SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número42El anarquismo argentino y la Gran GuerraO'odham, ancestrales habitantes del desierto: Rostros de sal y arena índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • No hay artículos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Política y cultura

versión impresa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.42 México dic. 2014

 

Movimientos culturales y contraculturales

 

Juan B. Justo y el socialismo argentino ante la Primera Guerra Mundial (1909-1915)*

 

Lucas Poy**

 

** Profesor, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, Argentina [lucaspoy@gmail.com].

 

Artículo recibido el 14-10-13
Artículo aceptado el 26-09-14

 

Resumen

A pesar de que tanto el impacto de la Primera Guerra Mundial entre intelectuales y organizaciones políticas de la época como las elaboraciones teóricas y políticas del socialismo argentino son temas que han atraído la atención de los historiadores, las posiciones del Partido Socialista (PS) argentino ante el estallido de la guerra no han sido aún estudiadas en detalle por la historiografía. Con base en un análisis de los escritos de Juan B. Justo y de artículos editoriales de La Vanguardia, en este trabajo buscamos aportar un análisis que permita enriquecer nuestro conocimiento sobre las posiciones de la dirección del socialismo argentino acerca de la problemática relación entre "internacionalismo y patria", tal como se titulaba uno de los más conocidos trabajos del fundador del PS. Nuestro objetivo es contribuir a los avances historiográficos que han permitido elaborar una visión más compleja de la interpretación programática de Justo en el marco de su relación con las posiciones de las distintas fuerzas que constituían la socialdemocracia internacional. Intentamos mostrar que la interpretación justiana de la guerra no se limitó a copiar líneas de análisis de los socialistas europeos sino que constituyó una operación intelectual original, que debe analizarse en el contexto del peculiar y ecléctico cuerpo teórico del líder del socialismo argentino.

Palabras clave: socialismo, partidos políticos, Argentina, Primera Guerra Mundial, Juan B. Justo.

 

Abstract

This paper provides an analysis of the writings of Juan Bautista Justo, the main leader of Argentine socialism, on the question of war, in order to contribute to recent scholarship that has developed a more complex view of his thought, setting it against the background of the positions of the Second International. First, it will be argued that Justo's thought did not simply imitate European Socialists' analysis, although he certainly incorporated elements of their theory, but that his was an original intellectual operation, to be analyzed in the context of the peculiar and eclectic body of theory of the Argentine Socialist leadership. Second, the paper shows the changes this interpretation went through, from the statements in Justo's book Teoría y Práctica de la Historia, at the end of the decade of 1900, to the positions the Socialist Party leaders held in Parliament in early 1917, when they backed the severance of relations with Germany.

Key words: socialism, political parties, Argentina, World War I, Juan B. Justo.

 

"A priori", y en tiempo de paz, condenamos siempre
la guerra. Sabemos que el proletariado nada tiene
que ganar con ella [...] Producida la guerra, que los
socialistas, a pesar de su poder político, no han sabido
o podido evitar, las cosas cambian. En tiempo de guerra,
no se siente ni se piensa como en tiempo de paz.

Juan B. Justo
(mayo de 1915)

 

INTRODUCCIÓN

A pesar de que tanto el impacto de la Primera Guerra Mundial entre intelectuales y organizaciones políticas de la época como las elaboraciones teóricas y políticas del socialismo argentino son temas que han atraído la atención de los historiadores, las posiciones del partido conducido por Juan B. Justo ante el estallido de aquella que los contemporáneos llamaron "la guerra del 14" no han sido aún estudiadas en detalle por la historiografía.1 En realidad, debido a la importancia que tuvo el conflicto bélico —junto con la revolución rusa— en la ruptura de 1917-1918 que dio lugar a la formación del Partido Socialista Internacional (PSI), antecesor del Partido Comunista (PC), el análisis de las interpretaciones desarrolladas por el Partido Socialista (PS) argentino a propósito de la guerra tendió a limitarse a breves introducciones en trabajos dedicados a estudiar el origen del comunismo argentino.2 Esta perspectiva implicó que se prestase mucha más atención a las posiciones tomadas por la dirección del PS a partir de 1917 que a los planteos de los años previos.

Con base en un análisis de los escritos de Juan B. Justo y de artículos editoriales de La Vanguardia del periodo inmediatamente anterior a la guerra y de los primeros años de la contienda, en este trabajo buscamos aportar un análisis que permita enriquecer nuestro conocimiento sobre las posiciones de la dirección del socialismo argentino acerca del conflicto internacional.3

Nuestro objetivo es contribuir a los avances historiográficos que han permitido elaborar una visión más compleja de la interpretación programática de Justo en el marco de su relación con las posiciones de las distintas fuerzas que constituían la socialdemocracia internacional. En primer lugar, intentamos mostrar que la interpretación justiana de la guerra no se limitó a copiar líneas de análisis de los socialistas europeos —aunque sin duda incorporó elementos planteados por ellos— sino que constituyó una operación intelectual original, que debe analizarse en el contexto del peculiar y ecléctico cuerpo teórico del líder del socialismo argentino. En segundo término, nos interesa señalar que aquella interpretación fue conociendo una serie de matices y deslizamientos, desde los planteos de Teoría y práctica de la historia a fines de la década de 1900 hasta los posicionamientos de 1914-1915, que ya preparaban política e intelectualmente el terreno para la votación de ruptura de relaciones con Alemania que los parlamentarios socialistas votarían algunos años más tarde.

En la primera sección analizamos los planteos programáticos y políticos que sostenía el Partido Socialista argentino en el periodo inmediatamente anterior a la guerra: lo hacemos prestando atención a las caracterizaciones y debates que cruzaban a la Segunda Internacional, de la cual el partido argentino era una parte activa, pero también a las elaboraciones peculiares de Juan B. Justo y a las tensiones existentes al interior del PS. En la segunda parte nos enfocamos en la interpretación desarrollada por Justo en las páginas de La Vanguardia a partir del estallido del conflicto, con el objetivo de apreciar no sólo el impacto producido por la guerra mundial sobre la interpretación justiana sino también los modos en que estas transformaciones fueron procesadas para ser adaptadas al marco conceptual del principal dirigente del socialismo argentino.

 

EL SOCIALISMO ARGENTINO Y LA LUCHA CONTRA EL MILITARISMO. ENTRE LA SEGUNDA INTERNACIONAL Y LAS "HIPÓTESIS DE JUSTO" (1909-1914)

Bajo el signo de la Internacional

Aunque los pronunciamientos en oposición a la guerra y al militarismo ocuparon un lugar central en las discusiones de la socialdemocracia internacional desde la segunda mitad de la década de 1900, las investigaciones más recientes pusieron de manifiesto que existían una serie de contradicciones al interior del movimiento socialista que hacen difícil caracterizar simplemente como una "traición" el posicionamiento de los principales partidos europeos en el bando de sus respectivas burguesías en el verano de 1914. Analizando en detalle las posturas de la Segunda Internacional ante el problema del militarismo y la guerra en los años inmediatamente anteriores al estallido de la conflagración, Georges Haupt señaló que había predominado una política que combinaba planteamientos genéricos sobre la necesidad de utilizar todos los medios para "evitar" el inicio de la conflagración con una completa ausencia de medidas prácticas a tomar llegado el caso de un conflicto bélico.4

En efecto, el énfasis puesto en las "medidas preventivas" —caracterizadas en primer lugar por la denuncia del militarismo y los gastos en armamentos— encubría en realidad una serie de posiciones ambiguas tras las cuales germinaban todas las contradicciones que estallarían en 1914. En el congreso de Copenhague, realizado en 1910, el tema de la guerra y el militarismo se convirtió en el centro de los debates, en un contexto en el cual el armamentismo y la competencia entre las potencias se incrementaban peligrosamente en la forma de múltiples "incidentes coloniales". Si bien encontró apoyo la idea de impulsar un arbitraje internacional entre los Estados como medio para evitar la guerra, así como promover campañas por la reducción de los armamentos, surgió una polémica en torno a una propuesta presentada por el inglés Keir Hardie y el francés Édouard Vaillant que proponía la huelga general de los trabajadores de las ramas bélicas como medida eficaz para enfrentar un eventual conflicto armado. Ante el rechazo de los dirigentes alemanes, que consideraban que en el congreso de Stuttgart de 1907 ya se había zanjado la discusión y planteaban que una moción de estas características iba a provocar un incremento de la represión gubernamental contra los socialistas, se decidió, a propuesta del belga Emile Vandervelde, postergar la discusión de la moción Hardie-Vaillant hasta el siguiente congreso. La resolución sobre la guerra que finalmente fue aprobada en Copenhague ponía un fuerte énfasis en la acción de los parlamentarios socialistas, en la línea de votar en contra de los gastos militares y navales, reclamar el arbitraje y el fin de la diplomacia secreta.5

En este contexto, el Partido Socialista argentino, que era un miembro reconocido y con participación en los organismos internacionales de la socialdemocracia, desarrolló una actividad que se colocaba dentro de los marcos de lo establecido por la Segunda Internacional. En un congreso realizado después de la reunión internacional de Copenhague, los socialistas argentinos aprobaron la moción Vaillant-Keir Hardie,6 y durante los años inmediatamente anteriores a la guerra dieron un lugar destacado, en su actividad política, a la denuncia del gasto armamentista que tenía lugar en el país. En buena medida esta actividad antimilitarista tenía lugar en el plano parlamentario, del mismo modo que sucedía en Europa: es importante recordar, en este sentido, que el proceso de debate sobre el militarismo se daba en un contexto de creciente éxito electoral del PS en la Capital Federal.7 Richard Walter ha señalado que una de las primeras intervenciones en la Cámara del joven diputado Mario Bravo, en julio de 1913, fue para proponer una ley de amnistía para aquellos que habían violado la ley de servicio militar obligatorio, que diera una segunda oportunidad para enrolarse sin pagar ninguna penalización.8

Pero la denuncia contra los gastos militares no se limitó al campo parlamentario. A fines de 1912, la juventud del partido había comenzado a organizar actividades callejeras en contra del militarismo, con motivo de la incorporación a filas de la clase de 1892. Un artículo de La Vanguardia ponía de manifiesto, en esa ocasión, la profunda tensión —si bien todavía velada— existente al interior del partido entre el equipo redactor del periódico y una juventud que sería eventualmente el eje de reagrupamiento de la oposición internacionalista. En efecto, luego de apuntar que "la agitación de los jóvenes socialistas debe ser mirada con interés" en tanto "la guerra es un crimen y el militarismo un verdadero flagelo", el artículo se apresuraba a marcar ciertos límites que no debían superarse:

Una campaña de agitación contra el militarismo debe guardar una relación estricta con el aspecto y la importancia local del fenómeno que combate. Entre nosotros podrían parecer excesivas ciertas actitudes que hallan fácil explicación en otros países, donde el militarismo ha alcanzado proporciones de verdadera calamidad nacional [...] La agitación antimilitarista exige de nosotros mucho tino y mucha discreción. En ningún asunto necesitamos, tanto como en éste, de un equilibrado espíritu de ponderación para asignar a la campaña las justas proporciones que debe revestir. La más mínima transgresión a estos principios, puede sustraernos muchas simpatías, despertar recelos y estancar nuestro desarrollo de partido político nacional.9

Cuando, en enero de 1913, las Juventudes Socialistas lanzaron una campaña por el indulto de un conscripto que había sido sancionado, desde las páginas de La Vanguardia volvía a observarse la mirada controladora que permitía notar un dejo de preocupación:

Hemos seguido muy de cerca el desarrollo de la agitación antimilitarista realizada como acto previo al mitin del último domingo, y debemos declarar con la mayor satisfacción que en todo momento esa campaña se ha distinguido por el sano entusiasmo, por el ardor juvenil y, sobre todo, por el criterio elevado y sereno con que han sido tratados los temas relacionados a la siempre ardua y escabrosa cuestión militar.10

El artículo destacaba que las juventudes habían diferenciado el reclamo en dos niveles, en la línea de los planteos "máximos" y "mínimos" que caracterizaban al socialismo de la época:

Han afirmado primero, como una aspiración lejana, la necesidad de suprimir el servicio militar obligatorio para establecer, en cambio, la milicia ciudadana, o la organización democrática de las fuerzas defensivas de la nación. Pero, concretando aspiraciones susceptibles de realización inmediata, las Juventudes Socialistas reclaman la reforma de la ley orgánica militar, en el sentido de abolir los consejos de guerra para ser reemplazados por la justicia civil ordinaria.11

 

El lugar de la guerra en la filosofía de la historia de Juan B. Justo

Las posturas desarrolladas por el Partido Socialista argentino frente a la cuestión de la guerra —aunque deben ser contextualizadas en el marco de las elaboraciones del socialismo internacional, del cual Justo era habitual lector e interlocutor— no pueden sin embargo considerarse como un simple reflejo de las posturas surgidas en Europa ni logran ser encasilladas en la línea de alguna de las interpretaciones que enfrentaban en ese entonces a los socialistas europeos. Cuando, a fines de noviembre de 1912, la prensa socialista argentina celebraba las resoluciones del Congreso internacional realizado en Basilea —en el cual el movimiento socialista había declarado la "guerra a la guerra"—, La Vanguardia observaba con satisfacción el desenlace del congreso con un artículo que podía colocarse en la línea de oposición genérica al militarismo y la guerra que caracterizaba al movimiento socialista internacional pero incluía también elementos propios de la peculiar "versión argentina" del socialismo:

Los trabajadores políticamente organizados de los principales países de Europa, es decir, unos diez millones de hombres inteligentes, enérgicos y conscientes, han manifestado resueltamente, por intermedio de sus representantes, el propósito inquebrantable de evitar a todo trance el abominable crimen de la guerra entre países cuya actual misión histórica no es ni puede ser otra que la de realizar y propulsar el progreso dentro de los grandes ideales humanos que agitan a los pueblos modernos.

La tranquilidad y el bienestar del mundo peligrarán mucho menos cuando la paz o la guerra dependan sólo del pueblo. En los países civilizados el pueblo la considera ya como un crimen, cada vez más peligroso y difícil de consumar. Y si muestra a veces alguna indulgencia para juzgarla, es que "le parece reconocer en ella algún objetivo legítimo ", alguna finalidad civilizadora que no puede realizarse sin esfuerzos, debido "a la desigual aceleración del movimiento histórico".12

En efecto, los señalamientos finales correspondían a la caracterización desarrollada por Juan B. Justo en los años previos, particularmente en su trabajo Teoría y práctica de la historia, aparecido en 1909. Ahí, Justo desarrollaba todo un análisis del proceso histórico e incluía un capítulo especial dedicado al problema de "la guerra". Las ideas ahí expuestas —reproducidas en La Vanguardia—13 son de fundamental importancia para comprender cómo se constituía el pensamiento del principal dirigente del socialismo argentino en los años previos a la guerra, y al mismo tiempo para comprender sobre qué bases se iba a procesar su reinterpretación una vez comenzado el conflicto bélico.

Para Justo, en las etapas primitivas de la historia de la humanidad las guerras desempeñaban un papel necesario e incluso progresivo históricamente, en tanto constituían un "riguroso proceso de selección natural". Incluso en estadios más desarrollados, "a medida que progresa la técnica y que la división del trabajo y el cambio de productos se extienden entre los hombres", las guerras conservaban un elemento progresivo, aun cuando cambiaban de carácter: éstas ya no implicaban el simple exterminio sino "la absorción o asimilación de unos grupos humanos por otros, en una relación de dependencia permanente y división del trabajo". Así es que Justo reivindicaba el papel desempeñado por las guerras que habían contribuido "a extender la división del trabajo y el comercio entre los pueblos": tanto las conquistas de los romanos en el Mediterráneo antiguo como las de los Incas sobre otros pueblos andinos aparecían en la interpretación justiana como guerras que habían tenido "un gran factor de progreso histórico y de pacificación", en tanto abrían "el camino para otras relaciones, más altas, entre los pueblos".14

En la perspectiva evolucionista de Justo, de todas maneras, el desarrollo de la sociedad y el progreso de la técnica y los intercambios convertía a las guerras en un fenómeno cada vez menos necesario, y por lo tanto tendiente a desaparecer.

A medida que las relaciones comerciales se desarrollan, la guerra es más ruinosa para los pueblos que la sostienen, y por eso menos frecuente y prolongada [...] Entre dos sociedades de avanzado desarrollo la paz está cada día más garantizada, no sólo por las relaciones comerciales que las unen, sino también por las que ligan a cada una de ellas con otros pueblos y que serían perturbadas por un conflicto [...] Con la creciente solidaridad económica de los pueblos, las guerras internacionales toman cada vez más el carácter de contiendas intestinas y éstas, con el progreso histórico, tienden también a desaparecer.15

Para Justo el desarrollo de los intercambios comerciales entre las naciones, considerado un factor fundamental de progreso, hacía cada vez más difícil la posibilidad de una guerra, en tanto un eventual conflicto bélico entraba en contradicción con los intereses de la burguesía misma. El autor de Teoría y práctica de la historia iba aún más allá y consideraba que los movimientos armados y la violencia en general estaban en contradicción con el desarrollo de la sociedad: se hacían "cada vez menos necesarios para la evolución política" y constituían por lo tanto resabios de un pasado pronto a desaparecer.

En la época actual, sostenía Justo, las guerras perdían cada vez más su razón de ser histórica y por lo tanto estaban condenadas a su desaparición. Eso no le impedía, de todas formas, reivindicar un tipo de guerra que a su juicio aún desempeñaba un papel positivo en la perspectiva del progreso histórico. El señalamiento agregado en el artículo sobre el congreso de Basilea ponía de manifiesto, en efecto, el único escenario en el cual los trabajadores y los socialistas podían considerar un conflicto armado como progresivo para los intereses de la sociedad: según el autor, el pueblo trabajador "no puede reconocer a la guerra sino un objetivo legítimo, el de abrir nuevas zonas del medio físico-biológico para la vida inteligente". De esta manera, al incluirlas en su esquema dentro de las guerras que apuntaban a un desarrollo del progreso histórico, Justo consideraba que los trabajadores debían apoyar las incursiones coloniales de los países europeos, y sentaba su posición sobre la ocupación militar del territorio indígena en Argentina:

Con un esfuerzo militar que no compromete la vida ni el desarrollo de la masa del pueblo superior, esas guerras franquean a la civilización territorios inmensos. ¿Puede reprocharse a los europeos su penetración en África porque se acompaña de crueldades? Los africanos no han vivido ni viven entre sí en una paz idílica [... ] Crimen hubiera sido una guerra entre Chile y la Argentina por el dominio político de algunos valles de los Andes, cuya población y cultivo se harán lo mismo bajo uno u otro gobierno. ¿Pero vamos a reprocharnos el haber quitado a los caciques indios el dominio de la Pampa?16

Con este tipo de planteos Justo se colocaba en la línea de la argumentación de Eduard Bernstein, quien en el marco de la controversia revisionista había sostenido una postura favorable a la colonización europea. En un trabajo de 1900 llamado "El socialismo y la cuestión colonial", Bernstein había reivindicado las ventajas de la colonización y planteado que "si todas las demás condiciones se mantienen iguales, la cultura más elevada siempre tiene más derechos frente a la más atrasada; si es necesario tiene el derecho histórico, e incluso la responsabilidad, de subyugarla".17 Dos años antes de que Justo publicara su Teoría y práctica, cuando volvió a recrudecer el debate sobre la cuestión colonial —luego del retroceso electoral sufrido por el SPD en 1907 en un contexto de creciente euforia nacionalista—, Bernstein profundizó esta línea:

La humanidad aún no ha avanzado lo suficiente como para evitar el uso de la fuerza en todas las circunstancias. Cuando dos civilizaciones chocan, la menos desarrollada debe dejar paso a la más avanzada. No podemos pasar por alto esta ley de la evolución, sólo podemos humanizar su acción. Oponernos a ella implicaría postergar el progreso social.18

En suma, la filosofía de la historia de Justo —alineándose en este punto con los planteos evolucionistas de Bernstein— consideraba que si bien podía reivindicarse la utilización de la fuerza en aquellos casos en que contribuía a acelerar el camino de la civilización, el desarrollo del progreso histórico transformaba a las guerras en un fenómeno cada vez menos necesario. Para que desaparecieran por completo, de todas formas, era indispensable que "los pueblos marchen a la par por el camino de la historia": desde su perspectiva, las guerras eran consecuencia precisamente de esas desigualdades en el progreso y en la evolución de las sociedades. ¿Cómo reaccionó la dirección del Partido Socialista argentino ante el estallido de la guerra, que ponía en cuestión todo un marco interpretativo elaborado en más de una década?

 

JUAN B. JUSTO ANTE LA GRAN GUERRA. DE LA NEUTRALIDAD INCÓMODA AL "INTERNACIONALISMO" LIBRECAMBISTA (1914-1915)

Un neutralismo incómodo

Cuando la guerra finalmente estalló, a comienzos de agosto de 1914, generó un profundo impacto social y político en Argentina. Si bien tanto el presidente conservador Victorino de la Plaza como el radical Hipólito Yrigoyen, que lo reemplazó en 1916, mantendrían una política de neutralidad, el país se vio atravesado por un clima de movilización y agitación que se profundizó con el transcurrir de la contienda y conformó un complejo cuadro en el cual surgieron diversas posiciones, reflejadas en tribunas políticas, periodísticas y parlamentarias.19 Según María Inés Tato, "el legado más importante de ese clima político fue un marcado activismo social, reflejado en la aparición por doquier, en diversos puntos del país, de agrupaciones favorables a los Aliados o partidarias del estricto mantenimiento de la neutralidad".20

El socialismo argentino no fue una excepción: como no podía ser de otro modo, la cuestión de la guerra pasó a ocupar un lugar absolutamente central en sus formulaciones y reflexiones políticas. El 2 de agosto de 1914, apenas iniciada la guerra, La Vanguardia publicó un extenso editorial de Juan B. Justo en el que podía encontrarse una primera interpretación de la guerra mundial.21 Justo caracterizaba la guerra como una gran tragedia que interrumpiría "por meses o por años", el trabajo de millones de hombres, "las relaciones económicas entre grandes colectividades humanas vecinas", las producciones artísticas y culturales. Semejante golpe al progreso debía tener una explicación: para el principal dirigente del socialismo argentino las causas no podían encontrarse en la escasez de territorios —"cada uno de esos países puede alojar una población mucho mayor"—, en algún tipo de "incompatibilidad biológica" entre los diversos pueblos, ni en la necesidad de "abrir nuevas vías para el comercio". La nueva guerra no tenía ninguna de las características que, según lo expuesto por Justo en su libro de 1909, podían "justificar" una guerra históricamente progresiva. Por el contrario, "la guerra que empieza no tiene explicación posible que la presente como una fatalidad necesaria, ni como un conflicto generador de progreso".

En esta editorial inicial se hallan contenidos buena parte de los elementos que marcarán la caracterización justiana de la guerra: para quien había considerado que la principal base para una paz duradera había sido el desarrollo económico de los años previos y solía criticar el elemento dialéctico del pensamiento marxista, no existía ningún elemento propio del desarrollo capitalista que llevara al estallido de la guerra. Por el contrario, la guerra era consecuencia de la falta de desarrollo; de la persistencia de elementos arcaicos, de la desigualdad en la evolución de las diversas partes componentes del organismo social. Para Justo, la guerra era un "choque innecesario y evitable de pueblos que nada pueden ganar desangrándose y barbarizándose recíprocamente", provocado por

Formas arcaicas de gobierno, vanidades e intereses dinásticos y de casta [que] apoyándose en lo mucho que hay aún de ciego e instintivo en los movimientos de las grandes sociedades humanas, hacen aparecer al esclarecido pueblo alemán y al revolucionario pueblo ruso y, todo lo hace temer, al inteligente pueblo francés, como pasta sumisa y dócil a las manipulaciones de cancilleres y de príncipes, como absolutamente sujetos a la monstruosa pasión de poderío de sus malos pastores.22

Poco menos de un mes después, sin embargo, un artículo editorial de Enrique Dickmann, otro importante dirigente del partido, aportaba ciertos matices a la línea de interpretación desarrollada por Justo apenas comenzada la guerra.23 El editorialista partía de confesar la profunda incapacidad que habían tenido los socialistas para pronosticar el curso de los acontecimientos: "hasta la víspera misma de la erupción, nadie creía en ella". Dickmann reconocía agudamente que una visión evolucionista había guiado la perspectiva socialista e impedido notar el carácter contradictorio del desarrollo del periodo previo:

Los enormes intereses materiales —la técnica y la economía— como los grandes valores éticos y mentales —la política, la ciencia y el arte— parecían ser puntales inconmovibles de la paz del mundo [...] El continuo crecimiento de la conciencia histórica del pueblo trabajador y el avance considerable, en los últimos años, de los partidos socialistas en las principales naciones europeas, parecían ser factores poderosos e indiscutibles de paz y de armonía entre las naciones.

Según Dickmann, una vez iniciada la guerra, era tarea de los socialistas tratar de interpretarla, ya que habían sido incapaces de preverla. El autor descubría entonces que la paz armada había sido en realidad una enorme contradicción, desde la cual "se iba elaborando y preparando, deliberada e intencionalmente, un estado de cosas absolutamente insostenible". Lo interesante es que su artículo, debido precisamente a su componente "trágico", incluía un matiz contradictorio y dialéctico en el análisis que estaba ausente en los de Justo y se permitía dudar sobre la posibilidad de que la guerra implicara la crisis final de todo un periodo histórico en el que los socialistas se habían acostumbrado a intervenir:

Mecánica y groseramente materialista —decía— nuestra civilización contradictoria y paradoja lleva en su seno los elementos de su propia muerte y destrucción [...] ¿Será la actual tragedia el naufragio de una civilización nueva, más humana y más armónica? ¿Las nuevas fuerzas históricas serán capaces de salvar los valores materiales y morales de la vieja Europa y reconstruir aquel mundo en ruinas? ¿O es el aniquilamiento total y definitivo de una sociedad en descomposición?24

El 31 de agosto, sin embargo, otro artículo editorial sin firma, que responde indudablemente a la pluma de Justo, volvía a insistir sobre la necesidad de distinguir entre las guerras antiguas, que respondían a una necesidad histórica, y la que acababa de estallar, que era incomprensible en el marco del progreso que parecía haber alcanzado la humanidad:

Entre las sociedades bárbaras y primitivas la guerra era una necesidad, era el instinto primordial que animaba la historia, era la vida misma que la imponía, era una lucha cruenta por la propia existencia, era un factor inconsciente de selección biológica, era la naturaleza obrando en su propio seno. ¿Será acaso lo mismo para los pueblos donde la economía y la técnica, donde el arte y la ciencia levantan a los hombres a un nivel de vida más elevado y noble? No, no es lo mismo. Dentro del amplio campo social donde los hombres y las cosas nos acercamos cada día más, donde nos entendemos y compenetramos en ideas y sentimientos, la guerra es una monstruosidad.25

En la interpretación de Justo, donde "el desenvolvimiento histórico de los pueblos [es] un proceso consciente, regular y metódico", la guerra aparecía como una aberración, como un inexplicable retorno a un pasado ya superado: no podía entenderse por lo tanto más que como un producto de rémoras de etapas pretéritas. La conflagración bélica que asolaba a Europa y ponía en entredicho todo el progreso social era entendida en este contexto como consecuencia de los "intereses de casta, de clase o de dinastía". Como han señalado Patricio Geli y Leticia Prislei, "su primera decodificación del evento es la de leerlo como un retroceso barbarizante atribuible a la pervivencia de regímenes dinásticos arcaicos, a un todavía escaso desarrollo del socialismo y a la predominancia del discurso racista".26

Sobre la base de esta conceptualización general de la guerra mundial y del lugar histórico que ocupaba, la interpretación de Justo comenzó, tímidamente primero y en forma más decidida un poco después, a evaluar de manera bien desigual las responsabilidades que le cabían a las distintas fuerzas en pugna. En efecto, si la guerra era consecuencia de los elementos arcaicos que sobrevivían en Europa, y en particular de los odios dinásticos y los regímenes políticos menos democráticos, la figura del imperialismo y el militarismo alemanes comenzó a ser vislumbrada como el principal responsable de la guerra. Se trata de una operación que no se procesó de inmediato, sino que puede captarse a lo largo de sucesivos artículos entre los últimos meses de 1914 y los primeros de 1915, pero que en cualquier caso no aparece como un rayo en cielo sereno a comienzos de 1917, como cierta historiografía de los orígenes del comunismo puso de manifiesto. En esta línea de argumentación, por otra parte, Justo utilizaba argumentos muy similares a los adoptados por Karl Kautsky y un sector de la propia socialdemocracia alemana, que adoptó una postura crítica ante la guerra y responsabilizó de la misma al káiser alemán.27

A mediados de octubre, La Vanguardia publicó, en dos días consecutivos, un largo artículo de Augusto Bunge, intelectual cercano al partido que acababa de volver de Europa, en el cual se sostenía una interpretación favorable a Alemania.28 Al día siguiente, un artículo editorial ponía de manifiesto la diferencia entre la redacción del periódico y la postura de Bunge, señalando que no podía ponerse un signo igual entre las reacciones bélicas de las potencias centrales y las de los aliados, cuya entrada en la guerra era considerada defensiva:

Si el mundo se ha vuelto contra Alemania, o mejor, contra el imperialismo alemán, es porque éste quería el mundo para sí. Y la reacción defensiva no se ha producido sino ante el peligro real, cuando los cañones alemanes de 42 centímetros probaban que un país civilizado puede ser también el que mejor cultive las artes de la barbarie, de la destrucción y de la muerte [...] Aunque no creemos oportuno analizar las virtudes y los defectos de la democracia francesa comparada con la alemana, podríamos hacer notar que sólo un régimen en que un empleado del káiser (no es otra cosa el canciller del imperio alemán) puede burlarse del parlamento, permite concebir la aberración de la actual guerra, desencadenada en nombre de un pueblo que no necesitaba de ella para ser grande.29

Menos de diez días después, una nueva editorial profundizaba esta misma línea de responsabilizar a Alemania como principal culpable de la guerra. Al mismo tiempo, se avanzaba una postura que, si bien no lo decía abiertamente, sostenía que el socialismo argentino debía ser partidario de un triunfo de los aliados:

Una vez producida la guerra, su resultado no puede sernos indiferente, ni creemos que sea el mismo con la victoria de unos o de otros de los contendientes [...] Queremos el triunfo que nos estorbe y amenace menos, y que evite con más seguridad otra guerra [...] El triunfo de los Estados que más han dado al militarismo, y donde menos influencia política tiene el socialismo, a pesar precisamente de su poderosa organización y de su fuerza, tiene que parecernos muy peligroso para todos los pueblos.30

Recién hacia el final del artículo el editorialista abandonaba los sobreentendidos para nombrar a Alemania:

La política de los armamentos adquiriría mañana un nuevo empuje con el triunfo del imperialismo alemán. Pagado éste, más que nunca, de su superioridad y de su fuerza, ¿resistiría a la tentación de completar, en un plazo cercano, la sumisión de los vencidos del día antes? ¿Escatimaría sus rigores a los propios enemigos internos, a la democracia social, que no lo seguiría en sus nuevas aventuras sangrientas? De esa misma democracia, capaz de poner la política de Alemania a la altura de su desarrollo industrial y de su cultura, esperamos mañana la mejor contribución para los fines de la paz y de la justicia social en todo el mundo. Por eso deseamos que sea abatido el poder que se opondría mañana a los designios de aquélla, con más energía que nunca, y que perpetuaría en el mundo la pesadilla de la guerra.31

El mes siguiente, sin embargo, en La Vanguardia todavía podían leerse artículos que se oponían a este tipo de planteamientos y ponían de manifiesto la existencia de divergencias al interior del partido. El 16 de noviembre, un artículo de Augusto Kühn reproducía un planteo de los socialistas alemanes de Nueva York:

Se ha dicho que el internacionalismo no está reñido con el patriotismo. Los hechos probaron que estábamos en un error. Patriotismo es nacionalismo, es la prevalencia de los intereses del país propio contra los del extraño, y como tal, es la negación del internacionalismo.

Si bien Kühn apuntaba luego que "el escepticismo del diario neoyorkino va demasiado lejos", concluía que "destruir el nacionalismo es tarea muy larga: factible inmediatamente nos parece purificarlo, quitándole lo que pueda tener de peligroso para la unidad de la familia obrera".32

Una semana más tarde, un artículo sin firma desarrollaba más abiertamente este argumento a favor del internacionalismo, con conceptualizaciones que contradecían buena parte de la interpretación justista, habitual en las páginas de La Vanguardia:

Detestamos el imperialismo alemán como detestamos los demás imperialismos. Por eso deseamos su derrota. Pero nuestra antipatía no va más allá. Para nosotros el pueblo alemán es tan digno como el francés, o cualquier otro pueblo, de las simpatías de los socialistas y de todo hombre que piensa [...] Hacer recaer toda la responsabilidad de la guerra sobre el káiser, es tan ridículo como atribuírsela al papa [...] hay que reconocer también que la republicana Francia y la liberal Inglaterra han contribuido con su granito de arena a este resultado [...] No sólo en Alemania hay castas y clases que oprimen y explotan al pueblo [...] En Alemania, como en Francia, Inglaterra y demás naciones llamadas civilizadas, hay una clase compuesta de los peores elementos sociales, que vive del robo y el engaño sobre sus respectivos pueblos [...] A los causantes de la guerra, si se quiere individualizarlos, hay que buscarlos en esta clase, entre los monstruos con cara humana, de mirada metálica y entrañas de hiena.33

 

Librecambio, divino tesoro

Más allá de estos artículos que parecían mostrar matices o incluso contradicciones con la línea justista, hacia fines de 1914 ya comienza a cobrar un carácter más definido el posicionamiento de La Vanguardia en favor del bloque de los aliados y en contra de las potencias centrales. Geli y Prislei apuntaron, en este sentido, que "avanzada la guerra la consternación se trastoca en una crítica del 'pacifismo utópico' [...] y en una creciente simpatía aliadófila".34 Julio Godio, por su parte, planteó que "entre 1914-1916 el PS mantendrá una posición pacifista y neutralista y a favor del arbitraje", aunque "ya en 1915 Juan B. Justo comienza a deslizarse hacia posiciones favorables a la Entente".35

En cualquier caso, nos parece interesante señalar que este "deslizamiento" se va a producir apelando en forma cada vez más recurrente a un argumento que había aparecido sólo en forma aislada en los artículos del comienzo de la guerra, pero que será recuperado del acervo de ideas de Justo y de la Segunda Internacional para defender una posición proaliada: nos referimos a la reivindicación del libre comercio.36 En los artículos de diciembre de 1914 ya pueden encontrarse muchos de los argumentos que pondrá en juego Justo y la dirección del PS en 1917, a la hora de defender la ruptura de relaciones con Alemania.

La guerra europea no es para nosotros un problema simplemente sentimental. Nos afecta profundamente en nuestras relaciones comerciales, restringe el mercado para la venta de los productos argentinos, así como limita las plazas que pueden proveernos de los artículos que necesitamos importar. Y, lo que no es menos grave, dificulta el transporte de los cereales, la carne y la lana de este país a todos los países, neutrales o en guerra, que los necesiten [...] Las naves alemanas de guerra son prácticamente buques piratas, apostados en la vecindad de nuestras vías marítimas, para robar o destruir los cargamentos que vienen a este país o salen de él.37

El artículo llegaba a un punto crítico cuando admitía que aún no estaban dadas las condiciones para plantear la ruptura de relaciones con las potencias centrales, y en ese sentido planteaba la necesidad de mantener una neutralidad "vigilante y consciente", siguiendo una línea de argumentación que colocaba al PS en un rol de "consejero" del gobierno y de la clase dominante argentinos.

Por grandes que sean nuestra simpatía y solidaridad nacionales con la causa de los aliados, no podemos pensar en comprometernos en la guerra [...] Pero, ¿hemos de facilitar su obra destructiva de nuestro comercio? [...] El gobierno argentino, si tiene la conciencia de la situación y de sus deberes, no puede emplear subterfugios para disculpar tolerancias, manifiestamente contrarias a nuestras necesidades colectivas. Los buques mercantes alemanes deben ser sujetos a estricta vigilancia y contralor.38

Tres días más tarde, otro artículo profundizaba en la misma línea de argumentación: tomando una serie de notas de intelectuales alemanes reproducidas por un periódico brasileño, se señalaba que América del Sur se contaba entre las áreas de interés para el imperialismo alemán, lo cual implicaba que "no era vano" el peligro representado para el subcontinente por un eventual triunfo alemán.39

Un artículo de comienzos de 1915 profundizaba el argumento acerca de la necesidad de distinguir entre ambos bandos de la guerra:

En la actitud cuasi unánime de los diferentes países contra Alemania y Austria, se descubre fácilmente la influencia de un espíritu pacifista más o menos inconsciente, pero espontáneo y sincero. Es un movimiento de airada protesta contra los primeros y directos provocadores de la guerra [...] Los dos imperios están solos, ya que la ayuda turca no les sirve ni les honra. Rodean a Francia, en cambio, apoyándola con su esfuerzo o alentándola con su simpatía —fuera de Rusia, ese huésped incómodo—, Inglaterra, Bélgica, Portugal, Italia, España, y con afecto disimulado por la distancia, toda la América hispana.40

Geli y Prislei han señalado agudamente que los acontecimientos críticos de mediados de la década de 1910 —fundamentalmente la llegada del radicalismo al poder y el estallido de la Primera Guerra Mundial— provocan en Justo una inicial consternación que "iría prontamente a neutralizarse mediante su desciframiento desde el catálogo nocional preexistente".41 Se trata de un fenómeno sin duda evidente en el terreno que nos ocupa, y en particular a partir de 1915, cuando Justo comienza una operación de argumentación en torno a la guerra que, además de profundizar ese ya mencionado "deslizamiento" hacia posiciones aliadófilas, busca interpretar el nuevo contexto internacional desde la óptica de sus viejas perspectivas. Si la guerra no había sido consecuencia de los desarrollos propios del capitalismo moderno sino de pervivencias arcaicas, lo que se planteaba era una línea de acción que buscase —como antes— impulsar un desarrollo gradual de la modernidad occidental.

Restablecida la paz, ha de imponerse la vuelta a las dos viejas verdades burguesas, olvidadas un poco, y no apreciadas en todo su valor: el librecambio y la forma republicana de gobierno, entendiendo por tal la república parlamentaria —de la que nada se diferencia la monarquía inglesa—, en la que las grandes decisiones de que dependan la paz y la prosperidad de los pueblos no estén en manos de ningún hombre [...] Cuando el interés de los pueblos no pueda ser sobrepujado por el capricho o el orgullo de hombres revestidos de un poder "divino", y cuando la libertad y la igualdad sean la única protección al comercio y al trabajo de todos los países, se habrán suprimido las principales causas de las guerras, y la paz quedará fuertemente afianzada.42

A mediados de mayo de 1915, cuando Italia entró en la guerra, Justo señalaba que a pesar de que ello implicaba una extensión de las hostilidades y una ampliación del conflicto, "no podemos, sin embargo, maldecir el momento". Desde su perspectiva, la intervención italiana podía contribuir a "abreviar" la duración de la guerra, o conducir a una "solución más general y permanente". Es interesante observar cómo Justo, sin abandonar formalmente su neutralismo, ya comienza a valorar la intervención en la guerra, en el bando de los aliados, como un paso positivo:

Será que en la lucha intestina que desgarra a Europa, el pueblo italiano ha creído deber ocupar también su puesto; que ha visto comprometidos en la contienda, más que el predominio en ciertos pedazos de territorio, grandes principios de humanidad y de política; que espera contribuir a su propia salud y asegurarse mejor porvenir, sacrificando su tranquilidad del momento al triunfo de la paz y la solidaridad entre los pueblos europeos. ¡Nuestros más fervientes votos por el triunfo del pueblo italiano si tales son los propósitos que lo llevan a la guerra!43

Pocos días después, La Vanguardia creía llegada la hora de manifestar su posición sobre el debate que dividía a los socialistas italianos, y reforzaba la posición planteada en el artículo anterior.

"A priori", y en tiempo de paz, condenamos siempre la guerra. Sabemos que el proletariado nada tiene que ganar con ella [...] Producida la guerra, que los socialistas, a pesar de su poder político, no han sabido o podido evitar, las cosas cambian. En tiempo de guerra, no se siente ni se piensa como en tiempo de paz [...] Nació así en Italia la efervescencia que dividió la opinión de los mismos socialistas [...] Ahora, ante el hecho de la intervención italiana, después de diez meses de horrenda lucha que desangra y devasta a Europa, ¿vamos a incurrir en la ligereza de condenar en absoluto esa intervención? [...] Producida la guerra, que fatalmente ha de terminar, fuerza es que aspiremos, no tanto a que termine, como a que termine bien. Es de un sano optimismo pensar que no todo ha de ser perdido en el tremendo sacrificio y afirmar nuestra esperanza de la mejor solución posible [...] La guerra es un hecho ajeno a nuestra voluntad y que se sobrepone a nosotros. No es normal ni sensato sentir y pensar en tiempo de guerra como en tiempo de paz [...] El antimilitarismo de Hervé era mirado como una extravagancia en los congresos socialistas internacionales, antes de la guerra. ¿Qué decir de ese antimilitarismo, ahora que Hervé está de voluntario en las trincheras?44

A mediados de julio, un artículo criticaba a los socialistas europeos, que "no parecen por el momento los más capaces de prever las ulterioridades del conflicto", y en particular al congreso de los socialistas franceses que había "ignorado la faz fundamental" de los problemas. Justo le criticaba al socialismo francés haber "preconizado la democracia para evitar las guerras de origen dinástico", en tanto consideraba que reducía el problema a un aspecto puramente político y no tenía en cuenta las causas de fondo que habían llevado al conflicto y que debían considerarse para sostener una paz duradera: las relaciones comerciales entre los Estados. Un año después del inicio de la guerra, Justo desarrollaba ahora una explicación de sus causas que podía entroncar plenamente con sus interpretaciones previas a la contienda: era el proteccionismo lo que había llevado al conflicto y era por tanto a partir del librecambio como debía pensarse cualquier tipo de reconstrucción a futuro de la paz.

Aun cuando, a consecuencia de la guerra, todas las naciones de Europa se constituyeran como repúblicas, la sola forma política no bastaría, pues, para consolidar entre ellas la paz [...] La terrible guerra actual proviene de que naciones populosas, encerradas en reducidos territorios colindantes, armadas del moderno arsenal industrial y de una organización económica tan compleja que cada una de ellas cree indispensable recorrer el mundo entero en busca de mercados para vender y comprar, han preferido aislarse recíprocamente y reducir al mínimum posible sus relaciones comerciales, por medio de leyes bárbaras y absurdas [...] No habrá paz en Europa mientras no se extiendan en ella y se consoliden libremente las relaciones comerciales, hasta el punto de hacer de todo aquel continente un solo mercado.45

El proteccionismo, entendido como una rémora del pasado y de la falta de desarrollo, era visto como el causante del conflicto; para superarlo se proponía una profundización del librecambio. Al no advertir que ese proteccionismo no era sino una consecuencia contradictoria de la profundización de la competencia entre los rivales comerciales del mundo desarrollado, Justo veía en lo viejo lo que en realidad era nuevo, y se aferraba más que nunca a su antigua interpretación cuando se apagaban en todo el mundo las luces de ese "largo siglo XIX" que había sido su época.

 

CONCLUSIÓN

Consideramos que el análisis de la interpretación desarrollada por Justo en los años inmediatamente anteriores a la guerra y durante 1914 y 1915, que hemos planteado en estas páginas, permite enriquecer las interpretaciones del pensamiento del principal dirigente del socialismo argentino desarrolladas en los últimos años, que en buena medida lograron superar aquellas viejas lecturas que simplemente consideraban a Justo como un "revisionista bernsteiniano", sea para reivindicarlo o para demonizarlo. En efecto, el pensamiento de Juan B. Justo —quien decía de sí mismo que se había hecho socialista "sin leer a Marx"— debe ser analizado en su complejidad como el peculiar producto de un entrecruzamiento de perspectivas dentro de la cual la de Marx era sólo una entre varias, y que se procesó en un contexto en el que la propia socialdemocracia internacional era un terreno plagado de polémicas que todavía no han sido exploradas en profundidad por la historiografía. En cualquier caso, y tal como señala Horacio Tarcus, es importante destacar que el análisis de ciertos elementos de la interpretación marxista que no tenían lugar en la particular "hipótesis de Justo" permite echar luz sobre las líneas fundamentales de su pensamiento. Creemos que el análisis de la postura de Justo respecto a la guerra puede contribuir a reforzar esta perspectiva.

En un trabajo ya clásico sobre el problema del "derrumbe" en la teoría marxista, el italiano Lucio Colletti señalaba que es posible advertir el "entrelazamiento" de dos perspectivas en la interpretación de Marx sobre el fenómeno capitalista: la primera, que el autor llama "científica", derivaba de su crítica a los socialistas utópicos; mientras que la segunda, caracterizada como "revolucionaria", se originaba en su polémica con los economistas clásicos. Mientras que la primera perspectiva enfatizaba el componente progresivo jugado por el capitalismo, en tanto y en cuanto el proyecto socialista de Marx se basa en los avances técnicos y productivos creados por ese régimen social y no en una mera utopía o en un reclamo moral, la segunda ponía el énfasis en la crítica de la economía política, marcando las profundas contradicciones que ese mismo régimen social genera.46 Tal como señala el filósofo español Ciro Mesa en un reciente trabajo que analiza agudamente el concepto de historia desarrollado por Marx, este entrelazamiento de perspectivas hacía que, en la perspectiva marxiana, el capitalismo fuese el punto culminante del desarrollo histórico de las fuerzas productivas y por ende del "progreso" —en tanto régimen social que sienta por vez primera las premisas materiales para la sociedad sin clases— pero al mismo tiempo un factor de freno en ese progreso, en tanto lleva a un nivel máximo las tendencias a la alienación y el extrañamiento, toda vez que presenta las relaciones sociales bajo el velo del fetichismo de las mercancías.

A través de una operación que guarda similitudes con la realizada por los dirigentes del llamado "marxismo legal" ruso —Struve, Tugan Baranowski—, el rechazo de la dialéctica llevaba a Justo a una unilateralización de aquella postura marxista que reivindicaba el avance histórico constituido por el capitalismo moderno en detrimento de la perspectiva que advertía todas sus contradicciones y polemizaba con la economía política de los defensores del régimen capitalista.47

Marx y Engels —planteaba Justo— han sostenido que la consecuencia necesaria del capitalismo era la "creciente miseria, opresión, servidumbre, degradación de la clase trabajadora", a la cual señalaban una misión histórica tan grande. Esa contradicción les obligó a recurrir a los artificios de la metafísica para explicar la revolución social que preveían, y a decir, por ejemplo, que la sociedad se transformará en virtud de su "propia, interna e inevitable dialéctica" o en virtud de la "negación de la negación". Para los trabajadores y para la ciencia esas fórmulas no quieren decir nada. Por mi parte nunca las he entendido y he buscado por otro camino la explicación que ellas no me daban [...] La burguesía no triunfó porque era la clase oprimida, sino porque era la clase más fuerte, más inteligente, de mayor capacidad económica, de las naciones inglesa y francesa. Esta será la situación de la clase obrera, pero no porque fatalmente la aplaste cada vez más el capitalismo, sino porque la empuja a la acción y le da campo de desarrollo.48

Tal como ha señalado Javier Franzé, "esta visión de la transformación social como un proceso evolutivo y progresivo" implicaba nada menos que "la sustitución del pensamiento negativo-dialéctico presente en Marx, por el modelo causal-positivista, dentro del cual de todo elemento no puede derivarse sino más de lo mismo y nunca su contrario".49 En el terreno que nos ocupa, este componente positivista del pensamiento justiano permite comprender su postura frente a la guerra mundial: al soslayar el carácter contradictorio y alienante, es decir fetichizado, del desarrollo capitalista, Justo pasaba por alto la idea marxista según la cual las propias fuerzas dinámicas del capitalismo que impulsaban el "progreso" también contenían en germen la semilla de su propia destrucción. En tanto y en cuanto era rechazada la idea de que las mismas leyes que llevaban al desarrollo del capitalismo también provocan su colapso, la interpretación de Justo no podía entrever en la propia dinámica del capitalismo las tendencias contradictorias que llevaban a la guerra al régimen social que había asegurado la "paz" durante las décadas previas. Los artículos de La Vanguardia de las semanas inmediatamente posteriores al estallido de la guerra dan cuenta de este primer momento de incomprensión —que queda en evidencia sobre todo en las notas de Enrique Dickmann—, ante una conflagración que parecía imposible comprender dentro de los marcos interpretativos desarrollados en los años previos.

Con el correr de los meses, sin embargo, Justo llevó adelante una operación intelectual que buscaba procesar el episodio bélico dentro de los cánones de su cosmovisión previa —una cosmovisión basada en los supuestos liberales y evolucionistas de una etapa histórica que estaba desapareciendo. Si bien, como hemos visto, la cuestión de la guerra no provocó respuestas unívocas desde el periódico socialista y se pusieron de manifiesto algunas tensiones —como por ejemplo en los posicionamientos de Bunge— hemos intentado mostrar que las elaboraciones de Juan B. Justo lograron, una vez más, abrirse paso hasta convertirse en hegemónicas en equipo de dirección del partido.

Esta elaboración fue deslizándose desde una primera aproximación que encontraba las causas de la guerra en la primacía de "formas arcaicas de gobierno, vanidades e intereses dinásticos y de casta" hasta una que lograba encajar plenamente con sus interpretaciones previas, en tanto atribuía el estallido del conflicto a la pervivencia del proteccionismo y el escaso desarrollo del librecambio. En ambos casos, de todas formas, se observa que la interpretación se colocaba siempre dentro del marco cognoscitivo desarrollado en su filosofía de la historia: es la falta de desarrollo, la desigualdad en el "progreso" de las diferentes naciones, o la pervivencia de elementos arcaicos lo que lleva a la guerra, en ningún caso se consideraba que no es la "ausencia" sino el "exceso" de desarrollo lo que puede generar una situación de barbarie y muerte a escala mundial.

El énfasis puesto en el librecambio, por otra parte, se producía al mismo tiempo que se hacían evidentes las dificultades que implicaba para el comercio argentino la actitud de Alemania ante la guerra: se procesó así una operación intelectual que al mismo tiempo que permitía a Justo integrar la comprensión de la guerra en su cosmovisión previa, lo llevaba a abandonar una posición neutralista con la que siempre se había sentido incómodo y con la que los propios intereses de la clase dominante argentina comenzaban a chocar. En efecto, cuando en 1917 la cuestión de la neutralidad se colocara en el centro del debate político del país, luego del hundimiento de una serie de barcos de bandera argentina por parte de la flota alemana, el reclamo por la ruptura de relaciones con las potencias centrales encontraría un fuerte eco en diferentes sectores de la política del país.

Internacionalismo y patria, el título dado a una de las más importantes compilaciones de obras del líder socialista, retomaba en ese punto dos conceptos que, a pesar de su apariencia contradictoria, el pensamiento de Justo se esforzaba por articular. Lo cierto, de todos modos, es que los planteamientos del socialismo argentino habían procesado una serie de cambios en los primeros 15 años del siglo XX, dando lugar a un deslizamiento desde posiciones fuertemente internacionalistas y clasistas, en los orígenes del partido, hasta una configuración intelectual, en la segunda década del siglo, que ya era capaz de reivindicar una determinada lectura de lo nacional, mostrando así que entre esos dos polos que daban título al volumen también existía una tensión problemática. La cuestión de la guerra se nos aparece, en este punto, como una pieza del complejo tablero que da forma al pensamiento del socialismo argentino en el periodo de indiscutible influencia de Justo como principal dirigente.

El objetivo de este artículo ha sido examinar las características político-intelectuales de una operación que le permitió a Justo, por un lado, sacar a la dirección del PS de la confusión generada por el estallido del conflicto y lograr un posicionamiento proaliado que no fuera en contradicción con sus interpretaciones neutralistas previas, y por el otro desenvolver un planteo que iba en coincidencia con el clima mayoritario de la opinión en el país.50 Tuvo, sin embargo, un costo muy elevado: las tensiones acumuladas en el interior del partido llevaron a la ruptura más importante sufrida hasta entonces por el socialismo local y, aún más importante, provocó que el PS entrase al nuevo periodo histórico abierto con la guerra mundial y la revolución rusa con el mismo bagaje conceptual que había sido desarrollado para un periodo histórico, signado por el liberalismo y el desarrollo pacífico del capitalismo, que acababa de terminar para siempre.

 

Notas

* Una versión más breve de este trabajo apareció en inglés en la revista Socialist History, núm. 42 (luego traducida al alemá         [ Links ]n en JahrBuch für Forschungen zur Geschichte der Arbeiterbewegung, 2014).         [ Links ] Incluimos aquí una ampliación en numerosos puntos. Agradezco los rigurosos comentarios y sugerencias de los evaluadores anónimos de Política y Cultura, que contribuyeron a dar forma definitiva al trabajo. Los errores que subsistan son de exclusiva responsabilidad del autor.

1 Sobre las perspectivas políticas del Partido Socialista argentino la bibliografía es muy vasta, pero sin dudas se han convertido en puntos de referencia los trabajos de José Arico, La hipótesis de Justo, Buenos Aires, Sudamericana, 1999;         [ Links ] Juan Carlos Portantiero, Juan B. Justo: un fundador de la Argentina moderna, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1999,         [ Links ] o Hernán Camarero y Carlos M. Herrera (eds.), El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Buenos Aires, Prometeo, 2005.         [ Links ] Respecto al impacto de la Primera Guerra Mundial en Argentina, los trabajos de María Inés Tato han contribuido a aclarar sus repercusiones políticas e ideológicas en diferentes actores de la vida del país. Véanse, por ejemplo, "La disputa por la argentinidad. Rupturistas y neutralistas durante la Primera Guerra Mundial", Temas de Historia Argentina y Americana, núm. 13, julio-diciembre, Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, 2008, pp. 227-250;         [ Links ] y "Contra la corriente. Los intelectuales germanófilos argentinos frente a la Primera Guerra Mundial", Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas/Anuario de Historia de América Latina, núm. 49, Böhlau Verlag, Köln/Weimar/Viena, 2012.         [ Links ] Un balance historiográfico reciente, de la misma autora, en "La Gran Guerra en la historiografía argentina", Iberoamericana, XIV, núm. 53, 2014, pp. 91-101.         [ Links ]

2 Véase, por ejemplo, Emilio J. Corbiére, Orígenes del comunismo argentino: el Partido Socialista Internacional, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984.         [ Links ] Según este autor —a quien debe reconocérsele sin duda el mérito de haber dado los primeros pasos en un estudio de los orígenes del PC que superase las visiones "ortodoxas" elaboradas por el propio partido— "al estallar la guerra el PS la combatió presentándola como producto de las maquinaciones de la burguesía imperialista" (p. 26), lo cual, como veremos, no es exacto. El lector interesado en investigaciones más recientes que, no obstante, siguen ocupándose fundamentalmente de lo ocurrido hacia el final de la guerra, puede consultar los trabajos de Daniel Campione: El comunismo argentino. Sus primeros pasos, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación, 2005;         [ Links ] "¿Partido revolucionario o partido de gobierno? La fundación del Partido Socialista Internacional", en Hernán Camarero y Carlos M. Herrera (eds.), El Partido Socialista en Argentina..., op. cit., pp. 145-157.

3 La Vanguardia era el órgano central del Partido Socialista argentino y por su importancia en la vida partidaria constituye sin lugar a dudas la referencia fundamental a la hora de reconstruir la historia del socialismo local. Su primer número apareció en abril de 1894, bajo el impulso y la iniciativa de Juan B. Justo, y desempeñó un papel clave en el proceso de centralización de diferentes grupos que dio lugar a la constitución formal del partido a mediados de 1896. En sus columnas podían encontrarse notas editoriales sobre la situación económica y política del país, numerosas traducciones de materiales editados por la socialdemocracia internacional, crónicas de conflictos obreros e información sobre las actividades del Partido Socialista y de diferentes sociedades gremiales. A diferencia de otros órganos de prensa que habían surgido previamente, editados por diferentes núcleos socialistas, La Vanguardia estaba escrito íntegramente en español. Apareció como semanario hasta 1905, cuando se convirtió en diario.

4 Georges Haupt, Socialism and the Great War. The Collapse of the Second International, Oxford, Clarendon Press, 1972.         [ Links ] Un análisis más amplio sobre la enorme producción historio-gráfica existente a propósito de la Segunda Internacional está fuera de los límites de este trabajo. Una reseña histórica básica puede encontrarse en James Joll, The Second International, 1889-1914, Londres, Weidenfeld and Nicolson, 1955;         [ Links ] Jacques Droz (ed.), Historia general del socialismo, vol. 2: de 1875 a 1918, Barcelona, Destino, 1985, pp. 7-22.         [ Links ]

5 G.D.H. Cole, Historia del pensamiento socialista, vol. 2: La Segunda Internacional 1889-1914, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 90.         [ Links ]

6 "La huelga general contra la guerra", La Vanguardia, Buenos Aires, 16 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

7 Como han señalado Camarero y Herrera: "La puesta en práctica de la ley Sáenz Peña abre amplias expectativas en el PS. Y las sucesivas elecciones de 1912, 1913 y 1914 parecen confirmar estos análisis: el Partido no sólo consolida su espacio en la ciudad de Buenos Aires, sino que pronto alcanza la representación por mayoría en la capital de la República, logrando la llegada de sus principales dirigentes a la Cámara Baja". Hernán Camarero y Carlos Miguel Herrera, "El Partido Socialista en Argentina: nudos históricos y perspectivas historiográficas", en El Partido Socialista en Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, op. cit., p. 17.

8 Richard Walter, The Socialist Party of Argentina 1890-1930, Austin, University of Texas Press, 1977, pp. 108-109.         [ Links ]

9 "Propaganda antimilitarista", La Vanguardia, 29 de noviembre de 1912, p. 1.         [ Links ]

10 "La escabrosa cuestión militar", La Vanguardia, 20-21 de enero de 1913, p. 1.         [ Links ]

11 Idem.

12 "Contra la guerra", La Vanguardia, 27 de noviembre de 1912, p. 1 (cursivas nuestras).         [ Links ]

13 El 7 de diciembre de 1912, por ejemplo, se reprodujo en las dos primeras páginas de La Vanguardia la parte final del capítulo de Teoría y práctica de la historia dedicado a la guerra, bajo el título: "La guerra. Necesidad de que el progreso histórico de los pueblos sea uniforme para que desaparezca la guerra".

14 Juan B. Justo (1909), Teoría y práctica de la historia, Buenos Aires, Libera, 1969, pp. 119-125.         [ Links ]

15 Ibid., p. 126.

16 Ibid., p. 136.

17 Eduard Bernstein, "Der Sozialismus und die Kolonialfrage", Sozialistische Monatshefte, 4(6), 1900, p. 561.         [ Links ] Disponible en el archivo de la Friedrich Ebert Stiftung [www.fes.de]. Véase, asimismo, Roger Fletcher, "A Revisionist Looks at Imperialism: Eduard Bernstein's Critique of Imperialism and Kolonialpolitik, 1900-1914", Central European History, vol. 12, núm. 3, septiembre, 1979, pp. 237-271.         [ Links ] En el marco de la controversia revisionista, y aun manteniendo un fuerte elemento eurocentrista, Karl Kautsky criticó los planteos de Bernstein, señalando que la política colonial no mostraba un desarrollo del progreso histórico sino el predominio de sectores reaccionarios precapitalistas, como Junkers, burócratas y oficiales militares. Véase Karl Kautsky, "Ältere und neuere Kolonialpolitik", Die Neue Zeit, 16(1), marzo, 1898.         [ Links ] Es interesante notar que —aunque compartía en lo relativo a esta cuestión las perspectivas de Bernstein— los planteos desarrollados por Justo ante el estallido de la guerra harían un fuerte énfasis, como veremos, en la idea de que el militarismo era expresión de rémoras arcaicas y "premodernas".

18 Eduard Bernstein, "German socialism and the colonial question", The Nation, II, 12 de octubre de 1907, pp. 46-47.         [ Links ]

19 Véase María Inés Tato, "La disputa por la argentinidad...", op. cit.; Tulio Halperín Donghi, "Ecos de la guerra", en Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Ariel, 2000, pp. 49-72.         [ Links ]

20 María Inés Tato, "La disputa por la argentinidad...", op. cit., p. 233.

21 "¡La guerra!", La Vanguardia, 2 de agosto de 1914.         [ Links ] Si bien en el periódico partidario el artículo apareció sin firma, fue incluido más tarde en Juan B. Justo, Internacionalismo y patria, Buenos Aires, Editorial La Vanguardia, 1933, p. 247.         [ Links ]

22 Idem.

23 Enrique Dickmann, "La gran tragedia", La Vanguardia, 23 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

24 Idem.

25 "El gran crimen", La Vanguardia, 31 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

26 Patricio Geli y Leticia Prislei, "Una estrategia socialista para el laberinto argentino. Apuntes sobre el pensamiento político de Juan B. Justo", Entrepasados, núm. 4/5, fines de 1993, p. 36.         [ Links ]

27 Véase Karl Kautsky, The Guilt of William Hohenzollern, Londres, Skeffington & Son, 1920 [http://www.archive.org/details/guiltofwilliamho00kautiala], fecha de consulta: 10 de octubre de 2014.         [ Links ]

28 Augusto Bunge, "El significado de la guerra", La Vanguardia, 14 y 15 de octubre de 1914, p. 1.         [ Links ]

29 "El tema inagotable de la guerra", La Vanguardia, 16 de octubre de 1914, p. 1.         [ Links ] La presencia de Rusia —otra autocracia— en el frente de los aliados, era vista como una consecuencia de la política alemana, que ha "arrojado a Francia en brazos de la autocrática Rusia".

30 "La guerra", La Vanguardia, 25 de octubre de 1914, p. 1.         [ Links ]

31 Idem.

32 Augusto Kühn, "La Internacional", La Vanguardia, 16-17 de noviembre de 1914, p. 1.         [ Links ]

33 "Los causantes del conflicto", La Vanguardia, 23-24 de noviembre de 1914, p. 1.         [ Links ]

34 Patricio Geli y Leticia Prislei, "Una estrategia socialista para el laberinto argentino...", op. cit., p. 36.

35 Julio Godio, Historia del movimiento obrero argentino 1870-2000, Buenos Aires, Corregidor, 2000, tomo 1, p. 239.         [ Links ]

36 El librecambio fue reivindicado tradicionalmente por la socialdemocracia internacional como una de las formas de defender los salarios reales de los trabajadores, frente a medidas proteccionistas que encarecían los alimentos de primera necesidad. Cabe señalar, de todas maneras, que entrado el siglo XX surgieron algunas diferenciaciones, particularmente dentro del campo revisionista: todo un sector, representado por Richard Calwer, Karl Leuthner, Max Schippel, Gerhard Hildebrand, Ludwig Quessel y otros colaboradores de Sozialistische Monatshefte, comenzó a defender planteos proteccionistas y antibritánicos, oponiéndose a las posiciones de Eduard Bernstein, quien continuó siendo un defensor del librecambismo. Estas posiciones terminarían acercando, durante la guerra, a Bernstein y Kautsky, en tanto ambos defendían el librecambio y tenían una postura contraria al militarismo y expansionismo alemán.

37 [Juan B. Justo] "La neutralidad argentina debe ser vigilante y consciente", La Vanguardia, 6 de diciembre de 1914,         [ Links ] reproducido en Internacionalismo y patria, op. cit., p. 254.

38 Idem.

39 "La defensa nacional", La Vanguardia, 9 de diciembre de 1914, p. 1.         [ Links ]

40 "Guerra e internacionalismo", La Vanguardia, 24 de enero de 1915, p. 1.         [ Links ]

41 Patricio Geli y Leticia Prislei, "Una estrategia socialista para el laberinto argentino...", op. cit., p. 35.

42 "Los nuevos problemas que plantea la guerra", La Vanguardia, 5 de marzo de 1915, p. 143.         [ Links ]

43 [Juan B. Justo] "La lucha eterna", La Vanguardia, 21 de mayo de 1915,         [ Links ] reproducido en Internacionalismo y patria, op. cit., p. 259.

44 [Juan B. Justo] "Enseñanzas de la guerra", La Vanguardia, 25 de mayo de 1915,         [ Links ] reproducido en Internacionalismo y patria, op. cit., p. 261.

45 [Juan B. Justo] "Las bases de la paz internacional", La Vanguardia, 17 de julio de 1915,         [ Links ] reproducido en Internacionalismo y patria, op. cit., p. 263.

46 Lucio Colletti, "Introducción", en El marxismo y el derrumbe del capitalismo, México, Siglo XXI Editores, 1978, pp. 13-45.         [ Links ]

47 Según José Aricó, "Justo no comprendió la importancia fundamental que tiene para el sistema científico de Marx el análisis de la forma de valor y de las demás categorías económicas fetichistas. Considerándolas como puras 'alegorías', como vacuna metafísica, Justo no entendió que con ellas Marx no pretendía fundar una nueva filosofía sino precisamente escapar de ésta". José Aricó, La hipótesis de Justo, Buenos Aires, Sudamericana, 1999, p. 146.         [ Links ] No es casual que en el primer número de La Vanguardia se reivindicara, además de a Marx, a Adam Smith y David Ricardo.

48 Juan B. Justo (1898), "Cooperación obrera",         [ Links ] citado en Javier Franzé, El concepto de política en Juan B. Justo, Buenos Aires, CEAL, 1993, vol. 1, p. 78 (cursivas nuestras).         [ Links ]

49 Ibid., p. 79.

50 Tal como ha señalado María Inés Tato: "[...] en líneas generales, la sociedad [argentina] se volcó mayoritariamente en favor de los aliados, especialmente en favor de Francia, que desde el siglo anterior constituía el modelo político y cultural de las élites [...] Los admiradores de Alemania, en cambio, eran francamente minoritarios y debieron afrontar la dificultosa misión de defender la causa germana ante una opinión pública hostil". "Una sociedad movilizada: la Argentina y la Primera Guerra Mundial", Ciencia Hoy, vol. 24, núm. 139, Buenos Aires, 2014, p. 17.         [ Links ]

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons