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Problemas del desarrollo

versão impressa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.36 no.142 Ciudad de México Jul./Set. 2005

 

Reseñas

 

De la economía popular a la economía de solidaridad. Itinerario de una búsqueda estratégica y metodológica para la construcción de otro mundo posible, de Félix Cadena Barquín (coordinador)

 

Úrsula Oswald

 

México, editorial Nueva Vision, 2005, 207 pp.

 

El Colegio de Tlaxcala CRIM-UNAM.

 

El texto en discusión no es de uno de los científicos que vienen del mundo anglosajón y cuentan con toda la propaganda de los medios masivos de comunicación para transmitir ideología y convencernos sobre modelos que desde hace muchos años han mostrado su inoperabilidad. Por el contrario, critica profundamente al modelo imperante, y explora alternativas que pudieran permitir a cuatro quintas partes de la humanidad a insertarse con calidad de vida y bienestar para el futuro. Por lo mismo, además de altamente polémico, es un texto rico en experiencias y reflexiones teóricas que van más allá de nuestro país y nuestra época, al vincular las que han promovido la equidad entre seres humanos y géneros.

Además, resulta estimulante que un grupo de investigadores multidisciplinarios —abogados, sociólogos, antropólogos, arquitectos, filósofos y religiosos— analicen con profundidad los retos económicos y propongan con una visión distinta —en la cual predomine la ética—, modelos sociales al imperante capitalismo tardío. Por lo mismo, se sustentan teóricamente en autores como Habermas, Galbraith, Boulding, Coleman, Lepage, Giddens, Touraine, Bourdieu, Nash, Mauss, Lyotard, Leon, Forester, además de revisar múltiples latinoamericanistas preocupados por nuevas utopías sociales.

Félix Cadena elabora un diagnóstico sobre el empleo en México, analiza las proyecciones de las tasas de desempleo que coinciden con aquellas en otras partes del mundo, exceptuando a China. Revisa los mitos promovidos por los economistas acerca de la mano invisible del mercado y explora las principales alternativas que se han discutido a partir de la caída del muro de Berlín como: a) la tercera vía de Blair y Giddens —fracasada en Inglaterra por la presión neoliberal—; b) la de CEPAL, que se inspiró en políticas de equidad y desempeño, pero que al conciliar la visión crítica de la modernidad con la libertad individual y la racionalidad modernizadora, perdió de vista la pertenencia comunitaria de la mayoría de los países latinoamericanos; c) la economía socialdemócrata de Alemania que permitió recuperar al país de una guerra sangrienta, consolidarlo e insertarlo dentro del concierto mundial, pero que hoy día se encuentra en agonía; la vía dos y medio de Touraine, una propuesta entre liberalismo y comunismo, difícil combinación al haber muerto el segundo por su excesiva concentración de poder en manos del Estado y su burocracia autoritaria. A pesar de múltiples ensayos probados en diversas partes del mundo, la situación actual es adversa a la generación de empleo. Deja a gran parte de la población como alternativa la migración, la economía informal, los conflictos regionales, el crimen organizado, sobre todo el narcotráfico y el changarrismo con micro-créditos; en síntesis, una economía precaria e informal que sustituye paulatinamente a los empleos dignamente remunerados, con estabilidad laboral y seguridad social.

Finalmente, el texto explora el altermundismo que empezó a oponerse al Foro Económico Mundial en Davos. A raíz de primer Foro Social Mundial en Porto Alegre, se conjuntaron especialistas y promotores que impulsaron experiencias de economía de solidaridad, comprometidas con una visión ética. Para resolver los problemas concretos de la vida cotidiana indujeron procesos de aprendizaje que no sólo enseñaron a pensar, sino también a emprender, al compartir conocimientos, prácticas, actitudes y capacidades que permitieron a diversos sectores sociales organizarse y establecer alianzas amplias. Estos procesos no son nuevos y desde Espartaco, Tomás Moro, Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga, el cooperativismo, hasta la doctrina social de la iglesia católica, las ciencias sociales han sistematizado alternativas y procesos revolucionarios para promover la economía solidaria que ayuda a entender mejor las tendencias actuales. Superaron la visión de la economía mixta y la lucha reivindicativa de los sindicatos, así como las estrategias de resistencia indígena y campesina, al proponer procesos de emancipación. Estos se reflejaron en el surgimiento del EZLN en 1994, acompañado por una filosofía de transformación más global, cuyo lema "mandar obedeciendo" cuestiona el modelo de democracia occidental burocratizado, al retomar los procesos históricos de nuestro país que se cristalizaron en la constitución de los ejidos. Sin embargo, la revisión histórica también muestra que para lograr éxito se requieren unidades productivas articuladas, redes de intercambio, integración vertical y horizontal de los procesos productivos con los de comercialización, consumo, cultura y cuidado del ambiente.

Estas ideas llevaron a proponer a José Luis Gutiérrez una economía social y solidaria para enfrentar la crisis civilizatoria, donde el individualismo ciego, el afán de acumulación en un marco de competencia feroz, priva a la mayoría de la población del planeta de una vida digna, y donde sólo los más fuertes sobrevivan. Frente a este panorama sombrío, hay crecientes esfuerzos que rebasen los modelos de la filantropía y ayuda al desarrollo, con la creación de redes de sectores excluidos, cooperativas, pequeñas y medianas empresas, capaces de ofrecer empleos dignos y alternativas de vida que el desarrollo transnacional impide y donde el casino mundial —bolsas de valores— concentra los capitales fuera del sector productivo. Este autor termina su reflexión con siete desafíos: redefine los conceptos trabajo; dinero y riqueza; la demarcación entre alternativa real y prácticas que perpetúan el sistema de dominación; explora la dimensión ética al desarrollar alternativas superiores e integrales; desarrolla nuevos indicadores de bienestar (Sen); cuida al entorno natural; y propone modificaciones en el lenguaje y la comunicación.

Maria Eugenia Santana reflexiona teóricamente acerca de la red mexicana de economía solidaria (ECOSOL), la cual enfrenta el modelo de desarrollo hegemónico con esquemas coparticipativos. Inicia su capítulo con una crítica del conocimiento científico eurocentrista-occidental (Preiswerk, Habermas), que ha servido básicamente para legitimar el orden político injusto, la explotación y la discriminación, basado en una Weltanschauung individualista y de privilegios. Al conjuntar los movimientos sociales pacifista (Boulding, Galtung) y de derechos humanos (Mayor), con los ecologista y feminista (Mies, Shiva, Benholdt, Oswald) propone una alianza amplia, capaz de generar movimientos económicos y de desarrollo humano para gestar un modelo nuevo del mundo, fincado en la solidaridad y el compromiso integral, en la cual identidad (Serrano, Moscovici), conciencia y educación (Freire, Illich) reorientan los procesos productivos, de comercialización y de consumo, al integrar las finanzas, los créditos y el dinero convencional y alternativo (Lopezllera, Saviñón) para lograr sinergia hacia una macroeconomía que integre todos los sectores.

Alfonso Vietmeier propone múltiples economías de solidaridad, basados en culturas diversas y provenientes de ecosistemas distintos. Resalta la visión de Ivan Illich, quien afirma que cuando el tercer mundo se convierta en un mercado masivo "el subdesarrollo progresivo se torna inevitable", sobre todo cuando la circulación en el mercado mundial se rija por patentes. Pero insiste también en que las ECOSOL son todavía esfuerzos aislados, en los cuales falta crear mayores sinergias con una visión claramente empresarial. Propone ampliar las alianzas con los sectores colaterales progresistas —iglesias, escuelas, universidades, medios masivos de comunicación, líderes sociales— y presionar al espacio público para poder combatir el sistema financiero internacional y las imperantes políticas macroeconómicas.

Laura Collin retoma la discusión teórica y resalta que la economía de solidaridad rebasa el planteamiento de capitalismo más humano y tiene como meta una transformación radical con rostro social, capaz de civilizar a la economía. Desde el término solidaria entiende la solidaridad con los seres humanos, la naturaleza y la cultura, en cuyos valores reconoce el trabajo como una de las actividades esenciales. Sustituye el paradigma del tener por el de ser, en el cual la reciprocidad supera a la generación de excedentes, lo que lleva a la desfetichización del dinero. Sin valores como solidaridad, diversidad, equidad, autogestión, apoyo comunitario y superación del sectarismo es difícil consolidar las incipientes alternativas. Propone incidir sobre todo en el círculo del consumo para consolidar la soberanía alimentaria y una nueva cultura que llevaría a civilizaciones distintas.

Juan Gerardo Domínguez marca la lucha contra una economía destructora que crea minorías, excluye, depaupera, genera violencia y promueve discriminación entre grupos sociales, y faltaría añadir la desigualdad con las mujeres. Define diez criterios útiles en un modelo alternativo: el desarrollo debería transformarse de cantidad hacia calidad de vida; la estrategia general de desarrollo supera la competencia, apoyada en solidaridad; el mercado promueve el desarrollo humano y se concentra en lo local; la producción se integra en unidades mayores y empresas integradoras; el financiamiento y la tecnología se vinculan con los seres humanos y no las necesidades del capital transnacional; la conservación ambiental se convierte en parte integral de la cultura universal; la creatividad individual apoya lo colectivo; el trabajo y la seguridad social son derechos humanos y no costos o gastos; la cultura es fuente de identidad y no necesidad de comercialización gracias al folclore y el turismo; y la democracia occidental electoral se sustituye por una participación ciudadana (Kaldor) en todos los aspectos de la vida, lo cual permite reorientar las políticas del Estado a favor del bienestar colectivo.

Luis Lopezllera combina los factores sociales y empresariales con los financieros y monetarios. Al recuperar la economía del don y de la reciprocidad, cuestiona a fondo los modelos de desarrollo impuestos y muestra las disfuncionalidades sistémicas. Al integrar los circuitos producción-distribución-consumo encuentra que el negocio actual produce dinero, pero no trabajo, fenómeno que Aristóteles había entendido al distinguir entre economía (casa) y crematística (hacer dinero). Ofrece múltiples ejemplos de sistemas de dinero alternativo —trueque, mano vuleta, vales por horas, pop maya, Local Employment and Trade Systems canadienses (LETS), clubes de tiempo estadounidenses y laboratorios sociales sin fines de lucro en toda América Latina—). Propone avanzar hacia el bilingüismo económico: dinero capitalista (valor de cambio) y dinero solidario (valor de uso), donde se rebasa una visión asistencialista y de filantropía por un cambio estructural con integración y cooperación que supere la competencia.

En las conclusiones, el editor sintetiza siete retos para impulsar la economía de solidaridad. Primero, en lo conceptual, insiste que no se trata de economías de pobres sino de unidades productivas integradas, con acceso a medios de producción —crédito, ahorro, financiamiento— sistemas organizacionales en la producción, vínculos entre comercialización, distribución, consumo, reciclaje e investigación —cooperativas, uniones, empresas familiares y sociales— a la vez que la reducción, el reuso y el ahorro en el ciclo completo del proceso productivo y consumo es más eficaz para la conservación de los recursos naturales. Segundo, en lo político propone la conformación de una masa crítica y la construcción de sujetos colectivos; tercero, en lo estratégico impulsa procesos de asociacionismo horizontal, con procesos de negociación de conflictos y creación de bases de confianza y de legitimidad, en los cuales el territorio se inserta en el desarrollo local con espacios de concentración social. Cuatro, la metodología solidaria se finca en principios de acción participativa y educación popular que parte de la supervivencia cotidiana y se orienta a superar la hegemonía, la explotación y la dependencia, al rebasar el colonialismo interno, creado durante siglos de dominación. Quinto, en lo cultural da un paso más allá al "aprender a aprender" para "aprender a emprender" y "aprender a compartir", al interiorizar que otros medios son factibles y se pueden llevar a cabo con éxito, aunque los medios masivos quisieran impulsar hábitos de consumo nocivos y contra el modelo de la economía de solidaridad. Sexto, en lo operativo se crean mecanismos de éxito como empresas incubadoras con creatividad y eficacia, respaldados por empresas integradoras que ofrecen a las microempresas una serie de servicios colectivos —administración, mercadotecnia, fiscal, control de calidad del producto, investigación, mayor integración— para reducir costos, y cuyo vínculo con el gobierno local se torna crucial y estratégico. Séptimo, en lo financiero se aprovechan todas las experiencias del dinero alternativo: cajas populares, banca de desarrollo, fondos, remesas, ayudas internacional y nacional.

El conjunto de estos factores no sólo representa un avance civilizatorio, sino que convierte a los países del tercer mundo en gestores de modelos alternativos productivos, de comercialización, de consumo y de cultura; procesos que se están consolidando con el ejemplo del EZLN, que ha recibido la solidaridad de la comunidad internacional y ha intercambiado sus experiencias milenarias de convivencia pacífica y de supervivencia. Ha mostrado su dignidad humana al rescatar sus bases culturales y se convirtió en un interlocutor válido en el mundo para promover experiencias alternativas. Termina el libro diciendo "aprender a leer la realidad y así lograr escribir la propia historia" es el camino de los sectores populares de todo el mundo que garantiza bienestar, emancipación, sustentabilidad, legitimidad, convivencia pacífica, pero sobre todo identidad y representaciones sociales de acuerdo con la diversidad cultural, económica, social y ambiental.

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