SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue35The habitus of the landownerGuadalupe: The Baroque Culture and an Identity Form author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Historia y grafía

Print version ISSN 1405-0927

Hist. graf  n.35 México Jul./Dec. 2010

 

Expediente

 

Judeo-mexicanos: gestación de una identidad*

 

The Mexican-Jewish: a new identity

 

Shulamit Goldsmit Brindis

 

UIA-Departamento de Historia

 

Resumen

Durante sus primeros cien años en la nación mexicana, los judíos han mantenido una estructura comunitaria que preserva su identidad ancestral y, a la vez, integra numerosos elementos de la cultura mexicana. La dimensión religiosa, otrora central en la identidad judía, comparte en la actualidad su importancia con cultura, nacionalismo e ideología.

Este trabajo estudia las estructuras de la comunidad judía desde el arribo de los primeros inmigrantes en los inicios del siglo XX hasta la actualidad, y la gestación de una nueva identidad, la judeo-mexicana.

Palabras clave: Identidad(es), migración, comunidad, tradición, modernidad.

 

Abstract

During it's frst 100 years in the Mexican Nation, the Jews have mantained a communitary structure that has preserved it's ancestral identity and at the same time has integrated many elements of the Mexican culture. Te religious dimension, in the past central in Judaism and Jewish identity, shares nowadays it's importance with culture, nationalism and ideology.

This paper studies the structure of the Mexican-Jewish community since the arrival of the frst inmigrants in the early 20th century untill today, and the development of a new identity, that of the Mexican-Jew.

Key words: Identity(ies), migration, community, tradition, modernity.

 

INTRODUCCIÓN

El estudio de procesos multiculturales y pluriétnicos se encuentra actualmente en el centro de las ciencias sociales. Estos procesos, sin embargo, no son nuevos ni privativos de un tiempo ni de un espacio específico; se han dado a través de los siglos y en todo el orbe. Cada periodo histórico puede presentar condiciones diferentes, en ocasiones negativas, que impiden u obstaculizan la fusión de culturas, o bien positivas, que las permiten y las estimulan con el consecuente crecimiento y enriquecimiento cultural de la sociedad.

La realidad que se vive en el siglo XXI se confronta con un proceso globalizador que pretende la homogenización de hábitos vitales, patrones de conducta, de consumo, así como la alteración de valores. Esta tendencia, de alcances universales, encuentra una respuesta en la preocupación de grupos, principalmente minoritarios, por cuestionar los procesos y dimensiones de la acción social a través de los cuales repensar su propia identidad, sea ésta religiosa, étnica o nacional, reconocerla, reconstituirla, mantenerla y reforzarla en aras de conservar y rearticular sus características particulares, reales o simbólicas.1

En este siglo parece ya improbable encontrar un eje único a través del cual armar una historia; describir a la sociedad como un todo es ya una tarea compleja, por lo que las búsquedas historiográficas se han diversificado. En esta multiplicidad resulta interesante la propuesta de tomar como punto de partida las identidades,2 y abrir la posibilidad de nuevos objetos de estudio, uno de los cuales se refleja en el interés del Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana al recrear la historia de México a través de la identidad de los diversos grupos que han configurado al país en los siglos recientes y han participado en su proceso modernizador.

La historia de las identidades requiere el apoyo de diversas disciplinas, entre ellas la historia, la ciencia socio-política, la geografía y la psicología, las cuales buscan responder a diversas interrogantes desde sus propias perspectivas. ¿Cómo se define y cómo se construye una identidad? ¿Se configura con base en una imagen, en una representación real, mítica o simbólica? ¿Cómo se ve y se describe a sí misma? ¿Cómo es percibida por el entorno que la circunda?

El concepto de identidad camina de la mano con un sentido de pertenencia por medio de procesos de singularización o de diferenciación, temporal y/o espacial, y se configura como la capacidad de diferenciar y diferenciarse frente al otro. Puede ser entendida como una construcción social donde operan diversos grados de aproximación o distanciamiento entre el yo y el otro, entre el ellos y el nosotros, ya sea que se expresen en armonía o en conflicto. Identidad es el lazo religioso, étnico o cultural que se tiene en común con un determinado grupo, hacia el cual se siente una pertenencia, una vinculación y una comunión en el tiempo y en el espacio.

La identidad, por lo tanto, se concibe como la capacidad de reconocer lo que hace iguales a individuos o colectividades y, por otra parte, lo que los hace distintos y los separa; en otras palabras, lo que implica el testimonio de las diferencias.

Comprender la cultura de un pueblo supone captar su carácter general sin reducir su particularidad. Las identidades de grupo, colectivas, se construyen a partir de un sustrato cultural consensuado, de un contexto dentro del cual pueden describirse fenómenos de manera inteligible; el carácter público de la cultura radica en su significación, es decir, las acciones se realizan justamente porque se sabe lo que significan en un contexto determinado.

Junger Habermas ubica históricamente los procesos identitarios a partir de la Revolución francesa:

[...] paulatinamente el Estado nacional constituyó la infraestructura para una administración disciplinada en términos de derecho y tomó a su cargo garantizar un espacio de acción individual y colectiva, exento de Estado y ajeno al Estado3

A partir de ese proceso revolucionario —dice el autor—, los individuos viven una diferenciación de acuerdo a la zona territorial y administrativa a la que pertenecen; se crean bases para una homogeneidad cultural y étnica sobre las cuales se pudo poner en marcha la democratización del Estado, implementando la represión de las expresiones de las minorías nacionales.4

Fue entonces cuando, frente a la marginación, represión y/o expulsión, las minorías étnicas y religiosas empezaron a jugar un papel importante por ser y mantenerse diferentes y, desde esa realidad, enfrentaron diversos panoramas de acuerdo a su contexto.

Los conceptos teóricos de esta temática específica proveen un soporte a esas mismas preguntas ¿quiénes somos? frente a ¿quiénes son?

El primer cuestionamiento, la autoidentificación ¿quién soy?, encuentra respuesta en la noción de Reinhart Kosselek5 sobre la fusión de tradiciones, valores religiosos, éticos e históricos con la asimilación paulatina de múltiples elementos de la nueva cultura, como son el lenguaje, los usos y costumbres, la gastronomía, la música y la propia idiosincracia local.

 

OBJETIVO DEL ESTUDIO

El presente trabajo se aboca a estudiar la configuración identitaria de la comunidad judía en su integración a la nación mexicana, desde su llegada en el siglo pasado hasta la actualidad, así como a ubicar su participación en el proceso modernizador del país.

El objetivo da paso a numerosas interrogantes y a diversas posibilidades de estudio: ¿Cómo y cuándo se configuró una comunidad judía en México? ¿Cuáles fueron sus características en los primeros años? ¿Qué cambios ha experimentado a través de las subsecuentes generaciones? ¿Es un ente monolítico o lo configuran diversos sectores? En este segundo caso ¿cuántos, cuáles y de qué naturaleza son? ¿Varía el grado de pertenencia identitaria en los diversos sectores de la comunidad? Y finalmente, ¿existe una identidad judeo-mexicana?

Una amplia bibliografía que vio la luz a lo largo del siglo pasado sirve de base para esta investigación; además, con el objeto de mostrar un panorama actualizado sobre el tema de la identidad judía en México, ésta se centra con mayor énfasis en investigaciones académicas llevadas a cabo durante los últimos tres lustros, así como en una decena de testimonios orales.

El trabajo se lleva a cabo en tres fases; una introductoria, que provee un marco teórico al proceso; una narrativa, que sigue la trayectoria histórica de dicho proceso, y una testimonial, por medio de la cual se conocen opiniones de gestantes de la nueva identidad judeo-mexicana.

 

FRENTE LA MODERNIDAD

A fines del siglo XVIII cambió el concepto de judaísmo y de ser judío. Previamente, la religión, las tradiciones, los rituales étnicos, nacionales y la herencia histórica eran, en el mundo judío, conceptos unidos e inseparables, Con la entrada a la Modernidad y a la conformación de esferas sociales diferenciadas, la religión debió compartir su rol histórico con otros referentes, y lo previamente central pasó por un proceso de flexibilización y diversificación.6

La formación de los estados modernos en los países de Europa central y occidental buscó homogenizar a los individuos para denominarlos ciudadanos. Los grupos minoritarios buscaron insertarse en esta ciudadanización y, a la vez, mantenerse fieles a su denominación identitaria ya fuera étnica, religiosa o nacional, cuidando sus preceptos básicos y preservando su unidad a través de la conservación de sus estructuras familiares, sociales y educativas.

En contraparte, en los países del Medio Oriente y Europa Oriental, a la minoría judía, manifiestamente rechazada, se le negó el acceso a la educación generalizada y por ende a la posibilidad de integrarse a una sociedad nacional e identificarse con ella. Se reafirma ron así las grandes diferencias que las separaban y se imposibilitó cualquier sentimiento compartido de identidad nacional, religioso o cultural.7

Un proceso diferente se da cuando, individual o colectivamente, los judíos migran hacia México, nación que a principios del siglo XX —aun cuando permanecía poblacionalmente unireligiosa—, se reconocía con importantes diferencias étnicas, sociales y culturales; es decir, pluricultural. Por añadidura, México iniciaba su transformación hacia ser un Estado con ideas políticas incluyentes, con intenciones de modernizar su economía y convertir su sociedad, ancestralmente rural, a una con características urbanas.

Jurgen Habermas afirma que para que una cultura política pueda echar raíces en los principios constitucionales no necesita apoyarse en una procedencia u origen lingüístico o cultural común. En México, la nueva patria, el concepto de ciudadano no se utilizó únicamente para significar la pertenencia a la organización del estado; más bien se ajustó a una definición de inmigrante por derechos y obligaciones al adquirir la nacionalidad y la ciudadanía mexicanas. Por lo tanto, vio con buenos ojos el ingreso de extranjeros con culturas y religiones diferentes.8 Esta receptividad casi generalizada tuvo excepciones, como fue el caso de la inmigración china, que fue rechazada socialmente por considerarla excéntrica a y dañina para la población nacional.9

Esto significó, por una parte, que en México, para adquirir el carácter de ciudadano, a los inmigrantes judíos no les fue necesario pertenecer a cierto estamento, sino participar en la formación económica y social de la modernidad nacional. Por otra parte, para la ciudadanía mexicana representó la posibilidad de aceptar y asimilar la presencia de minorías étnicas y religiosas.

En otras palabras, en la Modernidad se ampliaron los roles y las alternativas del "ser mexicano"10 y del "ser judío", tanto a nivel individual como colectivo.

Una comunidad se forma y se organiza como espacio social que suministra marco y contexto a todo lo que un pueblo acumula en su devenir histórico; lo que da cohesión a esta unión es el sentimiento subjetivo de los partícipes de constituir un todo provisto de una base centrada en redes afectivas, familiares, históricas, tradicionales, religiosas o nacionales. En el caso de la práctica de la vida judía cotidiana, ésta toma forma con todo el bagaje cultural que lo ha acompañado en su deambular diaspórico.

Para los inmigrantes judíos que llegaron a la República Mexicana en los inicios del siglo XX, la Constitución Política de este país, en varios de sus artículos, les brindó espacios y posibilidades para establecerse, asentarse, transitar y trabajar a su libre albedrío; les aseguró libertad en la práctica de su fe, de su educación y en la preservación de sus tradiciones y costumbres.11 En México, esta colectividad no encontró restricciones para el establecimiento de sinagogas, escuelas, centros laborales o sociales. La comunidad creó conciencia de identidad y afinidad entre sus integrantes al congregarse en derredor de reglas determinadas y de elementos diversos como fueron los lingüísticos y religiosos, los relacionados con las costumbres y las tradiciones, la etnicidad y, de manera especial, los factores culturales. Con este propósito los inmigrantes, poco después de su llegada al país, se organizaron y se abocaron a fundar espacios comunitarios, centros organizativos, educativos, recreativos, etcétera.12

Entre éstos, destaca la creación del Comité Central Israelita, fundado en 1938, que aunque se concibió eminentemente como una asociación pro-refugiados de la guerra, en realidad respondió paralelamente a las necesidades de cohesión y de representatividad política de los diversos sectores comunitarios. A través del tiempo y de muchas vicisitudes, este comité ha buscado mantener una vida comunitaria organizada e integrada con representatividad frente al gobierno mexicano y frente a organizaciones nacionales civiles, religiosas y culturales.13

 

MIRADA SOBRE SÍ MISMA

Muy pronto, después de su llegada, los inmigrantes expresaron a través de escritos históricos, literarios y poéticos sus impresiones permeadas de nostalgia, algunas, otras de sorpresa y admiración por el nuevo paisaje que se abría ante sus ojos, aunque también hubo testimonios sobre los tropiezos que enfrentaron en su proceso de integración a una nueva sociedad.14

Sin embargo, sólo fue a partir de la década de los años 70 del siglo XX, cuando la comunidad judía de México adquirió plena conciencia de sí como ente constitutivo y formativo del país; desde esas fechas, el devenir de la comunidad ha sido estudiado académicamente desde diversos enfoques.15

 

MIRADA DESDE EL EXTERIOR

Desde una perspectiva externa la comunidad judeo-mexicana se percibe como un grupo aparte, monolítico, endogámico y excluyeme hacia el entorno que la rodea. Sin embargo, al hacer un análisis de su composición destaca su fragmentación en diversos sectores, cada uno con sus respectivas variantes identitarias. Igualmente, al hacer un seguimiento de su trayectoria histórica destaca su activa interacción en todos los aspectos de la vida nacional.

Desde sus inicios, y a través de cuatro generaciones, el proceso de integración de estos diversos sectores debe estudiarse a la luz de tres enfoques: a) los procesos identitarios internos en su propia configuración comunitaria;16 b) los vaivenes políticos, religiosos y económicos del país durante el siglo pasado;17 y c) los acontecimientos históricos mundiales.18

 

PRESENCIA JUDÍA EN MÉXICO: BREVES ANTECEDENTES HISTÓRICOS

La inmigración que arribó a México en las primeras décadas del siglo XX, conforma la base de la comunidad judeo-mexicana actual. Es necesario, sin embargo, hacer un breve recorrido por los antecedentes de la presencia judía en territorio mexicano desde varios siglos atrás.19

 

Presencia críptica en la Nueva España

Al finalizar el siglo XV y consumarse la reunificación de España bajo la Reconquista, uno de los objetivos de los reyes católicos fue homogeneizar religiosamente el reino, lo cual provocó la salida de cientos de judíos que durante siglos habían contribuido al desarrollo de la vida en la península, siguiendo las pautas ibéricas en todos los aspectos excepto el religioso. Integrados desde antes de la presencia musulmana a la política, la ciencia y el comercio hispánico, las comunidades hebreas vieron derrumbarse su vida ante el edicto de expulsión.20 Muchos se acogieron al recurso de la conversión y algunos aprovecharon la oportunidad que les procuró la aventura naval española hacia el nuevo continente. Un contingente de cristianos nuevos y de cripto-judíos engrosaron las filas de los descubridores y de los conquistadores. Los primeros pobladores judíos de estas nuevas latitudes llegaron como españoles católicos; eran, en su gran mayoría, descendientes de conversos que huían de las persecuciones religiosas y raciales propiciadas por los edictos de expulsión de España en 1492 y de las conversiones forzadas en Portugal.21

A pesar de las múltiples limitantes que emitió España para prohibir a judíos e islámicos la entrada a tierras americanas, otros factores la propiciaron. Los adelantos navales de la época, la necesidad de poblar las nuevas tierras, la corrupción de las autoridades reales fueron, entre otros, factores que permitieron que tan temprano como 1536 hubiera una comunidad criptojudía22 en la Nueva España.23

Los riesgos y dificultades para conservar el judaísmo condujeron a la conversión y al olvido, lo cual marcó el final de la presencia judía en la Nueva España. El judaísmo novohispano desapareció sin dejar huella, salvo contadas excepciones24 y puede afirmarse que no cuenta como antecedente de la comunidad judeo-mexicana de la actualidad.

 

Presencia en la nación independiente: diversos escenarios en el siglo XIX

Durante la primera parte del siglo XIX México no fue un territorio atrayente para la inmigración, debido, por una parte, a la inestabilidad derivada de los conflictos políticos y bélicos posteriores a su recién lograda independencia, y por otra, a la Constitución de 1824, que mantuvo a la religión católica como única para la naciente nación. A pesar de los intentos por promover la inmigración, pocos fueron los atractivos para consolidarla.

Un reducido número de financieros judeo-europeos vieron en el nuevo país independiente el espacio idóneo para invertir sus capitales; otros llegaron para dedicarse al comercio y se dirigieron a las ciudades del interior de la república donde sus oficios eran necesarios y la competencia era menor. Arribaron también profesionistas judeo-alemanes, docentes, cartógrafos, periodistas y practicantes de otras actividades intelectuales que se dedicaron al servicio público.

En aquel entonces, la restricción constitucional para la libertad de credo, la estrecha mentalidad provinciana en materia religiosa, así como la escasa presencia de correligionarios en sus lugares de asentamiento, obstaculizaron la formación de una vida comunitaria.25

El triunfo definitivo del partido liberal y la promulgación de las leyes de Reforma, en la segunda mitad del siglo XIX, abrieron paulatinamente las puertas a la inmigración europea. Al comenzar la década de los '60, México albergó a un activo grupo de demócratas y socialistas judeo-franceses quienes celebraron sus fiestas mayores en un templo masónico. Su auge y aceptación fue tal, que llegó a pensarse en la construcción de una sinagoga, idea que fue bien recibida por la prensa y la sociedad capitalinas.26

Nuevamente la inestabilidad provocada por la invasión francesa frenó esta moción y motivó la salida de un gran número de extranjeros. Poco después, con la llegada del emperador Maximiliano de Habsburgo a territorio mexicano en 1863, arribaron cerca de cien familias austríacas y belgas de origen hebreo.27 La faceta conservadora del rígido clero mexicano, sin embargo, propició el debilitamiento de la incipiente colonia israelita. A comienzos del primer periodo porfirista, sólo una veintena de familias judías permanecían en la capital; no dejaron huella formal de su adscripción religiosa ni realizaron esfuerzo alguno por organizarse como comunidad.28 En el último cuarto del siglo, la estabilidad que proyectó hacia el exterior la "pax porfiriana", así como la directa e insistente invitación del gobierno a los inversionistas extranjeros, atrajo a empresarios e intelectuales judíos provenientes de Francia, Austria y Alemania.29 El censo oficial de 1900 reportó 134 judíos de diversos orígenes en el país, y ese mismo año el importante diario capitalino El Imparcial los reconoce como una entidad social. La mayor parte de ellos no mostró intenciones de hacer de México su residencia, no buscó identificarse como judío ni formar una comunidad. No fue sino hasta la década siguiente, cuando una minoría proveniente de países del Medio Oriente, se abocó a organizar una incipiente estructura comunitaria.

 

LA COMUNIDAD JUDÍA ACTUAL

Diversos escenarios expulsores de índole política, religiosa y socio-económica en países meso-orientales y europeos, propiciaron una emigración masiva de jóvenes judíos hacia el Nuevo Mundo. En el 7° Congreso Sionista celebrado en julio de 1905 en Basilea, Suiza, la República Mexicana fue propuesta como una opción viable para asentamientos judíos. Por otra parte, el largo y turbulento proceso revolucionario que desangró a la nación durante las primeras décadas del siglo, mostró a los gobiernos revolucionarios la urgencia de establecer nuevas pautas políticas:

[...] que abran las fronteras a hombres que tengan un contingente de moral y cultura y que vengan de buena fe a confundir sus esfuerzos con los nuestros30

Estas circunstancias constituyeron la coyuntura idónea para estructurar las bases de una comunidad judeo-mexicana.

La edad de los inmigrantes fluctuaba entre los 17 y 26 años, y llegaron con la idea de buscar en tierras americanas un futuro que en sus países de origen no vislumbraban. Sin formación profesional, sin idioma y sin dinero, ese futuro representaba un trabajo arduo en un medio diferente y desconocido; no obstante, el entorno legal y social que les garantizaba seguridad les abrió la posibilidad de adaptación, de desarrollo, de eventual prosperidad y de construir una vida familiar, religiosa y cultural propia y libre.31

La ideología modernizadora que adoptaron los regímenes posrevolucionarios se vio reflejada en un marco legislativo que garantizó libertad y seguridad a todos sus ciudadanos. Los inmigrantes, para considerarse como tales y no como habitantes del país sin personalidad jurídica:

[...] institucionalizaron varios rubros entre ellos el religioso-congregacional, el educativo cultural, las relaciones hacia el exterior, la procuración de la absorción e integración comunitaria y la relación con la patria espiritual32

Así, el inmigrante asumió la tarea de reconstruir su identidad a partir del bagaje religioso, cultural y estructural organizativo que había traído desde su lugar de origen, construcción a la que incorporó elementos y estructuras de ambos entornos, los cuales le aseguraron supervivencia en y adaptación a la sociedad receptora, a la vez que permitió su continuidad como grupo.

El cambio espacial implicó una redefinición identitaria colectiva al crear nuevas y recrear viejas fronteras frente a la sociedad receptora. Los primeros inmigrantes judíos llegados a México se dedicaron a reproducir los patrones de vida que habían seguido en sus países de origen, mismos que databan a su vez, de siglos de permanencia en la diáspora; buscaron mantener valores ancestrales de su cultura en la que habían adoptado elementos de los países que habitaron:

[...] tanto los judíos de Europa oriental y central, como los provenientes del desmembrado imperio otomano y del mundo árabe, se apegaron en mayor o menor medida en lo religioso al rito ortodoxo, y al modelo de organización social de la kehilá, que mantuvo la cohesión comunitaria y cuidó las muchas aristas de la vida cotidiana, los valores y los preceptos morales"33

A pesar de que provenían de espacios geográficos distintos y distantes y portaban bagajes culturales diversos, todos compartían una tradición religiosa común y observaban prácticas rituales y preceptos basados en el mismo corpus sapiencial y doctrinal, aunque con enfoques interpretativos distintos, influenciados por las cosmovisiones de las sociedades originarias.34

Este proceso no fue exclusivo de la inmigración judía; otros grupos minoritarios que arribaron al país vivieron procesos semejantes de adaptación e integración, en los que jugaron un papel importante las costumbres, las leyes, la lengua, la gastronomía nacionales.35 Cada grupo fue tejiendo redes de absorción y de beneficencia para los recién llegados, tanto de carácter familiar, como social, laboral, de educación, de culto, etcétera.36

Para la totalidad de los inmigrantes judíos los parámetros religiosos fueron determinantes, por lo que en un principio buscaron formar una única entidad comunitaria. Sin embargo, fueron más fuertes las diferencias que las semejanzas entre los llegados de países europeos y los provenientes del Medio Oriente; predominaron las diferencias en costumbres, tradiciones, lenguas y rituales religiosos, de tal manera que casi desde sus inicios se constituyeron en una diversidad de sectores, marcados básicamente por su procedencia geográfica, y matizados con sus diversas particularidades culturales. Esta situación específica le ha valido el nombre de "comunidad de comunidades".37

A su llegada a territorio mexicano, los judíos provenientes del Medio Oriente configuraron dos sectores, shami y halevi, de acuerdo a sus lugares de origen, las ciudades de Damasco y Alepo, respectivamente. En 1912, junto con otros correligionarios llegados previamente, fundaron la Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinaí, de la cual emanaron diversas instancias comunitarias. De entonces a la fecha, han mantenido la práctica y ortodoxia religiosa a la usanza ancestral, alrededor de la cual se ha mantenido una sólida cohesión grupal,38 reforzada, a su vez, por sólidas redes de parentesco39 y por el hecho de compartir, en gran proporción, actividades económicas afines.

Para ambos sectores, de alto perfil ortodoxo, el individualismo no es un valor comunitario; la familia nuclear y extensa, así como los lazos comunitarios se mantienen como centro y eje estructural de sus miembros. Para quien no mantiene estos valores es difícil encontrar un espacio social reconocido; queda alejado y eventualmente fuera del marco comunitario.40

Los judíos sefaraditas41, antiguos expulsados de la península ibérica procedentes del desmembrado imperio otomano, se separaron tempranamente de la centralización inicial; en 1941 se agruparon como Comunidad Sefaradí y en 1944 fundaron una escuela propia. En algunos estudios se menciona que a través de su historia en México

Han logrado conservar tradiciones comunitarias de su lugar de origen como la gastronomía, los cantos ladinos, la historia de sus antepasados, las lineas genealógicas de sus familias y otras relacinadas con las costumbres domesticas o con los rituales propios del ciclo de vida judía del individuo con las circuncisiones, los bar-mitzvot, las bodas y las defunciones, lo que los vincula con le legado judaico [...] Las ligas con la comunidad judia en Turquia no se han perdido ya que aún quedan relaciones familiares que las refrendan.42

Sin embargo, anota el mismo estudio:

No se han distinguido por su devoción religiosa [...] ni se registran movimientos religiosos que busquen restaurar creencias y formas de vida alternativas a las imperantes en la comunidad.43

El conocimiento del ladino44 o judeo-español, lengua que conservaron desde su salida de la península ibérica, les permitió una más rápida y mayor integración a la sociedad mexicana.

Los inmigrantes pertenecientes al grupo ashkenazita45, procedentes de países de Europa Central y Oriental, fundaron la Kehilá (comunidad) Nidjei-Israel en 1922, centraron su identidad otorgando mayor énfasis a los elementos educativos y comunitarios y menor a los religiosos:

[...] buscaron asumir una posición liberal en la cual la religión pasó a ser del ámbito privado, como muestra de adaptación a los marcos legales seculares nacionales.46

A poco de llegar al país, fundaron la primera escuela a través de la cual legaban a sus descendientes una educación judía tradicionalista y laica. Desde 1924, en el Colegio Israelita de México, se cumplían, desde el kinder hasta el nivel medio superior, los programas requeridos por la Secretaria de Educación Pública, a la vez que se enseñaba historia del pueblo judío, gramática y literatura idish (en aquel entonces la lengua centralizadora de los ashkenazitas del mundo entero). Los planes escolares incluían el estudio de la Toráh dentro de un carácter estrictamente laico. Puede afirmarse que en esas aulas se concretaron las bases para la identidad judeo-mexicana de gran parte de la niñez y juventud ashkenazita.47

Muchas otras escuelas surgieron en años posteriores, todas ellas centradas en diversas ideologías y grados de religiosidad: el Colegio Hebreo Tarbut (1942), con marcada ideología sionista48; en el mismo año, la Escuela Yavne, con mayor tendencia religiosa; el Nuevo Colegio Israelita (1949/50), apegado a la ideología bundista49; los colegios Monte Sinaí (1963) y Maguen David (1978), de los respectivos sectores comunitarios; hasta llegar a las 20 escuelas en funcionamientos en el año 2008, que abarcan desde el pre-escolar hasta la preparatoria.50 Una investigación reciente reporta que el 90% de los jóvenes de la comunidad judía asiste a colegios israelitas.51

Desde una perspectiva de fenomenología social, esta identidad colectiva se presenta mutable y dinámica. A través de diferentes momentos históricos, los varios sectores de la comunidad de acuerdo a sus propias dinámicas internas, reaccionaron y respondieron de distintas maneras a los procesos políticos, económicos, sociales y religiosos por los que ha atravesado el país, así como ante los dos grandes acontecimientos que marcaron la historia judía en el siglo XX: el holocausto y la creación del nuevo Estado de Israel.

Resulta interesante, por ende, que esta comunidad de comunidades que es percibida desde fuera como un bloque homogéneo y cerrado, y que comparte una misma base religiosa y una misma historia fundacional, es en realidad un mosaico complejo con fragmentaciones internas que reflejan muy diversos grados de integración a la sociedad nacional.

 

ELEMENTOS QUE REFUERZAN LA IDENTIDAD

Religiosidad en diversos niveles

Como se menciona en párrafos anteriores, a pesar de las numerosas y variadas formas de identidad,52 los lazos religiosos actuaron en el pasado y en algunos sectores comunitarios continúan, en la actualidad, como los de mayor fuerza y profundidad.53

En un estudio sobre el perfil demográfico social y cultural de la comunidad judía de México llevado a cabo hace trece años,54 56% de los encuestados se define como tradicionalista, 22% como conservador, 7% como ortodoxo, 3% reformista y 11% como no religioso.

Como ortodoxo se entiende quien asiste diariamente a los servicios religiosos, o por lo menos lo hace todos los sábados; guarda rigurosamente,dentro y fuera del hogar las reglas higiénicas de kashrut,55 que prohiben la ingesta de todo producto proveniente del cerdo, así como vísceras, mariscos, mezclar carne con lácteos, entre otras demandas. Conservador es aquél que asiste a la sinagoga en las fiestas mayores56 y ocasionalmente en sábado, celebra la festividad del Pesaje57 y otras consideradas "menores", y cuida los preceptos alimenticios. El tradicionalista, en mayor o menor medida, participa de las características anteriores, no necesariamente consume alimentos kosher, y puede o no participar en festividades no judías, como las posadas navideñas y la celebración del año nuevo secular.

En todas estas denominaciones, sin embargo, se observa el precepto de circuncidar a los hijos varones,58 ser llamados a la Toráh al cumplir los 13 años,59 y contraer matrimonio bajo el rito judaico.

Una década más tarde, en el estudio efectuado por Roitman,60 fue necesario cambiar los parámetros, dado que dentro de la comunidad judeo-mexicana,61 durante ese lapso, hubo un importante crecimiento en el número de los que manifiestan una religiosidad ultra-ortodoxa. En épocas anteriores, esta inclinación se manifestaba en personas y grupos de avanzada edad, atribuyéndose esta inclinación al temor que inspira el final de la vida terrenal. En la actualidad esta tendencia se da sobre todo en personas jóvenes, quienes, aunque no pertenezcan a familias observantes, toman la decisión de retornar a las prácticas religiosas,62 y observar los estrictos preceptos establecidos por las autoridades rabínicas.

 

La lengua

En su trayecto diaspórico, los judíos mantuvieron una absoluta fidelidad al hebreo, considerándolo, sin embargo, apto únicamente para rezos y rituales religiosos. Adoptaron el habla de los diversos países en los que habitaron y la adaptaron a su vida cotidiana. Con el tiempo las hicieron propias.

El fenómeno lingüístico de la comunidad repite la gama múltiple de su mosaico ancestral. A su llegada a la nación mexicana, los judíos nacidos en países meso-orientales mantuvieron el árabe como su lengua; los sefardíes, el ladino o judeo-español, y los provenientes de Europa central y oriental mantuvieron su vida familiar y cultural a través del idish, el alemán medieval que los había acompañado durante un milenio. Estas lenguas actuaron como elemento fusionador e identitario.

Como se mencionó anteriormente, a los sefardíes, hablantes del ladino, éste les permitió una integración más rápida, pero, a la vez, la semejanza entre ambos idiomas propició su rezago y eventual olvido. Motivos diferentes, pero con consecuencias semejantes, han hecho obsoleto, entre sus antiguos hablantes, el uso del árabe. Por otra parte, poseedor de un vasto acervo literario, poético y filosófico, el idish permaneció, con el apoyo de los colegios israelitas, como un elemento cohesionador de la primera y segunda generación de judíos mexicanos; sin embargo, a pesar de grandes esfuerzos, ha perdido su primacía en la vida cotidiana y su vigencia como elemento de identidad de los judeo-mexicanos.

En la actualidad, el español y, en menor medida, el hebreo, han tomado el lugar de aquellas diversas lenguas que trajeron consigo los inmigrantes.

 

El holocausto como referente de identidad

El genocidio cometido por el régimen nazi contra la población judeo-europea opera como referente en la conciencia social e histórica del pueblo judío; ha quedado grabado en su memoria colectiva y actúa como un identificador comunitario.63

La memoria de esta barbarie remite al pasado pero, a la vez, confronta a las nuevas generaciones con su propia vulnerabilidad, por lo que las escuelas israelitas enfatizan el estudio de este acontecimiento histórico dentro de su curricula. La comunidad judía de México conmemora anualmente el día del holocausto; tanto la población joven como la adulta participa en Marchas de la Vida, viajes a los campos de concentración y de extermino ubicados en países de Europa Oriental, mayoritariamente en Polonia.

Por diversas razones geográficas e históricas no todos los sectores de la comunidad vieron diezmadas sus familias; no obstante y a pesar del distanciamiento cronológico, el holocausto queda en la memoria colectiva como una muestra de pertenencia al pueblo de Israel.

 

Vínculo con la tierra ancestral

El nacimiento del moderno estado de Israel a fines de los años cuarenta del siglo pasado, y la ideología que durante décadas previas lo gestó, actuaron como factor de cohesión de la comunidad judía de México, que abrazó el sionismo con diversos grados de intensidad;64 sus miembros efectuaron grandes esfuerzos para la concreción de la nueva entidad política, lo cual generó un sentimiento de solidaridad y un sentido de pertenencia que continúa hasta la actualidad:

[...] el sionismo penetró dentro del imaginario colectivo actuando como factor de identidad grupal y solidaridad ante una empresa común y como eje articulador de la vida judía organizada65

Para las jóvenes generaciones, la creación del Estado de Israel posibilitó una identificación secular con el judaísmo basada en un sentimiento nacionalista, y no única y exclusivamente en parámetros religiosos y tradicionales. Sin embargo, aunque el 83% de los judíos mexicanos ha visitado la tierra de sus antepasados66, pocos han emprendido un proceso emigratorio significativo: "de 1948 a 2005 han emigrado a Israel 4,000 personas, de los cuales el 50% aproximadamente ha regresado a México".67

La relación afectiva que una parte importante de la comunidad judeo-mexicana muestra hacia el Estado de Israel, una virtual patria espiritual, desdibuja los límites entre pertenencia cultural y filiación nacionalista, y es percibida externamente como una doble fidelidad. Curiosamente, esta percepción negativa no se presenta frente el apego a la tierra ancestral de otras comunidades de inmigrantes, por ejemplo descendientes de Líbano o de ibéricos hacia España, la madre patria.

Durante los recientes conflictos en el Medio Oriente, los ataques mediáticos, tanto anti-israelíes como anti-judíos, han propiciado una exacerbada empatía de la comunidad judeo-mexicana hacia el Estado de Israel.

 

A TRAVÉS DEL TIEMPO

Como toda identidad colectiva, la judía se trasmite y se adquiere mediante el proceso de socialización, de ubicación familiar y comunitaria; en éste la religión, la educación y la cultural revisten un carácter central. La identidad individual así como la solidaridad grupal se refuerzan en mayor medida mientras mas necesidades básicas sean cubiertas por las fuerzas comunitarias.

A los inmigrantes, el suelo mexicano les brindó aceptación, libertad y seguridad; tanto en el ámbito privado (el hogar), como en el público (la escuela), se privilegiaron las celebraciones religiosas y tradiciones judaicas al lado de costumbres y tradiciones nacionales:

En el mes de mayo se festeja el advenimiento del Estado de Israel y el 15 de septiembre, la independencia de México; Rosh Hashaná (inicio del nuevo año judío) se recibe en la sinagoga y al interior de la familia, y el 31 de diciembre se celebra el año nuevo secular con amigos, en reuniones sociales.68

Los inmigrantes y sus descendientes integraron paulatinamente la música mexicana a su cultura lúdica, y a su gastronomía elementos nativos como la tortilla, el chile y el mole;69 los domingos emulaban a sus nuevos connacionales paseando en Chapultepec, Xochimilco, los parques España y México; cada familia retrataba a sus pequeños vestidos con trajes de charro o de china poblana. Se cantaba la música del país de origen, y a la vez comenzó el apego al mariachi, a los boleros y a la música tropical.

Con gran dificultad y sin perder su acento extranjero, aprendieron y se dieron a entender en español con vecinos, caseros, clientes y proveedores; hablaban con sus hijos en su lengua materna, pero recibían respuesta en el idioma de la nueva patria:

Las primeras generaciones nacidas en México, para integrarse a un país multicultural y multiclasista, asumieron algunas de las características que homologan a la mayor parte de su población y se adaptaron rápida y exitosamente en varios aspectos... los que llegaron muy pequeños abandonaron su lengua natal como medio de comunicación cotidiana y pasaron al español. Hablaban el español con sus vecinos y condiscípulos, pero también con sus hermanos.70

Para los primeros inmigrantes del sector ashkenazita, la naciente prensa en idish71 fue el único medio de entretenimiento e ilustración, así como la fuente principal para mantenerse informado e interpretar los acontecimientos nacionales así como la vida judía en el nuevo país.72

Conforme avanzó su conocimiento del idioma español los inmigrantes incorporaron la lectura de la prensa nacional; se leía El Excélsior y El Universal.73 Con el tiempo, y al mejorar su situación económica, los inmigrantes buscaron para sus hijos una escolaridad bicultural, y posteriormente la interacción universitaria, lo que propició un mayor acercamiento y pertenencia a la sociedad y a la cultura del país.

Por otra parte, en aquellas primeras etapas de su integración a México, frente a una sociedad que profesaba una fe distinta, formada por un mestizaje étnico desconocido y distante, la colectividad judía no enfrentó riesgos graves de asimilación; no estimuló y en muchas ocasiones rechazó abiertamente la conformación de matrimonios con parejas de religión distinta a la propia. Entre los inmigrantes, así como en la primera generación nacida en México, fueron escasos estos enlaces. Desde sus inicios, a través de todo el siglo pasado y hasta la actualidad, se procura reunir a la juventud en sedes y actividades sociales, culturales y deportivas intracomunitarias, lo cual hizo factible que entre los inmigrantes, así como en las primeras generaciones nacidas en territorio mexicano, fuera escasos los matrimonios biculturales. Conforme avanzó la interacción en los espacios estudiantiles y laborales, este fenómeno se ha incrementado, aunque en niveles mínimos, mas aún si se compara con el de otros países como Argentina74 y Estados Unidos.75 Puede afirmarse que en la comunidad judeo-mexicana el fenómeno de la asimilación y el de la conversión no han sido frecuentes.

Durante las ocho décadas del siglo pasado transcurridas entre la llegada de los primeros inmigrantes y las generaciones nacidas ya en territorio mexicano, los miembros de los diversos sectores de la comunidad judía transitan en un amplio espectro que va "desde el secularismo mas desacralizado hasta el fundamentalismo mas cerrado".76

 

RECAPITULACIÓN, ANÁLISIS Y POSIBLES CONCLUSIONES

La presencia judía en México se remonta a la época de la Conquista. Sin embargo, queda claro que no fue sino hasta los inicios del siglo XX, en sus primeras décadas, cuando se construyen los cimientos de la comunidad judeo-mexicana actual.

Con el objetivo de ratificar o rectificar la hipótesis inicial sobre la gestación de una identidad judeo mexicana, el trabajo buscó responder a las diversas preguntas planteadas:

A un siglo de su llegada, ¿cómo fueron los procesos de integración de los inmigrantes a la nación mexicana? ¿En qué medida dichos procesos actuaron sobre los descendientes en la gestación de una nueva identidad? ¿Cuál es la relación identitaria de la comunidad judeo-mexicana hacia el país y hacia la sociedad circundante? ¿Es unívoca o reviste características diversas? ¿Actúa como factor determinante el nivel educativo, profesional, económico? ¿Cómo es la relación identitaria de la comunidad judía actual con lo judío y con lo mexicano''. ¿Varía esta relación según el sector comunitario al que se pertenece, a la edad, al grado de escolaridad, a la formación profesional o al nivel económico? ¿En qué medida se manifiesta el deseo de convivir, estudiar, socializar únicamente con judíos, únicamente con no judíos o con ambos? ¿Cómo se ve afectada su identidad mexicana por su vinculación con el Estado de Israel? ¿Qué importancia le es atribuida a ser judío? ¿Se considera mexicano-judío, judío-mexicano, o mexicano de nacionalidad con religión u origen judío? Finalmente, ¿se gestó la identidad judeo-mexicana?

Como se mencionó anteriormente, a su llegada, a los inmigrantes los acogió una legislatura incluyente; además, la situación política, social y económica que encontraron fue coyuntural para una inmersión fluida a la vida nacional.

En aquellas primeras décadas del siglo XX, la población mexicana dejaba atrás las facetas eminentemente rurales que la habían caracterizado hasta entonces y transitaba paulatina pero firmemente hacia ser una sociedad urbana y moderna. Medio siglo después de la promulgación y entrada en vigor de las leyes de Reforma, los mexicanos pudieron recibir y aceptar sin grandes prejuicios ni graves problemas xenófobos a nutridos grupos de inmigrantes con lengua, cultura y religión diferentes.

Con el establecimiento del gobierno revolucionario, el general Álvaro Obregón puso especial énfasis en la admisión de colonos extranjeros; en 1922 extendió una invitación específica a la inmigración de judíos del sur de Rusia, apoyándola con una concesión territorial de 5000 acres en el estado de Chihuahua:

[...] refriéndome a nuestra conversación relacionada con la inmigración de judíos rusos a la República Mexicana, me es grato manifestar a usted que el gobierno que me honro en presidir vería con gusto dicha inmigración [...]

[...] Usted puede estar seguro de que los emigrantes a que me vengo refriendo, sujetándose como ya indiqué a lo que establece la constitución para adquirir propiedades, gozarán de garantías, seguridades y protección que a todos los ciudadanos otorga la República Mexicana.77

Este comunicado, por una parte, estimuló el interés de organizaciones judías y norteamericanas, pero por la otra, ocasión protestas de ciertos sectores de la población, así como por parte de la prensa radical', que mediante desplegados y cartas solicitó al Ejecutivo frenar la competencia que dicha población significaría para el comercio nacional.78

Mientras en los países de origen de los emigrantes se exacerbaban las condiciones expulsoras, la seriedad y solidez de las propuestas mexicanas actuaron como una llamada, lo que propició que entre 1920 y 1929 México recibiera continuas oleadas de jóvenes judíos en su mayoría del sexo masculino. En la década siguiente llegaron novias, esposas, hermanas, así como audaces mujeres que arribaron solas a tierras americanas.

La incipiente modernización propuesta por los gobiernos posrevolucionarios requirió de una clase media, —hasta entonces casi inexistente en el país—, de artesanos, pequeños y medianos comerciantes, así como de nuevas pautas mercantiles. Fue ese nicho el que propició la inserción de los inmigrantes en el comercio así como la instauración de nuevas modalidades de compra-venta79 y posteriormente de pequeña manufactura nacional, que hicieron posible a la población de bajo ingreso el acceso a mercancías hasta entonces reservadas a la clase adinerada. Más adelante, comenzaron la transición hacia la pequeña y gran manufactura de productos hasta entonces accesibles sólo mediante la importación, principalmente en el ramo textil.

Posteriormente, la educación superior abrió el espacio profesional a cientos de jóvenes judíos ya nacidos en tierra mexicana, quienes, egresados de la Universidad Nacional, se abocaron a diversas ramas de la medicina, la ingeniería, las ciencias duras, las humanidades y las ciencias sociales. En las primeras generaciones, pocos se dirigieron al estudio del Derecho o a actividades dentro de la política nacional. Las letras, las artes pictóricas, musicales, teatrales, entre otras, fueron clave para que las manifestaciones artísticas judías, ya fueran de matices orientales, sefaraditas o europeos se fusionaran con las locales y se dieran los primeros pasos hacia la gestación de una plena identidad cultural judeo-mexicana.

Este proceso no fue espontáneo ni consciente; no obstante, avanzó y continúa hasta hoy, de manera lenta, firme y constante. Es de rigor, sin embargo, matizar que sus logros, tanto a nivel individual como sectorial, no han sido uniformes: alcanzan sus máximos niveles y varían según el grado de religiosidad, de escolaridad y de interacción social.

La interacción social con una sociedad no judía durante la infancia y juventud es escasa. Como se dijo anteriormente, el 90% de los niños y jóvenes judíos estudian en colegios israelitas que cubren desde el nivel pre-maternal hasta el tercer año de bachillerato. Los jóvenes se reúnen en centros sociales y deportivos de la propia comunidad, lo que redunda en una sociedad que propicia y estimula la endogamia. No obstante, está en ella muy presente la relación con lo mexicano como con lo judío.

A un siglo de su configuración inicial, la colectividad judía en México cumple con los requisitos teóricos para ser considerada una comunidad, aun cuando debido a sus sectorizaciones internas no puede adscribirse de manera tajante tal categoría; estas categorías en ocasiones se ven reforzadas y en otras rebasadas. Aún así, se han buscado conclusiones a través de cuestionarios que indican el grado de participación activa que se tiene en acciones tanto comunitarias como nacionales, el interés o desinterés por establecer residencia entre correligionarios, por propiciar o no entre los niños y jóvenes una educación judía en escuelas israelitas, por mantener un vínculo de proximidad real o simplemente afectiva con la tierra de Israel, entre otras. A través del análisis e interpretación de estos cuestionarios puede afirmarse que a cien años de su llegada al país, los judíos se han configurado como una comunidad que participa íntegra y activamente en la dinámica nacional, desde un buen número de variables: la económica, la educativa, la lingüística, la gastronómica y la cultural.

Sin que signifique olvidar o relegar los parámetros religiosos, las tradiciones ancestrales, la solidaridad comunitaria o el vínculo afectivo y solidario con la tierra de los antepasados, la totalidad de los judíos mexicanos tienen al español como su lengua materna, consideran a México como su patria y participan en sus procesos industriales, comerciales, científicos, artísticos e intelectuales.80

Aun cuando los patrones comunitarios son múltiples y no existe un modelo único de convivencia ni de conformación identitaria, la integración se ha logrado en gran medida gracias al equilibrio con que la mayor parte de las escuelas israelitas combinan, sin conflicto, los programas generales de historia, literatura, geografía y lengua nacionales que demandan las autoridades educativas del país, con los mismos rubros de la cultura judaica general.

El vínculo afectivo que, sin duda, une a los judíos mexicanos con la tierra de Israel no ha derivado en una emigración significativa hacia aquellas tierras. México es su patria, en la que viven y participan, en la que tienen reservado un lugar en el cementerio (israelita).

A lo largo de su primer siglo de residencia en la nación mexicana, los judíos han mantenido una estructura comunitaria que ha preservado su identidad judía, Sin embargo, la dimensión religiosa, otrora central, compite hoy con elementos culturales, nacionales e ideológicos; los patrones comunitarios son múltiples y no existe un modelo único de convivencia ni de conformación identitaria.

Su entorno cultural está centrado en "lo mexicano", ya sea en la música, el arte, la lectura, la comida; los elementos gastronómicos de las primeras generaciones se mantienen en las festividades, pero su dieta diaria es como la del resto de los 100 millones de habitantes del país. Tienen al español como su lengua materna, con él hablan a sus padres e hijos; es el idioma en el que piensan, estudian, trabajan, hacen cuentas, sueñan, aman, bromean e insultan. Por otra parte, los judíos mexicanos comparten con el resto de la sociedad mexicana los mismos amores y desamores hacia la nación.

 

BIBLIOGRAFÍA

1) Deborah Roitman M, Identidad colectiva y consenso cultural. El grupo judío en la ciudad de México a principios del siglo XXI: Estudio de caso, tesis doctoral, México, UNAM, 2005.         [ Links ]

2) Raquel Druker y Shulamit Goldsmit, (coords.), Identidades judías en la modernidad, Historia y Grafía, núm. 28, México, Universidad Iberoamericana, 2007.         [ Links ]

3) Jurgen Habermas, Identidades nacionales y posnacionales, Madrid, Technos, 1989.         [ Links ]

4) Reinhart Kosselek, La época de las revoluciones europeas 1780-1848. México, Siglo XXI Editores, 1997.         [ Links ]

5) J. Sacks, From integration, to survival, to continuity: the great era of modern Jewry, en Jonathan Weber (ed.) Jewish identities in the new Europe, Littman Library of Jewish Civilization, Londres, 1994.         [ Links ]

6) Shulamit Goldsmit, Estructuración de núcleos familiares biculturales en México durante las primeras décadas del siglo XX, tesis doctoral. México, Universidad Iberoamericana, 2005.         [ Links ]

7) Moisés González Navarro, Los extranjeros en México y los mexicanos en el extranjero, México, El Colegio de México, 2005.         [ Links ]

8) Moisés González Navarro, en Daniel Cosío Villegas, Historia Moderna de México. El Porfiriato, Vida Social, México, Editorial Hermes, 1985.         [ Links ]

9) David Brading, Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, Sepsetentas 82, 1973.         [ Links ]

10) La comunidad judía de México. Folleto impreso por el Comité Central de la comunidad judía de México, México, Tribuna Israelita, 2007.         [ Links ]

11) Alicia Hamui, Transformaciones en la religiosidad de los judíos en México. Tradición, ortodoxia y fundamentalismo en la modernidad tardía, México, Universidad Iberoamericana, 2003.         [ Links ]

12) Raquel Druker, La escuela como reproductora de identidad cultural. Un estudio de caso, tesis de maestría, México, Universidad Iberoamericana, 2007.         [ Links ]

13) Alicia Gojman de Backal, Cuadernos de Investigación, fascículos, México, Centro de documentación e investigación de la comunidad ashkenazi, 1996.         [ Links ]

14) Corinne Krause, Los judíos en México, México, Universidad Iberoamericana, 1987.         [ Links ]

15) Álvaro Obregón, Discursos, México, Impresos de la Nación, Septiembre 1920.         [ Links ]

16) D. J. Elazar, Jewish communal structures around the world. Journal of Jewish Communal Service, vol. 74, 1997/98.         [ Links ]

17) Larissa Adler de Lomnitz, Redes sociales: ensayos de antropología latinoamericana, México, FLACSO-Miguel Ángel Porrúa, 1994.         [ Links ]

18) Sergio de la Pergola y Susana Lerner, Estudio demográfico de la comunidad judía de México, México, El Colegio de México, 1998.         [ Links ]

19) Judith Bokser, Encuentro y alteridad: vida y cultura judía en América Latina, México, UNAM-UHJ, 1992.         [ Links ]

20) Natalia Gurvich, En idish suena mejor. El idish en la vida cotidiana de los judíos mexicanos, México, Universidad Iberoamericana, 2006.         [ Links ]

21) Natalia Gurvich, La memoria rescatada. La izquierda judía en México: Fraiwelt y la Liga Popular Israelita 1942-1946, México, Universidad Iberoamericana, 2004.         [ Links ]

22) Gloria Carreño, La inmigración judía dentro de la legalidad mexicana, México, Centro de documentación e investigación de la comunidad ashkenazi de México, 1994.         [ Links ]

23) Judith Bokser, Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México durante la primera mitad del siglo XX, México, UNAM- Tribuna Israelita, 1992.         [ Links ]

 

Notas

* Este artículo es resultado de una investigación original e inédita.

1 Deborah Roitman M, Identidad colectiva y consenso cultural. El grupo judío en la ciudad de México a principios del siglo XXI: Estudio de caso, tesis doctoral, México, UNAM, 2005.

2 Raquel Druker y Shulamit Goldsmit, (coords.), Historia y Grafía, núm. 28, México, 2007, pp. 9-10.

3 Jurgen Habermas, Identidades nacionales y posnacionales, Madrid, Technos, 1989, p. 345.

4 Idem.

5 Louis Bergeron, Francois Furet y Reinhart Kosselek, La época de las revoluciones europeas 1780-1848, México, Siglo XXI Editores, 1997.

6 J. Sacks, "From Integration, to Survival, to Continuity: The Great era of Modern Jewry", en J. Weber (ed.) Jewish iIdentities in the New Europe, Littman Library of Jewish Civilization, Londres, pp. 107, 116, 169 y 177, citado por Roitman, op. cit., pp. 49 y 51.

7 Shulamit Goldsmit, Estructuración de núcleos familiares biculturales en México durante las primeras décadas del siglo XX, tesis doctoral, México, Universidad Iberoamericana, 2005, pp. 18-20.

8 A través de los siglos XIX y XX, llegaron a México inmigrantes sirios, libaneses, judíos de países árabes y europeos, refugiados españoles, chilenos, argentinos, etc. Véase Moisés González Navarro, Los extranjeros en México y los mexicanos en el extranjero, México, El Colegio de México, 2005.

9 Véase Moisés González Navarro, en Daniel Cosío Villegas, Historia moderna de México. El Porfiriato, vida social, México, Editorial Hermes, 1985, pp.166-72.

10 Véase David Brading, Los orígenes del nacionalismo mexicano, México, Sepsetentas 82, 1973, y Edmundo O'Gorman, El trauma de su historia, México, UNAM, 1995.

11 Principalmente los artículos 1°, 3°, 5°, 24, 27 y 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada en 1917.

12 El primer cementerio se abrió en los albores de la segunda década del siglo.

13 La comunidad judía de México, folleto impreso por el Comité Central de la Comunidad Judía de México, México, Tribuna Israelita , 2007.

14 Véase Jacobo Glantz, Salomón Kahn, León Sourasky, entre otros.

15 Una veintena de investigadores, sociólogos e historiadores han publicado estudios: Judith Bokser-Liwerant, Alicia Gojman de Backal, Shulamit Goldsmit y Brindis, Natalia Gurvich P., Alicia Hamui S., Jane Berner-Portnoy, Frida Staropolsky, Deborah Roitman, Raquel Druker, entre otros.

16 Véase Roitman, Identidad colectiva..., op. cit., Alicia Hamui, Transformaciones en la religiosidad de los judíos en México. Tradición, ortodoxia y fundamentalismo en la modernidad tardía, México, UIA, 2003; Raquel Druker, La escuela como reproductora de identidad cultural. Un estudio de caso, tesis de maestría, México, Universidad Iberoamericana, 2007.

17 La nacionalización de la industria petrolera en 1938, el "milagro mexicano" de los años 40 a 60, la rebelión estudiantil de 1968, la reforma política a fines de la década de los 70, las varias devaluaciones del peso mexicano, el terremoto ocurrido en 1985, la caída del sistema en 1988 en el consecuente jaque al régimen priísta; la alternancia en el poder del año 2000, etc.

18 La guerra mundial, el holocausto, el triunfo y fracaso del comunismo en los países de origen de muchos de los inmigrantes, la guerra fría, la bipolaridad mundial y la creación del estado de Israel.

19 Críptica en la época colonial; escasa en el segundo imperio; influyente en la economía durante el porfiriato pero indiferente hacia la ciudadanía mexicana y hacia la identidad judía.

20 "Aviendo ávido sobre ellos mucha deliberación, acordamos mandar salir a todos los judíos de nuestros reynos, que jamás tornen ni vuelvan a ellos. Mandamos a todos los judíos e judías de qualquier edad que seyan, que viven e moran esten en los dichos reynos y señoríos, que fasta en fin de este mes de julio salgan con sus fijos e sus fijas e criados e criadas e familiares judíos, ansi grandes como pequeños, de qualquier edad que sean, e non seyan osados de tornar a ellos de viniendo nin de paso, nin en otra manera alguna so pena de muerte e confscación de sus bienes [...] " Redacción del Secretario de los Reyes Católicos, Juan Coloma, Granada, marzo 31, 1492 (Aliavox, 2006:37/38)

21 Cerca de una centena de conversos recién bautizados entraron al nuevo continente como "cristianos nuevos" en las naves de Cristóbal Colón, y posteriormente, ya como conquistadores, junto con Hernán Cortés. Su arribo y establecimiento en territorio novohispano, sin embargo, no los puso a salvo de las persecuciones religiosas; muchos fueron acusados de judaizantes por la Inquisición y condenados a la hoguera.

22 Para 1550 el rey es informado de la existencia de 300 familias "sospechosas" en la Ciudad de México.

23 Alicia Gojman de Backal, Cuadernos de Investigación, varios fascículos, México, Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazi, 1996.

24 Pequeñas comunidades nativas mexicanas en Venta Prieta, Hidalgo, a pocos kilómetros de Pachuca, capital del estado continúan con ciertas prácticas religiosas y tradicionales judaicas. En ciertos poblados del estado de Veracruz y en el norte de la República, debido al renovado interés por los estudios multiculturales y por los grupos minoritarios, se estudian comunidades que conservan muestras de algunos preceptos judíos, como la prohibición de la ingesta de carne de cerdo, el encendido de velas los viernes por la noche, entre otros, aun cuando quienes los practican no conocen su raíz, su procedencia ni su significado ritual.

25 El desenvolvimiento de la práctica cotidiana judía requiere de servicios comunitarios durante todo el trayecto vital, desde el mohel para la circuncisión de los varones recién nacidos, el matarife y el supervisor de la kashrut en la alimentación, los servicios rabínicos para bodas, barmitzvot, etc.

26 Corinne Krause, Los judíos en México, México, UIA, 1987, pp. 39-63.

27 Básicamente médicos, músicos, maestros y representantes de otras profesiones.

28 Quedaron solamente algunos registros comerciales y varias cartas de naturalización.

29 Apellidos como Noestzlin, Levy, Mannheim, Hauser, Zivy, Bloch, Loeb, Weil Meyer, Granat, Ketelson. Schreiber, Sommer, Simón, Grossman, Jacob, los hermanos Tron, los hermanos Diener estuvieron presentes en diversas ramas de la medicina y la academia, en el sector bancario, financiero e industrial, en el comercio suntuario, cotidiano y en el gastronómico. Igualmente presentes fueron nombres como Scherer, el hombre más importante del Banco Nacional, Lederer y Gugenheim de la American Smelting Company y José Ivés Limantour, cabeza del influyente grupo de "los científicos" quien ocupó el cargo de Ministro de Hacienda durante la última etapa del periodo porfirista y por un breve lapso fue considerado como posible sucesor del presidente Díaz.

30 Alvaro Obregón, Discursos, México, Impresos de la Nación, septiembre 1920, p. 52.

31 Goldsmit, Estructuración de nucleos familiares..., op. cit., p. 112.

32 D. J. Elazar, Jewish Communal Structures around the World, Journal of Jewish Communal Service, 1997/98., volumen 74, p. 124.

33 Hamui, Transformaciones en la..., op. cit., p. 150.

34 Idem.

35 Diversos estudiosos del tema describen estos mismos procesos entre los inmigrantes libaneses a México: Carlos Martínez Assad, Rebeca Inclán, Adriana Ortiz, entre otros.

36 Larissa Adler de Lomnitz, Redes sociales: ensayos de antropología latinoamericana, México, FLACSO-Miguel Ángel Porrúa, 1994.

37 Sergio de la Pergola y Susana Lerner, Estudio demográfico de la comunidad judía de México. México, El Colegio de México, 1998.

38 Hamui, Transformaciones en la..., op. cit.

39 Adler de Lomnitz, Redes sociales, op. cit.

40 Hamui, Transformaciones en la ..., op. cit., pp. 263-79.

41 Originarios de Sefarad; vocablo hebreo para España.

42 Hamui, Transformaciones en la ..., op. cit., p. 190-2.

43 ídem.

44 Igualmente llamada judezco o judeo-español.

45 Originarios de países de Europa oriental y central. Toman su nombre de Ashkenaz; antiguo vocablo hebreo para Alemania.

46 Hamui, Transformaciones en la ..., op. cit., p. 158.

47 Goldsmit, Estructuración de núcleos familiares..., op. cit., pp. 73, 152.

48 El sionismo propone una vuelta del pueblo de Israel a la tierra prometida, el trabajo de la tierra por manos judías que hagan florecer el desierto, así como la creación de un estado político.

49 El bundismo propone la continuidad del judaísmo en los países en que habitan los judíos mediante la conservación de la cultura y el idioma (idish).

50 Raquel Druker en su tesis de maestría en historia, op. cit., hace un análisis minucioso del papel que jugaron los colegios israelitas en el proceso formativo e identitario de la comunidad judía en México.

51 Roitman, Identidad colectiva y consenso..., op. cit., p. 86.

52 Véase p. 12.

53 Roitman, Identidad colectiva y consenso..., op. cit., p. 66.

54 De la Pérgola y Lerner, La población judía de ..., op. cit.

55 Pureza en los alimentos.

56 Rosh Hashana (Año nuevo) y Yom Kipur (Día del perdón).

57 Pascua judía. Se conmemora la salida de los judíos del Egipto faraónico con una cena que requiere un orden específico y que generalmente se celebra en familia. Durante una semana es obligada la ingesta de pan ázimo.

58 A los ocho días de nacido, se efectúa en el hijo varón el Brit Milá o pacto de palabra que continúa el pacto del primer judío, Abraham, con Dios. A los 13 años, refrenden dicho pacto y se comprometen a cumplir, como adultos, los preceptos de la Toráh.

59 Bar Mitzvá. Ceremonia en la que, al cumplir 13 años, el joven es llamado a la lectura de la Tora y adquiere los compromisos de un judío adulto.

60 Roitman, Identidad colectiva y consenso ..., op. cit.

61 Este tendencia se presenta en la mayoría de las comunidades judías del mundo.

62 Jozer Betshuva: literal; regresara la Respuesta (redención).

63 Roitman, Identidad colectiva y consenso..., op. cit., pp .67-9, 136-8.

64 Roitman destaca el carácter diverso del nexo de los judíos mexicanos con Israel en los diferentes sectores comunitarios. Valora asimismo su vigencia a través del tiempo: a la pregunta que presenta su encuesta sobre el sentimiento de vinculación con Israel, en 1990 era muy importante para un 55% bajando en 2003 a un 47% . Ibid., p. 135.

65 Judith Bokser, Encuentro y alteridad: vida y cultura judía en América Latina, México, UNAM/UHJ, 1992, p. 329.

66 Las escuelas israelitas organizan anualmente viajes a Israel para los alumnos que finalizan la secundaria y la preparatoria. Las organizaciones comunitarias, asimismo realizan viajes con proyectos deportivos, de formación académica o de turismo tanto para la juventud como para distintas edades y grupos.

67 Datos recabados en un estudio realizado por Rene Dayan y Deborah Roitman en 2005, para Tribuna Israelita, p. 13.

68 Goldsmit, Estructuración de núcleos familiares..., op. cit., p. 148.

69 Véase en este estudio Rap Shorashim, inciso IX.

70 Natalia Gurvich, En idish suena mejor. El idish en la vida cotidiana de los judíos mexicanos, México, Universidad iberoamericana, 2006, p. 23.

71 La prensa en idish, desde sus orígenes en el siglo XVIII, ocupó un lugar prominente en la vida social y cultural del judío shakenazí y en México no fue diferente. Natalia Gurvich, La memoria rescatada. La izquierda judía en México: Fraiwelt y la Liga Popular Lsraelita 1942-1946, México, Universidad Iberoamericana, 2004,p. 97

72 Idem.

73 Lbid., pp.97-100.

74 Índices superiores al 40% (datos de 2005).

75 Índices superiores al 60% (datos de 2005).

76 Hamui, Transformaciones en la..., op. cit., p. 337.

77 Documento citado por Gloria Carreño, La inmigración judía dentro de la legalidad mexicana, México, Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazi de México, 1994., p. 51.

78 Judith Bokser, Imágenes de un encuentro. La presencia judía en México durante la primera mitad del siglo XX, México, UNAM/Tribuna Israelita, 1992.

79 En abonos, "de fiado", de casa en casa, etc. Modalidades empleadas anteriormente por los inmigrantes sirios y libaneses.

80 Son numerosos los descendientes de inmigrantes judíos, ya nacidos en México que destacan en diversas facetas de la vida nacional. Por nombrar algunos: Leonardo Nierman, Fanny Rabel (pintura); Clara Jusidman, José Woldenberg (ciencia política); Margo Glantz, Sara Sefichovich (letras); Rubén Lisker, Marcos Moshinsky (ciencias).

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License