SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue42Los destinos de las exportaciones y la neutralidad argentina durante la Primera Guerra MundialEntre la intriga diplomática y la propaganda fílmica: México y el cine estadounidense durante la Primera Guerra Mundial author indexsubject indexsearch form
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Política y cultura

Print version ISSN 0188-7742

Polít. cult.  n.42 México Dec. 2014

 

Las múltiples miradas del conflicto desde América Latina

 

Pendientes de un hilo. Guerra comunicacional y manipulación informativa en la prensa porteña durante los inicios de la Gran Guerra

 

Emiliano Gastón Sánchez*

 

* Docente, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina [emilianosanchez81@hotmail.com].

 

Artículo recibido el 291113
Artículo aceptado el 260914

 

Resumen

El objetivo de este artículo es analizar, por medio de un vasto conjunto de periódicos de Buenos Aires, el papel desempeñado por las agencias de noticias europeas y las compañías de cables submarinos durante los primeros meses de la Gran Guerra. El control británico sobre los cables submarinos y la utilización por parte de los diarios locales de noticias procedentes de las agencias de países aliados como Havas y Reuters, fueron cruciales para condicionar y difundir una determinada visión sobre la guerra y, en particular, sobre la ofensiva alemana del verano europeo de 1914. Antes que cualquier otro tipo de explicación, este hecho permite comprender la mayoritaria simpatía de la opinión pública porteña por las fuerzas de la Triple Entente y revela la tendenciosidad de la información que publicaban los diarios porteños.

Palabras clave: guerra comunicacional, agencias de noticias, compañías de cables submarinos, prensa periódica, Buenos Aires.

 

Abstract

The aim of this paper is to analyze, through the newspapers of Buenos Aires, the role played by European news agencies and submarine cable companies during the first months of the Great War. British control over submarine cables and the use by local newspapers from news agencies allies as Havas and Reuters were crucial to determine and disseminate a particular view on the war and in particular on the German offensive of the summer of 1914. Before any further explanation, this allows understanding the sympathetic majority of the Buenos Aires public opinion by the forces of the Triple Entente, revealing and the tendentiousness of the information published the locals daily.

Key words: communicational war, news agencies, submarine cable companies, periodical press, Buenos Aires.

 

El servicio telegráfico ha venido a demostrar, que
es el arte de mentir ocultando una verdad.1

 

INTRODUCCIÓN

Los diversos vínculos que mantenía con Europa, la lejanía respecto del teatro de operaciones y su condición de país neutral, hicieron que la Gran Guerra tuviera en Argentina un cariz particular. Las primeras consecuencias que la contienda europea trajo a las costas del Río de la Plata fueron las perturbaciones económicas y financieras que debió afrontar el modelo agroexportador, hasta ahora las más estudiadas por la historiografía local.2 Sin embargo, las investigaciones acerca de las secuelas de la Primera Guerra Mundial en la Argentina han omitido mencionar otro tipo de trastornos como, por ejemplo, los problemas ocasionados en el ámbito de la información y la circulación de las noticias.

Para las potencias comprometidas en el conflicto, la Primera Guerra Mundial fue también una guerra comunicacional y la información un arma más de su nutrido arsenal. En un escenario en el que la distinción entre información y propaganda se tornaba cada vez más opaca, las agencias de noticias europeas y las compañías de cables submarinos fueron consideradas como virtuales "agentes oficiales" de sus respectivos Estados y obligadas a colaborar en la distribución de la información y la propaganda durante la guerra. Dado que, para los diarios de Buenos Aires, la información telegráfica era la fuente principal de noticias europeas, cualquier análisis sobre los debates, los alineamientos y las interpretaciones elaboradas por los periódicos porteños sobre la Gran Guerra, debe tomar como punto de partida el interrogante sobre la procedencia de la información internacional y, ligado a ello, el problema de la censura telegráfica y sus diversas consecuencias informativas. Sin embargo, esta cuestión de fundamental importancia para comprender las condiciones de posibilidad del discurso periodístico sobre la guerra en Buenos Aires, ha sido omitida o mencionada tangencialmente, aun en las investigaciones más recientes sobre el tema.3

Por ello, la labor conjunta de las agencias de noticias europeas y las compañías de cables submarinos, dos actores olvidados por la historiografía sobre las repercusiones de la guerra en Argentina, constituye un elemento clave para analizar las primeras representaciones del conflicto europeo en la prensa y la opinión pública local.

Como parte de esa "guerra telegráfica" librada en las páginas de los diarios de Buenos Aires, la información en sí misma, su procedencia y su veracidad, fue un objeto privilegiado de reflexión y motivó varias polémicas durante las primeras semanas de la guerra. En el marco de una feroz competencia por ganar el beneplácito de los lectores hambrientos de novedades, los diarios locales debieron moverse en un terreno poco confiable, signado por la merma de la información, las noticias falsas y los constantes desmentidos. Dicho escenario dio lugar a un ejercicio de lectura recíproca de las noticias telegráficas y a una mirada recelosa a la espera del error ajeno, pues en la comprobación o refutación de las novedades publicadas parecía cifrarse no sólo la modernidad y la seriedad de sus servicios telegráficos sino también la credibilidad misma del periódico.

Con el objetivo de analizar la incidencia sobre los diarios locales de la información enviada por las agencias de noticias europeas durante los primeros meses de la Gran Guerra, se reconstruyen los principales canales por medio de los cuales recibían la información sobre la contienda europea los diarios de Buenos Aires. Posteriormente se analizan los diversos problemas que la censura telegráfica produjo en la prensa porteña en los meses iniciales de la Gran Guerra: la restricción de información, la manipulación informativa y la circulación de noticias falsas y rumores. Por último, se estudian las reacciones y los posicionamientos de los periódicos locales ante esta guerra comunicacional.

 

LA GEOPOLÍTICA DE LA INFORMACIÓN Y SU INCIDENCIA EN LOS DIARIOS PORTEÑOS

Las investigaciones sobre las secuelas de la Gran Guerra en Argentina no han insistido lo suficiente sobre la importancia de la fase inicial de las repercusiones del conflicto en la opinión pública porteña y en la prensa periódica de gran tirada. En su artículo sobre la prensa argentina y brasileña frente a la Gran Guerra, Olivier Compagnon afirma que, durante los meses iniciales del conflicto, la prensa de Buenos Aires otorgó un lugar secundario a la cobertura de la conflagración europea, abocándose a otros acontecimientos como, por ejemplo, la muerte de algunas figuras rutilantes de la política local, como el presidente Roque Sáenz Peña o el ex presidente Julio Argentino Roca, y a los vaivenes políticos de la Revolución Mexicana.4

Sin embargo, basta con hojear los principales diarios y revistas de Buenos Aires para constatar que el inicio de la Gran Guerra fue un asunto neurálgico para la prensa local y que si bien los acontecimientos señalados por Compagnon tuvieron su lugar en las páginas de los diarios porteños, su influencia duró sólo unos días en el caso de la muerte de los ex mandatarios o fue más bien intermitente, sobre todo en la cobertura del conflicto mexicano. Lejos de esa interpretación, es posible sostener que la conmoción que produjo el estallido de la guerra en la prensa periódica de Buenos Aires fue tan grande que incluso afectó apartados y secciones que a priori no estarían interesadas en ella como, por ejemplo, las secciones sociales o las dedicadas a cuestiones femeninas.

En ese clima de gran excitación y ansiedad provocado por el estallido de la guerra, los diarios porteños trataron de satisfacer la enorme demanda de novedades apelando a las fuentes más diversas: a las impresiones de los viajeros argentinos que retornaban del Viejo Continente, las publicaciones europeas que llegaban por correo a las redacciones de los diarios, de las que solían tomar "prestadas" caricaturas, fotografías y mapas, las crónicas de los corresponsales instalados en diferentes capitales de Europa, los boletines informativos, las comunicaciones oficiales, las cartas de particulares y, de forma privilegiada, los servicios telegráficos de las agencias de noticias europeas.

El periodo comprendido entre 1860 y 1930 fue testigo de la construcción de un "sistema mundial de medios", una red mundial de comunicación por cables submarinos y telégrafos que, junto con el desarrollo del ferrocarril y los barcos a vapor, permitió sortear ciertos obstáculos geográficos y organizar una red trasnacional de negocios estatales y privados cuyos principales clientes fueron los Estados nacionales, las empresas privadas y la prensa periódica. Desde un primer momento, esas redes transportaron capitales, tecnologías, personas, noticias e ideas que posibilitaron la conformación de una economía atlántica ligada a las zonas de influencia del imperio británico en Asia y Sudamérica.5

Como parte de ese desarrollo comunicativo, a comienzos de la década de 1860 se inició el tendido de una red de cables submarinos entre Sudamérica, Europa y Estados Unidos. En un proceso no exento de conflictos con las empresas rivales de Francia, Alemania y Estados Unidos, las compañías británicas conquistaron una posición monopólica en el mercado de las comunicaciones del continente sudamericano.6 Esa notable expansión de la comunicación global, no sólo estuvo integrada al desarrollo de la economía mundial entre 1870 y 1914, también constituyó una plataforma clave para la diseminación de valores culturales e ideológicos que coincidió con el momento de la modernización constitutiva de los Estados nacionales en Sudamérica.

Si bien existieron algunos antecedentes previos, el desarrollo de las comunicaciones internacionales en Argentina se produjo durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento.7 Gracias a esa labor, desde agosto de 1874 Argentina se hallaba en condiciones de comunicarse telegráficamente con Europa, utilizando los servicios de la River Plate Telegraph Company a través de Montevideo, Río de Janeiro y Pernambuco y desde ahí por el cable submarino hasta Lisboa. A pesar de la crisis económica que golpeaba a los mercados financieros desde el año anterior, este hecho revolucionó la vida política, comercial y cultural de ciudades como Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro. Las rápidas conexiones con algunos de los principales centros metropolitanos del mundo como Londres, París o Nueva York, implicaron que aquellos lugares tradicionalmente anhelados por las élites locales estuvieran ahora más al alcance de la mano.

En paralelo, desde 1859, mediante una serie de acuerdos sucesivos, las tres grandes agencias de noticias europeas, la francesa Havas (1835), la británica Reuters (1851) y la agencia Wolff de Alemania (1849), se "repartieron" los territorios del mundo en diferentes áreas de influencia. En esta suerte de reparto colonial comunicacional, la agencia Havas obtuvo el "monopolio" informativo sobre Sudamérica, aunque su impronta sobre el continente parece haber sido mucho más débil que la de Reuters en los dominios británicos.8 Algunas de las principales complicaciones para el dominio de Havas sobre Sudamericana provinieron de la barrera idiomática del francés en un continente hispanohablante y, sobre todo, de su falta de control sobre los medios de circulación de la información, lo que se tradujo en una conflictiva dependencia de las compañías británicas de cables submarinos.9

En 1877 La Nación fue el primer diario porteño en suscribirse al flamante servicio de noticias de Havas, y desde entonces los principales diarios de Buenos Aires, el mencionado La Nación y La Prensa, tuvieron un papel relevante en la geopolítica de la información de la agencia francesa en el continente. Tal es así que en 1902, cuando sus directivos consideraron necesario mejorar los vínculos con sus clientes sudamericanos, enviaron a Buenos Aires a Charles Houssaye, sobrino de Henri Houssaye, uno de los principales hombres de la agencia. Instalado en Buenos Aires desde 1902, la activa labor de este joven director general de los servicios para América del Sur comenzó a dar sus frutos: en 1908 Luis Mitre, director de La Nación, llegó a un acuerdo con la agencia por 250 mil palabras anuales además del servicio general. A finales de 1911, Mitre firmó un nuevo acuerdo con Havas por 500 mil palabras al año más el servicio general al que estaban por entonces abonados el resto de los grandes diarios locales.10

Es difícil exagerar las implicancias que estas innovaciones tuvieron en el ámbito de la prensa local. La posibilidad de recibir información de las principales capitales del mundo gracias al uso de la telegrafía modificó radicalmente la dimensión espacio-temporal de los diarios porteños, permitiendo un "achicamiento del mundo" que se tradujo en una presencia mucho más rápida y fluida de las noticias internacionales que se erigieron como una sección estable, en un proceso que coincidió, no casualmente, con un incremento de los corresponsales extranjeros: tanto los intelectuales consagrados como los anónimos que trabajaban al servicio de las agencias de noticias.

Ese extenso entramado comunicacional fue una pieza clave para la cobertura periodística de la Gran Guerra en Buenos Aires. Hacia agosto de 1914, los periódicos porteños recibían la información telegráfica a través de una extensa red de cables submarinos cuya procedencia solía ser explícitamente consignada en las secciones telegráficas dedicadas a la guerra europea. La vía más importante era la línea Galveston que conectaba a través del Pacífico, Buenos Aires, Valparaíso, Iquique, Callao (Lima), Colón (Panamá), Nueva York y Londres. La compañía encargada de su administración, The Central and South American Company, contaba con un importante edificio propio en Buenos Aires, conocido popularmente como "el rascacielos de la Galveston", ubicado en la esquina de Sarmiento y San Martín de donde partía un cable directo a las oficinas del diario La Prensa en la Avenida de Mayo 567. Por su parte, The Western Telegraph Company, que ocupaba desde 1910 el solar de la calle San Martín 333-337, donde antes había funcionado la redacción del diario La Nación, contaba con dos grandes líneas: la Madeira, que conectaba Buenos Aires con Río de Janeiro, Pernambuco, la isla de San Vicente, Lisboa y Londres y, una segunda línea, la vía Ascensión, que unía Buenos Aires con Lisboa y Londres sin pasar por Brasil. Por estos canales recibía su servicio telegráfico el diario La Nación. La tercera opción era la línea Talismán, también conocida como el cable "P.Q.", perteneciente a la Compagnie Française des Télégraphes Sous-Marins pero que era utilizada por la compañía Galveston para comunicarse directamente con Francia empalmando la ruta del Pacífico con Nueva York y el puerto de Brest. Los alemanes contaban únicamente con la llamada línea Monrovia que unía la ciudad de Emden con Monrovia (en la actual Liberia) y Pernambuco, utilizando los servicios de la vía Madeira para unir el tramo entre Brasil y Buenos Aires, siendo administrada por la Südamerikanische Telegraphengesellschaft.11

Los conflictos y las tensiones preexistentes entre la agencia Havas y las empresas británicas encargadas de la administración de esta red de transmisión de la información desaparecieron por completo a partir de agosto de 1914. Durante las primeras semanas de la guerra, esta Entente Cordiale en el ámbito informativo entre la agencia Havas y las compañías británicas de cables submarinos se tradujo en un aumento notable del flujo de la información telegráfica del exterior en relación con los meses previos. Los diarios La Nación y La Razón, que contrataba los servicios de las agencias Havas y Associated Press, duplicaron largamente la cantidad de palabras transmitidas en agosto de 1914 en relación con el mismo mes de 1913.12 Por su parte, sólo en la primera quincena de septiembre de 1914, el servicio telegráfico de La Prensa recibió por la vía Colón (Panamá) desde Nueva York, 73 645 palabras en telegramas ligados exclusivamente a la guerra, los cuales eran recibidos en la propia sede del diario donde una oficina telegráfica contigua a la sala de redacción de esta sección trabajaba ininterrumpidamente desde las 3 de la tarde hasta las 5 de la mañana del día siguiente.13 En contraste con este alto grado de organización, uno de los pocos periódicos porteños que en 1914 no contaba con un servicio telegráfico propio era el diario católico El Pueblo. Recién en 1921, en el marco de una oleada modernizadora que incluyó un aumento de la planta de redactores y la incorporación de nuevas secciones como policiales y deportes, contrataron los servicios de la agencia Havas.14

La importancia del servicio telegráfico para la cobertura de la Gran Guerra implicó el desarrollo de una aceitada organización de las redacciones y una importante inversión económica no sólo en los servicios de las agencias de noticias y las compañías de cables submarinos, sino también en la adquisición de los equipos necesarios para recibir y "traducir" los despachos telegráficos y en los salarios del personal especializado de telegrafistas.15 Por ello, es posible afirmar que para algunos de los principales diarios de la ciudad de Buenos Aires, la coyuntura de la Primera Guerra Mundial implicó el inicio de un momento modernizador de sus redacciones e incluso de sus estilos. Durante las primeras semanas de la guerra, la jerarquía de estos servicios en la competencia por las primicias motivó, algunos casos, la introducción de cambios en los diseños y formatos de los diarios, asignando un espacio destacado para la información telegráfica en la portada como una estrategia de visibilidad de las novedades recibidas. Paradójicamente, en ese aspecto la franja de los vespertinos se mostró mucho más proclive a incorporar los grandes titulares sobre la guerra e intercalarlos con fotografías e imágenes, lo que contrasta con las portadas poco vistosas de los diarios más tradicionales como La Nación y La Prensa los cuales, a pesar de contar con los mejores servicios telegráficos, seguían apegados a un diseño muy poco atractivo compuesto por pequeños anuncios clasificados que cubrían la totalidad de sus portadas.

El control sobre estos medios de transmisión de la información fue una de las primeras acciones de la política británica tras su ingreso en la guerra. Pasada la medianoche del 4 de agosto de 1914, el Almirantazgo británico dio la orden al "CS Telconia", un buque utilizado para el tendido y la reparación de cables submarinos, que cortara los cinco cables que comunicaban a Alemania con el mundo exterior incluido el que llegaba a Brasil desde Emden.16 Es por ello que, como ha sostenido Horace Peterson, el primer acto de la propaganda inglesa fue, en realidad, un acto de censura.17 El monopolio británico sobre los cables submarinos sumado a la negativa a transmitir telegramas alemanes y la intercepción de buques que transportaban correspondencia entre Alemania y Argentina, puso a los Imperios Centrales en una franca desventaja para afrontar esa guerra comunicacional.

De esta manera, la información recibida por los diarios de Buenos Aires procedía casi exclusivamente de los países aliados y las escasas noticias originarias de las Potencias Centrales eran tamizadas previamente por la censura británica, por lo que la opinión pública porteña quedaba virtualmente sometida al monopolio de la información de las agencias de noticias aliadas como Havas y Reuters. Si bien lo que los editores de los diarios porteños decidían hacer con esas noticias era una decisión personal o empresarial tomada en un contexto en el que imperaba la más absoluta libertad de prensa, la gama de posibilidades era limitada pues, en última instancia, esa enorme masa de información era preseleccionada desde una mirada británica comprometida con los hechos.

Todas estas cuestiones obligaron a Alemania a la utilización de la radiotelegrafía para sus comunicaciones con el continente aunque este sistema presentaba algunas limitaciones técnicas que hacían más lenta la transmisión de la información y que su caudal fuera más limitado. El pilar de la telegrafía inalámbrica en Alemania era la poderosa estación de la compañía Telefunken ubicada en la ciudad de Nauen, en las afuera de Berlín, que enviaba regularmente información comercial y militar a las estaciones de Tuckerton y Sayville en Nueva York.18 Desde ahí, la información era retransmitida por una compleja red de cables a través de países neutrales como México, Guatemala, Colombia y llegaban a Buenos Aires, donde el principal diario de la colectividad alemana, el Deustche La Plata Zeitung y el vespertino La Unión eran los encargados de su publicación y distribución.19

Por su parte, el gobierno argentino al igual que la gran mayoría de las naciones beligerantes y neutrales sometió el flujo de las comunicaciones radiográficas a la órbita del Ministerio de Marina y mediante una serie de decretos trató de vigilar las comunicaciones realizadas por buques extranjeros en aguas territoriales argentinas. Los decretos publicados por dicho ministerio prohibían el uso de códigos secretos en las transmisiones telegráficas internacionales, el uso de estaciones de radio en los buques de países beligerantes en aguas jurisdiccionales argentinas y en buques mercantes argentinos. Además, se exigió a los barcos de bandera argentina que navegasen por el Río de la Plata, que sus radioperadores fuesen argentinos y que operaran en presencia de un funcionario del gobierno nacional.20 Este organismo fue también el encargado de atender las recurrentes denuncias de los diarios más radicalmente aliadófilos acerca de la existencia de estaciones radiotelegráficas clandestinas en el país que operaban en favor de Alemania las cuales, amparadas generalmente en una defensa de la neutralidad estatal, que había sido decretada el 5 de agosto de 1914, buscaban instalar en la opinión pública porteña una cierta psicosis sobre el espionaje alemán en Argentina.21

 

LA GUERRA A TRAVÉS DEL CABLE. LA CENSURA TELEGRÁFICA Y LA MANIPULACIÓN INFORMATIVA EN LOS INICIOS DE LA GUERRA

Por supuesto que la incidencia de esa guerra comunicacional en los países neutrales no puede medirse sólo en cantidad de palabras transmitidas. La geopolítica de las agencias europeas en el continente sudamericano y el tejido de la red mundial de medios de transmisión tuvieron consecuencias concretas en el contenido de las noticias difundidas por las agencias europeas durante la Gran Guerra, favoreciendo una determinada representación del inicio de las hostilidades.

La extensión adquirida por el tendido de los cables submarinos y las mejoras en la velocidad de transmisión de las noticias posibilitaron que el estallido de la guerra se conociera casi simultáneamente en todos los confines del globo. "El anuncio del pavoroso conflicto pasó a la misma hora por todos los mares del mundo [...] en veinte minutos, prodigiosamente, el grito de alarma dio la vuelta al mundo, enviado de continente a continente como señales fabulosas", comentaba el corresponsal italiano Luigi Barzini, en una crónica escrita para La Razón donde narraba sus sensaciones al enterarse del estallido de la guerra a bordo del buque "Alfonso XIII" que surcaba el Atlántico rumbo a Barcelona.22 Sin embargo, aunque las noticias iniciales circularon con una notable velocidad, con el correr de los días esa fugacidad dio paso a un estancamiento y la información sobre la guerra fue cada vez más restringida debido al accionar de los organismos de la censura europea. Desde el inicio de las hostilidades, los gobiernos beligerantes diseñaron, mediante un complejo andamiaje institucional, un sistema de censura que, orientando los contenidos mediáticos en una determinada dirección, contribuyó al esfuerzo de la nación mediante la propaganda de guerra y, a la vez, controló escrupulosamente la difusión de ciertas novedades.23

Las restricciones que comenzaron a caer sobre la información procedente de Europa trajeron grandes inconvenientes para la prensa porteña. En un primer momento, la decisión británica de limitar al máximo la difusión de información ligada a la guerra produjo una merma considerable en las noticias que hizo imposible a los periódicos continuar con las ediciones extraordinarias y los suplementos de última hora que se imprimían desde finales de julio.24 En las naciones beligerantes, el control impuesto por los gobiernos y, en especial, por los altos mandos militares, sobre la información ligada a la guerra generaba una actitud entre cautelosa y hostil hacia la prensa. Ventilar en las páginas de los diarios las posiciones de los ejércitos implicaba un gran peligro desde el punto de vista de la seguridad militar, por lo que esa parquedad de la información respecto de los movimientos militares y navales era comprensible y hasta justificable debido al riesgo de entregar información sensible al enemigo.25 "No reprocharemos a Inglaterra la censura severa a que sujeta la información telegráfica", comentaba con lucidez el diario El Pueblo, por el simple hecho de que "la publicidad es un arma de combate como otra cualquiera. Si en vez de Inglaterra la dominadora de los cables fuese Alemania, la información nos llegaría guisada en salsa alemana como nos llega ahora encuadrada en el molde del criterio inglés".26 En realidad, las quejas de los diarios locales apuntaban contra la excesiva severidad de la censura que alcanzaba también a telegramas cuyos contenidos eran totalmente ajenos a la guerra, como las comunicaciones de índole comercial o familiar, lo que era considerado una violación a los derechos de los neutrales, exigiendo al gobierno argentino que tome cartas en el asunto y haga respetar su neutralidad ante el conflicto.27

Otro gran inconveniente para los diarios porteños fue la actitud desleal de las agencias de noticias europeas que, aprovechando la urgencia por obtener novedades del teatro de las operaciones, continuaban transmitiendo noticias viejas y cobrando un elevado precio por dicho servicio, lo que les ocasionaba un gran perjuicio económico:

La censura telegráfica establecida en Europa nos coloca, a los de este lado del océano, en una situación por demás incierta y dudosa. Sin embargo, eso no les impide a las agencias seguir mandándonos noticias de los días anteriores, con el plausible deseo de darnos información, pero con el efectivo resultado de cobrarnos el servicio. Estamos pagando noticias fiambres, haciéndonos eco de lo que ya sucedió e informando sobre acontecimientos pasados de moda. Lo único que en todo esto hay de verdad es que en Europa están en guerra; que Alemania queda al sur de Rusia [sic] y Francia al este de Alemania [...] Como se ve, no porque exista una completa censura van a dejar las agencias telegráficas de seguir enviando noticias relacionadas con la guerra.28

Dado que una de las características de este sistema informativo consistía en que la red debería funcionar siempre al máximo de sus posibilidades, esta situación será una constante a lo largo de los años de la guerra. A su vez, estos reclamos ante las "noticias basura" revelan la exigencia del mercado porteño de noticias y muestra a los diarios de Buenos Aires como unos clientes demandantes ante los prestadores de este oneroso servicio informativo.

Junto con esa dimensión "económica" de la censura, la tendenciosidad de la información recibida por los diarios locales fue otro de los graves problemas durante las semanas iniciales de la conflagración. La posición hegemónica que detentaban en Sudamérica las compañías británicas de cables submarinos al iniciarse la guerra es un dato clave para comprender cómo, en una labor conjunta con las agencias de noticias aliadas y, en particular, con la agencia francesa Havas, condicionaron una determinada representación de los inicios de la Gran Guerra en la prensa local. Aunque este tipo de noticias suelen ser bastante escuetas, un análisis de las secciones que contenían los cables y telegramas procedentes de Europa muestra la existencia de omisiones, tergiversaciones y, sobre todo, una evidente intencionalidad en favor de la Triple Entente, que se debía a la procedencia de la información.

En rigor, las sospechas de tergiversación e intencionalidad recaían sobre la información telegráfica desde el inicio de la guerra austro-serbia. A finales de julio, cuando todavía el conflicto no se había extendido al resto del continente, La Razón afirmaba:

Las noticias que recibimos a este respecto se resienten de contradicciones según sea su origen y punto en el que hayan sido expedidas, dando o quitando gravedad al asunto, así como informadas de criterio optimista o pesimista de acuerdo con los intereses políticos o económicos que estén de por medio.29

Sin embargo, esa intencionalidad se hizo mucho más evidente en el modo de anunciar los movimientos de los ejércitos durante las primeras semanas de la guerra. Sin duda, las polémicas más fuertes sobre la veracidad de la información estuvieron relacionadas con la ofensiva alemana de 1914.

Como es sabido, el jefe del Estado Mayor alemán, el conde Alfred von Schlieffen, había diseñado un plan militar previendo una lucha en dos frentes el cual, con escasas modificaciones introducidas posteriormente por Helmunth J.L. von Moltke, fue puesto en marcha en agosto de 1914.30 Aunque con algunas dificultades, el plan marchaba según lo estipulado si se tiene en cuenta que hasta la batalla del Marne, que tuvo lugar a pocos kilómetros de París a comienzos de septiembre de 1914, los combates en el frente occidental fueron, en líneas generales, satisfactorios para el avance alemán siendo retrasada su marcha solamente por la inesperada resistencia del ejército belga. Sin embargo, la forma en que la prensa local presentaba las noticias compone un cuadro donde el movimiento y la victoria acompañan casi siempre a los ejércitos de la Triple Entente.31 Esa tendenciosidad se manifiesta a través de los grandes titulares que coronan las secciones telegráficas y que direccionan la información en favor de las tropas aliadas en ambos frentes de batalla mientras que las referencias sobre el ejército alemán lo muestran constantemente rechazado y sufriendo un importante número de bajas que lo obligan al repliegue.32 Ese discurso triunfalista sobre los movimientos de tropas durante las semanas iniciales de la contienda y los desmentidos sobre el avance de la ofensiva alemana debió ser morigerado, incluso en los diarios más afines a los aliados, al hacerse pública la decisión del gobierno francés de trasladar provisionalmente su sede de gobierno desde París a Burdeos. Este hecho obligaba a reconocer, al menos implícitamente, que el avance alemán sobre París era una amenaza real y concreta. Sin embargo, luego de ese breve impasse, el discurso triunfalista se incrementó durante las batallas del Marne y luego en la llamada "carrera hacia el mar".33

El análisis de los servicios informativos de los diarios locales también demuestra la existencia de una gran cantidad de noticias "falsas". Si bien éstas pueden deberse a los cientos de rumores no confirmados que circulaban desde el inicio de la guerra, cabe destacar que, no curiosamente, este tipo de noticias siempre comprometían a las Potencias Centrales en actos censurables o contribuyen a mostrar un clima de caos y descontrol en sus retaguardias. Los diarios porteños informan, por ejemplo, sobre el estallido de una sublevación en Praga ferozmente reprimida por la monarquía austrohúngara o la declaración de guerra entre Alemania e Italia, una noticia de gran resonancia en Buenos Aires dada la enorme cantidad de italianos que residían en el país.34 También comunican la muerte de líderes políticos antibelicistas, como el caso del diputado socialista alemán Karl Liebknecht, opositor a la participación de Alemania en la guerra, supuestamente pasado por las armas a mediados de agosto ante la negativa de prestar servicio en el ejército alemán.35 Otra muerte anunciada por varios diarios fue la del general Otto von Emmich, responsable del asedio de Lieja, quien según varias noticias procedentes de Francia se había quitado la vida ante la imposibilidad de batir las fortificaciones de dicha ciudad.36 La posterior desmentida de esta noticia dio lugar a la sorna de El Nacional:

El generalísimo Von Emmich goza de buena salud [...] al menos por el momento. Ayer el telégrafo le hizo volar el cráneo con casco y todo. El hombre, ante el desastre de sus tropas, muertas en más de su mitad al pie de los fuertes de Lieja, resolvió incorporarse a sus huestes difuntas y se decretó cadáver haciéndose reventar el cofre divino. Un aviador francés había presenciado el hecho y hasta le vio la pistola al desgraciado jefe prusiano en el momento preciso en que disparaba el tiro. Hoy, la misma información telegráfica nos comunica que el emperador Guillermo ha amonestado seriamente a Von Emmich, por haberse excedido en sus ataques a Lieja contrariando órdenes terminantes al respecto. No creemos que la flema de los alemanes y sus rígidas ordenanzas lleguen hasta establecer apercibimientos a los difuntos y nos inclinamos a creer que el café que ha recibido Von Emmich es por haber empuñado su pistola contra sí mismo frente al enemigo, y lo que es más grave aún, sin haber dado fuego. El piloto explorador ha visto la paja en el ojo ajeno [...] es decir, el tiro del generalísimo alemán y en cambio no se ha apercibido del berrinche feroz de Guillermo, que cabrerísimo gesticulaba con grandes movimientos de brazos, retándolo a Emmich, ni tampoco vio la inmensa línea del ejército alemán que a esas horas ya avanzaba compacta hacia la frontera francesa.37

Las ironías de El Nacional buscaban poner en evidencia algunos absurdos de la información telegráfica, en este caso, el hecho de que el supuesto suicidio haya sido "verificado" desde el aire por un aviador francés, y alertar sobre las contradicciones recurrentes de las noticias que llegaban a las redacciones de los diarios locales. Un caso muy similar ocurrió con la supuesta muerte del senador brasileño Bernardino de Campos. Desde un primer momento la información que rodeaba el hecho fue muy confusa; según el diario La Mañana, había sido atacado a culatazos por una patrulla de soldados alemanes mientras viajaba en tren junto a su esposa con rumbo a Suiza, y fue arrojado a las vías donde agonizó hasta morir, mientras que El Diario consigna que su muerte había ocurrido en Stuttgart tras un ataque de un grupo de soldados alemanes; La Gaceta de Buenos Aires sostenía que había sucedido en la ciudad de Berna, en Suiza, "donde se había dirigido con objeto de buscar alivio a una dolencia".38

La noticia exaltó un sentimiento antialemán por entonces muy extendido en Buenos Aires. Inmerso en ese clima, La Mañana publicó un suelto furibundo contra el accionar de los germanos, protestando en nombre de los principios más elementales de la civilización y encolumnándose detrás de las posibles reclamaciones del gobierno brasileño:

[...] el gobierno del Brasil exigirá explicaciones y contará en esa exigencia con el apoyo decidido de todas las naciones cultas. No necesitaba Alemania fundar tanta universidad y proclamar tanto su adelanto moral y científico para terminar en la tolerancia o en la sanción, mejor dicho, de esa barbarie que se está realizando diariamente.39

Al día siguiente, el hecho fue desmentido oficialmente por el propio Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, el doctor Lauro Müller, obligando a un pedido de disculpas expresadas por Roberto de Laferrère en su habitual columna, "Apuntes del día": "Al doctor de Campos nadie le ha hecho nada y goza de buena salud. Con este motivo, nuestro redactor se ha indignado nuevamente".40

Ahora bien, más allá de la parcialidad de la información y de los fines propagandísticos implícitos en ella, pudieron existir errores relacionados con la propia naturaleza del sistema de transmisión de la información telegráfica. El uso de la telegrafía implicaba la participación de un gran número de personas que conformaban una extensa cadena de manipuladores de la información entre el emisor y el receptor (corresponsal, telegrafista, agencia nacional, traductor, telegrafista, agencia central, redactor, distribuidor mundial, etcétera), por lo que era habitual la existencia de lagunas o errores en la información no necesariamente ligados a una tergiversación intencional. Un elemento que también pudo haber contribuido a incurrir en errores involuntarios es el inusitado ritmo de trabajo que la transmisión de las novedades de la guerra imprimió a los servicios telegráficos de los periódicos porteños. Incluso un diario tan poco condescendiente frente a las manipulaciones de la información como El Nacional, reconocía que debido a la guerra:

[... ] la cocina arregladora de telegramas funciona a veinte caballos por hora y la deducción o fantasía, unida en tantos casos al desconocimiento completo del teatro de la guerra, hace producir acontecimientos inauditos y acciones militares de acuerdo con mapas y situaciones geográficas ignoradas hasta ahora.41

El desconocimiento de la geografía en la que se producen los desplazamientos de las tropas durante las primeras semanas de la guerra es otro elemento a tener en cuenta para evaluar algunas de las incongruencias de la información telegráfica. Para el sobresalto de los francófilos argentinos o la algarabía de los alemanes y sus simpatizantes locales, un error en la interpretación de los despachos telegráficos podía situar a los ejércitos del káiser a pocos kilómetros de París o en las cercanías de Brabante, en Bélgica, dada la existencia de varias localidades europeas con el mismo nombre: Saint Quentín o Quintín. Lo que hoy conocemos como la Batalla de Saint Quintín, también llamada Batalla de Guisa, tuvo lugar los días 29 y 30 de agosto de 1914 en la región de Aisne, en Francia. Sin embargo, a mediados de agosto se desató una polémica entre La Argentina y La Prensa por un supuesto enfrentamiento entre alemanes y franceses en Saint Quintín que es un caso testigo de la precariedad de la información que manejaban los periódicos porteños. El sábado 15 de agosto, La Prensa aseveraba que el gobierno argentino había recibido un telegrama informando la proximidad de una batalla en las inmediaciones de Saint Quintín, "al sudoeste de Namur y próximamente a 140 kilómetros de París".42 Ese mismo día, La Argentina y el propio ministro de Relaciones Exteriores, José Luis Murature, desmentían haber recibido un telegrama oficial con dicha información. Al día siguiente, un extenso artículo firmado por el "Capitán Belfort" arremetía contra las imprecisiones del "venerable y anacrónico" colega de la mañana.43 Para agregar todavía más confusión, El Nacional defendía una tercera posibilidad, la existencia de un Saint Quintín en las cercanías de Brabante, en Bélgica, donde según la información del embajador argentino en Holanda, León Guessalaga, todavía se encontraban los ejércitos alemanes.44

 

LAS REACCIONES DE LA PRENSA DE BUENOS AIRES ANTE LA GUERRA COMUNICACIONAL

Las posturas de los diarios porteños ante este tipo de situaciones conformaron un arco bastante ecléctico. Ya sea por incredulidad, por simpatía con alguna de las naciones de la Entente o por el simple hecho de que no había muchas más opciones a las que recurrir, la mayoría de los diarios locales se limitó a difundir la información proaliada sin hacer públicamente ningún tipo de referencia a las manipulaciones, tergiversaciones e incoherencias que ésta pudiera contener. Incluso, algunos diarios como La Razón, aun a sabiendas de las posibles manipulaciones o contradicciones de la información, decidieron publicar todo lo que llegaba a sus redacciones para que el público pudiera formarse por sí mismo una idea sobre los acontecimientos, una manera elegante de excusarse por los errores u omisiones que los cables pudieran contener que no le impedía seguir llenando páginas con noticias tendenciosas en nombre de la "equidad informativa".45

En el otro extremo, las publicaciones ligadas a la defensa de la causa alemana denunciaron sistemáticamente la información tendenciosa que publicaba la prensa local al amparo de la censura británica. Fundado el 31 de octubre de 1914, el diario La Unión fue el intento más importante de disputar ese monopolio aliado de la información en Buenos Aires. Hasta entonces, las noticias procedentes de Alemania y la defensa de los Imperios Centrales sólo tenían cabida en los periódicos de la colectividad alemana (el Deutsche La Plata Zeitung y el Argentinisches Tageblatt) y turca (Assalam y La Bandera Otomana) los cuales, por cuestiones idiomáticas, circulaban en el seno de la comunidad y de sus simpatizantes pero ejercían una influencia muy limitada sobre el conjunto de la opinión pública local.

Sin embargo, ese combate por revertir un clima informativo antialemán, contó con dos efímeras experiencias previas a la fundación del diario La Unión. La primera de ellas fue el Boletín Germánico, publicado en agosto de 1914 por el Comité Pro Germania y dirigido por Walter Klug. Este vespertino tenía una edición diaria de cuatro páginas y se autoproclamaba como el "Defensor de los intereses de las colectividades germánicas".46 La segunda publicación que se erigió como una defensora solitaria de los intereses de Alemania hasta la fundación de La Unión fue la revista Ecos Gráficos. Dedicada originalmente al mundo de las artes gráficas, el origen germano de sus directores, Gotardo Hoffmann y Jacobo Stocker, hizo que fuera reorientada hacia una campaña en favor de la causa alemana.

Gran parte de sus esfuerzos estuvieron destinados a denunciar las "calumnias" publicadas en la prensa local al amparo de la censura británica y a desnaturalizar las informaciones recibidas por los periódicos porteños, "ese tejido de infames mentiras que nos vienen desde Inglaterra por medio de sus cables", las cuales eran tomadas en estas tierras como verdades a raíz del escaso conocimiento de Alemania que tenían los directores de los diarios. Con el objetivo de romper el monopolio de la información aliada, Ecos Gráficos publicaba traducciones de noticias oficiales procedentes de Alemania o de otros países neutrales, rogando "no sólo a nuestros amigos personales del periodismo sino a todos los diarios y periódicos de provincias que estén interesados en que sus lectores conozcan la exacta verdad, den cabida en sus columnas a nuestras correspondencias".47

En el número siguiente, Hoffmann y Stocker firmaban un jactancioso editorial que pretendía demostrar que las denuncias de su revista junto a las actividades de la comunidad germana radicada en Argentina, habían abierto una brecha en el bloqueo aliado de la información gracias a la cual "varios de nuestros clientes amigos, dueños o directores de publicaciones del interior de la República, se han dado cuenta de que las noticias que ellos publican en sus hojas, sobre los acontecimientos de la guerra, son en su mayor parte mentiras inglesas y de la agencia Havas".48 Los editores se comprometían a enviar a todos aquellos periódicos que lo solicitaran un servicio informativo compuesto de artículos y noticias sobre la guerra procedentes de Alemania y a continuación publican una serie de cartas en respuesta a una circular enviada previamente en la que se denunciaba la censura británica y se ofrecía este servicio noticioso alternativo.

Curiosamente, luego de dedicarse de forma íntegra a esta campaña antibritánica durante varios meses, a partir de enero de 1915 la cuestión de la guerra y las campañas informativas ocuparon un lugar marginal en Ecos Gráficos. Sin duda, la revista formó parte de una red financiera, política y cultural gestada para dar impulso y difusión a informaciones u opiniones afines a Alemania y son un claro indicio de ello la existencia de avisos publicitarios del flamante diario La Unión en el número de Ecos Gráficos de noviembre de 1914 y la presencia de los mismos artículos en ambas publicaciones.49 De hecho, es posible conjeturar una suerte de reemplazo entre ambos emprendimientos pues una vez que La Unión salió a la luz y se constituyó en el principal vocero de la prensa proalemana en Buenos Aires, Ecos Gráficos retornó a sus habituales menesteres ligados a la industria gráfica.

La denuncia contra la censura y la guerra comunicacional ocuparon también un espacio central en las páginas de La Unión. Aunque el editorial programático de su presentación está marcado por todas las reglas de cortesía y cordialidad para con sus colegas, esperables en un diario que sale a la luz, a renglón seguido los editorialistas reconocían la mera formalidad de esas salutaciones. Los objetivos del diario apuntaban claramente a romper con la hegemónica difusión de noticias proaliadas que había generado un clima abiertamente antialemán en Buenos Aires. Aunque, según La Unión, los diarios no eran los responsables directos de dicha situación sino las noticias tendenciosas que reciben y la prisa con la que se trabaja que "no permite analizar siempre el texto de tres mil o cuatro mil palabras que el telégrafo europeo le suministra noche a noche".50 Es por ello que las rectificaciones que publicará La Unión "no serán hechas a los diarios, y sí a las noticias, o mejor, a la tendenciosidad de esas noticias, de la que sólo es responsable la censura británica". Diariamente, en una sección llamada "Depuración de noticias sobre la guerra", se contrastaban las distintas maneras de presentar un mismo hecho según su procedencia. Con el objetivo de evidenciar la manipulación de la información se reproducían en dos columnas paralelas las noticias que habían llegado por cable con mediación de la censura inglesa y aquellas recibidas por la radiotelegrafía alemana para hacer visibles las diferencias. Del mismo modo, desde el 8 de diciembre de 1914, el diario Crítica, uno de los más radicales defensores de la causa aliada en Buenos Aires, publica en tapa la "Sección La Unión" en la cual polemizaba diariamente con las noticias aparecidas en dicho matutino.51

Una postura alternativa fue la de aquellos diarios que manifestaron abiertamente su incredulidad y su escepticismo ante la información aliada. La polémica en torno a la toma del sistema de fortificaciones de la ciudad de Lieja, sobre el que se cifraba gran parte de las expectativas de detener el avance alemán, evidencia algunas de esas críticas en medio de una información contradictoria sobre el verdadero destino de la ciudadela belga cuyo control era vital para el plan alemán. Al parecer, una de las estrategias usadas por las agencias aliadas para incrementar el heroísmo de los belgas fue presentarlos combatiendo siempre en inferioridad de condiciones, lo cual generalmente era cierto, mientras que el número de hombres de los ejércitos alemanes derrotados era incrementado y exagerado hasta el absurdo. Al respecto el diario El Pueblo comentaba:

Ese ejército alemán que atacó a Lieja, de despacho en despacho, fue ascendiendo: de cuarenta mil alemanes creció hasta ciento veinte mil, treinta mil de los cuales habrían quedado sobre el campo de la formidable contienda. Y luego de tanto horrorizante detalle, nada. Que entraron en Lieja los alemanes y que no entraron... ¡Vamos! Era lo único que faltaba: que ni el telégrafo fuese el progreso que hemos creído".52

Las quejas del anónimo comentarista de El Pueblo son un indicio de cierta incomodidad de algunos periódicos ante las evidentes manipulaciones de la información por parte de los aliados.

De hecho, varios diarios de Buenos Aires, que también recibían sus noticias telegráficas de Inglaterra y Francia a través de las compañías británicas de cables submarinos, trataron de mantener una postura equidistante, brindando una versión mucho más congruente sobre el verdadero estado del avance alemán que permitiera desmentir las noticias más escandalosamente parciales o tendenciosas. Un claro ejemplo de esta posición crítica frente a la información procedente de Europa puede verse en El Nacional, que ya a mediados de agosto denunciaba "las mentiras telegráficas que han tenido hasta ahora nuestra opinión completamente perturbada" y sostenía la completa derrota de los belgas en Lieja, más allá de las exageraciones novelescas sobre su resistencia "como asimismo los malos tratos y hasta los fusilamientos que se atribuyen a las fuerzas invasoras".53 Durante los meses iniciales del conflicto, El Nacional buscó insistentemente advertir a sus lectores sobre las mentiras y tergiversaciones que contenía la información procedente del teatro de las operaciones, denunciando que "los telegrafistas de ultramar nos consideran demasiado ingenuos, pues son estupendas las confabulaciones que nos ofrecen".54 Como podrá advertirse en el apartado siguiente, dedicado al humor gráfico y escrito motivado por esta faceta comunicacional del conflicto europeo, las posturas críticas ante la manipulación informativa revelan la presencia de un tipo de periodista avezado en el arte de la producción de las noticias que puede intuir los contrasentidos y las manipulaciones de la información pero también un público lector entrenado en la lectura cotidiana de los periódicos que rápidamente detectaba una manipulación demasiado burda de la información.

Para el citado diario, aun con la escasa información con la que contaban los lectores porteños, era evidente que el plan alemán marchaba según lo estimado siguiendo su propósito de pasar por Bélgica "barriendo o aislando todo aquello que lo incomoda y es lo que ha conseguido en el presente dominando su ejército todo el territorio de ese país a excepción de Bruselas y Amberes". Sus desmentidos también apuntaban contra las supuestas pérdidas que habían sufrido los alemanes, las cuales eran insignificantes en relación con la potencialidad de su ejército y que, por el contrario, esos combates habían servido para "aguerrir a sus soldados, familiarizarlos con el combate y dar cohesión a sus numerosos engranajes de hombre y máquinas".55

Para este tipo de diarios que pretendían mantener una postura equidistante frente a los beligerantes resultaba complejo explicar cómo esos ejércitos alemanes, que según las informaciones telegráficas eran continuamente derrotados y sufrían enormes bajas en cada enfrentamiento, continuaban impertérritos en su avance, batiendo cada uno de los objetivos fijados por el plan Schlieffen. Esta contradicción no escapó a las ironías de un comentarista de La Gaceta de Buenos Aires:

Si nos fuésemos a llevar por el pesimismo de las noticias del teatro de la guerra, con respecto a los pretendidos contrastes de las fuerzas alemanas, tendríamos que aceptar que este ejército está en vísperas de su total aniquilamiento. Cada escaramuza, cada combate, cada pelea parcial, arroja en su contra un porcentaje inconcebible de muertos, heridos y prisioneros y el mundo no puede menos que admirar cómo son de muchos los alemanes y cómo nunca se acaban [...] Si hiciéramos la suma de todas esas bajas, equivaldrían a la totalidad del ejército de la frontera. Lo que nos resulta extraño es que las fuerzas aliadas no hayan llegado todavía a Berlín con tantas victorias y no nos explicamos cómo, después de sus innumerables fracasos, los alemanes se encuentren hoy camino de Bruselas y a pocos kilómetros de Nancy.56

El complemento de esa imagen negadora del avance alemán que diariamente enfatizaban los grandes titulares de las secciones de cables y telegramas sobre la guerra europea, era este desmesurado número de bajas de los ejércitos del káiser tan exageradas que hacía dudar de la existencia misma de los ejércitos alemanes. Una imagen que se contradecía con la efectividad del avance alemán, al menos, hasta el giro militar que supuso la batalla del Marne a comienzos de septiembre de 1914.

 

LOS USOS DEL CABLE. HUMOR Y TELEGRAFIA EN LOS ALBORES DE LA GRAN GUERRA

En el análisis de los posicionamientos de la prensa porteña ante esa guerra comunicacional habría que destacar, por último, las recurrentes apelaciones del humor gráfico y escrito al tema de la información telegráfica y los diversos problemas motivados por la manipulación informativa. Sin dudas, una de las cuestiones que motivó la mayor cantidad de burlas fueron las contradicciones y los sinsentido de la información que obligaban a los desmentidos posteriores. Desde las páginas de El Pueblo, Julio Franco hacía referencia a la "confusión mental" padecida por el telégrafo, una neurosis que se exteriorizaba en la enunciación simultánea de acontecimientos contradictorios:

[...] la toma de Lieja coincide con 30 mil bajas alemanas; los franceses evacuan a Mulhouse, antes de rendirla; los austríacos destruyen a Belgrado; los rusos dejan Varsovia; las escuadras se pulverizan; los aeroplanos chocan con los zeppelines y otras fantasías del corresponsal, que el encargado de la sección telegráfica de los periódicos tiene el deber de diluir con su facundia para alimentar las ansias del respetable público.57

Ante este tipo de incoherencias, fruto de las manipulaciones y la tergiversación deliberada, el semanario Caras y Caretas iba más allá y profetizaba la insania mental no ya del telégrafo sino de los lectores, sujetos a un ejercicio de lectura esquizoide y alienante de noticias falsas, desmentidas, equivocadas y malintencionadas:

El Dr. Cabret teme, y con razón, que el cuarenta por ciento de los que se han entregado con pasión a la lectura de los telegramas de la guerra, pasen a ser sus pensionistas. Se funda en ello, por la disparidad de las noticias y el abuso que se hace de desmentidos, no siendo posible en ningún modo extraer una verdad de tal cúmulo de aventuras.58

La humorada hacía referencia a Domingo Felipe Cabred (1859-1929) médico psiquiatra y sanitarista argentino, famoso por establecer en la localidad bonaerense de Open Door, cerca de Luján, un establecimiento para el tratamiento de alienados a puertas abiertas, el primero de este tipo en Sudamérica.

Incluso un género tan circunspecto como el de la información telegráfica dio lugar al humor gráfico y escrito, mediante juegos de palabras que imitaban la diagramación y el tipo de escritura de los cables, utilizando la jerga idiosincrática de esta sección. Un ejemplo de este tipo de reescritura de la información telegráfica puede verse en la sección editorial de la revista PBT de mediados de agosto que hacía referencia a la guerra imitando la escritura de las secciones telegráficas:

Sin mi responsabilidad ni garantía ahí van los "despachos" procedentes de las "despachaduras" de mis corresponsales en el "viejo" mundo, que parece haber llegado a la "senectud" y encontrarse en el periodo "agónico": San Petersburgo. El plazo para contestar el ultimátum de Alemania "expiró" a las doce. Ha sido el primer muerto de la campaña. Los "órganos" de la prensa están llenos de "notas" y "cantos" patrióticos. Se ignora quién "tocará" las consecuencias. No se da con la "tecla" para evitar el conflicto. Se ha "sostenido" un cambio de telegramas que tiene "tres bemoles", con Alemania, pero no se ha logrado un "compás de espera". De "tono destemplado" de algunos "órganos" se destacan "notas subidas".59

Dado que las revistas ilustradas se publicaban una vez por semana, es evidente que este tipo de humor entablaba un diálogo y un giño cómplice con los lectores que habían seguido los avatares de la guerra a través de los diarios y que estaban al tanto de las novedades a las que aludían más o menos crípticamente esos juegos de palabras y esas imágenes burlonas.

A su vez, a juzgar por la recurrencia con la que el humor gráfico y escrito insistía sobre esta "capacidad invectiva" de los cronistas y los redactores, es posible suponer que era un práctica frecuente la invención de cables y noticias telegráficas por parte de los diarios locales. La "invención" de ciertas noticias relacionadas con la guerra o el "retoque" sobre los textos de noticias publicadas con anterioridad parecen haber sido una de las estrategias adoptadas por algunos de los diarios porteños ante la progresiva merma de la información, ocasionada por la aplicación de la censura y la congestión de las líneas. Tal vez, estas prácticas permitan explicar por qué las secciones telegráficas se tornaban cada vez más frondosas a medida que las noticias sobre la guerra eran cada vez más exiguas e imprecisas.60

Como nadie puede preguntar por teléfono [se quejaba un anónimo comentarista de La Gaceta de Buenos Aires] ni mandar mensajeros al sitio de las operaciones, para ver lo que hubiese de verdad en lo que ocurre, los diarios se entretienen en poner de su cuenta lo que el cable no les transmite y en ofrecernos páginas enteras de episodios imposibles, que el pobre público no puede afrontar.61

Uno de esos "episodios imposibles" fue descubierto por el diario Tribuna y denunciado, no sin ironías, en un extraordinario suelto donde mencionaba haber detectado "curiosas similitudes" entre la descripción de un terreno donde probablemente tendría lugar el ansiado primer enfrentamiento entre los ejércitos alemanes y los aliados de la Entente con la descripción de la batalla de Waterloo realizada por Víctor Hugo en Los miserables:

La Nación tiene un redactor que ha visitado la llanura de Waterloo. Así lo acredita al menos un suelto excelente, aparecido en su número de ayer, describiendo el terreno donde probablemente las fuerzas anglo-franco-belgas van a librar un terrible combate contra el poderoso ejército alemán. No obstante, lamentamos sinceramente la semejanza entre ese artículo de nuestro colega y la descripción magistral que hiciera Víctor Hugo en Los miserables. Acaso se trate de un caso de memoria subconciente. Pero de todos modos convengamos que, la llanura de Waterloo no debe permanecer actualmente idéntica hasta en sus más insignificantes detalles al año en que Víctor Hugo la visitara por primera vez.62

El anónimo comentarista de Tribuna aludía a un escrito publicado en La Nación el 19 de agosto bajo el título "En el teatro de la guerra —Waterloo— La gran batalla de la hora presente". Cotejando el texto es posible afirmar que el descubrimiento de Tribuna no es tan genial como parece, pues el autor del suelto publicado en La Nación brinda ciertas pistas y menciona al pasar que "Hugo, cuya prosa y cuyos versos hicieron para la posteridad la pintura más fulgurante y más trágica de esa batalla, vio en su desenlace la mano de Dios".63 Pero también es cierto que el artículo de La Nación presenta como propios largos pasajes tomados casi literalmente de los capítulos I y II del libro primero de la segunda parte de Los miserables —en particular, la descripción de la aldea de Hougomont, del camino de Ohain y el episodio del pozo de agua que fue rellenado con los cadáveres luego de la batalla— escamoteados a Víctor Hugo y expuestos como los dichos e impresiones de un visitante reciente al mítico campo de batalla.

Este pequeño episodio revela la pervivencia de viejas prácticas de lectura recíproca así como también de antiguas formas de polémica que fueron características de la prensa periódica del siglo XIX, escenario de batallas políticas, foro de opiniones facciosas y espacio privilegiado para el surgimiento y la circulación de ensayos literarios y científicos. Esa dimensión dialógica de los periódicos porteños emerge como una de las estrategias privilegiadas por los diarios más pequeños para emprender una crítica burlona de los servicios informativos utilizados por los diarios más tradicionales y "serios" de la ciudad como La Nación y La Prensa.

En análogo sentido, una de las viñetas de la tira "La Semana Cómica", publicada por Mundo Argentino, mostraba al editor de un periódico solicitando a un operario, que se encontraba al lado de una máquina trabajando a todo vapor, más telegramas fabricados en la trastienda del diario. El dialogo entre ambos desopilante: ¡Rápido, diez telegramas! / ¿Favorables a la Triple alianza o a la Triple entente? / ¡Surtidos... surtidos!64

Otra estrategia no menos escandalosa aunque probablemente menos trabajosa que la "invención" de las noticias telegráficas parece haber sido el "retoque" en vista a una reutilización de los cables publicados con anterioridad. Una portada interna de la revista Fray Mocho ilustrada por José María Cao, hacía referencia a esta práctica condensada en la figura del "redactor modernista", que nada tenía que ver con el movimiento literario y estético impulsado por Rubén Darío a comienzos del siglo XX. En ella, un joven conversa sobre su mesa de trabajo con otro colega de la redacción sobre su nuevo empleo:

—¿Estás empleado en la redacción?
—Soy redactor modernista.
—¿Y qué es eso?
—Modernizo los telegramas de la guerra, publicados hace tres días y los vuelvo a publicar.65

Todo lo anterior demuestra que este tipo de humor no sólo fue una forma catártica de transitar la angustia y la ansiedad que producía el estallido de la guerra europea, también fue un medio para expresar una actitud crítica ante la burda y evidente manipulación de la información que publicaban los diarios porteños. Los diferentes usos y operaciones intelectuales a las que fueron sometidas las noticias telegráficas por parte de los semanarios populares y los magazines ilustrados, buscaban producir relatos alternativos de las noticias procedentes de Europa que publicaban los grandes diarios locales apelando a la reproducción total o parcial de sus contenidos, muchas veces sacados de contexto y comentados cáusticamente.

Ahora bien, independientemente de estas diferentes posturas de los periódicos locales ante esa guerra comunicacional, es posible afirmar que una de las principales consecuencias que tuvo la colaboración de las agencias de noticias con el esfuerzo bélico de sus respectivos gobiernos fue el progresivo desmoronamiento de esa geopolítica de la comunicación basada en los acuerdos previos entre las grandes agencias de noticias europeas y la Associated Press de Nueva York. Esa larga y eficaz alianza se resintió desde el momento en que estalló la Gran Guerra y perdió efectividad cuando los respectivos gobiernos acudieron a la propaganda para presentar una versión del mundo deformada y cerraron sus fronteras para el intercambio de noticias entre las Potencias Centrales y los aliados de la Entente.

Los altos costos del mantenimiento del servicio, las restricciones para recibir información de todos los países combatientes junto con las imprecisiones, las noticias falsas y los desmentidos de los servicios informativos motivaron los reclamos de los directores de los principales diarios de Buenos Aires. El 30 de agosto de 1914, Jorge Mitre, director de La Nación, se quejaba en duros términos ante los directivos de la agencia Havas en París por la negativa de entregar comunicados oficiales de Alemania a sus clientes sudamericanos porque el gobierno francés le había pedido que sólo transmitiera información oficial de los aliados. "¿Sin noticias alemanas ni austriacas en su servicio? Nos están tomando el pelo", escribió Mitre y a renglón seguido daba por finalizado su contrato con la agencia francesa.66 En su intento por obtener un servicio informativo más diverso, Mitre le ofreció a Melville Stone, director general de la Associated Press, la clientela del diario La Nación. Pero como el acuerdo previo entre ambas agencias establecía el monopolio de Havas sobre Sudamérica, a pesar de tratarse de uno de los diarios más importante del continente, los directivos de la agencia neoyorkina no pudieron aceptar esta suculenta oferta realizada por Mitre y La Nación siguió utilizando por varios años los servicios de la agencia francesa.

Si bien esas negociaciones se mantenían entre bambalinas, este hecho constituye un claro ejemplo del modo en que la Gran Guerra comenzó a erosionar y tensionar las tradicionales delimitaciones de los mercados de las comunicaciones entre las grandes agencias informativas, impulsado en parte por las búsquedas de los directivos de los principales diarios locales de servicios informativos menos tendenciosos. Los intentos de Havas por tratar de contener la expansión de las agencias estadounidenses no pudieron evitar que en 1916 la United Press de Nueva York ingresara en el mercado sudamericano de servicios comunicativos.67 De esta manera, la posición privilegiada que Havas detentaba sobre el mercado de comunicaciones sudamericano desde 1890, comenzó una declinación definitiva a manos de las agencias estadounidenses.

 

CONSIDERACIONES FINALES

En el marco de esa guerra comunicacional librada desde un primer momento sobre la opinión pública de los países neutrales, los límites entre la información y la propaganda se hicieron muy difusos. La censura ejercida por Inglaterra sobre las compañías de cables submarinos que transmitían las noticias desde Europa condicionó fuertemente la forma en que los inicios de la Gran Guerra fueron informados en Buenos Aires, mediante una manipulación de la información en favor de las armas de la Entente que generó un ambiente hostil y contrario a Alemania. Probablemente sin ser conscientes del todo, la mayoría de los diarios porteños se prestaron tácitamente a esa campaña desde sus comienzos pero también es cierto que otros como El Nacional y Tribuna, sin ser unos defensores radicales de la causa germana, denunciaron constantemente las mentiras y falsedades que transmitía el telégrafo. La puesta en marcha del diario La Unión y la apelación por parte de Alemania a otros soportes tecnológicos, como la radiotelegrafía, fueron un intento de contrarrestar esa hegemónica difusión de noticias favorables a la Entente.

La labor conjunta de las agencias de noticias europeas y las compañías de cables submarinos fue clave para difundir una versión tendenciosa sobre los orígenes del conflicto europeo, apelado a la censura y la manipulación informativa en favor de la Triple Entente. Antes que las explicaciones basadas en los vínculos económicos, demográficos y culturales que Argentina mantenía con Europa, la construcción de ese clima informativo brinda nueva claves para comprender la mayoritaria simpatía de la opinión pública porteña con las principales fuerzas de la Entente; y a su vez permite revalorizar la importancia de los meses iniciales del conflicto para el análisis de la prensa periódica y la opinión pública porteña, un periodo desatendido por la historiografía sobre las repercusiones de la Gran Guerra en Argentina.

 

Notas

1 "Comentarios", Caras y Caretas, núm. 830, Buenos Aires, 29 de agosto de 1914.         [ Links ]

2 Para un balance acerca de la historiografía sobre las repercusiones de la Gran Guerra en Argentina, véase Emiliano Sánchez, "Ecos argentinos de la contienda europea. La historiografía sobre la Gran Guerra en la Argentina", Políticas de la memoria. Anuario de investigación e información del CeDInCI, núm. 13, verano 2012/2013, Buenos Aires, pp. 163-169.         [ Links ]

3 Cf. Olivier Compagnon, L'adieu à l'Europe. L'Amérique latine et la Grande Guerre (Argentine et Brésil, 1914-1939), París, Fayard, 2013, pp. 34-35.         [ Links ] El reciente artículo de María Inés Tato, "Luring neutrals. Allied and German Propaganda in Argentina during the First World War", en Troy Paddock (ed.), World War I and propaganda, Leiden/Boston, Brill, Colección History of Warfare, vol. 94, pp. 322-344,         [ Links ] menciona tangencialmente la cuestión de las agencias de noticias europeas y el control sobre las comunicaciones por cable (pp. 326 y 333) pero se concentra principalmente en los libros y folletos editados en Buenos Aires por los organismos ligados a la propaganda aliada y germana.

4 "Lorsque la guerre éclate en Europe au cours de l'été 1914, on pourrait presque dire qu'elle passe inaperçãue tant on peine à trouver des relations de la mobilisation et des premiers combats. Même la bataille de la Marne, premier tournant militaire important qui rompt l'avance allemande vers Paris en septembre, n'est évoquée que très marginalement; quelques brèves, çà et là, évoquent ce que l'on nomme fréquemment 'les événements européens'. L'actualité argentine est dominée pendant tout le mois d'août par le décès brutal du président de la République Roque Sáenz Peña, tandis que les derniers développements de la Révolution mexicaine [... ] occupent l'essentiel des rubriques internationales dans la presse des deux pays". Cf. Olivier Compagnon, "'Si loin, si proche...' La Première Guerre mondiale dans la presse argentine et brésilienne", en Jean Lamarre y Magalí Deleuze (dirs.), L'envers de la médaille. Guerres, témoignages et représentations, Québec, Les Presses de l'Université Laval, 2007, p. 79.         [ Links ] La misma idea es reiterada en su reciente libro ("La presse, en effet, n'accorde encore qu'une place secondaire au traitement d'un conflit dont la plupart des observateurs imaginent qu'il sera bref" y "l'étude de la presse ne révèle pas une véritable mobilisation des sociétés pendant les premières semaines du conflit"), insistiendo en que, por entonces, la actualidad americana ocupaba un rol central en la prensa de Argentina y Brasil. Cf. Olivier Compagnon, L'adieu à l'Europe, op. cit., pp. 35-40.

5 Cf. Dwayne R. Winseck y Robert M. Pike, Communication and Empire. Media, Markets and Globalization, 1860-1930, Durham-Londres, Duke University Press, 2007, cap. 2;         [ Links ] y Roland Wenzlhuemer, Connecting the Nineteenth-Century World. The Telegraph and Globalization, Cambridge, Cambridge University Press, 2013, cap. 5.         [ Links ]

6 Para una descripción detallada sobre el tendido de los cables submarinos en la región, véase Jorma Ahvenainen, The European Cable Companies in South America before de First World War, Helsinki, Finnish Academy of Sciences and Letters, 2004.         [ Links ]

7 Sobre los orígenes de la telegrafía en la Argentina, cf. Horacio C. Reggini, La obsesión del hilo. Sarmiento y las telecomunicaciones, Buenos Aires, Academia Nacional de Educación, 2011.         [ Links ]

8 Pierre Frédérix, De l'agence d'information Havas a l'agence France Presse. Un siècle de chasse aux nouvelles, París, Flammarion, 1959, pp. 137-141.         [ Links ] Por su parte, Reuters obtuvo el monopolio sobre las regiones de influencia del imperio británico en África y Asia mientras que Wolff ejercía su influencia sobre los territorios de Alemania, el imperio Austro-húngaro y Escandinavia. Posteriormente, el acuerdo entre las tres grandes agencias de Europa fue ampliado incorporando a la Asociated Press de Nueva York para distribuir recíprocamente las informaciones en Europa y América.

9 Cf. Lila Caimari, "Noticias del mundo. Reflexiones sobre periodismo y tecnología a partir de la incorporación de América del Sur a la red telegráfica global, 1874-1914", ponencia presentada en el XXXII Congreso Internacional de LASA, Chicago, mayo de 2014.         [ Links ]

10 Pierre Frédérix, De l'agence d'information Havas a l'agence France Presse..., op. cit., p. 281 y Rhoda Desbordes-Vela, "L'information internationale en Amérique du Sud: les agences et les réseaux, circa 1874-1919", Les Temps des Médias, núm. 20, printemps-été, 2013, p. 132.         [ Links ]

11 Jorma Ahvenainen, The European Cable Companies... , op. cit., pp. 377-378; y Félix Lima, "Cómo nos comunicamos telegráficamente con Europa", Fray Mocho (en adelante, FM), núm. 122, 28 de agosto de 1914.         [ Links ]

12 De los 3 103 despachos, con un total de 467 745 palabras de 1913, durante el mismo mes de 1914 se habían transmitido 9 954 telegramas conteniendo 1 491 964 palabras. El servicio internacional había aumentado en igual proporción pasando de los 1 097 telegramas con 106 184 palabras en agosto de 1913 a 3 313 telegramas con 317 mil palabras en el mismo mes de 1914. Cf. "La conflagración europea", La Nación (en adelante, LN), núm. 15333, 3 de septiembre de 1914, p. 9;         [ Links ] y "Comunicaciones telegráficas. Movimiento noticioso interno e internacional", La Razón (en adelante, LR), núm. 2751, 3 de septiembre de 1914, p. 2.         [ Links ] Presumiblemente, los prestadores de estos servicios comunicarían este tipo de datos a sus clientes ya que las cifras publicadas por ambos diarios son exactamente las mismas.

13 "La guerra y la información telegráfica", La Prensa (en adelante, LP), núm. 16017, 17 de septiembre de 1914, p. 8.         [ Links ] Según Juan Rómulo Fernández, la cifra se elevó a 170 mil palabras al finalizar septiembre de 1914. Cf. Civilización argentina. La obra de La Prensa en 50 años, Buenos Aires, Talleres Gráficos L.J. Rosso, 1919, pp. 66-67.         [ Links ]

14 Miranda Lida, La rotativa de Dios: prensa católica y sociedad en Buenos Aires: El Pueblo, 1900-1960, Buenos Aires, Biblos, 2012, p. 65.         [ Links ]

15 No existen datos públicos sobre el costo de estos servicios durante los meses iniciales de la guerra pero para 1913, recibiendo un volumen de información mucho menor, La Prensa declaraba un costo mensual de $42,000 m/n. Cf. Guía Periodística, p. 72. En cuanto a los servicios de las compañías de cables submarinos, Ahvenainen constata una sensible y progresiva disminución de los costos entre 1875 y 1914. Jorma Ahvenainen, The European Cable Companies in South America before de First World War, op. cit. p. 385. Según consigna Félix Lima en su crónica sobre la visita al personal del servicio telegráfico de La Prensa, trabajaban en turnos de 8 horas diarias y cobraban un sueldo mensual de 150 pesos oro.

16 Persiste un debate acerca de si dicha acción fue realizada o no por el "Telconia". Al respecto, véase Daniel Hendrick, The Invisible Weapon: Telecommunications and International Politics, 1851-1945, Nueva York, Oxford University Press, 1991, p. 141,         [ Links ] en especial la bibliografía señalada en la nota 7, p. 150. La información fue conocida y difundida en Buenos Aires al día siguiente de la medida británica: "Los cables telegráficos en poder de Inglaterra", LR, núm. 2727, 6 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

17 Horace C. Peterson, Propaganda for war. The Campaign against American neutrality, 1914-1917, Norman, University of Oklahoma Press, 1939, pp. 12-14.         [ Links ]

18 Cf. David Welch, Germany, Propaganda and Total War, 1914-1918, Nueva Jersey, Rutgers University Press, 2000, pp. 22-29;         [ Links ] y Heidi J.S. Evans, '"The Path to Freedom'? Transocean and German Wireless Telegraphy, 1914-1922", Historical Social Research, vol. 35, núm. 1, 2010, pp. 209-233.         [ Links ] En el marco de la política comunicacional alemana durante la guerra, en 1916 fue estatizada la empresa Transocean, que pasó a depender del Ministerio de Relaciones Exteriores del Reich.

19 Katrin Hoffmann, "¿Construyendo una 'comunidad'? Theodor Alemann y Hermann Tjarks como voceros de la prensa germanoparlante en Buenos Aires, 1914-1918", Iberoamericana. América Latina, España, Portugal, vol. IX, núm. 33, Berlín, Iberoamericana/Vervuert, 2009, p. 128.         [ Links ] A finales de agosto, El Diario publicó una comunicación del Sr. Charles T.A. Bristow, miembro de la legación de Gran Bretaña en Buenos Aires, que daba cuenta de la ruta de la información radiográfica alemana y de sus receptores en Sudamérica. Según un radiograma interceptado por los británicos junto con el Deutsche La Plata Zeitung también recibía esa información el diario La Prensa aunque los textos tenían que ser "disfrazados", es decir ampliados o cambiados, a fin de diferenciarlos de aquellos que se envían al diario de la colectividad. Cf. "Servicio noticioso alemán. Telegrama interceptado", El Diario (en adelante, ED), núm. 7706, 30 y 31 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ] Al día siguiente, la denuncia fue retomada por el diario La Argentina que, en un recuadro destacado en su portada, denunciaba al diario de la familia Paz como un "órgano oficial alemán" en Buenos Aires. Si bien es cierto que La Prensa tenía una política editorial no tan apegada a la francofilia que caracterizó a otros colegas y daba cabida en sus páginas a la opinión de notorios intelectuales simpatizantes de Alemania como Estanislao Zeballos, esta denuncia jamás pudo ser fehacientemente comprobada.

20 Cf. Ministerio de Marina, Memoria del Ministerio de Marina correspondiente al ejercicio 1914-1915, Buenos Aires, Imprenta J. Weiss & Preusche, 1915, pp. 9-10.         [ Links ]

21 Véanse "Instalaciones radiotelegráficas. Los alemanes en Buenos Aires", Crítica (en adelante, CRI), núm. 407, 31 de octubre de 1914, p. 4;         [ Links ] "Violando la neutralidad. Oficina radiográfica clandestina", La Argentina (en adelante, LA), núm. 3385, 23 de octubre de 1914, p. 5;         [ Links ] "Efectos de la guerra en nuestro país. Las estaciones radiográficas en los buques de bandera argentina", LA, núm. 3433, 10 de diciembre de 1914, p. 5;         [ Links ] "Estaciones radiográficas", La Tarde (en adelante, LT), núm. 673, 20 de octubre de 1914, p. 1;         [ Links ] "Radiografía clandestina", LT, núm. 677, 24 de octubre de 1914, p. 1;         [ Links ] "Radiotelegrafía. Estaciones clandestinas", LT, 23 de noviembre de 1914, p. 3.         [ Links ]

22 Luigi Barzini, "El anuncio de la guerra cruza los mares", LR, núm. 2761, 15 de septiembre de 1914, p. 3.         [ Links ]

23 Para una mirada de conjunto sobre el desarrollo de la censura en los países combatientes, véanse los trabajos reunidos en el libro de Troy Paddock (ed.), A call to arms. Propaganda, public opinion, and newspapers in the Great War, Westport-Connecticut, Praeger, 2004.         [ Links ]

24 "La escasez de noticias telegráficas auténticas y comprobadas, nos decide a suprimir, como servicio regular, la edición extraordinaria que hemos venido dando a la circulación a las 7.30 p.m. desde el inicio de la guerra europea", ED, núm. 7689, 11 de agosto de 1914, p. 4.         [ Links ] Véanse, también, "Los cables telegráficos en poder de Inglaterra. Censura rigurosa para las noticias de la guerra", LR, núm. 2727, 6 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] y "Sin noticias", La Gaceta de Buenos Aires (en adelante, LGBA), núm. 1202, 9 de agosto de 1914, p. 3.         [ Links ]

25 "Como era de esperar, cada día se hacen más escasas las noticias de las operaciones militares y navales [... ] Todos los gobiernos interesados ponen las más serias cortapistas a las informaciones para el exterior referentes a los movimientos de sus ejércitos y escuadras porque temen que una noticia enviada de París o Londres o de Buenos Aires pueda llegar a Berlín o a Viena por la vía de Japón". "Las noticias de la guerra. Parquedad explicable", LN, núm. 15313, 14 de agosto de 1914, p. 9.         [ Links ]

26 "Que sí y que no", El Pueblo (en adelante, EP), núm. 5066, 13 de agosto de 1914, p. 2.         [ Links ]

27 "Comunicaciones telegráficas. El egoísmo de la guerra", LR, núm. 2733, 13 de agosto de 1914, p. 3;         [ Links ] y "Comunicaciones con Europa. Severidad inútil de la censura para los telegramas comerciales", LR, núm. 2738, 19 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

28 "Censura telegráfica", LR, núm. 1199, 6 de agosto de 1914, p. 4.         [ Links ]

29 "A través de los telegramas", LR, núm. 2721, 30 de julio de 1914, p. 3.         [ Links ]

30 Sobre el trasfondo militar del Plan Schlieffen y la ofensiva alemana del '14 pueden consultarse, entre otros, John Keegan, Opening Moves: August 1914, Nueva York, Ballantine, 1971;         [ Links ] Arden Bucholz, Moltke, Schlieffen and Prussian War Planning, Londres, Berg, 1991 y Terence Zuber,         [ Links ] Inventing the Schlieffen Plan. War German Planning, 1871-1914, Nueva York, Oxford University Press, 2003.         [ Links ]

31 Por supuesto que este fenómeno no era exclusivo de la prensa porteña. En Francia, el 29 de agosto de 1914, a instancias del nuevo ministro de Guerra, Alexandre Millerand, fue comunicada a la prensa francesa la situación real del avance alemán que se encontraba a poco kilómetros de París y, de hecho, el 3 de septiembre la sede del gobierno se trasladó preventivamente de París a Bordeaux, en una muestra clara de la gravedad de la situación. Cf. Michael Nolan, "Press and Propaganda in France in the Opening Moths of the Great War", en Troy Paddock (ed.), A call to arms... , op. cit, p. 63.

32 Cf. entre muchas otras, "Importantes pérdidas de los alemanes", LP, núm. 15979, 10 de agosto de 1914, p. 6;         [ Links ] "La batalla de Lieja. Grandes pérdidas de los invasores", ED, núm. 7685, 6 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] "Grandes pérdidas alemanas", ED, núm. 7687, 8 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] "20 mil alemanes rechazados en la frontera francesa", LA, 3304, 3 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] "Nuevos detalles del combate de Lieja. Regimientos enteros de alemanes son diezmados al atravesar un terreno llenos de minas", LA, núm. 3309, 8 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] "Victorioso avance de las tropas francesas en Bélgica y Alsacia", LA, núm. 3317, 16 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] "Enormes pérdidas de los alemanes en Bélgica. Soberbio gesto de Inglaterra. El avance de los rusos continúa victoriosamente. Los alemanes y austrohúngaros sufren numerosas derrotas en la toda la línea fronteriza", LA, núm 3324, 23 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] "Los austríacos son derrotados siete veces en las puertas de Belgrado", LA, núm. 3309, 8 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] e "Invasión rusa. El ejército austríaco derrotado. Gran carnicería", ED, núm. 7705, 29 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

33 "Retirada completa de las tropas imperiales", LA, núm. 3345, 13 de septiembre de 1914, p. 1;         [ Links ] "Fracaso completo del plan germano", LA, núm. 3346, 14 de septiembre de 1914, p. 1,         [ Links ] "El desastre alemán toma proporciones considerables", LA, núm. 3347, 15 de septiembre de 1914, p. 1.         [ Links ] El diario Crítica era todavía más explícito en sus titulares. A mediados de octubre resumía la situación de los ejércitos alemanes con un lacónico "Siempre p'atrás", CRI, núm. 318, 16 de octubre de 1910, p. 1.         [ Links ]

34 "Sublevación en Praga. Violenta represión", ED, núm. 7697, 20 de agosto de 1914, p. 1 y "Alemania declara la guerra a Italia",         [ Links ] El Nacional (en adelante, EN), núm. 15506, 6 de agosto de 1914, p. 5 y "La declaració         [ Links ]n de guerra de Italia a Alemania", CRI, núm. 311, 9 de octubre de 1914, p. 1.         [ Links ] En vísperas de la Primera Guerra Mundial aproximadamente 30% de los habitantes del país eran inmigrantes, un porcentaje que aumentaba notablemente en las grandes ciudades como Buenos Aires, donde cerca del 50% de la población estaba constituida por extranjeros. Cf. "La ciudad en el Censo Nacional de 1914. Tercer Censo General", Población de Buenos Aires, año 5, núm. 8, Dirección General de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, octubre de 2008, pp. 83-94.         [ Links ] En 1914 los porcentajes de la población extranjera según su origen eran los siguientes: italianos 40.6%; españoles 36.3%; franceses 3.5%; británicos 1.2%; suizos 0.6%; alemanes 1.1%; rusos 4.1%; austro-húngaros 1.7%; sirio-libaneses 2.8%. Cf. Vicente Vázquez Presedo, El caso argentino: migración de factores, comercio exterior y desarrollo, 1875-1914, Buenos Aires, Eudeba, 1971, p. 94.         [ Links ]

35 "Karl Liebknecht. Fusilado por negarse a prestar servicio", LR, núm. 2735, 15 de agosto de 1914, p. 2.         [ Links ]

36 Otra versión sostenía que el suicido era un acto de abnegación para evitar la muerte de miles de sus hombres en un asalto sin sentido. "Abnegación de un general", LGBA, núm. 1210, 19 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

37 "La guerra a través del cable. Las bombas... telegráficas", EN, núm. 15518, 18 de agosto de 1914, p. 4.         [ Links ]

38 "El senador Bernardino de Campos. No existe comprobación oficial", ED, núm. 7690, 12 de agosto de 1914, p. 2;         [ Links ] "El Dr. Bernardino de Campos. Un conflicto probable", EN, núm. 15512, 12 de agosto de 1914, p. 4;         [ Links ] "Dr. Bernardino de Campos. Muerto en Berna", LGBA, núm. 1204, 12 de agosto de 1914, p. 3.         [ Links ]

39 "Un atentado alemán", La Mañana (en adelante, LM), núm. 1289, 12 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

40 "El senador Bernardino de Campos. Ni ha sido muerto ni ha sido asaltado", ED, núm. 7691, 13 de agosto de 1914, p. 4;         [ Links ] "Asesinato de Bernardino de Campos. Desmentido oficialmente", LGBA, núm. 1205, 13 de agosto de 1914, p. 1;         [ Links ] "Cosas de la guerra. El caso del senador Campos", LN, num. 15314, 15 de agosto de 1914, p. 8;         [ Links ] "Apuntes del día", LM, núm. 1290, 13 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

41 "La guerra y las mentiras telegráficas", EN, núm. 19507, 7 de agosto de 1914, p. 5.         [ Links ]

42 "La guerra. Noticia oficial importante", LP, núm. 15984, 15 de agosto de 1914, p. 7.         [ Links ]

43 "La incomprensible confusión hecha anteayer por el venerable y anacrónico diario La Prensa, al lanzar a la circulación las especies más descabelladas y antojadizas con imperturbable solemnidad de oráculo, ha provocado en el público una sorpresa incrédula, que La Argentina ha trocado en unánime carcajada con determinar exactamente la verdadera posición de 'Saint Quintín', que se presentaba por La Prensa como inminente a sufrir un ataque de las avanzadas alemanas. La explicación dada por el diario francés de la mañana de que se trata de una pequeña localidad belga de ese nombre no nos parece satisfactoria [... ] Más lógico es atenerse a la hipótesis que patrocinamos, de una acción francesa contra el monte San Quintín, situado en las inmediaciones de Metz, punto estratégico de primer orden". Capitán Belfort, "La ofensiva francesa. El Saint Quintín de La Prensa", LA, núm. 3318, 17 de agosto de 1914, p. 4.         [ Links ] También La Gaceta de Buenos Aires se inclinaba por la localidad cercana a Metz, "La geografía y la guerra", LGBA, núm. 1207, 15 de agosto de 1914, p. 3.         [ Links ]

44 Por su parte, El Nacional comentaba con ironías esta supuesta información "oficial": "Anteayer a la tarde el telégrafo nos comunicaba otra nueva sensación. Se esperaba de un momento a otro una gran batalla entre alemanes y franceses [... ] El origen de la noticia no podía ser mejor y estaba ratificada por una comunicación oficial recibida en el Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestros representantes en Holanda. El choque tremendo debía verificarse en las inmediaciones de Saint Quintín. Aunque nuestro diplomático en Holanda, don León Guessalaga, extraña un poco el ambiente y echa a rodar cada bola como un queso del país de Guillermina, sin embargo, la noticia produjo un cierto azoramiento y gran efervescencia, sobre todo entre los alemanes aquí residentes. Ferflujten, 'tortazo francoises' scholnes. Frrrunden der Kaiser und deutsches fraterland in 'San Quintinos'. Y no era para menos, si se considera que Saint Quintín se halla en Francia a muy corta distancia de París, sólo a dos horas escasas del ferrocarril [...] Pero es que resulta que hay muchos San Quintines; tres o cuatro en Francia, uno en Filipinas, otro en Bélgica y hasta entre nosotros, si bien es sólo un modesto baratillo de la calle Moreno. El Saint Quintín belga al que se refiere el telegrama se encuentra en Brabante a corta distancia de Bruselas". "La de Saint Quintín. Gran alarma disipada. Confusión geográfica", EN, núm. 19516, 16 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

45 "Cumple pues renunciar a muchos conceptos y noticias que el cable transmite; nos limitamos a consignarlas tal como llegan, para atestiguar la existencia de las informaciones [... ] Pero no somos responsables de las omisiones que contengan por lo mismo que la censura no ha de permitir que nos lleguen más que aquellos relatos o anuncios que no perjudiquen o que convengan a las naciones censoras. En ese sentido, ha de haber una deficiencia que no nos es posible subsanar. Austria y Alemania, la contraparte de este litigio, están aisladas de nosotros [... ] Al publicar, pues, todo lo que nos llega, cumplimos con el deber de dar satisfacción a la ansiedad pública [... ] pero bueno es, en nombre de la equidad con que juzgamos los acontecimientos europeos y de la amplitud con la que servimos a nuestros lectores, fijar el criterio unilateral de la información que llega a Buenos Aires, por la deficiencia que comportaría la solidaridad con las omisiones u errores de datos o conceptos, que la censura nos obliga a aceptar, como única fuente". "Servicios telegráficos de La Razón. Agencia Havas y corresponsales especiales", LR, núm. 2730, 10 de agosto de 1914, p. 3.         [ Links ]

46 Cf. María Inés Tato, "The Battle for Public Opinion: the Argentine newspaper La Unión during the Great War", en Olivier Compagnon y María Inés Tato (eds.), Toward a history of the First World War in Latin America, Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert Verlag [en prensa]         [ Links ]. Lamentablemente, no se ha conservado en Argentina ninguna colección de esta temprana experiencia editorial de la germanofilia local.

47 "La guerra europea", suplemento especial de Ecos Gráficos. Revista mensual de artes gráficas (en adelante, EG), núm. 57-58, septiembre-octubre de 1914, p. 3.         [ Links ]

48 Hoffmann y Stocker, "Ecos Gráficos contra la mentira", EG, núm. 59, noviembre de 1914, p. 409.         [ Links ]

49 Por ejemplo, "¡Americanos!" de L. Nielsen-Deiter, publicado originalmente en el Hamburger Tageblatt, se reprodujo en Ecos Gráficos, núm. 59, noviembre de 1914, pp. 405-408 y en La Unió         [ Links ]n (en adelante, LU), núm. 5, 5 de noviembre de 1914, pp. 6-7.         [ Links ] Leonor Niessen Deiter fue una periodista alemana, corresponsal en Sudamérica del periódico liberal Koelnische Zeitung y la segunda esposa de Ernesto Quesada. Según Pablo Buchbinder, ambos se conocieron cuando la periodista le realizó una entrevista a su padre Vicente en septiembre de 1913. Por aquel entonces, Ernesto había puesto fin a su vínculo matrimonial con Eleonora Pacheco. En agosto de 1914, Quesada recibió una carta de Leonor solicitándole su colaboración en la defensa de Alemania ante la opinión pública sudamericana. Él se comprometió con esa misión y le solicitó que le enviara regularmente materiales para defender la posición alemana mientras tanto Leonor se ocuparía de hacer conocer sus trabajos en el Koelnische Zeitung. Sin embargo, ese vínculo que inicialmente estuvo sostenido en su naturaleza intelectual y cimentado por intereses y afinidades comunes, a partir de 1915 adquirió un tono amoroso. En 1919, finalizada la guerra, Deiters viajó a Buenos Aires y se unió a Quesada. Cf. Pablo Buchbinder, Los Quesada. Letras, ciencias y política en la Argentina, 1850-1934, Buenos Aires, Edhasa, 2012, p. 214.         [ Links ] En ese marco debe comprenderse la elogiosa semblanza de Leonor realizada por Quesada en la revista proalemana Germania, "Leonore Niessen Deiter", núm. 4, 16 de julio de 1915, s/p.         [ Links ]

50 "A nuestros colegas", LU, núm. 1, 31 de octubre de 1914, p. 1.         [ Links ] El artículo-programa, "Nuestros propósitos", idem. Uno de los avisos publicitarios sobre La Unión publicado en Ecos Gráficos dejaba en claro sus principales objetivos: "Propenderá al conocimiento de la verdad para contrarrestar la propaganda injusta y difamatoria que el telégrafo y la prensa inglesa, desde muchos años atrás, sistemáticamente han seguido contra la cultura alemana". "La Unión. Diario de la tarde", EG, núm. 61-62, enero-febrero de 1915.         [ Links ]

51 Cf. Sylvia Saítta, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, p. 41.         [ Links ]

52 "Que sí y que no", EP, núm. 5066, 13 de agosto de 1914, p. 2.         [ Links ] Como se ha señalado, El Pueblo no reprochaba la aplicación de la censura por parte de Inglaterra pero sí exigía una mayor destreza en su aplicación, pues "pretender que las armas de la triple Entente tengan un poder destructor infalible y las de alemanes y austríacos apenas ofendan, cual lo estamos viendo a diario, no es ni con mucho favorecer a ingleses, franceses, belgas y rusos: es a fin de cuentas crear la incredulidad del público en todas las noticias de la guerra [...] ¿Para qué impresionar el sentimiento general con noticias que luego se desautorizan? Si hay una censura, ella debería ser garantía por lo menos para la realidad de lo que anuncia". Idem.

53 "La guerra europea. Triunfo completo de los alemanes contra los ejércitos en Bélgica", EN, núm. 15520, 20 de agosto de 1914, p. 3.         [ Links ]

54 "El arte de mentir", EN, núm. 19560, 30 de septiembre de 1914, p. 1.         [ Links ]

55 Idem. En su informe de 1919 sobre la prensa argentina, Luis Maisonnave afirmaba, exageradamente, que El Nacional "[h]a sido el único diario porteño netamente germanófilo durante la guerra. En política interior es conservador". Anuario Industrial de la Nación Argentina, Buenos Aires, Benet editor, p. 12. Si bien es cierto que con el correr de los años El Nacional adquirirá un tono más marcadamente germanófilo, esa postura no estaba tan claramente definida durante los meses iniciales del conflicto. De hecho, el reconocimiento de la gravedad que implicaba el avance alemán sobre París no lo eximió de tener un altercado con uno de los principales periódicos de la colectividad germana, el Deutsche La Plata Zeitung, por un suelto "Los gestos guerreros de la monarquía", según el cual Alemania debía ser considerada como la principal responsable por el desencadenamiento de la guerra. Cf. "Deutsche La Plata Zeitung", EN, núm. 15525, 25 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

56 "Incertidumbre", LGBA, núm. 1207, 15 de agosto de 1914, p. 3.         [ Links ]

57 Julio Franco, "Pinceladas", EP, núm. 5066, 14 de agosto de 1914, p. 2.         [ Links ]

58 "Comentarios", Caras y Caretas, núm. 830, 29 de agosto de 1914.         [ Links ]

59 "Charlas del pebete", PBT, núm. 507, 15 de agosto de 1914.         [ Links ]

60 Estas prácticas no eran novedosas. Antes de que el conflicto se masificara y que los británicos impusieran la censura sobre la información telegráfica, el Emir Emin Arslan, asiduo colaborador de La Nación, advertía al público contra las informaciones alarmistas enviadas por razones políticas, económicas o por los corresponsales de guerra ávidos de una noticia sensacional y recordaba al "famoso Wogner, corresponsal de un diario de Viena, el cual no habiéndose podido incorporar al ejército búlgaro, refugiábase en un café de Sofía, donde imaginaba las batallas, enviando sus relatos a todos los ámbitos del mundo". "La nueva guerra", LN, núm. 15299, 31 de julio de 1914, p. 7.         [ Links ] Tampoco se limitaban necesariamente a un contexto bélico. En sus memorias, el experimentado periodistas José Antonio Saldías, que pasó por las redacciones de La Razón, Última Hora y fue uno de los fundadores de Crítica, menciona lo que en la jerga periodística se llamaba "inflar el telegrama": un escueto telegrama era utilizado como el esqueleto de una nota más amplia construida con los giros y los clichés característicos de la sección a la que estaba destinada la noticia inventada. Cf. La inolvidable bohemiaporteña. Radiografía ciudadana del primer cuarto de siglo, Buenos Aires, Freeland, 1968, p. 34.         [ Links ]

61 "Carrera de noticias", LGBA, núm. 1212, 21 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

62 "Víctor Hugo y La Nación", Tribuna, núm. 7162, 20 de agosto de 1914, p. 1.         [ Links ]

63 "En el teatro de la guerra —Waterloo— La gran batalla de la hora presente", LN, núm. 15318, 19 de agosto de 1914, p. 5.         [ Links ]

64 "Noticias de la guerra", Mundo Argentino (en adelante, MA), núm. 190, 26 de agosto de 1914.         [ Links ]

65 "Un nuevo oficio", FM, núm. 121, 21 de agosto de 1914.         [ Links ]

66 "Pas de communiqués allemands ni autrichiens dans vos service? Vous vous moquez de nous", citado por Frédérix, op. cit., p. 305. La traducción es mía.

67 Sobre las negociaciones de la United Press con La Nación y La Prensa véase Joe Alex Morris, Hora de cierre a cada minuto. Historia de la United Press, Buenos Aires, Ediciones Gure, 1959 [original inglés 1957], pp. 110-120.         [ Links ]

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License