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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.44 México ene./jun. 2015  Epub 21-Nov-2019

 

Expediente

Historia conceptual y crisis de la modernidad

"Estratificaciones temporales" Un intento de comparación entre Althusser y Koselleck

"Stratifications of time". An attempt to compare Althusser and Koselleck

Gaetano Ramettaa 

aUniversità di Padova Italia.


Resumen

La historia siempre se desenvuelve como una multiplicidad de historias, y cada una de ellas, al reproducirse, se pone en relación con otras historias, respecto de las cuales se modifica y se transforma. En la medida en la que se reproduce, ésta mide su duración con aquélla de otras historias, de las cuales está rodeada o con las cuales se entrelaza. Prácticas sociales y modos de producción se extienden según modalidades temporales y de elaboración simbólica a veces divergentes y otras convergentes, pero siempre plurales.

Palabras clave: Althusser; Koselleck; marxismo; modernidad; tiempo

Abstract

History always develops itself as a multiplicity of histories. When each of those histories develops, they relate with others and become a point upon which history modifies and transforms itself. The happening of the history is measured according to the length of other histories: history is surrounded and intertwined with other histories. At the same time, social practices and methods of production lengthen according to their temporality and their symbolic elaboration. Sometimes they differ from each other, sometimes they converge, but they are always plural.

Keywords: Althusser; Koselleck; Marxism; Modernity; time

En un principio, la comparación entre dos pensadores tan distintos como Althusser y Koselleck podría suscitar cierto asombro, si bien es menos improvisada de lo que se podría sospechar. De hecho, a partir de presupuestos por completo diversos, ambos autores llegan a formular una concepción estratificada de la historia y de los procesos sociales, lo cual los sitúa en una posición singular respecto a algunas de las tradiciones más importantes de la modernidad: el marxismo, en el primer caso, y la Ilustración, en el segundo.

Para que nuestro discurso sea menos general, nos concentraremos en dos grupos de textos. En el caso de Althusser, aquéllos vinculados a su ensayo sobre los aparatos ideológicos del Estado, publicados en 1969 y en seguida recopilados en el volumen Sur la reproduction (de ahora en adelante, r); en cuanto a Koselleck, como resulta de la alusión en nuestro título, a algunos ensayos reunidos en el libro Zeitschichten (a partir de ahora, z).

I. Althusser o la complicación insostenible del marxismo

En el célebre ensayo sobre los aparatos ideológicos del Estado (AIE) y, aún más, en el material elaborado alrededor de éste, Althusser realiza una transformación radical de la conceptualización del marxismo. El autor sostiene que trabaja conforme a El capital de Marx, además de que rectifica la desviación que sufrieron sus doctrinas antes de la II Internacional y posteriormente con Stalin. En realidad, su modo de proceder ataca de manera directa al pensamiento de Marx. Pero procedamos con orden.

El problema planteado por Althusser se refiere a los aspectos fundamentales de la teoría marxista de la sociedad, cuya especificidad está constituida por reconducir los procesos históricos a su base o infraestructura económica. En los análisis de Pour Marx y Lire le Capital, ambos publicados en 1965, Althusser buscó mostrar la irreductibilidad marxiana al modelo idealista de raíz hegeliana, insistiendo en la llegada innovadora del concepto de "combinación articulada" (Gliederung). La sociedad ya no se puede leer a partir de un principio único (la "bella eticidad" del mundo griego, la "persona jurídica" del derecho romano, la "libertad" del mundo germano-cristiano), sino que se concibe como una totalidad estructurada sobre distintos planos o niveles, cada uno regido en su interior por relaciones complejas y unido a los otros por relaciones plurales y estratificadas por igual. A través del concepto de "combinación articulada", la sociedad se puede entender según una perspectiva auténticamente "científica", ya que no se reduce más a la unidad de un principio "simple", por que está reconocida en la multiplicidad de las instancias que la constituyen. El problema decisivo surge conforme a las relacio nes que unen en un todo tal multiplicidad de instancias. Es aquí cuando surgen dos consecuencias.

La primera es de gran interés desde el punto de vista histórico-conceptual, debido a que conduce al abandono de la propia noción de sociedad. Esta última se vuelve una noción "ideológica", es decir, una relación puramente imaginaria entre individuos concebidos como personas jurídicas abstractas, que entablan re laciones recíprocas en un plano de paridad, libertad e igualdad. Ahora bien, si los conceptos constituyen los elementos que sostienen un discurso "científico", para Althusser estas categorías no son conceptos en un sentido estricto, sino funciones de apoyo del discurso "ideológico" de la burguesía, revolucionaria en su primer momento, y conservadora una vez conquistado el poder. La "sociedad" sirve para ocultar el carácter "dividido" de las relaciones que articulan la totalidad social, proyectando en esta última el fantasma de una unidad simple y por eso mismo privada de contradicciones. Es así que en el texto r, Althusser propone sustituir la noción ideológica de "sociedad" por "formación social". Ésta permite hacer referencia a aquel conjunto estructurado de múltiples niveles en recíproco condicionamiento, expresado en la noción marxiana de Gliederung.

La segunda consecuencia se refiere, de una manera más directa, a la tradición del marxismo. La infraestructura económica, "base" hacia la cual Marx reconduce los procesos sociales, está constituida por el conjunto de las relaciones que se establecen entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Althusser acepta este punto, pero se pregunta: ¿cuál es el plano determinante entre estas dos? El marxismo de la II Internacional y su continuación realizada por Stalin insistieron en la primacía de las fuerzas productivas con respecto a las relaciones de producción: estas últimas están determinadas por -y por ello dependen de- la constitución y el nivel de desarrollo de las primeras. Ahora bien, este tipo de posición no caracteriza sólo a un determinado discurso de tipo "científico", sino que proyecta sus consecuencias directamente en el plano político, y por ello en la estrategia y la táctica de los partidos obreros en relación con el objetivo de la toma de poder. Insistir en el desarrollo de las fuerzas productivas como condición preliminar para la transformación de las relacio nes de producción, significa adoptar una política attendista* de carácter reformista (en el caso de los partidos socialdemócratas de la II Internacional), o bien, una política productivista y voluntarista de planificación social (en el caso de Stalin). En ambos casos, se trata de estrategias fallidas, ya sea respecto al objetivo a cumplir (la "toma de poder" para conseguir la transformación en el sentido socialista de las relaciones de producción), o respecto a su finalidad (la construcción de una sociedad comunista a partir de la progresiva extinción del Estado).

Aunque para nosotros, a más de cuarenta años de distancia, tales cuestiones asumen un interés sólo histórico, en 1969 -como escribe Althusser- éstas se encontraban a la orden del día. Uno de los aspectos que mejor caracterizan la figura de este pensador es justo el nunca haber evadido el debate con la actualidad, de siempre haber asumido el riesgo de pensar el propio presente. Pero es esta exigencia la que lleva a Althusser a una crítica que no ataca nada más las dos posiciones antes indicadas, sino al propio Marx. De hecho, debe reconocer que las posiciones de la II Internacional y de Stalin podían estar fundadas de manera legítima en sus textos, y en particular en el célebre "Prefacio", de 1859, a la Crítica de la economía política. Ahí Marx no sólo atribuye la primacía a las fuerzas productivas, sino que condiciona la transformación de las relaciones de producción a su desarrollo en una doble dirección, en términos ya sea de necesidad o de posibilidad. En términos de necesidad, debido a que Marx sostiene como inevitable la caída de las relaciones de producción una vez que éstas sean incompatibles con el nivel de desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas. En términos de posibilidad, porque el pensador alemán asevera que nada más es posible plantearse el problema de la modificación de las relaciones de producción, a partir de un cierto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Tal posición se resume en la célebre frase, citada por Althusser, según la cual "la humanidad sólo se plantea los problemas que puede resolver".1

Sin embargo, en la experiencia del movimiento obrero existen casos de interpretación y, sobre todo, de prácticas alternativas, como son la revolución bolchevique de 1917 y aquélla china de 1949, que corresponden a los nombres de Lenin y Mao. ¿Cómo leyeron estos últimos los textos de Marx? Según Althusser, en una forma exactamente inversa a aquélla de la II Internacional y de Stalin. Los primeros le dieron primacía a las relaciones de producción y entendieron que las fuerzas productivas (maquinaria, instalaciones, materiales y fuerza de trabajo) pueden funcionar nada más dentro de determinadas relaciones entre los sujetos del proceso productivo, es decir, sólo dentro y con base en las condiciones establecidas por las relaciones de producción. En este sentido, ellos procedieron a la "toma de poder" sin esperar que sus países alcanzaran el nivel de desarrollo de aquéllos más avanzados, al tomar ventaja en el hecho de que el sistema capitalista se había extendido a escala mundial, y este carácter global situaba el propio problema de la revolución en la misma escala mundial, y no sólo local o regional. Para Althusser, se trata de incorporar en la lectura de los textos de Marx la experiencia de Lenin y Mao, así como de orientar en este sentido su comprensión.

Por lo tanto, la conclusión es la siguiente. En el nivel de infraestructura económica, no son las fuerzas productivas las que determinan las relaciones de producción, sino a la inversa: son las relaciones de producción las que determinan las fuerzas productivas, ya que éstas establecen las condiciones concretas dentro de las cuales sólo es posible que las fuerzas productivas funcionen de manera efectiva. Esta inversión de la lectura tradicional a su vez implica la prioridad de El capital sobre toda la producción precedente de Marx, y dentro de este libro la necesidad de incorporar en la lectura del Libro I (sobre la producción) aquélla de los Libros II y III (sobre la circulación y la reproducción).

No obstante, la atribución de supremacía a las relaciones de producción es únicamente el primer movimiento en la compleja estrategia filosófica de Althusser. De hecho, una vez invertidas las relaciones de prioridad dentro de la infraestructura es inevitable extender el problema al conjunto de la articulación social, y preguntarse cuáles son las condiciones que permiten a ciertas relaciones de producción no sólo establecerse, sino también conservarse, es decir, durar. El problema de la duración de determinadas relaciones de producción introduce el tema de la temporalidad, y la introducción del factor tiempo implica la necesidad de ampliar la mirada del plano de la producción a aquél de la reproducción. "Durar" significa reproducir las condiciones que permiten, a ciertas relaciones, continuar existiendo, y, por ello mismo, hacer posible el funcionamiento de las fuerzas productivas que dependen de su vigencia. En consecuencia, si el funcionamiento de las fuerzas productivas depende de la subsistencia de determinadas relaciones de producción, aún más la continuidad de su funcionamiento dependerá de la permanencia de tales relaciones.

La conclusión de Althusser es que toda la esfera de producción, constituida por la unidad entre fuerzas productivas y relaciones de producción, depende de la subsistencia de determinadas condiciones que permiten su reproducción. Debido a que en la infraestructura se encuentran las relaciones que determinan las fuerzas productivas, la cuestión crucial es la de garantizar la reproducción de las relaciones de producción, de las cuales esta última depende. Así como en el nivel de infraestructura Althusser traslada el centro de gravedad de las fuerzas productivas a las relaciones de producción, en el nivel más general -el de la "formación social"- el centro es trasladado de la esfera de la producción a aquélla de la reproducción.

Está claro que atribuir la primacía a la reproducción sobre la producción significa realizar un cambio radical con respecto al com pleto sistema epistemológico del pensamiento marxiano, ya que se trata no sólo de hacer una fractura entre la producción precedente y aquélla sucesiva a El capital, sino dentro del propio El capital, como insinuábamos, porque significa atribuir una prioridad de carácter epistemológico a los Libros II y III con respecto al I. Además, aún más importante es el hecho de que la inversión de las relaciones entre los procesos de reproducción y los de producción conlleva a una redefinición general de las relaciones entre infraes tructura y superestructura.

Althusser sostiene que la concepción de la "base" económica, sobre la cual se construyen los "niveles" de la superestructura, aunque no sea más que una metáfora, puede ser pertinente sólo si se vuelve a pensar en una dirección científica a partir de la centralidad de los procesos de reproducción como condición de los procesos deproducción. Ello significa abandonar la concepción "tópica" de tales relaciones, ligada a la imagen de la formación social como un "edificio", a favor de una propiamente topológica. La imagen de la "base" económica como "fundamento" sobre el cual se apoya el resto del edificio (la llamada "superestructura") es reemplazada por el valor estructural que pertenece a la propia superestructura, en la medida en que de ésta dependen los procesos de reproducción de las relaciones de producción y, por lo tanto, en última instancia, la misma producción. De esta forma, no sólo el Estado -en cuanto conjunto de aparatos jurídicos y administrativos dirigidos a garantizar el orden social-, sino el conjunto de la esfera ideológica, también se vuelve una condición fundamental para la reproducción de la formación social en su totalidad, la cual debe permear a todas las instancias, comprendido el plano de la producción en estricto sentido.2 La metáfora tópica, empleada por Marx, no permite comprender esta omnipresencia de la ideología, así como el hecho de que ésta interviene dentro de los mismos procesos productivos al volverlos posibles.

Con base en la comprensión "científica" derivada a expensas de la metáfora "tópica" de Marx, podemos comprender en todas sus implicaciones otra distinción fundamental propuesta por Althusser; es decir, aquélla entre "formación social" y "modo de producción". De hecho, sería por completo equivocado identificar una determinada formación social con un único modo de producción. Dentro de un modo de producción no sólo tenemos siempre la presencia y la intersección de una multiplicidad deprocesos laborales y prácticas sociales, sino que dentro de una misma formación social siempre encontramos la presencia de dos o más modos de producción social, cuya relativa unificación a su vez deriva como consecuencia del modo de producción dominante.

La idea de la articulación social como estructura "dominante" está presente desde los textos recopilados en Pour Marx, y tal vez fue inspirada en Althusser por la diferencia entre tónica y dominante presente en la notación musical. Las contradicciones que suceden en el plano de la infraestructura serían el equivalente de la tónica, en la medida en que éstas determinan "en última instancia" el funcionamiento de una determinada formación histórica. Sin embargo, en la invariabilidad de la estructura, aquello que cambia en relación con las circunstancias es la "posición" o la instancia en la cual el conflicto entre las clases se manifiesta en la manera más intensa y concentrada, es decir, decisiva. Por lo tanto, la contradicción relativa será aquélla "dominante" en las circunstancias dadas, aunque Althusser insiste en subrayar -como sucede en la notación musical- la relación estructural que asocia la contradicción dominante con aquélla determinante "en última instancia", cuya sede es ahora -siguiendo a Marx- la infraestructura.

La lógica "dominante" vuelve ahora en la determinación de las relaciones entre los múltiples modos de producción presentes dentro de una determinada "formación social", de los cuales aquel dominante pone el acento, por así decirlo, aunque en realidad constituye el elemento unificador de la formación. Así, es fundamental subrayar cómo este modelo dominante no sólo hace añicos la relación de determinación mecánica entre "base" y "superestructura" inscrita en la metáfora "tópica" de la formación social como edificio, sino también el modelo de determinación de tipo dialéctico. Ello se debe a que este último -al menos para Althusser- permanece vinculado a la pretensión de reconducir lo múltiple a la unidad del concepto, mientras una estructura domi nante mantiene el conjunto de las diferencias como irreductibles de manera recíproca.

La estructura "dominante" se acompañaba, en Pour Marx, de la elaboración del concepto de "contradicción sobredeterminada", término que Althusser justamente eligió para distinguir su concepción de aquélla de tipo mecanicista y dialéctica. En ambos modelos la contradicción debía ser excluida o bien concebida de modo simple; en otras palabras, como constituida por la oposición entre los elementos (y no por la relación de éstos), para poder ser resuelta de modo simple, dando lugar al concepto "concreto" como elemento superior capaz de "absorber" en su interior los dos momentos "abstractos" precedentes. En cambio, en Althusser, ya que las contradicciones tienen lugar dentro de una articulación social, éstas a su vez son articuladas, es decir, no se componen de elementos particulares, sino de las relaciones que se establecen entre éstos. Por otra parte, las contradicciones no sólo se ven afectadas por las relaciones de fuerza vigentes en la propia esfera, sino que se les añade un suplemento de determi nación del conjunto de las relaciones de fuerza presentes en la formación social en su totalidad. En r, esta lógica se reproduce en el plano de los procesos productivos, en la relación entre modo de producción dominante y modos de producción subordinados. La formación social está constituida por el conjunto diferenciado (= multiplicidad) y diferencial (= en relación) de esta pluralidad (= procesos productivos y prácticas sociales asociados a éstos).

En resumen, la sustitución de la noción ideológica de "sociedad" por el concepto científico de "formación social" permite a Althusser poner en el centro de su análisis la idea de una pluralización de los procesos materiales y de las prácticas simbólicas (= ideologías) que permiten la reproducción de una determinada formación histórico-social. Al mismo tiempo, la apertura de un nuevo modelo epistemológico, por así decir pluralístico, de relación filosófica con la historia, implica una ruptura epistemológica de segundo grado en relación con la ruptura epistemológica que Althusser había atribuido a Marx en los textos de 1965. La "crisis del marxismo" que estallará a finales de los setenta del siglo pasado, y que tendrá a Althusser entre sus protagonistas, no sólo constituye el callejón sin salida de una tradición, sino también el resultado de la apertura y la invención de un nuevo modelo de investigación filosófica, de un nuevo cuadro conceptual y de una nueva organización en las relaciones entre investigación filosófica y actualidad histórica.

Sería de sumo interés releer en esta clave el desarrollo sucesivo del pensamiento de Althusser (de Marx dentro de sus límites en adelante). Pero aquí basta dejar una primera conclusión: si cada formación social es el conjunto de una pluralidad de modos de producción, entre los cuales el modo "dominante" es sólo uno entre varios, ello significa que también desde el punto de vista simbólico (que el autor llama "ideológico") siempre estamos frente a una pluralidad de creencias, "mentalidades" y estilos de vida (o "costumbres"). Por lo tanto, la historia siempre se desenvuelve como una multiplicidad de historias, y cada una de ellas, al reproducirse, se pone en relación con otras historias, respecto a las cuales se modifica y se transforma. En la medida en que se reproduce, ésta mide su duración con aquélla de otras historias, de las cuales está rodeada o con las cuales se entrelaza. Prácticas sociales y modos de producción se extienden según modalidades temporales y de elaboración simbólica a veces divergentes y otras convergentes, pero siempre plurales. Hemos llegado a Koselleck.

2. Koselleck o la complicación sostenible de la Ilustración

Quien viene de la lectura de Futuro pasado puede experimentar un cierto desconcierto al leer los ensayos recopilados en z, en la medida en que en estos textos parece prevalecer la preocupación de observar, junto a los puntos de ruptura en los acontecimientos históricos, los elementos de continuidad estructural que acompañan aún a las revoluciones más radicales. La Edad Moderna, inaugurada por el célebre Sattelzeit del cual habla Futuro pasado, es leída no sólo como diferente de aquéllas que la precedieron, sino también como unida a éstas por vínculos subterráneos de continuidad. Para Koselleck, dichos vínculos dependen de aquello que llama las "constantes antropológicas" (z, 218), o sea las características permanentes del protagonista de la historia: el hombre.

El indicador temporal que califica los conceptos modernos, la aceleración que permea todos los aspectos de la vida a partir del siglo xviii, la discrepancia siempre más amplia que se abre entre "espacio de experiencia" y "horizonte de expectativa", son algunas de las características más notorias con las cuales Koselleck identifica la Edad Moderna. Pero aquello que resulta interesante profundizar, desde el punto de vista de mi intervención, son justo los elementos de continuidad que permanecen a través de esta ruptura. De hecho, el índice temporal que los connota es identificado por Koselleck mediante el concepto de "repetición", unido a su vez a la pareja conceptual de "acontecimiento" y "estructura".

Después de todo, estos conceptos son a su vez temporalizados. En la modernidad tardía, cuando todo sucede a un ritmo cada vez más rápido y convulso, las propias modificaciones de larga duración se contraen en movimientos de corto plazo, al asumir ellas mismas el carácter de acontecimiento. Por otra parte, justamente este ajuste de las distancias temporales parece implicar un efecto opuesto de bloqueo del movimiento: la concentración de acontecimientos en su vertiginoso acercamiento conlleva una saturación de la experiencia, que equivale a la imposibilidad de su misma producción, provocando la expansión compensatoria e indefinida de las expectativas dirigidas al futuro. Por este conjunto de razones, Koselleck parece aspirar a una ralentización, que él mismo no sabe cómo podría ser inducida, respecto a la consumación en apariencia incesable del tiempo y del espacio, que parece aniquilar en su propio interior cualquier posibilidad de estratificación his tórica en términos de transmisión de la experiencia.

La relación entre historiografía (Historie) e historia (Geschichte) asume su dramática actualidad sólo en el escenario de este contexto. Koselleck hace evidente cómo la palabra alemana Geschichte incorporó en su interior el elemento geológico y espacial del "estrato" (Schicht), cómo el propio término indica la superposición de diversos planos que se puede manifestar en términos de una pura y simple yuxtaposición, pero también puede implicar la superposición de un estrato sobre el otro. Una vez más emerge una relación compleja entre la "diferencia" que separa los "estratos", y el entrelazamiento que los vincula, mediante índices de temporalidad que van de la unicidad del acontecimiento -que se consuma en el intervalo de un tiempo más o menos breve- a la mediana duración que combina las experiencias de una misma "generación", al movimiento secular de las "estructuras", que equivaldrían a los estratos geológicos más antiguos y duraderos de la corteza terrestre. En clave temporal, se traducen en términos de "repetición" -dentro de las "diferencias" que de todas formas vuelven irrepetibles los acontecimientos- de un conjunto de esquemas o estructuras que dan cuenta de las continuidades históricas de larga duración.

No obstante, la historiografía no sólo tiene la tarea de narrar acontecimientos o describir estructuras, sino de mostrar el entrelazamiento variable de ambas "duraciones", y en este sentido afianzar el vínculo cada vez más precario entre saber histórico y constitución de la experiencia. Koselleck provee abundantes ejemplos en su discurso, y entre éstos por seguro destaca la previsión de Diderot sobre cómo sería posible que estallara una revolución y cómo se desarrollaría su proceso (z, 232-237). Diderot no habría podido formular esta previsión sin la reflexión de los textos de Tácito relativos a la lucha por el poder en la Roma imperial del siglo I d. C., y esto muestra cómo, en la diversidad de hombres, lugares y tiempos, emergen estructuras recurrentes que no determinan aquello que sucede, pero sí permiten comprenderlo a la luz de modelos relativamente invariables.

En esta oscilación entre diferencia y repetición, que caracteriza los acontecimientos históricos, está la posibilidad de la enseñanza permanente encerrada en los grandes clásicos de la historiografía, a partir de Herodoto y sobre todo en Tucídides. Es evidente que en el momento en el cual las diversas duraciones constitutivas de la dinámica histórica tienden a contraerse en la puntualidad del instante, donde gracias al desarrollo de los modernos medios de comunicación el suceso y la reflexión ocurren de manera tendencial en modo simultáneo y tienden a confundirse, lo que se pone en duda no sólo son las condiciones de la experiencia, sino junto con éstas la posibilidad de que todavía se dé una "historia" en el sentido de la palabra Geschichte, es decir, como compilación de una multiplicidad de estratos temporales, que en su diferencia expresan una conexión, a la cual Koselleck atribuye el nombre de "contemporaneidad de lo no contemporáneo" (z, 9 y passim). Si falta la incoherencia temporal entre los estratos del tiempo, falta también su "estratificación" a profundidad de diversa duración, y, por lo tanto, la tripartición de la experiencia, ligada a su vez a la biografía del individuo, a la mediana duración que caracteriza las generaciones y a la larga duración de las tendencias que comprenden diversas generaciones en la unidad de una época o, como diría Althusser, de una "formación social".

Es interesante notar cómo, entre los ejemplos de "repetición" que atraviesan a la historia, Koselleck menciona justamente la relación entre "producción económica" y "repetición de las condiciones productivas" (z, 231 s.) sobre las cuales se había detenido Althusser. Hemos visto cómo el léxico marxiano no puede ocultar el hecho de que la epistemología de este último procede hacia un distanciamiento del marco conceptual de Marx. No obstante, sin duda el texto de Althusser no era el de un puro y simple "historiador pensante" (Hegel), sino el de un filósofo que al mismo tiempo era "militante", es decir, empeñado en sostener la causa de una "clase" (la obrera) en conflicto con otra "clase" (la burguesa capitalista). Aunque el análisis de la formación social -como una totalidad cubierta por una pluralidad de modos de producción diferentes- seguía la dirección de una descomposición de la propia noción de "clase", porque volvía cada vez menos atribuible a la unidad de un "sujeto" la multiplicidad y la complejidad de los procesos productivos, es un hecho que Althusser reivindicó la centralidad de la noción de Marx de "explotación" y la conse cuente "cientificidad" de la teoría de la plusvalía.

No obstante, las reflexiones de Koselleck se encuentran en otro nivel: son las consideraciones de un "historiador pensante" que reflexiona sobre el sentido y las condiciones de posibilidad de la propia disciplina, frente a una "nueva" modificación estructural, constituida por el tendencial aplanamiento de la estratificación temporal a mera "superficie", y de la creciente identificación entre la serie de cambios estructurales de larga duración y aquélla constituida por el surgimiento de nuevos acontecimientos de una duración nula en modo progresivo. Justamente la fidelidad a la relación entre historiografía e historia como Geschichte permite a Koselleck elaborar su categoría de "estratificaciones temporales", y a partir de ésta criticar cualquier pretensión de "sustantivar" las diversas escalas temporales en relación con las pretendidas "fuerzas" o "sujetos" impulsores de los procesos históricos.

Más allá del hecho de que la propia categoría de "proceso" es impensable fuera de la modernidad, la renovación de las dinámicas históricas a supuestos sujetos unitarios tiene como resultado el perder justamente aquello que debería explicar, es decir, la particularidad del movimiento histórico que no es comprensible más allá de su profundidad temporal, marcado según ritmos temporales diferenciados, y por ello irreductible a simplificaciones de tipo unitario o totalizador. En relación con los "conflictos históricos" (z, 307 s.) se tratará de abandonar nociones heredadas, como "personalidad", "pueblo" o "clase", y en general se intentará abandonar la categoría total de "sujeto histórico". En su lugar, se trabajará a favor de una descomposición de los planos temporales en relación con sus distintos ritmos y duraciones, aunque sin renunciar a recrearlos sobre el plano narrativo de los acontecimientos y el descriptivo de las estructuras, a través de un trabajo de envergadura complejo y, a su vez, estratificado de la exposición historiográfica.

Sin embargo, también desde este punto de vista, justo donde las distancias parecen inmensas, Althusser y Koselleck llegan a una misma conclusión, al menos desde el punto de vista negativo.

Si en Koselleck la liquidación del concepto de "sujeto histórico" sucede mediante la fragmentación de la historia en sus diversos planos temporales, el mismo efecto sucede en Althusser a través de su original interpretación de la noción marxiana de "formación social". Asimismo, aquello que vale para las propias "sociedades" naturalmente es válido para aquellas proyecciones fantasmagóricas colectivas que son los pueblos, las naciones o los Estados como expresiones del "espíritu del mundo": para Althusser -a diferencia de Koselleck- las "clases" no son "sujetos", sino que designan las posiciones cubiertas por una multiplicidad de individuos dentro de una "estructura" (en este caso aquélla de la economía capitalista).

Coherente con el análisis de Marx, también surge la diferenciación entre la "clase", en sentido decimonónico, y el "estrato", en sentido prerrevolucionario (z, 320 s.). La unidad de los aspectos político, social y económico que caracterizaba al estrato en el Antiguo Régimen, fue suprimida por la autonomía de la esfera económica respecto de aquélla social y política. La consecuencia es que cuando se habla de "clases" es necesario distinguir si se refiere a los grupos que controlan o luchan por el poder político del Estado -aquéllos que articulan el ámbito que, a partir de los escoceses y de la Revolución francesa, se define como "sociedad civil" distinta de la esfera política del Estado-, o más bien se alude a las colectividades vinculadas en posiciones diversas dentro de la esfera económica y de los procesos productivos (las "clases" en el sentido económico marxista).

En conclusión, también la reflexión de Koselleck parece encontrarse en un punto límite que posiciona a la historiografía como una disciplina que considera con atención la globalidad de la propia tradición. En este caso, se trata de una escala temporal muy distinta respecto de aquélla del marxismo, ya que Koselleck se remonta hasta Herodoto y Tucídides como los maestros, por muchas razones aún insuperables, de la historiografía. El tipo de autorreflexión crítica que sigue lo sitúa a su vez, y de manera consciente, en la tradición de la Ilustración moderna. Respecto de esta última, busca distanciarse al subrayar los elementos recurrentes (las "repeticiones" debidas a las "estructuras" de larga duración) y el intento de fundamentar tales recurrencias en aquello que él mismo llama "constantes antropológicas, que se sustraen más que todos los otros factores a la presión de la transformación histórica" (z, 218).

Sin embargo, me pregunto si justamente aquí el discurso de Koselleck no pierde al menos algo de su radicalidad, no tanto en relación con la fuerte revaloración de la "novedad" que habría constituido la Época Moderna (emblemático en este sentido, z, 264), como a la posición que él mismo asume frente a la tradición de la Ilustración.3 De hecho, esta última había propuesto como "natural" una idea de "humanidad" connotada con fuerza por los rasgos distintivos que la moderna civilización occidental se había atribuido a sí misma en cuanto a "ilustrada". Ahora bien, un discurso que regresa a hablar de "constantes antropológicas", y que después de todo hace de estas últimas las condiciones alentadoras para la continuación del discurso historiográfico, ¿no recae de lleno en la utopía modernamente connotada de la Ilustración?

Por una parte, en efecto, Koselleck regresa a anhelar (tal vez con una actitud de manera irónica desapegada, siendo ésta un rasgo ilustrado muy característico) la posibilidad de un incremento de nuestra "seguridad de pronosticar" el futuro. Esto mediante la ralentización de los procesos en curso a partir de "efectos que retardan", que con el crecimiento de los elementos de estabilidad estructural deberían hacer más confiables nuestras previsiones y, por lo tanto, nuestra capacidad de programación del futuro (z, 221). Por otro lado, el autor invita a los "historiadores (Historiker)'" a no olvidar que no obstante la "multiplicidad de los tiempos históricos" (geschichtliche), con los cuales hoy están en contacto, el argumento de sus narraciones está constituido "desde siempre por los mismos hombres" (z, 292). En este sentido, si comparamos con las respectivas tradiciones de partida, la ruptura establecida por Koselleck con la Ilustración parece menos impactante que aquélla elaborada por Althusser frente al marxismo.

Bibliografía

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Rametta, Gaetano. "Teoría del discurso y arqueología: Una lectura de Foucault en clave histórico-conceptual", en Faustino Oncina Coves (ed.), Tradición e innovación en la historia intelectual, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 2013, pp. 141-149. [ Links ]

______. " Crítica' e ideología': inversiones y virajes entre Marx, Adorno y Althusser" (en prensa, dentro de las Actas del Congreso La Historia como Crítica, Alcalá de Henares, 7 de 8 noviembre de 2013). [ Links ]

*Se refiere a una política que no toma partido, en espera del desarrollo de los acontecimientos. N. de la Tr.

1Karl Marx, Zur Kritik der Politischen Ökonomie, p. 9.

2Sobre la concepción althusseriana de la ideología como "interpelación de los individuos en sujetos", cfr. mi intervención "'Crítica' e 'ideología': inversiones y virajes entre Marx, Adorno y Althusser". Cfr. además la monografía (en italiano) de Fabio Raimondi, Il custode del vuoto. Contingenza e ideologia nel materialismo radicale di Louis Althusser.

3En estas conclusiones retomo, desde un punto de vista distinto, las consideraciones desarrolladas en Gaetano Rametta, "Teoría del discurso y arqueología: Una lectura de Foucault en clave histórico-conceptual", pp. 143-144 y 148-149.

Recibido: 23 de Noviembre de 2014; Aprobado: 03 de Enero de 2015

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