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Historia y grafía

Print version ISSN 1405-0927

Hist. graf  n.48 México Jan./Jun. 2017

 

Ensayos

Luis Chico Goerne y la propuesta de un “modernismo reaccionario” durante el alemanismo (1946-1952)

Luis Chico Goerne: A “Reactionary Modernist” Proposal During the Alemán Administration (1946-1952)

Beatriz Urías Horcasitas1 

1Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, México.


Resumen:

El régimen de Miguel Alemán obtuvo apoyo y legitimación de un grupo de intelectuales que manifestaron su adhesión a la corriente hispanista y que realizaron estancias en la Alemania de Weimar. El análisis se concentra en Luis Chico Goerne, autor y funcionario universitario que estuvo activamente implicado en la redefinición de la ideología oficial en el periodo de la posguerra. Sus obras reflejan la mentalidad de amplios sectores de la clase media conservadora que no comulgaron con el indigenismo y que aspiraron a modernizar al país a través de la educación y la técnica, sin por ello abandonar un conjunto de valores tradicionales: la persistencia de la familia patriarcal, una visión de la estratificación social basada en el criollismo y la reintroducción de lo religioso en la concepción de lo social.

Palabras clave: intelectuales hispanistas; modernidad conservadora; alemanismo; ciencias sociales

Abstract:

The Miguel Alemán presidency obtained support and legitimation from a group of right wing intellectuals who openly manifested their adhesion to the Hispanist current of thought and who spent periods of time in Weimar Germany. Luis Chico Goerne was an author and university official who was actively involved in the redefinition of the official ideology during the Postwar period. His writings reflect the mindset of ample sectors of the conservative middle class which was not partial to indigenismo and which aspired to modernize the country through education and technology while at the same time not abandoning a series of traditional values: the subsistence of the patriarchal family, the concept of a stratified society based on criollismo, and the reintroduction of the religious element in the conception of society.

Key words: Hispanist intellectuals; reactionary modernism; Miguel Alemán; social sciences

1.La problemática

El régimen de Miguel Alemán (1946-1952) abrió una etapa de modernización basada en el crecimiento económico y la industrialización, en el contexto de un modelo político autoritario.1 Este ensayo cuestiona el sentido que se dio a la idea de modernización en México durante este periodo, mediante un análisis de los planteamientos de Luis Chico Goerne (1892-1960). Para ello, retomaré el concepto de “modernismo reaccionario” acuñado por Jeffrey Herf en un excelente libro que examina la propuesta ideológica de un grupo de intelectuales alemanes que, antes y después de la toma del poder por parte de los nazis, vincularon posturas antiilustradas y autoritarias con la idea de una modernidad tecnológica. Herf engloba bajo esta mirada a Oswald Spengler, Ernst Jünger, Martin Heidegger, Carl Schmitt, Hans Freyer y Werner Sombart. Además de la admiración por la tecnología, esta corriente intelectual entendió la modernidad como el triunfo del espíritu creativo sobre la razón burguesa, apelando a “absolutos tales como la sangre, la raza y el espíritu más allá de la justificación racional”.2 A pesar de que la tecnología ejerció una fascinación sobre la mayor parte de los intelectuales fascistas europeos, escribe Herf, “fue sólo en Alemania en donde pasó a formar parte de la identidad nacional”; “la combinación peculiar del desarrollo industrial y una débil tradición liberal fue el marco social del modernismo reaccionario”.3 La existencia de una “ruta anti-liberal hacia la modernidad” favoreció el ascenso de Hitler, al pugnar por “una revolución desde la Derecha que restablecería la primacía de la política y el Estado sobre la economía y el mercado, y que así integraría los lazos existentes entre el romanticismo y el rearme en Alemania”.4

Desde el planteamiento de Herf, es posible preguntarse si en México existió “una ruta anti-liberal hacia la modernidad” durante esos mismos años. Diversos elementos llevan a pensar que Luis Chico Goerne ejemplifica bien esta postura. Se trata de un alto funcionario universitario involucrado en la redefinición de la ideología oficial a partir del régimen de Ávila Camacho y de la candidatura a la presidencia de Miguel Alemán. Sus textos entrelazan planteamientos tradicionalistas y antiliberales con un proyecto de transformación económica que tomó como ejes el cambio tecnológico y la ampliación del sistema de educación superior. No formó parte del grupo filosófico Hiperión -integrado por Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Luis Villoro y Jorge Portilla- que, como bien lo mostró Ana Santos Ruiz, constituyó la influencia ideológica dominante durante el periodo alemanista.5 La interpretación que propongo en este trabajo es que, a la par de la llamada doctrina de la mexicanidad, el régimen alemanista promovió otra corriente intelectual, más cercana a las ciencias sociales que a la filosofía, que introdujo dentro de la ideología oficial elementos que habían estado presentes en el pensamiento de la derecha hispanista durante los años veinte y treinta.

La obra de Chico Goerne plantea paradojas y contradicciones que ponen de manifiesto la complejidad del entramado ideológico mexicano al término de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un autor que, además de alemanista, se declaró cristiano, anticapitalista y anticomunista. Reafirmó la superioridad de las razas latinas (española y francesa) sobre la indígena, en un momento en que el indigenismo todavía marcaba la línea dominante con relación al tema del mestizaje y la cuestión racial. Reivindicó los valores de la familia patriarcal y de la religión a fin de contribuir al fortalecimiento de los valores revolucionarios y de articular la lucha contra el comunismo. Se pronunció a favor de la subordinación de los intelectuales y de la Universidad al proyecto estatal.

Finalmente, argumentó en contra del modelo anglosajón, tratando de fundamentar una improbable modernización basada en la herencia colonial.

En la década de 1940 escribió varios libros que interpretaron la situación mexicana a la luz de una serie de temas derivados de la problemática de la Guerra Fría: la amenaza del nacional-socialismo y del totalitarismo soviético; la decadencia y la desarticulación de los valores en el periodo de la posguerra; por último, la cuestión de la educación y de la técnica en el proceso de transformación de las sociedades modernas. El lapso de la posguerra representaba para él “la interrogación más inquietante del mundo contemporáneo”; era el momento en el que una humanidad “convulsa” se agitaba “frente al misterio de un porvenir envuelto en sombras”.6 Sus escritos no resultan atractivos para un lector actual debido a que presentan una visión esquemática de la realidad a través de una argumentación repetitiva. Quizá debido a ello y a que se le percibe como una figura de segundo rango, ligada de modo predominante al ámbito universitario, es un autor poco estudiado. A esto hay que añadir que existe muy poca información acerca de sus vínculos con un grupo más amplio de universitarios de tendencia hispanista que respaldaron a la oposición al cardenismo en los años treinta.

De hecho, contamos con escasas investigaciones acerca de la influencia que el hispanismo ejerció sobre los regímenes de la Revolución mexicana y, en particular, acerca de la manera en que los planteamientos raciales y la apología de la familia mexicana tradicional fueron asimilados por la ideología oficial. Sin embargo, el caso de Chico Goerne y de sus colegas cercanos muestra que el hispanismo marcó a toda una generación de intelectuales conservadores, que a partir de la política de “unidad nacional” instaurada por el presidente Ávila Camacho, llegaron a ocupar posiciones importantes en las esferas universitaria y política. Estos intelectuales argumentarían a favor de la “unidad nacional” a través de la asimilación de las clases medias y los empresarios mediante iniciativas como la creación de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), que a partir de 1943 opuso un contrapeso a la coalición cardenista dentro del Partido de la Revolución Mexicana (PRM).7 La interpretación que propongo en este ensayo es que la idea de atraer a los sectores conservadores de la clase media a la esfera oficial, entrañó la construcción de una concepción de la modernidad que ligó la educación y la técnica a un conjunto de valores tradicionales como la persistencia de la familia patriarcal, una visión de la estratificación social basada en el criollismo y la reintroducción de lo religioso en la concepción de lo social.

El orden del ensayo es el siguiente: he reconstruido primero las afinidades entre Chico Goerne y otros dos hispanófilos -Mario de la Cueva (1901-1981) y Rodulfo Brito Foucher (1899-1970)- que ocuparon una posición hegemónica en la Universidad a fines de los años treinta y principios de los cuarenta. A continuación, examino las ideas que Chico Goerne plasmó en las obras que publicó desde principios de 1940 hasta mediados de 1950.8 Me detengo en su argumentación anticomunista y antitotalitaria; en la reivindicación de una “democracia humanista” que haría prevalecer la “latinidad” sobre lo mestizo y lo indio; finalmente, en sus planteamientos en torno a la familia y la patria, las multitudes y los intelectuales. En las conclusiones propongo algunas reflexiones acerca de lo que representó la formación de una derecha oficialista en el México de mediados del siglo XX.

2.Los orígenes

En la década de 1930 Chico Goerne encabezó un círculo de universitarios conservadores muy influidos por las ideas de Antonio Caso, deseosos de impulsar la producción de conocimientos prácticos con una aplicación inmediata en la resolución de los problemas más urgentes del país. Junto con Manuel Othón de Mendizábal y Lucio Mendieta y Núñez, alentó la creación del Instituto de Investigaciones Sociales en la Universidad.9 Ya como rector de la Universidad, en 1935 apoyó la fundación de la Escuela Nacional de Economía, proyecto al cual estuvieron también asociados Enrique González Aparicio, Mario Souza, Jesús Silva Herzog y Gilberto Loyo. Con la llegada de Miguel Alemán a la presidencia, la Universidad se convirtió en un espacio clave para la modernización y la transformación del país. En su estudio sobre el Hiperión, Ana Santos cita un discurso pronunciado en 1947 por Francisco González de la Vega, entonces presidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que muestra bien esta búsqueda de un acercamiento entre la política y la Universidad: “No menospreciamos la inteligencia; por el contrario, hemos llamado insistentemente a los hombres de pensamiento para que nos orienten en la teoría, siempre fecunda, para hacer de México un país grande y respetado por el espíritu de su raza”.10

Para Margarita Olvera Serrano, los jóvenes universitarios de los cuales Chico Goerne fue “portavoz” eran individuos que “habían encontrado prestigio, influencia y fortuna desde su posición de ilustrados en un país de analfabetas”, y que favorecieron “la apertura de espacios dedicados a la vinculación entre conocimiento y poder”.11 Según Fernando Jiménez Mier y Terán, el origen de estas redes de juristas y de científicos sociales dentro de la Universidad se remonta a la promulgación de la autonomía en 1929, momento en que “se realizaban abiertamente actividades políticas, en las que contendían verdaderas mafias”.12 Los enfrentamientos entre las tendencias autonomista, tradicional y estatista dieron lugar a grupos de presión encabezados por médicos o abogados, así como a organizaciones estudiantiles de choque. En este ambiente de efervescencia y de confrontación en el ámbito universitario, al inicio de los años cuarenta Chico Goerne comenzó a colaborar con el gobierno de Ávila Camacho, ocupando los cargos de secretario de Asistencia Pública y de ministro consejero de la Comisión Consultiva de la Presidencia de la República.13 Poco después, se convirtió en uno de los principales promotores ideológicos de la candidatura de Miguel Alemán a la presidencia. Entre 1947 y 1960 fue ministro de la Suprema Corte de Justicia, desde donde impulsó la propuesta de un “gobierno de jueces”.14

Tanto Luis Chico Goerne como Mario de la Cueva y Rodulfo Brito Foucher fueron rectores de la Universidad15 y también directores de la Facultad de Derecho. A pesar de las coincidencias y alianzas que los ligaron en el ámbito de la política universitaria, sus destinos fueron dispares. Luis Chico Goerne estuvo siempre cerca del poder; en el momento de la expropiación petrolera -siendo rector de la Universidad y amigo cercano de Brito Foucher- organizó una manifestación de apoyo a Lázaro Cárdenas, para después sumarse a la campaña de Miguel Alemán. Mario de la Cueva fue y sigue siendo una figura académica consagrada, objeto de innumerables homenajes, en el contexto de los cuales ni sus inclinaciones hispanistas ni su fascinación por Alemania han sido examinadas. Por último, Rodulfo Brito Foucher fue un contrarrevolucionario que encabezó un movimiento anticardenista y que se manifestó siempre como un crítico de los regímenes revolucionarios; pasó a la historia como un emisario del fascismo.16

Todos ellos pertenecieron a la Generación de 1915. Es decir, comenzaron a vivir “la vida política e intelectual en medio de la tormenta revolucionaria y en un mundo que comenzaba a conocer la experiencia de la gran guerra y la revolución rusa”.17 A diferencia de la Generación de El Ateneo, concentrada en la crítica del positivismo, la de 1915 estuvo formada por “hombres prácticos, ordenados, racionales, activos, inquisitivos, realistas. Culturalmente el momento no es de fundación y autoconocimiento, sino de violencia y dogma”.18 La Generación de 1915 albergó al grupo de los Siete Sabios, dentro del cual se encontraban Antonio Castro Leal, Alberto Vázquez del Mercado, Vicente Lombardo Toledano, Teófilo Olea y Leyva, Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín y Jesús Moreno Vaca.

Como para muchos otros jóvenes estudiantes de su tiempo, el autor de referencia para Chico Goerne, De la Cueva y Brito Foucher fue Antonio Caso (1883-1946), único miembro de la Generación de El Ateneo que permaneció en México durante la Revolución y que muy pronto se convirtió en una figura central dentro del ambiente intelectual mexicano.19 Para explicar que, a partir de 1914, Caso se convirtiera en “la principal figura del panorama intelectual mexicano”, Alejandro Estrella menciona tres elementos: “su ‘indiferencia’ ante las urgencias temporales, la sangría de los cuadros académicos y la posición central que ocupaba en la red oficial antes del estallido revolucionario”.20 Acerca de su propuesta filosófica, Jesús Iván Mora Muro sostiene que si bien “sus escritos se caracterizaron por una crítica a los ‘sistemas dogmáticos de pensamiento’ como el positivismo, el marxismo y el catolicismo, argumentar que Caso era antidogmático es un error que debe corregirse”.21 En otras palabras, “sus creencias cristianas eran tan arraigadas que todas sus especulaciones filosóficas no fueron otra cosa que la exaltación del evangelio paradójicamente mezclada con un liberalismo tradicionalista”.22

El pensamiento que Caso transmitió a sus alumnos estuvo marcado por la visión hispanista acerca de la desigualdad racial.23

En un ensayo escrito en 1923, planteó el tema de la democracia, considerando que ésta no se alcanzaría hasta lograr la unidad racial y la homogeneidad cultural:

La democracia plena impone, como necesidad o requisito previo, la unidad racial, el trato humano uniforme; y en México esta uniformidad, esta unidad, no ha existido nunca. Mientras no resolvamos nuestro problema antropológico, racial y espiritual; mientras exista una gran diferencia humana de grupo a grupo social y de individuo a individuo, la democracia mexicana será imperfecta; una de las más imperfectas de la historia.24

La Conquista habría propiciado la mezcla de dos razas y de dos culturas heterogéneas que engendraron “un pueblo de mestizos que vive dentro de un gran trastorno permanente y general [...] en estado patológico, como diría Ratzel, trastorno que no cesa por completo durante siglos”.25 Para superar este fenómeno se requería de un acto de renovación moral arraigado en la religiosidad cristiana. Y en este contexto, la Universidad aparecía como un elemento clave para la transformación de México. Caso partía de la premisa de que la producción de conocimiento debía tener un sentido social; de manera que desde el momento en que el joven entraba en la Preparatoria, “habría que enseñarle a trabajar, a investigar, y a derramar el fruto de su investigación en la masa del pueblo”, en vez de alentarlo a sumarse a la burocracia y a emigrar a las grandes ciudades.26

Al igual que Caso, jóvenes estudiantes de leyes como eran Chico Goerne, De la Cueva y Brito Foucher pusieron en entre-razas de diverso grado de evolución social, de diferentes costumbres, plantea para México y para muchos de los otros países de la América española, el más arduo de los problemas que los legisladores tengan que resolver”. Rodulfo Brito Foucher, “Composición social y organización jurídica”. dicho que la democracia llegaría a desarrollarse en México, un país escindido por diferencias raciales y culturales. Dudaron de que los primeros gobiernos revolucionarios pudieran llevar a buen término la obra de transformación moral que el país requería. A fin de cuentas, estuvieron convencidos de que la Universidad era el espacio desde el cual sería posible conjugar la ciencia, la técnica y la cultura humanística en beneficio del ideal democrático.

a)La fascinación por Alemania

Uno de los elementos que unió a estos tres personajes a lo largo de la década de 1930 fue la atracción que sobre ellos ejerció la última etapa de la Alemania de Weimar y el ascenso del nacional-socialismo. Entre 1931 y 1933, Mario de la Cueva pasó dos años en Berlín estudiando las corrientes jurídicas que se habían desarrollado durante los últimos años de la Alemania de Weimar. Tomó clases con los juristas y filósofos más importantes de la época.27 Algunos de ellos, como Nicolai Hartmann y Carl Schmitt, se convertirían en ideólogos pronazis; sin embargo, no tenemos certeza de que De la Cueva leyera y asimilara los libros escritos por Schmitt entre 1919 y 1933.28 Más allá de los estudios jurídicos, a lo largo de su vida De la Cueva mantuvo una gran admiración por la cultura alemana y tradujo al español varias obras tanto jurídicas29 como literarias y filosófico-políticas.30

De la Cueva alentó a Brito Foucher a realizar una estancia en Berlín entre 1936 y 1937, en un momento en que este último tuvo que salir del país a causa de los problemas políticos generados por la incursión a Tabasco en contra de Tomás Garrido Canabal y el enfrentamiento con Cárdenas. Dicha estancia fue apoyada de modo institucional por Chico Goerne, entonces rector de la Universidad, quien le extendió una comisión de estudios para visitar varios países europeos.31La amistad entre Brito Foucher y De la Cueva se había gestado en la escuela de leyes y había crecido durante un viaje que hicieron juntos a Europa. A mediados de los años treinta compartieron muchos intereses intelectuales y políticos. Junto con Enrique González Aparicio -un abogado que se orientó hacia la economía marxista y que también ocupó cargos importantes en la Universidad en los mismos años, aunque murió muy joven-, De la Cueva apoyó a Brito Foucher en la lucha en contra del régimen de Garrido Canabal en 1935.32 Siguiendo los consejos de De la Cueva, Brito Foucher se inscribió en el Instituto para Extranjeros de la Universidad de Berlín y en las facultades de Filosofía y de Política de la misma, en donde asistió a los cursos de Nicolai Hartmann y de Alfred Baeumler, ambos conocidos como filósofos que hicieron la apología del nacional-socialismo.33 En una carta fechada en septiembre de 1936, De la Cueva se dirigía a Brito Foucher para apoyar su estancia en Alemania, y manifestaba curiosidad por conocer sus impresiones acerca de los grandes movimientos de masas que caracterizaron el ascenso del nazismo: “Espero con verdadero deseo noticia de sus impresiones en Alemania; con motivo del Congreso de Nurnberg habrá usted podido notar los colosales movimientos de masa de efecto a Moscú, en donde permaneció sólo algunos días debido a que no hablaba ruso y a que le fue imposible establecer vínculos con políticos o universitarios. Luis Chico Goerne, “Carta a Rodulfo Brito Foucher”, México, 22 de junio, 1936, AHUNAM-FRBF, sección política, serie informes y correspondencia en el exilio, años 1935-36, caja 17, exp. 272, f. 5. los nazis y me gustaría saber qué piensa usted de ellos; ojalá me diga también en alguna ocasión su opinión sobre el régimen que no deja de tener ventajas”.34

A partir de la promulgación de la Ley Orgánica de 1933, la Universidad vivió serios conflictos que se exacerbaron durante el cardenismo.35 Acerca de la situación en México y en la Universidad en estos años, De la Cueva añadía:

De México, hay, en realidad, poco que decir. Las cosas siguen en el mismo estado y no se ve, por ahora, cambio alguno en el horizonte. El Presidente [Cárdenas] parece tener el control pleno sobre todas las actividades y creo que cada día gana fuerza; el movimiento obrero sigue adelantando alrededor de la CTM y de Lombardo y creo muy probable que para las próximas elecciones vaya a dar una batalla formal con algún candidato que, aunque salido del gobierno, sustente una tendencia absolutamente radical, claro está dentro del radicalismo mexicano. Ha habido algunos cambios en el gabinete que Usted ya sabrá, pero que no han afectado en nada la posición del gobierno, pues sólo se trata de cambios de personas [...] De la Universidad no se decirle cómo anda, pues a últimas fechas me limito a dar mis clases sin juntarme con sus funcionarios.36

Pesimista acerca del futuro de México, De la Cueva consideraba que en el corto plazo a ambos les convendría concentrarse en el ejercicio privado de la abogacía:

Creo que el porvenir nos está llamando nuevamente a la profesión y es bueno pensar en un despacho que nos permita ganar algo de dinero en poco tiempo para irnos quizá a radicar a otra parte, cuando ya no se pueda trabajar en ésta. De manera que dedíquese Usted nuevamente al derecho, procedimientos, de trabajo, etc. y dejemos correr un poco de tiempo a fin de ver si más tarde puede hacerse algo mejor.37

En 1937, Brito Foucher envió un informe al rector Chico Goerne. Acerca de sus actividades en Alemania, y de aquello que lo motivaba a cursar estos seminarios y conferencias en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Berlín, se limitaba a señalar: “debo comenzar por decir que mi interés en dichos estudios radica en la necesidad que he experimentado de profundizar en las doctrinas filosóficas que sirven de base a las doctrinas políticas, económicas y sociales en general”.38 Más adelante, en el mismo informe, hay un párrafo que resulta más significativo: “Durante mi estancia en Alemania realicé por mi cuenta, o sea, fuera de la Universidad, estudios sobre el Nacional Socialismo, en su doctrina y en su organización y funcionamiento de las actuales Instituciones Alemanas”.39

b)La filiación hispanista

El hispanismo fue una corriente ideológica que cobró fuerza en España a partir de la dictadura de Primo de Rivera y durante el periodo del primer franquismo. Fundamentó una forma de nacionalismo autoritario y se distinguió del hispanoamericanismo -que se había desarrollado a fines del siglo XIX y principios del XX- por sus connotaciones antidemocráticas y antiliberales, así como por su apego a un catolicismo militante.40 Durante la década de 1930, la corriente hispanista o doctrina de la hispanidad fue sistematizada por el grupo de intelectuales reunidos por Ramiro de Maetzu en torno a la revista Acción Española.41 Se difundió hacia el extranjero a través de una activa campaña de propaganda política que buscó aglutinar a las naciones hispanoamericanas en torno al proyecto del nacionalcatolicismo. Según Lorenzo Delgado, la construcción teórica de la derecha española en torno a la renovación del espíritu de la hispanidad tuvo buena acogida en los grupos latinoamericanos conservadores de los años treinta porque éstos se encontraban

impregnados de un nacionalismo igualmente reaccionario que combatía tanto la penetración liberal generada a partir del expansionismo de los Estados Unidos -por medio del Panamericanismo-, como las tendencias izquierdistas y revolucionarias que propugnaban un cambio radical en las estructuras sociales heredadas de la época colonial -asentadas en algunos países sobre lo que se calificó como indigenismo”-.42

En México, la corriente hispanista cobró visibilidad a través del discurso de los grupos de derecha que configuraron una oposición a la revolución en el poder.43

En el momento en que ocuparon la rectoría, tanto Chico Goerne como De la Cueva y Brito Foucher hicieron pública su afinidad con la ideología hispanista. Durante las celebraciones del 12 de octubre, pero también en otras ocasiones, todos ellos reivindicaron la herencia colonial, así como los valores inherentes a la llamada raza hispánica.44 En octubre de 1937, Chico Goerne pronunció un discurso publicado en la Revista de la Universidad de México, en el que destacaba la importancia del legado hispánico para la Universidad: “La Universidad de México, siente legítimo orgullo al entregar hoy por primera vez a su pueblo, la voz auténtica de España salida de sus labios más ilustres”. Exaltaba la valentía de Cortés y los valores en los que había estado cimentada la tradición hispana desde la época de la conquista: “honor, heroísmo, justicia, sueño grande, quimera noble”. Por último, oponía la superioridad espiritual española al materialismo anglosajón y elogiaba el mestizaje que España había favorecido.45 En sus Memorias, el médico Fernando Ocaranza -que antecedió a Chico Goerne en la rectoría y que fue uno de sus críticos abiertos- cuestionaría la autenticidad de este “casticismo”.46

Con motivo de la apertura de los cursos en Bellas Artes en febrero de 1941, Mario de la Cueva pronunció un discurso muy similar. Esta alocución fue recuperada por el periodista Marco Almazán en un artículo publicado en la revista Hispanidad, que llevó por título “La Universidad de México abre sus puertas a la Hispanidad”. Éstas son las palabras citadas por el periodista:

La Universidad de México, orgullosa de su glorioso pasado y consciente de la elevada misión que desempeña como centro máximo de la cultura en la nación, y forjadora de los hombres del mañana, se identifica plenamente con las naciones ibéricas y abre sus puertas a la hispanidad. Todo aquel que aliente los ideales de nuestra raza y crea en el destino de nuestras naciones, encontrará todo el apoyo, la comprensión y la buena voluntad de que somos capaces. Pero ¡Ay de aquel que reniegue o vaya en contra de la Hispanidad! Para ese, nuestras puertas permanecerán inexorablemente cerradas.47

En su comentario a las palabras del rector De la Cueva, Almazán reproducía las ideas de la derecha mexicana más recalcitrante en aquellos años:

Pocos comentarios necesitan las palabras del licenciado de la Cueva. Representa él a las juventudes cultas y sinceras del país, no contaminadas del virus del judaísmo y los intereses bastardos de los pagados por el imperialismo yanqui. Se hace vocero del sentir de los verdaderos mexicanos, que junto con sus hermanos de España y del resto de Iberoamérica, creen firmemente en el destino glorioso de nuestra raza y esperan confiados el triunfo definitivo de la Hispanidad […] estamos firmemente convencidos que solo así, uniéndonos en apretado haz, y fortaleciendo nuestra comunidad de cultura, lengua y religión, ocuparemos el alto lugar que nos corresponde en el mundo.48

En el mes de octubre del mismo año, el rector De la Cueva retomaría el tema de la hispanidad en un discurso publicado en la Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia.49 Y nueve años más tarde, en el momento en que ocupaba el cargo de director de la Facultad de Derecho, seguiría proclamando su apego al ideal hispánico: “La Facultad de Derecho de México y Fray Bartolomé de las Casas, esa encarnación del Quijote a quien debemos la imperecedera noticia de que el hombre de América es persona, tienen un mismo origen, esa idea cristiano-española de un derecho perpetuamente destinado a realizar lo eterno del hombre”.50

Al inicio de los años cincuenta, De la Cueva todavía manifestaba nostalgia por el pasado colonial: “Han transcurrido cuatro siglos y el panorama que se presenta a la Facultad de Derecho es bien distinto de aquel halagüeño porvenir que le brindaron las auroras del Renacimiento y de la Hispanidad. Vivimos un siglo de indudable crisis”.51 Percibía un presente convulso y sembrado de nuevas dictaduras que habían desvirtuado los valores morales y las instituciones jurídicas que habían existido en el pasado:52

la América Hispana tiene un siglo y medio de padecer la dictadura y esta es la tragedia mayor de nuestros pueblos […] La dictadura del pasado era simplemente dictadura; pero ahora es una dictadura hipócrita y es la que pervierte más las conciencias: es dictadura y predica la democracia; habla de instituciones jurídicas, pero las ha llenado de hombres serviles [que] afirman servir al pueblo y no hacen sino explotarlo.53

En 1942, en el momento que ocupaba la rectoría, Brito Foucher manifestó también su adhesión a la corriente hispanista e hizo declaraciones públicas en el sentido de que México nunca debió haberse independizado de España. El semanario Hoy, que hasta entonces le había dado un apoyo incondicional, publicó una fuerte crítica a estas declaraciones:

En un banquete que le fue ofrecido al ministro de Educación Pública hace unas cuantas semanas, el señor Brito Foucher pronunció un brindis en el que, junto a muchas verdades encomiables, sostuvo la tesis peregrina de que México, en el año de 1810, se había salido del cauce de la historia lógica para internarse por vías extraviadas, y que ya fuera de la Naturaleza, se había refugiado en la mentira. Una visión tan pesimista de nuestro pasado se compensó con el optimismo radiante que le inspira el actual Presidente que, a su juicio, está restaurando el imperio de la verdad. Como semejante tesis significa que Hidalgo, Allende y Morelos no son los padres de la patria, sino los iniciadores de la mentira; como conduce a la conclusión inevitable de que México debió seguir siendo una colonia, creímos que tan audaz afirmación se debía a un arrebato momentáneo, natural en muchos oradores que se dejan arrastrar por su propia elocuencia; pero como el Rector ha repetido su tesis en la Universidad Autónoma de Guadalajara, vemos que no se trata de un error debido a la improvisación. Merece, entonces, ser rectificado.54

A pesar de que los discursos de los tres rectores acerca del vínculo entre la Universidad y la hispanidad tenían muchos puntos en común, sólo el de Brito Foucher fue criticado de manera pública. Una interpretación posible a este fenómeno es la postura política que unos y otros adoptaron.

3.El debate en torno al comunismo, el totalitarismo y la democracia clásica en la obra de Chico Goerne

El hilo conductor que recorre las obras de Chico Goerne es el tema de la definición de una doctrina política capaz de dotar de un nuevo sentido a la Revolución en el periodo de la posguerra. El temor al caos atraviesa toda su obra y se concretiza en lo que percibe como dos amenazas específicas: el avance de una decadencia que profundizaría un proceso de descomposición social y política; y la erosión de “lo propio” a causa de la proliferación de una modernidad mortífera. En el libro Ruta política55 el autor expresa que el país se hallaba “hundido en la sombra y en la desorientación, sin rumbo fijo, sin unidad de propósitos, sin unidad de conciencia”, en un momento en que “cuatro grandes concepciones doctrinales se disputan el derecho de construir la nueva arquitectura de la humanidad que viene; y el México de hoy, al nacer así, en medio del debate más apasionado y más apasionante que hayan presenciado los tiempos”.56 Y tres años antes se preguntaba: “¿Cómo elegir una doctrina sociológico-política que sirva de guía a la acción gubernativa, si en el momento que vivimos reina el caos y la desorientación en todo el territorio del pensamiento social?”.57 Supeditaba la elección de una de estas corrientes -el comunismo, el totalitarismo, la democracia clásica y la democracia humanista-a que ésta fuera compatible con “la auténtica tradición espiritual de nuestro pueblo”.58

Con relación al comunismo, consideraba que la concepción “universalista” de la dictadura proletaria era inconciliable con la singularidad del nacionalismo mexicano.59 El comunismo reivindicaba un concepto de libertad opuesto a aquel que la Revolución estaba impulsando a través de la defensa de la propiedad privada, de la libre asociación y de pensamiento, por lo que la tarea de los intelectuales comprometidos con el alemanismo era despejar la confusión entre revolución y comunismo, que reinaba tanto en la “masa inculta” como en el “sector revolucionario de vanguardia”. En particular, había que desenmascarar a “los hombres cultos de este [último] bando [que realizaban] una labor comunizante [que] se oculta con hipocresía y conscientemente detrás de verbalismos demagógicos de apariencia inofensiva”.60

En cuanto al totalitarismo o nazi-fascismo, Chico Goerne planteaba que la propuesta acerca del “valor jerárquico de las razas” resultaba incompatible con la realidad del mestizaje mexicano, pues,

mientras el totalitarismo […] llevado fatalmente por su concepto jerárquico racista, hace del indio no ario, un nuevo sudra despreciable, dentro de una nueva sociedad brahamánica y de castas, y no ve en el mestizo sino el engendro híbrido y deforme que prostituye y mancha la pureza étnica, la Revolución, en cambio, hace del mestizo y del indio la matriz fecunda en donde se gesta nuestro pueblo y de donde sale nuestra patria a la luz del mundo.61

El totalitarismo había arraigado en grupos de extrema derecha apegados a la tesis “aristocrática” acerca de la superioridad de unas razas sobre otras, en oposición a “la tesis revolucionaria [que] construye sobre el valor de la debilidad, y es por ello modesta, popular, abierta, sin fronteras a todas las corrientes de la vida”.62 La visión de Chico Goerne en torno al tema racial se caracteriza por una ambivalencia entre la reivindicación de lo mestizo y la valoración de una “latinidad” representada por España o Francia. Se trata de uno de los pocos autores de mediados del siglo XX que considera que la influencia francesa había sido determinante en México a partir de la Independencia: “Si bajo el vientre maternal de España se gestó la nacionalidad, bajo la luz de Francia México abrió los ojos a su espíritu a la vida libre”.63 En su opinión, la influencia francesa podría actuar como un freno a los avances de la cultura norteamericana que estaba erosionando los fundamentos del nacionalismo mexicano.64

Aunque menos peligroso que el comunismo y que el totalitarismo, la “democracia clásica” -o individualismo liberal- es presentado como un sistema poco adaptable a la realidad mexicana. Chico Goerne consideraba que el principal error del liberalismo había sido creer que el acceso a las libertades podía ser el mismo para cualquiera y que las leyes amparaban por igual a los débiles y a los fuertes, en tanto que, desde la perspectiva revolucionaria, “la libertad sólo se alcanza cuando el Estado deja de ser coordinador nada más, para convertirse en creador y en actor; cuando las fuerzas sociales en él acumuladas, dan posibilidades y abren territorios a la acción de aquellos a quienes la naturaleza negó esas posibilidades y a quienes el egoísmo usurpó esos territorios”.

En México, la democracia clásica había arraigado en un “sector moderado” del cual había que desterrar la idea de que “la aplicación estricta de los principios democráticos-clásicos es por sí sola suficiente para realizar las ambiciones de liberación que se persiguen”.66

Apostaba por la instauración de una “democracia humanista”, definida como “la única tesis contemporánea que no sólo se injerta plenamente en la tradición mexicana, sino que es además esencia y aún creación popular de las conmociones sociales que hace treinta años estamos viviendo”.67 Esta definición vaga de la “democracia humanista” atraviesa todos sus escritos. En el libro Ruta política afirmaba que “la ruta mexicana no es comunista, ni individualista, ni totalitaria; es demócrata, pero se encamina a una nueva democracia realista basada en la verdad del ser humano”.68 Años más tarde, en el libro La filosofía constitucional mexicana frente a la crisis política de nuestro tiempo (1953), advertía que la “democracia humanista” pretendía “reconstruir la vida del mundo sobre los seculares soportes de la cultura grecolatina, sobre los que México, como precursor y vanguardista elabora su constitución de 1917: Hombre, Familia y Patria”.69 A diferencia del Estado comunista y del Estado totalitario que subordinaban a los hombres, en la democracia humanista el Estado se convertía en “un servidor de esos seres humanos, un sirviente indispensable sin duda alguna, absolutamente necesario, pero un sirviente al fin y al cabo, jamás un Señor, mucho menos un Dictador”.70

4.La familia y la patria

Familia y patria eran entidades sociales que se encontraban en íntima relación: “la familia, diríase, es la celdilla de la patria, es una patria en miniatura, más pequeña en sus dimensiones geográficas y humanas, pero más compacta, más personal, más afirmativa en su coherencia interior y en su fisonomía externa”.71 El “hogar revolucionario” era la base sobre la cual descansaba el Proyecto de reconstrucción nacional a partir del régimen alemanista, en la medida en que la autoridad paternal, la tradición y una “visión particular de la vida”72 constituían una barrera infranqueable tanto a “las notas superficiales y movedizas que llegan de Norteamérica, allí donde estuvieron los contornos inmóviles y austeros del hogar español”,73 como a la influencia del comunismo y el totalitarismo que buscaban intervenir sobre la formación de la niñez y de la juventud. El libro Hacia una filosofía social en el siglo XX es una argumentación sistemática a favor del fortalecimiento de los vínculos entre la familia, la patria y las “auténticas tradiciones”:

Se ha repetido constantemente en estas páginas que es el ideal de Patria, y con él el de familia, la suprema aspiración de nuestro movimiento revolucionario contemporáneo; y se ha dicho en el capítulo que antecede, que ese ideal social en su doble aspecto, familiar y nacional, no será accesible a la política mexicana si ella, como actitud primaria y fundamental, no se entrega apasionadamente y en forma organizada y culta a la obra ingente del renacimiento de nuestras auténticas tradiciones, pues sólo desde base semejante podrá el pueblo reconstruir su ser colectivo con sus propias fuerzas y con fisonomía personal y definida ante la vida universal.74

Las “auténticas tradiciones” arraigaban en la época colonial, que Chico Goerne concebía en términos del “advenimiento de un único y formidable núcleo de atracción” a partir del cual había podido iniciarse “la obra unificadora de aquellas culturas indígenas tan incoherentes, tan inconexas, tan distintas, en ocasiones tan contradictorias”.75 México se había constituido como nación con la llegada del “alma latina a tierras indias”, siendo “sus progenitores el conquistador y el fraile, el conquistador que hace mestiza la carne, el fraile que hace mestiza el alma de la patria”.76 El régimen de Miguel Alemán podría superar la decadencia y el caos en la medida en que lograra recuperar dicha esencia.

El panorama social que se presentaba ante Chico Goerne al inicio de los años cuarenta no era alentador. En sus libros describe a una sociedad sin referentes propios, que vivía “incierta y desorientada, porque su impulso, su conquista y su obra no se han traducido todavía en una exposición sistemática, coherente, que dentro de precisos linderos defina [...] a la verdadera teoría revolucionaria”.77 Los principales actores sociales se encontraban enajenados ante lo extranjero o sumidos en la ignorancia: “el indio arrastra su miseria sobre una tierra inclemente y envuelto en una atmósfera de pavoroso silencio que no interrumpe una sola voz de aliento ni de fe”; la clase media se encontraba “invadida por la mixtificación degenerada de todo lo nuestro”; y la clase superior estaba “entregada a lo extraño [despreciando] lo propio porque lo desconoce”.78Detrás de esta situación identificaba los avances de la modernidad norteamericana, visible sobre todo en el medio urbano, y propone una curiosa enumeración de las transformaciones hacia la modernización que estaban produciéndose en las ciudades:

cambia la queja romántica de sí misma por la fiebre epiléptica del jazz; cambia la línea elegante y aristocrática de los Luises por la monotonía burguesa y monótona del “Bungalow”; cambia la sobriedad imponente del palacio hispano, hecho para “señores”, por una reproducción pobre y mediocre de “rascacielos” hecho para comerciantes; cambia, y esto es lo más grave, su espíritu creador por un delirio imitativo que hace de México, que fue la gran metrópoli americana de la hispanidad, ya no un constructor de la auténtica casa española, sino un pobre importador al mayoreo de la mixtificada interpretación que de ella nos manda en cataratas California.79

Este proceso, observa el autor, podría ser revertido mediante el reforzamiento de un modelo de familia basado en “la autoridad paternal, la santidad materna y la subordinación filial”.80 La familia patriarcal representaba, en efecto, una entidad “regeneradora” susceptible de contribuir al renacimiento de valores morales y de sentimientos que opondrían un contrapeso a tendencias extranjerizantes como eran el “sajonismo”, el comunismo y el totalitarismo. En todos los estratos sociales, la familia favorecería un trabajo de fusión orientado a ampliar la conciencia social de “lo propio”. Debido a ello, el Estado estaba llamado a tejer estrechos vínculos con la familia:

el imperativo del actual Estado mexicano [es ir] a la familia con la pasión religiosa del creyente a sembrar en ella los ideales de la revolución, y cimentar la escuela sobre estos mismos ideales [...] ir a la familia de las clases altas para detener allí esa dolorosa agonía de lo nuestro que muere ahogado en el mar de un extranjerismo [...] ir sobre todo a la familia de los miserables, a donde no llegó lo occidental, de donde huyó lo suyo sin remedio, y en donde es más dramática su agonía, porque es agonía de soledad, de olvido y de vacío.81

Acerca del conflicto Estado-Iglesia, declaraba que era “tiempo ya de liquidar […] esa batalla centenaria”. Sus escritos reafirman la coincidencia entre los principios del cristianismo y los de la revolución: la igualdad y la libertad, la condena de la esclavitud, de la opresión y de la injusticia. Asimismo, considera que un pueblo no podía vivir sin creencias que lo articularan en cuanto tal; y más aún en el caso de la sociedad mexicana, en donde la “unidad religiosa” era quizá el único elemento que estaba consolidado con solidez en la conciencia nacional.83

5.Multitudes e intelectuales

A pesar de que la Revolución representaba la lucha “de los humildes y de los pobres, […] de los que sufren, vencidos por el egoísmo insaciable de los poderosos”,84 para este ideólogo del alemanismo la multitud encarnaba también una fuerza destructora debido a “la contextura inconsciente [e] irracional de su psicología”.85 Esta fuerza social potencialmente destructora, que era a la vez la base del edificio revolucionario, había comenzado a ser encauzada a través de la reafirmación de valores patrios y familiares, lo cual permitía vislumbrar el inicio de una nueva era “de acusado perfil moral” en la que “el sentimiento, patrimonio de las masas, [comenzaría] su ascenso hacia las más altas cumbres de los valores humanos”.86 El autor subrayaba la importancia de que la doctrina revolucionaria desechara un discurso racional y apelara al sentimiento de las multitudes, transmitiéndoles la necesidad de amar “a su patria y a su familia”, reafirmando al mismo tiempo “la igualdad y la libertad de sus hombres”.87

Las tareas racionales vinculadas con la integración de “la ciencia a la política” quedarían en manos de los intelectuales y de los científicos; de ellos tendría que emanar una “luz” que iluminara las acciones de los gobernantes por medio de la realización de

una investigación metódica, científica y seria de la República, que proporcionando al Estado un conocimiento profundo y real del pueblo que gobierna, le pondría en la posibilidad de liberarse de la política empírica, y lo que es peor, ensayista y demagógica en que ha vivido, para encaminarse de lleno por la ruta de la política culta, que es la que como misión substancial le asigna el imperativo de su tiempo.88

Concebía a los científicos sociales -antropólogos, sociólogos, economistas, juristas, historiadores, etnólogos y arqueólogos- como los “técnicos de la Revolución”.89 Junto a “un pueblo palpitante y conmovido por ansias reivindicadoras” y a “un político bañado por la claridad alucinante y religiosa de la profecía”, el técnico estaba llamado a ser el “constructor con las manos del estudio, de la ilustración y del saber”, que podría llevar a buen término el movimiento transformador que México requería. Chico Goerne lamentaba que la Revolución hubiera tenido “su pueblo y su político, pero no su intelectual”.90 De ahí la importancia acordada a la Universidad como formadora de nuevas generaciones de intelectuales y profesionistas, así como a la creación de un Instituto de Cultura Mexicana -que nunca llegó a existir-, cuyas funciones consistirían en congregar

las más valiosas energías intelectuales que sientan el impulso noble de entregarse a su patria, las energías de Universidades, de Instituciones, y Agrupaciones de ciencia y de arte, de hombres de estudio, de profesores, de investigadores, de sabios y de estudiantes, de todos aquellos en quienes aliente el ideal redentor de un pueblo, que no ha de salvarse sino cuando la ilustración y el saber fundidos en una síntesis orgánica y unitaria, descorran el velo que oculta las riquezas insospechadas de su naturaleza.91

En lo que Chico Goerne caracteriza como “el proceso integrador de la mexicanidad sobre la base de la mezcla indo-latina”,92 la misión de los intelectuales era desterrar el “sajonismo invasor que está formando ya un mestizaje híbrido y degenerado” en la cultura de las clases altas, mientras que en las clases inferiores, “en donde no se conservan del espíritu indígena sino unas cuantas supervivencias deformadas”, combatirían “la ausencia de toda cultura”.93 El hispanismo se asoma en esta propuesta; Chico Goerne anhelaba que “los pensadores mexicanos del siglo xx [reanudaran] la conquista del Ideal, que en el XVI sembraran los pensadores españoles en lo más hondo del corazón de esta Patria nuestra”.94

6.Conclusiones

Sabemos poco acerca de la fascinación que el hispanismo franquista y la Alemania nazi ejercieron sobre algunos intelectuales mexicanos a mediados del siglo XX, y menos aún acerca de la influencia de estos intelectuales sobre la reformulación de la ideología de la Revolución mexicana. Esta cuestión ha sido silenciada por la historiografía debido al desprestigio de la propuesta nazi al término de la Segunda Guerra Mundial y al repliegue del franquismo en América Latina desde mediados de la década de 1950. A ello hay que añadir que los vínculos existentes entre diferentes actores políticos e intelectuales han sido negados u ocultados a fin de no afectar reputaciones impolutas.

Sin embargo, el caso de Luis Chico Goerne muestra la existencia de lazos ideológicos profundos que permiten vincular a un conjunto de científicos sociales y de juristas conservadores que accedieron a las más altas responsabilidades en la Universidad y que ocupan lugares muy dispares en la memoria intelectual del siglo XX mexicano; entre ellos: Manuel Gómez Morín, Rodulfo Brito Foucher, Mario de la Cueva, Enrique González Aparicio y Lucio Mendieta y Núñez. Todos ellos consideraron que las ciencias sociales eran la clave para transformar al país. Varios fueron exvasconcelistas, que en la década de 1920 asumieron posturas que conllevaron una visión elitista y jerárquica del proyecto social muy influida por las ideas de Antonio Caso. No siempre transitaron hacia la esfera oficial, sino que algunos mantuvieron posturas contrarrevolucionarias y quedaron marginados del debate político, como es el caso de Rodulfo Brito Foucher. En las antípodas, Chico Goerne militó en el PRI.

La existencia de un hispanismo con tintes oficialistas, o de un oficialismo con tintes hispanistas, da cuenta de un panorama ideológico complejo en el que una parte de la clase media asimiló y utilizó las propuestas de la derecha europea. En un texto publicado en 1983, Roger Bartra identificó una contradicción en la derecha mexicana organizada en partidos que está presente en la propuesta de un ideólogo del alemanismo como Luis Chico Goerne. Esta contradicción se desprende del intento de “conciliar el catolicismo hispanista conservador con el pragmatismo liberal burgués”. Bartra se pregunta: “¿cómo fundir los intereses corporativos de las castas tradicionales de burguesías neo-porfiristas hispanófilas y católicas, con los modernos apetitos individualistas de la nueva burguesía pro-norteamericana?”.95 Ante esta interrogante se han perfilado dos tipos de solución. El primero: “gestar un movimiento autónomo de inclinaciones fascistas, con una base de masas pequeñoburguesas, furiosamente nacionalistas, corporativistas y católicas”. El segundo: configurar un “espacio estatal termidoriano, pero legitimado por la familia revolucionaria institucional en su vertiente reaccionaria (que prefiero denominar carrancista)”.96 Esta última opción es la que cobra fuerza durante el alemanismo, cuya política de “unidad nacional” promovió la modernización económica a la par de un conjunto de valores tradicionales -como eran la “mexicanidad”, la familia, la patria y la religión- que apuntalaron la campaña anticomunista a través de la ideología oficial.

La articulación entre el oficialismo y la derecha durante el periodo alemanista tuvo consecuencias importantes. En palabras de Bartra, dicha fusión

se ha producido bajo la forma de un pragmatismo que sólo pudo desarrollarse gracias a la corrupción, al cinismo y a las prácticas represivas; no es una verdadera fusión, y por ello hoy en día una gran parte de la derecha -con aspiraciones a ser independiente- somete a crítica agria y constante a su propio alter ego estatalizado. A su vez, la derecha institucional intenta cubrir con el manto de la eficiencia tecnocrática y de la moral administrativa varios decenios de ignominia. Lo peor que podría sucederle -y es posible que así sea- es que el proyecto de la nueva derecha estatal naufrague por la ineficiencia y la corrupción del propio sistema.97

Fuentes

Archivo

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1El modelo político inaugurado por Miguel Alemán, dice Luis Medina Peña, buscó imponer límites a la corriente cardenista “que había quedado desplazada de posiciones políticas clave por la guerra, y [por] la política de unidad nacional”. Asimismo, el alemanismo dio fin a “la misión histórica del PRM como frente popular, [lo cual implicó] excluir a los comunistas del nuevo partido, conservar y ampliar la alianza con las organizaciones obreras, declarar cancelada la época de luchas de clases y señalar un camino de perfeccionamiento institucional”. Luis Medina Peña, Hacia el nuevo Estado. México, 1920-1994, p. 160. En paralelo, escribió Ana Santos, fue formulada una nueva propuesta ideológica que tomó como eje el concepto de “mexicanidad”. Dicha propuesta exaltó el mestizaje y el papel fundamental de la burguesía en el proceso de modernización, así como una reinterpretación de la Revolución mexicana que apuntaba hacia la liberalización económica y la perspectiva de una revolución permanente que se desplegaba en una etapa constructiva. Ana Santos Ruiz, Los hijos de los dioses. El grupo filosófico Hiperión y la filosofía de lo mexicano, pp. 231-321.

2Jeffrey Herf, El modernismo reaccionario. Tecnología, cultura y política en Weimar y el Tercer Reich, p. 41.

3Ibidem, pp. 35-36.

4Ibidem, p. 19.

5Entre 1948 y 1952, el grupo de filósofos agrupado bajo el nombre de Hiperión ofreció una explicación de los problemas nacionales, que estuvo sustentada en una definición de los rasgos ontológicos del mexicano. Desde una perspectiva esencialista que sintetizaba una serie de prejuicios y de lugares comunes acerca de la identidad nacional, los “hiperiones” buscaron reafirmar el vínculo entre pueblo y gobierno e hicieron caso omiso del análisis de las condiciones sociopolíticas del país. La interpretación de Ana Santos es que detrás de la llamada “ideología mexicanista” es posible identificar una maquinaria constructora de consensos que permitió soslayar o silenciar conflictos sociales y políticos. Santos Ruiz, Los hijos de los dioses, op. cit., pp. 323-444. Véase también Tzivi Medin, “La mexicanidad política y filosófica en el sexenio de Miguel Alemán. 1946-1952”.

6Luis Chico Goerne, Hacia una filosofía social en el siglo XX. Ensayo de sociología política sobre la doctrina de la Revolución mexicana, p. 231.

7Medina Peña, Hacia el nuevo Estado, op. cit., p.155; Soledad Loaeza, “La reforma política de Manuel Ávila Camacho”, pp. 283-284.

8Chico Goerne, Hacia una filosofía social (1943), op. cit.; Id., Ruta política (1946); Id., Mañana. Ensayo de sociología política sobre los problemas esenciales de México (1946); Id., Ruta universitaria (1947); Id., Hacia un gobierno de jueces. Voto particular en el pleno de la Suprema Corte (1953); e Id., La filosofía constitucional mexicana frente a la crisis política de nuestro tiempo (1953).

9El “Acta de la Inauguración del Instituto de Investigaciones Sociales” está fechada el 11 de abril de 1930. Entre los asistentes y firmantes del Acta se encuentran: el rector Ignacio García Téllez; los consejeros Marte R. Gómez, Fernando González Roa y Jesús Silva Herzog; y los ponentes Alfonso Caso, Luis Chico Goerne, Narciso Bassols y Vicente Lombardo Toledano, p. 7.

10Apud Santos, Los hijos de los dioses, op. cit., p. 346.

11Margarita Olvera Serrano, “Una contribución a la historia disciplinar: la fundación de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales”, pp. 63-64.

12Fernando Jiménez Mier y Terán, El autoritarismo en el gobierno de la UNAM, p. 158.

13Esta Comisión formaba parte de los “consejos plurales” que, de acuerdo con Soledad Loaeza, buscaban integrar a “diversos grupos del ámbito público y privado para discutir los problemas del país [con lo cual] se pretendía sustraer del ámbito del prm y del Congreso el tratamiento y debate de los temas de interés público, y restar capacidad de influencia a la corriente cardenista que, como es natural, miraba estas iniciativas con recelo”. Loaeza, “La reforma política”, op. cit., p. 290.

14Chico Goerne, Hacia un gobierno de jueces, op. cit.

15Chico Goerne (1935-1938), De la Cueva (1940-1942) y Brito Foucher (1942-1944).

16Rodulfo Brito Foucher, Rodulfo Brito Foucher. Escritos sobre la revolución y la dictadura.

17Enrique Krauze, Caudillos culturales de la Revolución mexicana, p. 11.

18Enrique Krauze, “Cuatro estaciones de la cultura mexicana”, pp. 29-31.

19A principios de la década de 1920, Antonio Caso impartía el curso de sociología en la Escuela de Leyes. Uno de sus alumnos, Mario de la Cueva, confiesa haberse sentido “deslumbrado por [su] sabiduría y talento oratorio”. En esos primeros años de su formación, De la Cueva admite haber estado también muy influido por Alfonso Caso, Francisco de Paula Herrasti y, en particular Manuel Gómez Morín, quien impartía la cátedra de, Teoría del Estado. Eduardo García Máynez, “Datos biográficos del doctor Mario de la Cueva”, pp. 11-12.

20Estrella González, “Antonio Caso y las redes”, op. cit., p. 326.

21Jesús Iván Mora Muro, “Antonio Caso: un cristiano sin iglesia”, p. 157.

22Ibidem, p. 163.

23En 1923, Brito Foucher se recibió de abogado con una tesis sobre el tema de la organización jurídica y la cuestión racial -“Composición social y organización jurídica”- en la cual planteaba la necesidad de establecer legislaciones diferenciadas para los grupos raciales, por considerar que la igualdad ante la ley no era un principio que pudiera adaptarse a la heterogeneidad evolutiva de los grupos étnicos mexicanos. Ubicó la orientación de su estudio dentro de una nueva rama de las ciencias sociales, definida como “sociología colonial”, cuyo objetivo era “determinar científicamente la política que deben seguir las naciones de Europa con los pueblos bárbaros o salvajes que habitan en las colonias”. Su argumento central fue que el reconocimiento de la igualdad ante la ley de grupos raciales heterogéneos representaba un peligro que debía ser atajado por medio de legislaciones y de programas educativos: “la heterogeneidad de razas de diverso grado de evolución social, de diferentes costumbres, plantea para México y para muchos de los otros países de la América española, el más arduo de los problemas que los legisladores tengan que resolver”. Rodulfo Brito Foucher, “Composición social y organización jurídica”.

24Antonio Caso, “El problema de México”, p. 28.

25Apud Rosa Krauze de Kolteniuc, La filosofía de Antonio Caso, p. 258.

26Ibidem, p. 265.

27De acuerdo con Eduardo García Máynez, “En los períodos escolares de 1932 y 1933 [Mario de la Cueva] siguió, con creciente entusiasmo, una serie de cursos sobre temas de filosofía y derecho. Tuvo el privilegio de oír las lecciones de Nicolai Hartmann, que era, a la sazón, el profesor más admirado de la Universidad de Berlín. También oyó disertar a David Baumgarten sobre historia del pensamiento filosófico; a Oswaldo Spranger sobre individualismo y liberalismo; a Werner Sombart sobre capitalismo moderno; a Carl Schmitt sobre Teoría de la constitución (título del famoso libro que el discutido constitucionalista acababa de publicar); a Rodolfo Smend sobre Constitución y derecho constitucional, y a Karl Hans Nipperdey y Hermann Dersh sobre derecho del trabajo. Las enseñanzas que recibió de estos mentores ensancharon en forma extraordinaria su horizonte intelectual y contribuyeron a fortalecer su propósito de consagrarse a la investigación y la docencia en las disciplinas que con tanto amor cultivó desde entonces: el derecho del trabajo, el derecho constitucional y la teoría del Estado”. García Máynez, “Datos biográficos”, op. cit., pp. 13-14.

28Jean-François Kervégan ha establecido que los libros más conocidos de Carl Schmitt fueron escritos entre 1919 y 1933: Romanticismo político (1919), La dictadura (1921), Teología política (1922), Parlamentarismo y democracia (1923), Teoría de la Constitución (1928), El guardián de la Constitución (1931), El concepto de lo político (1932), Legalidad y legitimidad (1933). En ellos, Schmitt desarrolló el “enfoque decisionista”, “cuyo axioma es que la separación común (y ‘liberal’) entre lo jurídico y lo político carece de valor, si bien tiene un sentido (político)”. Este axioma se encuentra en el origen de una serie de argumentos provocadores y muy discutibles en torno a “la oposición entre liberalismo y democracia, la dimensión democrática de la dictadura, la crítica de la degeneración ‘pluralista’ del parlamentarismo, en suma, todo lo que Arendt denomina las ‘teorías ingeniosas [de Schmitt] sobre el final de la democracia y del Estado de derecho’”. Jean-François Kervégan, ¿Qué hacemos con Carl Schmitt?, pp. 22-23.

29García Máynez, “Datos biográficos”, op. cit., pp. 13-14.

30Friedrich Percyval Reck-Malleckzewen, El día de la ira. Historia de una demencia colectiva; Adolf Menzel, Calicles. Contribución a la historia de la teoría del derecho del más fuerte.

31En una carta fechada el 22 de junio de 1936, el rector Chico Goerne comisionó con carácter oficial a Brito Foucher para que estudiara la organización y las instituciones soviéticas: “En vista del creciente interés que tiene para México y para el mundo, el estudio de la Organización Política y Económica de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, esta Universidad desea establecer en lo futuro un curso sistemático sobre las instituciones Rusas. Con tal motivo, la Universidad Nacional Autónoma de México ha acordado comisionarlo a Usted para que haga un viaje a la citada República con el objeto de estudiar su organización y sus instituciones, a fin de que después de un estudio profundo, objetivo, desinteresado e imparcial, se encargue Usted de iniciar el curso a que antes se hizo referencia. Esta Universidad al conferirle la presente comisión, ha tomado en cuenta sus antecedentes como Director de nuestra Facultad de Derecho, Economía y Ciencias Sociales y sus servicios como Profesor de Teoría General del Estado”. Después de la estancia en Berlín, Brito Foucher viajó en efecto a Moscú, en donde permaneció sólo algunos días debido a que no hablaba ruso y a que le fue imposible establecer vínculos con políticos o universitarios. Luis Chico Goerne, “Carta a Rodulfo Brito Foucher”, México, 22 de junio, 1936, AHUNAM-FRBF, sección política, serie informes y correspondencia en el exilio, años 1935-36, caja 17, exp. 272, f. 5. 32 González Aparicio y De la Cueva elaboraron una propuesta jurídica para la organización de sindicatos acorde con la Ley Federal del Trabajo, a fin de ofrecer una alternativa a la organización laboral de las Ligas de Resistencia impuestas durante el régimen de Garrido Canabal en Tabasco (1923-1936). Mario de la Cueva, “Carta a Rodulfo Brito Foucher”, México, 29 de octubre 1935, AHUNAMFRBF, sección política, serie informes y correspondencia en el exilio, años 1935-36, caja 17, exp. 268, f. 3.

32González Aparicio y De la Cueva elaboraron una propuesta jurídica para la organización de sindicatos acorde con la Ley Federal del Trabajo, a fin de ofrecer una alternativa a la organización laboral de las Ligas de Resistencia impuestas durante el régimen de Garrido Canabal en Tabasco (1923-1936). Mario de la Cueva, “Carta a Rodulfo Brito Foucher”, México, 29 de octubre 1935, AHUNAM-FRBF, sección política, serie informes y correspondencia en el exilio, años 1935- 36, caja 17, exp. 268, f. 3.

33Rodulfo Brito Foucher, “Semblanzas biográficas de Rodulfo Brito Foucher, incluye un cuestionario formulado para guiar una entrevista”, México, 1945, AHUNAM-FRBF, sección personal, serie documentos personales, formación educativa, caja 1, exp. 23, f. 28.

34Mario de la Cueva, “Carta a Rodulfo Brito Foucher”, México, 18 septiembre 1936 [las cursivas con mías], AHUNAM-FRBF, sección política, serie informes y correspondencia en el exilio, años 1935-36, caja 17, exp. 268, f. 3.

35Durante el cardenismo la rectoría estuvo ocupada por Fernando Ocaranza (1934-1935), Luis Chico Goerne (1935-1938) y Gustavo Baz de Prada (1938- 1940).

36Cueva, Carta a “Rodulfo Brito Foucher”, México, 18 septiembre 1936, cit.

37Idem.

38Rodulfo Brito Foucher, “Borrador del informe de Rodulfo Brito Foucher al rector Luis Chico Goerne sobre el viaje de estudios patrocinado por la Universidad Nacional Autónoma de México que duró poco más de quince meses durante los cuales visitó 14 países, destacadamente Alemania, Inglaterra, la Unión Soviética, Estados Unidos, Italia y Francia”, 1937, AHUNAM-FRBF, sección militancia política, serie informes y correspondencia en el exilio, caja 17, exp. 276, f. 15.

39Idem.

40Bailey W. Diffie, “The Ideology of Hispanidad”, pp. 457-482.

41Pedro Carlos González Cuevas. Acción Española. Teología política y nacionalismo autoritario en España (1913-1936).

42Lorenzo Delgado Gómez Escalonilla, El imperio de papel. Acción cultural y política exterior durante el primer franquismo, p. 122.

43Véase Soledad Loaeza, “Los orígenes de la propuesta modernizadora de Manuel Gómez Morín”, pp. 445-452; Eric Lobjeois, “Los intelectuales de la derecha mexicana y la España de Franco, 1939-1950”, pp. 163-192; Jesús Iván Mora Muro, “El catolicismo frente a la modernidad. Gabriel Méndez Plancarte y la revista Ábside”, pp. 139-170; Beatriz Urías, “‘Méjico’ visto por el conservadurismo hispanófilo: el debate en torno al indigenismo (1948- 1955)”, pp. 189-211; Id., “Una pasión anti-revolucionaria: el conservadurismo hispanófilo mexicano (1920-1960)”, pp. 599-628; Id., “Un mundo en ruinas: los intelectuales hispanófilos ante la Revolución mexicana (1920-1945)”, pp. 147-160.

44Sin embargo, en un texto escrito en 1943, Chico Goerne explicitaba que su hispanismo “nada tiene que ver con esa cosa híbrida y amorfa que es para mí el franquismo y el falangismo”. Chico Goerne, Hacia una filosofía social, op. cit., p. 236.

45Luis Chico Goerne. “La Universidad Nacional y la fiesta de la Raza”.

46“El licenciado Luis Chico Goerne aspiraba al casticismo, pero en realidad era pomposo y a la pompa de sus palabras se ajustaban la tonalidad grave con que las pronunciaba, la boca laxa y los labios abultados. Pretendía ser hispanista, pero se olvidaba de la Madre Patria, cuando así le convenía; en cambio, siempre le fue conveniente dejar satisfechas las pasiones y hasta los caprichos de los estudiantes; preparaba su posición de mangoneador de masas sin detenerse a pensar que si aparecen un día como fetiquistas [sic], al siguiente son iconoclastas; y él mismo tuvo que lamentarlo”. Fernando Ocaranza, La tragedia de un rector, pp. 223-224.

47Marco Almazán. “La Universidad de México abre sus puertas a la Hispanidad”, p. 12. El resalte aparece en el texto original.

48Idem.

49Mario de la Cueva. “El día de la hispanidad”.

50Mario de la Cueva, “Discurso del Director de la Facultad de Derecho en la velada conmemorativa del IV Centenario de la Facultad de Derecho el día 5 de junio de 1953”, p. 351.

51Idem.

52En 1938, Brito Foucher había desarrollado en detalle el argumento de que las nuevas dictaduras encabezadas por individuos mediocres, serviles e hipócritas, aparecían encubiertas bajo un doble discurso acerca de la realidad. Rodulfo Brito Foucher, “Mi expedición a Tabasco. III. ‘La nueva dictadura’”.

53Cueva, “Discurso del Director de la Facultad”, op. cit., p. 351.

54“¡Alto allí, señor rector!”, p. 7.

55El libro Ruta política fue escrito cuando Chico Goerne formaba parte del “Grupo Nacional Alemanista”. En las páginas preliminares, el libro se presenta como “una glosa y una interpretación de las ideas [expuestas en el programa alemanista], así como un ensayo de proyección de las mismas sobre la vida futura del país”. Chico Goerne, Ruta política, op. cit.

56Ibidem, p. 11.

57Chico Goerne, Hacia una filosofía social, op. cit, p. 20.

58Ibidem, p. 21.

59Ibidem, p. 34.

60Ibidem, p. 25.

61Ibidem, p. 43.

62Ibidem, p. 45.

63Ibidem, p. 160.

64El autor aclara que su fascinación por Francia no obedecía a una simpatía hacia el régimen de Vichy. Ibidem, p. 236.

66Ibidem, p. 25.

67Ibidem, p. 22.

68Chico Goerne, Ruta política, op. cit., p. 14.

69Chico Goerne, La filosofía constitucional mexicana, op. cit., p. 30.

70Ibidem, p. 41.

71Chico Goerne, Hacia una filosofía social, op. cit., p. 49.

72Ibidem, pp. 49-50.

73Ibidem, p. 161.

74Ibidem, p. 174.

75Ibidem, p. 158.

76Ibidem, p. 157.

77Ibidem, p. 24.

78Ibidem, p. 204.

79Ibidem, p. 161.

80Ibidem, p. 202.

81Idem.

83Ibidem, p. 110.

84Ibidem, p. 44.

85Ibidem, p. 119.

86Ibidem, p. 131.

87Idem.

88Ibidem, pp. 136-137.

89Chico Goerne, Mañana, op. cit., p. 84.

90Ibidem, p. 83.

91Ibidem, pp. 97-98.

92Ibidem, p. 96.

93Chico Goerne, Hacia una filosofía social, op. cit., p. 203.

94Chico Goerne, Mañana, op. cit., p. 56.

95Roger Bartra, “Viaje al centro de la derecha”, p. 17.

96Ibidem, p. 19.

97Ibidem, p. 20.

Recibido: 25 de Febrero de 2016; Aprobado: 10 de Octubre de 2016

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