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Historia y grafía

Print version ISSN 1405-0927

Hist. graf  n.40 México Jan./Jun. 2013

 

Reseñas

 

La invención del archivo como aporía del acontecimiento de Loudun

 

Ricardo Nava Murcia

 

Certeau, Michel de. La posesión de Loudun, México, Universidad Iberoamericana, 2012, 270 pp.

 

Departamento de Historia/UIA.

 

Al hacer historia, todo comienza con el gesto de desplazar, de reunir, por lo tanto, en convertir en "documento" ciertos objetos que estaban organizados de otro modo.

Michel de Certeau

 

Es en 1970, en el contexto del auge de la historia de las mentalidades, caracterizada por el estudio de los fenómenos sociales del pasado mediante la observación de lo impersonal, de lo psicológico y de lo colectivo, que aparece este libro,1 en el cual De Certeau despliega un modo de tratamiento inédito, en su momento, respecto a lo que constituye el objeto de la historia (un pasado) y los archivos (lo que comúnmente se entiende como la evidencia de la historia). Este modo de tratamiento inédito, se inscribió como una serie de desplazamientos respecto a la historia de las mentalidades, pero sobre todo, como un modo distinto de la relación que el historiador habría del tener con el archivo. Subrayar este modo distinto de trabajar con el archivo es el propósito de esta reseña.

La posesión de Loudun, aparece originalmente en una colección dirigida por Pierre Nora y Jacques Revel bajo el título de Archives, cuyo objetivo es desenterrar las viejas tesis y hacerlas accesibles al público, mostrándole el expediente de los archivos presentados por un historiador, además de poner en evidencia la huella que el historiador deja en el archivo de la historiografía, en otras palabras, hacer circular un juego de ecos entre historiador y archivo.2 Se trata de un contexto editorial que insiste en ofrecer la posibilidad, a un lector, de mirar cómo el historiador y el archivo establecen un diálogo evidente que vuelve contingente cada afirmación sobre el pasado que se despliega en toda investigación histórica.3 De ahí que el libro abre con un enunciado desconcertante para quien se acerca a la historia con la certeza de que este ámbito de saber mostrará qué es y cómo ocurrió el acontecimiento de Loudun: "¿Pero qué investigación histórica no parte de una leyenda? Al proporcionarse fuentes o criterios de información y de interpretación, define de antemano lo que hay que leer en un pasado. Desde este punto de vista, la historia se mueve con el historiador. Sigue el curso del tiempo. [La historia] nunca es confiable."4

¿Cuál es la relevancia de la publicación de una obra bastante tardía en nuestra lengua? Por una parte, la difusión de la obra de Michel de Certeau en castellano ha sido parte fundamental del proyecto editorial del Departamento de Historia a lo largo de muchos años. Con este libro podría decirse que se ha alcanzado una meta importante en esta dirección, al cubrir casi la totalidad de los trabajos de este historiador. Por otra parte, si se asume que la recepción de un libro se hace desde determinados códigos de lectura, éstos han cambiado en el transcurso de más de cuarenta años. De esta manera, leer hoy este libro es relevante en relación a los nuevos códigos de lectura propios de las discusiones recientes en el campo de la teoría de la historia y la historiografía. Una de las discusiones actuales ha insistido en generar una reflexión sobre la relación que el historiador mantiene con las fuentes. Ahí dónde éste las ha tomado para encontrar en ellas las evidencias de un pasado, se ha propuesto que éstas no ofrecen datos independientemente del historiador que las construye. Lo mismo ocurre cuando se plantea el modo en que se establece una relación con el archivo. Éste ya no puede seguir siendo reducible a la memoria, sin tomar en cuenta los problemas de su institucionalidad, lo que reprime y lo que borra dejando huellas del borrado.5 En consecuencia, un nuevo código de lectura anuncia la relevancia de este libro en nuestra lengua: mostrar en acto lo que para De Certeau constituye el oficio de la historia, esto es, lo que sus obras ya conocidas han teorizado sobre la actividad del historiador.6 La posesión de Loudun nos muestra el archivo puesto en acto entre lo ausente de la historia, lo que se le escapa al historiador y la función social de la historia: volver inteligible el pasado al presente, traer lo extraño que "circula discretamente bajo nuestras calles" y que "lo nocturno se abra brutalmente a la luz del día" (p. 15).

¿Cuál es la relación que la operación historiográfica de Michel de Certeau establece con el archivo en este libro? Ésta está condicionada por dos aspectos declarados desde el principio. En primer lugar, una distinción respecto al acontecimiento que se indaga: la posesión como aquello que se distingue de la brujería. Ésta última pertenece a un ámbito rural caracterizada por lo que se comprendería como expresiones masivas, mientras que el fenómeno de la posesión correspondería a un ámbito urbano, caracterizado por darse en figuras individuales y en grupos reducidos. El fenómeno de la posesión está estructurado de forma ternaria, en donde participan jueces y culpables, y cuyo tercer término serán las poseídas en tanto víctimas; mientras que en la brujería se da una estructura binaria constituida solamente por jueces y brujos (pp. 17-19). Para De Certeau, el fenómeno de la posesión revela los desequilibrios de una cultura que aceleran los procesos de su mutación y que se dan en los márgenes, abren un espacio entre lo que desaparece y lo que surge (p. 16).

En segundo lugar, el presupuesto teórico que recorre todo el libro: no se trata de la historia de un caso de posesión, más bien se hace historia de la historia de las posesas de Loudun. El acceso al archivo del caso se constituye por la imposibilidad de un acercamiento al fenómeno, pues la observación de éste sólo se da a través de los relatos de otros, de una historia ya contada. Para De Certeau, este libro fue posible a partir de la conciencia de una distancia histórica que instaura una diferencia: se hace historia desde un presente y a partir de una serie de datos, es decir, se parte de las ideas que se tienen sobre el pasado y de los archivos de los que se dispone. Se trata de un espacio entre dos como el lugar desde donde se fabrica la historia. Para él, este lugar de enunciación tiene como consecuencia que el libro mismo esté agrietado de arriba a abajo. Las grietas, en una estructura, se manifiestan como zonas de corte, producen torsiones, no se pueden aliviar. Se trata de fisuras producidas por una ausencia, es decir, por un pasado que se constituye como una pérdida irrecuperable. "Dividido así entre el comentario y los documentos de archivo, remite a una realidad que ayer tenía su unidad viva, y que ya no es" (p. 22).

La distinción entre brujería y posesión permite una observación y una atribución de sentido distinto respecto a los documentos, al mismo tiempo que configura su dispersión, ahí donde se esperaría la producción de la unidad de un corpus que le diese inteligibilidad al acontecimiento. En otras palabras, hace posible la invención de un archivo. La posesión, al ser un fenómeno urbano, en pequeños grupos y pertenecientes a medios más altos, hace que los informes ya no sean sólo producto de las eminencias o de los jueces, para este historiador, las posesas hablan, exteriorizan una palabra que se vuelve pública y que permite nuevos modos de registro. De Certeau se esfuerza en reagrupar una dispersión documental, que sólo se manifiesta como la punta de un iceberg. El acontecimiento está enraizado y "Tratar de extraerlo es jalar con él toda la tierra a la que se apega de tantas maneras." (p. 24).

La invención del archivo se da sustrayéndose a toda posibilidad de una unidad documental, abriendo en cambio, toda una dispersión donde la palabra de los jueces, las víctimas y los culpables prolifera en un exterior que ya no pertenece al acontecimiento: cartas y escritos de los poseídos, testimonios públicos, atestados, informes de testigos oculares y oficiales, correspondencia entre las autoridades y distintas publicaciones como sátiras, historias, panfletos y periódicos. Todo se multiplica en el transcurso del tiempo. Se trata de testimonios cuyo sentido ya no pertenece a los protagonistas, pero tampoco al historiador, éste, como hace De Certeau, sólo puede atribuir sentido en función de un presente y abismado por la distancia histórica, enfrentado con la dispersión de un archivo que resiste a decir el acontecimiento. De ahí que este libro sea el producto de una invención del archivo mismo, en tanto se trata de la producción de un sentido que busca asignar inteligibilidad a lo disperso, a lo que resiste y a lo otro.

Colocado en un espacio entre dos, y dividido entre el comentario y el archivo, Michel de Certeau no asigna a los archivos un valor de presencia plena del acontecimiento, pero tampoco de una ausencia que sólo es determinada en función del presenté. Es decir, no encontramos en este historiador una interpretación del pasado como aquello que sucedió una vez y llegó a su término, como una presencia que sólo se volvió ausente, y es comprendida sólo a partir del presente. El valor de presencia está dislocado. El trabajo sobre el archivo se realiza en el linde de una frontera, lugar de una diferencia, un espacio diferido como lugar de enunciación y de observación. Lugar diferido en donde, tanto la propia observación, así como la interpretación, están pospuestas, demoradas en cuanto a su posible llegada al otro (el pasado). En este libro vemos que decir al otro implica un enunciado cuyo sentido está pospuesto en cuanto a su contenido y cuyo modo se dispersa en el tono manifiesto de enunciados metafóricos como un lenguaje posible. Lenguaje que De Certeau utiliza para designar el acontecimiento disperso en la invención del archivo de Loudun.

En consecuencia, la historia tejida en este libro, parte de un historiador que piensa el archivo a partir de la huella y no de la presencia. Pensarlo a partir de la huella implica que todo acontecimiento en su "tener lugar" afecta la experiencia misma del lugar y del registro, pues todo archivo se constituye como traza y trazo, pues inscribe, guarda, lleva, refiere y difiere el acontecimiento.7 El archivo de las posesas de Loudun, no es la evidencia de su historia, al contrario, se traza como testimonios, esto es, percepciones de otros que no permiten ningún acceso al acontecimiento en cuanto tal. Esto explica el modo de tratamiento que De Certeau hace del archivo: atención a lo que las fuentes dicen en sus modos de enunciación, en sus comillas, en sus bordes, en lo que se repite, en lo que está añadido, antes que en el origen o en sus causas y antes que en las pruebas. "En Loudun, va a perderse esta bella unidad entre el relato y la teoría, entre la historia y el discurso: la historia se dramatiza, se hace psicológica y se desarrolla desmesuradamente; el discurso se fragmenta y se disuelve para hacerles sitió a otras razones." (p. 36).

Entre la idea de un pasado y el archivo, De Certeau va contextualizando las fuentes y el acontecimiento mismo, situándolo como un teatro y describiendo cómo es mirada la posesión desde las mismas fuentes. Los atestados, la literatura y los testimonios se convierten en el discurso de la posesión como un círculo mágico constituido por el lenguaje. Entre una gramática demoniaca y la lengua del cuerpo, el archivo como huella va posponiendo la posibilidad de comprender una causa del acontecimiento mismo (pp. 37-65).

De esta manera, De Certeau muestra cómo lo que hace posible y autoriza el lenguaje de la posesión, es una muerte, en este caso, un culpable como será el padre Urbain Grandier. Así, sin dejar de citar y transcribir abundantemente las fuentes, este libro recoge el poder judicial y político puesto en acto, pero no para dar por sentado que éstas muestran el acontecimiento, sino para dislocarlas en cuanto que son percepciones de otros. De Certeau se interroga, respecto a las fuentes sobre el juicio, los libelos y la palabra de las posesas, "¿Dónde termina aquí la leyenda, dónde empieza la historia? (p. 85).

El análisis del proceso del padre Grandier, sumado al teatro de las posesas, pone atención a los lenguajes que circulan en el proceso, que en tanto huellas, borran el acontecimiento mismo, permitiendo ver solamente lo que se testimonia en una palabra lanzada a un exterior que ya no puede ser controlada por el historiador. En la palabra de los cuerpos de las posesas, De Certeau elabora lo que constituye una norma, tal es el caso del atlas diabólico, esto es, las listas de las religiosas poseídas y los tipos de demonios que las habitan (pp. 101-126). En éstas, el modo de tratamiento del archivo, no es aquel que sustrae los datos como lo real y lo cuantitativo del acontecimiento mismo. Este historiador muestra cómo su configuración indica solamente la función nosológica que le adjudican y la necesidad de identificación de los demonios. En consecuencia, las listas de las poseídas no son datos, aparecen como huellas de un pasado que permite identificar los sistemas jerárquicos que dan a ver el acontecimiento. Las posesiones de Loudun, están afectadas por los archivos que dan a ver, su "tener lugar" no es otro más que aquel que los lenguajes y discursos otorgan en un espacio de dispersión. De Certeau presta más atención a la función social que estos discursos tienen que a los datos que ofrecen. Al colocarlos en su propio lugar de enunciación, muestra cómo el lenguaje que estos despliegan, el modo en que construyen su objeto, permiten dar cuenta de cómo, la posesión se da a sí misma las pruebas, inventando su propio "tener lugar".

La posesión de Loudun, por otra parte, traza el recorrido de una mirada médica que se disputa la verdad de la posesión con la teología. Muestra la dificultad de situar lo extraordinario dentro de las categorías nosológicas, de asignar un sitio a lo extraño (p. 135). Por su parte, la teología se defiende, defiende su poder eclesiástico, haciendo que la verdad se transformé en espectáculo (p. 169). De esta manera, De Certeau observa el juicio del brujo, del culpable de las posesiones de Loudun, muestra los documentos del proceso hasta su ejecución, pero es justo ahí, en lo que podría llamarse el núcleo del acontecimiento que se da a ver en los archivos, donde este historiador yuxtapone a la leyenda con la historia, una junto a la otra. "Esta muerte se le escapa a la historia. No existe la ejecución, sino en relatos posteriores. Dejan el acontecimiento mismo en blanco. La ambigüedad de las palabras y gestos de Grandier, durante esas horas, se vuelve aún más grave por ser el caso de un desaparecido, despedazado en los testimonios de otros" (p. 191). De esta manera, De Certeau produce la invención de un archivo, muestra cómo los testimonios desaparecen lo real, quedando sólo documentos que exponen la ausencia de un pasado, inventando a su vez una alteridad que se aleja en los lenguajes que la constituyen. Al final, sólo emerge, como espacio donde se despliega el archivo, la literatura posterior a la ejecución, lenguaje que mitifica el caso de las posesas de Loudun.

En consecuencia, Michel de Certeau concluye declarando cómo la posesión no admite ninguna verdadera explicación histórica, el historiador no puede creer que logre eliminar la extrañeza, asignándole algún sitio en la inteligibilidad de un presente (p. 251). Al terminar de leer este libro, uno no puede más que asumir junto con este historiador, que aunque se le exija probar que esta alteridad amenazante es una leyenda, o bien, una realidad eliminada en la inteligibilidad asignada por un presente, sólo podemos acceder a la extrañeza de la historia a "los reflejos activados por sus alteraciones, y la cuestión que se plantea a partir del momento en que surgen, diferentes a los maleficios de antaño pero tan inquietantes como ellos, las nuevas figuras sociales de lo otro." (p. 252).

Con este libro, se pone al descubierto cómo el acontecimiento es dado a ver por un archivo que lo diluye, que enturbia sus aguas, mostrando que lo que ha tenido lugar es transformado por las operaciones técnicas y la atribución de sentido que toda operación historiográfica despliega. La invención del archivo constituye la aporía del propio "tener lugar" del acontecimiento. Aporía como impermeabilidad, como frontera infranqueable, puerta inaccesible como lo imposible. Donde no hay lugar para el paso, pero también la aporía como el medio mismo del pensamiento, un pensamiento menos impaciente por lograr la transición, la superación del atolladero o la solución precipitada que permita el paso. Una especie de aguante no pasivo de la aporía, que hace de la experiencia imposible del paso, la aporía en cuanto tal.8 En este sentido, la aporía de la invención del archivo, más que ser un obstáculo en el esfuerzo por pensar históricamente se convierte, más bien, en su condición de posibilidad. Me parece que este libro nos abre un reto en el esfuerzo de pensar históricamente a partir de la aporía de la invención del archivo.

 

Notas

1 Francois Dosse, Michel de Certeau. El caminante herido, México, Universidad Iberoamericana, 2003, pp. 237-238.         [ Links ]

2 Ibid., p. 247.

3 En esta misma colección de Archives, Michel Foucault pública en 1976 "Yo Pierre Riviére habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano...", como el resultado de un trabajo colectivo. A diferencia del trabajo de Michel de Certeau, cuya relación con el archivo se establece a partir de mostrar cómo interviene el historiador en la interpretación de las fuentes, en ese juego de ecos entre historiador y archivos; Foucault, por su parte, busca mostrar el expediente del archivo sobre el caso Riviére y no interpretarlo, con el objetivo de establecer una distancia entre los distintos documentos del expediente sobre el caso Riviere y el historiador, para hacer resaltar la estructuración de las relaciones de poder en juego. Uno trata de dejarse ver como historiador en el archivo y el otro trata desaparecer, no con el fin de la objetividad que haga emerger una verdad, sino con la finalidad de que el lector encuentre su propio camino en la interpretación. Uno y otro despliegan modos distintos de relación con el archivo, pero en ambos, lo extraño que circula bajo nuestras calles, como se verá más adelanta que dice De Certeau, es motivó de interrogación.

4 En adelante, todas las referencias al libro, objeto de esta reseña, se indicarán entre paréntesis. Esta referencia pertenece a la página 21.

5 Los problemas de la institucionalidad del archivo y las huellas del borrado, son las cuestiones que ha planteado Jacques Derrida en su libro Mal de archivo. Una impresión freudiana, Madrid, Trotta, 1996, 112 pp.         [ Links ]

6 Por ejemplo, La escritura de la historia (1993);         [ Links ] Historia y psicoanálisis (2003).         [ Links ]

7 Jacques Derrida y Bernard Stiegler, Ecografías de la televisión. Entrevistas filmadas, Buenos Aires, Eudeba, 1998, p. 51.         [ Links ] En éste libro puede profundizar se sobré la noción de huella en relación al acontecimiento.

8 Jacques Derrida, Aporías. Morir -Esperarse (en) los "límites de la verdad", Barcelona, Paidós, 1998, pp. 44-45.         [ Links ]

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