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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.48 México ene./jun. 2017

 

Expediente

Arthur C. Danto

Las oraciones narrativas y el principio de composicionalidad histórica

Narrative Sentences and the Principle of Historic Compositionality

Ángel Octavio Álvarez Solís1 

1Departamento de Filosofía-Universidad Iberoamericana, México.


Resumen:

El ensayo tiene la finalidad de explicitar el tratamiento narratológico de las declaraciones históricas que utiliza Arthur Danto para resolver la dialéctica de la representación. La hipótesis de lectura es que, para evitar la circularidad de la representación y afirmar la positividad del principio de circularidad, Danto argumentó que es necesario analizar las oraciones históricas como oraciones narrativas. La conclusión es que la solución al problema de la dialéctica de la representación depende de una teoría analítica del lenguaje histórico.

Palabras clave: narrativa; composicionalidad; historia; Danto; lenguaje

Abstract

This essay has the purpose of explaining the narratologic treatment of the historical statements that Arthur Danto uses to resolve the dialectic of the representation. The hypothesis being that, to avoid the circularity of representation and to claim the positivity of the principle of circularity, Danto argued that it is necessary to analyze historical statements as narrative statements. The conclusion is that the solution to the problem of the dialectic of the representation depends on an analytical theorization of historical language.

Keywords: narrative; compositionality; history; Danto; language

Este ensayo tiene la finalidad de describir un problema historiográfico y plantear una solución epistemológica: si el pasado se conoce mediante representaciones, entonces todo lo acontecido tiende en potencia a ser representable y, por lo tanto, no existe un criterio epistemológico que permita identificar cuándo emerge una representación de primer orden, cuándo una representación de segundo orden y cuando una representación de una representación previa. Este problema puede llevar el nombre de la “dialéctica de la representación”. La conjetura de este ensayo es que Arthur Danto resuelve la dialéctica de la representación mediante un tratamiento narratológico de las declaraciones históricas. Para evitar la circularidad de la representación y afirmar la positividad del principio de circularidad, Danto argumentó que es posible, además de razonable, analizar las oraciones históricas como oraciones narrativas. En consecuencia, para Danto el problema no consiste en afirmar que el pasado no puede ser representado, sino que la legitimidad del conocimiento histórico depende de la posibilidad de realizar afirmaciones verdaderas acerca de las declaraciones históricas. Por consiguiente, surge la siguiente hipótesis de trabajo: si el problema del círculo hermenéutico detectado por la hermenéutica romántica es equivalente al principio de composicionalidad referido por la filosofía analítica del lenguaje, entonces la solución al problema depende de una teoría analítica del lenguaje histórico.

El ensayo está dividido en tres partes. La primera describe el problema conceptual del círculo hermenéutico y plantea si es equivalente con el principio de composicionalidad estudiado por la filosofía analítica postfregeana; la segunda expone la función del principio de composicionalidad en las oraciones narrativas y emplea un argumento de Danto para probar su pertinencia epistemológica; la tercera postula una teoría holista del significado histórico para complementar el tratamiento narratológico de Danto. La conclusión del ensayo es que la solución al problema de la dialéctica de la representación puede darse por una teoría holista del significado histórico.

¿Círculo hermenéutico o principio de composicionalidad?

En el siglo XIX, la hermenéutica romántica se preocupó por elucidar las condiciones de posibilidad de la comprensión histórica. El teólogo protestante Friedrich Schleiermacher señaló que la tarea legítima de la hermenéutica consiste en tratar de comprender a un autor mejor de lo que él pudo comprenderse.1 En consonancia romántica pero con textura hegeliana, Wilhem Dilthey asumió que la hermenéutica debe recuperar la vivencia intrínseca a toda acción, texto o época histórica.2 En consecuencia, tanto Dilthey como Schleiermacher parten del supuesto de la posibilidad filosófica de la hermenéutica y consideran que el “círculo hermenéutico” representa uno de los fundamentos de las ciencias históricas si es capaz de establecer a la comprensión (verstehen) como el horizonte último del acto interpretativo.

El círculo hermenéutico se caracteriza por ser un instrumento epistemológico que busca explicar el proceso de comprensión histórica. En particular, el círculo consiste en mostrar que no es posible comprender el todo sin la parte y la parte sin el todo, ya sea una vivencia, un texto o una narración. En el caso de la hermenéutica romántica, la comprensión del todo y de la parte remite a la cadena secuencial vivencia (parte)-texto (todo) (Dilthey) o a la secuencia texto (parte)-tradición (todo) (Schleiermacher). Sin embargo, en ambos casos se trata de una fundamentación incorrecta, de una justificación circular que utiliza los elementos que debe probar con anticipación: el todo no prueba la parte y, viceversa, la parte no demuestra la continuidad con el todo. En consecuencia, la “circularidad” del círculo hermenéutico recibió varias críticas y fue sujeta a varias discusiones epistemológicas, justo porque fue considerada una argumentación inválida.

La tradición hermenéutica alemana ha revisado con detenimiento el problema del círculo hermenéutico. Edmund Husserl, por ejemplo, asumió que si la filosofía pretende constituirse como una ciencia rigurosa, y no ser en exclusiva una visión del mundo, debe resolver fenomenológicamente la circularidad de la hermenéutica. En cambio, Martin Heidegger consideró que, en efecto, la justificación de la comprensión hermenéutica es un argumento circular, pero virtuosamente circular: el problema subyace en saber cómo entrar y salir del círculo hermenéutico, ya que su virtud radica en el hecho de que posibilita la comprensión como modalidad del Dasein. Por último, Hans George-Gadamer apuntó que el círculo hermenéutico es un recurso ineludible de fundamentación de las ciencias humanas siempre y cuando no sea analizado en un nivel de manera estricta epistemológico y que su inserción en el marco de las tradiciones de pensamiento lo ubique como conditio sine qua non de la universalidad de la hermenéutica.3

No obstante, los esfuerzos de la hermenéutica continental por demostrar la positividad epistémica y ontológica del círculo hermenéutico han sido debatidos con vigor por otras tradiciones filosóficas. La filosofía analítica postfregeana, por ejemplo, argumentó que los hermeneutas no han podido eludir el vocabulario de la interpretación y, por lo tanto, están sujetos a recursos psicologistas que demuestran su falta de comprensión del lenguaje natural, el desconocimiento de las propiedades de los estados mentales y la paradójica incomprensión de la naturaleza de la justificación epistemológica.

En contraste, el postestructuralismo francés criticó los supuestos fundamentales de la hermenéutica porque consideró que contiene una pulsión logocéntrica: otorga prioridad normativa al texto y construye el mito de la intención del autor, razón por la cual la hermenéutica olvida los márgenes discursivos y las intenciones “no intencionales” del autor. La hermenéutica, afirman lo decostruccionistas, sepulta lo no-textual, niega la textualidad de toda experiencia. Por esta razón, la deconstrucción criticó el hecho de que la hermenéutica no abandone el régimen visible de lo textual y justifique una metafísica del significado entendido como una presencia.4 Por lo anterior, fuera de las críticas analíticas y continentales del círculo hermenéutico, la posible “virtud” del círculo puede enfocarse desde otra perspectiva: el círculo hermenéutico opera cognitivamente de modo análogo al principio de composicionalidad detectado por Frege en su crítica al psicologismo de Husserl y fundamentado por Davidson en su teoría holista del significado.

El principio de composicionalidad afirma que no se puede comprender una oración sin la comprensión previa de las palabras que la componen y, viceversa, que no se puede comprender una palabra si no se elucida su función en el contexto de una oración. En este sentido, el principio de composicionalidad es una modalidad del círculo hermenéutico si se parte del supuesto de que las palabras y las oraciones son los elementos primarios que componen estructuras lingüísticas más amplias como los textos históricos o las estructuras históricas compuestas por periodos de larga duración. Asimismo, el círculo hermenéutico es entendido como una extensión del principio de composicionalidad aplicado a las ciencias históricas. En efecto, este principio implica que, por un lado, para comprender una declaración histórica es menester comprender antes la coherencia interna del texto histórico y el cúmulo de oraciones que lo conforman; por el otro, que los textos históricos son los componentes primarios de una tradición o una estructura histórica, sin los cuales no podría articularse ninguna de ellas. Lo relevante en ambos casos es cómo traducir el principio de composicionalidad al territorio de la fundamentación del conocimiento histórico.

El principio de composicionalidad en las oraciones narrativas

Desde Frege hasta Grice, la filosofía analítica tuvo como un problema filosófico legítimo la elucidación del principio de composicionalidad. Más allá de la relación semántica entre las palabras y los enunciados, la filosofía analítica buscó responder cómo, a partir de un número finito de palabras, se puede obtener un número infinito de combinaciones. Para la filosofía analítica clásica, el problema radica en reconocer que si se resuelven los dilemas epistemológicos del principio de composicionalidad es posible fundamentar una teoría empírica del significado lingüístico.

Gottlob Frege fue el primero en resolver la circularidad del principio, pero lo hizo con base en una teoría filosófica del significado.5 Para Frege, el principio de composicionalidad es idéntico al principio de contexto, ya que no se puede comprender el significado de una palabra sin identificar previamente su función semántica en una oración. Por consiguiente, el significado está compuesto por dos elementos: el sentido y la referencia, con lo cual puede distinguirse el vocabulario mental del vocabulario lógico (sentido) y evitar así el psicologismo en la elucidación del significado (referencia). Al igual que Husserl, Frege criticó el psicologismo porque rechaza una concepción psicologista de la subjetividad en la que la conciencia queda reducida a la experiencia de lo consciente.

En Los fundamentos de la aritmética, Frege explicó la analiticidad del principio de composicionalidad y señaló la función semántica que cumple: “no se debe preguntar por el significado de una palabra aislada, sino en el contexto de una proposición”.6 El problema radica en que Frege enmarca el principio de composicionalidad en una discusión matemática -la definición contextual de un número- y lo condiciona junto con otros dos principios fundamentales: el principio antipsicologista -la separación radical entre lo psicológico de lo lógico- y el principio de diferencia -la diferencia entre concepto y objeto-.7 De esta manera, Frege se pregunta cuál es el significado de un número si no se tienen representaciones o intuiciones al respecto. La respuesta es, de nuevo, el principio de composicionalidad: “Sólo en el contexto de una proposición significan algo las palabras. Por lo tanto, se tendrá que llegar a aclarar el sentido de una proposición en la que aparezca un término numérico”.8

De manera análoga, el conocimiento histórico tiene el mismo problema que el conocimiento matemático: cómo es posible identificar el significado de un enunciado histórico (una oración con verbo conjugado en pasado) si las representaciones o las intuiciones que dotan de sentido a la oración pertenecen al presente. Algún epistemólogo de la historia podría replicar que, en efecto, es posible justificar el conocimiento histórico porque está construido mediante representaciones e, incluso, por medio de intuiciones históricas.9 Paul Ricœur, por ejemplo, afirmó la posibilidad trascendental del conocimiento histórico debido a que el concepto de representación histórica contiene dos propiedades:como objeto de interés historiográfico y (ii) como elemento configurativo de la operación historiográfica. Sin embargo, la dualidad de la representación no implica que la fundamentación sea posible epistemológicamente hablando, puesto que emerge la contradicción originaria de la dialéctica de la representación.

La dialéctica de la representación indica que existe una distancia epistemológica entre el pasado como objeto de representación y la representación como objeto del pasado. Esto conduce a una aporía en apariencia irresoluble: si el pasado se conoce mediante representaciones, entonces todo lo acontecido tiende en potencia a ser representable y, por lo tanto, no existe un criterio epistemológico que permita identificar cuándo emerge una representación de primer orden, cuándo una representación de segundo orden y cuándo una representación de una representación previa. En consecuencia, el carácter aporético de la fundamentación “representacional” no sólo no permite distinguir entre una representación pura y un objeto representado, o entre una representación operación y una representación objeto, sino que además conduce a una regresión al infinito en la que a toda representación le subyace otra representación y así ad nauseam.

A diferencia de Frege, Arthur Danto intentó resolver la dialéctica de la representación en el campo historiográfico mediante un tratamiento narratológico de las declaraciones históricas. Para evitar la circularidad de la representación y afirmar la positividad del principio de circularidad, Danto argumentó que es posible, además de razonable, analizar a las oraciones históricas como oraciones narrativas. En consecuencia, para Danto el problema no consiste en afirmar que el pasado no puede ser representado, sino que la legitimidad del conocimiento histórico depende de la posibilidad trascendental de realizar afirmaciones verdaderas acerca de las declaraciones históricas. De manera contraintutitiva, Danto advierte que afirmar el valor de verdad de una declaración histórica es posible si y sólo si tales declaraciones se expresan en un tiempo posterior a los acontecimientos; sin embargo, la expresión de tales declaraciones nada más puede realizarse narrativamente si ellas remiten al pasado. Las declaraciones históricas son, en cuanto estructura, narraciones narrativas en la medida en que son oraciones que están formuladas en pasado. En Narración y conocimiento, Danto estipuló: “Las oraciones históricas refieren al menos dos eventos separados aunque sólo describen (y sólo son acerca de) el primer evento al que refieren. Por lo común se expresan en tiempo pasado, y sin duda resultará raro -por razones que quiero considerar aquí- expresarlas en cualquier otro tiempo verbal”.10

Por consiguiente, para Danto el significado de las oraciones narrativas remite de modo ineluctable al presente en tanto que está orientado hacia un evento anterior y distinto del momento de la preferencia narrativa. Lo que otorga sentido histórico a una oración histórica es que la referencia, aunque esté anclada en el pasado, depende de la significación del presente. Para decirlo con Frege, la referencia de una oración narrativa denota un objeto del pasado que nada más puede tener sentido a partir de la expresión que adquiere en el presente. Por lo tanto, el conocimiento histórico no busca encontrar una relación causal entre sucesos, sino que establece relaciones significativas y funcionales que en exclusiva pueden producirse dentro de un contexto narrativo construido en el presente. El historiador escribe con posterioridad al acontecimiento y selecciona la estructura de temporalidad de acuerdo con sus intereses de significación. El significado histórico, en última instancia, no es un problema semántico sino un problema de pragmática.

Por lo anterior, el problema epistémico es doble. Por un lado, una teoría verificacionista del significado histórico incurriría en una variante de cripto-positivismo en el cual las oraciones históricas significativas son las que pueden ser verificadas mediante una comprobación documental. Por otro lado, una teoría filosófica del lenguaje apoyada en la semántica no podría dar cuenta de la formación de las oraciones históricas porque éstas no tienen un referente directo a pesar de poseer un sentido. De manera que una teoría empírica del significado lingüístico es distinta de una teoría filosófica en la medida en que esta última cuestiona la validez de la distinción analítico-sintético y, por consiguiente, rechaza el dualismo entre el conocimiento a priori, independiente de la experiencia, y el conocimiento a posteriori basado en la experiencia. A partir de Dos dogmas del empirismo (1968), W. O. Quine demostró que la distinción analítico-sintético es circular y, por extensión, que no existe una diferencia sustantiva que separe ambas formas de conocimiento. La justificación de la distinción es una cuestión dogmática, una aceptación de fe. En consecuencia, Quine establece que una teoría del significado lingüístico debe ser por necesidad una teoría empírica del significado.11 Esto implica que el principio de composicionalidad debe resolverse empíricamente o, por el contrario, aceptaría de manera indirecta que las oraciones históricas y, por extensión, las oraciones narrativas son juicios analíticos. Esta conclusión es inaceptable, no sólo por la contradicción performativa al postular el conocimiento histórico como un tipo de conocimiento analítico, sino porque las oraciones históricas son un tipo de oraciones empíricas con diferente modalidad temporal. Las oraciones históricas, al igual que las narrativas, son oraciones del pasado que, no por ello, dejan de ser oraciones empíricas.

La teoría holista del significado histórico

Paul Ricœur, uno de los primeros en enfrentarse con rigor sistemático al empleo historiográfico del término “representación” señaló que, para el historiador, es menester diferenciar los dos sentidos historiográficos del término: (i) como objeto de interés historiográfico y (ii) como parte configurativa de la operación historiográfica. El primer sentido (representación objeto) tiene su génesis en la historiografía posterior a la primera generación de Annales, ya que surge como una noción que sustituye la noción de mentalité, y crítica la visión totalizadora del término Weltannschaung utilizado por la Geistgeschichte. Este primer sentido destaca a la representación como objeto primario del discurso del historiador debido a que opera como un recurso metodológico y un principio heurístico en la investigación empírica. El segundo sentido (representación operación) es posterior al vocabulario de la interpretación de la hermenéutica continental y sirve para identificar el proceso epistemológico de captación del pasado. Se trata de una operación cognitiva que utiliza el historiador para representar el pasado y así relacionar narraciones con acontecimientos. Lo relevante en ambos casos es que si se acepta esta distinción, se separan los dos niveles de justificación epistemológica del discurso histórico: los elementos de explicación histórica y los procesos narrativos con los cuales se construyen historias. No obstante, esta doble ambigüedad de la representación histórica se encuentra en una dialéctica positiva que guarda una relación mimética con la historia como práctica social.

Por un lado, la representación objeto (r1) se vincula con las prácticas sociales en la forma de “hacer la historia”, en el momento de la constitución de la experiencia histórica. Por otro lado, la representación operación (r2) emerge en la manera de “hacer historia”, en el momento de la operación historiográfica. Sin embargo, el problema de la representación se intensifica en la medida en que el historiador debe asegurar las pretensiones veritativas del discurso histórico o, lo que es igual, la reivindicación de la representación “fiel” del pasado. Frente a esta problemática cabe preguntarse con qué criterios epistemológicos cuenta el historiador para identificar si la representación operación coincide o, por lo menos, no entra en contradicción con la representación objeto. ¿Existe una teoría de la verdad histórica que permita mostrar la relación entre representación objeto y representación operación?

La primera respuesta hipotética, basada en una teoría de la verdad por correspondencia, consiste en afirmar que una representación (representación operación) es verdadera única y exclusivamente si es el caso de que una representación previa (representación objeto) coincide con un estado de cosas (acontecimientos) comprobado por las fuentes históricas. Esto último genera la sospecha de que representación objeto (R1) es el lenguaje objeto que analiza la representación operación (R2) como metalenguaje. El problema de este enfoque radica en que el discurso histórico no puede asumir a R2 en exclusiva como unmetalenguaje ya que, al momento de realizar la operación historiográfica, R2 se torna en lenguaje objeto (R1). Por tanto, no existe una coincidencia epistemológica entre R1 y R2 debido a las propiedades estructurales del discurso histórico. Afirmar que las representaciones corresponden en última instancia con hechos puros es volver a la concepción metafísica tradicional del discurso histórico -la concepción de que existen hechos e interpretaciones de modo autónomo-. Por consiguiente, la única manera que tiene el historiador de reconocer si es el caso de que R2 corresponde con un estado de cosas es mediante la contrastación empírica que le ofrecen los textos, documentos y vestigios que R1 organiza y conceptualiza de manera histórica. Esta consideración básica de la práctica histórica conduce a un problema lógico de fundamentación: si para captar las representaciones del pasado el historiador requiere de mediaciones lingüístico-textuales (r1) y para aprehender tales mediaciones requiere de otras representaciones (r2) que las articulen, se sigue que existe un círculo vicioso en la fundamentación de la representación histórica.

La segunda respuesta, basada en una teoría de la verdad por coherencia, señala que una representación operación es verdadera siempre y cuando sea coherente con la representación objeto que el historiador selecciona con anticipación como representación confiable en un conjunto más amplio de representaciones. A diferencia de la teoría por correspondencia, la teoría coherentista deviene en un horizonte epistemológico más adecuado a la ciencia de la historia debido a que la verdad histórica está determinada por la coherencia de las representaciones iniciales con el conjunto de representaciones que constituyen un discurso, época o acontecimiento histórico. Es decir, que si la historia no abandona su pretensión de verdad -probar que un acontecimiento sucedió tal y como se infiere a partir de las fuentes-, entonces esta pretensión debe probarse con el total de proposiciones enunciadas en un discurso histórico particular: para ser verdadera, una representación debe ser coherente con el resto de representaciones de un orden discursivo. Por tanto, si la verdad de una representación histórica puede ser evaluada como una propiedad en los sistemas proposicionales del discurso histórico, la verdad de una representación sólo puede atribuirse a representaciones individuales, a representaciones objeto que poseen coherencia narrativa y documental con el conjunto de las otras representaciones. La representación operación se torna, por consiguiente, en un instrumento lógico para especificar la validez de las representaciones objeto y no una representación más. La representación objeto (R1) es una representación de primer orden en comparación con la función instrumental de la representación operación (r2) que se establece como representación de segundo orden. Sin embargo, desde un punto de vista metateórico, el conjunto o cada una de las representaciones operación pueden ser evaluadas como parte de un conjunto aún mayor de representaciones historiográficas. Si un modelo historiográfico puede analizarse como un conjunto de r2, la representación operación es de nuevo objeto de análisis histórico y epistemológico y con ello se vuelve una representación objeto en otro nivel de análisis. Por tanto, asumir la prioridad epistemológica de R2 y postular de manera axiomatica a R1 no salva el problema de la bidireccionalidad de la representación histórica y, por el contrario, introduce un nuevo problema: la regresión al infinito.

Siguiendo a Donald Davidson,12 estipulo que es recomendable contraer la tesis del holismo del significado al vocabulario del historiador para poder explicar el principio de composicionalidad. Es más, mi hipótesis sugiere la idea de que podemos trasladar la solución que ofrece Davidson de su teoría del significado del lenguaje natural al lenguaje de los historiadores. Al respecto, en Tropics of Discourse,13 Hayden White anticipó una solución similar y con ello confirmó que una teoría del significado histórico puede analizarse con las herramientas que proporciona la retórica, en particular el análisis tropológico y el estudio de la metáfora. Sin embargo, como lo demostró Ankersmit, la tropología de White es limitada epistemológicamente y no permite hacer justicia a la naturaleza nominalista del escrito histórico. Por el contrario, la teoría holista del significado deviene en una mejor candidata para solucionar el problema de la “circularidad” del círculo hermenéutico, ya que parte de una concepción nominalista del escrito histórico.

Davidson postuló una teoría holista del significado como solución a la circularidad del principio de composicionalidad. Su argumento consistió en demostrar que para comprender un lenguaje natural se requiere la explicitación de las condiciones de verdad de las oraciones y, de modo simultáneo, esta explicitación condiciona el dominio total del lenguaje. Por consiguiente, una de las principales implicaciones del argumento del holismo del significado consiste en extender el problema de la composicionalidad al problema del círculo hermenéutico: el tránsito de la relación palabras-oración a la relación oraciones-lenguaje natural sugiere que la composicionalidad puede ampliarse a cualquier lenguaje y, por ende, a cualquier visión del mundo capaz de articularse semánticamente. La circularidad se resuelve en la medida en que ya no se emplean las palabras para explicar las oraciones; por el contrario, las palabras, las oraciones, los lenguajes naturales y, por último, las tradiciones de pensamiento están conectadas holísticamente, razón por la cual el significado depende de la totalidad de recursos semánticos disponibles de una comunidad lingüística determinada de manera histórica. Por tanto, el holismo del significado aplicado al caso del conocimiento histórico implica que para comprender el significado o valor de verdad de una declaración histórica X se requiere de la comprensión simultánea de una estructura histórica que la subsuma, objetivada en un texto histórico que, en última instancia, devela una representación histórica. Esto último supone que si para comprender el valor de verdad de un texto histórico es menester elucidar su función en un corpus más amplio -sea una tradición, una estructura histórica o un periodo longue durée-, entonces el declaración histórica X tiene significado histórico en la medida en que su comprensión garantiza la inclusión de las declaraciones históricas en contextos histórico-lingüísticos mucho más amplios, y con ello se cumple el holismo del significado histórico.

En el caso expuesto, el valor de verdad de una oración no es entendido en un sentido lógico, sino en un sentido metafórico, el cual permite extraer conclusiones historiográficas. Esto significa que las condiciones de verdad de una oración histórica no corresponden unívocamente con un hecho histórico, ni tampoco permiten distinguir si una declaración histórica es falsa o verdadera; por el contrario, por “valor de verdad” se entiende la capacidad de un enunciado para producir significado históricamente comunicable y, por ende, un enunciado que opere como la condición última del conocimiento histórico. De modo simple, sin este enunciado no hay historia que construir. Por eso las interpretaciones del pasado son a la vez narraciones históricas, ya que el valor de verdad de una oración depende de la coherencia, correspondencia y utilidad de la narración histórica condicionada por la interpretación del pasado que realiza el historiador.

Por ejemplo, la declaración histórica “Cortés conquistó América” (d1) necesita al mismo tiempo la comprensión del significado de la representación histórica en la que está inmersa: “Cortés conquistó América según dictan los cronistas de Indias” (r1). Asimismo, el valor de verdad de una representación histórica del tipo (r1) depende de la comprensión de esta representación en un contexto más amplio -el texto histórico (t1)- y de la comprensión de otras representaciones primarias -representaciones (r1, r2, r3, rN)-. Por un lado, la representación (r1) adquiere sentido en un contexto textual más amplio: “Bernal Díaz del Castillo escribió la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España para narrar la conquista de Cortés” (t1). Por otro lado, se obtiene una mejor comprensión del significado (r1) si se pone en relación con otras representaciones del tipo “El 10 de febrero de 1519, Hernán Cortés abandonó las costas de Cuba para dirigirse al puerto de los Palmares” (r2), “El soldado Bernal Díaz del Castillo participó en 1519 en la expedición de Cortés y narra sus periplos en la batalla de Centla” (r3), “La batalla de Centla fue un enfrentamiento entre los indígenas maya-chontales y los españoles comandados por Cortés ocurrido el 14 de febrero de 1519” (r4), y así de manera sucesiva (rN). Por consiguiente, la comprensión de la suma de representaciones (rN) articuladas en un texto histórico (t1) permite una mayor comprensión del significado de una declaración histórica del tipo (d1). Por ello el significado de una declaración histórica del tipo “Cortés conquistó América” (d1) depende inextricablemente de la comprensión previa de la narración “Cortés conquistó América según dictan los cronistas como Bernal Díaz del Castillo, quien narra cómo el 10 de febrero de 1519 abandona Cuba para desembarcar en el puerto de los Palmares y comenzar la batalla de Centla, la cual es testimonio de la primera victoria de los españoles sobre los indígenas maya-chontales” (n1).

Por último, una narración como la anterior (n1) puede ser comprendida mejor a la luz de su inclusión en un contexto más amplio, a saber: una época histórica o un periodo de larga duración. Esto último implica que (n1) es verdadera si y sólo si esta afirmación es respaldada por el horizonte discursivo de una época histórica (e1). En consecuencia, lo relevante en el caso de la comprensión de (n1) no radica en que las épocas históricas o los periodos de larga duración operen cognitivamente como una metarrepresentación histórica sino que, por el contrario, el significado de una declaración histórica (d1) depende, en última instancia, de la comprensión de la época en la que está inscrita y de todos los demás elementos históricos que la componen (holismo del significado histórico). Esta dependencia entre representación y narración es lo que posibilita el conocimiento histórico. En definitiva, en el conocimiento histórico se cumple a cabalidad el círculo hermenéutico, ya que para comprender una declaración histórica se requiere de la elucidación de la época histórica en la que está inmersa (P1) y, viceversa, para comprender una época histórica se requiere conocer una mayor cantidad de declaraciones históricas insertadas en textos históricos que están condicionados por la tradición a la que pertenecen (p2).

En suma, tanto las declaraciones históricas como los textos o las tradiciones poseen un significado que puede ser elucidado sólo de modo holista con base en una comprensión previa de una época histórica. El holismo del significado es, por tanto, el reconocimiento del trabajo integral, coherente y semánticamente articulado que implica la comprensión histórica.

Bibliografía

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1Cfr. Friedrich Schleiermacher, “The Aphorisms on Hermeneutics from 1805 and 1809/10”.

2Cfr. Wilhem Dilthey, El mundo histórico.

3Gadamer explicó al respecto: “toda comprensión puede ser caracterizada como un conjunto de relaciones circulares entre el todo y sus partes. La caracterización por la relación circular debe ser; sin embargo, completada por una determinación suplementaria”. Hans-George, Gadamer, El problema de la conciencia histórica, p. 107.

4Cfr. Jacques Derrida, Los márgenes de la filosofía

5Cfr. Gottlob Frege, Estudios sobre semántica.

6Gottlob Frege, Los fundamentos de la aritmética, op. cit., p. 113.

7Idem.

8Ibidem, p. 124.

9Ejemplos recientes de formas de intuicionismo histórico: el concepto de experiencia histórica sublime de Frank Ankersmit o el concepto de producción de presencia de Hans-Ulrich Gumbrecht.

10Arthur Danto, Narration and Knowledge, pp. 115.

11Cfr. W. O. Quine, Desde un punto de vista lógico.

12Cfr. Donald Davidson, Inquiries into Truth and Interpretation.

13Hayden White. Tropics of Discourse. Essays in Cultural Criticism, p. 81.

Recibido: 08 de Febrero de 2016; Aprobado: 03 de Octubre de 2016

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