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Historia y grafía

versión impresa ISSN 1405-0927

Hist. graf  no.35 México jul./dic. 2010

 

Expediente

 

Preliminares

 

El expediente que hoy presentamos forma parte de un proyecto de investigación en curso. Incluye textos con los que ha de conformarse un libro que está planeado como el segundo volumen de dos.

El primero salió a la luz este mismo año,1 y cubre aproximaciones ubicadas en la época virreinal, en tanto que los que componen el segundo expediente enfocan aspectos de la sociedad del México independiente.

El proyecto se llevó a cabo a partir de un seminario de académicos del Departamento de Historia de la UIA. Estuve a cargo de la coordinación general, con el apoyo de Alfonso Mendiola y Luis Vergara. Así mismo, me ocupé de coordinar el primer volumen. En un segundo seminario, dirigido por Jane Dale Lloyd, se afinaron los textos que aquí presentamos.

Tanto el primer volumen como el presente expediente, así como las reseñas de este número, salen a la luz como una contribución reflexiva a la conmemoración de los Centenarios, en la que el tema de la identidad ha sido central para pensar la Historia desde el presente.

A continuación se reproduce la introducción planeada para los dos volúmenes, en la que la pregunta central es:

 

¿POR QUÉ UNA HISTORIA DE LA CONTRUCCIÓN DE IDENTIDADES?

A mediados del siglo XX, con los iniciadores de Annales —Lucien Febvre y Marc Bloch—, y a partir de la emergencia de la historia social, se empezó a plantear el problema y la posibilidad de concebir una "historia total"; Fernand Braudel continuó trabajando asumiendo la posibilidad de conceptualizar una "historia global", pero, a partir de ahí, tal como lo hacía notar François Dosse — quien tomó de la cita de Nora el título de su libro—, se dio una "ruptura fundamental": "Es esta noción de historia total la que me parece hoy problemática [...] Vivimos una historia en migajas, ecléctica, abierta a curiosidades que no hay que rechazar".2 De entonces a la fecha se han elaborado propuestas muy ricas que si bien no necesariamente han discutido la tarea sintética de la historia como tal, han trabajado sobre el asunto en forma tangencial, para dar lugar a la "historia regional" y a la "microhistoria", que de algún modo han dado salida a este problema.

Sin embargo, tal como el propio Dosse ha explicado, el asunto quedó y queda aún "latente",3 aunque tuvieron que pasar algunas décadas para que ello fuera patente. En 1987 hacía el siguiente diagnóstico:

Si la confrontación y el enriquecimiento son necesarios, ¿no ha habido aquí abandono ciego de las funciones históricas y sobre todo de aquella que apunta a la comprensión totalizante de lo real, por el hecho de la ausencia de toda crítica en relación a las metodologías auxiliares prestadas? ¿Quién ha ganado esta partida? Parece que la disciplina histórica haya salido vencedora a juzgar por su nuevo esplendor, pero si esta victoria lo es al precio de la negación de lo que fundamenta su saber, bien puede tratarse de una victoria pírrica.4

Quiero aquí señalar que la glosa de este libro de Dosse se debe a dos motivos que se recubren entre sí; por una parte, al lúcido y sintomático análisis que en su momento este autor hizo de la historiografía francesa, guía indiscutida entonces del oficio, en el que, sin embargo, ya señalaba los riesgos de su victoria, a la que calificaba de "pírrica". Por la otra parte, justamente la propuesta de trabajar en este libro con el concepto de "identidad" se inscribe en este diagnóstico y lo que a partir de éste se ha constatado en la escritura de la historia, a saber, lo que Dosse llama el "precio de la negación de lo que fundamenta su saber", y que para él era su tarea de "síntesis". Este "diagnóstico" es el que precisamente me ha parecido importante retomar, pues —desde mi particular punto de vista— el problema sigue siendo vigente, si bien se ha dejado de discutir bajo el riesgo de ser calificado de "setentero" o "retrogrado", riesgo que asumo al plantearlo de nuevo.5 Hoy, no obstante, podemos observar que una conceptualización que clarifique y al mismo tiempo complejice y proponga una respuesta al cómo de la articulación de lo que llamamos "realidad histórica" sigue estando lejos de alcanzar un consenso paradigmático —si esto es posible aún— entre los historiadores actuales, después de lo que por siglos fuera la función de la historiografía: develar el sentido del decurso de la sociedad occidental a lo largo del tiempo —el concepto de "síntesis" de Dosse—. Por supuesto que como magistra inscrita en el discurso rector de la teología, en tanto que como disciplina científica, dentro de los marcos de la filosofía de la historia, primero, y posteriormente de las ciencias sociales.

Dosse propone una interesante explicación para dar cuenta de las razones por las cuales esta discusión se canceló durante las décadas que él investigó, y cómo el rechazo de una "historia total" lanzó a la disciplina al extremo casi contrario:

En vez de la continuidad de una evolución histórica, los historiadores actuales se acogen a las discontinuidades entre series parciales de fragmentos históricos. A la universalidad del discurso histórico, oponen la multiplicación de objetos en su singularidad [...] La fechitización de lo cuantitativo aparece como el taparrabo, de retirada hacia el empirismo.6

De ese "empirismo" escondido tras la "historia serial" la han intentado recuperar diversas propuestas que, desde los años ochenta, nos muestran que convertir todo en objeto de la historia, más que eliminar el problema de la síntesis y la óptica desde dónde elaborarla, lo ha vuelto más evidente y complejo. Por supuesto que nadie puede hablar hoy de una síntesis general en la que puedan integrarse la sociedad y los individuos en un todo que se desenvuelva a lo largo del tiempo. Ya Michel Foucault a quien Emmanuel Le Roy Ladurie convirtió en padre de la "historia serial"—7 señalaba, como Dosse lo remarca: "Una descripción global apiña todos los fenómenos alrededor de un centro único-principio, significación, espíritu, visión del mundo, forma de conjunto; una historia general, por el contrario, desplegaría el espacio de una dispersión".8

Justamente a partir del augurio cumplido de esa "dispersión", nos ha parecido pertinente esta propuesta, pues hay asuntos que a partir de este debate sería interesante retomar en el estado actual de la disciplina. De todos éstos9 hay uno que cabría destacar, ya que en parte es el que ha dado origen a la investigación que hoy presentamos: el declive de la posibilidad de escribir una "historia nacional". Ya desde principios del siglo XX se originó una crítica a la posibilidad y viabilidad de escribir la historia de una nación, aunque entonces ésta se identificaba más con la historia política, de las guerras y del Estado; de hecho, se sabe bien que la historia social surgió en gran medida ante la restricción de esta "historia nacional".10 Con el paso del tiempo se ha hecho cada vez más evidente, no sólo en la producción historiográfica, sino en la enseñanza y divulgación de la historia, que ésta ha dejado de ser un eje posible alrededor del cual se pueda estructurar el devenir de una sociedad. Es importante subrayar que este diagnóstico se debe no sólo a los cambios que en el seno de la disciplina se han dado respecto a las "totalizaciones" antes descritas, sino a los propios cambios sociales de la "globalización", mismos que a principios del siglo XXI ya constituyen un fenómeno plenamente observable.

Ahora bien, la propuesta de trabajar desde lo que hemos llamado "procesos de construcción de identidades" tiene un doble propósito. Por una parte está el más ambicioso: pensar que esta aproximación pudiera desarrollarse —asunto que apenas se lleva a cabo de forma incipiente en nuestros textos— en la línea de la posibilidad de un tipo de "totalización" que podría articular muy diversos aspectos, fenómenos, temas y discursos a lo largo del tiempo tanto en el nivel de los individuos como en el de la sociedad. Esta agenda de investigación queda fuera de las páginas de este libro, pero en más de un caso se da esta reflexión.

Por otra parte, está la idea de poder remontar la dificultad de escribir una historia nacional11 —una historia de México— atravesando las rupturas de "lo nacional": el periodo prehispánico, la Nueva España y el México independiente, a partir de procesos que se articulan con otra lógica, a saber, la de las "identidades".12

 

EL ACTUAL EXPEDIENTE

Con este formato, tres investigadoras formulan diversas problemáticas de cómo se construyó, reprodujo o entró en crisis una forma de constituir la identidad en un determinado espacio social. Cada una lo hace desde su tema de especialidad, a partir de problemáticas, teorías y métodos diferentes —incluyendo conceptos de identidad distintos.

En primer término, Raquel Druker historiza cómo se fue conformando la identidad de una organización escolar a través del estudio de caso del Colegio Israelita de México. La propuesta de su artículo es llevar a cabo un análisis de la construcción y circulación de los "lugares comunes" de la cultura judía en México como entorno de una organización educativa, que a su vez se inscribe en los del sistema educativo contemporáneo.

María Eugenia Ponce desarrolla un trabajo sobre la identidad a partir del concepto de habitus de Bourdieu. Analiza cómo se fueron generando "formas de obrar, pensar y de sentir" entre los hacendados que habitaron la Nueva España y el México independiente, hasta lograr conformar un grupo que se "distinguió" –en la misma terminología de Bourdieu– del resto de la sociedad. Indaga también cuáles fueron "las representaciones sociales" con las que se caracterizaron ellos mismos y cuál fue el entorno que los observaba desde otro lugar social.

Por su parte, Shulamit Goldsmit, a través de las propuestas de Kosellek sobre la fusión de tradiciones y de Habermas respecto a las identidades nacionales y posnacionales, estudia la conformación de la identidad de "la comunidad judía" en su proceso de "integración" a la nación mexicana, dando cuenta al mismo tiempo de su participación en los cambios del proceso modernizador del país. Su estudio se remonta hasta el actual panorama de la globalización y sus pretensiones homogeneizadoras, las cuales "alteran" los valores identitarios de muy diversos modos.

En el centro de la propuesta general de este proyecto está la importancia de trabajar simultáneamente desde la óptica del presente de los actores y desde la del historiador; María Eugenia Ponce desarrolla esto mismo a partir de la perspectiva de Norbert Elias, que, mutatis mutando, Niklas Luhmann conceptualiza como una "observación de primer orden" para el caso de los primeros, y una de "segundo orden", para las observaciones realizadas por los científicos sociales, entre los que estaríamos los que intentamos dar cuenta de los procesos de construcción de identidades.

 

Perla Chinchilla Pawling

 

Bibliografía

1) Perla Chinchilla (Coord.), Procesos de construcción de las identidades de México. De la historia nacional a la historia de las identidades. Nueva España, siglos XVI-XVIII México, UIA-Departamento de Historia, 2010.         [ Links ]

2) François Dosse. La historia en migajas, tr. Francesc Morato i Pastor, para la edición de Edicions Alfons el Magnanim (Valencia, 1988), México, UIA-Departamento de Historia, 2006.         [ Links ]

3) Giancarlo Corsi et al, Glosario sobre la teoría social de Niklas Luhmann, tr. Miguel Romero Pérez y Carlos Villalobos, México, UIA/ITESO/Anthropos, 1996.         [ Links ]

4) Lucien Febvre, Combates por la historia, Barcelona, Planeta Agostini,1993.         [ Links ]

5) Marc Bloch, La sociedad feudal, tr. Eduardo Ripoll Perellom, México, Unión Tipográfica, Hispanoamericana, 1979.         [ Links ]

6) Eric van Young, La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, tr. Rossana Reyes Vega, México, FCE, 2006.         [ Links ]

 

Notas

1 Perla Chinchilla (Coord.), Procesos de construcción de las identidades de México. De la historia nacional a la historia de las identidades. Nueva España, siglos XVI-XVIII, México, UIA-Departamento de Historia, 2010.

2 François Dosse, La historia en migajas, tr. Francesc Morato i Pastor, para la edición de Edicions Alfons el Magnanim (Valencia, 1988), México, UIA-Departamento de Historia, 2006, p. 173 (las cursivas son mías).

3 Véase Alfonso Mendiola, "Presentación" en Ibid., p. 11.

4 Ibid., p. 181 (las cursivas son mías).

5 Esta "actualidad" es la que llevó al consejo editorial del Departamento de Historia de la UIA a la decisión de reimprimir La historia en migajas de François Dosse en 2006.

6 Dosse, La historia en migajas, op. cit., pp. 177-8

7 Ibid., nota 8 y texto p. 174 "La introducción a La arqueología del saber es la primera definición de la historia serial". Sin embargo, Dosse nos hace ver que Foucault, "al privilegiar las discontinuidades, se distingue de la historia inmóvil de Emmanuel Le Roy Ladurie", p. 176.

8 Lbid., p. 174.

9 No es lugar aquí para mencionar las otras consecuencias de esta "dispersión" que, por otra parte, podría ser irreversible, y constituir el paradigma de la historia actual, en la que no hay jerarquía temática, ni posibilidad de abarcar todos los temas y subtemas sobre los que hoy se investiga, así como no existe modo de que ningún historiador sea ya más que un especialista en su campo —por más erudito que sea—. Me parece interesante, ante tal panorama, poner a discusión la propuesta de que sólo inscrita en una teoría general de la sociedad la ciencia de la historia podrá recuperar la "comprensión totalizante de lo real" —como la enunciaba Dosse—, aunque en este contexto, como parte de la teoría general en la que se adscriba. Actualmente podría sustituirse "comprensión totalizante de lo real" por el concepto de "sentido" tal como lo maneja Niklas Luhmann: "[...] es la premisa para la elaboración de toda experiencia [...] El sentido refiere siempre de nuevo al sentido: el sentido es autorreferencial. El mundo se constituye, por tanto, como globalidad de las referencias de sentido: el sentido determina por sistemas sociales y sistemas psíquicos el inevitable excedente de posibilidades que constituye la complejidad del mundo, mundo que, a su vez, funge como presupuesto para el actualizarse de sus contenidos específicos. El sentido es un concepto fundamental para la sociología precisamente porque permite la construcción de la complejidad del mundo: permite pasar del postulado de principios últimos e invariables a la posibilidad de observar todo como contingente"; es decir, historizarlo todo, tarea de la que estaría a cargo la historiografía. Giancarlo Corsi et al, Glosario sobre la teoría social de Niklas Luhmann, tr. Miguel Romero Pérez y Carlos Villalobos, México, UIA/ITESO/Anthropos, 1996, pp. 146-7 (las cursivas son mías).

10 Entre los historiadores que desde comienzos del siglo XX se han dado a la tarea de cuestionar la historia estrictamente política al sugerir que la historia también tiene un carácter económico y social, destacan los creadores de la revista Annales: Lucien Febvre y Marc Bloch. El primero explicaba que a comienzos del siglo, al tiempo que la historia parecía conquistar todas las disciplinas humanas, se iban elaborando nuevas disciplinas, como la psicología, la sociología y la geografía, que "satisfacía[n] una necesidad de realidad que nadie encontraba en los estudios históricos, orientados progresivamente hacia la más arbitraria historia diplomática y absolutamente separada de la realidad y hacia la historia política completamente despreocupada por todo lo que no fuera ella, en el sentido estricto de la palabra—." Combates por la historia, Barcelona, Planeta Agostini, 1993, p. 46.

Por su parte, Marc Bloch realzaba los nuevos enfoques de la disciplina —en particular la historia social— en sus estudios sobre el fenómeno del feudalismo, al preguntarse "¿por qué singularidades este fragmento del pasado [feudalismo] ha merecido ser puesto aparte de los demás? En otras palabras, lo que se intenta aquí es el análisis y la explicación de una estructura social y de sus relaciones". La sociedad feudal, tr. Eduardo Ripoll Perellóm, México, Unión Tipográfica Hispanoamericana, 1979, p. 5.

11 Es interesante constatar este problema en un estudio de caso, que de manera sintomática se presenta en uno de los últimos trabajos de un importante "mexicanista" (nótese el problema, ya vigente, para definir lo que hoy puede entenderse por tal): Eric van Young. En su libro La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821 hace dos interesantes indicaciones. Por una parte señala el problema, ya largamente enunciado por los que han trabajado en el marco de la "historia comparada", de la importancia de no ceñirse a acontecimientos (movimientos sociales en este caso) aislados; sin embargo, glosando a Parakash —que a su vez cita a Chakrabarty—, admite que ahí hay todavía un problema, que se asemeja al que he llamado de "totalización" que está en discusión: "[...] el reconocimiento que el historiador del Tercer Mundo está condenado a saber que Europa es el hogar de origen de lo moderno, mientras que el 'historiador europeo' no comparte una circunstancia comparable en cuanto a los pasados de la mayoría de la humanidad", sirve para pensar deconstructivamente la historia. Esta estrategia se propone "buscar en el funcionamiento de la historia como una disciplina (en el sentido de Foucault) la fuente de otra historia". Eric van Young, La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, tr. Rossana Reyes Vega, México, FCE, 2006, p. 35, nota 21.

12 Me parece sintomáticamente relevante que este mismo autor se acerque a las "identidades" para formular su propuesta "culturalista", desde la cual ofrece explicaciones sobre el "Movimiento de Independencia" mexicano que sustituyen las interpretaciones que no han logrado dar cuenta de los motivos por los que ciertos actores se sumaron a esta lucha: "Como se ha señalado [...] en esos pueblos [se refiere a los pueblos indígenas mexicanos del siglo XVIII] las formas de identidad individual y grupal estaban fuertemente fusionadas [...] Lo que sugiero aquí es que la economía afectiva y la economía productiva se traslapaban de manera inextricable. Así pues, tiene sentido ver a la comunidad misma y su integridad a lo largo del tiempo como si estuvieran en el corazón de la ideología y la acción colectiva, en vez de considerar un solo subconjunto de relaciones comunitarias [...]" (las cursivas son mías, excepto afectiva y productiva), Ibid., p. 65.

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