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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.41 México jul./dic. 2013

 

Ensayos

 

La marca del exilio y la represión en la "segunda generación"*

 

The mark of exile and repression on the second generation

 

Silvia Dutrénit Bieloust

 

Instituto Mora México.

 

Artículo recibido: 9/8/2012.
Artículo aprobado: 17/10/2012.

 

Resumen

Más de 35 años han transcurrido desde que los exilios argentino y chileno se instalaron en muy diversos y distantes países. Sus protagonistas constituían un vasto conjunto de distintas generaciones, consecuencia natural de las características represivas de la época, y encerraban a la vez diversas trayectorias biográficas, por lo general fuertemente traumáticas. Los hijos acompañaron la ruta del exilio desde los países de origen o a partir de su nacimiento en las tierras de acogida. Todos crecieron en circunstancias especiales, quizá marcadas por un proceso discordante entre la vida familiar y sus códigos y la inserción en la sociedad receptora. Si bien el exilio ha sido y continúa siendo abordado desde distintas miradas, aún existe desde la academia un "deber" con esos hijos, definidos también como "segunda generación". Por ello, en este texto se indaga desde la subjetividad de dos protagonistas cómo han procesado sus circunstancias y qué marcas han quedado de sus trayectorias biográficas.

Palabras clave: exilio, segunda generación, marca, transmisión, Argentina, Chile.

 

Abstract

Approximately thirty-five years have passed since the Argentinean and Chilean exiles were settled in other countries. Their protagonists constituted a vast and diverse intergenerational set, a natural consequence of the repression at the time, one that concentrated different biographical trajectories, generally deeply traumatic. Children accompanied the route of exile from the countries of origin or from their birth in the host countries. They all grew up under special circumstances, perhaps marked by a discordant process between family life and its codes and the insertion into a host society. Although exile has been and still is approached from different perspectives, there is still a debt, from an academic perspective, towards these children, also defined as "the second generation". For this reason, in this text we look into the processing of their circumstances and the marks of their biographical trajectories that have remained, from the subjectivity of two of the protagonists of this second generation.

Keywords: exile, second generation, mark, transmission, Argentina, Chile.

 

En América Latina se cometieron graves y sistemáticas violaciones de los derechos humanos en la segunda mitad del siglo pasado. La represión ejercida en el Cono Sur alcanzó a numerosos sectores de la sociedad, lo que trajo como resultado un saldo voluminoso de víctimas. La detención, tortura, ejecución, desaparición, robo y cambio de identidad de menores fueron prácticas cotidianas que buscaron no sólo destruir al enemigo, el "subversivo", sino también implantar el miedo y la paralización social. No está de más recordar que "[...] la violencia política, en tanto es producida por otros seres humanos y dirigida a un grupo en particular, implica la intrusión de la vivencia de terror y, por lo tanto, fractura el tejido social e instala las condiciones para el temor y la desconfianza en el semejante".1 Lo vivido de esta forma constituyó un parteaguas en las historias políticas de los países y sin duda en la vida personal y familiar de decenas de miles de personas.

El exilio resultó una consecuencia del terror desplegado y un camino posible de protección en lo personal o familiar así como un sendero para reconstruir estructuras organizativas que posibilitaran continuar la lucha contra las dictaduras. Al exilio se llegó desde y con distintas experiencias vitales, de tal forma que las cotidianidades y las subjetividades asumieron variadas y hasta contrapuestas expresiones.2 Experiencias que, agrupadas, se asemejan a una madeja cuyos hilos son historias personales. Éstas transmiten angustias sin ocultar alegrías, desencuentros con los cercanos y acercamientos con los distantes, a la vez que muestran estrategias para incorporar otredades, sortear padecimientos y construir códigos identitarios maleables.

Pero en todo caso el exilio es para sus integrantes, como dijera el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, "el desgarrón más doloroso de la patria perdida".3 Son experiencias que históricamente suelen afectar a varias generaciones tanto por constituir un hecho que cuando se produce afecta al involucrado directo, a sus padres y a sus hijos, dando lugar a un hecho multigeneracional, sino también porque de manera habitual desembocan en una transmisión generacional. Aún más cuando las circunstancias cargan con desaparecidos y ejecutados como saldo de la represión y la violencia políticas.4

Han transcurrido entre 38 y 40 años en que los exilios de argentinos y chilenos comenzaron a instalarse en numerosos países. En el vasto y diverso conjunto generacional de sus protagonistas, están presentes los hijos. Claro que los hijos como "segunda generación" pueden ser delimitados en relación con la postexperiencia represiva y casi por lo general traumática.5 Para este trabajo, la segunda generación es aquella que ha transitado contextual y sincrónicamente la situación represiva, con sus consecuencias en la familia por el saldo de desaparecidos, ejecutados, detenidos, torturados y exiliados. No obstante, como se afirma, la categoría es controvertida dado que:

[...] Hablar de estos hijos como segunda generación es insuficiente, ya que ellos han experimentado y vivenciado en forma directa la detención de sus padres, la pérdida precoz y definitiva, el exilio y, en algunos casos, la detención y amenaza directa sobre ellos mismos, con el fin de obligar a los padres a entregarse o a dar información. Sin embargo, las víctimas directas en términos oficiales y en su propia percepción fueron los padres.6

Así es que, nacidos en las tierras de origen o de acogida de sus progenitores, esta segunda generación acompañó estrechamente la ruta del exilio. En ella, una marcada tendencia muestra a los exiliados como aquellos que "están en un lugar con el corazón en otro".7 Sus circunstancias, como lo ha señalado Cristina Botinelli, obligaron "[...] a una adaptación a nuevas formas jurídicas, sociales y culturales en el nuevo país, tratando de no perder la vinculación con el país de origen".8 Una búsqueda casi militante por mantener esa relación significaba a la vez preservar los códigos constitutivos de la identidad. En esta atmósfera que, en lo emocional, tendía a estar invadida por las circunstancias directas o transmitidas del terror vivido y el temor incorporado corporal y subjetivamente, se fue desarrollando la segunda generación. Ello por seguro contribuyó a que los hijos del exilio apelaran a artimañas, conscientes o inconscientes, para, como lo enunció desde su experiencia Antonio Picatto, "[...] construir una identidad que se aferra a veces a las cosas más inmediatas, tal vez las que menos valor simbólico pueden poseer. Y esto quizás se agranda ante la necesidad de hacer ese tipo de ejercicios inconmensurables para aferrarse a dos universos diferentes [...]".9 Ello provocó recurrentemente una cotidianidad con apreciables formas de discordancia entre los códigos familiares y los de la sociedad que los recibía.

El exilio, desde el momento mismo en que se abandona lo propio, desemboca en un hiato insalvable que de manera notoria está presente en la segunda generación. Para un núcleo considerable de sus integrantes, a ese desgarro, incorporado o aprendido, se sumó la dolorosa y en extremo insoslayable condición de hijos, nietos y sobrinos de víctimas. En tales casos, se transitó el exilio con la tortura psicológica de conocer o no sobre sus circunstancias, de alcanzar a comprender las causas de sus ausencias, de adaptarse a estructuras familiares que aumentaban las condiciones de alteridad ante un medio que imponía la diferencia y en el que se procuraba pasar inadvertido.

La trama de la vida del exilio cruza a todas las generaciones que la protagonizaron. Su estudio ha sido abordado desde distintas miradas; no obstante, falta mucho por conocer.10 La de los hijos se ha mantenido en parte silenciada, como una memoria escasamente instalada y una narrativa casi inapreciable desde la historia.11 No obstante, cabe una precisión. Hay una tendencia a hablar de los exilios como colectivos identitarios aunque es pertinente, en este caso, retomar lo que argumenta Alejandro Grimsonal en el sentido de que debería constatarse si hay una identificación común, un sentimiento de pertenencia entre todos los miembros.12 Ello no ha sido posible hasta el momento debido a que lo observable con detenimiento, como para aproximar una tendencia, son aquellos protagonistas que de una u otra forma están ubicados en torno a las comunidades de los exilios organizados. Es decir, los grupos que mantienen en distintos grados el compromiso militante hasta que desaparecen las condiciones que determinaron los exilios.13 Pero también es observable para aquellos que optaron por permanecer en la tierra receptora a través de diversos espacios de representación, como son las "casas" o "centros" de determinada comunidad exiliada. Lo mismo le sucede a la segunda generación, aunque no necesariamente por la integración de sus padres al colectivo del exilio organizado sino también por lo transmitido de las experiencias vividas, por lo incorporado o rechazado, por el sentimiento de aprehensión a la biografía familiar o, entre muchos otros aspectos, por la búsqueda de construir su propia ruta.

Conocer las formas de transmisión intergeneracional, sus aceptaciones o rechazos, sus readecuaciones, es posible en la medida que la atención se fije en las subjetividades. En el proceso de aprehender sus narrativas se pueden observar distintas posibilidades de involucramiento con las circunstancias represivas y de exilio y con los modos propios de (re) adecuación desde su realidad como sujetos. Se trata de una estrategia metodológica pero también conceptual en la medida que nada de lo propuesto se aleja del objetivo más amplio, aquel de mostrar que las fronteras entre el conocimiento y la comprensión del pasado "[...] son fluidas e incluso inexistentes", como lo ha planteado Ronald J. Grele a propósito de los retos de los historiadores orales.14

El supuesto es pues que en las narraciones de integrantes de la segunda generación se encontrarán aspectos intangibles de creencias y afectos, lo mismo que se observará hasta dónde algunas circunstancias han perdurado recreándose en sus memorias. Asimismo se apreciará hasta dónde también lo narrado es fruto de la construcción memorística de la familia y los grupos políticos.15

Sin duda, búsqueda y observación se realizan con la certeza de que se ubicará "el recuerdo [que] es un complejo entramado de hechos y reelaboraciones selectivas de los mismos a lo largo del tiempo".16 Pero también con el convencimiento de que si bien:

[...] todos tenemos la capacidad de narrar, los resultados de las entrevistas dependen en buen grado de la habilidad que tengamos de reflexionar sobre la experiencia y sobre la forma que adopta cuando la provoca la memoria. Porque la memoria no es un archivo sino un ordenador que activa un proceso de constante lectura y aprendizaje. Y porque de la experiencia aprehendemos un saber y lo reconstruimos permanentemente a través de nuevos sentidos y significados que podemos darles; en ese proceso, la entrevista y la intervención del entrevistador pueden ser potenciadores de sentidos y de imágenes.17

Para apreciar esas marcas de exilio y estrategias de los sujetos, interés central del texto,18 se tomó como informantes a dos jóvenes adultas de origen argentino una y chileno la otra, que comparten algunos sucesos biográficos, resultado de las características epocales, no obstante, difíciles de generalizar dado lo extremoso de las circunstancias familiares. Se trata de jóvenes cuyas familias han sido muy afectadas por la represión, dado el número de desaparecidos y ejecutados, y a la vez formaron parte del torrente de exilio que las trasplantó a México como tierra de refugio. Ambas salieron de su país de nacimiento con algo más de un año y llegaron a México luego de distintos recorridos y tiempos. En este país continúan radicando, se nacionalizaron y son madres de hijos pequeños con parejas mexicanas. Sus familias integran el micromundo profesional y cultural que se instaló en el sur del Distrito Federal, y ninguna se alejó de ese perfil. Sin duda estos datos "[...] no puede[n] soslayar la importancia que tiene el discurso de una persona, institución o grupo social [...]".19 Las entrevistas realizadas a Natalia y Valentina forman parte de un archivo de fuentes orales del proyecto que desarrolla la autora sobre segunda generación. El fin de este texto no fue recuperar voces y representaciones en un ámbito de muy diversas experiencias biográficas. Por el contrario, se escogió privilegiar el lugar de la narrativa de estas dos jóvenes adultas, exponentes emblemáticas del saldo represivo en algunas familias. En suma, en las páginas que siguen, y a partir esencialmente de la frescura de sus narraciones, se observarán formas de resignificación de las respectivas trayectorias desde una perspectiva intergeneracional.

 

I. EL COMIENZO DE UN PERIPLO

Natalia Bruschtein Erenberg (NB) nació en Argentina en 1975 y cuando apenas tenía un año debió salir de su país. Llegó con su madre a México en 1976; su padre permaneció en Argentina y desapareció al año siguiente. Su progenitora formó otra pareja con quien constituyó una familia integrada por los hijos de cada uno y una hija de ambos. Natalia residió en distintos países, entre ellos Cuba, experimentó dos retornos a Argentina y se instaló en México en donde se formó como documentalista. Optó por las dos nacionalidades; está casada con Fernando, con quien tiene un hijo pequeño, Julián, que nació en Canadá.

Natalia rememora las consecuencias de la represión en su familia:

De la familia de mi papá, de los Bruschtein, son seis desaparecidos. La primera en morir es una hermana de mi papá... ella tenía un hijo de dos meses. Ella muere en el enfrentamiento, la toman y... la fusilan. Un par de meses después, muere también en un enfrentamiento en la calle su esposo... después de eso, bueno, mi abuelo es secuestrado en su casa porque estaban buscando a mi papá... Mi papá [Héctor] y mi mamá [Shula] vivían en un departamento que estaba a nombre de mi abuelo. Entonces, buscándolos a mis papás, van a la casa de mi abuelo. Mi abuelo y mi abuela habían presentado una denuncia a las fuerzas armadas por el secuestro de la hija... porque cuando matan a mi tía Noni... todavía no había sido el golpe de Estado en Argentina. Entonces mi abuela y mi abuelo van, presentan... piden el cuerpo de su hija y le entregan a mi abuela el frasco con la mano de mi tía. Y entonces le dicen: "Esto es todo lo que le vamos a dar". Entonces ellos levantan un juicio a las fuerzas armadas y después, entre buscando a mi papá y con el tema del juicio, van y secuestran a mi abuelo, se lo llevan de la casa diciéndole que "cómo un judío hijo de puta, podría atreverse a presentar un juicio a las fuerzas armadas". Entonces, cuando ya pasó esto, mi mamá decide que se quiere ir, ya en México estaba mi abuela y el hermano mayor de mi papá con su familia, y entonces mi mamá dice: "Yo me quiero ir porque esto se está poniendo muy mal". Mi papá dice: "Yo me quedo para ver que pasó con mi papá". Porque todavía no se sabía que existían los desaparecidos y esta situación, entonces... seis meses después secuestran a la otra hermana de mi papá con su marido y una semana después a mi papá. Esa es... complicada...

Yo crecí con mi tío, su esposa, sus hijos y el hijo de mi tía Noni, que también vino exiliado acá [México], la abuela Laura [Bonaparte]. Entonces... yo seguía manteniendo una parte de la familia biológica, que tenemos una relación muy, muy cercana; tengo una relación como mucho más próxima que con la familia que se quedó en Argentina. mis primos somos como hermanos... y además tuve la suerte de tener un núcleo familiar, ¿no? -de tener papá [Nerio, esposo de su mamá], de tener hermanos... esta familia como creada- tíos maravillosos que conocí, que son mis tíos del alma, que no son de sangre pero que son mis tíos, son del alma. (NB)

La serenidad con la que Natalia se introduce en la entrevista sugiere que la experiencia ha sido elaborada aunque quedan sus marcas. Éstas son el dato de aquello que ha sido resignificado, el dolor procesado, trascendido, pero no borrado, es decir, sucedió. Tanto Natalia, como Valentina eran muy pequeñas cuando se desataron los principales hechos que afectaron directamente a la familia. Es posible pensar que no tuvieron registro de lo acontecido. Si esto es así, su remembranza tiene la impronta de una elaboración colectiva en el entorno familiar y hasta probablemente social. En el caso de Natalia, lo ocurrido además significaba la ausencia del padre biológico aunque el de crianza, a quien se refiere como papá, asumió la paternidad con lo que ello implica. Alude a ambos de la misma forma.

En la historia de Valentina Ramírez Enríquez (VR) no hay un padre desaparecido. Ella nació en Chile dos meses después del golpe de Estado de 1973 y cuando apenas tenía un año y pocos meses salió con su madre y con su hermano hacia Inglaterra, en donde se encontraban sus abuelos maternos. A los tres años sus padres se separaron. Para entonces, familiares cercanos estaban desaparecidos y ejecutados. Más adelante, esa familia conformada en torno a los abuelos se trasladó a México; tiempo después Valentina, su hermano y su mamá se fueron a vivir a Cuba. De regreso de esa isla en 1987 pasó a radicar sin otra interrupción en el D.F mexicano. Estudió Comunicación y trabaja como asistente en una subsecretaría de Estado. Valentina tiene, al igual que Natalia, las dos nacionalidades. Vive en pareja con Jonathan, padre de su hija Natalia.

Cuando a Valentina se le invitó a ubicar y rememorar las circunstancias de los primeros años de exilio, lo hizo de esta manera:

[...] y salimos de Chile en el 75 siguiendo a mi abuelo. Mi abuelo [Edgardo Enríquez] en ese entonces fue ministro de Educación de Salvador Allende y estuvo en una isla, en un campo de concentración, en isla Dawson, y cuando a mi abuelo lo liberan y lo suben a un avión sin decirle siquiera a dónde iba... el primer país que lo recibió fue Inglaterra y todos salimos con él hacia Inglaterra, o sea, él salió no sé en que fecha y nosotros salimos siguiéndolo, unos meses después. La situación en Chile era terrible para la familia.

[...] para mí, mi familia nuclear [era], digamos, la familia de mi madre, que es la familia Enríquez, y eran mi abuelo, mi abuela y ellos tuvieron cuatro hijos. De estos cuatro hijos hoy en día sólo está viva mi madre [Inés]. En esos años, cada uno de esos cuatro hijos tuvo dos hijos a su vez, o sea, mis abuelos tuvieron ocho nietos. Pero de esos cuatro hijos que tuvieron mis abuelos: mi tío Miguel, mi tío Edgardo, mi tío Marco Antonio [ambos del mir] y mi mamá, de ellos, solamente quedaron vivos Marco Antonio y mi mamá. Miguel murió en 1975-76 [1974] asesinado. Luego, mi tío Edgardo es desaparecido, desaparecido en la Operación Cóndor en Argentina... Y bueno, después... tanto mi tío Marco Antonio como mi mamá salieron al exilio, y Marco Antonio se quedó a vivir en Francia... y nosotros nos fuimos a Inglaterra.

[...] La familia nuclear fue bastante peculiar, porque éramos, pues un montón de primos huérfanos, que nos criamos como hermanos. de una manera o de otra. O sea era, yo sin papá presente ¿no?, no porque fuera huérfana, pero era un papá ausente, y mi hermano hijo de un líder político también del mir en Chile, que también era desaparecido. O sea, éramos una familia bien peculiar en Inglaterra porque éramos un montón de niños, como seis, viviendo en una casa con dos abuelos y mi madre... y otra tía, y ya. Eran los adultos que se hacían cargo de toda la chiquillería. (VR)

En Natalia y Valentina fluyen recuerdos y representaciones de lo que imponía aquella biografía que incluía la fuerza de la lejanía, la realidad del exilio. Desde su juventud adulta, las evocaciones biográficas se expresan claramente ubicando las circunstancias propias de la represión, mucho más pronunciadas para Natalia por la desaparición de su padre. Al mismo tiempo, estas rememoraciones raigales en tanto causas del exilio transmiten asuntos sensitivos acerca de deslizamientos o traslapamientos de las familias nucleares y extensas y de los roles paternos; aun más, se aprecia la fuerza de lo no sanguíneo en la (re)construcción familiar.

 

2. LA TRANSMISIÓN DE EXPERIENCIAS: ENTRE EL TERROR Y LA IDEALIZACIÓN

La transmisión generacional se hace evidente. El miedo ante las formas extremas de la represión se implantó en Natalia y Valentina. Este sentimiento se hace patente en las representaciones que ambas construyen sobre sus países de origen. Se trata por un lado de países idealizados, a los que se regresaría sí o sí, esplendorosos de virtudes, pero por el otro lado, son los mismos en los que el terror de Estado había provococado la desaparición y muerte de sus familiares tan cercanos. A la vez, estos países los habían arrojado al exilio, obligándolos a residir en una geografía ajena.

Algunos fragmentos de sus remembranzas ilustran la persistencia de los efectos de la represión en lo transmitido a ambas jóvenes en momentos emblemáticos de su vida.20

[...] cuando cumplí seis años mis abuelos [maternos] me llevaron a Argentina... y yo no sé cuanto tiempo iba a estar, me parece que me iba a quedar como un mes, una cosa así, y me parece que a la semana me tuvieron que regresar porque me volví loca, ¿no? O sea, como que empecé, primero con la paranoia de los militares, claro yo tenía una fantasía de que para mí eran las películas... o sea los militares por todos lados y mis recuerdos son como que yo tenía la sensación de que en cualquier momento iba a salir un militar de atrás de un arbusto y nos iba a matar, ¿no? (NB)

Sí se hablaba del tema [de la situación chilena en el ámbito familiar] siempre nos dijeron así como que... de hecho es un miedo que a mí me inculcaron tan fuerte, el miedo a los militares. Yo les tenía miedo. Y la primera vez que fui a Chile a los quince años, había militares en el aeropuerto como en cualquier aeropuerto, yo temblaba. Y yo decía: "Me van a agarrar, me van a hacer algo". Y era cosa como absurdo porque, o sea yo estaba así como que algo me va a pasar. Van a saber quién soy: ¿y si se enteran? Como un miedo aprendido, una cosa muy fuerte hacia los militares. (VR)

La transmisión del miedo se hace evidente. Se aprecia lo que pudo calar hasta que se identificara como experiencia consciente de la represión sufrida por los padres, por la familia, por el entorno humano. En este sentido es posible entender sus representaciones. ¿Por qué? Porque la manifestación del miedo puede darse en múltiples formas tanto en lo personal del sujeto que narra como en lo colectivo. Se trata de un "estado de ánimo poseído por un fuerte temor ante un peligro real o imaginario".21 Es lo que podría identificarse como situación traumática en la que acontecimientos que atentan contra la integridad y seguridad de las personas y sus familias "[...] se mantiene presente aun después de los hechos producidos y amenaza el futuro con el miedo de su repetición real o fantaseada".22 Resulta pues difícil, por momentos imposible, luchar contra fantasmas, aquellos que aparecen como resultado de situaciones siniestras.

El sentimiento de miedo, de indefensión ante quienes habían implantado el terror era no obstante acompañado de una imagen idealizada del país lejano. Se trata de una recreación presente en el exilio en que se configura una bipolaridad entre la realidad con condiciones infaustas y la fantasía de la geografía, los ideales y los afectos, como puede observarse en la textualidad de la rememoración de Natalia.

[...] Bueno de hecho nosotros volvimos a Argentina en el 83, en el momento en que se termina la dictadura. Mi mamá me dijo: "Yo, me vuelvo". Y me agarró a mi hermana y a mí; mi hermana tenía seis meses y nos fuimos para Argentina... me acuerdo ese momento, sí me lo acuerdo muy fuerte, porque me acuerdo un día estaba con mis primos y mis primos me dijeron, uno de mis primos: "¡Nos vamos para Argentina!' Yo dije: '¡No! ¡Yo me voy con ustedes! No me dejen acá". Yo no sabía que nosotros, también nos íbamos a volver. Al final nosotros nos fuimos primero que mis primos... Y siempre era... Argentina como que representaba la fantasía de este país... el lugar prometido donde estaba esa familia que uno escuchaba en el teléfono. Para mí hablar por teléfono era un hueco negro donde escuchaba un eco nada más y ahí estaba la familia del otro lado... Entonces, bueno, era volver de nuevo a este lugar, tenía -me acuerdo- unos amigos que cuando llegaron a Argentina, uno de los hijos bajando del avión lo primero que hizo fue besar el piso, ¿no? Y claro que es toda esa cosa que más bien, no es una cosa nuestra, sino es una cosa de nuestros padres, este anhelo de volver. Pero Argentina significaba también todos los desaparecidos... o sea, yo me acuerdo de mi mamá con una tristeza constante. Mi mamá se fue de Argentina teniendo veintidós años, entonces era muy chica. Pero mi recuerdo es como esta cosa de felicidad absoluta, finalmente lo logramos... Yo me hice pis en la cama en la noche, durante la noche hasta los ocho, nueve años y entonces dice mi mamá que me regalaron mis abuelos un juego de cuarto y entonces que yo ¡me dejé de hacer pis, esa noche me dejé de hacer pis! Y entonces lo que yo dije fue: "finalmente estoy completa. O sea, estaba en Argentina, estaba la fantasía de que mi papá podría aparecer en cualquier momento, que en cualquier momento va a tocar la puerta y va a decir: "hello". Y estaba toda mi familia, estábamos, ¿no? en el lugar. (NB)

El miedo y la idealización son un binomio que, descontextualizado, puede resultar totalmente incomprensible, pero para las entrevistadas el binomio conformaba un todo natural, se tornaba un estado de "normalidad", constituyéndose, sin querer queriendo, en parte sustantiva del proceso de aprendizaje para la segunda generación. Y así crecieron, hasta llegar a resignificar el regreso como un sentimiento de estar completas: "finalmente estoy completa... [y con] la fantasía de que mi papá podría aparecer..." y aun más, con la fuerza de una apropiación identitaria de los padres expresada fuertemente en el chico que al llegar a Argentina besó el suelo. La idealización es considerada por María Elena Acuña como el hecho de la creación del mito sobre el país.23 En lo que hoy rememoran como jóvenes adultas de lo que procesaban ayer se puede observar una construcción compleja en la que se fundían miedo transmitido, dolor por la lejanía geográfica y cultural de un país no conocido pero imaginado a partir de lo transferido, así como curiosidad por descubrir lo que había "detrás" de los casetes con las grabaciones familiares o más allá de las voces lejanas escuchadas en el teléfono.

 

3. EL LUGAR DE LOS ABUELOS

En el exilio, la familia puede dislocarse como estructura tradicional pero no sólo por ello; las consecuencias de la represión y la violencia generalizadas también imponen modificaciones, alteran cotidianidades y producen marcados quiebres emocionales. En todo caso, en el exilio se retroalimentan y desembocan en un estatus en el que los lazos cosanguíneos no necesarimente mantienen un lugar central, y cuando los hay, algunos roles tienden a rotarse. Aparecen entonces nuevas modalidades de familia que cumplen las veces de ambientes de contención en territorios colmados de ajenidad, de carencias.24 Por ejemplo, y aun siendo muy distinto el rol asumido por los abuelos de Natalia y Valentina, vale la pena subrayar cómo ambas resignifican su presencia en el exilio.

Entonces como que siempre mi vida fue como bastante integrada... yo no sé, la sensación que tengo ahora es como que todo... era normal lo que pasaba alrededor mío. O sea, la gente que estaba alrededor: los tíos, los abuelos porque, bueno, estaba mi abuela aquí, por suerte tenía... a mi abuela biológica aquí, pero tampoco era una abuela común. Era una mujer que se había separado de mi abuelo antes de que a mi abuelo lo secuestraran, mi abuela ya estaba separada de él, había sido ama de casa, hija de familia acomodada. pero ella decide romper con todo, estudió una carrera, se hizo una profesional... psicóloga. Aquí en México fue bastante importante, trabajadora de derechos humanos, una mujer como muy. como distinta al resto de su generación, diferente a mi otra abuela también, por ejemplo. De hecho ahora estoy haciendo un documental sobre ella, porque tiene demencia senil. Entonces, estoy haciendo un documental sobre la ironía del destino, ¿no? Treinta y cinco años de lucha por recuperar la memoria por sus hijos y hoy no los recuerda, no recuerda a sus hijos.25 Sí es muy fuerte... La estoy filmando... Pero es duro -algunos se enojan porque lo digo- pero la verdad es que para mí tiene que ver con un descanso para ella... cargar con tanto dolor, ¿no? "Déjenla que se vaya tranquila. ¿Para qué tener que acordarse de ese dolor? Hizo lo que pudo, hizo mucho ella". Sí es una mujer que fue como muy, muy activa, muy importante... Cortázar escribió sobre ella... Pero bueno, como que ya está: "Déjenla". (NB)

Pese a las dolorosas ausencias, a Natalia su entorno familiar le parecía "normal". Cobraba importancia además la presencia de esa abuela. Doblemente excepcional: una abuela en el exilio a la vez que luchadora destacada por los derechos humanos. Y quizá esa percepción presente de dolor acumulado de la abuela hace que Natalia insista hasta corporalmente con sus manos en que "ya está", "déjenla", ya no más dolor que se acumula día tras día. Pero a esa abuela no alcanza con dejarla "en paz". Se trata de construir futuro con su pasado ejemplificante, por eso Natalia se aboca a dejar como legado una marca que el tiempo no borre, memoria que trascienda el espacio familiar. El documental se constituirá entonces como un insumo de la memoria colectiva sobre la dictadura. Natalia exhibe así la capacidad crítica sobre lo sucedido, lo discute y enuncia compromisos con el futuro posible.

También los abuelos Enríquez cumplimieron un papel central en un núcleo familiar extenso, dolido, con niños huérfanos y una madre sola, la de Valentina. Sin embargo, en su rememoración se advierte que el lugar especial lo tiene el abuelo.

Y en México pues el núcleo familiar siempre era con los abuelos. Los abuelos para arriba, los abuelos para abajo. Mi abuelo estaba muy metido en el grupo de exiliados, en la Casa de Chile, en todas las organizaciones de exiliados. Iba mucho a hablar ante órganos de derechos humanos, reclamando por su hijo desaparecido en la Operación Cóndor. Era como, muy activo. Muy, muy activo. Era una persona... era masón, era profesor, acá [México] se hizo profesor de la uam Xochimilco, de anatomía. Pero nunca dejó su lado político, siempre estuvo muy involucrado... Incluso hice un viaje. Cuando tenía como quince, dieciséis años, mi abuelo me llevó a Concepción, fuimos... -era muy chistoso-. Mi abuelo fue rector de la Universidad de Concepción, entonces, era una persona muy querida y Concepción es un lugar no muy grande. Y recuerdo que llegamos en tren y eran las seis de la mañana y había gente esperándonos en la estación del tren y lo recibieron con aplausos. Y yo decía: "Pues ¿qué es esto?' 'Pues es mi abuelo". Y entonces llegamos y anduvimos ahí... por Concepción y caminábamos por las calles y la gente lo saludaba, y le decían: "Doctor, Doctor". Y él iba saludando, y yo le decía: "¿Y quién es, abuelo?" "No sé, pero si me saluda pues yo lo saludo. Y yo decía: "Aquí mi abuelo es alguien importante y conocido". Y recuerdo mucho ese viaje porque, además de que lo hicimos él y yo solos... me llevó a todos los lugares, así, para él importantes. Y entonces me decía, no sé: "Esta palmera que ves aquí, era de mi tamaño cuando yo tenía cinco años". "O sea, que esta palmera tiene tantos años". Me decía cosas así, ¿no? que yo decía: "¡Waow!" O: "Ésta fue la casa donde nacieron tus tíos", como que me llevó a recorrer... y vi Chile con otros ojos, y fue así como, como que me reconcilié un poco.

Mi abuelo, por ejemplo. su manera de dejarnos como una visión de vida fue escribir sus memorias, se echó tres tomos como de quinientas páginas. Él dijo: "No quiero que nadie les cuente esta historia, yo quiero contárselas a mis nietos". Y se las publicó la uam Xochimilco... y cuando las leí, bueno, lloré... las tengo guardadísimas para mi hija. Cuando nació mi hija las recuperé porque las había prestado y dije: "No, mi hija tiene que tener esto". (VR)

En su evocación, Valentina lo sitúa en un lugar en el que convergen el rol directriz de ese núcleo familiar y el de personaje en el espacio público, tanto dentro de la comunidad del exilio como en Chile mismo. Al rememorar aquel viaje de adolescente, la narración se tiñe de un aire de respeto y orgullo -la figura pública, el perseguido, el padre de víctimas de la represión, el incansable luchador en el exilio-. La invocación parece ubicar aquel momento y esa persona como los elementos que hicieron posible la apropiación de la historia familiar. En perspectiva, Valentina ahora entiende lo que fue para sus tíos trascender a través de su descendencia en aquel contexto tan adverso como el de la dictadura. Ese viaje con el abuelo le permitió experimentar su plenitud afectiva cuando capturó la historia familiar. La profundidad de lo afectivo hace que Valentina sienta que esa historia es herencia para su hija Natalia. Aun más, se asume como puente con la siguiente generación.

En la textualidad de ambas narraciones, desde subjetividades distintas, no parecen diferir la percepción de que la transmisión no se interrumpe, se reproduce, el dolor se sana con esta cadena memorística. Graciela de Garay sostiene que ello es factible porque los hijos lo integraron a su subjetividad al "[.] descubrir las raíces, trayectorias y valores de una familia [de sus familias], a la vez que se explican el sentido de su historia presente".26

 

4. LOS AUSENTES, SUS REPRESENTACIONES

La elaboración de los acontecimientos se muestra como una búsqueda de sentido y conciliación con el pasado. Para Natalia esta elaboración se materializa en forma de un documental en el que indaga sobre su padre biológico, es el camino que toma para "encontrarlo".

Natalia regresa más de una vez a Argentina desde sus seis años, sin embargo una de ellas fue la anhelada. Siendo mayor de edad, el regreso está signado por una decisión personal de búsqueda y encuentro de lo propio. Encontrando a Víctor, documental sobre su padre, con el que intentó desentrañar quién era y el porqué de sus decisiones que condujeron a su ausencia, en negarle para siempre tener a su padre biológico. Este regreso era también vencer la frustración de fracasados retornos a una tierra idealizada y lejana.

[...] hice un documental sobre la búsqueda de mi papá, que tenía que ver con una cuestión más personal de entender por qué mi papá se quedó en Argentina y no salió con nosotras. De entender la lucha social, porque cuando yo era chica, mi mamá, una vez íbamos caminando por la calle y entonces había una señora pidiendo dinero y mi mamá me dice: "Por esto nosotros luchamos, para que no pasara esto, para que no existiera esto". Entonces, claro, siempre en la cabeza tienes ok, ¿no? Y la lucha, y no sé qué y esto es importante y las razones sociales, pero en un momento me dije: "¿Y yo?, yo necesito a mi papá también". Hice ese documental que era como una necesidad de entenderlo. Pues, bueno, me metí como en camisa de once varas, porque iba a hacer un proyecto que era muy doloroso, pero creo que era justo lo que necesitaba, o sea, integrar, vivir en Argentina, compartir con mi familia que, claro, no es lo mismo estar un fin de semana de vacaciones que estar un año completo. Y... pues creo que a todos los bajé a la tierra, todos: a mis primos, a mis abuelos, a mi papá. Todos bajaron a la tierra y me di cuenta de que Buenos Aires no era el lugar donde yo quería vivir. (NB)

Natalia elaboró la pérdida, procesó su duelo. A ello favoreció el contexto social de un país en el que las políticas reparatorias estaban implantadas.27 De su propia narración emana cómo y cuándo decide relacionarse y reconciliarse intensamente con su pasado y con su historia. Se advierte en este sentido también la presencia de lo que señala Rozitchner: "Hay que recordar por decisión propia, por propio coraje, de otra manera: despertando el combate contra la muerte que el poder depositó en cada uno como límite a la vida [...] Hay que recordar, pero dentro de una inscripción social nueva, para que cada uno se convierta en una fortaleza contra el miedo. Recordar en la soledad no basta".28

Es más, en su evocación se distingue esa apropiación de su historia al punto de exteriorizar una postura de evidente confrontación y resistencia cuando, al hablar de los desaparecidos de la familia, pone énfasis en decir que: "Si no nos querían ahora seremos muchos más... ahora tengo nueve sobrinos en Argentina... Mi familia, a mí me encanta decirlo, porque fueron seis desaparecidos y ahora son doce nietos, ¿no? Entonces [nos] hemos duplicado. Y vienen más en camino, así que, está increíble eso (NB).

Se trata de una dimensión de la memoria como resistencia que trasciende. El complejo aprendizaje de la biografía familiar surgido de la elaboración del dolor se traduce en una proyección hacia el futuro.29

Esas ausencias estuvieron y están presentes; en las familias de Natalia y Valentina no existió una zona de silencio alrededor de la represión sufrida aunque, en los años tempranos de la infancia, la gravedad de los hechos no sería percibida y quizá tampoco la inmensidad del dolor. Ello se aprecia en la rememoración que hace Valentina de su abuela en la recámara de la casa londinense:

Mi casa siempre estaba llena de fotos. Yo siempre preguntaba: "¿Quién es ése de la foto?" "Es tu tío que murió, es tu tío que..." Y mi abuela, recuerdo mucho esa imagen de mi abuela, viendo las fotos y llorando, ¿no? Siempre llorando, llorando. Y nosotros en nuestra cosa de niños, sin entender mucho, me acuerdo que nos escondíamos en su cuarto a espiarla, debajo de la cama nos escondíamos, y ella estaba viendo sus fotos llorando, y nosotros lo que queríamos era robarle chocolates, porque su cuarto estaba siempre lleno de chocolates, por algún lado había chocolates. Entonces, era descubrir el escondite, pero al mismo tiempo era observar a mi abuela siempre con esa cosa, pues triste, ¿no?, para ella. Muy triste, y desde la perspectiva de niños, pues nunca dimensionas realmente, ¿no?, pero ya, ya con los años lo entiendes (VR).

Y el entendimiento es relativo a pesar de que se ha producido una apropiación de la historia familiar. La rememoración hace presente en Valentina la recurrente pregunta formulada por algunos integrantes de la segunta generación de los Enríquez: ¿por qué se tenían hijos si la lucha era primero? Las ausencias provocadas por la represión y la violencia políticas resultan difíciles de ser aceptadas desde horizontes muy distintos y alejados como era aquel de los años sesenta, setenta con el del hoy como presente.

Pasó mucho con nosotros que. casi todos ya tienen hijos y son pocos los que se han involucrado, si no es que sólo uno, se involucró en política y los otros en automático dijimos: -No. No- Porque una de las cosas que marcaron mucho en particular a mis primos huérfanos, que dijeron: "Bueno. Si nuestros padres querían hacer la revolución: ok, que la hicieran. Pero, ¿por qué tuvieron que tener hijos?"

Ésa es la cosa fuerte que tuvieron y que a mí me marcó mucho, ¿no? También por eso me he vuelto un poco, pues un poco cómoda y apartidista, ¿no? En el sentido de, no, o sea, si me involucro, sé que puedo perder la vida, ¿no?. Y eso, es muy peculiar. Y en cambio ahora, con mi primo que está, ahora sí está metido en la política, -y lo respeto y lo admiro y lo quiero mucho- pero, pero... no sé, no sé realmente... él me hace tener una esperanza, en ese sentido, ¿no? Como que digo: "No sí", sí se puede" (VR).

Ese distanciamiento con un pasado aprendido pero cuyas consecuencias fueron experimentadas de manera vivencial hacen que, para Valentina, el sentido de ese pasado deba modificarse en su propio presente. Aun más, es un "deber ser" en función también de cómo se plantea el futuro.30 La reacción verbalizada es de enorme resquemor con la política y los políticos al mismo tiempo que exhibe una clara herencia ética del compromiso social.

"La memoria creo que es algo muy importante, no sólo la memoria histórica de un país, una sociedad; sino la memoria personal, ¿no? Entender qué es lo que nosotros queremos... con lo que nos queremos quedar y lo que queremos dejar" (NB). Lo que Natalia expresa es la idea de lo que se quiere legar, es decir, dejar como testamento a las futuras generaciones. Se trata de una selección memorística con un arqueo de bienes con el que pretende no interrumpir la transmisión.31 Es nítida, pues, la verbalización de Natalia materializada en los documentales. Uno como reto para buscar la(s) respuesta(s) que la conducirán a elaborar el duelo, y el otro para instalar en el recuerdo fragmentos de una historia política y un ejercicio de la violencia que no deberían repetirse junto al ejemplo de una luchadora social muy a pesar de la herida incurable que lleva a cuestas.

También es muy transparente la construcción personal de Valentina, quien recupera el cuestionamiento a los militantes de aquellos años que privilegiaron el compromiso político, a la vez que tuvieron hijos que luego quedarían sin padres. Sin embargo, a lo que resignifica Valentina es factible contraponer la idea movilizadora de aquellos militantes que se incorporaban a la lucha política, a veces por la vía armada, en aras de un ideal de cambio social, sin que ello obligatoriamente significara dejar huérfanos a sus hijos. Es más, la humanidad está conformada por seres políticos y se ha reproducido. A propósito de estos desencuentros generacionales, Ana Marisa Costa extrae de numerosas entrevistas a integrantes de la segunda generación en Uruguay, las diferencias en cuanto a las concepciones políticas que han sido fuente de tensión. Parecería, señala, "[...] que las responsabilidades que no pueden adjudicarse a nivel societal quedan encerradas en el nivel íntimo de la familia". 32

En los testimonios de Natalia y Valentina se distinguen justamente las diferentes maneras de relacionarse con su pasado, con la lucha política de los padres, de los tíos, de los abuelos. La resignificación que adquiere en la memoria personal se aleja, desde la propia narrativa de Natalia y Valentina, de una convergencia en las formas de construir su propio camino, pero se acerca en la convicción de que ambas se saben herederas de lo que recibieron y quieren transmitírselo a sus hijos.33 En suma, el presente es un puente entre el pasado y el futuro; por tanto, la transmisión generacional sobre lo ocurrido no debe interrumpirse.

 

5. PROCURANDO NO SER DIFERENTE, CONSTRUYENDO IDENTIDADES

La adaptación o proceso de integración a una sociedad distinta de la propia34 conlleva mecanismos de transacción entre el reconocimiento del sujeto y de los otros con quienes se interactúa. Es un juego dialéctico de pertenencia/desarraigo en el que se ven involucrados todos los migrantes. En el caso de los exiliados existe como tendencia una autoafirmación de que se está de paso por la sociedad de acogida. La autoafirmación puede marcarse también, aunque no necesariamente, por el compromiso militante. Éste recrea una atmósfera de encierro que busca proteger lo intrínseco, sus circunstancias raigales. Consciente o no, esta fuerza es difícil de sostener cuando se trata de familias con distintos sujetos. Se trata, pues, de ciertas barreras que los hijos deben romper para el reconocimiento y "aprobación" por los otros. En el camino de relacionarse, de interactuar, van buscando la aceptación y construyen la pertenencia aun cuando no quieran o no puedan dejar de cargar sus pasados biográficos.35

[...] siempre existió esa cosa de Argentina... y por otro lado, bueno, estaba como el cotidiano que era ir a la escuela en México. Entonces, había muchas cosas con las que uno tenía que lidiar, por ejemplo "el mande",36 ¿no? En mi casa tenía prohibido decir "mande" y en la escuela te decían: "Si no dices mande es una grosería". ¡No puedes decir qué! Entonces, ¿cómo lidiar con eso cuando en tu casa te dicen una cosa y en la escuela te dicen otra? ¿No? O sea, como que había muchas cosas culturales que eran muy diferentes; pero siento yo que uno aprende como a lidiar con una parte y con la otra, ¿no? Uno aprende a manejar la situación [... ] Mi infancia en México, o sea, yo aprendí a comer chile. La tortilla siempre me gustó; mi mamá, por ejemplo, dice que al principio la tortilla era un olor que la sacaba mucho de onda, y yo, incluso hoy paso por las tortillerías y es como que me abre el apetito. La señora que trabajaba en la casa me iba a buscar a la escuela y yo salía y lo que quería era tacos de canasta y mi mamá le daba el infarto que yo comiera en la calle. Y son cosas que uno las aprende aquí, viviendo aquí. Entonces, sí necesitaba por un lado comer un alfajor que traían de Argentina, que era un lujo, y por otro lado tenías tus "miguelitos",37 era lo máximo [...] Lo que nunca me gustó fue sentirme extranjera... no quería que se notara que yo no era mexicana. Y lo mismo me pasaba cuando iba a Argentina de vacaciones, no quería que se notara que yo no era argentina; entonces intentaba hablar como argentina. lo que no quería era ser diferente, no quería llamar la atención por una nacionalidad, o sea, quería ser parte del lugar donde estoy, porque finalmente México es mi país y Argentina es mi país (NB).

No obstante, el presente de estos recuerdos advierte diferencias, contrastes, ajenidades y acercamientos que parecieran no siempre representarse de la misma forma.

[...] pero hoy en día me pasa, por ejemplo, que cuando intento, o sea, le empecé a poner música a mi hijo, y claro, yo quería poner a María Elena Walsh y mi marido le quería poner a Cri-Cri.38 Entonces, era como ahí darme cuenta de la diferencia cultural y cuando me di cuenta de que yo nunca había escuchado a Cri-Cri. o juegos, los juegos que se cantan, cancioncitas típicas a los niños, no sé. Son cosas que ahora me doy cuenta que antes no tenía, o sea, sí, con esas cosas que no tuve (NB).

Yo estuve en una escuela en Cuba que se llamaba "Solidaridad con Chile". integrada casi al cien por ciento de hijos de exiliados chilenos. Entonces como que en el internado hicimos un grupo muy peculiar, como una hermandad muy fuerte, donde pues éramos hijos todos de exiliados, hijos de gente que estaba fuera de la legalidad dentro de Chile, ¿qué se yo?. En Cuba viví tres años, pero en Cuba realmente me sentí integrada, y además el edificio -había un edificio donde vivían todos los chilenos-39 se lo conocía como tal, "el edificio de los chilenos"... Recuerdo cuando me fui a Cuba que todo el avión iba llorando y llorando, y le decía a mi mamá: "Mamá, no me quiero ir". Y me decía: "Vas a hacer amigos allá, vas a estar bien"... (VR).

-¿Y si nos regresamos a Chile?40 "No, mamá, ¡ya! Te vas sola," le dije. "Ya. No quiero más. ¡No me quiero mover más ya!" Porque eso, algo que como que de niña me pesó mucho, esa falta de raíces. siempre era volver a hacer amigos, volver a acostumbrarte a acentos diferentes. Yo era un camaleón para los acentos. Si llegaba a un lugar, agarraba el acento pero rapidísmo, por eso, porque era una necesidad de integrarme y pues, de no ser la niña diferente, ¿no? Que cuando eres niño eso pesa, cuando ya eres adulto ya no... Hasta puede convertirse en una gracia siendo adulto. Pero, de niño, lo último que quieres es ser el niño diferente (VR).

Algunos trasiegos durante los años de exilio o aquellos producidos en tiempos del retorno posible se plasman en las narraciones como reactivadores de la sensación de pérdida, de despojo, de desaraigo. Natalia y Valentina coinciden en recrearlos como momentos en que buscan reafirmar la necesidad de proteger la pertenencia a un lugar; es decir, aquel en el que se relaciona y se le reconoce como uno más.

Andando el tiempo, en la joven madurez de estas integrantes de la segunda generación, la impronta del exilio y la represión cobra fuerza en una amalgama de pautas, códigos, afectos construidos, reconstruidos y vueltos a entretejer en función de sus interrelaciones sociales. Así sus identidades se tornan visiblemente permeables y totalmente entendibles con sus datos biográficos y los senderos transitados.41

[...] Me siento rara allá [Chile], porque me siento más mexicana. O sea, si siento mi raíz mexicana muy fuerte. Me identifico más con la gente de México pero, al mismo tiempo, no puedo negar mi cosa chilena. O sea, sí, sí me puede gustar mucho ir y la comida... desde ese tipo de añoranzas que uno aprende de niño... la música, la familia incluso. Pero ya hay como cosas como más de fondo en las que sí me identifico, me gusta pero al mismo tiempo la pienso mucho. La idea de irme, como que digo, no sé... Incluso allá me siento extranjera. O sea, sí sería probar algo nuevo, porque en el fondo no es mi país. no es un país donde tenga yo lazos, más allá de familiares o de incluso de amigos de la infancia (VR).

Creo que México es mi lugar. mis hermanos están en México... tienen hijos también ya, vienen otros en camino, mi sobrinos, mis papás están aquí, la familia de Fer [su marido] está aquí. Finalmente creo que sí, mis códigos y mi forma de moverme y de entenderme con la gente son aquí en México, aunque sea una extranjera, ¿no? Sigo siendo una extranjera muchas veces, aunque ya tenga nacionalidad mexicana.

Todos, todos [los primos y tíos] regresaron a Argentina y todos están allá, entonces, sí tengo esta parte "partida" de mi vida. Quiero que Julián tenga una relación con la familia en Argentina. Pero cada día más soy de México; estoy en cualquier parte del mundo y lo único que quiero es conseguir tortillas y hacerme quesadillas, entonces...

Yo creo que algo que sí le quiero transmitir a Juli. yo lo aprendí con los años, es que finalmente no hay nacionalidad. Somos lo que somos. De donde somos es lo que somos... O sea, finalmente. Que no importa donde naciste, no importa eso. Finalmente es lo que se mama en la casa, lo que somos y lo que importa... (NB).

Y al preguntarle sobre qué considera su patria, Natalia da un profundo resoplido y ríe: "Ésa es una pregunta muy difícil. Mira, como una vez mi hermano Pablo lo dijo: "Si hay una partido México-Camerún, le voy a México; si hay uno Argentina-Camerún, le voy a Argentina; México-Argentina, me voy de la casa" (NB).

A diferencia de lo que pudieron ser desde el presente rememorado, aquellos años de la infancia en los que temían ser las niñas diferentes, en la evocación del hoy las identidades maleables no producen evidentes conflictos, quizá producen situaciones dubitativas en las que no sé sabe bien cómo cada quien se reafirma en una especie de tradición cultural para acercarse a una de las dos patrias. Se puede pensar que siempre se han sentido extranjeras y que esa extranjería no duele, se acepta. Aunque más bien hay una elaboración convincente en lo que dejan ver sus narraciones, sobre una condición de ser y estar que trasciende fronteras, que permite disfrutar los distintos "plus" biográficos pero distanciándose casi seguro de aquel "estado de exilio" en el que los adultos, la primera generación, luchaba en la geografía ajena por no ser absorbidos.

 

RECAPITULACIÓN

La rememoración que compartieron Natalia y Valentina tiene la fuerza de lo propio, pero lo subjetivo de cada una inserta en la construcción memorística de las familias y de los grupos políticos a los que pertenecían. Tiene la fuerza de lo renacido, de un presente-futuro fecundado por el pasado.

La historia migratoria de ambas se exhibe con ciertas similitudes. La trama familiar que llevó al exilio tiene puntos de encuentro en la violencia represiva que se incrustó en sus biografías. Los procesos de subjetivación a partir de las experiencias aprendidas, transmitidas, se procesaron mostrando la fuerza de lo personal para construir sendas propias.

La espontaneidad y la frescura de las rememoraciones desde este presente y con vistas a un futuro en permanente construcción, resignifica la fuerza, la validez y, por sobre todo, lo sustantivo de conocer sobre el pasado a partir de las repercusiones que tiene en el "hoy" de distintos sujetos. Por ejemplo, para ambas, Natalia y Valentina, el miedo transmitido se evoca como experimentado directamente en sus respectivas infancias. Los fantasmas eran difíciles de derrotar en un entorno atormentado por la represión.

Así también, de la textura de las narraciones se desprende un equilibrio emocional que seguramente se fue procesando en lo individual y en el núcleo familiar, del que no se recuerdan mayores silencios sobre el drama que se vivía. Desde el presente rememoran momentos de tensión, de angustía, de confrontación por defender espacios propios, construidos desde la incertidumbre que todo exilio conlleva. También desde el presente se percibe en Natalia y Valentina que la estructura finalmente construida, pese a las renegociaciones en el ámbito familiar por roles perdidos o adquiridos, desembocó en un ámbito de afectos, nostalgias y hasta de compromisos con el pasado a partir de muy distintas perspectivas y acciones.

Parece corroborarse que nada queda como un almacenamiento rocoso impenetrable. Desde sus subjetividades, filtradas por el contexto familiar y cultural en el que crecieron, insertas sin duda en el marco social desde el que recuerdan, despojadas de la asociación traumática que seguramente convertía en extremadamente dolorosa la experiencia, emergen otras formas de resignificar y seguramente nuevas representaciones.42

Una arista por demás importante queda entre otros aspectos por analizar: hasta dónde Natalia y Valentina se perciben como hijas del exilio, como segunda generación. Indican sin duda la diferencia con sus padres, la distancia entre las distintas decisiones que desembocaron en los exilios respectivos; no obstante, ellas no pudieron crecer en el país en el que nacieron. Ello impone sentir que quizá fueron exiliadas, también sus vidas corrían peligro. Pero luego, andando el tiempo, se separan de la ruta de sus progenitores. Este proceso puede relacionarse con lo descrito por Benjamin:

La lengua determinó en forma inequívoca que la memoria no es un instrumento para la exploración del pasado, sino solamente el medio. Así como la tierra es el medio en el que yacen enterradas las viejas ciudades, la memoria es el medio de lo vivido. Quien intenta acercarse a su propio pasado sepultado tiene que comportarse como un hombre que excava. Ante todo, no debe temer volver una y otra vez a la misma circunstancia, esparcirla como se esparce la tierra, revolverla como se revuelve la tierra. Porque las "circunstancias" no son más que capas que sólo después de una investigación minuciosa dan a luz aquello que hace que la excavación valga la pena, es decir, las imágenes que, arrancadas de todos sus contextos anteriores, aparecen como objetos de valor en los aposentos sobrios de nuestra comprensión tardía, como torsos en la galería del coleccionista. Sin lugar a dudas es útil usar planos en las excavaciones. Pero también es indispensable la incursión de la azada, cautelos y a tientas, en la tierra oscura. Quien sólo haga el inventario de sus hallazgos sin poder señalar en qué lugar del suelo actual conserva sus recuerdos, se perderá lo mejor. Por eso los auténticos recuerdos no deberán exponerse en forma de relato sino señalando con exactitud el lugar en el que el investigador logró atraparlos. Épico y rapsódico en sentido estricto, el recuerdo verdadero deberá proporcionar, por lo tanto, al mismo tiempo una imagen de quien recuerda, así como un buen informe arqueológico debe indicar no sólo de qué capa provienen los hallazgos sino, ante todo, qué capas hubo que atravesar para encontrarlos.43

En todo caso, se hace evidente que los hijos, la segunda generación, es un tema a explorar desde distintas dimensiones. Se mantiene veladamente a aquellos hijos pequeños y no tan pequeños que, sin decirlo, fueron parte indisoluble del éxodo, hacedores por excelencia de la integración cultural y capital enriquecedor para tantas patrias involucradas, dada la sostenida y reconocida oscilación de pertenencia ante el debilitamiento de identidades estables. Más bien se está frente a entretejidos dinámicos, menos dolorosos que ayer y más serenamente identificados, entendidos y procesados. Por tanto, aún espera ser convocada a integrarse como parte de una historia reciente que no la incluye. De ahí la percepción de una deuda académica y seguramente social con esta generación.

El texto abre temas que abonan en el camino de subsanarla, contribuye al proceso de conocimiento sobre la transmisión familiar y grupal, a la identificación de marcas de experiencias traumatizantes y a su resignificación en los hijos. Sin duda, la validez desde el punto de vista histórico de estos testimonios adquirirá su relevancia específica cuando se confronte con otros que vienen de otras trayectorias, de otros "veleros".

 

FUENTES CONSULTADAS

Entrevistas

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Yerushalmi, Yosef. "Reflexiones sobre el olvido", Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales. <http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Yerushalmi>. Consultado el 2 de julio de 2009.         [ Links ]

 

Notas

* Una primera versión de este artículo se presentó en la XVII Conferencia Internacional de Historia Oral "Los retos de la Historia Oral en el siglo XXI. Diversidades, desigualdades y la construcción de identidades" (4-7 de septiembre de 2012, Buenos Aires, Argentina). La autora agradece los comentarios al texto de su colega la Dra. Ana Buriano Castro así como el apoyo en la sistematización de la información de Jonathan López García, estudiante de la licenciatura en Estudios Latinoamericanos (UNAM) y becario del Instituto Mora en el proyecto que la autora coordina sobre "Segunda generación de los exilios conosureños en México". Por supuesto que la responsabilidad sobre el contenido es de quien lo escribió.

1 IIDH, El proceso de duelo por violaciones a los derechos humanos en Latinoamérica, en Acción Integral a víctimas de tortura en procesos de litigio: aportes psicosociales, p. 252.

2 Para una problematización del concepto "exilio", vid. Enrique Coraza de los Santos, "Los exilios uruguayos en España: silencios, problemas y realidades" y Luis Roniger, "Destierro y exilio en América Latina: un campo de estudio transnacional e histórico en expansión".

3 Apud Arturo Jiménez, "In memoriam. El exilio, doloroso y desgarrador para Adolfo Sánchez Vázquez", p. 8.

4 Apud Diana Kordon y Lucila Edelma, Por-VENIRES de la memoria. Efectos sicológicos multigeneracionales de la represión de la dictadura: hijos de desaparecidos.

5 "A diferencia de este uso conceptual utilizado mayoritariamente en Latinoamérica, en los estudios realizados en Holanda, Israel, Estados Unidos y Canadá sobre las víctimas del Holocausto y sus descendientes, se ha generalizado el concepto de primera generación para referirse a los hombres, mujeres y también niños que sobrevivieron la internación en campos de concentración y exterminio. Muchas veces toda su familia de origen había sido exterminada, por lo que al constituir ellos una nueva familia, se reiniciaba el recuento de generaciones. Sus hijos, nacidos después del término de la segunda guerra mundial, constituyeron entonces la segunda generación. Sin haber sufrido directamente los hechos traumáticos, los miembros de esta generación fueron un claro exponente de la transmisión transgeneracional del daño". Herzka et al., apud Cintras, Ea-TIP, gtnm/rj, Sersoc (ed.), Daño transgeneracional: consecuencias de la represión política en el Cono Sur, p. 52.

6 Ibidem, p. 51.

7 Vid, Silvia Dutrénit Bielous, "The imprint of exile through the plot of the narratives".

8 María Cristina Botinelli, "Entre la guerra y la democracia. Consecuencias psicosociales de la migración forzada: el caso centroamericano", p. 90.

9 Antonio Picatto, "Exilios de segunda generación o desencuentros de primera generación", p. 150.

10 Vid. por ejemplo ensayos que recuperan experiencias de hijos en distintos países como el de Susana Sosenski, "Los niños del exilio. Por una historia de la infancia argentina exiliada en México" y el de Cristina Porta, "La segunda generación: los hijos del exilio", relativo a los hijos de exiliados uruguayos en distintos países.

11 Algunos colectivos de hijos desde hace unos años apelan a ser escuchados, a ser considerados como protagonistas, y víctimas a la vez, de las circunstancias represivas que devinieron en exilios y en condiciones de una alteridad aun después de concluido el exilio, aunque sólo sea formalmente. Al respecto son ilustrativos algunos pronunciamientos registrados en páginas web: la "Carta abierta: hijos del exilio" y el blog de Memoria Contingente.

12 La argumentación es pertinente aun cuando el autor la hace en referencia con las comunidades diaspóricas.

13 Apud Silvia Dutrénit Bielous (coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstancias, escenarios.

14 Ronald J. Grele, "La fluidez entre el pasado y el presente", p. 1.

15 Ello en el sentido expuesto por Ricoeur de la aporía que implica hacer prevalecer la memoria colectiva sobre la individual. Paul Ricoeur, La memoria, la historia, el olvido, p. 127. Pero también, como señala Elizabeth Jelin, se vive de manera individual y se comparte culturalmente, siendo los discursos culturales los que vehiculan el tránsido de los individual a lo social. Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria, pp. 22 y ss.

16 Alicia Alted y Juan A. Sánchez Belén, "Los testimonios orales", p. 178.

17 Laura Pasquali, "Historia del pasado reciente: observaciones y reevaluaciones en los relatos de las y los militantes socialistas", p. 233.

18 No se tiene, por tanto, el propósito de discutir conceptualmente las categorías de memoria y recuerdo en sus distintas miradas disciplinarias.

19 Blanca Olivia Peña Molina, Historia oral y métodos cualitativos de investigación, p. 26.

20 Algunos componentes de lo transmitido pueden llegar a elaborarse y re-significarse como forma de apropiación del dolor y de los temores familiares "produciendo nuevos significados que posibiliten la historización y la creación de su propia realidad". Susana Latapiatt, Valeria Moscoso y Maya Zilveti, Transgeneracionalidad del daño en la experiencia chilena de exilio-retorno desde la perspectiva de la segunda generación, p. 128.

21 Ana Luisa Cilimbini, "Subjetividad, memoria y miedo: el testimonio de María".

22 Botinelli, "Entre la guerra...," op. cit., p. 98.

23 El retorno a la vez de los padres con sus hijos produce, refiriéndose a Chile, una confrontación que deriva en captar lo distante de aquella idealización respecto a la realidad. Vid María Elena Acuña, "Género y generación en la transmisión de la memoria".

24 Acerca de la familia, las renegociaciones y los roles en contextos de crisis como el producido por el exilio, vid. Jorge Barudy, Exilio, derechos humanos y democracia: El exilio chileno en Europa.

25 La actividad incansable de Laura Bonaparte por conocer el destino de sus hijos es un ejemplo de esas madres y abuelas que durante décadas han estado buscando la verdad. Esa familia, como dice Jelin, "[...] que en el discurso dictatorial era la unidad natural de la organización social tuvo una imagen en espejo en parte del movimiento de derechos humanos", dado que la denuncia y la protesta que de ellas surgían eran, de hecho, las únicas que podían ser expresadas. Jelin, Los trabajos, op. cit., p. 230.

26 Graciela de Garay, "La entrevista de historia de vida: construcción y lecturas", p. 24.

27 Vid. Silvia Dutrénit y Gonzalo Varela, Tramitando el pasado....

28 León Rozitchner, El terror y la gracia, pp. 56.

29 Sobre cómo resignificar la resistencia, vid. Elizabeth Lira, "Memoria en tiempo presente".

30 Apud Jelin, Los trabajos, op. cit.

31 Apud Yosef Yerushalmi, "Reflexiones sobre el olvido" y Hannah Arendt, Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, apud Gerardo Caetano, "hacia un 'momento de verdad' en el Uruguay reciente. Las investigaciones sobre el destino de los detenidos desaparecidos (2005-2007)", p. 245.

32 Ana Marisa Costa, Inserción al Uruguay post dictatorial de la segunda generación de exiliados, p. 41.

33 En cierta forma exhiben cada una desde sus propias subjetividades, "[...] la memoria trasformada en proyecto de futuro que revalora y resignifica el pasado". Ana Buriano, "Memoria y derechos humanos en América Latina", p. 191.

34 Entendido por "propia" aquella de pertenencia en virtud de la residencia permanente.

35 Vid. Gilberto Giménez, "Materiales para una teoría de las identidades sociales".

36 Expresión que sustituye al "qué" sureño. Por ejemplo, en lugar de "qué dijo", se usa "mande".

37 Golosina con chile.

38 María Elena Walsh, poeta, escritora y especialmente cantautora argentina de música infantil, era para los niños rioplatenses lo que Francisco Gabilondo Soler, Cri-Cri, para los mexicanos.

39 Macarena Aguiló, "El edificio de los chilenos".

40 Era 1989, habían regresado a México, en Chile se llevaba a cabo el plebiscito que hizo posible establecer las pautas para la salida de la dictadura.

41 José Manuel Valenzuela Arce (coord.), Decadencia y auge de las identidades. Cultura nacional, identidad y modernización.

42 Vid. Maurice Halbwachs, Los cuadros sociales de la memoria.

43 Walter Benjamin, "Desenterrar y recordar", p. 118.

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