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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.42 no.164 Ciudad de México ene./mar. 2011

 

Reseñas

 

Globalización y competencia: Apuntes para una macroeconomía estructuralista del desarrollo, Luis Carlos Bresser-Pereira

 

Globalization and competition: notes for a structuralist development macroeconomics, Luis Carlos Bresser-Pereira

 

Monika Meireles

 

Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2010

 

Facultad de Economía (UNAM).

 

El último libro de Bresser-Pereira es un vigoroso instrumento teórico para aquellos que apuestan en la retomada del Estado en los rumbos económicos. La obra está dividida en dos partes. En la primera se analiza la economía política de la convergencia plasmada en la propuesta del nuevo desarrollismo (ND), en la segunda, el análisis se centra en la variable más estratégica para el desarrollo: el tipo de cambio.

En la introducción, Bresser caracteriza el capitalismo contemporáneo, sobre todo en lo que respecta al fenómeno de la globalización. Ésta es contemplada a partir de la diferenciación entre su carácter comercial, que si regulado adecuadamente abre una serie de oportunidades para los países en desarrollo, y de su aspecto financiero, cuya liberalización indiscriminada a través del neoliberalismo tuvo consecuencias perversas en éstos. Además, señala las graves limitantes interpretativas que acometen tanto la teoría económica convencional como a sus críticos dentro de la izquierda más radicalizada. Así, el autor se auto-posiciona en contraste con cada una de estas vertientes, evocando como marco metodológico básico el abordaje histórico-estructuralista, la economía política clásica marxista, la macroeconomía keynesiana y la contribución de los pioneros de la CEPAL.

En el primer capítulo se examina la integración económica mundial y las posibilidades de convergencia entre países centrales y de desarrollo medio. El autor nos alerta para la falsa disyuntiva entre mercado y Estado, bien como la falsedad de la tesis de una supuesta pérdida de poder de éste, alardeada por parte de la literatura conservadora del "globalismo" en los centros hegemónicos. Bresser es categórico al afirmar que en la etapa actual del capitalismo, de marcada interdependencia económica, los Estados-nación "continúan siendo la unidad político-territorial fundamental" (p. 31), una vez que la competencia entre los países "ha llevado a los Estados y a sus gobiernos a tener mayor relevancia de la que poseían antes de la globalización" (p. 45).

El Estado puede catalizar ese poderío y convertirlo en estímulo para el crecimiento económico a través de la revitalización de una estrategia de desarrollo nacional (EDN), que es el tema central del segundo capítulo. Así entendida, la EDN se define por ser "un conjunto alternativo de instituciones que, por un lado, gozan de relativa autonomía con relación a las estructuras económicas y, por el otro, juegan un papel preponderante en la promoción del crecimiento económico" (p. 66) y, también, por representar "una coalición política informal o implícita en la que las clases sociales, bajo el liderazgo del gobierno, dejan de lado sus conflictos internos y se dedican a cooperar cuando el problema que enfrentan es la competencia económica internacional" (p. 73). El apelo a la alianza de clase en pro de la EDN es así actualizado —como reanudadas serán, seguramente, las críticas hechas a esa propuesta por parte de los teóricos herederos del marxismo dependentista latinoamericano.

En el capítulo 3 se analiza cuál sería la EDN adecuada para la región latinoamericana, tras el fracaso del modelo basado en las predicciones de la ortodoxia convencional en los años 90. El autor encuentra como respuesta el ND, entendido como un tercer discurso, como una alternativa tanto a la política desprendida del Consenso de Washington, como al periodo del "viejo desarrollismo" que vigoró en América Latina entre los años 30 y 70. En el análisis de ese periodo, Bresser destaca la importancia de la llamada "economía del desarrollo" como contrapeso teórico esencial usado en oposición al predicado por los economistas neoclásicos; e investiga lo que estuvo en la raíz de la crisis de esa estrategia, señalando: a) la ruptura de la previa alianza de clases; b) las distorsiones oriundas del propio modelo; y c) la crisis de la deuda externa. Además, compara el "viejo" y las propuestas del "nuevo" desarrollismo, destacando que este último no es proteccionista; defiende la adopción de un tipo de cambio competitivo; no es complaciente con el desequilibrio fiscal y la inflación; el Estado tiene una función importante, pero subsidiaria; y el crecimiento está orientado a las exportaciones de bienes con mayor valor agregado (pp. 113-118). En comparación con la ortodoxia convencional, el ND diverge de las altas tasas de interés y del tipo de cambio valorizado, por considerar la inflación un problema ya bajo control (p. 126). Finalmente, se traza una comparación empírica entre los resultados obtenidos por América Latina, que siguió y sigue las enseñanzas de la ortodoxia convencional, y del sudeste asiático que está logrando converger aplicando preceptos muy similares a la propuesta del ND. La comparación apunta a que "el mejor desempeño de los países asiáticos se debe a que sus estrategias de desarrollo nacional se basaron en un tipo de cambio competitivo y en un mejor equilibrio fiscal y, en consecuencia, en una tasa de inversión más alta que la de los países latinoamericanos" (p. 134).

El comportamiento del tipo de cambio, y más específicamente la propensión a su apreciación en los países de desarrollo medio, es el tema central de los capítulos 4 y 5. Inicialmente, se remonta el debate acerca de la conexión entre tipo de cambio y crecimiento económico, en la que se concluye que un tipo de cambio competitivo (o relativamente devaluado) es condición necesaria para el crecimiento (p. 153). Sin embargo, nótese que impera en los países en desarrollo —fruto del mal holandés y de la política de crecimiento con ahorro externo— la tendencia a la sobrevaluación del tipo de cambio. América Latina, a diferencia de los países del sudeste asiático, ha tenido serios problemas en neutralizar esa tendencia, lo que significa la persistencia de la moneda nacional sobre evaluada y sus consecuencias: dificultad en mantener altos niveles de inversión; bajos niveles de crecimiento; y sistemáticas crisis de la balanza de pagos. En el capítulo 5, Bresser analiza el mal holandés y los mecanismos de neutralización necesarios para combatirlo. Lo identifica como una grave y estructural falla de mercado oriunda de "la sobrevaluación crónica del tipo de cambio de un país provocada por la explotación de recursos abundantes y baratos" (p. 174) que si no es neutralizado compromete, en definitiva, el camino del desarrollo industrial. Así, el autor es categórico al afirmar que "la neutralización del mal holandés siempre implica el control de cambios" (p. 185). El control del tipo de cambio en regímenes de cambio flotante, o "flotación sucia", se puede dar por: bajas tasas de interés internas; compra de reservas internacionales, cobro de impuestos sobre la exportación de los bienes que causan el mal holandés; y, de manera eventual y por cortos periodos, "imponiendo controles sobre el ingreso de capitales" (p. 185). Finalmente, Bresser expone el concepto de "mal holandés extendido", en el cual la mano de obra excesivamente barata (como ocurre en Asia) tiene resultados similares —a pesar de constituir un fenómeno distinto—, en términos de tendencia a la valorización cambiaria, al "mal holandés restringido", lo que explica por qué los dinámicos países asiáticos son tan implacables al prevenir la apreciación de sus monedas.

En el capítulo 6, escrito con Paulo Gala, se critica el modelo de crecimiento con ahorro externo prescrito por la ortodoxia convencional como estrategia a ser seguida por los países en desarrollo. Los autores demuestran cómo tal política —también expresada en el déficit en la cuenta corriente— resulta en otra fuente de estímulo a la desfavorable tendencia de apreciación cambiaria y a la elevación de la tasa de sustitución del ahorro interno por ahorro externo. Se analiza, además, cómo el tipo de cambio sobrevaluado afecta los salarios y las ganancias, concluyendo que los primeros suben —se mantienen en niveles artificialmente altos— "incompatibles con su productividad o con una tasa de beneficio razonable que permita sostener el crecimiento de la economía" (p. 219). Así, los flujos entrantes de capital externo se destinan a inflar salarios y consumo interno, a partir de la sobrevaluación cambial, a expensas de dinamizar la inversión. Bresser y Gala traen evidencia empírica que corrobora lo antes afirmado para el caso brasileño en la década del 90.

Además del desestímulo a la inversión, la política de crecimiento con ahorro externo convierte a las economías en desarrollo más vulnerables y susceptibles a crisis de la balanza de pagos, tales como la crisis mexicana de 1994, la brasileña de 1998 y la argentina de 2001, tema discutido en el último capítulo del libro. ¿Pero cuál es la concatenación de eventos entre la entrada de recursos externos y la crisis? El financiamiento del déficit en cuenta corriente, sea por inversiones de cartera o inversión extranjera directa, tiene como primer efecto aumentar la sustitución de ahorro interno por externo, "en una segunda etapa, acentúan la fragilidad financiera del país endeudado circunscribiéndolo a poner en práctica la política de 'fomento a la confianza', y, por último, una crisis de la balanza de pagos" (p. 236). Los autores, así, una vez más se alejan de las explicaciones convencionales, que imputan al alto déficit público, la culpabilidad de explosión de las crisis citadas, para identificar en los sistemáticos déficits de la cuenta corriente y su consecuente fragilidad financiera, ambos inherentes a la política de crecimiento con ahorro externo, el villano de la historia.

En suma, dos son los elementos continuamente presentes en la argumentación del libro: a) la crítica corrosiva a preceptos específicos de la ortodoxia convencional propagada por el FMI y el Banco Mundial; y b) la apuesta en la retomada de una macroeconomía del desarrollo, como condición necesaria para que las economías latinoamericanas articulen tasas elevadas de crecimiento económico con más igualitaria distribución del ingreso.

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