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Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.50 México Set./Dez. 2018

 

Ideología, hegemonía y cultura

El futuro como dispositivo: la mirada de algunos estudiantes universitarios

The future as dispositive: the insight of some college students

María Elena Figueroa Díaz* 

* Colegio de Geografía, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México. [marielenafd@gmail.com].


Resumen

Recientemente hay una especial atención puesta en el futuro. El sentido del porvenir se instala en las esperanzas y preocupaciones de muchas personas, en términos de un dispositivo de poder que configura subjetividades, que imprime una tensión en los proyectos de vida, y que expresa el sinsentido y la ansiedad ante la incertidumbre. En este texto se analizan los mapas mentales sobre el futuro realizados por 126 estudiantes universitarios, desde la perspectiva teórica del dispositivo de poder que propone Agamben con base en Foucault. Se observa una visión catastrófica e hiper tecnologizada del futuro, que se contradice con un proyecto personal de vida optimista y arraigado en los valores tradicionales de la sociedad.

Palabras clave: futuro; dispositivo; jóvenes; devastación; tecnología

Abstract

Recently there is a special focus on the future. The meaning of the future is expressed in the hopes and concerns of many people, in terms of a device of power that configures subjectivities, which imprints a tension in the projects of life, and expresses the nonsense and anxiety in the face of uncertainty. In this text mental maps about the future made by 126 university students are analyzed, under the theoretical perspective of the power device proposed by Agamben based on Foucault. A catastrophic hyper technologized vision of the future is observed, which is contradicted by an optimistic personal project rooted in the traditional values of society.

Key words: future; device; youth; devastation; technology

Introducción

Si bien el futuro ha sido un tema de interés y preocupación en diferentes etapas de la modernidad, en años recientes se ha convertido en objeto de teorizaciones sistemáticas que aumentan cada vez más. Con el inicio del siglo XXI, el futuro comienza a estar presente, dentro de las ciencias sociales, en la reflexión de antropólogos, sociólogos e historiadores reconocidos por su pensamiento y trayectoria; es el caso de Jacques Attali,1 Edgar Morin,2 Marc Augé3 y, más recientemente, Zygmunt Bauman4 y Yuval Noah Harari,5 entre otros. En estos textos, el futuro es abordado desde diversas perspectivas, pero todas encaminadas a reflexionar las posibilidades de un futuro, así como sus características y sus condiciones de posibilidad, dado el presente y los vertiginosos cambios de las últimas décadas, que han transformado casi por completo nuestra mirada acerca de nosotros mismos y del mundo. Mientras unas miradas enfatizan panoramas sombríos, otros apuestan por la posibilidad de un salto cualitativo que nos permita sobrevivir como especie.

El futuro se ha convertido en una cuestión cargada emocionalmente. Desde la segunda mitad del siglo XX se ha gestado una conciencia, fundamentalmente ambiental, sobre aquello que depara al mundo debido al modelo de desarrollo que comenzó a mostrar signos críticos. El futuro, como algo que sólo se puede imaginar, o quizás proyectar, mueve la angustia y la esperanza, pero no sólo preocupa a los ambientalistas, se instala como parte de la subjetividad de muchas personas para quienes la vida no está del todo asegurada. Dejamos atrás la época de certidumbre (laboral, económica, ambiental, personal), para asumir lo que se nos muestra desde diferentes ángulos: vivimos un mundo de incertidumbre y, ante ello, hay que adaptarnos y asumir nuestra responsabilidad para con nosotros mismos. Se trata de la incertidumbre ligada a la sociedad de riesgo, que propone Ulrich Beck: el desarrollo de la modernidad encarna contradicciones entre los avances que la época trae consigo y los riesgos e incertidumbres que implica. En contextos de deterioro ambiental; de sustitución de los trabajadores por tecnología; de falta de acceso a servicios de salud por parte de adultos mayores (que son mayores debido a los avances de la medicina); la falta de seguridad social y de sistemas de pensiones; de riesgos nucleares y contaminación por avances tecnológicos, las biografías personales se vuelven frágiles y los individuos se ven presionados a adaptar sus vidas a condiciones contradictorias y difíciles de sostener; asimismo, el sistema hace que tanto las responsabilidades como las oportunidades recaigan en las personas individuales. La visión de Beck se vincula con la mirada sociológica de Guy Bajoit, que arroja luz a esta era donde cargamos con la responsabilidad de nuestra propia vida.6 Por ello el futuro se vuelve una cuestión de sentido y también de proyecto; parecería que quien no tiene un proyecto no se preocupa por el futuro. Pero también quien no cuenta con las condiciones mínimas para elegir su vida, no tiene un porvenir.

Ante el futuro se nos abren horizontes diferentes: hay quienes su idea de futuro no rebasa un par de años; se encuentran centrados en un presente no constructivo, que se consume en sí mismo, en el mismo presente. Pero hay quienes tienen proyectos a largo plazo: ellos piensan en el futuro. Y también en el presente, en dos sentidos: como presente en sí mismo −como valor y fin en sí mismo− y como base para el futuro −como medio para llegar a un mejor porvenir. Sin embargo, pensar siempre en el futuro genera desgaste; de ahí que haya quienes prefieran el aquí y ahora del momento, un presente personal y constructivo. También hay quienes se envuelven en una parálisis ausente de sentido. A veces se piensa en el pasado para no tener que pensar en el futuro; pero a veces se piensa en el pasado para no repetir en el futuro los errores cometidos.

Analizar la noción que una persona tiene del futuro y de sí misma permite acceder a una configuración de varias instancias vinculadas entre sí que dan cuenta de valores, expectativas, aspiraciones, temores e ilusiones, así como de disposición para la acción. El futuro, así, se vuelve condensador de distintos elementos: mundo, naturaleza, ser humano, vida, presente, pasado, proyecto, están en juego cuando pensamos en el futuro. Hablar de futuro es hablar de las posibilidades de desarrollo, de crecimiento, de acción, pero también de sujeción, de contradicciones, de inequidades y desigualdades.

Particularmente, la población joven resulta ser un grupo importante en ese sentido, toda vez que, generacionalmente, se encuentra en una coyuntura determinante: porque a los jóvenes de hoy les ha tocado nacer y vivir en un mundo atravesado por el deterioro ambiental y social; por la centralidad de los medios electrónicos para acceder y conectarse con el mundo; por no tener en el horizonte la posibilidad de un futuro tan prometedor como el de otras etapas históricas (quizás las de sus padres y abuelos).

En este escrito se analiza la visión del futuro que un grupo de estudiantes universitarios de la Ciudad de México plasmó en mapas mentales, así como en su discurso sobre su propio futuro. A partir de la mirada del futuro como dispositivo de dominación, se analizaron los mapas y las respuestas, con el fin de dar cuenta de las inconsistencias presentes en su discurso, la vinculación de sus proyectos personales de vida con estereotipos tradicionales que privilegian el bienestar material, el éxito económico y la vida familiar, que no concuerdan con su visión catastrófica e hiper tecnologizada de ese futuro concebido. Se rescatan también las visiones esperanzadoras y comprometidas, que claramente son una minoría.

Concluimos que, en este grupo, el dispositivo del futuro determina concepciones pesimistas acerca del porvenir, del mundo y de la humanidad, centradas en los avances de la ciencia y la tecnología, así como alimenta una actitud de permanente esfuerzo para lograr todo aquello que se han propuesto alcanzar, bajo la premisa de que el futuro es construido por el trabajo y el logro individual.

El futuro como dispositivo

En junio de 2017, en una columna para la publicación Quodlibet, Giorgio Agamben afirmó:

El futuro, como la crisis, es hoy efectivamente, uno de los principales y más eficaces dispositivos del poder. Ya sea agitado como un amenazante espantapájaros (empobrecimiento y catástrofes ecológicas) o como un radiante porvenir (como empalagoso progresismo), se trata en todos los casos de hacer pasar la idea de que tenemos que orientar nuestras acciones y nuestros pensamientos únicamente hacia él.7

Agamben continúa: “[...] en cuanto al presente, [habría que] interesarnos en él sólo en la medida que sirva para prepararnos para el futuro”.8 Para él, hay que hacer proyectos del pasado, ya que “sólo una indagación arqueológica puede permitirnos acceder al presente, mientras que cuando uno observa girando únicamente hacia el futuro éste nos expropia, con nuestro pasado, también del presente”.9 Así, los dispositivos crean “cuerpos dóciles” que se asumen libres en el pleno proceso de su sometimiento; es así como producen subjetividades que son susceptibles de ser controladas sutilmente.

Si bien Agamben coincide en que los dispositivos ponen de relieve la gran diversidad de mecanismos unificados con que se ejerce el poder para la conservación del orden social, su análisis logra reconocer que el sometimiento a ellos posibilita la interiorización del poder mediante la formación de subjetividades y sujetos.10

Ahora bien, al decir que el futuro es un dispositivo, Agamben retoma a Michel Foucault, para quien en un dispositivo de dominación se manifiesta una cierta cantidad de estrategias globales, a partir de una multiplicidad de sometimientos, de tal manera que se pueden “[...] considerar las estructuras de poder como estrategias globales que atraviesan y utilizan técnicas locales de dominación”.11 Destaca el hecho de que “para Foucault, los discursos se hacen prácticas por la captura o pasaje de los individuos, a lo largo de su vida, por los dispositivos produciendo formas de subjetividad”.12 El dispositivo es una red cuyos hilos no son instituciones, sino prácticas discursivas y no discursivas, y que producen sujetos subsumidos a efectos de saber y poder. Deleuze afirma que “pertenecemos a ciertos dispositivos y obramos en ellos.

La novedad de unos dispositivos respecto de los anteriores es lo que llamamos su actualidad, nuestra actualidad”.13 Es por ello que somos en un devenir en el que los mecanismos de sujeción cambian y, con ellos, se transforman las subjetividades: “Foucault está de acuerdo con Burroughs, quien anuncia nuestro futuro controlado antes que disciplinado”.14

Por su parte, Giorgio Agamben señala: “[...] llamaré literalmente dispositivo cualquier cosa que tenga de algún modo la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes”.15 Siguiendo con Agamben, en la fase del capitalismo que vivimos, estamos bajo una enorme proliferación de dispositivos: “se diría que hoy no hay un solo instante en la vida de los individuos que no esté modelado, contaminado o controlado por algún dispositivo”.16

Esta idea requiere de una precisión: el futuro no es el único −quizás ni el más importante ni el más poderoso− dispositivo al cual estamos sujetos, sujetados, pero sí es uno de ellos, uno relativamente nuevo. Ahora bien, ¿cómo concebimos ese futuro que resulta ser no sólo un tiempo verbal, una esperanza, una ilusión o una palabra carente de sentido, sino una red discursiva, a ratos difusa, que nos convierte en sujetos de su función de dispositivo? Más aún, ¿es posible la resistencia o la liberación de tal sujeción?

La ruptura de la mirada moderna del futuro

El pensamiento alrededor de la construcción y el desarrollo de la modernidad, asume que ésta se define en gran medida por su orientación hacia el futuro, y por la asunción de que una cierta idea del futuro comienza con la modernidad. De acuerdo con Jürgen Habermas, esta época es, por excelencia, la época que mira al futuro por vez primera.17 Por ello, la modernidad rompe con el pasado en muchos sentidos, y se orienta hacia el porvenir a través de valores, narrativas, discursos que afianzan un sentido teleológico irreversible. Así, Habermas explica que “[...] el concepto profano de época moderna expresa la convicción de que el futuro ha empezado ya: significa la época que vive orientada hacia el futuro, que se ha abierto de nuevo al futuro”.18

En el contexto de la modernidad tradicional, el futuro se visualiza más allá de la utopía. Más aún, se concibe como la cristalización de la utopía. Como algo que adviene como parte de la “naturaleza” o el “espíritu” de la época nueva, llena de progreso, de promesas, de crecimiento ilimitado. Parecería, entonces, que el futuro es el sentido mismo del progreso, del desarrollo, de la historia.

Recientemente han aparecido tendencias mundializadas que se presentan como fruto de los movimientos sociales de las décadas de 1960 y 1970, alternativas ante un modelo de desarrollo cuestionable e insostenible, alrededor de la definición de desarrollo sustentable acuñado por vez primera en el Informe Brundtland, de 1987, que incorpora a las generaciones futuras en la responsabilidad que los humanos del presente deberíamos asumir en términos ambientales. Este hecho ha dado lugar a que la mirada sobre la realidad se vincule con la preocupación o la expectativa sobre el futuro, y que en algunos grupos específicos aparezca una preocupación por valores y temas tales como el medio ambiente, la biodiversidad, la equidad de género, la inclusión, la multiculturalidad, la diversidad cultural, la austeridad en el consumo, entre otros, bajo la premisa de que la sustentabilidad debe ser tanto ambiental como social.

Pensar diversos fenómenos pasados y presentes a la luz del futuro o, más bien, a la luz de lo que los seres humanos se representan como futuro, puede ser un recurso relevante para una comprensión más profunda de las motivaciones humanas que conducen a la acción. El futuro, ya sea visto desde la esfera de los imaginarios, desde a la dimensión imaginaria de las representaciones sociales, o bien desde los dispositivos, se liga a las prácticas sociales. Estas últimas incluyen toma de decisiones, elecciones de vida, compromisos, cambio de prácticas cotidianas, generación de recursos para transformar situaciones, o para resistir. Partimos, por ello, de que el futuro paraliza o mueve; se piensa o se rechaza; genera miedo o esperanza; se valora o se desvaloriza. Y en las nuevas generaciones dirige la atención, la energía y el esfuerzo, con cada vez más premura, hacia la consecución de un proyecto de vida significativo, valioso, útil,19 que cumpla las expectativas de los otros significativos y de sí mismos.20

El progreso, el desarrollo y la confianza en la razón son valores que, en otros momentos de la historia moderna y no sólo en éste, se han cuestionado. Esta posibilidad es fruto de la reflexividad intrínseca a la modernidad, cuya configuración implica la capacidad propia de autocuestionamiento. Actualmente, si bien los avances de la ciencia y de la tecnología han visto desarrollos sin precedentes, dichos avances no van de la mano con una confianza en el futuro que viene. Nuestra mirada ha dejado de ser moderna en ese sentido estricto (sin dejar de ser modernos en tanto capaces de reflexionar acerca de las condiciones de la modernidad); nuestros valores y aspiraciones siguen siendo, en buena medida, modernos (valores individualistas de desarrollo, progreso, éxito, bienestar, realización), pero chocan con una realidad cada vez más reacia a ofrecernos las condiciones para lograrlos. El sociólogo belga Guy Bajoit propone que la mutación cultural que viven las sociedades contemporáneas genera la “tiranía” del sistema Individuo-Sujeto-Actor (ISA), “donde figuran una serie de derechos-deberes como el de autorrealización personal, el de libre elección, el de la búsqueda del placer inmediato y el de seguridad frente a los riesgos y amenazas exteriores”. A ellos se enfrentan los riesgos y las tensiones de la anomia, la marginalización y el conformismo. A ello habrá que añadir que, hoy, nuestro presente esté vinculado más que antes con el futuro, cuando el presente se ligaba al pasado (a través de la memoria, del sentido histórico de los hechos, del recuerdo, del aprender de las experiencias de aquellos que vivieron antes). La memoria tiende a desaparecer o a volverse más limitada. En el presente no siempre aparece el pasado, ni tampoco el futuro. Hay, en términos generales, una falta de memoria histórica, de olvido, de tendencias presentistas e inmediatas que fomentan la desinformación, el compromiso político y social; que gestan una visión de pasado cada vez más difuso, desligado del presente, que se nutre de nuestra gran capacidad de actualizar la información que obtenemos del medio. Y cuando el futuro aparece, se muestra bajo la forma de un dispositivo, expresado en discursos social y culturalmente configurados, que obedecen a maneras más o menos específicas de generar sujetos, y que por ello afectan directamente tanto las identidades como las subjetividades.

Hay distintas maneras de asumir el futuro. Una de ellas podría ser el rechazo a pensar en él, seguido de una apuesta por el presente. Esta postura puede implicar un hedonismo basado en la inmediatez, miedo al porvenir, o hartazgo frente a una vida dedicada, obsesivamente y sin descanso, a construir el futuro.21

Otra postura es imaginarlo y trabajar arduamente para llegar a él, bajo la idea de que efectivamente estamos construyendo nuestro futuro. Esta manera puede vincularse con los valores de desarrollo, progreso y esfuerzo personal mediante el trabajo. Pero también a los valores de solidaridad, altruismo y esperanza. Por último, el futuro puede verse con miedo y resignación; sobre todo ante escenarios ambientales, políticos y económicos negativos e inciertos, el futuro puede paralizar, antes que llevarnos a la acción.

Marc Augé distingue entre futuro y porvenir. Este último es la experimentación, la expectativa y el proyecto de un futuro propio, personal. En su libro Futuro, nos dice que “[...] un porvenir deseable para todos es aquel en el cual cada uno podría administrar su tiempo y dar sentido al futuro al individualizar su porvenir”.22 Sin embargo, no todas las personas tienen el mismo acceso a construir un porvenir, ni a compartir un futuro colectivo, con otras personas. No todos tenemos la posibilidad de un futuro personal. Augé continúa: “[...] las innovaciones tecnológicas explotadas por el capitalismo financiero han reemplazado los mitos de ayer en la definición de la felicidad para todos y difunden una ideología del presente, una ideología del porvenir advenido que paraliza a su vez el pensamiento del futuro”. A partir de esta cita de Augé, podemos decir que, sea por falta de posibilidades económicas, sociales y educativas, o por la sujeción de visiones de futuro paralizantes, sin posibilidad de liberación, queda un presente −precario la mayoría de las ocasiones− pobre y limitado, un presente modelado por necesidades fabricadas, por dinámicas de mercado que no dejan espacio alguno para la libertad, la imaginación, la pausa, o el silencio.

Parecería que algunos gobiernos, con el apoyo de los medios de información masiva, han utilizado esta visión catastrofista, con mayor o menor moderación, para crear conciencia en los ciudadanos con el fin de que modifiquen prácticas cotidianas dirigidas a reducir el consumo de energía y de agua, así como reciclar para no generar tantos desechos. Sin embargo, no se plantea un cambio de fondo. La responsabilidad recae sobre las personas, usuarios y consumidores, ciudadanos precarios, imposibilitados para cambiar de raíz el sistema que reproduce inequidades y deterioro ambiental. Diversos sectores se ven a sí mismos amenazados por la cruda realidad, sobre todo si cuentan con información al respecto. Otros sectores simplemente ignoran la realidad. Ya sea por el miedo, el conformismo o la constante búsqueda de la conciencia inmediata, parecería que la idea de futuro que vaga entre nosotros, no permite, salvo a grupos reducidos de personas, la posibilidad del distanciamiento, o de la acción.

Visión de futuro en los jóvenes actuales

Hablar de jóvenes nos conduce al tema del futuro, puesto que ese futuro (indeterminado, abierto e incierto) se asume como el escenario que ellos vivirán. Lo que se decida, se construya y se destruya hoy, sentará las bases de lo que ellos, en los años por venir, vivirán, disfrutarán o padecerán. Sabemos que la juventud mexicana actual, diversa y desigual, está sujeta a una enorme cantidad de problemas, entre los que destacan la inestabilidad, incertidumbre, violencia, desconfianza e impunidad.23 “En México, como en otros países latinoamericanos, la exclusión social (pobreza, desempleo o subempleo, marginación) ha sido una constante que se ven obligadas a aceptar grandes porciones de la población”.24 Concheiro, en un estudio realizado en 2014, afirma que unos años atrás, en 2005, dos terceras partes (63%) de los jóvenes mexicanos “[...] tenían metas u objetivos futuros y que podían actuar a favor de conseguirlos (aunque sólo 27% estuviese muy confiado en realizar sus proyectos más anhelados, poco más de la mitad confiaban en alguna medida en que podrían realizarlos)”.25 El mismo autor plantea que las encuestas nacionales de juventud reflejan la actitud claramente positiva ante el futuro de los jóvenes mexicanos, así como que se ven a sí mismos como parte de una “cadena de progreso continuo”.26

Concheiro hace referencia a la encuesta de GAUSSC y Lexis de 2014, donde se reporta que 61% de los jóvenes mexicanos está de acuerdo en que los sueños se pueden hacer realidad, y que 10% considera que son irrealizables. “A pesar de la alta confianza de los jóvenes mexicanos en que podrán lograr sus aspiraciones, 52% considera que la situación del país (que perciben mala y alejada de su ideal) influirá de manera importante en que puedan o no lograrlas”.27 Sin embargo, de acuerdo con dicha encuesta, alrededor de 70% estima que, “[...] aun en condiciones adversas, su esfuerzo personal será determinante para que puedan lograrlas. Reflejo de su individualismo, 41% considera que el esfuerzo personal y familiar será lo que más influya en que tengan éxito, mientras que sólo 21% estima que influirá más el esfuerzo de todos los mexicanos como país”.28

En España, jóvenes y adolescentes afirman que los tres principales problemas a los que se enfrentan son: los salarios, la inseguridad y la precariedad en el empleo, así como el desempleo. Para ellos, dichos problemas son más graves que la vivienda, la educación, la sanidad, o la dificultad de emancipación. Únicamente 4% dice no estar afectado por uno de estos problemas.29

Al analizar el tema del futuro visto por los jóvenes, Enric Bas afirma que “[...] no se trata de ‘predecir’ desde un punto de vista probabilístico qué ocurrirá en el futuro para adaptarse a ello [...] No basta con ser proactivos; ni en el caso de las organizaciones ni en el de los individuos. Hay que introducir el pensamiento creativo a la hora de generar imágenes de futuro”.30Y continúa: “hay que generar oportunidades, reinventarse, pensar el futuro de forma innovadora (no como una extensión del pasado y el presente), e integrar de forma abierta múltiples visiones que permitan un abanico más amplio de posibilidades”.31Para ello, hay que formar a los jóvenes con herramientas personales y profesionales para que puedan enfrentar el “[...] contexto sociohistórico en el que estamos inmersos: un sistema económico capitalista global e hipertecnologizado en continua transformación”.32

Así, es evidente que nos ha tocado vivir un tiempo que fomenta la formación constante, el emprendimiento, la capacitación para enfrentar una realidad compleja, estresante y competitiva, que se ve claramente beneficiada por recursos tales como la resiliencia, el esfuerzo, la esperanza y el optimismo.

Aproximación metodológica

El diseño metodológico que permitió el recabo y el análisis de los datos aquí presentados fue una construcción en varias etapas, en donde el azar desempeñó un papel, si no central, sí importante. Hace algunos años realicé un análisis sobre las representaciones sociales del futuro en algunas expresiones artísticas, tanto de las vanguardias del siglo XX como contemporáneas,33 con el fin de ahondar en la capacidad condensadora del arte para mostrar tendencias presentes y futuras. Poco después estudié las representaciones sociales del futuro de un grupo de activistas feministas ambientalistas a partir de entrevistas a profundidad;34 la elección del grupo se debió a que, tanto el género como el medio ambiente resultan ser temas relevantes y pertinentes actualmente, y cuyo abordaje para el cambio puede definir futuros posibles. Más adelante, dentro de la actividad docente, comencé a introducir el tema del futuro como pretexto para reflexionar sobre algunos procesos sociales, económicos y políticos actuales. En la medida en que empecé a darme cuenta de las constantes en las intervenciones de los jóvenes pertenecientes a diferentes grupos y generaciones, me di cuenta que valía la pena sistematizar y analizar información de esa naturaleza.

Los estudiantes que participaron en el estudio no son representativos de la población joven del país, que es heterogénea; sus condiciones de vida difieren mucho entre sí en cuanto a contexto familiar, geográfico, cultural; acceso a la educación o a la salud; expectativas de vida, de trabajo, de desarrollo, entre muchas otras. El objetivo fue acercarse a una mirada de jóvenes urbanos de clase media, no para construir una visión general de futuro presente en poblaciones más amplias, sino para analizar la mirada colectiva de estos cuantos jóvenes, con el fin de dar cuenta de cómo el futuro puede funcionar como un dispositivo que construye subjetividades. Como se ha visto, la visión de futuro en jóvenes mexicanos y de otros países ha sido analizada por diversos especialistas a partir de estudios cuantitativos de amplio alcance. Más adelante observaremos que algunas de sus conclusiones concuerdan con lo hallado en este análisis.

Si bien las visiones de futuro de los jóvenes participantes están hasta cierto punto sesgadas por las carreras que estudian, en realidad no pertenecían a un grupo que los orientara a una visión determinada del futuro, como es el caso de activistas ambientales, feministas, activistas políticos, entre otros.

Los 126 jóvenes hicieron el ejercicio en diversos grupos y momentos, entre febrero de 2017 y febrero de 2018; todos pertenecen a la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus edades se encuentran entre los 19 y los 26 años; 69 fueron varones, mientras que 57 fueron mujeres. Todos eran en ese momento estudiantes de ingenierías (industrial, civil, petrolera y geológica) y licenciaturas (geografía, trabajo social, sociología, economía y ciencias políticas). La mayoría fueron alumnos de mis clases; otros fueron contactados por aquéllos. En todos los casos, aceptaron hacer el mapa mental después de una breve explicación del motivo del ejercicio.35 Cabe destacar que se trató de que dicha explicación del ejercicio y su objetivo fuera lo más neutra posible, con el fin de no sesgar o predeterminar las respuestas de los estudiantes. No hubo, en ese sentido, una exposición previa acerca de cómo se concibe el futuro en la actualidad, o cómo se concebía antes. En ese sentido, se asumió la posibilidad de hacer investigación vinculada con la dinámica de clase, de acuerdo con algunas investigaciones realizadas dentro del aula.36

Así, se les solicitó a los universitarios mencionados que hicieran un mapa mental cuya palabra generadora fuera “futuro”, con la aclaración de que se refería a un futuro que a ellos les tocaría vivir, no uno demasiado distante de su presente, ya que implicaría otros factores y un distanciamiento que permitiría un ejercicio de imaginación distinto. Una vez realizado el mapa, se les solicitó de inmediato que escribieran brevemente cómo se insertaban a sí mismos en ese futuro. Después, se entabló una breve discusión en torno a lo reflexionado. En la mayoría de los casos, en la discusión posterior a los mapas participaron alrededor de la mitad (o un poco menos). Se hizo un análisis colectivo de los datos, de tal manera que se enfatizó lo común, lo compartido. Los mapas mentales y los discursos verbales fueron analizados con el fin de encontrar núcleos de sentido y constantes. Se puso especial atención en la emergencia de tensiones o contradicciones discursivas.

Se eligió el mapa mental por ser un esquema con un solo nodo, a diferencia de los mapas conceptuales, que pueden incluir más de un nodo o núcleo. De acuerdo con Arellano y Santoyo,37 un mapa mental es una representación gráfica de conceptos que forman redes, en donde los conceptos forman vínculos. Siguiendo a De Gortari, afirman que los mapas generan conocimiento que se construye a través de la reconstrucción racional de datos que provienen de la experiencia. De este modo, los datos se interrelacionan y dan lugar, de manera sintética, a un todo unitario.

Cabe destacar que, aunque en investigaciones previas había utilizado el enfoque de las representaciones sociales (del futuro), en este caso opté por abordar solamente la visión de futuro para darle cabida a la categoría de dispositivo, con el fin de enfocar la atención en las tensiones generadas por una red de discursos que forman ciertas subjetividades, y no en los contenidos de las representaciones sociales, y su relación con ciertas prácticas.

Algunos resultados

En el análisis pronto apareció una cierta saturación: las respuestas eran similares o iguales en su mayoría. Se observó un sesgo profesional. Por ejemplo, los ingenieros fueron más propensos a desarrollar su visión de futuro con énfasis en el desarrollo de la tecnología, mientras los trabajadores sociales se centraron más en las relaciones humanas y la aportación para el cambio. No obstante, este sesgo no fue muy marcado. Todos, sin excepción, aluden a la tecnología y la devastación ambiental como las dos características principales del futuro. Otro punto importante a destacar fue que la visión de futuro es, en buena medida, una extrapolación o proyección de fenómenos o tendencias −emergentes o no− presentes en la sociedad; gentrificación, pobreza, delincuencia, extinción de especies, escasez de recursos, entre otros, son agudizados. Se trata de una exacerbación de lo existente; las tendencias actuales proyectadas a futuro nos dan pie para confirmar que “el futuro ya está aquí”, de acuerdo con la visión de los jóvenes. Sería una suerte de construcción imaginaria con los elementos que ofrece el presente, ya que son vistos como problemas en aumento.

La categorización de los datos arrojó, por un lado, tres maneras de abordar el futuro: de un modo pesimista-neutral centrado en los avances de la tecnología, denominado “futuro tecnológico”; de un modo pesimista al que llamaremos “futuro devastado”, y un futuro de corte más optimista que se ubica como “futuro esperanzador”. A continuación se muestran algunas reflexiones en torno a cada uno de los tres.38 Además, se analizan las respuestas que los jóvenes dieron a la pregunta acerca de cómo se veían a sí mismos en ese futuro previamente trazado. Posteriormente se presentan las reflexiones derivadas de la categorización de los datos.

Se observa el dominio de la visión hipertecnologizada del futuro, seguida por la visión catastrófica. Sólo una minoría presenta una imagen esperanzadora del futuro. Cabe destacar que dos o tres de los modos se combinan en todos los casos: el futuro es visto a la vez como tecnológico y devastado, o en mucha menor medida, como tecnológico y esperanzador. En el caso de la combinación de los tres, se observa un razonamiento en el que, después de la devastación, viene un futuro prometedor (tal como un leitmotiv de la ciencia ficción).

Futuro tecnológico

En la totalidad de los casos se presentaron palabras y frases ligadas al desarrollo tecnológico. Avances en la ciencia y la tecnología en todos los ámbitos, transforman por completo, en esta visión de futuro, la vida, la naturaleza, las ciudades y las interacciones humanas. Especies genéticamente modificadas, guerras tecno-biológicas, ciudades verticales, coches voladores, internet de las cosas, el desarrollo de inteligencia artificial (robots) y la automatización de todos los aspectos de la vida, son algunos de los fenómenos asociados con este “futuro”. Este mundo tecnologizado se vuelve un reto para las personas: “Estaremos en un entorno complejo y exigente, cambiante, que requiere constante actualización e interacción tecnológica”; “Será un mundo volátil y mecanizado”; “Veo un mundo futuro poco amigable, exigente, demandante e inestable”, fueron algunas respuestas.

En la mayoría de los casos, este futuro tecnológico se muestra como neutral (ni bueno ni malo para las personas), aunque tiende a verse como negativo:

“La tecnología avanza considerablemente al grado de que las comodidades de los más favorecidos llegan al máximo, pero a la vez los más desfavorecidos cada vez tienen menos”; “Habrá control político por medio de la medicina” (que podría entenderse en términos de biopolítica). Los estudiantes reportan imaginar falta de afecto, insensibilidad, frialdad y distancia entre las personas. Sin embargo, algunas respuestas presentaron lo tecnológico como algo especialmente positivo: “La inteligencia artificial tomará la mayor parte del trabajo y nosotros sólo nos dedicaremos a cosas recreativas”. Esta respuesta es muy importante, ya que hace referencia a la finalidad última de la ciencia y la tecnología, la felicidad humana, y a una visión del bienestar humano, la división social del trabajo y la distribución de los recursos que haría posible dicha felicidad. Hay en ella una reivindicación de la tecnología no destructora o generadora de mayor desigualdad. Cabe destacar que, en esta visión de futuro, el desarrollo y el progreso continúan sin parar.

Futuro devastado

El futuro devastado tuvo la mayor diversidad de respuestas o palabras y frases asociadas: se representó un mundo contaminado, sobre poblado, con escasez de recursos naturales (como el agua) y de alimento, donde muchas especies se han extinguido, donde hay abusos, brechas amplias entre ricos y pobres, falta de empleo, desamparo, corrupción, así como eliminación de las clases sociales “porque ahora sólo habrá clases económicas”. Habrá una violenta lucha por lo recursos, marginación y exclusiones, y nuevas enfermedades, que sólo los privilegiados podrán curar. “Veo una cultura poco consciente del mal que generamos a nosotros mismos y a los demás por nuestros malos hábitos o por nuestra falta de interés por los demás”; “Ya no habrá religiones”; “Migraciones por falta de recursos o por el medio ambiente”. Como veremos más adelante, se hicieron alusiones a algunas películas futuristas, que representan muy claramente un mundo futuro devastado no sólo ambientalmente, sino destruido social y humanamente.

Futuro esperanzador

Sólo una minoría reflejó una idea positiva y optimista del futuro. Sin hacer un comparativo entre un antes devastado y un después prometedor, de entrada asumieron un futuro con avances en la ciencia, con desaparición de la pobreza, con tecnología a favor de la gente y de la salvación del planeta, con equidad, libertad y oportunidades por igual, con más gente trabajando en ayudar a otros, con programas para el medio ambiente. En este “futuro”, la gente será más solidaria con los demás, y habrá una conciencia planetaria que se verá reflejada en una especie de ciudadanía mundial: “Un mundo globalizado donde no existan diferencias culturales, que en cualquier trabajo existan personas de todas partes del mundo que trabajen por un bien común y que hablen el mismo idioma”. Se trata de un futuro mucho más democrático en el acceso a los bienes y servicios: “Cualquiera podrá acceder a toda la información”.

Sin embargo, en algunos casos, esta visión resultó más moderada y contradictoria: “Me imagino un futuro mejor por la tecnología, pero con menos libertad y privacidad. Los servicios y productos serán más baratos, pero las industrias estarán más centralizadas y habrá mayor desigualdad”.

El futuro personal

En cuanto a las respuestas acerca de cómo se ven a sí mismos en ese futuro recién planteado, éstas tendieron claramente a romper con la visión de futuro expuesta, para centrarse en un futuro personal centrado en el éxito económico y profesional, en la familia (que tendrán), en los viajes que harán, y sólo una minoría moderada (cerca de una tercera parte de los casos), mencionó querer contribuir con la transformación del mundo.

A nivel personal, la mayoría de los estudiantes expresó verse a sí mismos en el futuro como personas felices y realizadas, con logros, conocimientos y habilidades, con paz interior, salud; cumpliendo sus sueños. Algunas respuestas fueron: “Me veo en un mundo evolucionado y con mucha más competencia, que si no te preparas o te adaptas, no trasciendes”; “Dedicado más a mí y a mi familia que al trabajo”; “Haciendo las cosas que más me gustan”; “Aprendiendo nuevas cosas; “Siendo un buen papá”; “Con alto poder adquisitivo, empresaria, logrando metas y sirviendo a la gente”; “Transmitiendo conocimiento”.

Cabe destacar que más de la mitad se ven a sí mismos viajando por el mundo o trabajando y viviendo en otro país. Esto puede tener que ver con la ampliación de las ofertas para estudiar en el extranjero, pero también podría responder a referentes mediáticos que exaltan la figura del joven intrépido y libre que viaja por el mundo o que logra posicionarse con éxito en el mercado de trabajo trasnacional, que no suele ser tan idílico como parece.

En cuanto a lo económico y profesional, prácticamente todos los estudiantes afirmaron verse a sí mismos con un trabajo y un ingreso estables; con un patrimonio; con éxito y reconocimiento profesional. Algunos reportaron lo siguiente: “Me imagino trabajando a pesar de la adversidad”; “Con un negocio familiar”; “Con una empresa propia”; “Luchando y triunfando en la sociedad”; “Ejerciendo mi profesión y dejando huella”.

El sector que mostró verse en un futuro como aportadores para el cambio, reportaron que se imaginan haciendo trabajo comunitario y activismo; siendo más críticos y conscientes; transmitiendo sus valores a sus hijos y nietos; aportando al país. Una estudiante de ingeniería comentó verse a sí misma “como una mujer empoderada e influyente, trabajando por causas a favor de la sociedad”. Resulta evidente que se asumen como motores del cambio, pero dentro de una situación de desigualdad normalizada: se ven ayudando a otras personas, por ejemplo a jóvenes vulnerables; con una casa hogar; generando empleos y tecnología contra la pobreza, desde una posición que les permitirá ayudar a los más desprotegidos.

El futuro visto como dispositivo moderno tiene que ver, en este caso analizado, con varios aspectos. El primero es la normalización del deterioro ambiental y social en el que estamos y al que nos dirigimos; el segundo es la valoración de los avances y el progreso modernos (aunque se padezcan y no se vean del todo positivos); el tercer aspecto es la tensión que aparece entre una visión más bien catastrófica y deshumanizada del futuro, y una mirada personal a partir de valores capitalistas modernos que aparecen como en una suerte de inercia, y que muestran la apreciación a una cultura del progreso materialista. El futuro dibujado tiene elementos indiscutiblemente modernos, capitalistas, neoliberales, e incluso positivistas: la ausencia de religión, la centralidad de la tecnología, los avances de la ciencia, el valor del esfuerzo constante y la capacidad de logro por medio de la educación institucional. Los jóvenes se ven presionados por la competitividad y la necesidad de la formación permanente, pero con la capacidad de lograrlo; en este sentido, las respuestas coinciden con lo reportado por Antonio Concheiro. Por otro lado, cuando se ven a sí mismos como agentes de cambio (ayudando), este cambio se da dentro de los parámetros de la vida ideal propugnada por el capitalismo moderno; no fuera de él, asumiendo la ayuda en términos paliativos, no desde el cambio estructural. En ese sentido, observan tendencias negativas generales de las que ellos no son parte.

El dispositivo funciona también porque la catástrofe se normaliza, porque estamos sometidos a la presencia constante de mensajes, de discursos, que infunden miedo, que generan contradicciones (tales como ser responsables del deterioro, ser exhortados a trabajar por el medio ambiente aun cuando muchos de los problemas son estructurales, y salen del alcance de los individuos). Vivimos un presente que nos sobrepasa y nos presiona a la constante adaptación, y las resistencias crecen en condiciones adversas. Frente a esta realidad, los jóvenes asumen la impotencia, centrándose en los propios proyectos de vida, en la ilusión de futuros felices para ellos y sus familias. Siguiendo a Bajoit, se ven configurados a partir de la primacía de un individualismo cada vez más extremo que presiona a las personas a triunfar, a generar trayectorias significativas, personales, no colectivas, no comunitarias. Por ello, a pesar de su mirada pesimista, tienen que generar un proyecto de futuro acorde con sus posibilidades, sus valores y sus expectativas. Así, podemos afirmar que se da una doble sujeción paralizante: por medio de una visión catastrófica, en mayor o menor medida, del futuro, y por medio de valores tradicionales que buscan construir proyectos de vida y porvenires que no se dirigen a transformar el orden de las cosas.

Como hemos dicho, hay una inconsistencia entre un futuro general negativo y un futuro personal que no concuerda con aquél: una misma persona expresa a la vez un futuro con guerras, hambruna, violencia, delincuencia, extinción de especies, pobreza extrema, y un futuro propio con un buen trabajo, viajando por el mundo, con familia, calidad de vida y riqueza. Esto puede tener varias explicaciones. Algunas posibles respuestas a esta suerte de incongruencia interna son las siguientes: 1) es probable que el deseo de bienestar y la necesidad de supervivencia haga que las personas no se puedan ver a sí mismas en escenarios catastróficos; 2) la visión actual de futuro es compleja, y lo mismo presenta situaciones sombrías y violentas, que presenta esperanzas de una buena vida forjada en sueños y en trabajo; 3) los valores de la modernidad asociados con el progreso, el desarrollo y el bienestar material, aunados a otros valores culturales más regionales (familia, hijos) son todavía más fuertes y están más arraigados en la psique de muchas personas, que la reciente visión catastrófica del futuro; 4) no han sido educados con valores asociados con la ayuda, la solidaridad, el activismo. De cualquier manera, esta visión concuerda con la expresada por Concheiro, quien registra que una mayoría de jóvenes mexicanos cree en el futuro. Hay esperanza y resiliencia en esta población. Por otro lado, la minoría que contestó con una mirada esperanzadora, probablemente cuente con una educación y con experiencias de vida distintas al resto, lo que los hace tener expectativas y objetivos diferentes. Aun así, sólo cuatro personas imaginaron a futuro estar trabajando a pesar de la adversidad, sobreviviendo, luchando.

Por último, cabe destacar que, además de los que tuvieron desde un inicio una visión esperanzadora, hubo algunos que aludieron a un futuro mejor después de la crisis en la que se “tocará fondo”. Desde esta perspectiva, después de la etapa del futuro devastado, llegará una época esperanzadora, de paz, de crecimiento, de felicidad. Un estudiante afirma: “El futuro será más difícil en algunos puntos como el aspecto de que va a escasear la comida por tanta sobrepoblación mundial y por el cambio climático. Con ello puede igual haber cosas buenas como buscar revivir el planeta con su vegetación, aunque esto sólo pasará cuando haya crisis de agua y/o de oxígeno”. Otra más afirmó: “Veo el futuro más humanizado, con conciencia de los desastres provocados. Los recursos materiales serán más valorados”.

Este aspecto resulta sumamente interesante, pues se trata de una mirada que conocemos bien; está presente en literatura y cine de ciencia ficción de corte futurista:39 en términos muy esquemáticos, después de la destrucción de la vida en el planeta, a causa de las decisiones mal tomadas, de la contaminación, del abuso del poder de las élites, del deterioro ambiental, llega un futuro aún más lejano, utópico, en donde un grupo reducido de sobrevivientes reconstruye el mundo, con pocos recursos, con muchas dificultades, pero con una mirada consciente, solidaria y espiritual.

Sin embargo, este relato no nada más es parte de la producción en el género de la ficción. Hay intelectuales y teóricos que piensan de maneras similares y que van en la misma dirección. Un ejemplo emblemático es Jacques Attali,40 para quien “todo anuncia una transformación progresiva del ser humano en objeto, un aumento de las injusticias, de la precariedad, de la violencia”. Sin embargo, el autor cree que este proceso se puede revertir por medio de una especie de salto cualitativo:

Muchas fuerzas positivas empujan ya desde hoy la instauración de un mundo habitable para todos: con los vertiginosos descubrimientos de las ciencias y los formidables progresos de las técnicas, un número cada vez mayor de personas tomará conciencia de que el mundo es una aldea, de que la abundancia es posible, de que podemos vivir mucho más tiempo y mucho mejor.41

Así, las injusticias, las brechas entre ricos y pobres, la presencia de la violencia en la vida cotidiana, la mercantilización de la vida, la delincuencia, la escasez de recursos naturales como el agua, la contaminación, las guerras, entre otros fenómenos, serán los alicientes para ese cambio. Los protagonistas de esta profunda transformación son llamados por Attali “transhumanos”, y se caracterizan por ser actores de vanguardia que se resistirán a las tendencias generales y construirán alternativas desde la conciencia, la solidaridad y el respeto.

Conclusiones

Los resultados aquí presentados son de carácter exploratorio y, más que ser producto del análisis de discursos estructurados, son reflexión de condensaciones de conceptos y de ideas vinculadas con experiencias y expectativas. Cabe destacar que la visión de futuro, en un nivel, se encuentra extendido y mediatizado. En ese sentido, es compartido probablemente por amplias capas de la población: la educación escolar; los medios de información; las diversas representaciones que fungen como dispositivos pedagógicos difusos que construyen subjetividades, tocan más o menos por igual a grupos que comparten un espacio social. En otro nivel, la visión de futuro tiene que ver con la historia personal, el entorno cultural, las expectativas propias y de los otros, la formación lejana o cercana a procesos activos de cambio, el grado de conformismo y, por supuesto, la orientación temporal, de corte psicológico, que no se ha abordado aquí.

Ahora bien, ¿qué subjetividad expresan estas visiones de futuro?, ¿qué sujetos se derivan de dichas visiones? En términos generales, y con excepciones, emergen sujetos adaptables; capaces de asumir la presión que les imprime un mundo cada vez más competitivo; conscientes de la creciente desigualdad expresada en pobreza e inaccesibilidad a recursos (incluso a la medicina: para algunos, no todos los individuos se van a poder curar de las enfermedades), así como de la hipervigilancia y la pérdida gradual de la privacidad, que ya estamos viviendo hoy. En fin, impotentes hasta cierto punto, y replegados en la construcción de su bienestar; viendo por sí mismos y por su familia. Enfrentados a una sociedad cada vez más insensible y falta de afecto, no sólo en las relaciones más cercanas, sino expresadas en los vínculos que hay a diferentes niveles.

Lo expuesto por los jóvenes participantes expresa menos cómo será efectivamente el futuro (no lo sabemos), ni siquiera cómo se está perfilando (por más que se proyecten en sus visiones fenómenos actuales que se siguen desarrollando), sino que manifiestan sus prioridades, sus temores y esperanzas, las capacidades propias detectadas y su plan de vida. No todos los jóvenes pueden pensar el futuro; lo hacen aquellos que cuentan con la posibilidad de pensarse en un futuro. Incluso aquel que niega el futuro porque elige el presente inmediato y lo que éste le otorga, puede negarse activamente a asumir ese futuro.

Las respuestas arrojadas también dan cuenta de las ataduras a ciertas visiones que perfilan sus elecciones, sus decisiones y prioridades, así como sus esperanzas y temores, que no son ajenas a los discursos mediáticos e, incluso, académicos actuales acerca del futuro (películas y series futuristas; consignas empresariales; avances impresionantes en tecnología, que a ellos les llega particularmente en forma de innovaciones a través de dispositivos móviles y aplicaciones, entre otros).

Nuestras representaciones del futuro van de la mano con los discursos circulantes acerca de la ciencia y la tecnología, los problemas ambientales y sociales, y los avances en términos de progreso y desarrollo. Tiene que ver con qué tan secularizada está una sociedad, qué tan temerosa se encuentra a partir de los discursos (fidedignos o no) circulantes. En sistemas neoliberales como el nuestro, en espacios sociales desiguales, excluyentes y violentos, se reactivan los dos pilares del liberalismo clásico: libre mercado e ideales democráticos y legales. Lo que fue disparador del desarrollo moderno capitalista, se convierte ahora en fuente de empobrecimiento, de contaminación, de crisis y de explotación. Frente a una cultura de la legalidad y la transparencia observamos abusos y decisiones que no hacen sino ampliar las brechas, generar mayor exclusión, anomia, miseria, precariedad e incertidumbre. Nuestras subjetividades formadas para fortalecer procesos individualistas, sólo pueden transformarse consciente y activamente en la resistencia, en la vinculación y en el replanteo de los propios proyectos de vida. Sin duda alguna, cómo será el futuro depende parcialmente de lo que se piense que puede suceder y de qué tan activa o proactiva sea la población al respecto. A su vez, dicha posibilidad se ve rodeada y cercada por estructuras, aparatos y dispositivos, en cuyas fisuras pueden seguir gestándose, como lo señala Attali, nuevas subjetividades ligadas a la acción.

Referencias

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1Jacques Attali, Breve historia del futuro (traducción: José P. Tosaus), México, Paidós, 2007.

2Edgar Morin, La vía para el futuro de la humanidad (traducción: Núria Petit-Fontseré), Barcelona, Paidós, Estado y Sociedad, 2011.

3Marc Augé, Futuro (traducción: Rodrigo Molina-Zavalía), Buenos Aires, Adriana Hidalgo Editora, 2012.

4Zygmunt Bauman, Retrotopía (traducción: Albino Santos Mosquera), México, Paidós, 2017.

5Yuval Noah Harari, Homo Deus. Breve historia del mañana (traducción: Joandoménec Ros), México, Debate, 2017.

6Ulrich Beck, Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la globalización, Barcelona, Paidós; Ulrich y Elisabeth Beck-Gernsheim, La individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas, Barcelona, Paidós, 2003; Guy Bajoit, “La tiranía del ‘Gran ISA’”, Cultura y Representaciones Sociales, vol. 3, núm. 6, 2009.

7Giorgio Agamben, “¿Qué cosa queda?” (traductor anónimo), Artillería inmanente [https://artilleriainmanente.noblogs.org/post/2017/08/09/giorgio-agamben-que-queda/], fecha de consulta: 3 de diciembre de 2017.

8Idem.

9Idem.

10Adrián Gutiérrez Álvarez del Castillo, “La geografía en el dispositivo universitario: pasado y tendencias recientes”, tesis de maestría en geografía, México, UNAM, 2017, p. 51.

11Michel Foucault, Defender la sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 51.

12Luis García Fanlo, “¿Qué es un dispositivo? Foucault, Deleuze, Agamben”, A Parte Rei. Revista de Filosofía, núm. 74, 2011, p. 2.

13Gilles Deleuze, “¿Qué es un dispositivo?”, Michel Foucault, filósofo, Barcelona, Gedisa, 1990, p. 159.

14Ibid., p. 160.

15Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo?, Barcelona, Editorial Anagrama, 2015, p. 23.

16Ibid., p. 24.

17Jürgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, Madrid, Katz, 2011; Richard Tarnas, La pasión de la mente occidental (traducción: Manuel Jiménez Redondo), Girona, Atalanta, 2008.

18Jürgen Habermas, El discurso filosófico de la modernidad, op. cit., p. 15.

19Guy Bajoit, “La tiranía del ‘Gran ISA’”, op. cit., p. 1.

20De manera cotidiana, sin corroboración ni validación alguna, he encontrado cada vez más casos de adolescentes entre los 14 y los 17 años que están preocupados por su futuro. Parecería que éste es un problema nuevo, pues hace algunos años, las personas se comenzaban a preocupar (si lo hacían) por el futuro en edades posteriores, quizás en momentos de elección de una carrera, en la necesidad de buscar empleo, frente al hecho de casarse, tener un hijo, quedarse huérfano, o cualquier otro evento significativo en su vida. Esta apreciación no es generalizable; se refiere a adolescentes urbanos de clase media con acceso a educación e información.

21Es el caso de activistas que, por muchos años, trabajaron con el fin de contribuir a un cambio en el futuro, bajo la señal de la utopía, y que deciden optar por un presente menos angustiante y más satisfactorio, en el que se centren en trabajar para ese presente. Véase María Elena Figueroa Díaz, “Construyendo lo que viene. Representaciones sociales del futuro en la Red de Género y Medio Ambiente”, Trayectorias. Revista de Ciencias Sociales, núm. 36, Monterrey, 2013, pp. 83-105.

22Marc Augé, Futuro, op. cit., p. 8.

23Antonio Concheiro, “Jóvenes y niños mexicanos: visión de futuro”, Revista de Estudios de Juventud, núm. 104, “Imágenes de futuro en la juventud”, Enric Bas (coord.), España, Observatorio de la Juventud de España, 2014.

24Ibid., p. 59.

25Ibid., p. 60.

26Idem.

27Ibid., p. 64

28Idem.

29Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud, La visión de futuro de las personas jóvenes: algunas reflexiones desde el Barómetro 2017, Madrid, 2017 [http://www.proyectoscopio.es/analisis-y-debate/barometro/31-la-vision-de-futuro-de-las-personas-jovenes-algunasreflexiones-desde-el-barometro-2017], fecha de consulta: 11 de enero de 2018.

30Enric Bas, “Educar para innovar: la innovación como cultura. Juventud, proactividad, creatividad, participación y visión de futuro compartida”, Revista de Estudios de Juventud, núm. 104, “Imágenes de futuro en la juventud”, Enric Bas (coord.), España, Observatorio de la Juventud de España, 2014, p. 8.

31Idem.

32Ibid., p. 9.

33María Elena Figueroa Díaz, “Representaciones sociales del futuro en el arte”, URBS. Revista de Urbanismo y Ciencias Sociales, vol. 2, núm. 2, Sección Papers, Barcelona, 2012, pp. 103-116.

34María Elena Figueroa Díaz, “Construyendo lo que viene...”, op. cit.

35La muestra estuvo conformada por 60 ingenieros (22 mujeres y 38 varones), 28 trabajadores sociales (22 mujeres y 6 varones), 17 geógrafos (9 mujeres y 8 varones), 7 estudiantes de sociología (3 mujeres y 4 varones), 12 estudiantes de economía (2 mujeres y 10 varones) y 2 estudiantes de ciencias políticas (2 mujeres).

36Véase, por ejemplo, la investigación de Julie Guthman, “Teaching the Politics of Obesity: Insights into Neoliberal Embodiment and Contemporary Biopolitics”, Antipode, vol. 4, núm. 5, 2009, pp. 1110-1133.

37José Arellano y Margarita Santoyo, Investigar con mapas conceptuales. Procesos metodológicos, Madrid, Narcea, 2009.

38José Arellano y Margarita Santoyo, Investigar con mapas conceptuales. Procesos metodológicos, Madrid, Narcea, 2009.

39Algunos estudiantes, con el fin de explicar mejor sus ideas, hacían referencia a algunas películas o novelas: “Como en Elysium”; “Sí, como en Un mundo feliz, de Huxley”. Una película no mencionada por ellos, pero que representa claramente esta mirada del antes y el después en el futuro es Cloud Atlas, dirigida por los hermanos Wachowski y Tom Tykwer en 2012.

40Jacques Attali, Breve historia del futuro, op. cit., pp. 223 y ss.

41Idem.

ANEXO 1 Contenido de los mapas y respuestas a la pregunta: ¿cómo imaginas el futuro que te va a tocar vivir?

FUTURO TECNOLÓGICO 

Mundo Tecnología
Carestía Más fábricas
Nuevas potencias mundiales Guerras tecnobiológicas
Sobrepoblación Carros voladores
Desequilibrio económico Sustitución de recursos humanos por inteligencia artificial
Nuevos planetas descubiertos Nuevas formas de reproducción
Control político por medio de la medicina Robots
Avances en el conocimiento del Universo Androides
Coches sin gasolina
Sociedad Automatización
Avances en los medios de comunicación
Competitividad laboral e intelectual Realidad virtual
Control natal Dependencia de las nuevas tecnologías
Menos religión Nanotecnología
Desempleo Tecnología dirigida por potencias económicas con intereses
Ciudades verticales Internet de las cosas
Urbanización total Interconexión de todos los sistemas
Trabajo a distancia Puertos para drones
Nuevas formas de alimentarse Pantallas exteriores para dar información
Actitudes y relaciones humanas Medio ambiente
Menos contacto personal Nuevas especies genéticamente modificadas
Desaparece la comunicación personal Descubrimiento de nuevas especies
Comunicación a distancia
Salud
Adelantos en la medicina
Cura a enfermedades, pero sólo unos cuantos acceden a ella

FUTURO DEVASTADO 

Mundo Sociedad
Nuevas guerras Tercera guerra mundial Carestía Nuevas potencias mundiales Sobrepoblación Desequilibrio económico Tercera guerra mundial Migraciones por causas ambientales y pobreza Ideologías extremistas Nueva guerra fría Armas de destrucción masiva Hambrunas Legalización de las drogas Gentrificación Más violencia Exceso de personas mayores Corrupción Estragos económicos Escasez de alimentos Mayor brecha entre ricos y pobres Más control de la información por los medios Paranoia Eliminación de la religión Sociedad completamente manipulada
Sociedad Actitudes y relaciones humanas
Nuevas enfermedades Epidemias Calidad de vida asociada a los recursos económicos Males asociados a la alimentación Sedentarismo Mortalidad temprana Muchas enfermedades mentales Necesidad de adaptación a la nueva situación Insensibilidad Frialdad en las relaciones Tristeza Poca comunicación Estrategias para exterminar a la gente Abusos Apatía Embrutecimiento Desamparo
Tecnología Medio ambiente
Precariedad Brechas. Eliminación de clases medias Desigualdad Recursos sólo para las élites Lucha entre personas por recursos Eliminación de las clases sociales Carestía Pobreza Escasez de agua Climas cada vez más extremos Sobrepoblación Falta, insuficiencia; privatización de recursos naturales Cambio climático Fin del petróleo Mundo devastado Limitación de los espacios naturales Desaparición de especies animales y vegetales, sobre todo en ciudades Mutaciones Plagas Desastres Sequías Destrucción total del ecosistema Entornos naturales limitados y protegidos a los que no se puede acceder Desaparición de los glaciares

FUTURO ESPERANZADOR 

Medio ambiente Tecnología Salud
Sin contaminación Enfoque social ecológico Cuidado exhaustivo de la naturaleza Energías renovables Prosperidad Equidad Economías más fuertes Desarrollo del país (México) No hubo respuestas
Mundo Actitudes y relaciones humanas Sociedad
Gobiernos más democráticos Unión de naciones Personas empáticas Equidad de género Curvas de aprendizaje muy cortas Flexibilidad Responsabilidad social No delincuencia Personas más cultas e inteligentes Solidaridad Conciencia social Empresas que ayudan a otras Mejores condiciones de vida Crisis del modelo de consumo Avances en derechos humanos Buena educación Personas mejor formadas Más movimientos sociales Educación en línea

Recibido: 10 de Febrero de 2018; Aprobado: 31 de Julio de 2018

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