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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.42 no.165 Ciudad de México abr./jun. 2011

 

Reseñas

 

¿Tiene México una política industrial?, Alonso Aguilar Monteverde et al.

 

Has Mexico an Industrial Policy?, Alonso Aguilar Monteverde et al.

 

Irma Portos Pérez

 

México, UNAM, Instituto de Investigaciones Económicas, Centro Mexicano de Estudios Sociales, Debate-Reflexión-Propuestas, 2010

 

Investigadora IIEC-UNAM.

 

El estudio de la realidad industrial de México capta cada vez una mayor atención en distintos foros y organismos públicos y privados, pues el debilitamiento del sector ha sido manifiesto en las últimas décadas desde que fueron implantados los principios de la concepción neoliberal que sostiene como eje rector y principal regulador el mercado y, por tanto, la negación del papel del Estado y su política industrial.

A partir de cuatro ensayos, el presente libro sostiene como eje del debate, la grave carencia de una política industrial sólida y congruente con la urgente necesidad de retomar el crecimiento y superar la pérdida de tejido industrial (social) como vía para la superación de los principales problemas del país, en un entorno global caracterizado por la presencia de nuevos y pujantes competidores que han desplazado del mercado internacional (y local) a México. De ahí que el propósito principal de la obra se señala en la presentación del libro:

"... reside en proporcionar un material serio y comprensivo de las tendencias de la industria mexicana, desde el principio de la posguerra de la segunda guerra mundial hasta nuestros días y de manera especial el papel que ha desempeñado la política industrial seguida por el Estado a lo largo de ese periodo, junto con un señalamiento de las principales medidas y acciones que debieran instrumentarse para dinamizar al sector industrial de manera que éste recupere su lugar estratégico en el desarrollo económico y social de México... "

Los autores del libro (Jorge Basave, Isabel Rueda, Benito Rey, Bernardo Olmedo y Clemente Ruiz), ofrecen ensayos que reiteran planos similares del tema en cuestión: la carencia y desinterés de una política industrial a partir del gobierno de V. Fox y el abandono o debilitamiento estatal del comando activo en la conducción del sector, considerado el corazón del proceso productivo de cualquier país. Tal carencia ha limitado, y aun impedido el aprovechamiento de las oportunidades brindadas por las transformaciones del mercado mundial, a partir de nuevas industrias y el impulso de las más competitivas que, a la vez, propicien un encadenamiento interior.

Al respecto, J. Basave señala que la economía internacional vive desde hace 30 años profundas transformaciones que iniciaron con la globalización del sistema financiero, el curso de la crisis internacional y el agotamiento del modelo de producción fordista, que presentaba rigidez organizativa y agotamiento de las capacidades de innovación, e incidía de manera negativa en la tasa de ganancia. Las transformaciones que se presentaron no fueron visualizadas correctamente por los dos últimos gobiernos mexicanos para insertarse de manera exitosa en un mercado internacional con oportunidades hasta antes no vividas que se dieron a partir del impulso de la revolución tecnológica generada en las industrias electrónica y de telecomunicaciones, que implicaría un diálogo entre los sectores productivo, gubernamental y científico-tecnológico.

Estos cambios han propiciado un mosaico dinámico y diverso con el concurso de nuevos competidores que han arrebatado espacios del mercado a países que, hasta entonces, eran favorecidos por la geografía económica y la presencia activa del Estado en la conducción productiva, como sería el caso de México.

Por su parte, I. Rueda y B. Olmedo coinciden en que las mayores repercusiones en esta perspectiva han sido: el rompimiento de cadenas industriales, construidas durante la Sustitución de Importaciones, que aun con varios problemas abastecían al mercado interno, sobre todo de bienes de consumo producidos por un amplio número de empresas pequeñas y medianas; además del abastecimiento de insumos industriales producidos internamente bajo la conducción del Estado a través de sus empresas, la mayoría privatizadas a partir de los años ochenta. Por eso, para I. Rueda la reconstrucción de la política industrial debe incluir la recuperación de la política agraria como fuente esencial para la producción de insumos industriales, alimentos y bienes necesarios para la población trabajadora; lo que de paso requiere de una política que trascienda a los planos del empleo y los salarios, del ejercicio democrático y la soberanía nacional.

Desde la visión de B. Olmedo, la problemática industrial de Latinoamérica es compleja y por tanto, merece un planteamiento más cuidadoso, adecuado a la realidad de cada país en la región. En su ensayo resume algunas de las más importantes ideas que se encuentran en el debate contemporáneo actual como preocupación de amplios núcleos del más variado origen: dirigentes políticos, círculos financieros nacionales e internacionales, hombres de empresa, legisladores, funcionarios de gobierno, entre otros, en distintos foros dedicados al estudio y reflexión de la importancia de la política industrial que mejore la realidad de los países latinoamericanos en este siglo.

Benito Rey señala asertivamente que la etapa de mayor dinamismo industrial del país, sin duda, fue durante el periodo conocido como Modelo de Sustitución de Importaciones que comprende de 1945 a 1982, en los que se registra la presencia activa del Estado mexicano comprometido con el desarrollo industrial nacional, misma que propiciaría la creación de infraestructura industrial necesaria, el surgimiento de un amplio número de empresas y las instituciones necesarias para su operación. Sin embargo, los logros de esos años se perdieron con la adopción de la política neoliberal a partir de los años ochenta, particularmente con el ingreso de México al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), y al Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), en el que la expansión industrial se dió con base en el auge exportador de la industria maquiladora de exportación, en manos fundamentalmente de capital extranjero, sobre todo estadounidense. Esta idea es ampliada con datos que se refuerzan en el ensayo de C. Ruiz Durán, quien por cierto, considera la política industrial de México inacabada. Este autor señala que "...En las últimas cinco décadas México pasó de una etapa de rápida industrialización a una desindustrialización prematura, la primera etapa llevó al producto interno bruto manufacturero a alcanzar 23.2% del PIB total en 1973, mientras que la segunda provocó que la proporción cayera a 18.6% en 1999, y que se recuperara ligeramente para alcanzar 19.1% en 2007 (p. 95).

Desde la visión de B. Rey Romay, el gobierno mexicano, en concordancia con la sociedad en su conjunto deben, con carácter urgente, impulsar una política a partir de un Plan de Desarrollo y Recuperación Industriales, teniendo como eje la reindustrialización de las industrias de bienes salario, proveedoras de alimentos, vestido, calzado, papel, periódicos y libros, en las cuales participan empresas de distinto tamaño que ameritan enfoques promotores distintos. Además de la generación de energía y transformación petrolera en derivados petroquímicos, la industria del plástico, de fibras químicas, la reconstrucción del transporte ferroviario para el traslado de insumos y bienes finales y de manera muy importante el reciclaje y potabilización de aguas residuales a partir de una sólida industria pailera.

La innovación es otro de los aspectos centrales para el impulso de la productividad industrial, sobre todo manufacturera; ésta constituye una urgencia para las micro empresas que actualmente suman más de 300 mil establecimientos; de no ser así, no podrán ser incluidas como proveedoras de las grandes empresas, ni vincularse con las exportadoras. Este aspecto remite a los aspectos positivos del quehacer público y privado para aprovechar los avances obtenidos en años pasados y reconocer que la estrategia deberá contemplar etapas de corto, mediano y largo plazo fortaleciendo las industrias que mayor empleo han generado (alimentos y maquinaria y equipo). Por tanto, además de conocer el universo fabril del país, una política que impulse la recuperación industrial debe conjugar una serie de aspectos enmarcados en un plan nacional de desarrollo, en el que se incluyan los distintos agentes de la sociedad mexicana, bajo la guía y conducción del Estado.

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