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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.42 México ene./jun. 2014

 

Ensayos

 

Ideas, narración y política. Reflexiones metodológicas sobre Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo de Tulio Halperin Donghi

 

Ideas, narrative and politics. Methodological reflections on Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo by Tulio Halperin Donghi

 

Mariano Di Pasquale

 

Instituto de Estudios Históricos, Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina.

 

Artículo recibido: 4 de noviembre de 2012.
Artículo aceptado: 19 de junio de 2013.

 

Resumen

Esta propuesta tiene como objetivo analizar algunas cuestiones metodológicas que surgen de examinar la obra Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo de Tulio Halperin Donghi. En especial, observamos la construcción de una narrativa historiográfica que muestra la compleja relación entre las posibilidades que tienen a disposición los sujetos —los agentes— y los condicionantes de los procesos históricos. Por otro lado, este autor presenta un abordaje de las ideas estrechamente ligada al componente político, en particular cuando aparecen acontecimientos que se articulan con pugnas por el poder.

Palabras clave: Tulio Halperin Donghi- Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo-Metodologías-Historiografía-Argentina-siglo XIX.

 

Abstract

This proposal aims to analyze some methodological issues that arise from examining the work Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo by Tulio Halperin Donghi. In particular, we look at the construction of a historiographical narrative that shows the complex relationship between the possibilities available to the subject —agents—and the conditioning factors of the historical process. Furthermore, the author presents an approach to the ideas closely linked political component, particularly when events occur that are articulated with power struggles.

Keywords: Tulio Halperin Donghi-Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo-Methodologies-Historiography-Argentine-19th century.

 

INTRODUCCIÓN*

¿Es posible rastrear algún aporte que no se haya señalado sobre Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo? Indudablemente se han resaltado contribuciones historiográficas significativas tales como la cuestión del peso de los factores externos en donde la crisis hispánica resultó ser el escenario preciso para comprender el ciclo revolucionario y el proceso de quiebre respecto de la monarquía; la anticipada problematización del origen del concepto "nación" antes y después de la revolución de Mayo de 1810; la importancia de estudiar la penetración del iusnaturalismo en la cultura política americana; entre otros hallazgos de Halperin Donghi.1 Estos aciertos, entre otros, han convertido a esta obra en un referente vigente e insoslayable en el campo historiográfico argentino. De esta manera, no es causal observar su repercusión en producciones actuales dedicadas a la historia política de la primera mitad del siglo XIX.2

No obstante, pocos han abordado cuestiones teóricas y/o metodológicas presentes en dicha obra.3 En tal sentido, la intención del artículo es precisar ciertas perspectivas que guardan relación con el registro metodológico con el fin de hacerlas entrar en diálogo con temáticas relativas a lo que se suele calificar hoy en día, lato sensu, historia intelectual.

Si bien Tradición política... no fue un libro concebido desde esta área específica de estudio, deseamos distinguir y resaltar dos problemas centrales que remiten al abordaje de los fenómenos relativos a la circulación de ideas. El primer aspecto subyace en la construcción de un tipo de semántica histórica que libera —en ciertos casos— a los actores sociales de los determinantes socio-históricos, en especial nos referimos al tratamiento narrativo que da el autor cuando analiza la gravitación del pensamiento político español en la revolución de Mayo. El segundo rasgo lo compondría una aproximación para el estudio de los pensamientos en donde se pone el acento en un criterio centrado en la acción política, en especial, en los intereses y conflictos surgidos de las relaciones de poder. Estos esquemas de abordaje hacen a la práctica historiográfica particular que concibe Tulio Halperin Donghi en este estudio, pero también pueden pensarse como adelantos metodológicos cincuenta y dos años después de su publicación.

 

HlSTORIZAR LAS IDEAS, NARRAR LA HISTORIA

Tradición política..., obra publicada en 1961, se podría ubicar dentro de la tradición historiográfica que delibera acerca de los posibles orígenes intelectuales en el proceso de independencias.

A través de ella, Halperin Donghi dialoga y confronta respecto de la historiografía argentina de raigambre liberal y con aquellas posturas nucleadas bajo la corriente revisionista.4

La primera tendencia sostenía la gravitación de una corriente particular, la ilustrada, de matriz francesa, la cual había arribado de forma pura a poner los cimientos y los fundamentos ideológicos de la revolución de Mayo, acontecimiento decisivo que marcaría el origen de la nación argentina y la ruptura política y cultural respecto de la etapa colonial. Esta línea de interpretación comenzó su derrotero en el siglo XIX con autores como Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López reforzándose posteriormente con las contribuciones de la llamada Nueva Escuela de Ricardo Levene.5 Más allá de los matices que se pueden detectar entre los autores, es cierto que esta visión historiográfica propició un fondo común de conocimientos históricos convirtiéndose en la "historia oficial", la cual se difundió a través del sistema educativo.

Otra parte de la historiografía, mantenía una exégesis cuya visión radicó en enfatizar la continuidad con las ideas neoescolásticas españolas y su presencia preeminente en la cultura política-jurídica rioplatense y, en particular, su incidencia en aquellos actores que gestionaron el proceso de quiebre, sin que este itinerario sea necesariamente contrario a los valores y principios de la etapa anterior. Esta visión filohispánica desarrollada por la denominada escuela Revisionista reunió en sus inicios a distintos historiadores tales como Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, a la que posteriormente se agregó una impronta católica representada por Guillermo Furlong.6 El revisionismo no sólo buscó reparar el tratamiento que la "historia oficial" había realizado de la etapa colonial, sino también reconsiderar la actuación de ciertos líderes políticos del período independiente olvidados y/o menoscabados. En especial, revisó el desempeño político y económico de la administración de Juan Manuel de Rosas (1829-1852).

A partir de 1946, un sector minoritario del grupo se reflejó ideológicamente con la propuesta nacional y popular que impulsó el régimen peronista. Luego de la caída de Perón en 1955, ciertos intelectuales comenzaron a darle un giro interpretativo abrevando en corrientes marxistas y originando una rama muy heterogénea que se conoce con el nombre de "izquierda nacional".7 A grandes rasgos, estas versiones suministraron una lectura en clave materialista de la revolución de Mayo y las guerras de la independencia. Estos acontecimientos fueron concebidos como parte de un proceso de revolución mundial donde se derrumbaron los pilares de las viejas clases dominantes feudales que protegían su poder. Asimismo, expresaron las diferentes contradicciones que podía tener la revolución en tanto expresión de la lucha de clases y de los diferentes proyectos de nación en pugna. A diferencia del revisionismo tradicional, valorizaron positivamente el proyecto político de Mariano Moreno, líder que tuvo una importante presencia en aquellos sucesos, el cual había perdido su sustento por no "materializarse" en una fuerza social más amplia.

Ahora bien, las argumentaciones y los planteos de Halperin Donghi intervienen en este escenario de debate historiográfico, logrando reformular y complejizar la cuestión en torno a los posibles fundamentos teóricos de la etapa previa y el "momento" revolucionario. En Tradición política... existe un doble juego complementario que pivotea entre la profunda indagación histórica y la confrontación historiográfica y, por qué no, también, política.

Si consideramos este marco de debate podemos entrever que dentro del horizonte de problemas amplios del autor, se conforma una preocupación central: dotar de precisión la historización de las ideas políticas. Por ello, el lector encuentra erudición y rigurosidad empírica a la hora de reconstruir el entramado ideológico de la tradición española en larga duración y su proyección en el espacio rioplatense.

Planteos teóricos que también se encadenan a una pregunta de carácter metodológico, es decir, ¿cómo elaborar una narrativa histórica de alternancia —respecto del "callejón" historiográfico anterior— que logre dar cuenta de las experiencias históricas de los sujetos y su relación con aquellas nociones en disposición sin direccionar un relato basado en la exclusividad de la tradición española o en la fuerza inaugural de una nueva ideología política que lo destruye todo? En primer lugar, la encrucijada se resuelve justamente por no presentar un encasillamiento o una adhesión a priori respecto de aquellas propuestas. Pero existen otras operaciones historiográficas, provocadoras y sugerentes, que también procuran dar cuenta de este problema. Los esquemas metodológicos que propone Halperin Donghi no podrían ser comprendidos sin tener presente este contexto de producción y con quienes dialoga esta obra.

En la perspectiva del autor, el proceso de difusión de ideas genera una serie de insumos para pensar los problemas de la sociedad y la actividad política, pero este proceso —y esto es lo sustancial— se produce de forma confusa, ambigua y, sobre todo, contradictoria. En la visión del autor, el estudio de las ideas políticas lejos está de ser transparente, inmediato y producto directo del contexto socio-histórico como suele aparecer interpretado en las visiones anteriores. Al respecto, Halperin Donghi resalta el carácter discontinuo que puede recorrer la recepción de ideas:

Pero este legado tradicional no debe interpretarse como un hilo nunca interrumpido que atraviesa a la entera historia de España, desde la Castilla medieval hasta la disolución de la unidad moderna. Por el contrario, se trata de una tradición que acaba de ser redescubierta, que debe en parte su exhumación a los servicios que ha de rendir como instrumento polémico contra otra tradición más reciente: la de la monarquía absoluta moderna, vista ahora como fruto extranjero, introducido por Carlos y sus consejeros flamencos.8

El párrafo anterior manifiesta que la tradición política hispánica poseía un recorrido discontinuo e incluso heterogéneo. Cuestión que no hace demasiado tiempo se aprecia con claridad y que en el contexto de producción de Tradición política... más bien asomaba como una hipótesis de excepción dentro de las lecturas monolíticas.9

Siguiendo esta línea, se aprecia que el autor otorga cierto espacio de reflexión en torno al carácter residual de la libertad humana en los actores sociales. Me refiero a la emergencia de un registro de tensión permanente entre la capacidad de los sujetos de propiciar diversos recorridos y aquellas direcciones ordenadas por las lógicas y los condicionamientos de época. Bien lo expresa en el siguiente párrafo:

Sin duda, pero ese tradicionalismo modernizador se mantiene escrupulosamente en el marco de una lealtad monárquica sin fallas; implica también el mantenimiento del lazo que une a España y sus Indias. Ahora bien, si en su punto de partida el movimiento de Mayo parece aceptar espontáneamente ese doble requisito, bien pronto su trayectoria irá revelando que su orientación es diferente.10

De tal manera, un eje central en la propuesta metodológica de Halperin Donghi es la reintroducción de un problema de ardua resolución para el oficio del historiador, a saber: cómo posicionar la mirada historiográfica con respecto a la compleja relación entre las posibilidades que tienen a disposición los sujetos —los agentes— y las determinaciones que operan dentro del proceso histórico.

En la obra se analizan distintos momentos y escenarios de intercambio de saberes. Pero cabe señalar que siempre éstos se encuentran reconstruidos a través de dos ejes simultáneos: por un lado, la consideración de la esfera creativa de los actores, esto abarcaría su pensar, su decir, su hacer; por el otro, la apreciación de coacciones, normas, estructuras, sistemas o convenciones que limitan y/o condicionan aquellas actividades.

Esta aproximación merece plena atención si tenemos en cuenta la emergencia de ciertos enfoques estructuralistas en el que se encontraba el campo de las ciencias sociales de aquellos años.11 En la década de 1960 el estructuralismo predominaba en la escena historiografía argentina, tanto por la gravitación de la vertiente francesa y la escuela de los Annales como de la representada por los historiadores británicos marxistas como E. P. Thompson y Eric Hobsbawn. Sea cual fuere su origen, el estructuralismo se cultivó sobre todo en la historia económica posicionándola una como fuente explicativa privilegiada.

No estamos sugiriendo que Tradición política. escapara a la moda historiográfica de aquel entonces. De hecho, la argumentación fundamental del libro reposa en situar el estudio del pasado colonial y la realidad revolucionaria en el nivel de las estructuras sociales y económicas: las explicaciones locales cobran significación y comprensión en una estructura concentra y cambiante, la de la monarquía hispánica.12

Pero lo que deseamos reparar es que a veces la obra toma otras direcciones. En particular, el viraje es notorio cuando el autor presenta afirmaciones que dan cuenta de la capacidad de acción de los sujetos con lo cual matiza esa preponderancia de los factores estructurales. En ciertos pasajes, Halperin Donghi intenta apartarse del determinismo estructural planteando un tratamiento en donde los actores históricos quedaban menos "atrapados" por el influjo de los procesos, los sistemas, las estructuras. Al respecto, resulta llamativa la indicación sobre que el proceso revolucionario fue adoptando un curso inicialmente inesperado como lo sugiere el siguiente párrafo:

Sin duda, aun entonces, como reflejo de vacilaciones no puramente tácticas, habrá de recordarse más de una vez la justificación que el movimiento prefirió en el momento inicial, pero junto con ella surgirán cada vez con creciente frecuencia otras más capaces de fundamentar no sólo la legitimidad inicial del proceso sino la del curso que éste fue tomando en forma cada vez más abierta.13

Ahora bien, el problema de cómo abordar las ideas políticas también se vincula a otra operación que busca salir de la encrucijada historiográfica, me refiero al problema de cómo narrarlas. Halperin Donghi, en alguna medida, se interroga sobre el acto de escritura. Al respecto, se podría mencionar cierta anticipación teórica en la elaboración de una narrativa historiográfica en donde se observa un relato en "forma de intriga" para explicar las acciones y las ideas de los actores históricos, que como hemos observado, pivotea entre la capacidad de elección y las orientaciones estructurales y subordinadas.

El concepto de mise en intrigue apareció de la mano de Paul Veyne, y aclaremos que se introdujo diez años más tarde que Tradición política..., el planteo principal es concebir a la historia como un relato de eventos.14 Una explicación histórica en clave de trama permite a Halperin Donghi trazar un relato en donde el lector permanece en tensión hasta la última página del libro. El relato evoca inquietud: deseamos advertir donde está puesto el mayor esfuerzo demostrativo.

Este relato intrigante se percibe en la organización interna del texto. Por ello, cabe examinar la estructura narrativa de Tradición política. El autor analiza la presencia del pensamiento español en los tres primeros capítulos del libro. Hasta aquí, en principio, pareciera que el peso cuantitativo del relato nos diera una pista: la balanza del espacio se inclina en extensión a favor de explicar los vaivenes y las conexiones provenientes de la tradición política española.

Pero, la trama continua y, posteriormente, nos ubica ante la escena de la crisis de la monarquía hispánica. Comenta al respecto: "La presencia de elementos ideológicos tradicionales es entonces innegable en la Argentina que comienza su aventura revolucionaria, así como en todo el mundo hispánico atravesado por la crisis de que nuestra revolución es parte".15 En este momento, Halperin Donghi hace una pausa, detiene el relato sobre las tradiciones intelectuales españolas, para demostrar que la crisis introducirá la existencia de posibles vías de resolución para los actores americanos abriendo una serie de "posibilidades" en pos de reorientar la vida política ante la progresiva disolución del vínculo imperial. Así, pues, lo que parecía presentarse como causa-efecto, es decir, cierta acumulación de demostraciones en torno a la presencia relevante de las ideas políticas tradicionales españolas como motor de la revolución —en este punto— ha perdido potencia narrativa. El lector comienza a constatar que a veces en la historia las mismas causas pueden producir, en los procesos históricos, distintos efectos. En este apartado, la cualidad desplaza la cantidad.

Ahora bien, ese abanico de salidas tiene como corolario la creación del mito revolucionario, temática examinada en el último capítulo, en donde sí cobra mayor notoriedad la explicación a partir de las nuevas concepciones que rompen con la etapa anterior. El autor indica que "Esa revolución sigue significando un cambio absoluto. El orden que nace de la revolución, puesto que instaura en el plano político una situación nueva, no tiene —consecuencia evidente, que sin embargo es necesario subrayar— lazo alguno con el pasado".16

De tal modo, lo que parece como una aparente contradicción argumental no es tal: son más bien nudos de "intrigas" —dosificados en capítulos— que forman parte un relato explicativo e integral de las modalidades complejas y oscilantes que adquieren las ideas políticas y su alcance en la realidad social. La explicación histórica no es otra cosa que la forma en que se organiza el relato en una trama comprensible. Y esta comprensión no siempre resulta de una posición que establezca causalidades basadas en acciones transparentes o en encadenamientos de hechos, sino más bien, en identificar probabilidades e indeterminaciones, factibles —en parte— de ser reconstruidas desde un relato histórico. Este abordaje metodológico propone un registro narrativo en base a componer distintas intrigas de una trama más general logrando reinterpretar e intervenir en el debate sobre el problema de los orígenes intelectuales de la revolución desde otro posicionamiento. La veracidad empírica y demostrativa refleja que el establecimiento de una secuencia histórica no es unidireccional —las cosas no salen siempre como los actores esperan al comienzo, y éstas pueden producir, a su vez, varios efectos y sustentarse en distintas razones—, porque en un periodo de transición y de crisis se registran discontinuidades, posibilidades efectivas, alternativas truncas: los actores están en su laberinto. La narrativa crítica y suspensiva de Halperin Donghi muestra al lector los itinerarios vacilantes y confusos contribuyendo a repensar la dimensión dinámica y compleja de la vida política e intelectual rioplatense en el marco de un debate historiográfico sesgado por reflexiones clausuradas, posturas genealogistas y propuestas tajantes.

 

PENSAR LA POLÍTICA, RECONSTRUIR IDEAS

Ya habíamos sugerido que, para el autor, la circulación de ideas podía leerse en tanto insumos que disponen los actores históricos para reflexión y la acción política. Pero para Halperin Donghi, ¿qué y cómo son estas "ideas"? Otro registro teórico, pues, surge de precisar las categorías empleadas para dar cuenta de las formas de pensamiento. Aparecen a lo largo de esta obra conceptos tales como "ideas", "clima de ideas", "sistemas de ideas", "clima ideológico" y "ideologías". En una primera lectura, parecieran comportar una carga retórica equivalente, pero resulta que, en un análisis más atento, se perciben distinciones y matices.

Cuando usa los vocablos "ideas" o "ideologías" generalmente se remite a la singularidad, es decir, son los saberes que sostienen las intencionalidades y las acciones particulares de los actores políticos. En cambio, un "clima de ideas" designa más bien a aquellos pensamientos que circulan en un nivel más estructural y que podrían registrarse en la vida cultural en general. Se aprecia dicha argumentación en el capítulo quinto, Salidas a la crisis de la monarquía española, cuando señala que

[...] por otra parte no se trata aquí de reconstruir —tarea imposible— las concretas motivaciones ideológicas de cada uno de los participantes en la tumultuosa asamblea; pero sí de recordar el clima ideológico —mucho menos imposible de determinar— que dominaba cuando ese Cabildo fue reunido.17

El primer caso es de difícil acceso; en el segundo, el historiador solo puede intentar reconstruir, es decir, bosquejar una serie o un conjunto de ideas referidas al entramado intelectual a través de prestar atención a diferentes vectores de difusión tales como las universidades, los debates en las instituciones, la circulación de libros, la prensa, los contactos personales, entre otras vías de difusión y penetración de pensamientos.

Más allá de cuales sean los términos utilizados, lo cierto, es que todos ellos cobran significación a partir de un mismo tratamiento analítico: éstos aparecen ligados persistentemente al registro político, entendido en un sentido amplio. Al respecto, el autor comenta que "la modernización de los instrumentos conceptuales utilizados para pensar la política es mucho más profunda; es por otra parte general, no limitada a los grupos revolucionarios".18

En esta perspectiva, las ideas son para Halperin Donghi, un marco de referencia, una categoría, un soporte del juego político, que es quien administra y reformula las concepciones. Política e ideas forman una unidad de análisis indisoluble, pero abordar la dinámica y la construcción del orden político es primordial, puesto que, en alguna manera, las luchas por el poder son la que "activan" e impulsan la incorporación y los sentidos que los actores otorgan a los discursos. Al respecto, es sugerente el siguiente comentario:

Es precisamente ese contexto histórico [se refiere al tradicionalismo y la crisis de la monarquía española] el que permite entender mejor el Cabildo del 22 de mayo y la solución en él triunfante. Pues en el famosísimo congreso se libra una lucha sorda en torno al grupo que en los hechos ha de heredar el poder político vacante por la quiebra del sistema virreinal, lucha que ha de resolverse sólo días más tarde; no hay, en cambio, intensa lucha de ideas.19

Cabe indicar que el estudio de la esfera política se sustenta en una interpretación basada en una lógica de intereses. La preocupación gira en torno a una explicación de las acciones políticas y, sobre todo, a la explicación de las pugnas por el poder, la que engloba una especie de historia total. El recorrido argumental de este proceso es el marco referencial en el cual las ideas pasan a tener relevancia. En este nivel, el estudio de las ideas no solo es útil para observar las posibles salidas a la crisis estructural del imperio, sino que también favorece el acceso a comprender su funcionalidad en las prácticas políticas coyunturales, es decir, identificar las disputas y las legitimizaciones retóricas de los grupos políticos en pugna.

Se desglosa lo anterior, cuando analiza la cuestión en torno a Mariano Moreno y el Contrato Social de Rousseau. Halperin Donghi expresa que "esos primeros principios de la razón son para Moreno los descubiertos por Rousseau". También, indica que "La revolución era acaso, para Moreno, la instauración de un orden cuyos rasgos esenciales habían sido fijados por Rousseau".20

Siguiendo de cerca estos planteos, se desprende además la consideración de lo que hoy en día se podría calificar "apropiación de ideas". Resalta que para Moreno "su revolución puede ser...". El adjetivo posesivo "su" nos indica la importancia, como ya hemos observado, que otorga el autor a la cuestión de la subjetividad, pero además viene a expresar la modalidad singular en el cual Moreno lee a Rousseau. En la óptica de Halperin Donghi, Moreno traduce, reinterpreta y selecciona las ideas del Contrato Social para adaptarlas y hacerlas entrar en circulación en el contexto revolucionario. Estas aproximaciones, posteriormente ligadas al enfoque de la apropiación que plantea Roger Chartier, pueden pensarse como una forma de hacer dialogar y complejizar los postulados de los esquemas estructuralistas y la intención de introducir cierto espacio residual de libertad y subjetividad en la acción política.21

El tono y el carácter que asume el concepto "revolución" en Moreno es distinto al "clima de ideas" establecidas. El autor expresa que "desde el punto de vista adoptado en este estudio lo significativo es que, para explicar un movimiento de cuyos objetivos podía tener una imagen confusa y aun contradictoria, Moreno haya utilizado, haya elaborado más maduramente que sus colaboradores en la común empresa la noción de revolución."22 En la interpretación del historiador, la idea de "revolución" resulta confusa y paradojal, pero sugiere que quizás algunos actores internalizaron más claramente que otros, lo que había que hacer y decir al respecto.

En suma, según esta perspectiva, las ideas se mueven, se trasladan de una cultura a otra, de una época a otra. La dinámica de las ideas resulta de un proceso de apropiación singular, de un juego de reelaboraciones y mecanismos de selección, dando así una multiplicidad de sentidos y "relieves" superpuestos de significados posibles, pero —y esto es lo sustancial— ese campo de lo pensable se convierte en una posibilidad efectiva cuando se traslada al plano de la acción política. Ejemplo de esto es la reflexión que efectúa sobre el concepto revolución, cuando sugiere su carácter mitológico:

Porque realiza la libertad y la justicia, la revolución inaugura una realidad absolutamente nueva, sin precedentes históricos, negadora en rigor de toda la historia anterior al instante revolucionario. Así entendida, la revolución es un mito, un mito más audaz que los utilizados por el pensamiento político tradicional... 23

Esta propuesta de considerar las corrientes de pensamiento a través del eje político, se encuentra cercana al planteo actual de Pierre Rosanvallon. Este último indica que: "Se trata de tener en cuenta todas las representaciones "activas" que orientan la acción, que limitan el campo de lo posible a través del campo de lo pensable y delimitan el marco de las controversias y los conflictos."24

La revolución de Mayo fue la posibilidad —en rigor, es la tercera posibilidad o salida a la crisis de la monarquía española— de concretar ideas abstractas como las de libertad y la justicia —que son fruto de la disputa política— produciendo una imagen del mito revolucionario cada vez más inteligible y espejada con la realidad social. De ahí, es que ésta encarne un evento más en el telón de fondo de la trama general, es decir, la disolución del imperio. No obstante, su originalidad como acontecimiento singular es crearse en tanto una nueva categoría para pensar y modificar la realidad política.25

En este asunto —analizado en las últimas páginas del libro—, el relato intrigante tiende a desaparecer. Emerge una conclusión final ligada a ciertas afirmaciones, ciertamente menos desarrolladas, en torno a que la revolución de Mayo fue una ruptura total del proceso histórico y que originó la existencia de una nación argentina. Señalamientos que con el correr de los años serán puestos en tela de juicio por otros historiadores.26 Al respecto, cabe indicar que teniendo presente la dimensión de las contribuciones de Halperin Donghi en el contexto académico en el cual se produjeron, sería algo injusto requerirle más de la cuenta.

Por último, resulta importante indicar la presencia de un vínculo central entre Tradición política. y el desarrollo de la historiografía posterior. Como sugerimos, la peculiaridad del aporte de Halperin Donghi reside en la redefinición del carácter y sentido de la política. Este abordaje particular se centra en analizar los procesos de construcción de poder y establecer los múltiples intereses en conflicto. La historia política, podríamos decir es, fundamentalmente, una historia del poder.

De cara a los aportes que provinieron de la nueva Historia Política durante la década de 1980 y 1990 es sugerente observar que el sentido de la política en la clave de Halperin Donghi, hoy en día, continua vigente. De la nueva Historia Política y de sus repercusiones en el plano local, emergieron un conjunto de estudios sobre los diseños institucionales, las formas representativas, los mecanismos de elección y de sufragio, la opinión pública y el papel de la prensa, la formación de la ciudadanía, entre otros niveles de análisis.27 En general, nos referimos a las investigaciones que introdujeron el problema del ingreso de los países iberoamericanos en la modernidad, tema problemático y ambiguo, por cierto, que va de la mano de la crisis de la representación.

No obstante, el enfoque de Halperin Donghi presente en Tradición política.se articula y permanece ligado a las producciones de los historiadores que introdujeron en la Argentina estas innovaciones como se puede apreciar en los trabajos de Hilda Sabato, Noemí Goldman, Pilar González Bernaldo, Marcela Ternavasio, Elías Palti, por citar algunos casos.28 De tal manera, se no desecharon o desplazaron los avances anteriores.

El eco de Halperin Donghi se escucha a través de las indagaciones recientes que continúan prestando suma atención a los conflictos partidarios, las lógicas y dinámicas de poder, la construcción de alianzas —establecidas, cambiantes o truncas—, los intereses y las motivaciones particulares de los grupos sociales, de las corporaciones o instituciones como temas centrales del proceso político, combinando ambas maneras de acercase al estudio de la política.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

Desde nuestro punto de vista, las contribuciones de Halperin Donghi en este libro se acrecientan porque también podríamos incorporar otras que surgen de examinar el registro metodológico. Teniendo presente el año en que fue escrita dicha obra, el autor se anticipa y preanuncia varios enfoques teóricos que en la actualidad son materia conocida pero que en ese entonces aún se encontraban en plena gestación.

Nos referimos a aproximaciones tales como la identificación de que existen "desplazamientos" y "discontinuidades" en el proceso de recepción de ideas (Michel Foucault, Pierre Bourdieu, entre otros); la intención de lograr una forma narrativa explicativa y problemática basada en la consideración del problema de la subjetividad de los individuos y los rasgos determinantes de la sociedad (Michel de Certeau, Paul Ricouer. Dominick LaCapra); el planteo de distinciones a partir de la incorporación de lo que hoy conocemos como "apropiación de saberes o ideas" (Roger Chartier) y la preeminencia en la reconstrucción de las lógicas políticas involucradas a partir de establecer el campo de lo pensable como la condición de posibilidad de las representaciones más activas de lo político (Pierre Rosanvallon).

Si se organizan estas propuestas podríamos entrever que han enriquecido el campo historiográfico argentino en tres dimensiones: la historia intelectual, la historia política y la narrativa histórica. Estas perspectivas del autor entrecruzan el problema de cómo historizar las ideas, de cómo éstas se relacionan con las prácticas políticas y los efectos que producen en la realidad social y, finalmente, cómo reconstruir narrativamente estos fenómenos.

De las verdades categóricas y las visiones genealogistas que impulsaban los enfoques liberales e hispanófilos, Halperin Donghi más bien presenta verdades hipotéticas y abiertas. La narrativa en intriga, en partes, en suspenso, no es más que una forma sutil de mostrar la complejidad del planteo en torno a la indagación sobre los posibles orígenes intelectuales de la revolución de Mayo y el ciclo de independencias. La reformulación y el desafío es transitar de la "cuestión" sobre los fundamentos intelectuales de la revolución de Mayo al "problema" de los orígenes intelectuales de la revolución de Mayo. A partir de la lectura de Tradición..., se hace viable observar, entonces, que el tema se convierte en problema.

Considerando el contexto de producción posterior de Halperin Donghi, se podría indicar que tanto Revolución y Guerra (1972) como Reforma y disolución de los imperios ibéricos, 17501850 (1983) amplifican, complementan y explican varias de las "intrigas" que asoman en Tradición política. Esta tríada de obras promovieron un avance historiográfico significativo para las próximas generaciones de historiadores que, tras estas lecturas impostergables, han articulado sus perspectivas sobre el problema de los fundamentos de las revoluciones de independencia con una mirada más compleja y con la posibilidad de incorporar otras formas de abordaje en el estudio de las ideas, la política y la narración histórica.

 

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Notas

* Agradezco especialmente las sugerencias y los comentarios de Elías Palti, Jaime Peire y Arrigo Amadori.

1 La gravitación que tuvieron estos y otros aportes en la historiografía local son materia de análisis de distintos investigadores en el Dossier: "El siglo XIX de Tulio Halperin Donghi", presentado por Jorge Myers, propuesto en el número 15 de la revista Prismas. Véase Jorge Myers et al, "Dossier: El siglo XIX de Tulio Halperin Donghi", pp. 157-238. Asimismo, remitirse a Roy Hora y Javier Trimboli (comps.), Discutir Halperin. Siete ensayos sobre las contribución de Tulio Halperin Donghi a la historia argentina.

2 Un indicador llamativo del interés es su reciente reedición por el sello Prometeo en 2010.

3 Constituye una excepción el sugestivo trabajo de Elías Palti. Véase Elías Palti, "Los orígenes intelectuales de la revolución de independencia como "historia de efectos"", pp. 9-23.

4 Existe una amplia bibliografía crítica sobre el tratamiento de estas escuelas historiográficas. En especial, remitirse a Elías Palti, "La historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional", pp. 75-98; José Luis Romero, "Mitre: un historiador frente al destino nacional", pp. 256-296; Fabio Wasserman, "De Funes a Mitre. Representaciones de la Revolución de Mayo en la política y la cultura rioplatense (primera mitad del siglo XIX)", pp. 57-84; Tulio Halperin Donghi. El revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional; Raúl Fradkin y Jorge Gelman (coords.), Doscientos años pensando en la revolución de Mayo.

5 Véase Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y la independencia argentina, y del mismo autor, Historia de San Martín y la emancipación Sudamericana; Vicente Fidel López, Historia de la República Argentina; Ricardo Levene, Ensayo Histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno (Contribución al estudio de aspectos político, jurídico y económico de la revolución de 1810).

6 Véase Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. Rozas y su tiempo; Ernesto Quesada, La época de Rosas, su verdadero carácter histórico; Guillermo Furlong, Nacimiento y desarrollo de la filosofía en el Río de la Plata, 1536-1810.

7 La "izquierda nacional" fue una denominación que dio Hernández Arregui luego de la publicación de su primer libro Imperialismo y cultura, en 1957. Cuando lo hizo fue sobre todo para designar al grupo informal que constituían él mismo, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Puiggrós y Arturo Jauretche, cuya principal actividad era reunirse a dialogar y debatir en la librería que por entonces tenía Ramos. Ramos era trotskista; Puiggrós, stalinista; Jauretche había sido de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) y Director del Banco Provincia, pero fue echado de su gobierno junto con todos los de Forja en 1949. Ellos tuvieron influencia, pero no durante el gobierno de Perón sino después de su caída, principalmente por los libros que publicaron. En este asunto agradezco las sugerencias de Samuel Amaral y Marcelo Summo.

8 Tulio Halperin Donghi, Tradición política española e ideología revolucionaria de mayo, p. 102.

9 Paulatinamente se ha ido señalando la gran versatilidad de la cultura política hispánica, término problemático porque engloba, cuando menos, la tradición castellana, portuguesa y, sobre todo, aragonesa las cuales presentan grandes discrepancias. Estas investigaciones fueron poniendo de manifiesto una tradición política rica y heterogénea. Entre otros, véase David Brading, Orbe Indiano, De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867; Xavier Xil Pujol, Tiempo de política. Perspectivas historiográficas sobre la Europa moderna; Richard Kagan y Geoffrey Parker (eds.), España, Europa y el mundo atlántico; José Fernández-Santamaría, Razón de Estado y política en elpensamiento español del Barroco; Anthony Pagden, Señores de todo el mundo. Ideologías del imperio en España, Inglaterra y Francia (en los siglos XVI, XVII y XVIII).

10 Halperin Donghi, Tradición política, op. cit., p. 103.

11 El estructuralismo es un enfoque de las ciencias humanas que creció hasta convertirse en uno de los métodos más utilizados para analizar el lenguaje, la cultura y la sociedad en la segunda mitad del siglo . El término, sin embargo, no se refiere a una escuela de pensamiento claramente definida, aunque la obra de Ferdinand de Saussure es considerada habitualmente como un punto de origen. En el estructuralismo el hombre pasa de ser sujeto de la historia y de la cultura, a ser objeto que se conoce por la objetividad y la neutralidad científica. En términos amplios, el estructuralismo busca explorar las interrelaciones (las estructuras) a través de las cuales se produce el significado dentro de una cultura. Sin ánimo de ser exhaustivos, ya que existe una amplia literatura sobre el tema, remitirse a Francois Dosse, "Structuralisme", pp. 881-893 y, del mismo autor, Histoire du structuralisme.

12 Indiquemos que en sus años de formación, Halperin Donghi tomó contacto directo con esta propuesta metodológica a través de su director de tesis, Ferdinand Braudel, quien tuvo un influjo importante sobre su trabajo doctoral. Véase Tulio Halperin Donghi, Son memorias, p. 283.

13 Halperin Donghi, Tradición política, op. cit., p. 104.

14 Paul Veyne, Comment on écrit l'histoire, pp. 14-15. Esta línea de indagación fue posteriormente desarrollada y complejizada por Michel de Certeau, Paul Ricoeur y Hyden White. Véase Michel de Certeau, Lécriture de l'histoire; Paul Ricouer, Temps et récit, 3 tomes, y Hayden White, Metahistory: The historical Imagination in Nineteenth Century Europe.

15 Halperin Donghi, Tradición política..., op. cit., p. 103.

16 Ibidem, p. 111.

17 Ibidem, p. 103.

18 Ibideem, p. 100.

19 Ibidem, p. 101.

20 Ibidem, p. 117.

21 Sobre el concepto de apropiación véase Roger Chartier, "Le monde comme representation", pp. 1505-1520. Posteriormente, compendiado en Roger Chartier, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación.

22 Halperin Donghi, Tradición política..., op. cit., pp. 117-118.

23 Ibideem, p. 108.

24 Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político, p. 46.

25 Halperin Donghi, Tradición política..., op. cit., p. 118.

26 Entre algunos de los historiadores que revisarían esta cuestión, remitirse a José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina; Noemí Goldman y Nora Souto, "De los usos de los conceptos de "nación" y la formación del espacio político en el Río de la Plata (1810-1827)", pp. 3556; Elías Palti, La nación como problema. Los historiadores y la "cuestión nacional".

27 Sin ánimo de exhaustividad, señalemos ciertas obras provenientes de la historia política reciente que tuvieron un alto impacto en el contexto historiográfico argentino: Franfois-Xavier Guerra, México: del Antiguo Régimen a la Revolución; del mismo autor, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas; Franfois-Xavier Guerra y Annick Lempériére (eds.), Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas, siglos XVIII y XIX; Antonio Annino, Luis Castro Leiva y Franfois-Xavier Guerra (coords.), De los imperios a las naciones; Antonio Annino (comp.), Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX. De la formación del espacio político nacional y, más recientemente, Antonio Annino y Franfois-Xavier Guerra (coords.), Inventando la nación: Iberoamérica, siglo XIX.

28 Véase Hilda Sábato, La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880; Noemí Goldman, El discurso como objeto de la historia; Pilar González Bernaldo de Quirós, Civilidad y política. En los orígenes de la Nación Argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 1829-1862; Marcela Ternavasio, La revolución del voto; Elías Palti, El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado.

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