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Boletín de la Sociedad Botánica de México

versión impresa ISSN 0366-2128

Bol. Soc. Bot. Méx  no.86 México jun. 2010

 

In memoriam

 

Luis Diego Gómez–Pignataro

(18 de Julio de 1944 – 13 de Noviembre de 2009)

 

 

Nació el 18 de Julio de 1944 en San José, Costa Rica. Procedía de una familia de gran abolengo en Costa Rica; su abuelo, Don Juan Gómez Álvarez, fue dueño de una de las haciendas cafetaleras mas importantes de Turrialba y amante de la naturaleza. Hijo unigénito del matrimonio formado por Francisco Gómez de Bernardi y Adelaida Pignataro Granata, ambos de raíces italianas, razón por la cual, Luis Diego vivió parte de su infancia en ese país.

Luis Diego fue un naturalista nato; mas por convicción, llegó a convertirse en un incansable impulsor de las ciencias naturales, y por vocación en un botánico apasionado y especialista de fama mundial en pteridofitas. Aún cuando se le considera un referente mundial de la botánica de Centroamérica y de los Neotrópicos, sus vastos conocimientos no se limitaban a las plantas, su obra nos habla del enorme bagaje de conocimientos que poseía en diversas disciplinas como la Micología, la Ficología, la Zoología, la Entomología, la Ecología, la Geología y especialmente la Paleontología. Su interés por esta última, se manifestó desde que era muy joven, pues su primer trabajo titulado "A first reports of fossil–fern Pteropsida from Costa Rica" fue publicado en 1968, en el número 16 de la Revista de Biología Tropical y en realidad combinada las dos pasiones de Luis Diego: la botánica y la paleontología. Pero su interés fue mas allá, realizó las primeras colecciones paleontológicas sistemáticas en su país y publicó 11 artículos que versan en su mayoría sobre paleobotánica, aunque también son notables sus trabajos en paleontología de invertebrados y vertebrados.

Mucho se hablaba de Luis Diego, pero quizá lo más relevante fue su sobresaliente inteligencia y su notable erudición, características que lo hacían "quasi–genio"; su enterísima dedicación a la ciencia y su don de gente, fueron dos aspectos que lo acompañaron hasta el final de su vida; muchos lo consideraban "l'enfant terrible" de la academia, a lo que contribuía su aspecto jovial y su baja estatura. Se decía también que nunca quiso graduarse como biólogo debido a su negación a tomar cursos de matemáticas, física y química, los cuales consideraba superfluos para su formación. Pero recientemente se dio a conocer que a sus 22 años ya había obtenido un Doctorado por la Universidad de Loyola, en España y que después de esto se graduó como biólogo e inició la carrera de Geología.

Era conocido en el medio de los botánicos como el "maestro de los helechos" por su indiscutible habilidad para determinar con solo darle un "vistazo" al ejemplar – no solo la especie, sino también las características del taxa en cuestión y la localidad precisa donde había sido colectado.

Fue en el año de 1982 cuando conocí a Luis Diego. Yo había sufrido un accidente automovilístico severo y tras varios meses de convalecencia en el hospital, deseaba desesperadamente incorporarme a la vida académica. Me contacté con él para definir los últimos detalles de mi estancia doctoral en el Museo Nacional de Costa Rica. Todavía no me recuperaba completamente de una lesión en una pierna, pero con la determinación que le caracterizaba, me incitó a tomar el primer vuelo del siguiente día e iniciar inmediatamente mis actividades en la estación. En un principio, lo que mas me impresionó de Luis Diego fue su sabiduría, que inspiraba respecto y admiración de cuantos le rodeaban; pero con el paso del tiempo fue su calidad humana la que me cautivó y por la que coincido con Luko Hilje en catalogarlo como un ser humano excepcional. Recuerdo que en varias ocasiones cuando a mi amigo Robbin Moran (que también realizaba una estancia doctoral, estudiando helechos) y a mí nos brindo todo tipo de ayuda para llevar a buen término nuestras tesis y con su rostro afable y hablar reposado nos decía como les puedo ayudar o discutía los avances de nuestra tesis .

Algo característico de Luis Diego era su "practicidad" para las salidas de campo, puedo constatar que nunca hizo una maleta, pues en diversas ocasiones Robbin y yo lo acompañamos a colectar plantas. Salía con su pantalón y camisa de las excursiones, llevando en mano únicamente su navaja de campo. Así era Luis Diego cuando el trabajo de campo lo llamaba.

Si me pidieran definir al ser humano, tendría que decir que Luis fue un hombre intrépido, excelente conversador, inteligente, culto, carismático, divertidísimo, generoso, temperamental, un gran amigo, trabajador incansable, por lo que dejó huella en sus amigos, colegas, discípulos y cuantos tuvimos la fortuna de conocerlo. Es de pocos sabido que Luis Diego también tocaba con gran habilidad el piano y era muy querido entre los músicos de la Orquesta Filarmónica de San José, lo cual nos da una idea de su increíble versatilidad. Fue un auténtico políglota, además de leer y escribir a la perfección griego y latín, dominada enteramente el inglés, italiano y francés, y leía con fluidez el alemán. Y por si esto no fuera suficiente también era un esteta de la naturaleza. Los hermosos jardines que diseñó y construyó en Las Cruces y en su casa de San José, son prueba de ello.

En lo que respecta a su labor como científico, basta con señalar que es el más grande naturalista costarricense de la segunda mitad del siglo XX, quizá solo sea superado por el insigne maestro Don Alberto Brenés Mora, a quien Luis consideraba su fuente de inspiración y mentor aún cuando no coincidieron en el tiempo, pues Luis tendría tan solo cuatro años de edad cuando falleció el ilustre botánico.

Entre su larga lista de logros está haber sido Miembro Fundador de la Academia Nacional de Ciencias de Costa Rica; Director General (1970–1985) del Museo Nacional de Costa Rica, donde llegó a ocupar la categoría de Emérito; durante su gestión se preocupó por rescatar las colecciones de botánica, zoología y geología, y se construyó un edificio, mismo que fue demolido años mas tarde para devolver al antiguo Cuartel Bellavista su fachada.

Fue también editor fundador de la revista Brenesia, cuyo nombre honra la memoria del profesor Alberto Manuel Brenes, pionero de la biología y de la exploración botánica en Costa Rica y a quien –como ya se dijo– Luis admiraba tanto.

A finales de la década de los 80's, Luis Diego junto con un grupo de entusiastas costarricenses, dieron inicio a lo que, en ese momento, algunos calificaron como una idea descabellada: impulsar la iniciativa de crear una instancia nacional, que gozara de un alto grado de autonomía y para la cual fuera prioritario promover una mayor conciencia sobre el valor de la biodiversidad de Costa Rica, para lograr su conservación y uso sostenible. Fue así como nació la Comisión de Planificación del Instituto Nacional de la Biodiversidad, que a tan solo unos meses de su creación pasó de ser una utopía a una realidad el 26 de octubre de 1989, fecha en que se le otorgó la personalidad jurídica a dicha asociación. Había nacido el INBio, del cual Diego fue miembro fundador.

Durante mas de 20 años colaboró directamente con la Organización de Estudios Tropicales (OTS), al desempeñarse como Director de la Estación de Biología Las Cruces (1986–2005) y La Selva (2003–2005); tiempo durante el cual, también fungió como director del Jardín Botánico Wilson – Estación Biológica Las Cruces en San Vito de Coto Brus, al sur de Costa Rica, lugar al que amó profundamente. Como era de suponerse, su vocación por la enseñanza no pasó desapercibida, y con la magistralidad que caracteriza a los grandes maestros y la humildad de un sabio impartía dos cursos al año en Las Cruces: uno sobre Introducción a la Medicina Tropical y otro de Etnobiología.

A lo largo de su carrera ha publicado más de cien artículos científicos, la mayoría relacionados con su gran pasión, la botánica; pero también son notables sus contribuciones al conocimiento de los hongos, las algas, y la paleontología. Es autor de varios libros y mapas de vegetación de su país.

A su nombre queda el herbario de la Estación Biológica Las Cruces y en nuestra memoria, la enorme satisfacción de haber podido interactuar con un ser humano excepcional, un científico connotado, un luchador altamente comprometido con la conservación de la biodiversidad en el trópico, un amante de la naturaleza y de su país, donde siempre quiso vivir.

La noche del 13 de noviembre del 2009 luego de luchar dos años contra el cáncer, partió nuestro amigo, el maestro, el sabio y quizá el ultimo naturalista de Costa Rica. Su pérdida deja un vacío muy profundo en la ciencia y en quienes le conocimos, pero seguirá alentándonos su obra y dedicación, su espíritu de lucha, su determinación y compromiso con la conservación e investigación de la biodiversidad. Considero que figuras como, la de Luis Diego Gómez–Pignataro difícilmente pueden dejarse en el olvido y que su nombre debe perpetuarse a través de los tiempos, a través de la generaciones– sobre todo de los biólogos– como ejemplo de una vida consagrada a la ciencia. A manera de un modesto, pero muy merecido homenaje a un hombre que vivió toda su vida estudiando la naturaleza y tratando de descifrar sus misterios, citaré textualmente algunas de sus propias palabras:

"Es un enriquecimiento de lo que sabemos de la Historia Natural lo que permitirá una mayor aproximación a ese absoluto inalcanzable del saber sobre la Naturaleza y sus seres..."

 

Blanca Pérez–García
Universidad Autónoma Metropolitana
Unidad Iztapalapa

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