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Historia y grafía

Print version ISSN 1405-0927

Hist. graf  n.50 México Jan./Jun. 2018

 

Veinticinco años antes

Alfonso Mendiola1 

1 Departamento de historia-UIA


Veinticinco años antes de 2018 nació la revista Historia y Grafía. Surgió en el ambiente cultural, social y económico de inicios de los noventa; para ser preciso, 1993. El acontecimiento que viene de inmediato a la cabeza es la caída del Muro de Berlín. En el campo intelectual se hablaba de la crisis de las ciencias sociales (la historia no se salvaba del diagnóstico). Era el fin de las “grandes teorías”: marxismo y estructuralismo. También se designaba la coyuntura como el fin de las ideologías. No podemos dejar de lado, por razones que se verán más adelante, la muerte de Michel de Certeau en 1986. Otro momento relevante fue la publicación en español de La escritura de la historia (1985). En ese año se fue, lentamente, vislumbrando el proyecto de traducir la obra certeauniana. Ahora, viendo desde el 2018 la situación en que nació la revista, podemos entender más cosas.

La obra de François Hartog ilumina lo que sucedió en el campo de la historiografía durante esa década. Tres términos iban a convertirse en fundamentales: “memoria”, “conmemoración”, “patrimonio”. Estas nociones empezaron a competir con la palabra “historia”. Lo que se vivía en ese momento era, más que una crisis de las ciencias sociales, una crisis del tiempo. Se pasaba de un orden del tiempo, el futurista, a otro orden del tiempo, el presentista. El Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana fue siguiendo esta reflexión de Hartog, pues tanto se le invitó varios años a dar seminarios, como también se publicaron algunos de sus libros. Cada orden del tiempo articula de maneras distintas pasado, presente y futuro. La historia ciencia, cuyo nacimiento Hartog ubica de manera simbólica en 1789, convertía el futuro en guía de inteligibilidad del tiempo. Se vivió bajo el marco de referencia de la utopía. También de manera simbólica, Hartog sitúa el surgimiento del régimen de historicidad presentista en 1989. Una experiencia del tiempo había dejado su lugar a otra. El reto era, y sigue siendo, cómo la historia se puede practicar en un mundo presentista. Si el presentismo es un pasado que no termina de pasar y la historia debe hacer una diferencia entre pasado y presente, cómo va a poder seguir haciéndolo. La revista ha intervenido, con sus cincuenta números hasta la fecha, en ese debate que ha marcado sus veinticinco años de existencia. Vista a distancia, desde el número 50 podemos leerla como participación en esa polémica: condición de la historia hoy.

“El mito de los orígenes”

¿Cómo no sólo rememorar el surgimiento de la revista, sino pensarla más allá de la memoria, es decir, como historiador? Esta historia de la revista está por hacerse. En este momento sólo trataré de descentrarme de una narración que quiere hablar de la fundación (no podemos ser ingenuos y olvidar que toda fundación es un relato de ficción) de Historia y Grafía. Hay algunos aspectos que no se toman en cuenta porque son evidentes. La revista surge en una institución dedicada a la enseñanza de la historia. La producción de la revista se hace junto con una fuerte tarea de docencia (licenciatura, maestría y doctorado). Esta labor lleva a que los artículos, quiéranlo o no, están vinculados con las interrogantes que plantea toda experiencia pedagógica. No tanto porque en ella se trate la didáctica de la historia -que se ha considerado-, sino porque los miembros del Consejo de Redacción son profesores, y además practican la investigación. Otro detalle para tomar en cuenta es que está inserta en la lógica de una Universidad privada. Ella, la Universidad Iberoamericana, se ha dedicado a financiar cada uno de los números (es cierto que contamos con los apoyos del Conacyt).

En su inicio se planteó el problema de qué iba a aportar al mercado de revistas de historia que existían en los noventa. Sobre la definición de la política editorial de la misma estuvo presente la obra de Michel de Certeau. La publicación debía de ser un espacio donde se reflexionara sobre lo que hace el historiador cuando hace historia. La palabra es hacer. Certeau usa “artes de hacer”, no pensar qué es “hacer historia”, para referirse al estudio de las prácticas que permiten la producción de un libro de historia. Con esto se distingue lo que sería una aproximación filosófica a la historia de una que consiste en acercarse a la historia desde la historia. El objetivo de la revista no era hacer teoría de la historia (si por esto se entiende una reflexión filosófica), sino pensar la historia tal como el historiador estudia sus propios temas de investigación. Se trataba del historiador reflexionando sobre sus prácticas de investigación. Este tipo de reflexión abarca el lugar social desde donde se “hace historia” hasta la elaboración escrita del resultado. Por este planteamiento, la revista se interesa por estudios históricos que son conscientes de las decisiones prácticas que toma el historiador para llevar a cabo su estudio. Esta preocupación por estudiar el “hacer historia” nos ha permitido publicar trabajos de distintos temas hasta análisis de autores relevantes en el estudio de las prácticas de investigación (entre otros, Paul Ricœur, Frank Ankhersmit, Hayden White, François Hartog, Arthur C. Danto, Reinhardt Koselleck, etcétera).

Entre revista y libro

La revista, a diferencia de los libros, permite publicar investigaciones en proceso. El ensayo tiene la potencialidad de mostrar las etapas de investigación junto con las dudas que la acompañan. Mientras, como plantea Certeau, el libro de historia oculta el proceso de investigación, en cambio el artículo de revista lo hace transparente. Además, la revista participa en la discusión que se está teniendo en el momento. De alguna manera, existe como diálogo. Esta característica permite dar a conocer nuevos temas, nuevos enfoque y nuevos métodos.

La revista existe inmersa en los cambios de las estructuras sociales. En la medida en que prolonga su duración se debe adaptar a todo tipo de cambio. No de manera ingenua, pero no puede dejar de estar atenta a las nuevas formas de producción, de circulación y de lectura que van surgiendo. Estas mutaciones de la sociedad se hacen transparentes en las formas como se “hace la historia” en cada coyuntura. La revista nace en una coyuntura en que la historia entabla un diálogo con la antropología y, esquemáticamente, pasa por la historia social, la historia cultural, la microhistoria, la historia conceptual y la metaforología. No hay que dejar de lado los dos formatos distintos que ha tenido la revista, y tampoco toda la forma tipográfica que ha venido cambiando.

De lo impreso a lo digital

En estos últimos años vemos cómo, de manera vertiginosa, la revista pasa de su forma impresa a la forma digital. Si, como sostiene Bernard Stiegler, el hombre es un ser antropotécnico, es decir, sólo existe gracias a prótesis o suplementos (una mesa, la electricidad, los micrófonos, las máquinas, etc.), podemos sostener que el cerebro se transforma en función de las formas tecnológicas de comunicación que utiliza. Ahora, en la cultura digital, vivimos en el tiempo luz. Se sabe que es más lenta la señal que manda el cerebro a la mano para escribir que el que tarda en aparecer la información en internet. Hacia dónde irán los procesos de transmisión de la información: oralidad, caligráfica, impresa, analógica, digital y…

¿Cómo hablar de estos veinticinco años de la revista Historia y Grafía si se quiere evitar la noción del presentismo actual (conmemoración)? Mejor pensar que ha sido un esfuerzo cotidiano de todos los miembros del Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana. Este esfuerzo, acompañado, desde hace algunos años, de investigadores de otras instituciones. Y, por último, reconocer a todos los que hacen posible que la revista pase de ser sólo escritura para convertirse en un impreso (corrector de estilo, diseñador, impresor, etc.) y un texto digital.

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