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Historia y grafía

versão impressa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.39 México Jul./Dez. 2012

 

Reseñas

 

De la historia de la ciencia a la historia cultural

 

From the History of Science to Cultural History

 

Karina Aranda Escalante

 

Biagioli, Mario. Galileo cortesano: La práctica de la ciencia en la cultura del absolutismo, traducción de María Victoria Rodil, Buenos Aires, Katz Editores, 2008, 485 pp.

 

Universidad Iberoamericana.

 

El juicio a Galileo es uno de los acontecimientos más estudiados por la historia de la ciencia, ya que retrata de manera muy particular las dificultades que tuvo la ciencia moderna para abrirse un espacio en el mundo del antiguo régimen. Retomando las circunstancias en las que se produjo el juicio, en febrero de 1632 se imprimió, con la total aprobación de la iglesia, el Diálogo entre los dos máximos sistemas del mundo; no obstante, para el verano del mismo año, el papa ordenó retirar el libro de circulación y creó una comisión especial para investigar las posibles transgresiones que pudiera haber en dicho libro. Para el otoño, el informe estaba concluido y el pontífice decidió dejar el caso en manos de la Inquisición y citó a Galileo en Roma. El juicio no se llevó a cabo sino hasta el año siguiente, cuando el científico fue considerado fuertemente sospechoso de herejía, es decir, fue acusado de haber creído y sostenido la doctrina falsa y opuesta a las sagradas y divinas escrituras, en particular en cuanto que el Sol es el centro del mundo; finalmente fue condenado a "reclusión perpetua y la obligación de rezar los salmos penitenciales una vez por semana durante tres años" (pp. 405-406).

En el libro que reseño, el historiador Mario Biagioli propone una reinterpretación del juicio de Galileo. Se trata de un nuevo acercamiento que problematiza la separación entre conocimiento y sociedad, la cual está en la base de la interpretación tradicional del juicio que corresponde a un paradigma lineal y progresivo de la ciencia. Además presenta, en una lectura particular de Thomas Kuhn, un segundo paradigma historiográfico que permitiría encontrar en el aspecto social de la ciencia la razón del cambio científico. De este modo sería posible ver que el conflicto articulado en el juicio de Galileo no sólo representa el choque entre la teología tomista y la cosmología moderna, sino también el enfrentamiento entre las dinámicas y tensiones que caracterizan a la sociedad y la cultura de la corte barroca.

El diálogo que entabla Biagioli con Thomas Kuhn consiste en señalar que la teoría de la inconmensurabilidad, que permitiría explicar la diferencia entre paradigmas, por sí misma no da cuenta de las condiciones sociales que funcionan como motor del cambio científico. Frente a esta dificultad, la aportación de Biagioli a la historia de la ciencia es contextualizar el surgimiento de la ciencia moderna partiendo de la sociedad de corte.

Me propongo sugerir en esta reseña, como una vía de aproximación al texto, que dicha reinterpretación permite articular dos paradojas de donde resultan dos niveles de lectura, o bien de complejidad, en la estructura del argumento del libro. La primera de ellas toca lo relativo al papel fundamental que tuvo el puesto de Galileo como matemático y filósofo de la corte para su producción científica; de esta forma sería posible ver que los procesos que posibilitaron y estructuraron la "carrera científica" de Galileo son los mismos que condujeron y orientaron la dinámica del juicio. La segunda paradoja que podríamos observar sería el papel que tuvo la cultura de la corte en el surgimiento de un nuevo paradigma científico, a saber, lo que más tarde habrá de constituirse como "ciencia moderna"; en otras palabras, que las dinámicas de legitimación de la corte son las mismas que generaron las condiciones de su destrucción.

Apoyándose en un prodigioso estudio sobre los distintos elementos constitutivos de las dinámicas de la corte —tales como los códigos cortesanos presentes en los modales, en los modelos disciplinarios y en las formas discursivas—, Biagioli demuestra que la corte, lejos de ser una estructura social externa a la construcción del conocimiento, es el espacio de su legitimación epistemológica y social.

Si bien el interés del historiador italiano no se encauza sólo a elaborar una biografía de Galileo, sí lleva a cabo un seguimiento cronológico entre su actividad como científico y los procesos de legitimación de sus descubrimientos a través de las dinámicas cortesanas. Algo que resulta interesante en la lectura de Galileo cortesano es que el seguimiento cronológico también se articula en un sentido geográfico; de este modo se estructuran los seis capítulos del libro en dos partes. La primera se enfoca en el recorrido que lleva a Galileo de la universidad a la corte florentina, pasando por las diferentes relaciones de mecenazgo, hasta volverse beneficiario de Cosme II, gran duque de Toscana. En la segunda parte, el relato se traslada a la corte romana, y abarca el inicio de la relación de mecenazgo con el papa Urbano VIII, hasta el momento del juicio que siguió a la publicación del Diálogo entre los dos máximos sistemas del mundo.

El primer capítulo del libro ofrece un análisis sistemático del mecenazgo, concepto a través del cual es posible entender la estructura social de la "ciencia" de la modernidad temprana, en la medida en que revela la existencia de una relación entre el reconocimiento de la posición social y la validación epistemológica de las producciones científicas en el contexto de la corte barroca.1 El mecenazgo no podría reducirse únicamente a una relación económica; más bien, funciona como una institución sin muros, tal como más tarde serán las comunidades científicas. Para estudiar este fenómeno, Biagioli recurre a lo que él denomina "antropología epistolar", que conforma la base documental de su estudio y permite rastrear las formas de interacción de la cultura de la corte, específicamente aquellas enmarcadas por las redes de mecenazgo. Por medio de ella analiza la correspondencia entre Galileo y sus mecenas desde el año 1589 hasta 1613. Así, por ejemplo, investiga el ascenso de Galileo en el mundo de la corte en función de los títulos que recibió en sus cartas.2 Un segundo ejemplo que funciona como indicador de la interacción cortesana son las formas discursivas adoptadas en el protocolo de la redacción epistolar, tales como el ceremonie.3

En el segundo capítulo, Biagioli intenta mostrar que el éxito de Galileo en la corte no se debe tanto al valor científico o tecnológico de sus descubrimientos astronómicos, sino a la forma en la que los presentó, empleando los mismos códigos de la corte. Ahí, los descubrimientos desempeñaban el papel de espectáculos, por medio de los cuales se activaba un proceso de legitimación en donde saber y poder se legitiman mutuamente. En ese capítulo, el autor toma un caso que le permite ilustrar dicho proceso. Al dedicarle a Cosme II en su Siderius nuncius el descubrimiento de cuatro nuevos planetas, y llamarlos "astros mediceos" en honor a los Medici, Galileo construyó un sistema astronómico de legitimación del poder político de la familia. Como el historiador nos lo muestra, la corte era "el espacio en el que se producían las representaciones del poder dinástico" (p. 178).

El tercer capítulo expone ampliamente el caso de la disputa en torno al problema de la flotabilidad que tuvo Galileo en 1611 en casa de Salvati con dos aristotélicos, Vicencio de Grazia y Giorgio Coresio. Las páginas se abocan a la estructura del debate en la corte, para señalar el tipo de "conocimiento científico" que se producía ahí. El autor advierte que, a diferencia de la forma de producción del conocimiento de aquello consolidado como ciencia moderna, lo fundamental no era ganar el debate sino lograr que el "público" fuera capaz de apreciar la habilidad de los participantes; esto es, la capacidad de encontrar respuestas ingeniosas a las preguntas que los príncipes proponían para su entretenimiento. Biagioli reconstruye los protocolos de los debates de la corte y los cataloga como espectáculos peligrosos que podían, o bien hacer progresar o bien arruinar las carreras de los participantes.

En el capítulo cuarto nuestro autor muestra la manera en que el copernicanismo fue cobrando mayor peso en la carrera de Galileo. En este contexto, el título de filósofo se convertiría en un recurso primordial para establecer una relación de igualdad con los filósofos aristotélicos e introducir el copernicanismo como un recurso cortesano más, por medio del cual Galileo aparece como un productor de novedades polémicas y se distingue de los "aburridos esclavos filosóficos de Aristóteles". Como se lee en el último capítulo, la enemistad de Galileo con los filósofos aristotélicos definiría de manera muy particular la dinámica del juicio.

Por otra parte, Biagioli deriva de los diversos enfrentamientos entre Galileo y los aristotélicos lo que posiblemente sea la tesis más audaz del libro, por lo menos en cuanto a la historia de la ciencia se refiere: "la inconmensurabilidad no constituye un mero problema de comunicación lingüística, sino que, muy por el contrario, cumple una función importante en el proceso de cambio científico" (p. 262). La ruptura en la comunicación entre Galileo y sus oponentes aristotélicos tiene una función productiva en el proceso de especialización conceptual de aquello que habrá de constituirse como un nuevo paradigma: la ciencia moderna. En efecto, la gran innovación de Biagioli en este sentido puede verse en el modo en que el historiador contextualiza diacrónicamente el tema de la inconmensurabilidad de los paradigmas siguiendo el concepto de la "autoconstrucción" de una identidad socioprofesional nueva. Sostiene que casos históricos de cambio científico, como la "carrera científica" de Galileo, permiten afirmar que la ruptura en la comunicación ocurre en circunstancias específicas donde se traspasan los límites de las profesiones y se transgrede el sistema imperante de jerarquías socioprofesionales. Para sostener su argumento, Biagioli ofrece un análisis de las estrategias retóricas a las que recurren los cortesanos en situaciones en las que se produce una ruptura en la comunicación debido a las diferencias disciplinarias.

El centro del relato se desplaza a Roma en el capítulo quinto. El autor destaca las estrategias cortesanas que aparecen en el texto galileano de El ensayador para reconstruir la disputa entre Galileo y Orazio Grassi a propósito del debate sobre los planetas. Se observa que, gracias al carácter marcadamente hipotético del libro, Galileo consiguió adaptarse exitosamente al discurso de la corte. Éste no pretendía estar probando ninguna verdad sobre los cometas, ni en general sobre la astronomía copernicana, y ello contribuyó a que recibiera gran reconocimiento y legitimación por parte del papa, así como de las comunidades cortesana y académica de Roma. Sin embargo, no ocurrió lo mismo tras la publicación del Diálogo de los dos máximos sistemas del mundo, en donde el sentido hipotético del libro es interpretado de manera diferente. Para explicar esta situación, Biagioli problematiza cómo puede ser interpretada una hipótesis en un contexto ajeno a la consolidación de la ciencia moderna. Siguiendo este hilo, el historiador nos ofrecerá una posible aproximación al problema que Galileo enfrentaría más tarde en su juicio: "el Diálogo, con la ambigüedad inherente que lo caracteriza: su interpretación está destinada a ser contextual. Como se verá a continuación, la dinámica particular de la corte romana determina ese contexto de un modo que Galileo no ha previsto" (p. 383).

El último capítulo profundiza en el juicio a Galileo, y lo particularmente interesante es que lo explica a partir de una de las prácticas más peculiares de la corte barroca: la caída del favorito. Dicha práctica es descrita aquí como un proceso necesario de "rejuvenecimiento periódico" de la corte, una especie de sacrificio ritual del que se sirve el soberano para fortalecer la imagen de su poder. Con este tratamiento se alcanza a ver que el conflicto que desencadena el juicio no es sólo un problema derivado de la diferencia entre las teorías de Galileo y el viejo paradigma teológico; tiene que ver sobre todo con dinámicas propias de la corte en las que el mismo Galileo estuvo inmerso.

Los límites de este trabajo son explicitados por el mismo autor. Biagioli no pretende en su análisis dar cuenta de toda la carrera de Galileo ni de todos sus textos; la vida profesional del científico comienza mucho antes de llegar a la corte, ya que no ingresa en ella hasta 1610, a la edad de 46 años. Las relaciones enmarcadas por las redes de mecenazgo, que Biagioli reconstruye por medio de sus cartas, no abarcan la totalidad del trabajo científico de Galileo. Por otra parte, el autor tampoco pretende dar cuenta de la revolución científica en toda su generalidad ni afirma que ésta pueda reducirse a las estrategias de legitimación expuestas en el libro; más bien, él mismo define su trabajo como un intento de "sondear los límites de su aplicabilidad e identificar futuras áreas de investigación" (p. 17). Es en este punto donde Mario Biagioli ha sido más criticado por otros historiadores de la ciencia que rechazan su tratamiento del problema por considerarlo demasiado social. Paradójicamente, en este aspecto reside la mayor virtud de su trabajo, y por la cual no sólo historiadores de la ciencia, sino también estudiosos del mundo de la corte, pueden encontrar en esas páginas un brillante acercamiento al tema.

 

Notas

1 . Su propuesta de estudio y análisis de la ciencia premoderna permite ver la clara influencia de algunos autores. Al mismo tiempo que aplica el concepto de mecenazgo para entender la relación entre poder y conocimiento, siguiendo a Michael Foucault, integra a su vez los estudios de la sociedad cortesana de Norbert Elias y Louis Marin.

2. "En las cartas escritas entre 1580 y 1600 se lo designa Molto Magnifico, título éste que corresponde a un civil con rango inferior al del caballero, mientras que en las cartas correspondientes al decenio de 1600 se le aplica el título de Illustre, que corresponde a un gentilhombre, y luego el de Molto Illustre, que corresponde a un gentilhombre distinguido o a un caballero. Después de su nombramiento como matemático y filósofo del gran duque, en 1610, el título con el que se lo designa es Molto Illustre et Molto Eccellente" (p. 34).

3. Esta práctica común en la redacción epistolar de la corte consistía en rechazar amistosamente los halagos del beneficiario para hacerle saber que se le había aceptado como beneficiario íntimo. De este modo permitía que ambas partes pudieran evaluar el interés de continuar dicha relación de mecenazgo (p. 46).

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