SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número46El cielo estrellado: el espacio exterior y la transformación de la antropología en la modernidad tempranaVoces ausentes y presentes: testimonio y representación en la historia oral índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.46 México ene./jun. 2016

 

Ensayos

Grafías del Conquistador: horizontes de significado señorial en las "Cartas de relación" de Hernán Cortés

The Conqueror's writing: Horizons of chieftains meaning in Hernán Cortés' Cartas de relación

Miguel Ángel Segundo Guzmán1 

1Universidad de Guanajuato, México.


Resumen:

Las Cartas de relación de Hernán Cortés conforman la piedra angular que sustenta los saberes de la Conquista de México. ¿Pero acaso son relatos transparentes? El presente artículo intenta mostrar los horizontes de significado desde donde se pueden entender los escritos del conquistador a partir de la tradición de las escrituras bélicas en Occidente. Se analizan las tres primeras cartas de relación, donde se despliega la simbólica nobiliaria de la Conquista. De esa forma, la escritura de Cortés se nos presenta en todo su significado: se trata de escritos fundacionales que están sometiendo el Nuevo Mundo a los imaginarios europeos.

Palabras clave: Conquista; Cortés; Moctezuma; caballería

Abstract:

Hernán Cortés' Letters have been the basis on which knowledge has built on the Conquest of Mexico. But is a transparent account? This article attempts to show horizons of meaning from which you can understand the writings of the conqueror from the war tradition in the Western Culture. The first three letters in which the noble symbolic of Conquest unfolds are analyzed. In that sense, Cortés writing ispresented in its full meaning: they are foundational writings, which are subjected to the New World under the European imaginary.

Keywords: Conquest; Cortés; Moctezuma; Chivalry

Introducción

Todo documento de cultura es un documento de barbarie.

Walter Benjamin

Las estructuras imaginarias tienen una larga vida en las sociedades. El mundo pasa por sus tramas de sentido. Los imaginarios bélicos forman parte de esos horizontes que organizan la cultura, ya que establecen los modelos para comprender y hacer inteligible la violencia. Por ello es fundamental que su sentido se esclarezca, que la guerra se interprete, que se inscriba.1 Una vez concluida, en el nuevo estado de cosas inaugurado por ella, la guerra se convierte en texto, en monumento que labrará el nuevo saber del mundo instituido por la violencia. Las grafías bélicas construyen la versión de ese acontecimiento. Se convierten en la memoria, en la representación del hecho; en la experiencia de lo que fue, y permiten la justificación del orden. En ese proceso, las representaciones de la guerra se inscriben en una tradición. Se han simbolizado densamente en el proceso civilizatorio del mundo occidental. Las escrituras bélicas han ayudado a configurar ese imaginario de larga duración y de continuidad; los escritos que la representan se han leído por siglos; su trabajo ha construido identidad, pedagogía y memoria. Van más allá de contar y registrar los sucesos de la guerra. Muestran cómo se gana, qué es digno de recordarse, qué elementos quedan inscritos en la historia y entre quiénes se debe medir la grandeza. Durante muchos siglos, esos textos fueron los manuales de formación de los guerreros y generaron una tradición e imaginarios que motivaron y configuraron su actuar. Constituyeron la memoria guerrera de Occidente a partir de la escritura de los vencedores: desde el primigenio Homero, la función de la escritura bélica ha sido embellecer la violencia afianzando la identidad del ganador y sosteniendo el nuevo orden social. De ahí que hasta hace poco el concepto de historicidad en Occidente se encuentre en su mayor parte marcado por la guerra. Los grandes episodios son las victorias; la memoria es la del triunfo, la del exterminio por medio de la violencia. En las escrituras bélicas, Ares y Mnemosine van de la mano.

El proceso de expansión de Occidente sobre el mundo tiene una larga historia; en paralelo al sojuzgamiento y a la colonización, ocurrió un proceso marcado por la construcción de saber y memoria. El resultado fueron textos que registraron esa expansión. El descubrimiento y conquista de América es un hito esclarecedor: mediante la violencia guerrera y de los lugares que posibilitó, se generó un saber que inscribió la alteridad. Las grafías bélicas se reactualizaron, permitieron apropiarse de un Nuevo Mundo, lugar en donde se contarían viejas historias de lo Mismo. En esa larga duración propongo situar las cartas de relación de Hernán Cortés.

La gran pregunta que posibilita estas páginas es: ¿cómo leer e interpretar la escritura del conquistador? El principal prejuicio que debe borrarse es el de leerla fuera de toda tradición: pensar que sólo son un diario de guerra que imparte en sus narraciones la verdad sobre las batallas desde la mirada del narrador-participante.2 En ese modelo de lectura parece que Cortés está escribiendo

para nosotros y nuestro horizonte de verdad. Únicamente hay que recitarlo y evaluar sus dichos. De esa forma se continúa la supremacía de la escritura del vencedor, nada más hay una voz en múltiples variantes que se escuchan; es la voz de la victoria y de su salvaje forma de imprimir verdad. En esa lectura ocurre una recitación de las retóricas del conquistador, entendidas como la única versión posible del pasado, y el éxito interpretativo consiste en encontrarles sentido bajo la mirada del historiador.3 Así se genera una historiografía de la Conquista sobre la marca de la verosimilitud, de modo que cada época cambia los énfasis, pero el fondo pervive: el conquistador es la Fuente para entender la sociedad que destruyó. Se olvida que los textos son producto de un régimen de verdad que nos es ajeno y que al escribirse intentan fundar un nuevo estado de las cosas. Sacar de ese modelo historiográfico a las cartas de Hernán Cortés va a permitir aspirar a bosquejar su horizonte de verdad: al ser el primer "escritor-conquistador" sobre la alteridad "mesoamericana", sus cartas son fundacionales, generan el modelo inaugural de la interpretación del otro en un horizonte de verdad armado para la lógica señorial.

A las cartas hay que pensarlas como una experiencia originaria:4nacen del choque entre la novedad experimentada por el sujeto y el regreso a la tradición del intérprete en su apropiación e inscripción del acontecimiento en el relato de los hechos. Sus contenidos no pueden ser todos inventados por la retórica, pero están muy lejos de ser descripciones modernas. En el choque entre la novedad y la tradición se configura el texto, un escrito que sea legible dentro de una tradición intelectual. Se precomprende un acontecimiento dentro de las tradiciones para contarlo, se escribe dentro de las retóricas para contar el mundo de la época y se deja presto para ser reactualizado por los lectores.5 Un texto se inscribe en una tradición, su novedad se construye en la posibilidad de generar verosimilitud. El resultado es un escrito que nos avasalla; sólo se puede tener el encuentro con la experiencia de conquista a través de sus grafías... Los libros posteriores trabajan en la tradición inaugurada por él. Para salir de esa "historia efectual" es indispensable leerlos desde otro estrato temporal, desde una experiencia de lectura que permita pensar cómo se están configurando las tramas de sus grafías. Hay que leer éstas con espejuelos de alteridad para encontrar su tradición. Es necesario trazar distancia histórica para comprenderlas: exotizar los imaginarios de esas cartas.

¿Pero cómo hacerlo si seguimos siendo afectados por las cartas y sus semánticas del acontecer? A fin de ganar un horizonte de significado es indispensable trazar distancia para comprender. Que su alteridad nos increpe. En ese ruido se encuentra la distancia histórica, en los vacíos que son llenados por los prejuicios.6Ese movimiento intelectual debe destruir el prejuicio de transparencia del lenguaje conquistador: la peregrina idea de que el soldado español narra, un poco deformado tal vez por sus intenciones, lo que en realidad ocurrió, la conquista de México. Los escritos no son diarios de guerra para el archivo de la posteridad positivista. La noción de fuente está implícita, pues nos hace pensar que esos escritos narran el acontecimiento como nosotros lo haríamos.

Tomar distancia del realismo del texto permite ver su lugar de producción7 para ganar un horizonte de comprensión. Pero tenemos un problema: el contenido. Si los textos del conquistador son escritos bajo la lógica señorial, ¿cuál es el horizonte de verdad en el que se inscriben? ¿De qué tradición hablan? ¿De qué mundo salieron? ¿Inauguran el mundo moderno o están escritos bajo la añeja tradición de la guerra en Occidente? ¿Qué símbolos utilizan para la escritura? Un concepto que puede aclarar el sentido de lo expresado es el de simbólica. Paul Ricoeur ha hecho énfasis en la plasticidad de la tradición, la cual tiene una doble historicidad; conserva y añade, es autoridad que se interpreta. En un modelo hermenéutico, "Toda tradición vive por la gracia de la in terpretación; perdura a ese precio, es decir, permanece viva".8 Los símbolos se entienden dentro de su historicidad: en momentos de emergencia, en la creación de nuevas experiencias, son una interpretación que se va acumulando para establecerse como tradición, que en la circularidad de la comprensión se va reinterpretando. Ricoeur trabaja las tradiciones e interpretaciones de los símbolos; en ese sentido "la simbólica se halla más bien entre los símbolos, como relación y economía de su puesta en relación". Son horizontes móviles de significado que le dan sentido a lo escrito. Le marcan legibilidad en sus transformaciones, el sentido se encuentra en esas cadenas de significado: entre el peso de la autoridad, la interpretación y la novedad de la experiencia.

El punto es: ¿qué simbólica refleja la experiencia originaria de la escritura de las primeras tres cartas de Hernán Cortés? Son las cartas de la Conquista. ¿En dónde se encuentra la génesis mental de su mundo? ¿En las tradiciones de escritura de la modernidad aún no nacida? ¿O en el horizonte de escritura bélica señorial que lo formó y que construyó no sólo sus aspiraciones más profundas, sino las de varias generaciones de conquistadores? Como lo demuestra el clásico de Leonard Irving Los libros del conquistador, una rica capa de lecturas alimentó los sueños y configuró el actuar de esos personajes. Pero no era únicamente literatura, sus contenidos sostenían la brújula existencial de los conquistadores: "Oro, Gloria y Evangelio". Es un horizonte intelectual extraño, una región gobernada por el contrato entre señores, por el peso absoluto del honor y la gloria, por el anhelo de vivir constantemente en el mundo de la hazaña, esperar a causa de la honra perdida y el beneficio consecuente. ¿Era cierto ese mundo? No importa... lo cierto es que permitió codificar la experiencia, fue un régimen de verdad, un horizonte de significado para capturar las experiencias. Una enciclopedia del mundo que ya no está con nosotros, pero que acompañó a la invención de América por las grafías del conquistador. Historizar las tres primeras cartas es pensarlas en su tradición, comprender el horizonte sociológico que las produjo. Hay que sumergirse en la genealogía del mundo señorial-feudal para comprenderlas.

I.Un largo horizonte de significado señorial

El mundo feudal en Occidente encuentran su génesis mental en la noción de contrato: los tradicionales vínculos del linaje con sus derechos y obligaciones fueron superados en una nueva organización: la relación de vasallaje. La cúspide social se definía por el ejercicio del mando y la participación en la guerra. En un horizonte donde las instituciones sociales flaquean o han colapsado, la institución del vasallaje emerge como el caparazón desde donde se estructura la sociedad. En palabras de Marc Bloch, la clave es ser hombre de otro. La dependencia personal sustituye el otrora lazo ciudadano o político del mundo antiguo. Las tareas emanadas de la relación son varias: "se trata de ayudar al señor con las armas, darle escolta en caso de necesidad, proteger su castillo o sus castillos (estage), responder a su convocatoria para participar en una expedición guerrera de gran envergadura (mesnada) o limitada (cabalgada); proporcionarle una asistencia financiera".9

El noble oficio estaba ritualizado; en el contrato de investidura un señor rendía homenaje a otro. En el antiguo rito secular se intercambiaba protección por dependencia. Gobernar y pelear eran los deberes, el contradon de la investidura. Con el correr de los siglos la ceremonia fue acercándose a los imaginarios de la Iglesia pero no perdió su sentido original: ser un ritual de iniciación entre guerreros, para formar el oficio de la caballería. El gran manual del siglo XIV: el Libro del orden de caballería de Ramón Llull expone el ritual en su máxima expresión. La relación de vasallaje es hasta la muerte, con la obligación de combatir por el amo a cambio de un beneficium: recibir tierra para vivir del trabajo de otros.

A lo largo de la historia de Occidente las clases ociosas en el poder se han distinguido por crear un código que marca su ser-en-el mundo, ideales que configuran el comportamiento, gestos y principios que gobiernan las sugestiones masculinas, entendidas como principios de acción social. Ruiz-Doménec, en La novela y el espíritu de la caballería, ha dado las claves para entender una de las máximas creaciones de la sociedad feudal. Un novedoso horizonte imaginario se expresa en la novela caballeresca: en una cultura basada en la contingencia, el principal anhelo masculino consiste en la sugestión de ser otro: un ideal, el caballero, que bajo el signo de la soledad como realización personal y viviendo una vida errante en continua búsqueda, trata de conquistar un espacio imaginario... Su éxito consiste en sólo buscar: un feudo, el honor perdido, la amada ausente, la destrucción del infiel, nuevas tierras, etc. Siempre hay algo que conquistar. La hazaña permite codificar el presente vivido: es un intento de trascender el aburrido mundo cotidiano. Un sentimiento de muy larga duración.

El mundo del caballero está gobernado por la idea de honor. Huizinga considera que de "la soberbia estilizada y sublimada ha nacido el honor, norte de la vida noble".10 Los principios de la violencia masculina tenían que encontrar una matriz explicativa, un reconocimiento social que los avalara y les diera pautas de canalización. En una sociedad guerrera el cultivo del honor permite frenar la brutal masacre y el sinsentido de la rapiña: con honor cualquier acción está avalada, es posible en el marco de lo imaginario, se puede pensar. En ese sentido el concepto de honor del mundo antiguo tiene un horizonte de continuidad y actualización, es el marco avalado por la tradición que le permite ser al sujeto, dentro de un conjunto de imágenes sociales que le posibilitan compararse en el cuadro de la grandeza histórica. La cólera de Aquiles subsiste dentro de los marcos del imaginario como una acción comprensible y entendible, dentro de una nueva sociedad cristiana. La Ilíada medieval se lee como un espejo ante el cual el caballero bosqueja sus acciones en su mundo imaginario. El caballero se mide con los héroes, arquetipos del ideal masculino.

Uno de los grandes temas de esa cosmovisión es el concepto de honor. En el Cantar de Roldán, el tema se desarrolla a partir del sacrificio del caballero; por sus versos se muestra que es más im portante resguardar el honor que la vida. Carlomagno encabeza el regreso de una expedición contra el sarraceno; en la retaguardia, Roldán es alcanzado por el infiel. En el relato se llena de gloria gracias a su coraje para soportar él solo la embestida del enemigo. Roldán asume su destino: es preferible morir peleando en inferioridad numérica que perder la fama en su terruño por pedir ayuda. En el más antiguo poema de la épica española, el Poema del Cid, se expone para los oídos de los caballeros otro camino noble, esta vez para recobrar el honor mancillado. Ruy Díaz, el Cid campea dor, después de haberse cubierto de gloria en la guerra, a causa de las envidias palaciegas es condenado por su señor a salir del reino. Con el honor intacto, pero deshonrado socialmente, viaja errante en el exilio por las tierras del moro para algún día regresar por sus fueros. Sus gestas son una forma de honrar al rey en tierra de moros para recobrar lo perdido. El honor es una condición existencial del caballero; lo que se pierde es la honra: la estima y admiración social, su estatus y condición existencial.

La bellum instituye en la Edad Media memorias gloriosas, recuerdos de grandes gestas. Carlos Martel, arquetipo del caballero, detiene a los sarracenos con el coraje y la formación de una especie de falange de hombres a pie. En su mítica batalla el peso de los lanceros frenó a la caballería infiel11 Otra batalla memorable la protagonizó Roldán contra el infiel. Antes de perder el honor es mejor morir peleando cara a cara. En su lucha, "la batalla es total, maravillosa y ardua". Roldán se bate y hace gran mortandad de sarracenos. Pero es sólo un hombre noble que lucha contra una masa interminable. En esos momentos de tribulaciones es cuando la memoria de los feudales resuena; son recuerdos de victorias ganadas, labradas con su espada para su señor:

Le conquisté contigo el Anjou y la Bretaña, /-le conquisté también el Poitou con el Maine, /-le conquisté asimismo Normandía la franca, /-conquisté contigo Provenza y Aquitania, /-y toda Lombardía, y toda la Romanía, /-y conquisté Baviera y también todo Flandes, /-así como Borgoña, con la tierra de Pulla, /-también Constantinopla, que le rindió homenaje, /-y Sajonia, que ataca lo que Carlos le manda.12

En las escrituras bélicas los infieles, estirpe del mal, no poseen ni derechos ni razón. Los conquistados son anulados en su alteridad: se cierran sus templos y se les bautiza. Es lógico que los mismos infieles se cuestionen sus creencias, "-pues todos nuestros dioses le han hecho felonía /-al no haberlo ayudado en la batalla de hoy".13 En la escritura se rememoran batallas victoriosas y muertes gloriosas.

Las correrías y los saqueos eran el horizonte cotidiano de la guerra para una sociedad cuyo imaginario estaba secuestrado por la caballería. El Cid le dice a sus vasallos: "Corred la tierra sin miedos, por valor no quede nada".14 Ejercer el oficio y saquear los reinos moros es la aventura más socorrida de los caballeros españoles. Trae fama, botín y honra. No obstante, en la Edad Media "los asedios sobrepasan en número a las batallas campales, a los enfrentamientos navales, a las expediciones de ataque a caballo y a cualquier otra forma de actividad bélica".15 Desde Homero hasta Vegecio, sitiar una ciudad se hace dentro de los cánones de la técnica, de la policértica.16 El Compendio de técnica militar de éste es la clave de la victoria, se sigue leyendo y editando como el libro de texto de los generales a lo largo de los siglos. Con él la victoria está asegurada; de hecho, el éxito siempre era para los sitiadores. A los sitiados les tocaba el papel de la heroica defensa, que se realizaba de semanas a meses e incluso, en ocasiones excepcionales, años. Las poderosas murallas de las ciudades orientales, insertas en la tradición bélica, si bien sorprendían a los milites, no los detenían por mucho tiempo: a la larga cayeron Jerusalén, Bizancio, Nicea. Cortar los suministros y esperar es la mejor arma contra el encerrado. Las flechas del hambre matan, arrasan con las fortalezas y castillos, minan el espíritu del sitiado. El caballero con sus armas gana ciudades para la cristiandad, para la fe recupera espacios.

La idea de cruzada en Occidente se fragua en una época en que Europa se prepara para su primera expansión.17 En 1095, durante el concilio de Clermont, el papa Urbano II concibe la Guerra de Dios para socorrer a los hermanos cristianos de Oriente que vivían oprimidos por el infiel. Es un llamado a los milites para "tomar su cruz" y seguir a Dios, liberar del infiel el santo sepulcro. Si la idea de Cruzada moviliza las prácticas al Oriente, en Occidente también hay infieles a los cuales reconquistar. El sarraceno había irrumpido en la Península ibérica en el 711. En el siglo VIII los reinos del norte de ésta se sienten los herederos políticos de los reinos bárbaros y empiezan a generar las ideas de liberación de la Iglesia sometida, el restablecimiento de los reinos visigodos y la recuperación de la tierra arrebatada por el musulmán. Los monarcas asturianos intentan la salvación de España a partir de la confrontación contra el Islam. La lógica divina impera en la interpretación: la invasión es un castigo divino que Dios intenta redimir mediante la expulsión del hereje. A los españoles, en la afortunada frase de Elliot en La España imperial, les "costó siete siglos ganar lo que en siete años se perdió". Isidoro de Sevilla habla de una destrucción de España al evocar proféticamente el hecho. El infiel se había apoderado de las tierras, la misión española en el mundo -y en particular sus caballeros- se marcaba por un destino de cruzada, de Reconquista. En este contexto, la noción de Reconquista "era muchas cosas a la vez. Era a un tiempo una cruzada contra el infiel, una serie de expediciones militares en busca de botín y un movimiento migratorio popular".18 Un ethos guerrero-señorial se impone. Era el ideal del caballero en la tierra, su imaginario estaba secuestrado en ese horizonte. Una guerra justa en dos niveles: el sarraceno había invadido el territorio y lo había infectado con sus creencias. Pero también era una guerra santa: Dios dirige los acontecimientos para recuperar el territorio, inspira y protege. Los santos participan, le dan un empujón al español en la Reconquista. El gran santo es Santiago, que aparece en su caballo blanco por primera vez en la batalla de Clavijo, en donde ayuda a las huestes de Dios. Lo sobrenatural divino combate para ensanchar el cristianismo, para dilatar las fronteras de la fe. Incluso es la primera guerra en la que se otorga el perdón de los pecados a los participantes, para alentar la participación de los milites. Así se fusiona con el horizonte de la cruzada.

El mundo maravilloso del Cid, en esas tierras moriscas, tiene su máxima expresión: al perder el honor en el mundo de la corte, la mejor forma de encontrarlo es en tierras infieles, reconquis tando tierras para el señor y espacios para la fe. Cuando avanza y conquista el Campeador, recobra tierras. A los moros "los libera" del error en el cual viven e incluso éstos lo bendicen por conquis tarlos. Las ciudades conquistadas se las da a la cristiandad. La lógica es conquistar, liberar, incorporar. Lo perdido adquiere un nuevo esplendor al ingresar al cristianismo en expansión.

Herbert Frey habla de tres fases de la Reconquista española. La tercera ola de avanzadas es la que nos interesa. Se inicia con la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 y concluye en 1492 con la expulsión toral. Esta fase "la realizaron exclusivamente los magnates, la baja nobleza, el clero, las órdenes militares y los caballeros villanos, todo bajo la dirección del rey, el equilibrio de fuerzas se desvió de forma esencial a favor de la nobleza".19 Un proyecto dirigido desde el poder apoyado en el amplio y variopinto espectro de los milites españoles. En 1492 los tiempos parecían consumarse en el ideal español: expulsión de moros y judíos, aparición de Nuevas Tierras y todo bajo la dirección de unos monarcas con tintes esca-tológicos. Se abre un nuevo horizonte que será colonizado bajo las prácticas antiguas, con la añeja estrategia occidental de la guerra. La aparición de América en el imaginario continúa la tradición: es una página en blanco para escribir historias nobles de caballería.

II. Génesis de la gesta heroica

El comienzo de la gesta caballeresca en América se da con la escritura del conquistador. El imaginario se traslada, coloniza el actuar a través de la escritura. Al momento de convertirse en texto, las acciones reinterpretadas adquieren sentido para el ojo que las va a leer. La epopeya de Hernán Cortés se inscribe en ese horizonte.

Está expuesta en la primera carta del Cabildo de la Villa Rica del 10 de junio de 1519. Un hecho detonante que lleva el relato al mundo de la hazaña es la abrupta salida del Caribe por parte de Cortés. Las pugnas entre conquistadores generan el ambiente idóneo del honor perdido. Cortés está dispuesto a realizar una empresa donde empeña su capital para engrandecer a la Corona; quiere hacer una apología de su salida ante la gran justicia del mundo: el Rey.

Desde el origen se expresa en qué páginas se inscribe la magna obra que están realizando sus huestes. En el preámbulo a la carta se narra un gesto heroico de Cortés:

[...] hizo un hecho troyano, y fue que tuvo manera, después que desembarcó toda la gente, de dar al través con todas las armas y fustes de la armada, y haciendo justicia de dos o tres que le amotinaban la gente, anegó y desbarató todas las naos [.] con presupuesto que, viendo los españoles que no tenían en que volver ni en que poder salir de aquella tierra, se animasen en la conquista o a morir en la demanda.20

Con esta imagen de la épica troyana, Cortés se inserta en la historia de los grandes conquistadores antiguos. Se abre un espacio dentro de la tradición retórica de la guerra. La codificación de los hechos reales, el dar cuenta de su historicidad no les importa a esos conquistadores. Le hablan de frente al Tiempo, a la memoria de los lectores-oyentes y a los imaginarios que remiten. Ellos mismos se reconocen e insertan en la tradición. Quemar las naves es un símbolo: permite ver que ha llegado el momento de los héroes. Alejandro Magno también realizó el gesto al internarse en Asia Menor. En la Eneida hay una quema famosa de barcos, señal del comienzo de la guerra. El emperador Juliano quemó sus barcos ante la guerra con los persas. Todas estas imágenes de la tradición imitan al pasado y en esa mímesis muestran la magnitud y grandeza de la proeza, con su evocación intentan grabar sus acciones en la memoria de Occidente, contar los hechos dentro del marco de la tradición, igualarse a las grandezas pasadas. Cortés y sus hombres se inscriben de ese modo en la gloria antigua, en el mundo de la hazaña permanente.

La conquista de las nuevas tierras sobrepasa con creces el aburrido transcurso del siglo: "En esta manera comenzaron a conquistar la tierra donde hacía hechos hazañosos y acometía y emprendía cosas inauditas, en donde según juicio humano no era creído que ninguno de ellos pudiese escapar".21 La relación de las gestas en América se encuentra cerca de lo maravilloso, alude a un tiempo largo, el de la tradición de heroicidad, que vincula el pasado con el presente vivido, cuya finalidad es entrar en la memoria de los oyentes como un nuevo Cid que está haciendo méritos en un territorio hostil. A un contemporáneo suyo, fray Bernardino de Sahagún, le quedaba clara la semejanza de los personajes, o al menos eso es lo que quiso registrar en su magna obra. En su prefacio al libro XII, el libro de la explicación de la Conquista para la nueva memoria indígena, el fraile señala:

En todo lo que adelante pasó, parece claramente que Dios le inspiraba en lo que había de obrar, así como hacía en los tiempos pasados el Cid Ruiz [sic] Díaz, nobilísimo y muy santo capitán español, en el tiempo del rey D. Alonso de la mano horadada, que fue rey de España, y emperador y capitán de la iglesia romana. Tuvo instinto divino este nobilísimo capitán D. Hernando Cortés, en no parar en lugar ninguno hasta venir a la ciudad de México (que es metrópoli de todo este imperio).22

La primera carta de relación fue escrita con una finalidad muy clara: manifestarle al Rey de España su lealtad por parte de los conquistadores, que se presentan como "vasallos de vuestras reales altezas". El primer acto de Cortés frente a la alteridad indígena es una ofrenda, una muestra de su fidelidad: le está hablando a los reyes europeos en un escenario americano. Con mediación de una lengua o traductor entra en interacción con los indios. Les dice en su castellano "que no iban a hacerles mal ni daño alguno, sino para les amonestar y atraer para que viniesen en conocimiento de nuestra santa fe católica y para que fuesen vasallos de vuestras majestades y les sirviesen y obedeciesen como lo hacen todos los indios y gentes de estas partes que están pobladas de españoles".23 Hernán Cortés, en su andar por el Nuevo Mundo, va haciendo y recogiendo vasallos para el Rey, le muestra que su cabalgata está instaurando el dominio regio sobre el territorio. Los caciques caen contentos, como los viejos moros del Cid, en el nuevo modelo de vasallaje: cuenta que "holgaron mucho" al saber que van a servir a un Señor superior. La irrupción española disponía de diez carabelas y cuatrocientos hombres de guerra entre los cuales vinieron muchos caballeros e hidalgos y dieciséis de caballo.24 Es una empresa heroica frente a lo desconocido. Con este pequeño ejército hacen frente a cuatro mil indios. Cortés, como los héroes antiguos, es de los que luchan al frente: "y allí anduvo peleando con los dichos indios una hora, y tanta era la multitud de indios, que ni los que estaban peleando con la gente de a pie de los españoles veían a los de a caballo, ni sabían a qué parte andaban".25 En la batalla los muertos son del Otro; a partir de la violencia también se crea el vasallaje. Pero no pelean solos; a los reyes les ofrecen explicaciones: "Crean vuestras reales altezas por cierto que esta batalla fue vencida más por voluntad de Dios que por nuestras fuerzas, porque para cuarenta mil hombres de guerra poca defensa fueron cuatrocientos que éramos nosotros".26 Lo maravilloso se encuentra del lado de los cristianos, siempre había sido así...

III. La entrega del reino en la ensoñación caballeresca

La segunda carta de Cortés se inscribe en la lógica monumental de entrega del reino pagano. Es la primera en donde el conquistador se apodera de la pluma. Está pensada para el mundo del Emperador, pero no es un funcionario; se presenta como un "hombre suyo". Intenta mostrarle cómo la Nueva España, bautizada por él mismo, no desmerece en importancia a los reinos europeos en pugna y que las guerras en ella acaecidas se insertan en la lógica de la caída de las grandes ciudades. La empresa es una tradicional gesta caballeresca:

estábamos en disposición de ganar para vuestra majestad los ma yores reinos y señoríos que había en el mundo, y que además de hacer lo que como cristianos éramos obligados, en pugnar contra los enemigos de nuestra fe, y por ello en el otro mundo ganábamos la gloria y en éste conseguíamos el mayor prez y honra que hasta nuestros tiempos ninguna generación ganó.27

Las grafías bélicas en Occidente están pensadas para el oído nobiliario en un mundo cortesano. El nuevo aedo o juglar impone sus recuerdos al público, sus pares, para llevarlos al mundo fantástico de la hazaña.

La segunda carta28 se puede tematizar en tres partes: la descripción de un horizonte señorial indígena, la entrega del reino y finalmente la justificación de la conquista. En la primera parte el ojo europeo se desplaza por caminos conocidos, las metáforas son para enunciar la otredad, occidentalizan el entorno social: lo que observan son señoríos, aldeas y villas regidas por un castillo-mezquita en pactos feudales. En esa lógica Cortés describe una típica provincia americana, la independiente Tlascaltecal, dentro de una postal señorial: es casi como los señoríos de Venecia, Génova o Pisa, porque no hay señor general de todos. Hay muchos señores y todos residen en esta ciudad, y los pueblos de la tierra son labradores y son vasallos de estos señores, y cada uno tiene su tierra por sí; tienen unos más que otros, y para sus guerras que han de ordenar júntanse todos, y todos juntos las ordenan y conciertan.29

Las categorías del mundo vivido permiten dar legibilidad al paisaje. La tradición, los diferentes imaginarios de ser-en-el-mundo de una cultura, se desplazan para encontrar la lógica de las descripciones. El mundo que sale a conquistar regresa y se representa en la mirada sobre el otro. El mundo es más o menos igual: para hacer visibles a otros pueblos es necesarios compararlos en el horizonte de las imágenes conocidas. Más aún cuando el discurso tiene una intencionalidad clara: describir un mundo nuevo al rey de España y obtener beneficium de ello, siempre fue así... Para empezar, las ciudades son como allá, como el mundo que enuncia la otredad: Cempoala es como Sevilla, Tlaxcala es como "Granada cuando se ganó", no es de extrañar que ellos sean los aliados y que jueguen desde el comienzo del lado del vencedor, al ser un señorío independiente de los mexicas. Tenochtitlán es tan grande como Sevilla y Córdoba. Los tlaxcaltecas se incorporan temprano a la lógica señorial castellana; serán recompensados con un feudo. El fragmentado mapa señorial americano recuerda la dispersión del poder europeo; sólo hay un fantasma que avanza por el texto y se vuelve omnipresente, se hace sentir con símbolos de presencia real y centralizadora: embajadores, traiciones e intrigas, el imaginario del Imperium: Moctezuma.

Un falso "señor del mundo" impera en tierras americanas. Tiene una presencia total, los vasallos saben de su existencia, los señoríos se definen en función de su independencia o sometimiento a su "tiranía". El "señor bárbaro" manda a sus heraldos para evitar que llegue a su centro de poder, Cortés avanza con la cruz por delante. La guerra en América es un proceso divino: Dios avanza con los conquistadores. Ocurren batallas inverosími les para la técnica militar, pero legibles desde la teología. Cortés está convencido de que en esos encuentros bélicos contra el infiel: "Bien pareció que Dios fue el que por nosotros peleó, pues entre tanta multitud de gente y tan animosa y diestra en el pelear, y con tantos géneros de armas para nos ofender, salimos tan libres".30

Con la venia de Dios y las armas del sentido, Cortés hace aparecer a Moctezuma en el relato. Lo convierte en figura central dentro de la puesta en escena de la entrega simbólica del reino. La escritura sobre los hechos permite ejercer el poder al justificar el hecho fundacional del despojo de sentido: después de varios simulacros de evasión, entra en la ciudad en un marco de alteridad total, una ciudad que resplandece en el agua, con inmensas calzadas que la comunican al mundo. La Jerusalén pecadora es el escenario del comienzo del ocaso de los infieles. Moctezuma recibe al conquistador en un encuentro anhelado, en medio de una rancia gestualidad regia, en plena Iztapalapa:

cada uno lo llevaba de su brazo, y como nos juntaron, yo me apeé y le fui a abrazar solo, y aquellos dos señores que con él iban, me detuvieron con las manos para que no le tocase, y ellos y él hicieron asimismo ceremonia de besar la tierra y hecha, mandó a aquel su hermano que venía con él que se quedase conmigo y me llevase por el brazo y él con el otro se iba adelante de mí poquito trecho.31

Comportamiento cortesano inteligible sólo para el horizonte de la corte. El señor bárbaro en procesión lo conduce a una grande y hermosa casa; lleva de la mano a Cortés, le muestra su hospitalidad. El momento clave de la segunda carta se avecina. Ya dentro del palacio el emperador Moctezuma le explica al conquistador una inquietante verdad oculta:

Muchos días ha que por nuestras escrituras tenemos de nuestros antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella sino extranjeros, y venidos a ella de partes muy extrañas; y tenemos así mismo que a estas partes trajo nuestra generación un señor cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza, y después tornó a vivir donde en mucho tiempo, [...] y así se volvió; y siempre hemos tenido que los que de él descienden habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros como a sus vasallos; y según la parte que vos decís que venís, que es a do sale el sol y las cosas que decís de ese gran señor o rey que acá os envió, creemos y tenemos por cierto, él sea nuestro señor natural.32

El tlatoani le explica al conquistador el origen de su efímero poder, el cual le ha sido delegado; él lo resguarda para el verdadero señor, claro está, el Rey de España. ¿Ese diálogo histórico ocurrió? Es el gran motivo de la carta: permite organizar todo el discurso posterior. Moctezuma, en ese tropos retórico de "entrega del reino" tiene que ceder su puesto, ya no hace falta, ha llegado otro lugarteniente: "vos sed cierto que os obedeceremos y tendremos por señor en lugar de ese gran señor que vos decís, y que en ello no habrá falta ni engaño alguno, y bien podéis en toda la tierra, digo en la que yo en mi señorío poseo, mandar a vuestra voluntad, porque será obedecido y hecho".33 El supuestamente transparente relato de Cortés es un ritual discursivo de traslatio imperii; permite fundar un nuevo dominio al justificarse en los símbolos de poder de la Edad Media: la supremacía del Rey sobre un territorio que puede delegar en un contrato de vasallaje a otro, pero que al final de cuentas pertenece a su Majestad. Aquí resuena la donación de Constantino, que delegaba la autoridad y el dominio de las islas del orbe al papa, que a su vez las cedió al rey de España.

La entrega del reino se basa en dos hechos clave: un mito fundacional del regreso del rey bueno civilizador, que exige sus primigenios derechos y que justifica el nuevo orden; y la creación de estructuras sociales nuevas, los principios del vivir, una trinidad laica: la instauración del Ayuntamiento, el principio del gobierno en un territorio, la designación de regidores o lugartenientes en un espacio social antes vacío y la posibilidad de impartir justicia, es decir, ejercer el poder legalmente en un modelo de feudalización del conquistador: ejercer el mando y el gobierno, ser un señor de la guerra. En su pieza retórica fundacional Cortés ejerce uno por uno los cargos de gobernabilidad: en la primera carta establece un espacio social deliberativo sometido a su voluntad; posteriormente designa señores fuertes que cuidan las fronteras o incluso impone señores en los señoríos; y sin embargo, el hecho más sorprendente es que somete al propio tlatoani a su flamante fuero, que él mismo se ha dado. De la nada pide cuentas al emperador por las guerras en las que ha salido invicto, ordena diligencias para saber qué ha pasado y, lo insólito, le pide que él estuviese en mi posada hasta tanto que la verdad más se aclarase y se supiese él ser sin culpa, y que le rogaba mucho que no recibiese pena de ello, porque él no había de estar como preso sino en toda su libertad, y que en servicio ni en el mando de su señorío, yo no le ponía ningún impedimento.34

El conquistador ha creado un reino imaginario. Desde la invisibilidad ha construido su poder, se trasladó a sí mismo el Imperio. Cortés se convierte en un productor de significado: ha domesticado al enemigo al enunciarlo en la simbólica señorial y su régimen de verdad, dentro de una retórica colonizada. El Moctezuma de Cortés, que en buena medida es el que nos ha legado la violenta memoria señorial, recuerda a los tradicionales colaboradores que ayudan en la victoria de las sangrientas páginas en la historia de Occidente. Parece ser un personaje retórico, y tal vez lo sea... El señor bárbaro acepta su inferioridad; frente a la llegada del colonizador entiende lo efímero de su tiempo; comprende lo que "Otros" -los suyos se convierten en un remedo de alteridad, en muchedumbre- no pueden: acepta que va de salida y la única opción es ser parte del nuevo orden: quedar sometido, crear sen tido. Una vez apresado no quiere dejar su encierro; al contrario, le ofrece lealtad a su secuestrador, se vuelve casi un monje sin voluntad. Ante este inverosímil personaje histórico existen dos grandes paradigmas en la simbólica cristiana para comprender el personaje creado por Cortés: Flavio Josefo y Nabucodonosor.

En el siglo I d. C., el judío Flavio Josefo contempla y participa de la destrucción de Jerusalén por parte de Tito. Su texto La guerra de los judíos se puede calificar como uno de los fundacionales de la larga tradición de escritura colonizada del vencido: es obra de un fariseo pragmático, que al ver que el Imperium era imparable decide pasarse al bando contrario y, una vez en la comodidad de Roma, escribe por qué ganaron los romanos. Lo novedoso de Josefo es que relata cómo se destruyó el gran símbolo de su cultura. Está narrando para un lector romano la caída de lo que fuera la Ciudad Santa. Más que un traidor, es un vencido creador de inteligibilidad, muestra la superioridad romana y explica en la simbología judía las claves de la derrota. El eje argumentativo de Josefo es que Dios ha dejado el Templo, ahora se había desplazado a otra geografía. Hablando de los romanos se pregunta:

¿Qué región del mundo se había librado de ellos, a no ser que fuese intolerable por el frío violento? Era evidente que la fortuna se les había entregado y que Dios se hallaba en Italia, después de regir todas las naciones de sus dominios. Ley, inflexible e inmutable, tanto entre los hombres como entre las bestias, es ceder a los más fuertes y soportar la victoria de los más hábiles con las armas.35

En la economía narrativa de Josefo las cartas ya estaban echadas: a sus conciudadanos les recomendaba, a gritos en pleno sitio de la ciudad, dejar las armas. Dios había cegado física y espiritualmente a los defensores judíos de la plaza, nada más Josefo se daba cuenta del cambio en las relaciones divinas; como un mártir incomprendido, fue apedreado con crueldad por los revoltosos ciegos que querían continuar la lucha contra los romanos. El sentido profundo de la pugna para Josefo es que los rebeldes "resisten no sólo a los romanos sino al propio Dios";36 en ese sentido es irrelevante la lucha. Se había dado cuenta de ello por las señales divinas que le indicaban el cambio de la hegemonía en la región: presagios, muchos presagios que son el símbolo de la voluntad divina y se vuelen un paradigma que refiere la caída y destrucción de las ciudades.

En ese contexto, Josefo se presenta como el gran intérprete de la violencia divina. Es el único capaz de descifrar el sentido de los hechos y la red de significado que se le ha revelado ante sus ojos. Los violentos hechos del mundo son parte de una simbólica ajena a las masas ciegas; un conocimiento restringido al expositor que interpreta y da cuenta de la verdad revelada.

La escritura domesticada es el gran elemento que permite en tender el discurso de Josefo. Estructura la narración desde la lógica romana, cuya retórica para contar batallas se inscribe en la identificación de presagios como preludio a la destrucción de una ciudad. Lo interesante de Josefo -y eso lo separa de la tradición romana- es que un Dios omnipotente manda como castigo divino las señales que únicamente un elegido puede entender. Los otros, los vencidos, son ciegos a las señales que presagian el fin de su cultura, entendida como un estado de indignidad a los ojos del Señor. La figura de Josefo es central: al igual que los reyes paganos del Antiguo Testamento, nada más él se ha dado cuenta de que un Nuevo Orden se avecina, aquel en donde su cultura debe extinguirse por las armas occidentales. De ahí el carácter de texto fundacional de las escrituras colonialistas sobre el Otro, escritas por ellos mismos, bajo el nuevo orden impuesto. Como resultado de su prédica en favor del vencedor es lapidado por el pueblo ignorante y ciego; pero se salvó y escribió la justificación de la victoria sobre su raza.

Moctezuma sigue el camino trazado por Josefo. En su extraño cautiverio deja hacer a Cortés lo que quiera; en el pináculo del colaboracionismo llama a los nobles y en una ceremonia anuncia:

que de aquí en adelante tengáis y obedezcáis a este gran rey, pues él es vuestro natural señor, y en su lugar tengáis a éste su capitán; y todos los tributos y servicios que hasta aquí a mí me hacíades, los haced y dad a él, porque yo así mismo tengo de contribuir y servir con todo lo que me mandare; y además de hacer lo que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer.37

Bajo el paradigma narrativo de Josefo, a Moctezuma sólo le faltó escribir La guerra de los mexicas desde Madrid, explicando por qué perdió su imperio. ¿Pero el conquistador sabía de la saga de Josefo? Hernán Cortés es un conocedor de las hazañas en la caída de Jerusalén, su actuar únicamente es comparable a los hechos del modelo judío. Para Cortés la caída de Tenochtitlán es también histórica, su gesta es memorable y se inserta en una simbólica: "en la cual murieron más indios que en Jerusalén judíos en la destrucción que hizo Vespasiano; ya asimismo había en ella más número de gentes que en la dicha ciudad santa".38 La batalla en América quedará inscrita entre las bellas guerras, las que halagan al oído aristocrático y la memoria europea, convirtiendo un discurso teológico en superioridad humana y memoria feudal: una bonita y poderosa invención señorial.

El otro modelo para comprender es Nabucodonosor. El rey infiel que entrega el reino a un representante del Dios verdadero. En el modelo expuesto en el libro de Daniel, las incógnitas del rey no pueden ser resueltas por sus astrólogos y hechiceros; decide utilizar el saber del pueblo judío, del sometido que posee la verdad. El monarca elige la hermenéutica judía para resolver los misterios del mundo. Una vez convencido de la superioridad del otro, el hermeneuta judío le esclarece lo que no entendía. En ese movimiento intelectual el rey pagano sufre una conversión: cambia de fe ante el dueño del sentido y ofrece el reino como gratificación. Nabucodonosor es despojado de su reino, y cumple un estado de penitencia que raya en el salvajismo (se apartó de los hombres, vivía en armonía con la naturaleza, se llenó de hirsuto pelo, etc.), para salir de él convertido en cristiano. En un ritual de paso el Rey se vuelve converso: "Y ahora yo Nabucodonosor, /-alabo, ensalzo y glorifico al Rey del cielo, /-porque todas sus obras son verdad, /- todos sus caminos, justos, /-y puede humillar a los que actúan con soberbia".39El soberano pagano y colaboracionista que entrega su reino por convencimiento de la grandeza del otro es el modelo interpretativo que explota Cortés para hacer inteligible el actuar del tlatoani mexica. Como en una opereta, todos saben el guion. El emisor y su público comparten los símbolos.

La figura de Moctezuma recorre un misterioso traslado: pasa de un mundo mexica en donde el emperador es intocable, al encierro por la justicia de Cortés. El tlatoani se retiró del contacto cotidiano y del simbólico mundo pagano. En su encierro él "estaba muy a su placer", su voluntad había cambiado:

[...] y que él tenía puesto de servir a vuestra alteza en todo lo a él posible, y que hasta tanto que los tuviese informados de lo que quería hacer, y que él estaba bien allí, porque aunque alguna cosa le quisieren decir, que con responderles que no estaba en su libertad se podría excusar y eximir de ellos; y muchas veces me pidió licencia para se ir a holgar y pasar tiempo a ciertas casas de placer que él tenía.40

La imagen idílica se rompe cuando sus maléficos vasallos, los indios malos, le asestan una pedrada y quiebran el espejo de la ficción del Conquistador. Josefo se salvó, Moctezuma no.

La justificación de la guerra de conquista en las grafías del conquistador se da por el regicidio del señor bárbaro que había declinado a favor de Carlos V. La escena ocurre en un contexto de sublevación popular, de muchedumbre ignorante que se levanta. Moctezuma el Mártir

dijo que le sacasen a las azoteas de la fortaleza y que él hablaría a los capitanes de aquella gente y les harían que cesare la guerra. Yo le hice sacar, y en llegando a un pretil que salía fuera de la fortaleza, queriendo hablar a la gente que por allí combatía, le dieron una pedrada los suyos en la cabeza, tan grande, que de allí a tres días murió.41

Los vasallos matan al rey y expulsan a los españoles de la ciudad. Una noche triste para un caballero que ha perdido un reino. La carta se escribe desde el dolor del hambre y genera el imaginario idóneo para regresar por sus fueros: sitiar la ciudad pecadora, castigar a la Babilonia americana.

IV. El sitio de tenochtitlán, ocaso del mundo indígena

Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.

Lc 19, 43.

La tercera carta de Cortés es la épica de la conquista42 En la narración se le hacen ver a la Cesárea Majestad los servicios hechos por los conquistadores, en el marco de una empresa ya conocida: un proceso de reconquista. Hay que recordar que Moctezuma el Mártir ya había entregado pacíficamente el reino al representante del Rey. Lo único que hace Cortés es recuperar lo perdido. El discurso de la tercera carta intenta mostrar cómo en su andar de hidalgo por la cuenca, el gran capitán se va granjeando las lealtades de los señoríos aledaños a la ciudad pecadora: Tenochtitlán. Ayuda a los vasallos, se le entregan señoríos, decide sobre la sucesión de los pueblos. Es todo un señor itinerante que imparte justicia en su territorio. En ese sentido Cortés trata de atraerse la amistad de Tenochtitlán, pues les pedía "se diesen por vasallos de vuestra majestad, como antes lo habían hecho, yo no los quería destruir sino ser su amigo".43 En la carta, Cortés tiene que hacer ver a los cortesanos del Rey que su estrategia es la mejor, que con pocos hombres y un gran número de aliados el asedio es la única opción. La caída de la ciudad se debe insertar en el gran drama retórico del ocaso de las ciudades malditas. Tenochtitlán es otra Jerusalén, otra Roma. En la segunda carta el Capitán ya había calculado las consecuencias de un sitio cuando él ocupaba la ciudad. En el momento en que lanza su mirada interpreta el territorio desde la estrategia: "Y viendo que si los naturales de esta ciudad quisiesen hacer alguna traición, tenían para ello mucho aparejo, por ser la dicha ciudad edificada de la manera que digo, y quitados los puentes de las entradas y salidas, nos podrían dejar morir de hambre sin que pudiésemos salir de ella".44 La puesta en marcha de los acontecimientos del sitio de Tenochtitlán ocurre dentro de la trama de construcción de la más rancia y tradicional policértica: ver el terreno, evaluar los vasallos y así ejecutar la destrucción de la ciudad. En Coyoacán establece la estrategia del sitio. La idea es ir cercando por tierra y agua a la ciudad. Al dar vuelta a la laguna, el capitán hace ver las grandes posibilidades del triunfo, que no es suyo; él es sólo un representante del poder real y ejecutor de la vieja estrategia. Por tierra Cortés va conquistando pueblos; algunos de éstos pedían perdón y se incorporaban al ejercito del señor; a los que no, les tocaban sufrir la quema y destrucción de su modo de vida. En el agua la cosa era más fácil: fue cuestión de tapar las entradas, las calzadas, con subalternos; cortar los suministros, quitar el agua dulce de los acueductos. El híbrido ejército de Cortés se presenta como el entrenado ejército romano. Una aplanadora que funciona por nota: es un gran constructor de acequias, bergantines y trabucos, pero también es un ejército que trabaja con la picota, destruye la obra pública prehispánica, los acueductos, las calzadas. Es una larga tradición. El agua, la gran alteridad en el relato, por primera vez jugaba de su lado, ya que "la llave de toda la guerra" estaba en los bergantines. Con ella consumaría el sitio de Tenochtitlán.

La estrategia es de auténtica Reconquista. De la mano del apóstol Santiago avanza sobre la ciudad sitiada, conquista puestos y retrocede; Cortés no sigue cabalmente los manuales de guerra que indican que una vez afianzado el sitio hay que esperar que las "flechas del hambre los maten". Es más glorioso combatir cuerpo a cuerpo con el enemigo, su fama está de por medio, más aún cuando es feroz el oponente: "Aunque los enemigos veían que recibían daño, venían los perros tan rabiosos que en ninguna ma nera los podíamos detener ni que nos dejasen seguir".45

Las bajas del ejército señorial son mínimas, se cuentan con los dedos. Los muertos españoles figuran nada más dentro del marco de lo monstruoso. Algunos cautivos, en una efímera victoria mexica, fueron sacrificados y a pecho abierto les sacaron los corazones para ofrecerlos a sus ídolos; son imágenes, símbolos de los desmanes que Dios no podía permitir. Los indios utilizaban los cuerpos para alardear, ya que "eran las dos cabezas de caballos que mataron y otras algunas de los cristianos, las cuales anduvieron mostrando por donde a ellos parecía que convenían, que fue mucha ocasión de poner en más contumacia a los rebelados que de antes".46

La existencia de rebeldes dentro de una ciudad en su mayor parte dispuesta a los nuevos amos, es un tópico de los asedios. Los señores son hostiles mientras el pueblo quería ser liberado. Clama ser exterminado: "que porque yo así brevemente no los acababa de matar y los quitaba de penar tanto, porque ya ellos tenían deseos de morir e irse al cielo para su Ochilobus que los estaba allá esperando para descansar".47 El Rey malo que guía a su pueblo al despeñadero es un buen pretexto de sentir lástima por el Otro, no por el que combate -a aquel "perro rabioso" sólo le queda morir- sino por las mayorías que otrora habían matado al rey bueno. Después de setenta y cinco días de sitio la ciudad otrora "más hermosa cosa del mundo"48 se encontraba hundida en la insoportable pestilencia de los muertos, duro castigo para la ciudad pecadora. En una escena heroica se encuentran frente a frente Cortés y Cuauhtémoc, como pudo haber estado en la imaginación del conquistador Aquiles contra Héctor, César frente a Vercingétorix, etc. El último tlatoani le dijo

que hiciese de él lo que lo qué yo quisiese; y puso la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese de puñaladas y le matase. Y yo le animé y le dije que no tuviese temor ninguno; y así, preso este señor, luego en ese punto cesó la guerra, a la cual plugo a Dios Nuestro Señor dar conclusión martes, día de san Hipólito, que fueron 13 de agosto de 1521 años.49

El ideal heroico de la guerra, en el comportamiento del conquistador, no se remite nada más a los sentimientos caballerescos: tiene su génesis en la imagen del guerrero antiguo y atraviesa la Edad Media, en una simultaneidad de imágenes a partir de los tropos de Homero, Virgilio, César, Flavio Josefo y Vegecio, que son modelos para actuar, representar e interpretar los sentimientos bélicos. Pero no únicamente es la reactualización en las grafías; las imágenes antiguas de la guerra penetraron la cultura en varios niveles: como sentido común, como refranes y citas. Es la simbólica. Prefiguran la acción en diversos niveles de emulación, pero todo ocurre expost facto, en la reinterpretación de los hechos para mostrar la gloria imperecedera.

V. Consideraciones finales

La conquista de México sólo tiene sentido si se ubica dentro de la sangrienta expansión europea. La caída de Tenochtitlán se convirtió en uno más de los múltiples escenarios de ficción que canta la grandeza de Occidente. El ocaso del mundo indígena se constituyó como memoria de guerra, en victoria caballeresca. En ese sentido las cartas de Cortés son fundacionales: son actas que están sometiendo el Nuevo Mundo a los imaginarios europeos, estableciendo el origen del dominio, suministrando los elementos de la nueva historicidad, presentando un mundo listo para integrarse al reino español. Un saber para instaurar dominio.

Las grafías del conquistador pintaron sobre la página en blanco un lienzo señorial. Por su escritura se cinceló la simbólica que permitía entender el acontecimiento de la destrucción de Tenochtitlán en el marco de los tropos e imaginarios aceptados para contar la caída de las ciudades. Un montaje retórico-legal que permitía fundar un espacio nuevo: donde la diferencia había sido domesticada, en aras de la grandeza del Rey y el honor de su Conquistador. El pináculo de esa trama es la colonizada figura de Moctezuma. El emperador mexica intocable en la segunda carta, se vuelve un personaje clave en el montaje de la entrega del reino pagano. ¿Es retórica?, ¿no ocurrieron así los hechos? El éxito de la segunda carta es que al plasmar la experiencia originaria por uno de los participantes, imposibilita otra lectura: estamos atrapados bajo su autoridad; es fundacional. Pero al mostrar los horizontes de significado del personaje, queda claro que figuras retóricas de la misma naturaleza ya habían existido en la historia. Son los colaboradores tradicionales en la expansión de Occidente, remedos de alteridad, otredades domesticadas. Forman parte de su memoria textual, son necesarios para contar la expansión, la permiten. Desde la lógica señorial se adquiere un sentido claro: es el eslabón que hace posible la traslatio imperii. La tercera carta es el desenlace, la policértica, que por su feroz destreza y eficacia conquistó la ciudad pecadora. Las tres primeras cartas de relación están creando un reino a partir de la hazaña caballeresca; de ahí su unidad.

En un régimen de verdad señorial fue capturada la historia de la conquista de México. Al inscribir los hechos en su horizonte de significación, el conquistador codificó América para los imaginarios cristiano-señoriales. Con ellas Cortés proclamó el veni, vidi, vici. El uso de la escritura fue político: fundó su lugar a partir de la inscripción de la experiencia por el tamiz de la mirada feudal. Las grafías del Conquistador tal vez fueron el último estertor de un mundo señorial que estaba sufriendo un cambio de experiencia; se avecinaba su crepúsculo por el surgimiento de las razones de Estado. El Nuevo Mundo atesoraría como su historia esas últimas hazañas de caballería...

Bibliografía

Biblia de Jerusalén, Barcelona, Folio, 2006. [ Links ]

Brendecke, Arndt. Imperio e información. Funciones del saber en el dominio colonial español, Madrid, Iberoamericana/Vervuert, 2012. [ Links ]

Bloch, Marc. La sociedad feudal, 2 vols, México, UTEHA, 1979. [ Links ]

Cantar de Roldán, Madrid, Cátedra, 2005. [ Links ]

Certeau, Michel de. La escritura de la historia, México, Uia, 1993. [ Links ]

Cortés, Hernán. Cartas de relación, México, Porrúa, 2007. [ Links ]

Duverger, Christian. Cortés, México, Taurus, 2005. [ Links ]

Elliot, John. La España imperial, 1469-1718, Barcelona, Vincens-Vives,1979. [ Links ]

Flori, Jean. Caballeros y caballería en la Edad Media, Barcelona, Paidós,2001. [ Links ]

______, La guerra santa. La formación de la idea de cruzada en el Occidente cristiano, Madrid, Trotta, 2003. [ Links ]

Frey, Herbert. La feudalidad europea y el régimen señorial español, México, Conaculta/lNAH, 1993. [ Links ]

Gadamer, H. G. Verdady método, Madrid, Sígueme, 1990. [ Links ]

Garlan, Yvon. La guerra en la Antigüedad, Madrid, Alderabán, 2003. [ Links ]

Hanson, Victor Davis, Matanza y cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental, México, FCE/Turner, 2006. [ Links ]

Huizinga, Johan. El otoño de la Edad Media, Madrid, Alianza Universidad, 1984. [ Links ]

Josefo, Flavio. La guerra de los judíos, México, Porrúa, 2008. [ Links ]

Keen, Maurice. La caballería, Barcelona, Ariel, 1986. [ Links ]

______,(ed.). Historia de la guerra en la Edad Media, Madrid, Océano, 2005. [ Links ]

Koselleck, Reinhart. Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona, Paidós, 2001. [ Links ]

Lendon, J. E. Soldados y fantasmas. Historia de las guerras en Grecia y en Roma, Barcelona, Ariel, 2006. [ Links ]

Leonard, Irving. Los libros del conquistador, México, FCE, 1996. [ Links ]

Llull, Ramón. Libro del orden de caballería, Madrid, Alianza, 2006. [ Links ]

Martínez, José Luis. Hernán Cortés, México, UNAM/FCE, 1993. [ Links ]

Mendiola, Alfonso. Bernal Díaz del Castillo: verdad romanesca y verdad historiográfica, México, Uia, 1995. [ Links ]

Phillips, J. R. S. La expansión medieval de Europa, Madrid, FCE, 1994. [ Links ]

Poema del Cid, Losada, Buenos Aires, 2004. [ Links ]

Ricoeur, Paul. El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, Buenos Aires, FCE, 2003. [ Links ]

______,. Tiempo y narración II, México, Siglo XXI, 1995. [ Links ]

Ruiz-Doménec, José Enrique. La novela y el espíritu de la caballería, Madrid, Mondadori, 1993. [ Links ]

Rozat, Guy. Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la Conquista deMéxico, México, Tava, 1995. [ Links ]

Sahagún, fray Bernardino de. Historia general de las cosas de la Nueva España, México, Porrúa, 1999. [ Links ]

Todorov, Tzvetan. La conquista de América, México, Siglo XXI, 2007. [ Links ]

Veblen, Thorstein. Teoría de la clase ociosa, México, FCE, 2005. [ Links ]

Vegecio, Flavio. Compendio de técnica militar, Madrid, Cátedra, 2006. [ Links ]

Virgilio. Eneida, México, UNAM, 2006. [ Links ]

1 Utilizo el concepto de Paul Ricoeur para plantear que los hechos, antes de escribirse, son interpretados, es decir: se inscriben. Vid. Tiempo y narración.

2La tradición historiográfica de esta lectura es larga. La lectura providencialista de la premodernidad apologista o militante, ejemplificada por Gómara y Bernal Díaz del Castillo reconstruía el hecho a partir de discernir en su interpretación héroes, villanos y privilegios perdidos; el positivismo historizante y su lectura "verdadera" buscaban reconstruir el pasado tal cual fue, en una versión nacionalista o académica. Varias vetas se abrieron: la búsqueda de aspectos renacentistas y modernos en el actuar del conquistador, la cosecha de verdades o falsedades en los hechos narrados. El pináculo de esa tradición ha sido el enorme trabajo de José Luis Martínez, Hernán Cortés.

3La lectura "de moralista" que plantea Todorov sigue atrapada en ese esquema; el resultado es claro: la Conquista fue un problema de comunicación, en donde Cortés logró entender y ejercer una comunicación eficaz, Moctezuma no... De ahí la victoria. Más radicales e insostenibles son las afirmaciones de Duverger en su Cortés, sacando a la luz las intenciones incomprendidas del conquistador, en donde el mestizaje y el proyecto de México ya estaban en la mente de Cortés.

4Vid. Reinhart Koselleck, Los estratos del tiempo.

5Ricoeur, Tiempo y narración, op. cit.

6Entiendo "prejuicio" en el sentido de Gadamer como lo previo, aquello que nos permite ver que "los prejuicios de un individuo son mucho más que sus juicios, la realidad histórica de su ser". Vid. H. G. Gadamer, Verdad y método, p. 344.

7Vi'd. Michel de Certeau, La escritura de la historia.

8Paul Ricoeur, El conflicto de las interpretaciones, p. 31.

9Jean Flori, Caballeros y caballería en la Edad Media, p. 57.

10Johan Huizinga, El otoño de la Edad Media, p. 96.

11Cfr. Victor Davis Hanson, Matanza y cultura. Batallas decisivas en el auge de la civilización occidental, en particular el capítulo V.

12Cantar de Roldán, versos 2322-2330.

13Ibidem, verso 2600

14Poema del Cid, verso 445.

15Maurice Keen, La caballería, p. 212.

16Se trata de la técnica militar que se utilizaba para realizar el asedio de las ciudades antiguas. Desde la caída de Troya funcionó como la estrategia más eficaz para la destrucción de una población.

17Vid. J. R. S. Phillips, La expansión medieval de Europa.

18John Elliot, La España imperial, 1469-1718, p. 27.

19Herbert Frey, La feudalidad europea y el régimen señorial español, p. 115.

20Hernán Cortés, Cartas de relación, p. 5. El énfasis es mío.

21Idem .

22Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España, pp.720-721.

23Cortés, Cartas, op. cit., p. 13.

24Ibidem, p. 12.

25Ibidem, p. 19.

26Ibidem, p. 20.

27Ibidem, p. 48.

28La carta está fechada en Segura de la Frontera Tepeaca el 30 de octubre de 1520. Fue publicada en Europa por Jacobo Cromberger el 8 de noviembre de 1522. Las cartas se convierten en un gran éxito en el Viejo Mundo.

29Cortés, Cartas, op. cit., p. 50.

30Ibidem, p. 45. El énfasis es mío.

31Ibidem, p. 6.

32Ibidem, p. 64.

33Idem.

34Ibidem, p. 67.

35Flavio Josefo, La guerra de los judíos, p. 271.

36Ibidem, p. 272.

37Cortés, Cartas, op. cit., p. 76.

38Ibidem, p. 121.

39Dn. 4, 34, en Biblia de Jerusalén.

40Cortés, Cartas, op. cit., pp. 68-69.

41Ibidem, p. 99.

42Fue redactada en Coyoacan el 15 de mayo de 1522. Se publica en Sevilla por el mismo Cromberber el 30 de mayo de 1523. La Corona prohibe, para 1527, su venta e impresion.

43Cortés, Cartas, op. cit. , p. 153.

44Ibidem, p. 177.

45Ibidem, p. 174.

46Ibidem, p. 187.

47Ibidem, p. 200

48Ibidem, 191.

49Ibidem, p. 205.

Recibido: 06 de Septiembre de 2015; Aprobado: 20 de Diciembre de 2015

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons