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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.44 México ene./jun. 2015  Epub 21-Nov-2019

 

Expediente

Historia conceptual y crisis de la modernidad

De la contracción a la dilatación del tiempo: tiempos menguantes y crecientes*

About contraction and expansion of time: fading and growing times

Faustino Oncina Covesa 

aUniversität de Valencia España.


Resumen

Nuestra aportación va a concentrarse en dos puntos: a) en primer lugar, en ofrecer una escueta retrospectiva de los jalones de la meditación koselleckiana sobre los tiempos históricos; b) en segundo lugar, en esbozar el venero que ha supuesto la contribución de la historia conceptual para tendencias actuales que abogan por la necesidad de incorporar la perspectiva temporal a los procesos identificadores de la modernización, amén de los ya estandarizados (racionalización, diferenciación, individualización y domesticación instrumental), y por desbrozar el terreno para una teoría de la modernidad. Como reconocen expresa y unánimemente partidarios y detractores, Koselleck marcó la hoja de ruta de sus distintas propuestas.

Palabras clave: Reinhart Koselleck; historia conceptual; tiempo; modernización

Abstract

My text centers in two points: a) Firstly, I will offer a brief overview about the dragging of Reinhart Koselleck's meditation of historic times; b) secondly, I will focus on the influence of conceptual history in today's tendencies, which emphasize the necessity of assuming a temporal perspective to the processes of identification in Modernization. It also comes aside from the standardizing processes (rationalization, differentiation, individualization and instrumental domestication). All of them offer a place in Modernity. Both, followers and detractors, recognize that Koselleck has already marked a path for his different proposals.

Key Words: Reinhart Koselleck; conceptual history; time; Modernization

Habida cuenta de la colaboración en este número de varios miembros de nuestro equipo de investigación (Giuseppe Duso, Gaetano Rametta, Ernst Müller, Elena Cantarino y Juan de Dios Bares), nos permitiremos comenzar, a guisa de modesta tarjeta de visita, con una breve reseña de nuestro actual proyecto Hacia una Historia Conceptual Comprehensiva: Giros Filosóficos y Culturales (2012-2015), continuación de otro, titulado Teoría y Prácticas de la Historia Conceptual: un Reto para la Filosofía (2007-2010). Aspiramos a realizar un riguroso escrutinio de las posibilidades, las dimensiones y los límites de las diferentes variantes de la historia conceptual, con primacía en tres grandes cuestiones: 1

1. La indeterminación del lenguaje en la referencia al mundo. Aquí combinamos las dos vertientes del giro lingüístico tradicionalmente malquistadas: la analítica y la hermenéutica.2 De igual manera procuramos rentabilizar el giro icónico que surge contra la totemización del lenguaje. La imagen no sólo se considera como un objeto de estudio, sino también como un medio de conocimiento (p. ej., como iconología política). Merece nuestra atención la estela del influyente estilo de pensamiento de Aby Warburg en las ciencias humanas, desde su mutua fecundación con la filosofía de la cultura hasta su impronta en la emergente ciencia de la imagen (Bildwissenschaft).

Ahora se habla de manera muy frívola de los giros en las ciencias de la cultura y asistimos a un carrusel que empieza a dar vértigo.3 Más allá de lo que son efímeras modas, pretendemos aquilatar lo que cada uno de los giros en boga añade a la historia conceptual, o si son meros arabescos.

2. El valor cognoscitivo de la historicidad. Aquí examinamos la rentabilidad de la historia conceptual para fundar una teoría de los tiempos históricos, e incluso su capacidad para abonar una historia del presente y del futuro, las relaciones entre profecía y pronóstico, los afectos y desafectos entre historia y memoria,4 la definición cronológica de la modernidad y su delimitación frente al Medievo y la Antigüedad.

La historia conceptual germana (sea en la versión de la escuela de Joachim Ritter, sea en la de la semántica histórica de Reinhart Koselleck, sea en la hermenéutica de Hans-Georg Gadamer) se erige asimismo en teoría de la modernización: la mayoría de quienes la cultivan contraponen una negación escatológica del mundo (la modernidad mala, patológica) y una afirmación positiva, compensatoria, de la realidad presente (la modernidad buena, optimizada) y retrotraen ese maniqueísmo hasta la filosofía de la historia del siglo XVIII. La propensión utópica de la Ilustración supone para el conservadurismo histórico-conceptual una amenaza para las instituciones en vigor y para la civilidad (Bürgerlichkeit) conquistada por las sociedades democrático-liberales de Occidente.5

La historia conceptual siente reverencia (sería más atinado hablar de temor reverencial) por el periodo que va desde la Revolución Francesa a la Industrial, que representa la mayéutica de una nueva gramática temporal bajo los auspicios del progreso acelerado. Nuestro proyecto se propone acometer una crítica ideológica de las distorsiones que genera el tiempo de la modernidad, sin recaer ni en la estigmatización ni en la canonización de las Luces.6 Este tema nos ocupará con posterioridad.

3. Reconsideración del glosario canónico en los diversos paradigmas de la historia conceptual y de su genealogía. Resulta sospechoso en general su hábito de mantener en un estado de latencia la historia nacional y su imbricación en la gestación de este enfoque. La mayoría de sus oficiantes han esquivado cualquier reflexión sobre la dependencia coyuntural de su bagaje categorial (p. ej., el par antitético amigo/enemigo), y lo han elevado sin más al rango de constantes antropológicas universales o de trascendentales de la historia. El apogeo de la historia conceptual germana ha introducido un sesgo en el panorama cultural que ha dejado en barbecho o simplemente ninguneado corrientes incómodas para sus gerifaltes. También se atisba la obsolescencia de algunos emblemas políticos modernos, incapaces de comprender procesos en curso. En esta labor han destacado las aportaciones de nuestros colegas paduanos adscritos al Centro interuniversitario di ricerca sul lessico politico e giuridico europeo (CIRLPGE).7 Asimismo hemos rastreado conceptos transfronterizos, nómadas,8 que atraviesan épocas y saberes, guiados por el propósito del Zentrum für Literatur-und Kulturforschung berlinés (sobre todo, Ernst Müller y Falko Schmieder) de confeccionar un diccionario de conceptos interdisciplinares.9 Luego no sólo estudia temporalmente los corrimientos semánticos, sino que también los analiza en lo espacial, sus migraciones geográficas y científicas.

En este artículo nos interesa recalcar un aspecto de la historia conceptual con frecuencia preterido, y del que nuestro grupo ha sido consciente desde el inicio, a pesar de que hace poco se nos ha imputado negligencia en este terreno.10 La historia conceptual no se reduce a la historia de los conceptos, y aun en sus estados más bisoños alberga una ambición teórica, incluso filosófica, que no cabe desdeñar. La cuestión del tiempo es la ambrosía de la historia conceptual, en particular en la versión que de ella brinda Reinhart Koselleck, tributaria del buceo hermenéutico (heideggeriano-gadameriano) en las estructuras profundas de la temporalidad. Ese interés no desfallece a lo largo de su biografía intelectual, sino más bien todo lo contrario, va in crescendo. Nuestra aportación va a concentrarse en dos puntos: a) en primer lugar, en ofrecer una escueta retrospectiva de los jalones de la meditación koselleckiana sobre los tiempos históricos; b) en segundo lugar, en esbozar el venero que ha supuesto la contribución de la historia conceptual para tendencias actuales, que abogan por la necesidad de incorporar la perspectiva temporal a los procesos identificadores de la modernización,11 amén de los ya estandarizados (racionalización, diferenciación, individualización y domesticación instrumental), y por desbrozar el terreno para una teoría de la modernidad.12 Como reconocen expresa y unánimemente partidarios y detractores, Koselleck marcó la hoja de ruta de sus distintas propuestas.

I

En su tesis doctoral de 1954 y el libro al que dio lugar, Crítica y crisis. Sobre la patogénesis del mundo burgués, se desliza ya la jacobinización de la Ilustración a través de un insólito vis à vis promiscuo entre secreto y publicidad, mezclándolos en el crisol en el que se fragua lo que luego describirá como el tiempo de la aceleración.13 Las Luces sirven de tálamo para consumar las nupcias entre el imperativo categórico y el fáustico, o más bien el velociferino -por emplear la dicción goethiana-.14 Aquí hallamos en diferido un botón de muestra del rédito cognoscitivo de la Histórica15 y de su par categorial dentro/fuera (secreto/público). Empieza exponiendo la vía que conduce de la conciencia individual a las cruentas guerras de religión, para cuya conjuración se instituye la razón de Estado. El fuero interno y la acción exterior, el hombre y el súbdito configuran en adelante una estricta dicotomía. La razón moral aparece camuflada bajo el arcano o las musas, madura en el seno de las sociedades secretas y sobre los escenarios, donde se había refugiado por el asedio del absolutismo. Ocultándose del Estado, las logias masónicas y las repúblicas de las letras -caladeros de los clubes jacobinos- le incoan un proceso que las hará salir de su refugio para invadir el espacio público. La crítica ilustrada se concibe como soberana y para ella todo poder del Estado es un abuso de poder. La filosofía de la historia anuncia el triunfo de la libertad, es la ejecución del plan urdido por la moral, y se torna ineluctable la Revolución, atizadora de la aceleración histórica. Es la crisis, que conduce al desmoronamiento del Estado absolutista en 1789. También la guerra será la secuela de la Revolución. La Ilustración siempre jalea una transposición de la mera crítica en modos de comportamiento político que suelen adoptar la forma de crisis bélica.

En el grupo de trabajo de historia social moderna de Heidelberg bajo la férula de Werner Conze se forjó en los años sesenta del siglo pasado una nueva forma de hornear los conceptos, que cuajó en el léxico Conceptos históricos fundamentales.16 En ese portentoso diccionario el tiempo desempeña un triple papel. En primer lugar, pertenece a la misma caracterización jánica del concepto, como registro y propulsor, como diagnóstico y pronóstico.17 Experiencia y expectativa, las dos categorías estelares de su inacabada teoría de la historia, la Histórica, parecen surgir de la erupción del magma temporal interno del concepto como índice y factor. Los conceptos que primariamente reproducían la realidad pasaron a cincelarla; se convirtieron en bocetos del futuro, su función originariamente retrospectiva se trocó en prospectiva.

En segundo lugar, la temporalización, junto a la democratización, la politización y la ideologización, constituye uno de los cuatro criterios que cumplen los conceptos alumbrados en la llamada Sattelzeit entre 1750 y 1850. Entre sus logros se hallaba el descubrimiento del singular colectivo "historia". Si antes proliferaban múltiples historias de múltiples objetos, en esa centuria talismán se impuso el recurso a una historia que se movía en una determinada dirección en pos de determinadas metas, y en cuyo nombre obraban los políticos, que se figuraban, por decirlo así, autorizados por ella. Aquí se cerraba un círculo con la tesis doctoral. La filosofía de la historia ignoraba alevosamente el trecho entre intención y realidad, entre idea y fenómeno, cohonestando una suerte de despotismo de lo ipso facto. La temporalización remitía asimismo a su tesis de habilitación, donde aplicaba un inédito modelo de análisis para la historia prusiana entre la época de la reforma y la revolución de 1848-1849, que permitía desentrañar la interacción entre tres planos: el de las normas jurídicas, el de la administración y el del desarrollo social. De este modo se hizo patente que las normas jurídicas se anticiparon a menudo al desarrollo social, y que, por consiguiente, se abrió una sima entre la evolución jurídica y la social. Para la administración prusiana, que debía mediar entre los otros dos planos, el problema estribaba en tener que neutralizar las tensiones resultantes de ese asincronismo.

Y, en tercer lugar, esta centuria a caballo de dos umbrales regulativos, 1750 y 1850, entre la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, alcanza una incontestable primacía al incubar un nuevo tiempo, radicalmente diferente del anterior, y proporcionar una definición cronológica de la modernidad, o, como dice la prestigiosa científica de la cultura Aleida Assmann, el régimen temporal moderno (en analogía al régimen de historicidad de François Hartog).18

El trabajo de campo conceptual animó y acendró su trabajo teórico. Los títulos de quizá sus obras más influyentes son muy elocuentes: Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos y Estratos del tiempo. Estudios sobre Histórica. En ellas ya se explicita, en la estela de Droysen, la vocación teórica, allende la lexicográfica, de Koselleck.19 En su partida bautismal aparecen dos padrinos, Heidegger y Gadamer. Ser y tiempo y Verdad y método. La temporalidad se halla en las mismas entrañas de la historia conceptual, es la parte del vergel que con mayor mimo cuida la Histórica.20

Como es sabido, a él le importan los decursos temporales construidos por los actores históricos y por eso distingue con nitidez el lenguaje de las fuentes y el del científico, la perspectiva de los agentes y la del historiador. Esto implica para la ciencia histórica que el tiempo ya no puede presuponerse simplemente como marco de la investigación, como principio de clasificación, ordenación y datación. Koselleck fijó en la Sattelzeit o Schwellenzeit (la franja entre los umbrales de 1750 y 1850) el punto de inflexión decisivo en las representaciones del tiempo en el mundo occidental. El concepto circular o estático del tiempo de la época premoderna fue sustituido por el de progreso lineal, de un avance que conlleva el cambio constante en dirección a un futuro abierto y maleable. La divisa historia magistra vitae perdió su validez cuando se impuso la convicción de que el mañana sería por necesidad siempre distinto del ayer y del hoy. Espacio de experiencia y horizonte de expectativa se separaron. El siglo XVIII catalizó el paso, más bien salto, de ese lema ciceroniano a las antípodas, a la dilatación utópica del porvenir, al futurocentrismo que ha prevalecido sin rival hasta hace poco. El presente se ubicaba en un interregno entre el provenir y el porvenir, achantado, encogido ante la aplastante polarización de uno u otro y ante la hegemonía del último.

En sus años postreros, emérito desde 1988, consagró sus estudios tanto a lo que denominó sensibilidad política como a la depuración de su plan doctrinal de una Histórica. Se centró en el culto político a los muertos, en los monumentos a los caídos desde la modernidad temprana. Tales instalaciones conectan la interpretación del pasado con una apelación al presente y tarea para el futuro. Con vehemencia intentó uncir la memoria a los memoriales -secuencia cortocircuitada por aporías-, la memoria negativa a los contramonumentos provocadores de traspiés, que nos obligan a mirar hacia atrás y hacia delante, y suponen un compromiso también con las generaciones venideras.21

Ya nos referimos con anterioridad a la inspiración goethiana, entre otras, en Koselleck, de modo principal en su propósito de hacer de su Histórica un sismógrafo de los deslizamientos en los estratos temporales que componen nuestra modernidad velocife-rina. Lucifer seduce con la cultura de lo veloz y la promesa de la vida joven y plena. El apresuramiento moderno se ha olvidado de declinar en pretérito y se ensaña con lo trasmitido despacio, con paciencia. Goethe y Koselleck diagnostican las patologías de la precipitación: la mediocridad y la violencia, en suma, la barbarie de la inmediatez, cuya hipertrofia pretenden contener.

II

Vamos ahora a afrontar la segunda parte de nuestra aportación. Sin advertirlo hemos ido desgranando las diversas capas concéntricas de la historia conceptual y avanzando de unas a otras. Ella no fue nunca un fin en sí misma, sino una propedéutica para la Histórica, que es "una forma de reflexión teórica sobre la ruptura radical con la tradición que ha hecho saltar por los aires pasado y futuro", y concita una función cognoscitiva, práctica y predictiva, puesto que recaba experiencias históricas con miras a hacerlas fructíferas para la acción política futura y para un arte del pronóstico. No sólo es productiva de modo empírico para análisis históricos del pasado, sino que espolea una meditación sobre nuestra urdimbre temporal que adopta el formato de crítica ideológica.22

La depreciación de los tiempos (el pasado fue cesado desde el siglo XVIII como vademécum vital instructivo y el futuro es una almoneda que ha terminado por malbaratarse) acaso ha contribuido a la desecación de la fantasía política. Mientras que en épocas anteriores las utopías sociales lamentaban el estancamiento, a partir de las Luces ocurre justamente lo contrario. Al estar abocado el presente al porvenir, reducido a mero tránsito, acabaron por desaparecer sus contornos, dejando de ser una alternativa a lo vigente. El recurso "futuro", sobreexplotado durante dos siglos como tópico de nuestra esperanza, se ha ido ajando y convirtiéndose en objeto de preocupación e incluso de temor. La expansión eufórica del futuro (Zukunftsexpansion) y la contracción del presente (Gegenwartsschrumpfung), distintivos del régimen temporal moderno,23 comenzaron a declinar en los años ochenta de la anterior centuria, y ganó así pujanza una posición conservadora, a la defensiva tras los años salvajes de dos décadas antes -precisamente a los historiadores conceptuales se les achaca aferrarse a una modernidad defensiva-, por maliciar que cualquier cambio político supone un trastorno. Tras el agotamiento espacial de la utopía y su posterior expolio temporal, constatamos su creciente inanidad como heraldo soteriológico, emancipador. Koselleck, con prudencia, quiso enderezar al curso frenético de nuestra civilización y ralentizar el ritmo vertiginoso de nuestros días (FP, 356). Si el futuro es ignoto, una vez calcinada toda la experiencia precedente, nos quedamos paralizados y sin brújula. Necesitamos presupuestos mínimos que se repitan para poder actuar y no andar a tientas. Urge recuperar la historia como magistra vitae, repoblar el presente con potencias compensa torias, con estabilizadores provenientes del pasado, con estructuras permanentes (FP, 62-64, 152). Se trata de ensanchar los dominios de lo recurrente, de lo rutinario, de lo ritual, de lo familiar. En los momentos de máxima incertidumbre y zozobra, más necesitamos esos osos de peluche, por expresarlo con la feliz ocurrencia de Odo Marquard.24 Esta segunda generación de historiadores conceptuales ensalza al homo compensator, un virtuoso del equilibrio, un contemporizador experimentado, que está de vuelta de la moda de las utopías y que no confía sino en lo calmo y conocido.

Gadamer y el Collegium de Ritter, promotores del Diccionario histórico de la Filosofía (Historisches Wörterbuch der Philosophie), la otra joya de la corona en el ámbito de la historia conceptual, podrían rubricar tal dictamen. Verdad y método denuncia la devaluación ilustrada del prejuicio (por respeto a otros), de la autoridad y la tradición, sin dar por ello su beneplácito al prejuicio por precipitación, al autoritarismo y al tradicionalismo. El romanticismo acepta las reglas de juego de la Ilustración: la dicotomía mythos-logos, aunque su valoración sea distinta e incluso inversa; esto es, el culto idolátrico a lo nuevo se sustituye por el culto a lo viejo, pero a la postre implican "una misma ruptura con la continuidad de sentido de la tradición", sacrificando aquél el presente por mor del pasado y ésta haciendo lo propio con el pasado en nombre del futuro. También la preservación "representa una conducta tan libre como la transformación".25 En comparación con esto la Ilustración moderna es abstracta y revolucionaria. Gadamer se desmarca del maniqueísmo Ilustración utópica/romanticismo nostálgico y se decanta por la mediación, el diálogo, la síntesis, la integración, la fusión de horizontes (un puente que separa y une a la vez). Innovación y conservación son actos, en pie de igualdad, de la razón.

Habermas puso cerco a todas las sucursales de la historia conceptual, acusándolas de enmascarar intereses continuistas con el pasado más siniestro de Alemania.26 El peligro de un inmovilismo lampedusiano siempre va a acechar a la teoría de la modernización de la historia conceptual,27 porque las estructuras, las instituciones, han podido surgir de relaciones asimétricas de dominación. Koselleck lo ha atisbado en el terreno de la historiografía, donde son precisamente los perdedores, los vencidos (desde Heródoto y Tucídides hasta Marx), los principales innovadores, pues no se dejan llevar por la inercia de la autocomplacencia, sino que porfían en desentrañar las causas de su derrota. Las explicaciones dadas ya nos les convencen, y su esfuerzo en pos de alternativas les conduce a la rescritura de la historia.

Con Koselleck, cada vez más, la historia conceptual anhela convertirse en una instancia de "control semantológico" (como dice en el prólogo a Geschichtliche Grundbegriffe) y a partir de los años setenta del siglo XX en crítica ideológica,28 para acabar poniéndose la primera, como prueban los debates sobre los monumentos conmemorativos del Holocausto de Berlín, al servicio de la segunda. Ese tándem, insólito si recordamos la inicial repulsión entre historia conceptual y teoría crítica francfortiana, sale a la palestra en su discusión con dos fenómenos: la ideología de la aceleración y la ideología del victimismo.29 La Histórica de Koselleck se propone acometer una crítica ideológica de la pandemia de la prisa endémica de la modernidad. El éxito de la historia conceptual germana, con el atractivo escaparate de los dos portentosos diccionarios precitados, permitió a varios de sus mandarines maquillar su currículum hasta que estallaron uno detrás de otro los escándalos de su militancia parda. Koselleck representa una honrosa excepción al haber operado con discreción una autocrítica ideológica de la trascendentalización de pares categoriales con un nítido anclaje histórico en una ominosa etapa.30

Hartmut Rosa ha llevado a cabo una crítica de la sociedad moderna bajo el explícito espíritu rector de Koselleck y de la Escuela de Fráncfort. La gran meta de la modernidad, la autonomía, está amenazada con ser enterrada. Tal amenaza la identifica en dos patologías entrelazadas: la aceleración y la alienación. Rosa apela a historiadores conceptuales, aunque de filiaciones distintas (Koselleck, Hermann Lübbe y Hans Blumenberg), con miras a compensar los déficits de las explicaciones sociológicas.31 Este trío es invocado para esclarecer los tres tipos de aceleración: la tecnológica, la social y la vital. La primera, analizada por Koselleck y recientemente por la dromología de Paul Virilio, se evidencia en los casos del transporte, la comunicación y la producción. La segunda, la aceleración del cambio social, ha vuelto lábiles y caducos los lazos comunitarios, sus pautas de acción y orientación. Lübbe sostiene que las sociedades occidentales experimentan una contracción del presente a rebufo de la catarata de innovaciones culturales.32 El presente constituye el lapso de coincidencia y estabilidad entre el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa. La aceleración ha disparado la contracción de los lapsos definibles como presente. Este presente menguante se aprecia en las estructuras básicas de la sociedad, en los procesos de produc ción y reproducción, en el trabajo y en la familia, pues en estos ámbitos los cambios se han acelerado de un ritmo intergeneracio nal en la temprana Edad Moderna a un ritmo intrageneracional en la modernidad tardía.

El tercer tipo afecta al ritmo de nuestra vida. El ideal moderno de la vida buena es el de la vida plena (erfüllteZeit), rebosante de experiencias y capacidades desarrolladas. Ese ideal ya no apunta a una existencia superior en el más allá, sino a la realización de la mayor cantidad de opciones posibles dentro de la inmensa gama que nos ofrece nuestro entorno. La oferta del mundo supera con creces las opciones factibles en el curso de la existencia individual. En términos de Blumenberg, el tiempo del mundo (Weltzeit) y el tiempo de una vida individual (Lebenszeit) divergen de modo dramático,33 y la vía de escape, que a la postre es un callejón sin salida, es someterse al turbofetichismo, vivir múltiples vidas en una sola, y hacerlo de prisa. Da igual lo rápido que vayamos: la proporción entre los deseos colmados y los pendientes es cada vez menor, el hiato entre las experiencias hechas y las desaprovechadas es infranqueable. Numerosos conflictos han surgido por el hecho de que los implicados ya no entienden un mundo que se trastoca de ese modo.

En las sociedades democráticas hay otras repercusiones. La política apenas puede ser ya el marcapasos de su regeneración y lo determinante ya no es el argumento, sino el glamour. El cortoplacismo y la urgencia rigen a la hora de adoptar decisiones políticas.34 La experiencia fundamental de la modernidad consiste en "su inexorable lógica del incremento". El capitalismo depende del crecimiento, la aceleración y la concentración de innovación para reproducirse. Esa dinámica no sólo impera en la economía, sino que constituye el principio general de funcionamiento y de consolidación de la modernidad.

Desde el siglo XVIII la modernidad ha sido concebida como un movimiento hacia delante.35 Sin embargo, empieza a manifestarse su entumecimiento, porque nos encontramos hoy en una constelación en que ya no podemos afirmar categóricamente que hemos dejado atrás el pasado, que el presente es un mero estar de paso y que el futuro apunta a un horizonte de prometedoras posibilidades. Como de modo certero vislumbra Koselleck mediante su tesis de la simultaneidad de lo no simultáneo y despliega Rosa mediante la de la desincronización, la etiología de algunas patologías actuales y sus efectos alienantes estriba en la fricción entre universos desacompasados e irreconciliables, en la contemporaneidad de lo no contemporáneo. Tenemos frente a frente, y sincrónicamente, sociedades modernas y otras arcaicas, culturas vanguardistas y otras atávicas, multiplicándose los guetos con diferentes y opuestos ritmos temporales. La globalización de la relampagueante modernización occidental ha dejado sin resuello y en la cuneta a quienes no han podido seguir su paso acelerado hasta el paroxismo, y ha fomentado un encono entre aventajados y rezagados, entre arribistas y desclasados. Participamos nolens volens en una carrera a galope tendido (la productividad o la gratificación rápida son sus alias) en el que hay triunfadores y perdedores. La simultaneidad no se ha acompañado de solidaridad. Hacer cosas a la vez no significa hacerlas juntos. La maximización de la movilidad incluso ha debilitado nuestro entorno social hasta volverlo, en extremo frágil, fluido.36 El nuevo ideal de la ultraflexibilidad conduce a la corrosión de nuestra identidad. La discontinuidad temporal sería entonces la consecuencia de la dinamización continua. Si todo a nuestro alrededor cambia a una velocidad trepidante -desde nuestro estado civil hasta nuestra profesión o residencia- cada vez nos resulta más difícil decir quiénes somos.37 Las tecnologías nos conceden nuevas franquicias de ahorro de tiempo, y, sin embargo, ya nadie piensa que así se logra eliminar el estrés y la falta de tiempo. Tenemos que ir cada vez más deprisa para mantener el statu quo?38 Ya no sentimos que el elixir de la velocidad nos garantice una vida plena, pues las arritmias, las distintas velocidades (no sólo en Europa), irradian violencia, microscópica o macroscópica, generan discriminación y formas de dominación.

La modernidad tardía ha acabado a la par con el aura del futuro y con la agonía del presente. Al régimen temporal del pasado imperante hasta las Luces le sucedió el del futuro y a partir de 1989 (por remarcar una fecha significativa, pero dúctil) el del presente. François Hartog alude al voraz presentismo actual. Hoy el presente lo invade y lo explica todo.39 El francés lamenta que se hayan borrado los confines entre los tiempos, abducidos por el presente con ayuda de la industria del patrimonio y de la memoria. La anterior futurolatría se ha retirado a sus cuarteles de invierno del retrofuturismo o paleofuturismo. Como premonitoriamente anunciaba el mejor libro de Koselleck, el futuro se ha ido consumiendo y se ha convertido en "futuro pasado". Cual espectro amenazante, ya no se porfía por adelantar la llegada del futuro, sino por retardarlo al máximo. Gumbrecht sostiene que el futuro es un cristal opaco, "seguirá cerrado como superficie de proyección".40 De la exaltación hemos pasado a su jibarización. Incluso un proyecto de investigación de la Universidad de Barcelona aprobado en una de las últimas convocatorias del Ministerio de Economía y Competitividad reza como sigue: "Un futuro con escaso porvenir" (FFI 2012-30644). Parecen extinguidos sus momentos de gloria. Un caro discípulo de Koselleck, Lucian Hölscher, destacó sus tres periodos de apogeo desde la irrupción de la modernidad: el del descubrimiento del futuro (1770-1830), el de su resurgimiento (1830-1890) y el de su culminación (1890-1950). En la década de 1960 renace interés por él.41 Luego empezó su fase menguante.

Muchos nos pusieron sobre aviso y entonaron con cierto retintín nietzscheano: el futuro ha muerto. Ha desaparecido su idea para mudarse al presente. Ya no es el territorio imaginario en el que moran los sueños de la humanidad, sino el lugar en el que lo existente persevera en su ser. Gadamer, presidente de la comisión de Historia Conceptual de la Deutsche Forschungsgemeinschaft durante una década (1956-1966), habla explícitamente del principio de conservación (Bewahrung), y la Escuela de Joachim Ritter, líder de la empresa conducente al Historisches Wörterbuch der Philosophie, del axioma de compensación. Para uno de sus discípulos más conspicuos, Odo Marquard, la función de la filosofía no es tanto la de transformar el mundo como la de conservarlo o cuidarlo (verschonen), retorciendo la undécima tesis de Marx sobre Feuerbach.42 Los sectores progresistas han ido asumiendo el exiguo margen de actuación que un futuro así entendido les dejaba, por lo que sus propuestas han girado, de manera creciente, hacia el pasado. El nuevo presente se va ensanchando cada vez más hacia atrás.43 Como si no quedara más proyecto posible que el mantener lo mejor de lo que hubo y ninguna alternativa (que no fuera disuasoria) pudiera ser pensada. Así se delimita la conciencia crítica del hipercriticismo indiscriminado; esto es, el crítico del criticón, para rematar que no hay que confundir el amor al presente con el presentismo.44 Los hay, sin duda, que se regodean levantando semejante acta de defunción. Pero el pasado no puede estar a merced de la voluntad, por la misma razón por la que la historia deja de serlo cuando se degrada a un dócil instrumento al servicio de las ideologías.45 Hartog (su juicio podría suscribirlo Andreas Huyssen46) repudia el HisTurismo, que ha degradado la historia a un bazar memorialista donde priman intereses particulares.

Dado que, merced a los medios de comunicación electrónicos, todo está siempre disponible en tiempo real (total recall), ya no olvidamos los pasados (Google y otros buscadores son una suerte de "Funes el memorioso" borgesiano) y podemos discrecional-mente traer al aquí y ahora muchos futuros mediante simulación. Nuestro presente se ha dilatado, y en él se han difuminado las concepciones tradicionales del tiempo hasta convertirse en un omnipresente de simultaneidades (Gleichzeitigkeiten, Simulta-neitäten). La rápida ampliación de la casa del ser -en procesos de globalización e interacción electrónica- incrementa la experiencia de una simultaneidad extendida. Navegamos en una nada sobredimensionada e inabarcable con la vista, que torna espectral, quimérico, el obrar autónomo.47 Gumbrecht, con el trasfondo melancólico de una digitalización depredadora que allana el camino a un presente ancho y lento, resistente a la presión de recuerdos traumáticos y angustias futuras, desarrolla una teoría de la presencia (Präsenz) que se afana por un anclaje no sólo temporal, sino espacial,48 corporal, del sujeto, en contacto con el mundo, con un presente lleno (erfüllten Gegenwart).

Por doquier se recomiendan prácticas de ralentización y trucos para una rápida relajación, pero hoy el tiempo laboral, obediente a la lógica de la eficiencia, se ha adueñado del tiempo sin más. Luego la desaceleración no elimina la actual crisis del tiempo, sino que es sólo un síntoma. Pero con la sintomatología no se erradica la enfermedad. Si antes el futuro era una estrella fija rutilante en el firmamento de las promesas, en la posmodernidad el porvenir ya no es el mañana mejor, sino el retorno de viejos fantasmas. La sociedad (también su vanguardia de ganadores) parece deprimida, exhausta, por someter todas sus energías individuales y colectivas a la lucha por la conservación de la competitividad.49

En suma, el ascenso del régimen temporal moderno, como acredita Koselleck, tuvo lugar aproximadamente en el último tercio del XVIII, cuando hubo un deslizamiento del plural "historias" al singular colectivo "historia", una pérdida de su carácter ejemplar y la inserción del pasado (cuya valoración quedó en manos de académicos profesionales) en un eje universal y progresista. Este doble impulso de destruir y conservar -esto es, la eliminación del pasado en el altar sacrificial del futuro y el peralte de lo histórico en lo monumental-, ya fue criticado en el siglo XIX, pero la crítica creciente al optimismo burgués no impidió la vigencia del concepto de modernización también tras las dos conflagraciones mundiales. Con el final de la Guerra Fría, la conciencia en favor de las víctimas y perdedores de la modernidad tecnocrática y la aparición de los sistemas digitales de información, la tríada temporal entra de nuevo en liza. Hemos escuchado diversos oráculos. Frente al casandrismo mayoritario, Aleida Assmann no deplora la caída del régimen histórico de la modernidad y la interpreta como una liberación. Desde su noción de memoria cultural, acuñada a principios de los años 1990, subraya la imbricación de los escalones temporales: el pasado nunca ha pasado y el futuro no exige una tabula rasa. Nos hemos despedido de accesos hegemónicos y nos permitimos inéditas combinaciones en el coctel de los estratos (una metáfora que remite al espacio) temporales.

¿En qué época vivimos en realidad? ¿Es un periodo de atrofia, de transformación, un tránsito sin fin a terra incognita para lo que aún no disponemos de conceptos? Desde la historia conceptual se intenta aguzar la conciencia temporal en medio de este presente confuso, porque, a través de una semántica de los tiempos históricos, promueve una reflexión no sólo terminológica, sino preeminentemente en clave de crítica ideológica sobre la tipología de cronotopos y sus secuelas mixtificadoras.

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* Este trabajo ha surgido en el marco del proyecto de investigación Hacia una Historia Conceptual Comprehensiva: Giros Filosóficos y Culturales (FFI 2011-24473), del Ministerio de Economía y Competitividad español.

1Faustino Oncina, "Historia conceptual: ¿algo más que un método?", pp. 11-38. Nos ha servido de brújula el libro de Hans Ulrich Gumbrecht, Dimensionen und Grenzen der Begriffsgeschichte (en especial, pp. 27-30).

2Faustino Oncina, Historia conceptual, Ilustración y modernidad, Id. (ed.), Teorías y prácticas de la historia conceptual; Id. (ed.), Palabras, conceptos, ideas. Estudios sobre historia conceptual.

3Faustino Oncina y Elena Cantarino (eds.), Giros narrativos e historias del saber.

4Faustino Oncina y Elena Cantarino (eds.), Estética de la memoria.

5Maximiliano Hernández, "Antropología adversus Filosofía de la Historia. Odo Marquard ante la modernidad", pp. 121-150; Jens Hacke, Philosophie der Bürgerlichkeit. Die liberalkonservative Begründung der Bundesrepublik.

6Faustino Oncina, "Historia conceptual y crítica: hitos o episodios de una relación nunca consumada".

7El CIRLPGE está dirigido por G. Duso. Una de las plataformas de los trabajos de este centro es la revista Filosofia Política (Bolonia), en especial su sección "Materiali per un lessico político europeo".

8Faustino Oncina, Nerea Miravet y Héctor Vizcaíno (eds.), Conceptos nómadas: auto-determinación.

9Sus pesquisas sobre varios de esos conceptos han visto la luz en dos órganos del Centro berlinés: Trajekte y E-Journal Forum Interdisziplinäre Begriffsgeschichte.

10José Luis Villacañas, "Koselleck: Esbozos teóricos", p. 10. Obviamente, el programa, la trayectoria y los resultados de los proyectos de investigación men cionados matizan y cuestionan esta apreciación.

11Particularmente reivindicativo se ha mostrado uno de los sociólogos más relevantes en la actualidad, Hartmut Rosa (Beschleunigung und Entfremdung).

12Hemos deslindado entre teoría de la modernización, en la que se inscriben corrientes y escuelas tan diversas como la de la historia social crítica (Hans-Ulrich Wehler y su Modernisierungstheorie und Geschichte, Jürgen Kocka,...) y la de Joachim Ritter y su axioma de la compensación (Hermann Lübbe, Odo Mar-quard,.), y teoría de la modernidad , que acoge también a autores de procedencia heterogénea (desde la Escuela de Fráncfort hasta Zygmunt Bauman). La primera consiste en una descripción histórica centrada en el surgimiento y desarrollo de las sociedades industriales occidentales; la última en una perspectiva filosófica que atiende a fenómenos (distorsionadores, patológicos, alienantes) marginados del concepto de modernización, al potencial de violencia que genera la propia modernidad. Koselleck, a horcajadas sobre ambas, ha servido de fuente de inspiración de las dos teorías. Ya a su misma tesis doctoral quiso titularla "Dialéctica de la Ilustración", pero Adorno y Horkheimer se adelantaron.

13El propio Koselleck ha vinculado a Robespierre con la aceleración (Reinhart Koselleck, Aceleración, prognosis y secularización, p. 59). Allí saca a colación su "Discours sur la Constitution" pronunciado en la Asamblea Nacional en la se sión del 10 de mayo de 1793: "Los progresos de la razón humana han preparado esta gran Revolución y a vosotros corresponde especialmente el deber de acele rarla" (Maximilien Robespierre, La revolución jacobina, p. 107).

14Recordemos la elucidación goethiana de esa alianza entre velocidad y Lucifer en sendas cartas de junio y noviembre de 1825 dirigidas a Zelter y Nicolovius. Al primero le escribe: "Riqueza y velocidad es lo que el mundo admira y a lo que cada cual aspira" (Goethes Briefe, IV, p. 146). Y al segundo: "No tengo más remedio que considerar que la mayor desgracia de nuestra época, de este tiempo que no permite que nada madure, es que devoramos cada instante al cabo de un instante, que arruinamos el día antes de que acabe, y que así vivimos siempre al día, sin engendrar nada" (p. 159; cfr. Manfred Osten, Alles veloziferisch oder Goethes Entdeckung der Langsamkeit. Zur Modernität eines Klassikers im 21. Jahrhundert). La importancia de Goethe en el diseño de una Histórica ha sido creciente en Koselleck, tal como testimonia su libro Goethes unzeitgemässe Geschichte.

15El nexo entre este controvertido libro (nacido de su tesis doctoral) y la Histórica, esto es, la doctrina de las condiciones de posibilidad de historias, se establece en el prólogo a la edición de bolsillo de aquel de 1973 (incluido en la última versión castellana de la obra: Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués, p. 20).

16Otto Brunner, Werner Conze y Reinhart Koselleck, Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland. La Introducción al primer volumen del Léxico [1972] ha sido vertida al castellano en el monográfico dedicado a Koselleck en la Revista Anthropos, 223, 2009, pp. 92-105 —la citaremos mediante la abreviatura IGG—.

17Reinhart Koselleck, Futuro pasado (FP), p. 118 —remitiremos a esta edición, aun que sin atenernos de modo literal a su traducción—; IGG, pp. 95-97.

18Aleida Assmann, Ist die Zeit aus den Fugen?, p. 19. Cfr. François Hartog, Ré gimes d'historicité: présentisme et expériences du temps [Tr. al español por la Uia. N. del Ed.].

19Póstumamente han visto la luz otros dos volúmenes, ya no cuidados por el historiador, sino por Carsten Dutt: Begriffsgeschichten. Studien zur Semantik und Pragmatik der politischen und sozialen Sprache y Vom Sinn und Unsinn der Geschichte. Aufsätze und Vorträge aus vier Jahrzehnten.

20Pier Paolo Portinaro lo ha expresado con perspicacia: Koselleck "ha dirigido su investigación hacia la construcción de una teoría del tiempo histórico en función de una historia de la temporalidad de los conceptos y viceversa: éste es el círculo hermenéutico de la Begriffsgeschichte" ("Prefazione" a Diego Fusaro, L'orizzonte in movimiento. Modernità e futuro in Reinhart Koselleck, p. 9).

21Faustino Oncina, "Introducción" a Reinhart Koselleck, Modernidad, culto a la muerte y memoria nacional, pp. XXVIII-LXV; Aleida Assmann, Das neue Unbehagen an der Erinnerungskultur. Eine Intervention, pp. 16-33. La memoria negativa integra la propia prehistoria criminal en la autoimagen colectiva y la mantiene viva ritualmente mediante el reconocimiento de su culpa.

22Steffan-Ludwig Hoffmann, "Was die Zukunft birgt. Über Reinhart Kosellecks Historik", pp. 548-549.

23Hermann Lübbe, Zeit-Erfahrungen. Sieben Begriffe zur Beschreibung moderner Zivilisationsdynamik.

24Odo Marquard, Filosofía de la compensación, p. 54.

25Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, p. 350.

26"Crítica de la filosofía de la historia (1960)", en Perfiles filosófico-políticos, pp. 389-390. En la reseña que le hace al libro de Dirk van Laak (Gespräche in der Sicherheit des Schweigens) echa de menos que no le dedique una semblanza a Koselleck — sí, en cambio, a "Münster: das Collegium Philosophicum" y "Hermann Lübbe" (ibidem, pp. 192-200, 276-281)— como uno de los valedores de Schmitt en la actual Alemania ("Carl Schmitt en la historia de la cultura política de la República Federal. La necesidad de continuidades alemanas", en Más allá del Estado nacional, p. 130).

27De hecho, los partidarios de la compensación no cuestionan el régimen temporal moderno, sino que pretenden adaptarlo a las necesidades humanas y entienden ese concepto como una especie de taller de reparación del proceso de modernización.

28ice, p. 99; fp, pp. 118, 330-332, 349.

29De la fecunda tensión entre historia conceptual y crítica ideológica me he ocupado en un trabajo de inminente publicación: "Historia conceptual y crítica: hitos o episodios de una relación nunca consumada".

30Faustino Oncina, "Necrológica del outsider Reinhart Koselleck: el historiador 'pensante' y las polémicas de los historiadores", pp. 35-61.

31Beschleunigung und Entfremdung (traducción de la versión original inglesa de 2010), pp. 23, 40, 105.

32Hermann Lübbe, Im Zug der Zeit. Verkürzter Aufenthalt in der Gegenwart.

33Hans Blumenberg, Tiempo de la vida y tiempo del mundo.

34Daniel Innerarity, El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política.

35Hans Ulrich Gumbrecht, "Modern, Modernität, Moderne", pp. 93-151. Assmann ofrece un retrato robot del régimen temporal moderno mediante cinco rasgos: la ruptura del tiempo (esto es, la valoración del futuro a costa de la separación y devaluación del pasado, el hiato entre experiencia y expectativa), la ficción del inicio, la destrucción creadora, la invención de lo histórico y la aceleración (Ist die Zeit, op. cit., pp. 131-207).

36Se trata de la modernidad líquida que ha estudiado de manera concienzuda en varios libros Zygmunt Bauman. Estamos seguros de que nada va a durar mucho y de que las novedades relegan lo existente. O, lo que es lo mismo, todo cambia de un momento a otro y tenemos miedo de fijar las cosas, las relaciones... para siempre. Modernizar es cambiar veloz y compulsivamente.

37Esta descripción del sujeto posmoderno, compelido a reinventarse permanentemente, en el marco de un proyecto de modernidad que se define como el incremento de las posibilidades sociales de elección, ha abocado a una relación distorsionada entre el sujeto y el mundo, y Rosa se esmera ahora en bosquejar una alternativa de relaciones logradas, que llama sistema de resonancia (Weltbeziehungen im Zeitalter der Beschleunigung).

38Paul Virilio, La inercia polar.

39Ricardo García Cárcel (Premio Nacional de Historia de 2012) nos advierte en su prólogo a La herencia del pasado del acusado presentismo de hoy. Véase asimismo Manuel Cruz, "Lo que me quede de vida".

40Hans Ulrich Gumbrecht, Lento presente. Sintomatología del nuevo tiempo histórico, pp. 58, 60.

41Lucian Hölscher, El descubrimiento del futuro, p. 215. Hölscher lidera una exploración histórica interdisciplinar del futuro del siglo XX, que quiere aunar trabajo empírico y reflexión sobre el significado político y sociocultural de proyectos de futuro en la sociedad moderna con un análisis metodológico de sus formas de generación y de su potencial en contextos cambiantes. No es posible relatar una historia tradicional del progreso como en el siglo XVIII, debido a que varias rupturas históricas en el siglo XX la descomponen en fragmentos con dificultad ensamblables después, so pena de que su propia imagen se distorsione, en un concepto histórico homogéneo. Por tanto, es preciso cuestionarse la especificidad contextual de los presentes en relación con sus correspondientes futuros y pasados, en suma, lo que se suele denominar "historicidad" o "régimen temporal". En el régimen temporal del siglo XX, el futuro era la dimensión dominante, pero en la coyuntura actual se plantean algunos interrogantes. ¿Presupone la orientación hacia el futuro una orientación hacia el pasado? ¿O todo lo que trae el futuro es nuevo y carente de modelo (Koselleck)? ¿O quizá reemplazará la supremacía posmoderna del presente (Gumbrecht) o del pasado (Assmann) la hegemonía del futuro de la modernidad clásica? Este drenaje y nostalgia actuales del futuro se constatan de modo ejemplar en la justificación del programa de un seminario de investigación titulado Conjugaciones del Futuro, celebrado en la Universidad Carlos III de Madrid en noviembre de 2014. Allí podemos leer lo siguiente: "¿Cómo hablar hoy del futuro? Desde hace decenios, la percepción del tiempo histórico se ha desprovisto de la perspectiva del porvenir. Desactivado el impulso de las utopías, cuestionada la idea misma del progreso, el futuro sólo se dibuja como una amenaza catastrófica incubada en los males de un presente que, aparte de eso, apenas sabe proyectarse hacia adelante. Los discursos sobre el final de la historia y el estan camiento del tiempo dan por hecho que del futuro apenas hay nada que hablar, por ahora [...] ahora se propone un mañana de reflexión sobre el futuro: [...]. Puesto que al futuro regresaremos de todos modos, conviene hacerlo habiendo armado algunos discursos sobre él, y dejarle que vuelva".

42Odo Marquard, Las dificultades con la filosofía de la historia [1973], p. 19.

43Gumbrecht, Lento presente, op. cit., pp. 64-65.

44Javier Gomá Luzón, "Somos los mejores. El don que más nos falta es el de saber gozar. Sintámonos afortunados de haber nacido en esta época igualitaria".

45Manuel Cruz, "El futuro ha muerto: ¡a por el pasado!".

46Andreas Huyssen, "The Crisis of Success: What Next in Memory Studies?", pp. 226-228.

47Hans Ulrich Gumbrecht, "Das Ende der Zukunft. Über eine neue Form der Zeit als Prämisse von Erfahrung", pp. 49-53. Este número de la revista estaba dedicado monográficamente al tema NoFuture! Philosophie des Augenblicks. Véase también Id., Präsenz e Id., Nach 1945, Latenz als Ursprung der Gegenwart.

48Además de Gumbrecht, diversos autores, desde Bruno Latour a Giacomo Marramao pasando por Deleuze/Guattari, Henri Lefebvre y Michel Foucault, han impugnado la obsesión moderna por el tiempo a costa del espacio. Marramao ha denunciado el sacrificio a partir de los ilustrados del pasado y el presente en favor de la apoteosis de un futuro que a la postre se ha disuelto en una magnitud abstracta. Como sostiene en el breve texto que se publica en este número de Historia y Grafía, el giro espacial, entre la Escila del futurismo moderno y la Caribdis del presentismo posmoderno, pretende la "rehabilitación del espacio para repensar las paradojas del tiempo e ir a la raíz de la crisis del futuro".

49Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio; Rosa, Beschleunigung, op. cit., pp. 46-54.

Recibido: 24 de Septiembre de 2014; Aprobado: 18 de Noviembre de 2014

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