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Boletín de la Sociedad Botánica de México

versión impresa ISSN 0366-2128

Bol. Soc. Bot. Méx  no.85 México dic. 2009

 

In memoriam

 

Enrique Portilla Gutiérrez

(27 de julio de 1953 – 13 de agosto de 2009)

 

 

Le gustaba extraer citas que reflejaban las ideas de autores importantes. Diseccionaba estas ideas, las criticaba con una mordacidad que rayaba en la irreverencia; y muy comúnmente las mejoraba con ingredientes de su erudición y creatividad sobresalientes. Así, desarrollaba unos apuntes que eran un deleite por su estética y claridad para explicar lo difícil de manera muy divertida. De estos escritos nos aprovechamos sus amigos para aprender paleontología y evolución y, desde los ya lejanos años en la Facultad de Ciencias de la UNAM, de alguna manera, fue nuestro maestro en estos temas y muchos otros.

Enrique nació en la Ciudad de México en 1953, en la entonces todavía región más transparente. Fue un niño que disfrutó de la libertad de los niños de aquella época, pero que también sufrió de la represión y ataduras de un entorno autoritario. Así, desde temprana edad, construyó un mundo interior alimentado por un apetito voraz por la lectura, mundo que nunca fue cerrado, sino que compartía de buen grado con cualquiera que se acercara a disfrutar de sus siempre bien informadas pláticas.

Su formación preuniversitaria se dio en el CUM de la congregación de los maristas, lo que explica al menos parcialmente su vocación y facilidad para la enseñanza. Estudió la carrera de Biología en la Facultad de Ciencias, formando parte de la famosa y prestigiada generación del 73. Se integró en un grupo cercano de amigos, Fernando Vite, Miguel Martínez Ramos y Francisco Espinoza, todos ellos muy brillantes botánicos, que con cualquier pretexto desarrollaban animadas discusiones, siempre arropados por los brazos de Minerva y con una cocacola bien fría y el humo de un cigarrillo que parecía nunca consumirse. Este es el grupo de Los Profetas y del que Enrique fue centro, literalmente neurálgico.

Antes de terminar la licenciatura inició la actividad que llenó los siguientes 32 años de su vida, primero como ayudante de profesor en la materia de evolución en la Facultad de Ciencias. Rápidamente se ganó el respeto de los profesores titulares y de los estudiantes que se disputaban la posibilidad de inscribirse en los cursos de Enrique. Cursó la Maestría en Ciencias de la misma Facultad y aunque cumplió con el 100% de los créditos, nunca se graduó, tal vez porque no le interesaba hacerlo o porque era un evento perdido entre su muy larga lista de pendientes a completar más tarde y que todos sabíamos que estaban condenados a nunca realizarse.

En el área de la botánica, realizó estudios sobre especies invasoras particularmente el pasto Rhynchelytrum repens y patrones de distribución de malezas en áreas urbanas del D.F., siempre con un enfoque evolutivo que fue su pasión. También participó en estudios sobre hibridación natural entre especies de cactáceas columnares en el valle de Tehuacán y la definición de grupos funcionales de plantas en la misma región.

Ingresó como Profesor a la Universidad Autónoma Metropolitana de Iztapalapa en 1985 y rápidamente se convirtió en uno de los docentes más populares y respetados, participando en la formación de muchas generaciones de biólogos egresados de esta Universidad. Quienes ingresaron después siempre contaron con el apoyo de Enrique que se constituyó en una fuente muy rica de literatura biológica de gran utilidad para profesores y estudiantes.

Disfrutaba como nadie de una buena comida, de la lectura, la buena música, las corridas de toros, el cine, de la colección de objetos de todo tipo y, sobre todo, de las pláticas con sus estudiantes a quienes dedicaba todo su tiempo en la Universidad y, muchas veces, fuera de ella.

Los últimos años de su vida tuvo que soportar la carga de enfermedades varias, siempre con la expectativa de que todo se arreglaría. Nunca dejó de estudiar e incrementar su sabiduría, participó como autor de un diccionario de ecología, tal vez en la redacción de apuntes con sus ideas y en la planeación de múltiples proyectos para realizar algún día en el futuro.

De alguna manera se despidió unos meses antes de su muerte con una deliciosa conferencia sobre Charles Darwin, personaje que le apasionaba y estudiaba en todas sus facetas, con auditorio lleno y una larga y muy sentida ovación que seguramente recordó hasta el último día.

Enrique Portilla Gutiérrez, biólogo, nació el 27 de julio de 1953 en la Ciudad de México, metrópoli donde falleció veinte mil cuatrocientos setenta y un días después, el 13 de agosto de 2009. Quizá solo habría que reprocharle que no haya escrito todo lo que tenía que escribir.

 

José Alejandro Zavala Hurtado
Departamento de Biología, Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa

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