La Compañía de Jesús, quizá más que ninguna otra orden religiosa, tuvo un rol activo en la conformación de la sociedad moderna. Ya fuera por la concepción del Estado que contribuyó a delinear, ya fuera por la orientación que tomaron sus métodos de misión desde el Paraguay hasta la China, los jesuitas intervinieron en los principales debates y políticas que marcaron los siglos XVII y XVIII, proyectando algunas de sus polémicas a los siglos XIX, XX y XXI. De manera particular en los últimos años se ha generado una preocupación creciente por el papel que los miembros de la Orden tuvieron en diferentes áreas del conocimiento -en especial las ciencias y las artes-, en la creación de sistemas morales y jurídicos que marcaron la transición del Antiguo Régimen a la época moderna y en la contribución a historiografías eclesiásticas y nacionales.1 El diálogo de la historiografía de la Orden con la historiografía laica, los encuentros conmemorativos y las publicaciones periódicas especializadas, han jugado un rol fundamental en este crecimiento de la producción y en el interés académicos en torno de la Compañía. Aunque esta situación ha beneficiado al campo de estudios ampliamente reconocible como “jesuitología”, también tendió a generar una falsa idea de aislamiento de la Orden de su contexto más general. La supuesta excepcionalidad de la Compañía tal vez se funde en la existencia concreta de un enorme legado documental -disperso por el mundo- que supera en cantidad al de cualquier otra orden religiosa. Esto tendió a sobredimensionar la singularidad de los jesuitas en la reconstrucción histórica del proceso de expansión global del cristianismo. Puede decirse que la misma autoimagen de la Compañía de Jesús se construyó -y se sigue construyendo- a partir de este legado escriturario, muy regulado desde el principio y en constante crecimiento. Es lícito afirmar, junto a otros autores, que la historia de la Compañía de Jesús es en buena medida la historia de su relación con la escritura.2
En los últimos años se han puesto en evidencia en el debate historiográfico sobre la Compañía de Jesús una serie de divergencias y tensiones analíticas que requieren de tratamiento especial. Una de ellas contrapone una historia de las ideas o del pensamiento jesuítico a una historia de la praxis concreta de los jesuitas en los diferentes espacios de (inter)acción en Europa, América y Asia. La multiplicación de textos que corresponden a una diversidad de géneros, funciones y audiencias remiten a visiones contrastantes de una misma realidad. El caso del Paraguay es un ejemplo concreto de estas primeras tensiones, donde confrontan las imágenes de las misiones construidas por la Orden, sus apologetas y sus enemigos en el territorio europeo, y las reconstrucciones de la dinámica concreta de la orden in situ, con todas sus complejidades y ambigüedades. Esta diferencia de énfasis condujo a diferentes visiones historiográficas que nunca llegaron a entrar en diálogo: la de los historiadores modernos europeos y la de los historiadores americanistas.3 La naturaleza de las fuentes es determinante en la construcción de miradas divergentes. Mientras unas privilegian la producción metropolitana de la Orden, respondiendo a una visión jerárquica y centralizada, otras prestan mayor atención a la multiplicidad local, resaltando más bien el carácter pragmático de los sacerdotes jesuitas.4 Al cuestionar la primera aproximación, algunos artículos han insistido en la “ilusión óptica” creada por la documentación oficial, la que se orientó a crear una “ficción de orden” sobre la dinámica de los espacios ultramarinos. Contra la segunda se ha señalado el excesivo localismo y la insuficiente articulación con la dimensión global. En todo caso, el puente entre ambas miradas está todavía por construirse.
Una segunda diferencia de énfasis analítico es cronológica. Contrapone las aproximaciones centradas en el antes y el después de la expulsión de los jesuitas como dos proyectos historiográficos separados. El auge que experimentaron los estudios sobre dicha expulsión desde los años setenta fue acompañado de una identificación cada vez más precisa de fondos documentales y archivos a ambos lados del Atlántico.5 De esta manera, la vida de los jesuitas en el exilio y sus debates con la intelligenzia europea de la época pasó a constituir en años recientes un campo de análisis en sí.6 Los escritos del exilio, dispersos y de naturaleza diversa, respondían a códigos, interlocutores y contextos que habían cambiado de modo considerable. De allí que dichos géneros deban ser considerados no como descripciones objetivas e impolutas de lo que había sido la experiencia misional, sino como constructos de época, instrumentalmente moldeados tanto para lograr el reconocimiento de las audiencias europeas inquietas, como para defender la labor misional realizada y cuestionar visiones distorsionadas de la realidad americana, tales como las que defendía una facción en la disputa sobre la naturaleza del Nuevo Mundo.7
Por último, aunque no menos importante, se presenta una diferencia de énfasis ligada al análisis de los diferentes espacios de desenvolvimiento de los jesuitas. Aunque la articulación entre la Compañía y las sociedades locales ha adquirido importancia en algunos análisis, el estudio de las relaciones entre los diferentes establecimientos jesuíticos y la circulación concreta de jesuitas entre ellos no se ha desarrollado de manera suficiente hasta el momento. La oscilación entre dos autoimágenes contrapuestas de la Compañía como orden cuyo núcleo de actividad debe encontrarse o bien en los colegios o bien en las misiones, entre españoles o entre indios, prevalece a lo largo de los siglos en constante vaivén. Esta dimensión interna de conflicto, muy evidente en la primera etapa americana de la Compañía, en la que se presenta como una disputa explícita, más tarde se va limando para dar origen a un sistema de gobierno y de toma de decisiones coordinado, territorializado y descentralizado.8 Después de la expulsión (1767), supresión (1773) y restauración de la Orden (1814), dichas imágenes dejarán de pertenecer a los jesuitas para pasar a ser disputadas por otros actores: los “herederos” locales de la tradición jesuítica, y en primer lugar los Estados independientes, que en las Américas reclamarían la presencia de los ignacianos para reorganizar sobre todo la educación, pero también la actividad misionera.9
La agenda de investigación contemporánea sobre la Compañía de Jesús señala la necesidad de una perspectiva transversal, que conecte metodológicamente la teoría y la praxis, los diferentes espacios de desenvolvimiento de la Orden y las sucesivas etapas de su organización interna, para de esa manera obtener una visión compleja de su funcionamiento. También exige tener en cuenta las estelas contemporáneas de los debates jurídico-políticos instalados por los jesuitas en los siglos XVII y XVIII. El presente expediente apunta de modo directo a estas cuestiones.10
Entre las imágenes clásicas cuestionadas con mayor seriedad sobre la Compañía de Jesús se encuentra la de ser ésta una institución jerárquica, coherente, centralizada y homogénea. La investigación reciente contribuye a pensar el funcionamiento de la Orden como una realidad compleja, en la que se manifestaron disensos y contradicciones. Dos de los artículos de este expediente se centran en el sistema de gobierno interno de la Compañía y en los mecanismos de toma de decisión empleados por sus miembros. Fabian Fechner discute el concepto de “obediencia jesuita” tanto desde la praxis misional en la provincia del Paraguay como mediante el análisis de un tratado de ascesis y de gobierno escrito por un exprovincial de ésta, Antonio Machoni. La idea de la obediencia perinde ac cadaver es parte del sentido común historiográfico tanto de la historiografía general como de la especializada en la Compañía de Jesús. Esto se debe a una aproximación metodológica basada en una serie de textos normativos básicos de los primeros años de la Orden. Fechner busca relativizar este concepto mediante el análisis de situaciones que se presentaban a los misioneros en las misiones. Algunas muy comunes tenían que ver con la obediencia a autoridades civiles y religiosas, por fuera de la Compañía. Fechner revela que existieron espacios de libertad de decisión garantizados por la curia de la Orden en Roma y practicados por los propios misioneros en ultramar. Es decir, por lo general se buscaban soluciones locales a problemas locales sin recurrir a respuestas externas. La obra de Machoni señala que la obediencia no era tan importante como la empatía o la empiria. El superior debía mandar con dulzura, enfatizando la reforma del dictar desde arriba y no tanto la del obedecer desde abajo.
María Elena Imolesi introduce en su artículo otro gran tema relacionado con el gobierno jesuítico: el del probabilismo. Esta “doctrina”, condenada con furia por lo antijesuitas, consistía en el análisis de casos dudosos de conciencia moral que requerían soluciones concretas dentro un repertorio de “razones probables”. Con base en la palabra de las personas doctas, y tras una serie de consultas establecidas, los jesuitas podían, en los diferentes espacios de misión, tomar decisiones siguiendo el “buen juicio”, lo que constituía una solución pragmática muy eficiente para la actividad misionera. Imolesi presenta una breve historia del probabilismo, tanto fuera como dentro de la Compañía de Jesús, señalando que no hubo una sola postura homogénea frente al mismo. El artículo se centra en cómo se aplicó la doctrina en las misiones jesuíticas del Paraguay en los casos morales concretos -sobre todo del siglo XVIII- relacionados con los matrimonios de indígenas, y frente al problema acuciante de la poligamia. Asimismo, la autora señala los alcances globales de la discusión, en particular en la misión de Asia, donde los jesuitas eran sistemáticamente acusados de divulgar una moral “laxa”. Según Imolesi, el probabilismo se presentaba -siguiendo las ideas de Michel de Certeau- como un “lenguaje para el otro”, que facilitaba la comunicación y, en definitiva, contribuía a una pragmática de la conversión.
En el siguiente artículo, Carlos Zeron introduce de lleno la cuestión del derecho y la justicia a partir del estudio de conceptos legales y teológicos utilizados por los misioneros en Brasil para defender la esclavitud. Analiza tanto las justificaciones teóricas de los jesuitas como las concepciones sobre los indígenas y la esclavitud que se fueron elaborando en las misiones concretas a lo largo de los siglos XVI y XVII. Resulta interesante reflexionar sobre la doble cara de la Orden frente a este problema. Así como fueron incuestionables defensores de la sustracción de los indígenas del régimen de encomiendas, trabajos personales y esclavitud en las colonias americanas, diseñando un sistema de segregación de los indígenas, cuya expresión más acabada fueron las misiones del Paraguay, los jesuitas fueron también formuladores sistemáticos de teorías justificadoras de la esclavitud africana, muchos de cuyos principios se mantuvieron vigentes hasta fines del siglo XIX y, con mayor sutilidad, hasta el XX. Inteligentemente, Zeron extiende una línea hacia el siglo XX con el concepto de esclavitud por deudas y con una comparación de la definición del trabajo asalariado contemporáneo con las concepciones modernas de la esclavitud.
Alejandro Ruidrejo propone una discusión conceptual de la noción foucaultiana de “heterotopia”, con frecuencia aplicada a las misiones jesuíticas del Paraguay. El autor analiza el modo como las misiones entraron en la argumentación de Michel Foucault sobre el problema de la gubernamentalidad y las artes de gobierno, cuestión central en la relectura de los últimos cursos del autor y los debates de la filosofía política contemporánea. La contribución del pensador francés continúa una tradición reflexiva que se remonta al siglo XVIII y que opuso posturas anti y filojesuitas. Ruidrejo rastrea en su artículo las transformaciones de las visiones ilustradas sobre las misiones jesuíticas del Paraguay a lo largo de todo ese siglo, tanto en los tratados filosóficos como en la prensa. En esta breve historia de las reflexiones filosóficas sobre el desempeño jesuita se puede ver cómo existió un paso entre las visiones positivas y utópicas sobre las misiones, hacia una visión pesimista de las mismas consideradas como un sistema opresivo. El tema de fondo de estos escritos fue siempre el gobierno del territorio y la población, junto con la emergencia de los mecanismos modernos de control en un espacio “alejado” de la civilización.
En el siguiente artículo, Guillermo Wilde se centra en la génesis de la praxis misionera jesuítica en los tiempos del general Claudio Acquaviva. A partir de un recorrido por la historia de los primeros pasos de la Orden en Sudamérica, marcados por el disenso interno -entre educadores y misioneros- en torno del perfil que los jesuitas debían adoptar. A su vez, la Compañía se debatía acerca del rol que el general debía tener en la construcción de la Orden como un cuerpo conformado de partes jerarquizadas. Wilde argumenta que ésta fue construyendo en América una autoimagen ligada a la performance ritual en sus diferentes ámbitos de desenvolvimiento (misiones, colegios y residencias), a la apropiación simbólica del territorio y a la integración de las diversidades sociales locales. Estas estrategias simbólicas resultaron de gran eficacia en los primeros tiempos de la expansión ibérica.
En el último artículo, Nicolás Perrone se centra en la construcción de la herencia educativa jesuítica a partir del estudio de la producción intelectual del jesuita Lorenzo Hervás y Panduro, ilustrado español, una de las figuras centrales de la comunidad de expulsos a finales del siglo XVIII. Perrone analiza una de las obras más importantes de Hervás y Panduro, Historia de la vida del hombre, una enciclopedia con temas médicos, antropológicos, educativos, científicos, literarios y religiosos. El autor centra el análisis en la reapropiación pragmática de ciertos elementos culturales de la Antigüedad clásica por parte de este jesuita para sus fines reformistas ilustrados. La mejora de la educación -y por medio de ella, la de la sociedad- estuvo siempre dentro de las metas intelectuales de Hervás y Panduro. El jesuita consideraba que mediante el perfeccionamiento de la enseñanza del latín, de la retórica sagrada y del derecho romano se podía no sólo enriquecer el desarrollo científico del pueblo, sino también combatir a los enemigos de la ortodoxia católica, en concreto los jansenistas. Sin embargo, este jesuita no poseía una mirada positiva de manera homogénea sobre la Antigüedad clásica. La reconstrucción de las distintas visiones sobre la misma nos ofrece un acercamiento a las modulaciones del “pensamiento jesuítico” en el exilio, posterior a la expulsión y supresión de la Compañía de Jesús.
En los seis artículos incluidos en el presente expediente se manifiesta un esfuerzo por establecer conexiones entre teoría y praxis, pasado y presente, contexto local y global, con una orientación de análisis que va más allá incluso del campo estrictamente historiográfico, atacando el núcleo de la teoría política y social contemporáneas.