando por el tipo de cuestiones que aparecen cuando se cambia su carácter simplemente analógico. La pregunta sería, entonces, ¿qué consecuencias cognitivas arroja este cambio de perspectiva?

Una metódica de la investigación

El punto de partida para la investigación metaforológica se dispone a partir de una distinción básica entre metáfora propiamente dicha -o metáfora absoluta en el marco del libro Paradigmas- y metafórica. Esta última adquiere la configuración de las denominadas “cristalizaciones sistemáticas”, como se señala en la cita anterior. De hecho, en esa gran investigación paradigmática de la metaforología, se lleva a cabo una descripción en alto grado reflexiva de la función que cumplen una o varias metáforas en el seno de un campo de fijación semántica.9 Si bien Blumenberg lo señala de manera expresa en la introducción, la lectura detenida de toda la obra muestra que el despliegue metódico realizado consiste en analizar las funciones que cumplen las metáforas en un campo delimitado como metafórica, esto es, como espacio semántico de tematización y resemantización.

Para la perspectiva que guía este estudio, dicho campo se establece con todos los rasgos característicos de un procesamiento recursivo sistemático, sin descuidar el hecho de que se trata de operaciones que se enlazan con otras operaciones subsecuentes. Su vinculación fija las posibilidades de una urdimbre o red que se dispone sólo de manera autorreferencial, de ahí que lo que sucede fuera de la red recursivamente establecida es susceptible de ser procesado a partir de las propias operaciones internas. Antes de continuar con este argumento es necesario referirse con más puntalidad al momento procedimental de la investigación metaforológica, pues iluminará con mayor precisión la distinción aludida, esto es, la diferencia entre campo metafórico y metáfora. En particular, se debe aclarar la cualidad funcional del enfoque desarrollado por Blumenberg y que está articulado a la reivindicación constante del mismo como estudio paradigmático. En esto se juega una referencia directa al trabajo de Thomas S. Kuhn dedicado a la estructura de las revoluciones científicas que, en general, permite entenderla como cambio o sustitución de paradigmas.

Al sostener Kuhn que dicha estructura, es decir, el paradigma propiamente dicho, tiene un valor limitado de modo temporal para una comunidad de investigadores específica, el cambio se presenta como efecto directo de un conjunto de anomalías no integradas a la lógica paradigmática y que terminan por cuestionar las expectativas sostenidas en su seno. La discontinuidad se convierte, así, en el factor central y más visible para un análisis de la historia de la ciencia. Lo interesante de esta perspectiva se encuentra en la consideración de que la base del paradigma está constituida por “un complejo de premisas latente”; por tanto, no tematizadas pero que funcionan de forma implícita en el nivel de los métodos empleados y de los criterios para formular problemas de investigación. Esto es, como ejemplar, significado que presenta la noción en la interpretación de Blumenberg de la obra kuhniana.10 Aunque Kuhn se vio en la necesidad de introducir precisiones por la ambigüedad de la noción, desde su trabajo sobre las revoluciones científicas.

En un trabajo posterior, Kuhn regresa a la discusión abierta por la noción paradigma, distinguiendo dos niveles de significación con el fin de darle más pertinencia empírica para su aplicación a la investigación en historia de la ciencia. En primer lugar, alude a un sentido general del término, que abarca todos los compromisos compartidos por un grupo de científicos determinado, mientras que es posible distinguir con el término sólo a una clase de compromisos particulares, por lo que viene a ser un segmento o subconjunto delimitado a partir del primer sentido.11 En cualquier caso, la noción presenta un carácter decididamente sociológico ya que permite relacionar los acuerdos o consensos que, a partir de procesos de socialización internos, terminan orientando la lógica de investigación empírica. Paradigma, entonces, alude a esos compromisos -que incluyen formas compartidas de comunicación profesional, tendencias pedagógicas y de reclutamiento, formas de acreditación social específicas, etc.- a partir de los cuales se establecen los criterios que permiten formular problemas y las vías adecuadas para resolverlos.12

Kuhn termina proponiendo sustituir la noción “paradigma”, tomada de acuerdo con el primer sentido apuntado arriba, por el concepto de “matriz disciplinaria”. A partir de esta formulación, el autor propone tres tipos de componentes de la matriz disciplinaria que le dan sustento a los compromisos adquiridos: las generalizaciones simbólicas, los modelos y los ejemplares. Las generalizaciones simbólicas son expresiones empleadas sin cuestionamiento por el grupo y tienen la consistencia de componentes formales y lógicos que permiten la introducción de operaciones subsecuentes, por lo que están desprovistas de interpretación.13 Los modelos, segundo componente de la matriz, introducen esquemas de interpretación de las generalizaciones simbólicas y en ese sentido preparan el terreno para su tratamiento propiamente empírico. Las interpretaciones llevadas a cabo por los modelos toman la forma de analogías preferentes que presenten un alto valor heurístico.

Por último, los problemas concretos a los que se enfrentan los científicos constituyen el tercer componente, en tanto que son ejemplos estándar sostenidos por una comunidad, y en ese sentido son paradigmáticos. Es este sentido, es decir, el paradigma como ejemplos estándar o normales, al que apuntó Kuhn en su revisión conceptual y no como el conjunto de compromisos compartidos, siendo este último sentido recuperado por la noción matriz disciplinaria.14 La confluencia de estos tres componentes es lo que da consistencia a las realizaciones cognoscitivas de un grupo disciplinario determinado. Pero la precisión introducida por Blumenberg entiende la noción en términos de un modelo más bien gramatical, mismo que es retomado de los escritos de Lichtenberg y de los comentarios realizados por Gamauf a estos trabajos desde la perspectiva de la astronomía. Nada casual esta referencia si tomamos en cuenta el gran interés de Blumenberg por dicha ciencia y que está no sólo centrado en el estudio del sistema copernicano.15

Haciendo hincapié en que Gamauf concibe el término paradigma desde un uso metafórico, el aporte copernicano se indica como similar al ejercicio de declinación por el cual los estudiosos aplican otros sustantivos de la misma clase. “El propio Lichtenberg nos ha explicado, una y otra vez, en qué sentido el sistema copernicano es un paradigma con estas características, a partir del cual pueden ser ‘declinados’ otros descubrimientos”.16 Lo que interesa resaltar son dos cuestiones aludidas por Blumenberg: el uso metafórico de un modelo y la función que cumple el mismo en tanto declinación gramatical. Recordemos que al denominar a las metafóricas de la verdad como modelos implicatorios, Blumenberg orienta su investigación al estudio de la función que cumplen en el sentido de unidades de declinación en momentos determinados.17 Pero es igual de crucial el entendimiento que se desprende de la discusión sobre el concepto kuhniano de paradigma: los paradigmas aportados por la metaforología refieren a la función que han cumplido como modelos a partir de los cuales se llevan a cabo una diversidad de relaciones, sobre todo entre un conjunto de metáforas y esos campos semánticos entendidos como metafóricas.

En esto va implícito un “interés cognoscitivo primario”, donde las transformaciones en las relaciones de sentido, más que la validez de teorías particulares, resultan objeto de análisis y donde las grandes imágenes del mundo son sustituidas por modelos del mundo bajo un proceso histórico.18 Dichos modelos, que pueden ser vistos en su condición formal, permiten manejar un conjunto de variables interactuantes que adquieren altos niveles de complejidad organizada, según la propuesta desarrollada por la teoría de sistemas en la perspectiva fundadora de Bertalanffy. Este biólogo señaló tres características de los denominados modelos formales o conceptuales. Primero, el “carácter como-si del modelo”, en segundo, su constitución a partir de una “creación conceptual libre” no derivada de formas experimentales y, por último, su coexistencia con modelos alternativos, esto es, “su índole no monopolista”.19 No deja de llamar la atención el que primer rasgo reconozca la condición metafórica del modelo mismo, a lo que podemos agregar aquello que está en juego en la perspectiva de Bertalanffy: la vinculación entre modelos no mecánicos y la posibilidad de estudiar a los sistema de complejidad organizada.

Entonces, las metafóricas, en tanto modelos de esta clase, pueden ser vistas como sistemas con todo derecho si se entiende la noción en el sentido de sistemas operacionalmente cerrados que pueden condensar estructuras internas y están en capacidad de transformarlas en exclusiva a partir de sus propias operaciones.20 Pero como modelos o campos semánticos, a las metafóricas se les puede aplicar una expresión formulada por Bertalanffy: “en contraste con el dogmatismo de las épocas pasadas, hoy reconocemos que nuestra visión del mundo es sólo una perspectiva y que nuestra cognición es sólo un aspecto de la realidad”.21 Una consecuencia de esta afirmación -que coincide en todo caso con la perspectiva de los sistemas operacionalmente cerrados- alteraría la manera un tanto habitual de ver las metáforas, es decir, como imágenes de mundo o, en un sentido más preciso para nosotros, como representaciones. Si las metafóricas, campos semánticos donde las metáforas pueden ser leídas, son modelos no representaciones de mundo, esto se debe a que una cuestión de fondo hasta hace poco incuestionada ha cambiado a profundidad.

Modelos de mundo y la cuestión del observador

En efecto, lo que adquiere relevancia en la cuestión del perspectivismo es que ahora alude de manera directa al acto de atribución de un observador. Esto deja de lado lo que aparecía como elemento explícito a toda perspectiva que hace valer su condición de punto de vista en un conjunto amplio de posibilidades, es decir, su consustancial relativismo. De tal modo que en la actualidad y gracias a trabajos como el de Blumenberg, el perspectivismo adquiere una innegable cualidad positiva al explicitar que no puede haber realidad ni explicación de la misma sin modelos que, por otra parte, reconocen su límite en tanto observación. Entonces los modelos son campos que posibilitan formas específicas de observar y, aún más crucial, dan la pauta para poder observar observaciones. En este último sentido, la metaforología sería una modalidad de explotar las capacidades que presenta un ejercicio continuado de observar observaciones, haciendo valer por su cuenta un relevante principio de autorreflexividad.

Esta cualidad será desarrollada luego, pero es necesario apuntar que se muestra incluso en otros trabajos de Blumenberg, por ejemplo, en su libro La legibilidad del mundo. Comentando la insalvable enemistad entre realidad y escritura impresa, llevándola más lejos todavía al apuntar a un quiebre entre esta última y las ciencias de la naturaleza mismas, el punto de fractura en ambos casos es localizado en una suerte de “debilitación de la autenticidad de la experiencia”.22 Incluso por debajo de la acreditación científica de la experimentación controlada, que termina regresando a la metafórica del libro y a las posibilidades que se presentan con esto en cuanto a poder leer el orden natural desde su propia gramática, el asunto exhibe una problemática de corte epistemológica que no puede ser esquivada ya. En sus propias palabras:

El rechazo al atomismo sensualista en la epistemología del siglo pasado por parte de la piscología de la Gestalt y la Fenomenología, reemplazó los mecanismos asociativos y disociativos en nuestra percepción por una estructura totalmente distinta […] La construcción del mundo de nuestra experiencia se realiza colmando los contenidos con funciones de sentido que portan un sistema de estructuras referenciales y de ensamblaje. Mediante ellas la conciencia es puesta en condiciones de “deletrear fenómenos, para poder leerlos como experiencias”.23

Los modelos de mundo reivindicados por Blumenberg, que para todo efecto práctico se entienden como sistemas de estructuras referenciales y de ensamblaje, terminan por presentar los tres rasgos señalados por Bertalanffy. Lo cual implica fuertes presupuestos de corte epistemológico frente a los cuales no puede desentenderse la propia investigación metaforológica. En este punto es necesario regresar a la consideración de que los sistemas de complejidad organizada, que manejan altos estándares de variables interactuantes, adquieren cualidades de cognición en sí mismos gracias justo a dichas estructuras sistémicas y a sus formas de entrelazamiento operacional. De modo que se está ya en condiciones de extender la idea planteada por Cornelius Borck de que el escepticismo de Blumenberg -podría decirse también perspectivismo- está asociado a una cierta base de epistemología histórica desde su propio estudio metaforológico. Incluso este autor afirma que la “fenomenología de los conceptos” no puede más que exhibir un entrelazamiento muy productivo entre historia conceptual e historia de las metáforas y es de esta manera como el trabajo de Blumenberg alcanza proyección de cuestión cognitiva central.24

Ahora bien, desprendiéndose de la problemática de los modelos, esto es, de la paradigmática metaforológica, se encuentra la cuestión de predominio funcional que presentan las metáforas absolutas. Ya esta manera de plantear los problemas permite tomar distancia -dejando de lado en este trabajo la discusión sobre la noción planteada por Blumenberg de metáforas absolutas- de la visión que privaba en el siglo pasado sobre lo metafórico como con esencia de ornamento discursivo, formas difusas que no coincidían con el conocimiento puro de los contenidos. Pero también se aleja de las disquisiciones que destacaban todavía hasta poco tiempo sólo la cualidad tropológica de las metáforas y, por ende, su condición prescriptiva de orden retórico. Destaca el hecho de que, de la retórica antigua, el siglo XX se haya mostrado interesado de modo particular por la cuestión tropológica y esto por más que se hayan presentando diversos intentos de recuperación modernos por otras vías.

Ya Barthes había expresado esto cuando, refiriéndose al asunto de las figuras, afirmó que la retórica se define en el plano de la connotación de la lengua. De modo que la metáfora vendría a ser un connotador que permite la “conversión semántica” en el plano del código lingüístico.25 Se deja ver que, por debajo de las diferencias de enfoque respecto a la metáfora, es común considerarla en la esfera lingüística, cuya cualidad expresiva actúa como factor de construcción de significado. Pero si se la entiende como modelo, como lo hace Blumenberg sirviéndose de Kant, es decir, como transporte de la reflexión de un plano a otro, se termina considerando un cambio en la función que por lo común se le ha asignado y que la tiende a distanciar de los tratamientos retóricos habituales. No se discute entonces sus cualidades en esencia semióticas, sino sus aportes a los propios procesos cognitivos desde una fuerte perspectiva relacional. Me interesa discutir y cambiar dicho enfoque relacional, pero con el objetivo de ampliar las posibilidades epistemológicas de la metaforología.

El modelo implicatorio que permite relacionar una metáfora absoluta con esa suerte de trasfondo metafórico o, para decirlo de manera precisa, campo metafórico o metafórica sin más -esto es, sistema de estructuras ensambladas-, construye mundo por el hecho mismo de la relación. Frente a ello, Blumenberg insiste en el carácter histórico de las metáforas absolutas y de las metafóricas en tanto campos semánticos. En tal sentido, ambas pueden ser ubicadas en los estratos temporales en que emergen y en los que adquieren valor de uso. Pero también es posible estudiar la forma de su articulación en aquellos momentos en que son revitalizadas. De ahí que la perspectiva puesta en juego interrogue a menudo por su funcionalidad en un campo dado de variables. Si éste es un precepto de orden procedimental crucial para la metaforología, se auxilia de otro criterio analítico y que consiste en establecer “cortes longitudinales históricos” sobre un material delimitado con antelación. Esto sin olvidar el “contexto intelectual” donde se ubican y encuentran funcionalidad o revitalización.

En ambos casos se trata de la articulación de relaciones, ya sean cortes longitudinales en el primer caso, cortes transversales en el segundo, lo que establece diferencias apreciables en cuanto a niveles de análisis.26 Si los paradigmas se entienden como modelos gramaticales, entonces al factor de declinación se le debe agregar el correlativo aspecto de la derivación. Así, los cortes longitudinales son modos correlativos, en cuanto a su funcionalidad, a la declinación gramatical de los paradigmas, mientras que los segundos, los cortes transversales, se relacionan más con la cualidad de derivación de dichos modelos. Así como el análisis longitudinal corre como análisis temporal de variables y sus relaciones con el fin de definir cambios respecto a un conjunto de fenómenos dados -trazar una curva, afirmó Blumenberg-, la declinación se basa también en la precisión de un haz de relaciones entre elementos morfológicos. Tal y como se presenta en todo estudio longitudinal, el punto inicial consiste en definir los elementos discretos involucrados -las palabras en cuanto sus formas de declinación- con el fin de mostrar cómo los sustantivos, adjetivos y pronombres funcionan dentro del sintagma nominal.

De esta manera es como se establecen diferentes formas de articulación dentro de una oración y de relaciones sintácticas en la secuencia de la cadena hablada. Por el otro lado, la derivación gramatical permite estudiar las conexiones entre las palabras con sus diversas raíces lexicales, por lo que se pueden seguir hasta la formación de los conceptos mismos, un procedimiento semejante al estudio interesado en analizar cómo los efectos transversales se pueden seguir en su estructura. En todo caso, lo que se precisa no es tanto la analogía entre la declinación/derivación con el típico análisis longitudinal/transversal, sino la cualidad de equivalencia funcional, la cual tiene que ver con la instauración de relaciones en los campos metafóricos, por un lado, y con la capacidad de especificación estructural, por otro.27 Precisamente, el cambio de un enfoque relacional por otro que pone el acento en la forma de la operación interna se deja exhibir al precisar los alcances de la noción de función. Si bien es posible relacionar el sentido de la palabra con su raíz latina -functĭo- lo relevante en este caso es que expresa el conjunto de realizaciones recurrentes y producidas en un espacio dado.

Enfoque funcional y estructuración

De tal manera que se recupera el sentido que la expresión tiene en la actual teoría matemática y en la teoría de la información. La primera pone el acento en la correspondencia o relación que guardan conjuntos diferenciados de elementos, de modo que pueden cumplir con las condiciones de existencia, unicidad y de equivalencia. Por su parte, la informática entiende la función a partir de los comandos de un subalgoritmo que permite ejecutar operaciones específicas. En ambos casos se resalta su vinculación con la diferencia entre elementos discretos y las posibilidades de enlazar operaciones relacionadas con programaciones preestablecidas. Pero aún más crucial, la noción de especificación funcional -a fin de cuentas, modalidades de diferenciación a partir de las cuales son posibles las operaciones- alude a la capacidad de consolidar estructuras, que no son otra cosa que conjuntos condensados de operaciones y dispuestas a una utilización recurrente. De manera más precisa, se entiende en este escrito por operación a comunicaciones enlazadas, de tal forma que las estructuras -conjuntos de comunicaciones condensadas y conservadas- son necesarias puesto que dan pie al enlace continuo de operaciones/comunicaciones.

Lo que está en la base de esta consideración es el hecho de que un sistema que opera en el medio sentido -las estructuras ensambladas son justo tales porque son dimensiones de sentido- sólo pueden reproducirse al enlazar una comunicación específica con otra comunicación ulterior.28 Lo anterior permite afirmar que la perspectiva funcional introducida por Blumenberg como componente metódico central de la metaforología es coincidente con la visión que, desde la teoría de sistemas contemporánea, considera por función una especificación diferencial reproducida sin cesar de manera interna por los sistemas. No es nada trivial que el concepto “función” en la teoría de conjuntos esté en relación con la capacidad de organización que presenta un sistema, al tiempo que alude a las interrelaciones que son posibles de articular estructuralmente. Así, para Barandarian el concepto de organización refiere de modo directo a la “dependencia holista del sistema” debido a que expresa los enlaces globales de los “componentes del sistema”, además de tomar nota de la relación de ese sistema con su entorno, lo que alcanza a la situación de los propios organismos vivos.29

Lo crucial en esta visión es que la condición diferencial -la diferenciación es una diferencia que produce diferencias- se aplica con prioridad a las estructuras de los sistemas dado que describe la instauración y la naturaleza de las operaciones entre conjuntos de elementos.30 Es la función la que crea estructuras debido al cúmulo de enlaces que alcanzan cierta estabilidad y que exhiben permanencia temporal.31 Si con anterioridad establecí que las metafóricas son, en términos funcionales, campos semánticos y, por tanto, espacios estructurados de operaciones comunicativas, entonces es necesario precisar en qué consiste dicho concepto. “Semántica” es un concepto que relaciona las dimensiones de sentido con sus formas de enlace por la vía de una repetición y una generalización. Como puede apreciarse, hay en esta formulación un alejamiento notable del sentido corriente de la expresión y que ha tendido a circunscribirse al desarrollo que la gran tradición de la semiótica y la lingüística presentaron durante buena parte del siglo XX. Así como no se ampara dicha formulación en la tradición semántica de la semiótica, de igual manera la metáfora misma deja de lado la significación habitual de corte retórico si se retoma el impulso reflexivo de Blumenberg.

Hay en la semiótica, que es a fin de cuentas una semántica, tanto condensación de estructuras como confirmación generalizante, los dos rasgos que ahora se le atribuyen al concepto de semántica en términos de teoría sistémica. Así, el uso de la expresión presupone formas estructuradas (comunicaciones condensadas) que permiten definir el conjunto de las formas utilizables para la función de selección de los contenidos de sentido que surgen en la sociedad (confirmación generalizante). Por un lado, se trata de conjuntos de comunicaciones que se conservan, se fijan estructuralmente, y por otro, al estar fijadas o conservadas se ofrecen justo para comunicaciones futuras. Se presenta entonces la repetición estructural como establecimiento de redundancias necesarias y variaciones como “nuevas referencias significativas”.32 Si bien las semánticas ofrecen para comunicaciones posteriores temas que se requiere conservar y que alimentan las comunicaciones sociales futuras, el efecto de esas nuevas referencias agregadas no consiste sólo en la iterabilidad de la redundancia misma.

No habría que dejar de insistir en que toda repetición supone ya diferencias y que las mismas son significativas en tanto variaciones. Luhmann expresa dicho efecto de una manera tal que no oculta resonancias cien por ciento blumembergianas: “Por medio de este proceso doble de la condensación y confirmación surge en el resultado una especie de familiaridad concreta con el mundo que se sustrae a la captura que la defina con exactitud, pero que sin embargo se puede diferenciar del sentido desconocido”.33 Así, las metafóricas entendidas como redes de eventos comunicativos que logran estructuración y especificación, se enlazan a partir de metáforas como elementos singulares -metáforas como conectores o nodos de la red- y de esa manera crean un mundo de sentido siguiendo la expresión antes citada de Blumenberg.34 El efecto resultante es el de una conexión comunicativa ampliada por el factor doble de condensación y confirmación en su fase de generalización.

Toda ampliación de la comunicación se presenta con base en una serie de elementos previos a partir de los cuales se llevan a cabo selecciones y enlaces comunicativos, donde los enlaces vinculan emisiones anteriores con un conjunto diverso de posibilidades de continuación.35 La familiaridad aludida por Luhmann se concreta como generalización simbólica si se entiende por este proceso impulsar la probabilidad de aceptación de la oferta comunicativa; para utilizar otras palabras, es generalización de sentido que puede llegar a ser compartido o reutilizable en otros contextos comunicativos. De tal modo que la metáfora singular permite, dentro de los campos metafóricos, una necesaria codificación de sentido que alimenta el fenómeno de recursividad que se desarrolla en las metafóricas. De tal modo que la recursividad pueda darse incluso en situaciones distintas, lo que a fin de cuentas puede entenderse como efecto de familiarización de mundo, proceso en el que a todas luces juega un papel central el paradigma entendido en sentido gramatical.

Reflexividad e inconceptualidad

En ese mecanismo de recursividad instaurado en el corazón de toda metafórica -al tipo del que es posible aislar en la metafórica de la machina- tienen asegurada también una cierta equivalencia funcional los conceptos respecto a las metáforas, incluso aquellos que pueden alcanzar diferenciación plena de las metáforas propiamente dichas. Lo que no impide reconocer el elemento central de su condición de posibilidad: el “paso de la metáfora al concepto”. Si bien este reconocimiento -una problemática y un “modo analítico” de trabajar, afirma Blumenberg- se refiere al “paradigma” de la verosimilitud, no esconde ciertas posibilidades de generalización.36 En tal tipo de tratamiento se deja exhibir que en ese problemático paso que va de la metáfora a la formación del concepto, ya sea en el campo de una teoría científica o en la propia reflexión filosófica, es posible colocar el acento no hacia adelante sino hacia atrás de la propia metáfora dada.

Pero no en el sentido de la apreciación sostenida por Blumenberg en el texto donde se da a la tarea de reformular la metaforología en cuanto a su referente (la metáfora como un caso particular de inconceptualidad),37 esto es, hacia los mundos de la vida, sino que me interesa explorar las posibilidades de un análisis de la metáfora como concepto. Esta posibilidad está implícita en el texto dedicado a perfilar justo una suerte de teoría de la inconceptualidad, pero también en su precedente y donde lleva a cabo una formulación de los paradigmas sostenidos por la historicidad de las metafóricas. En ambos casos se trata también de apreciar la triada terminológica, metáfora-metafórica-metaforología, en el nivel de conceptos que expresan de forma constante un cambio agudo de apreciación respecto al papel de los propios conceptos. Lo inconceptualizable puede ya no sólo estar en el nivel de los mundos de la vida como horizontes de sentido, sino también en el propio concepto de metáfora y en el propio concepto del concepto. De igual manera que en el principio de razón insuficiente propio de ese ámbito “fundamentador de la praxis vital”38 (mundos de la vida), tampoco es posible esquivar la falta de logicidad y de denotación estricta en el funcionamiento del concepto en los diferentes campos semánticos.

Así, en los conceptos tanto filosóficos como científicos se muestra de manera tan contundente como en el caso de la lógica de la fantasía en la que pervive lo metafórico, una falta de precisión insoportable cuando se trata de acceder a una definición clara y distinta. Si bien estos dos aspectos se combinan en ese ideal cartesiano de “objetivación total”,39 Blumenberg no dejó de persistir en la tarea de destituirlo -como otros tantos filósofos de su época- en tanto ideal legítimo del lenguaje filosófico. Lo que es aplicable a la metáfora es también aplicable al concepto del concepto y esta precisión es necesaria cuando se reconoce que la metaforología misma articula un estudio exhaustivo de la tríada conceptual aludida. Similar problemática se encuentra en la obra de Gregory Bateson, por más que sean evidentes las diferencias en cuanto a marcos de referencia. Este autor, cuya obra se desarrolló en conexión central con la cibernética, ponderó constantemente el carácter cognitivo de la metáfora tanto en el campo de la antropología, en la psiquiatría o en la propia biología contemporánea.

En ese último caso y para explicar su noción de historia natural acudió a lo que en su momento denominó “silogismo de la hierba”. Esta expresión puede entenderse en contraposición con los conocidos silogismos estrictos o también llamados “Barbara”. Este último modula una construcción lógica estricta a partir de distinguir entre clases y sujetos de las clases, cosa que no puede encontrarse en el primer silogismo. De tal modo que el ejemplo es este: los hombres mueren; Sócrates es un hombre; Sócrates muere. Por su parte, el silogismo apropiado a la historia natural está articulado de la siguiente manera: la hierba muere; los hombre mueren; los hombres son hierba.40 A diferencia de la cualidad genérica y de delimitación de sujetos, el silogismo de la hierba se limita a la identificación de predicados, de modo que es parte de la “sustancia misma de que está hecha la historia natural”.41 Sólo por ello permite el conocimiento de los seres vivos en su organización, evolución y, lo más crucial, del mundo de relaciones en que viven. Las regularidades de las que trata la biología no explicitan relaciones causales clásicas, cosa adecuada a la utilización de los silogismos estrictos, pues están en relación directa con la cualidad predicativa propia de la forma de hablar de los poetas.

En efecto, dichas regularidades -expresadas por lo demás gracias al poder cognitivo de la metáfora- delimitan el mundo biológico como mundo de relaciones.42 A esto se refiere la puntualización de que la metáfora actúa, no en el nivel de los nombres o sustantivos, sino en las posibilidades de postular relaciones por medio de predicados. No otra cosa podría decirse a propósito del paradigma como modelo de declinación/derivación. Así que lo que vuelve a resaltar es la problemática, no ya del concepto metáfora, sino del concepto del concepto y, a diferencia de ese salto hacia atrás del concepto -hacia el mundo de la vida-, aquí puede delimitarse el carácter inconceptual que se entendería como capacidad de reflexividad de la metaforología, incluso en el caso del propio Bateson. Aquí la interrogante respecto al concepto del concepto apunta al análisis de su función, tal y como se planteó Blumenberg con relación a la metáfora misma, donde función puede ahora vincularse con la cualidad predicativa que se localiza en ambos, sin dejar de lado los términos de su diferenciación.

Adelanto el argumento: la función conceptual, tomando en cuenta el caso más claro de su utilización en el campo científico, consiste en permitir las necesarias comunicaciones heterorreferenciales que las caracterizan, a diferencia de la función metafórica que resulta predicativamente autorreferente. Es pertinente aclarar esto tomando de nueva cuenta la noción de modelo de mundo, de forma que el carácter heterorreferente de los conceptos consiste en una atribución desde el modelo al mundo, si se quiere, a la realdad del mundo, mientras que la autorreferencia indica la consistencia del modelo que puede observar el mundo. Por eso mismo no hay ya forma de replantar la oposición lógica entre metáfora y concepto, puesto que lo que resalta es la diferenciación funcional. De esta consideración pueden desarrollarse algunas precisiones necesarias. Los conceptos, en primer lugar, son “ultraelementos estructurales”, a diferencia de otros elementos de índole operativos, así que su función no está tanto en el enlace de operaciones con otras operaciones (es decir, enlace de comunicaciones), sino en la fijación necesaria para delimitar expectativas siempre ligadas a situaciones, según las propuestas desarrolladas por Luhmann.43

A partir de esta operación se permiten los enlaces y las selecciones de enlace, puesto que las expectativas formuladas operan como índices de orientaciones de los mismos. Así, y en tanto su funcionamiento está en el nivel estructural de los sistemas, los conceptos permiten la necesaria condensación de selecciones. De manera parecida a las metáforas -cuyas condiciones simbólicas alientan la generalización por medio de una fijación- su desempeño implica la repetición como condición de confirmación de su valor estructural. En la medida en que pueden ser repetidos como formas de observación de mundo o como indicaciones heterorreferenciales del propio sistema, el potencial predicativo se conjuga como factor de discursividad en el nivel de las teorías típicas del conocimiento científico. Gracias a ellas, y tomando en cuenta su consistencia de sistemas conceptuales, se está en condiciones de garantizar inteligibilidad.44

El factor central para esta funcionalidad de los conceptos se deja entender bajo el principio general de limitacionalidad, presente en la propia teorización kantiana del concepto. “Limitacionalidad” quiere decir posibilidad de distinguir algo de algo, de modo que todo concepto limita las posibilidades de designación a un caso, pero sin negar aquello que actúa como su condición. Desarrolla este principio la lógica de la diferenciación presente en el concepto paradigma bajo las precisiones de Blumenberg.45 Pero no debe entenderse esta referencia al mundo propia de los conceptos como aprehensión al nivel lingüístico de una realidad tangible. La heterorreferencialidad, de manera paradójica, es sólo posible porque los conceptos no suponen contacto directo e inmediato con lo real designado. Más aún, la diferenciación entre metáfora y concepto, autorreferencialidad y heterorreferencialidad, no es asimilable a un opción mejor o peor respecto a las posibilidades del rendimiento de la razón, y esto siguiendo al propio Blumenberg.

Se trata, por el contrario, de la expresión de una circularidad de base que opera en el nivel de los modelos utilizados, es decir, de las metafóricas implicadas en los propios sistemas conceptuales o teorías científicas. No puede haber referencia al mundo sin operaciones por fuerza autorreferentes, de la misma manera que no puede haber concepto sin metáfora. La autorreferencia establece la condición según la cual el sistema remite todas sus operaciones a sí mismo, siendo ello el elemento crucial para poder observar aquello que está fuera del sistema o modelo. Por tanto, reflexividad supone la capacidad de observar toda observación de mundo como construcción contingente, y éste es uno de los rasgos más notables de la propia metaforología.46

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1Michel Foucault, El orden del discurso, p. 9.

2Con la escritura impresa, la propia “historia se vuelve historizada y reflexiva. Pierde lo ejemplar, el carácter de modelo, de enseñanza moral, y obtiene una dimensionalidad temporal en la que ella misma puede variar en las posibilidades de la visión hacia atrás y hacia adelante -una construcción con una riqueza enorme de posibilidades de incorporación”. Niklas Luhmann, La ciencia de la sociedad, p. 117.

3Ibidem, pp. 81-82.

4“La redundancia es la manera económica de suministrar limitadamente información estructural para abarcar un tema complejo […] Toda descripción, toda información es de una naturaleza tal que sólo toca unos cuantos puntos del objeto que haya que describirse. El resto queda sin cubrir […] quizás insinuado por extrapolación de lo que realmente se comunica, pero en principio queda indeterminado y no controlado por el sistema de mensajes”. Gregory Bateson y Mary Catherine Bateson, El temor de los ángeles. Epistemología de lo sagrado, 163. En todo caso, una momentánea diferencia, dada en algún punto de ingreso, será el elemento crítico, esto es, la variación.

5En efecto, si se trata de funcionamiento, entonces lo que adquiere relevancia en cuanto al ejercicio de lectura es tratar a los libros como “cajas de herramientas”. Michel Foucault, “Los intelectuales y el poder”, p. 79.

6“La investigación cambia de frente. Apoyándose sobre totalidades formales establecidas por decisión, se dirige hacia las desviaciones que revelan las combinaciones lógicas de series y se desempeña mejor en los límites. Michel de Certeau, La escritura de la historia, p. 92.

7“Esa relación implicatoria determina la relación de la metaforología con la historia de los conceptos (en sentido estrictamente terminológico) como una relación que se ajusta al tipo de la de servidumbre: la metaforología intenta acercarse a la subestructura del pensamiento, al subsuelo, al caldo de cultivo de las cristalizaciones sistemáticas, pero también intenta hacer comprensible con qué ‘coraje’ se adelanta el espíritu en sus imágenes a sí mismo y cómo diseña su historia en el coraje de conjeturar”. Hans Blumenberg, Paradigmas para una metaforología, p. 47.

8¿Cómo -se pregunta Blumenberg- puede existir un ser como el hombre, tomando en cuenta que su carencia básica de atributos lo colocan frente a la realidad en una situación originaria de fragilidad? La respuesta: “no entablando relaciones inmediatas con esa realidad. La relación del hombre con la realidad es indirecta, complicada, aplazada, selectiva y, ante todo, metafórica”. Hans Blumenberg, “Una aproximación antropológica a la actualidad de la retórica”, p. 125.

9Blumenberg, Paradigmas, op. cit., p. 47.

10“De ahí que el progreso científico no se haya de entender como un proceso aditivo; la espontaneidad que en él aparece tiene, más bien, el carácter de una technique for producing surprises”. Hans Blumenberg, “El paradigma, gramaticalmente”, pp. 159-160. Por el momento, dejo de lado la cuestión analítica de que esa técnica, para producir sorpresas, se deja describir justo como elemento contingente de la propia investigación científica. La variación generada está en relación con la carga de improbabilidad que, de manera paradójica, acompaña al conocimiento científico.

11Thomas S. Kuhn, La tensión esencial. Estudios selectos sobre la tradición y el cambio en el ámbito de la ciencia, p. 318.

12Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, p. 272.

13Kuhn, La tensión esencial, op. cit., p. 323.

14“Fue desde luego, el sentido de ‘paradigma’ como ejemplo normal lo que, en un principio, me hizo decidirme por tal término. Por desgracia, la mayoría de los lectores de La estructura de las revoluciones científicas no se dieron cuenta de lo que para mí era la función primordial, y emplean ‘paradigma’ en sentido aproximado a lo que ahora prefiero llamar ‘matriz disciplinaria’”. Ibidem, p. 331, n. 16.

15Véase al respecto, Alberto Fragio, Paradigmas para una metaforología del cosmos: Hans Blumenberg y las metáforas contemporáneas del universo.

16Blumenberg, “El paradigma, gramaticalmente”, op. cit., p. 161.

17Blumenberg, Paradigmas, op. cit., pp. 56-57.

18“Por ello, la actitud apropiada a la ilustración científica como autocomprensión filosófica sería la de una carencia crítica y estricta de imagen del mundo, a pesar de la muy difundida necesidad de estas imágenes. Reconstruir la dinámica interna del proceso histórico de sustitución de las imágenes del mundo por modelos del mundo fue el tema de las grandes obras de Blumenberg”. Cornelius Borck, “La historia como distanciamiento. Blumenberg entre la antropología y la epistemología histórica”, p. 36.

19Ludwing von Bertalanffy, Perspectivas en la teoría general de sistemas, p. 96.

20Niklas Luhmann y Raffaele de Georgi, Teoría de la sociedad, p. 234. Se extiende esa visión de un sistema estructuralmente clausurado hasta un postulado de igual sentido importante: las operaciones que lleva a cabo en su interior no pueden más que reaccionar ante lo que acontece en el entorno del sistema nada más desde sus propias operaciones. Así, las estructuras condensadas y sus posibilidades de reproducción no se encuentran determinadas por elementos provenientes del entorno, cosa que alcanzaría también a las metafóricas y sus relaciones con el mundo real.

21Bertalanffy, Perspectivas en la teoría, op. cit., p. 103.

22Hans Blumenberg, La legibilidad del mundo, p. 19.

23Ibidem, p. 21. Recuérdense también sus comentarios acerca de Kant y de su Crítica del juicio respecto a la inoperancia de plantear, para el caso de las metáforas absolutas, sus condiciones de validez en tanto correspondencia directa con intuiciones. Es aquí donde formula la metáfora como “modelo en función pragmática” al tiempo que reivindica el conocimiento humano como sobre todo simbólico. Blumenberg, Paradigmas, op. cit., p. 46.

24Borck, “La historia como distanciamiento”, op. cit., p. 46.

25Roland Barthes, “La retórica antigua”, p. 161.

26“Para no salir de la primera de nuestras imágenes metódicas: tenemos que establecer, idealmente en todo sector relevante de nuestros cortes longitudinales, y con vistas a hacer enteramente captables lo que ‘significan’ en cada caso las metáforas adoptadas, cortes transversales. Considerados en sí mismos, tales cortes transversales pueden haber dejado de ser puramente metafóricos, tienen que asumir concepto y metáfora, definición e imagen como unidad de la espera de expresión de un pensador o de una época”. Blumenberg, Paradigmas, op. cit., pp. 91-92. Adelante volveré sobre esta modalidad de conexión en el seno de metafóricas particulares, entre metáforas y conceptos, pero haciendo hincapié en su cualidad de reflexividad.

27La noción de especificación funcional pone el acento no tanto en la unidad sino en la diferencia que permite las operaciones internas de un sistema. Al respecto, Luhmann escribió: “Las funciones son siempre síntesis de una gran cantidad de posibilidades; son siempre puntos de vista de la comparación entre posibilidades realizadas y otras. En este sentido, sirven como expresión de unidad y diferencia -a la manera de una jerarquía […] pueden referirse a áreas parciales de un sistema, pero siempre permanecen dentro del ‘horizonte de preguntas’ de un sistema”. Niklas Luhmann, Sistemas sociales. Lineamientos para una teoría general, p. 303.

28Luhmann y De Georgi, Teoría de la sociedad, op. cit., p. 205.

29Xabier Barandarian, “Epistemología naturalizada y ciencias cognitivas. Hacia una neurofisiología naturalizada del conocimiento”, p. 8.

30“La diferenciación es una operación única que conduce, en su desarrollo, a un cálculo (procesamiento de distinciones) que supone cada vez más complejidad. El mundo no puede considerarse como no “unmaked state”, es decir, anterior a toda distinción: es resultado de la lógica diferencial”. Rodrigo Jokisch, Metodología de las distinciones, pp. 74-75.

31Esto alcanza, no habría que dejar de subrayarlo, a los sistemas vivos, sociales y psíquicos. Así por ejemplo en Prigogine: “A mí me vino la idea de que es la función la que crea la estructura. Tomemos una ciudad: la ciudad vive gracias a que intercambia materias primas o energía con el campo que la circunda. Es la función la que crea la estructura. Pero la función, el flujo de materia y energía, es evidentemente una situación de no-equilibrio. El libro de Schrödinger me hizo intuir en 1945 que los fenómenos irreversibles podían ser el origen de la organización biológica, y desde entonces esta idea no me ha abandonado nunca”. Ilya Prigogine, El nacimiento del tiempo, p. 34.

32“Prueba su eficacia también en otras situaciones. Puesto que está reducido a la mismidad, puede ganar en plenitud significativa. Y que quede claro que la designación repetida no es simplemente otro caso más de la primera designación, sino que aparece con el recuerdo, como designación repetida, como resumen de la primera y la segunda aplicación. El efecto temporal, en otras palabras, no es ignorado, sino que se le toma en consideración”. Luhmann, La ciencia de la sociedad, op. cit., p. 82.

33Idem.

34Vid. supra, n. 23.

35Estas posibilidades de conexión son enfatizadas por Blumenberg de la siguiente manera: “Si uno tropieza por primera vez con la expresión machina mundi [máquina del mundo] en un autor como Lucrecio, cree que se la confirma por entero en su primera asociación. Pero machina es exactamente una ‘máquina’ sólo además y entre otras cosas; su contenido semántico se extiende hasta abarcar una configuración compleja, de orientación teleológica, pero cuya teleologicidad no es visible de inmediato, y que incluye una organización del tipo ‘una maniobra astuta’, ‘una treta engañosa’, ‘un efecto asombroso’”. Blumenberg, Paradigmas, op. cit., pp. 142-143.

36Ibidem, p. 171.

37Hans Blumenberg, “Aproximaciones a una teoría de la inconceptualidad”, p. 97.

38Blumenberg, “Una aproximación antropológica”, op. cit., p. 133.

39Blumenberg, Paradigmas, op. cit., pp. 41-42.

40Gregory Bateson, “Los hombres son hierba”, p. 44. Señala a continuación Bateson que esta segunda clase de silogismo, según un crítico, es a la que acuden los poetas, pero nunca es adecuado para un hombre de ciencia, mucho menos para ser aplicada al campo de la biología. La explicación de su inconveniencia radica en que se trata, a diferencia de la forma lógica clásica, subraya Bateson, de un silogismo que privilegia la “afirmación de la premisa menor”. El nombre de este silogismo es, por supuesto, “metáfora”. Ibidem, pp. 44-45.

41Bateson y Bateson, El temor de los ángeles, op. cit., p. 39.

42Aludiendo al hecho de que las unidades correctas de descripción no son las cosas sino las relaciones que éstas guardan entre sí, afirmó a continuación: “Del mismo modo, se nos ha enseñado a la mayor parte de nosotros en la escuela que un sustantivo es el nombre de una persona, lugar o cosa, pero debería habérsenos enseñado que un sustantivo puede estar en varias clases de relaciones con otras partes de la proposición, de manera que toda la gramática podría definirse como sistema de relaciones y no atendiendo a las cosas”. Ibidem, p. 40.

43Luhmann, La ciencia de la sociedad, op. cit., p. 276.

44Ibidem, p. 277.

45“Lo decisivo en todo esto es una relación funcional que sirve para la delimitación de un lado de la distinción en el campo de la variación que limita el otro lado. La limitacionalidad es un ejemplo para reconocer que la negación de un predicado (X no es roja) deja entrever qué otras opciones están todavía abiertas”. Ibidem, p. 282.

46Reflexividad es a fin de cuentas autorreflexividad. La propia distinción autorreferencia/heterorreferencia puede ser observada como unidad, pero también se observa toda observación autorreferente y toda heterorreferente como indicaciones específicas de dicha unidad. Rodrigo Jokisch, Metodología de las distinciones, p. 316.

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