Expediente

Preliminares

Alfonso Mendiola

El primer número de Historia y Grafía estuvo dedicado al pensamiento de Michel de Certeau. Estamos hablando de 1993. En ese momento, al reflexionar sobre la obra de este jesuita, queríamos delimitar el territorio de la política editorial de nuestra revista. El centrar el expediente en él tenía como objetivo abrir un espacio de publicación periódica que se planteara en qué consiste el oficio de historiador. La razón por la cual pensábamos que valía la pena meterse en esta aventura era, fundamentalmente, crear un espacio que buscara contestar qué es lo que hacemos cuando hacemos historia. Sosteníamos esto: lo que hace que un saber sea científico es la conciencia que el científico tiene sobre los procedimientos que sigue. Es científico aquello que se reconoce como producto de un lugar social, de ciertos procedimientos de validación y de un estilo de escritura. Por esa ilusión decidimos que la publicación se llamara Historia y Grafía.

Hace veinte años Michel de Certeau era casi totalmente desconocido en el ámbito hispanoamericano. Ahora, en 2013, tenemos acceso, en nuestra lengua, a los libros fundamentales de su pensamiento. Además contamos con su biografía, El caminante herido, escrita por Francois Dosse. Este conjunto de obras son el resultado de un trabajo de dos décadas de nuestro Departamento. Debemos reconocer que este esfuerzo hubiera sido imposible sin la generosidad de Luce Giard. Por último, destacamos que, gracias al impulso de Perla Chinchilla, hoy existe una Cátedra Michel de Certeau que se lleva a cabo con frecuencia anual. En pocas palabras, nuestro esfuerzo logró resultados.

En este número de Historia y Grafía participan tres autores que escribieron en el primero junto con dos jóvenes que han abierto caminos nuevos en la comprensión de la obra de Michel de Certeau. Lo importante es destacar que las nuevas generaciones son las que resaltan el valor de los trabajos de De Certeau para realizar, de manera más consciente, el oficio de historiador. Hoy sabemos que éste también existe inmerso en la historia, es decir, que su saber es histórico.

El expediente se compone de cinco artículos, que giran en torno a una cuestión: ¿cómo se articula la identidad entre territorio y frontera? Michel siempre se caracterizó como un viajero que atravesaba fronteras, tanto institucionales como disciplinares. El expediente se inicia con "Michel de Certeau: explorador de ausencias, pertenencias, límites identitarios y deudas", donde Fernando González, trata la forma como el propio De Certeau vivió su identidad atravesando y articulado instituciones, y se cierra con un texto sobre su noción de heterología: "Michel de Certeau: las ciencias heterológicas como teoría de la creencia", de Alfonso Mendiola. El segundo texto en la secuencia del expediente, "Entre la rapsodia y el recueil. Aproximaciones teóricas sobre las prácticas de reempleo textual en Michel de Certeau", de Andrés G. Freijomil, nos muestra la crítica que nuestro jesuita hizo contra el mito del libro como unidad. Después de esa crítica, Guillermo Zermeño revisa en "La ortodoxia historiográfica puesta a prueba: Michel de Certeau" el único escrito que el jesuita hizo como un libro en sentido estricto: La posesión de Loudun. El expediente continúa con "Michel de Certeau: la historia o la teatralización de la identidad", de Diana Napoli, un ensayo sobre la identidad múltiple. Para Michel, toda identidad está compuesta por dos y no por uno. Este ensayo trabaja minuciosamente la recepción que De Certeau hace del psicoanálisis.

Dos décadas, varios números de la revista y un retorno a la obra de Michel de Certeau. Podemos concluir afirmando que hoy se conoce mejor el trabajo de este jesuita viajero. Esperemos que la investigación emprendida por los historiadores cada vez sea más consciente de lo que el historiador hace cuando hace historia.