Introducción
Los ecosistemas forestales son una fuente de combustibles que determina varios factores relacionados a los incendios forestales (i.e. riesgo, peligro, intensidad, frecuencia, entre otros). Más aun, la masa de combustibles disponibles difiere entre estratos y entre ecosistemas forestales, definiendo, entre otros factores, el tipo de incendio que se presenta (superficial, de copa, subterráneo o mixto) (Maldonado, Paz, Olguín y de Jong, 2012); lo cual, a su vez, condiciona el grado del impacto del incendio. Debido a esto, los combustibles forestales han sido ampliamente estudiados (Morfín, Jardel, Alvarado y Michel, 2012; Nájera y Hernández, 2007; Flores y Omi, 2003), definiéndose una clasificación de los mismos que ha ido variando con base en los avances técnicos. Esto es importante en el ámbito del calentamiento global, ya que el adecuado conocimiento de los combustibles forestales ayuda a determinar con menor incertidumbre los niveles de almacenamiento de carbono (C); lo cual, a su vez, define el potencial de emisiones de C de los ecosistemas forestales y ayuda a entender mejor los flujos de C que en ellos ocurren (Maldonado et al., 2012). Aproximadamente 20% de las emisiones de C en la atmósfera provienen de quemas de biomasa (Tubiello et al., 2015; Crutzen y Andreae, 1990). Sin embargo, en muchos casos se considera a los combustibles forestales como un solo elemento, por lo que sus evaluaciones, en ocasiones, son demasiado generalizadas o con un alto nivel de incertidumbre (Kurz et al., 2016). Existen diferentes variaciones en el concepto de combustibles forestales, donde, primeramente, se distingue entre combustibles propios de la biomasa y combustibles muertos (necromasa) (Xelhuantzi, Flores y Chávez, 2011). De esta forma, se tienen grupos de combustibles; por ejemplo, arbolado adulto, arbolado joven, material leñoso, troncos y mantillo; que, a su vez, están definidos por varios componentes (ramas, fuste, hierbas, ramillas de 0 cm a 0.6 cm, trozas > 7.5 cm, entre otros). Dentro de estos grupos de combustibles destacan los que corresponden al mantillo (M) y al material leñoso caído (MLC), ya que estos pueden definir, junto con otros factores, el riesgo y peligro de un incendio forestal. Además, el M y el MLC forman parte de los principales almacenes de C en las comunidades vegetales (Penman et al., 2003). Debido a lo anterior, el M y el MLC pueden ser una fuente de emisiones de C (Woodale y Williams, 2005), la cual dependerá de la cantidad y calidad de material disponible para quemarse. El MLC comprende toda la madera muerta que se localiza por encima del suelo, tal- como ramas, troncos, tocones y árboles muertos en pie; sin embargo, estos últimos suelen separase en algunas mediciones ya que no están caídos y su método de evaluación es diferente al del material caído. El M considera, básicamente, dos capas: a) hojarasca, que se forma en el piso forestal y está constituido principalmente por hojas y acículas, las cuales están relativamente completas; b) fermentación, consistente en una capa de hojarasca en proceso de descomposición que se encuentra debajo de la capa de hojarasca. Por lo general, las evaluaciones de estos grupos de combustibles se refieren a la masa (carga) que tienen por unidad de superficie del terreno y se expresa generalmente en tonelada por hectárea (Mg ha-1). Con esta información y con base en un porcentaje de contenido de C respecto a la masa (peso seco) (generalmente 50%), se estima el contenido de C en megagramos por hectárea (Mg ha-1). La madera muerta es considerada una reserva de C y un sitio para la fijación de nitrógeno y acumulación de materia orgánica; de este modo, actúa como un liberador de fertilizante a largo plazo; sin embargo, continúa siendo materia de debate si la cosecha intensiva de madera puede desabastecer de ciertos nutrimentos a los bosques (Hunter, 1990; Torres, 1994).
La evaluación de las cargas de combustibles y la correspondiente estimación de los contenidos de C del M y del MLC son procesos que contemplan varios pasos y técnicas. No obstante, esto no implica que sea complicado, básicamente porque ya se cuenta con técnicas definidas para ambos propósitos. Sin embargo, actualmente es difícil comparar o compartir datos sobre los contenidos de C tanto del M, como del MLC. Esto se debe, esencialmente, a que no se han determinado procesos estandarizados para estos fines; de tal forma que pueda partirse de, por ejemplo, una misma clasificación de regiones climáticas, tipos de vegetación, procesos de evaluación de cargas de combustibles y clasificación de tipos de combustibles (vivos y muertos). Como resultado de esto, en la mayoría de los casos, se trabaja con base en procesos y clasificaciones diferentes.
Objetivos
De acuerdo con lo discutido anteriormente, el trabajo tiene como objetivo presentar una revisión de los procesos de medición y estimación de las cargas de mantillo y material leñoso caído y contenidos de C encontrados en México, principalmente para bosques y selvas.
Materiales y métodos
Sistema de clasificación de combustibles
Para entender mejor el papel que juegan las cargas de M y MLC, se debe conocer su ubicación dentro del complejo de combustibles forestales, los cuales comprenden la materia orgánica vegetal (viva o muerta) de los ecosistemas terrestres que es susceptible de entrar en combustión. Dentro de estos, se considera follaje, fustes, raíces, troncos, tocones, ramas, hojarasca y capa de fermentación (Flores y Moreno, 2005; Pyne, Andrews y Laven, 1996); los cuales se han clasificado con diferentes propósitos (modelaje, estimación de cargas, simulación, entre otros) (Prichard et al., 2013). Sin embargo, el concepto de camas de combustibles (CaCom) soporta la clasificación más reciente y completa de los combustibles forestales, que se basa en el sistema de clasificación de características de combustibles (FCCS por sus siglas en inglés) propuesto por Ottmar, Sandberg, Riccardi y Prichard (2007). En ese sistema de clasificación, los combustibles se dividen en estratos que incluyen tanto material combustible vivo, como muerto (Fig. 1), por lo puede usarse para una adecuada clasificación de combustibles enfocada en la evaluación de los contenidos de C. Lo anterior permitirá apoyar la definición de un protocolo que acceda a estandarizar la evaluación de C en diferentes ecosistemas forestales (Barrales et al., 2012).
Al respecto, Cruz, Escalante, González, Guerra y Etchevers (2012) hacen una propuesta de clasificación de combustibles forestales, desde la perspectiva de evaluación de C, que en varios aspectos coincide con la clasificación sugerida por Eggleston, Buendia, Miwa, Ngara y Tanabe (2006) y el Programa Mexicano del Carbono [PMC] (2011), quienes especifican considerar los estratos como almacenes de C. En la tabla 1 se muestran las coincidencias y diferencias de estas dos clasificaciones o esquemas de estimación; aunque ambos casos generalizan la clasificación, integrando varias fuentes de combustibles en unos pocos estratos, lo que puede generar un nivel de incertidumbre alto. Por ejemplo, desde la perspectiva de CaCom y C de la biomasa aérea (CBA) puede desglosarse en Morfín et al. (2012): dosel, subdosel, arbustos, vegetación baja, material leñoso, hojarasca fresca y capa de fermentación. No obstante, la clasificación de las camas de combustibles puede fragmentarse más aún, con los siguientes enfoques: 1) precisar el cálculo de contenido de C y 2) contar con datos más específicos que determinen un nivel de certidumbre más robusto. De acuerdo con esto, se propone una clasificación que integre la perspectiva de las CaCom, con las alternativas basadas en la evaluación de C. De esta forma, en la integración se definen nueve estratos, con sus respectivos subestratos y componentes (Tabla 1). En esta propuesta se parte de una primera clasificación general, donde se diferencian los combustibles vivos (biomasa) y los combustibles muertos (necromasa), separando en estos últimos a los árboles muertos en pie, que son considerados en las CaCom como parte del dosel.
CONDICION | CARBONO | CAMAS COMBUSTIBLES | INTEGRACIÓN | SUBESTRATO | COMPONENTES |
---|---|---|---|---|---|
BIOMASA *CV |
BIOMASA AEREA *CBA **Cvpa |
DOSEL | ARBOADO ADULTO | Copa | Follaje-Flores-Frutos |
Ramas | |||||
Tallo | Fuste | ||||
Tocom | |||||
SUBDOSEL | ARBOLADO JOVEN | Copa | Follaje-Flores-Frutos | ||
Ramas | |||||
Tallo | Fuste | ||||
Tocon | |||||
ARBUSTOS | ARBUSTOS Y REGENERACION | Follaje-Flores-Frutos | |||
Tallo | |||||
VEGETACION BAJA | VEGETACION BAJA. | Hierbas | |||
Pastos | |||||
BIOMASA SUBTERRANEA *CB5 **Cvr | RAICES VIVAS | Raices vivas | |||
NECROMASA | ARBOLADO MUERTO EN PIE | ||||
MATERIA ORGANICA MUERTA *CMOM |
MATERIAL LEÑOSO | MATERIAL LEÑOSO | 0 - 0.6 cm | ||
0.6 - 2.5 cm | |||||
- 7.5 cm | |||||
>7.5 Firme | |||||
>7.5 Podrido | |||||
MANTILLO *CMAN **cm |
HOJARASCA FRESCA | MANTILLO | Coníferas | Hojas | |
Flores-Frutos-Semillas | |||||
Latifoliadas | Hojas | ||||
Flores-Frutos-Semillas | |||||
CAPA DE FERMENTACION **Ccf | CAPA DE FERMENTACION | CAPA DE FERMENTACION | Hojarasca | ||
Madera-Corteza | |||||
Flores-Frutos-Semillas | |||||
Raíces |
Donde: ** Ccf = Carbono en la capa de fermentación; Cm = Carbono en el mantillo; Cv = Carbono en la vegetación; Cvpa = Carbono en la vegetación de la parte aérea; Cvr = Carbono en la vegetación de la parte radicular (Cruz et al., 2012).
* CBA = Carbono de la biomasa aérea; CMAN = Carbono del mantillo; CBS = Carbono de la biomasa subterránea; CMOM = Carbono de la materia orgánica muerta (Eggleston et al., 2006; Paz y Cuevas, 2012)
La propuesta integral (PI) de clasificación de combustibles apoya la definición de un protocolo, donde se establezcan los estándares de evaluación de combustibles, para la estimación de C en diferentes ecosistemas forestales (Barrales et al., 2012). Es importante señalar que ya existen metodologías específicas para la evaluación de cada componente de combustibles forestales, con lo que, además, se puede evaluar C a diferentes niveles, de acuerdo con los estratos, subestratos o componentes que se consideren. Más aún, la PI es compatible con la estrategia del Inventario Nacional Forestal y de Suelos (Infys) (Comisión Nacional Forestal [Conafor], 2016), en donde se consideran como los principales almacenes de C a la biomasa viva, material leñoso caído (incluyendo madera muerta en pie), mantillo, capa de fermentación y suelo (Maldonado et al., 2012), que a su vez pueden acoplarse a los almacenes considerados en la Guía de Buenas Prácticas del IPCC (Penman et al., 2003). En esta perspectiva, con base en la información del Infys se han caracterizado y clasificado camas de combustibles prioritarias en México (Chávez et al., 2014). Esta clasificación fue realizada mediante análisis multivariantes y geoespaciales, mientras que la caracterización se realizó mediante técnicas de minería de datos y manejo de bases de datos relacionales. Como resultado se tiene un catálogo nacional de camas de combustibles forestales, estratificado de acuerdo con las diversas regiones bioclimáticas y tipos de cobertura vegetal de México (Chávez et al., 2014).
Evaluación de cargas de combustibles
Como se ha mencionado, la mayoría de los trabajos sobre evaluación de cargas de MLC y M en México usan adaptaciones a la metodología propuesta por Brown (1974). Para esto, primeramente se debe definir la estrategia de muestreo, con lo cual se determina la ubicación de los sitios (o conglomerado) de muestreo. Los muestreos pueden ser aleatorios o sistemáticos, lo cual depende de los objetivos del trabajo, mientras que el diseño del sitio de muestreo puede variar en forma y tamaño, lo que depende de la heterogeneidad de la vegetación, así como de la topografía del terreno. La figura 2 presenta una versión estilizada del diseño de un sitio de muestreo para evaluar MLC y M que, en general, comprende los siguientes aspectos: a) tres transectos de intersecciones planares. Sobre estos transectos lineales se mide el combustible grueso o material leñoso caído. Cada transecto se marca con cuerdas de una longitud conocida (generalmente 7 m), orientadas a 0°, 120° y 240° de azimut. Los combustibles de 1 h y 10 h (Tabla 2) se miden en una distancia de 0 m a 3.5 m, mientras que los de 100 h y 1000 h de 0 m a 7 m, sobre la línea de muestreo; b) un circulo de 3.5 m de radio. Este círculo, concéntrico, se utiliza para la medición de combustible vivo, arbustos, hierbas, pastos y regeneración y c) tres cuadros de 30 cm × 30 cm. Se trata de cuadrantes en los que se evalúa profundidad y porcentaje de cobertura de la hojarasca y de mantillo orgánico. Estos se encuentran al final de cada transecto y son utilizados también para la toma de muestras de hojarasca y materia orgánica.
Material Leñoso Caído (MLC)
De acuerdo con el diámetro que presentan sus elementos, el MLC se clasifica en: fino, regular, mediano y grueso (Tabla 2). Originalmente las categorías fueron definidas en pulgadas, por lo que se muestra la conversión al Sistema Internacional (Brown, 1974; Rodríguez, Hubert, Cíntora, Contreras y de la Rosa, 2011). Otra manera de clasificar a los combustibles es por el tiempo de retardo que presentan (Fosberg y Deeming, 1971), el cual se refiere al tiempo que tardan en perder o ganar aproximadamente 66% de la diferencia entre el contenido de la humedad inicial y la humedad relativa del aire a cierta temperatura establecida (Simard, 1968). El método más común en la medición del MLC está basado en el muestreo de intersecciones planares lineales, donde se contabiliza la cantidad de material leñoso que se encuentra justo por debajo de la línea del transecto. La frecuencia del material se mide de acuerdo con las diferentes categorías de diámetro (Fig. 3). Posteriormente, se estiman las cargas de cada una de estas categorías, con base en una serie de ecuaciones propuestas por Brown, Oberheu y Johnston (1982).
Existen varios trabajos que describen la metodología para evaluar el C almacenado del MLC. Tal es el caso de la Guía de Buenas Prácticas del IPCC (Penman et al., 2003). No obstante lo anterior, son pocos los trabajos que se han realizado sobre la estimación exclusiva del C en madera muerta caída (Navarrete et al., 2011). Además, el C en el M y el MLC puede tener altas fluctuaciones y ser difícil de medir (Navarrete, 2006); no obstante, su evaluación es de gran importancia en proyectos REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación forestal evitadas, más conservación, incremento de almacenes y manejo forestal sustentable), siempre y cuando se genere información con la menor incertidumbre posible, para lo cual es fundamental considerar la densidad específica de cada combustible. A pesar de esto, es frecuente que se calcule el C con la densidad de la madera de otras especies y bajo condiciones ambientales muy distintas a las de México (Navarrete, 2006).
Mantillo (M)
Una vez que se ha instalado el sitio de muestreo de combustibles y se han ubicado los transectos (por lo general tres), al final de los transectos se coloca un cuadro de 30 cm × 30 cm para evaluar los combustibles ligeros (Xelhuantzi et al., 2011), los cuales se definen en la figura 4: a) capa de fermentación: capa en donde se localizan hojarasca, hierbas y pastos en estado de descomposición, o inicio de la misma, tendiendo a la formación de materia orgánica; esta capa también se identifica por la fragmentación de las hojas o acículas; y b) capa de hojarasca: capa donde se localizan las hojas, o acículas, caídas de árboles o arbustos, donde los elementos de esta capa (hojas o acículas) se encuentran completos o fragmentados, pero reconocibles. Una vez ubicado el cuadro de 30 cm × 30 cm, todo el material combustible es colectado y separado en capa de hojarasca y capa de fermentación. En el laboratorio se revisa la separación realizada en campo y se procede a su secado hasta obtener peso constante. Seco el material, se efectúan las estimaciones para determinar las cargas (Mg ha-1) de combustibles correspondientes. Las estimaciones del contenido de C en el M se han hecho con base en la definición de un porcentaje de contenido de C respecto a la masa (peso seco), el cual, generalmente fluctúa en valores alrededor de 50% (Romero, 2008).
Resultados
Porcentaje de contenido de carbono
Como se ha mencionado, generalizar las evaluaciones de C de los combustibles forestales en pocos componentes puede implicar la definición de un valor alto de incertidumbre (Kurz et al., 2016), debido a dos aspectos importantes: 1) varias clasificaciones de combustibles pueden desglosarse en una serie de componentes, por ejemplo, la biomasa aérea comprende follaje, fuste, ramas, arbustos, hierbas, pastos, etc. y 2) los diferentes combustibles forestales pueden contener diferentes proporciones de C (Avendaño, Acosta, Carrillo y Etchevers, 2009). En relación con esto último, la mayoría de los trabajos que han evaluado el contenido de C en combustibles forestales, optaron por usar un porcentaje de contenido de C respecto a la masa (peso seco) de 0.50, sin importar de qué tipo de combustibles se trata, lo cual, en sí, ya implica cierto valor de incertidumbre (Kurz et al., 2016). En la figura 5 se compara el porcentaje de contenido de C usado para estimar el contenido de C, tanto en MLC como en M. Se resalta que el mayor contenido de C se presenta en los combustibles leñosos firmes (no podridos) mayores a 7.5 cm, donde se encuentra un máximo de 0.669 (Flores, inédito); mientras que, en promedio, las proporciones menores se registran para hojarasca. En general, el porcentaje mínimo fue 0.475. De acuerdo con el rango de variación, es importante considerar que los porcentajes se usan para hacer estimaciones de almacenamiento de C a varias escalas (Anaya, Chuvieco y Palacios, 2009), por lo que estas estimaciones, de acuerdo con los trabajos analizados, podrían implicar una variación de ± 10.33% respecto de la media. Lo anterior involucra una incertidumbre importante, misma que se magnifica a medida que se escalan (árbolsitio-hectárea-rodal-región-estado-país) las estimaciones, por lo que debe definirse a corto plazo un catálogo de porcentaje de contenido de C para los ecosistemas de México y por tipo de combustibles.
Contenido de carbono
Aunque existen muchos trabajos sobre la evaluación de cargas de combustibles forestales, son pocos los que se enfocan en la evaluación de C (Navarrete, 2006). Al respecto, en la tabla 3 se presenta un panorama en México, el análisis se basó en la PI, haciendo una estimación promedio de las evaluaciones de C para M y MLC (publicaciones del PMC: Paz y Cuevas, 2012; Paz y Wong, 2015; Paz, Wong, Bazan y Saynes, 2014; Paz, Wong y Torres, 2015; Wong y Paz, 2016). La mayor parte de los estudios donde se ha evaluado M y MLC se ubican en las regiones templadas del país, cuyo principal propósito es la estimación de cargas de combustibles (Mg ha-1), con base en lo que se calculan los contenidos de C correspondientes. De esta manera se tienen trabajos en varios ecosistemas, como: bosques mixtos de coníferas (Stephens, Fry, Franco, Collins y Moghaddas, 2007), bosques montanos de niebla (Álvarez, García, Krasilnikov y García, 2013), bosque mesófilo de montaña (Álvarez, 2010), bosques mixtos (Naranjo, 2014), entre otros. Estas estimaciones se han hecho también en sistemas agroforestales con predominio de cultivo de café (Rojas, 2014), o en forma comparativa entre sistemas forestales y agrícolas (Martínez, 2010), además de zonas urbanas (Rodríguez y Sierra, 1995). Específicamente, se han desarrollado estimaciones de M y MLC en bosque de pino, encino y oyamel (Álvarez, 2010; Bautista, Treviño, Návar, Aguirre y Cantú, 2005; Nájera y Hernández, 2007; Naranjo, 2014; Navarrete, 2006; Rojas, 2014; Stephens et al., 2007; Xelhuantzi et al., 2011).
Como se ha mencionado, las estimaciones de M y MLC, aunque se basan en técnicas generalizadas, no han seguido un proceso estandarizado, por lo que los resultados deben adaptarse para que puedan ser compatibles y comparables. De esta forma, primeramente se debe hacer una estimación de las cargas de combustibles, para lo cual la mayoría de los trabajos se basan en la técnica de intersecciones planares, propuesta por Brown (1974) y Flores y Omi (2003); aunque en algunos casos se han realizado adaptaciones, o modificaciones a esta técnica (Nájera y Hernandez, 2007; Naranjo, 2014; Rodríguez y Sierra, 1995). Estas adaptaciones se enfocan principalmente en variaciones en la longitud de los transectos (Bautista et al., 2005; Orihuela et al., 2013; Rodríguez et al., 2011; Rodríguez y Sierra, 1995; Rojas, 2014; Venegas, 2013; Xelhuantzi et al., 2011). Otras estrategias de evaluación de cargas de combustibles que se han usado son: a) evaluaciones directas de las cargas de combustibles (Álvarez et al. 2013; Eaton, 2005); b) método de intersección planar adaptado (Aguirre, 2006); c) referencia a un muestreo jerárquico anidado (Álvarez et al. 2013); d) consideración de cinco grados de pudrición del material combustible (Eaton, 2005).
Discusión
La forma en que se publican los resultados de las evaluaciones referentes al M y MLC son diversas. No obstante, considerando la estructura que se propone en la tabla 1, se puede tratar de organizar esos resultados. De esta forma, la tabla 3 presenta una serie de estimaciones de C en material leñoso y mantillo, para dos grandes regiones (bosques y selvas), pero es importante aclarar que las cifras corresponden a los promedios de las estimaciones publicadas en varios trabajos. Por ejemplo, la media que se señala no necesariamente corresponde a la media de las cifras máxima (máx) y mínima (min) de la tabla 3, sino que corresponde a la media de todos los trabajos analizados. También se aclara que, debido a que en muchos casos solo se encontraron cargas de combustibles (Mg ha-1), se usó el valor de 0.5 como porcentaje de estimación del contenido C. Por otra parte, se indican variaciones en MLC debido a diferentes altitudes, donde combustibles entre 10.1 cm y 20 cm presentan un mayor contenido de C, en general en la altitud de 1500 m snm (Fig. 6). Lo mismo sucede en el caso de los combustibles mayores a 20 cm (Álvarez et al. 2013). También se señalan cargas de combustibles para ecosistemas forestales específicos, con las cuales, considerando un porcentaje de 0.5, se tienen las siguientes estimaciones de Mg ha-1 de C (Rodríguez y Sierra, 1995): pino y latifoliadas 11.6 Mg C ha-1, oyamel y pino 13.6 Mg C ha-1, oyamel de saneamiento 32.1 Mg C ha-1. También se registran evaluaciones totales para selva (Fonseca, Rey y Alice, 2011; Hughes, Kauffman y Jaramillo, 1999; Romero, 2008), plantaciones tropicales y manglar, donde el último autor señala el mayor contenido de C (124 Mg C ha-1).
Condición | Estrato | Subestrato | Variable | Selva min | Selva máx | Selva media | Templado min | Templado máx | Templado media |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Necromasa | Material leñoso | Fino | 0 cm - 0.6 cm | 0.01 | 0.85 | 0.44 | 0.04 | 0.23 | 0.09 |
0.6 cm - 25 cm | 0.03 | 3.00 | 1.80 | 0.01 | 4.32 | 1.36 | |||
Grueso | 2.5 cm - 7.5 cm | 0.06 | 3.55 | 2.52 | 0.01 | 5.21 | 1.53 | ||
>7.5 cm firme | 0.01 | 7.90 | 3.75 | 0.15 | 13.28 | 3.64 | |||
>7.5 cm podrido | 0.02 | 7.50 | 3.23 | 0.01 | 8.78 | 4.39 | |||
Total | 1.35 | 10.01 | 8.00 | 0.03 | 32.10 | 9.43 | |||
Mantillo | Coniferas | Hojas Flores-frutos-semillas | 0.05 0.00 |
9.05 2.90 |
4.96 0.57 |
||||
Latifoliadas | Hojas | 0.78 | 5.22 | 2.01 | |||||
Flores-frutos-semillas | 0.00 | 0.83 | 0.13 | ||||||
Total | 0.78 | 6.04 | 4.25 | 4.00 | 19.70 | 6.91 | |||
Capa de Fermentación | Hojarasca Madera-corteza | 0.00 | 2.85 | 1.27 | 0.00 | 14.98 | 6.71 | ||
Flores-frutos-semillas Raices | |||||||||
Total | 0.00 | 3.67 | 1.39 | 0.00 | 17.88 | 5.88 |
Conclusiones
En general, considerando los trabajos sobre los diferentes combustibles forestales englobados en la PI, se encontró muy poca información sobre las evaluaciones de C correspondientes al M y MLC, las cuales se han enfocado principalmente a ecosistemas templados, seguido de ecosistemas tropicales. Más aún, los trabajos son menos si se particulariza en algunos ecosistemas, como bosque de pino, bosque de encino, bosque de oyamel, selva baja, selva mediana, manglares, entre otros.
La mayoría de los trabajos de evaluación de combustibles (cargas) se han realizado en ecosistemas templados. Sin embargo, no se ha seguido un proceso estandarizado, ya que en la mayoría de los casos se hicieron adaptaciones a la metodología de Brown et al. (1982), sin ofrecer la explicación de estas modificaciones. Sobre todo, desde la perspectiva estadística.
Considerando los diferentes tipos de combustibles de material leñoso, los contenidos de C en los combustibles forestales fueron muy similares en sus promedios entre selvas y ecosistemas templados. Aunque, por otro lado, los contenidos máximos fueron mayores en los ecosistemas templados. Considerando los contenidos totales de C, los valores máximos son tres veces mayores en ecosistemas templados que en selvas. No obstante, los promedios de contenido son muy similares.
Los promedios máximos totales de las evaluaciones del contenido de C en el mantillo fueron tres veces mayores en ecosistemas templados, en relación con las selvas. Aunque, en la media de los valores totales el contenido de C en ecosistemas templados fue 50% mayor en selvas. En cuanto a la capa de fermentación, los promedios totales máximos en ecosistemas templados fueron más de cinco veces mayor que en selvas. Sin embargo, estas evaluaciones se enfocaron en la hojarasca en pudrición y no se encontraron trabajos que indiquen evaluaciones referentes a la madera, corteza, flores, frutos, semillas o raíces.
En las evaluaciones de los contenidos de C se ha generalizado el uso de un porcentaje de contenido de C respecto a la masa (peso seco) promedio de 50%; sin embargo, estas evaluaciones deben hacerse considerando que, por su condición, a cada tipo de combustible le corresponde un porcentaje específico. Lo cual, en la mayoría de los estudios analizados no se considera, realizándose evaluaciones con valores de contenido de C con un alto nivel de incertidumbre.
Las evaluaciones de C de M y MLC no se han realizado en forma protocolizada; es decir, siguiendo procedimientos de evaluación estandarizados. Por lo anterior, la información generada no es directamente comparable, ni compatible. Lo antepuesto propicia estimaciones dentro de intervalos muy amplios (es decir, alta variabilidad), que implican también altos niveles de incertidumbre.
En futuros trabajos se deberá caracterizar a los diferentes ecosistemas forestales considerando especies, estructura, densidad y edades, entre otros. De esta forma se podrán identificar los sitios en donde los combustibles forestales presenten mayores variaciones en los contenidos de C, lo cual determinaría en dónde se deberán de intensificar las investigaciones para estimar C en M y MLC.