SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número42PresentaciónLos destinos de las exportaciones y la neutralidad argentina durante la Primera Guerra Mundial índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Política y cultura

versão impressa ISSN 0188-7742

Polít. cult.  no.42 México Dez. 2014

 

Políticas y alianzas estratégicas en el contexto de la guerra

 

América Latina y la Gran Guerra. Un acercamiento a la cuestión

 

Mario Ojeda Revah*

 

* Investigador, Centro de Investigación sobre América Latina y el Caribe (CIALC), Universidad Nacional Autónoma de México [morevah@gmail.com].

 

Artículo recibido el 28-02-14
Artículo aceptado el 26-09-14

 

Resumen

El presente artículo analiza el impacto que la Primera Guerra Mundial tuvo sobre América Latina en diversas facetas: la dislocación del comercio trasatlántico y sus repercusiones sobre las economías latinoamericanas; la cobertura de la guerra europea por la prensa latinoamericana y la renovación que ésta experimentó al innovar por medio del envío de corresponsales de guerra, sin las mediaciones de las agencias de prensa europeas. El ensayo aborda también las distintas reacciones de los gobiernos latinoamericanos, al declarar su neutralidad o beligerancia. El trabajo señala la falta relativa de estudios sobre la cuestión y sugiere líneas de investigación relativas al tema, susceptibles de ser emprendidas.

Palabras clave: América Latina, Primera Guerra Mundial, prensa, neutralidad, beligerancia.

 

Abstract

This article analyzes the impact that the First World War had on Latin America in various facets: the dislocation of transatlantic trade and its impact on Latin American economies, the coverage of the European war by the Latin American press and the renewal experienced by it, through the innovation of sending war correspondents, without the mediation of the European news agencies. The paper also discusses the various reactions of Latin American governments, either by declaring their neutrality or belligerency. The essay draws attention to the relative lack of studies on the issue and suggests lines of research on the subject, which may be undertaken.

Key words: Latin America, First World War, press, neutrality, belligerence.

 

INTRODUCCIÓN

El impacto que provocó la Primera Guerra Mundial sobre América Latina es, todavía, una faceta desatendida de la historiografía latinoamericana. Con las excepciones notables de Bill Albert1 y Olivier Compagnon,2 quienes han contribuido de manera notable a historiar el periodo y analizar las repercusiones de la conflagración europea sobre la región, poco es lo que se ha investigado y escrito sobre el tema. En ese sentido, puede afirmarse que la cuestión permanece todavía como un campo de estudio esencialmente inexplorado.

Otras aportaciones significativas incluirían los trabajos de Ricardo M. Ortiz,3 Ricardo Weinmann,4 Juan Ricardo Couyoumdjian5 y Sidney Garambone,6 estos autores se han enfocado en aspectos puntuales, tales como el impacto económico que tuvo la guerra para ciertos países, las relaciones específicas de algunos de éstos con tal o cual potencia, la guerra vista por la prensa de cada país; o bien, como la obra clásica de Friedrich Katz, sobre las intrigas urdidas por las grandes potencias para involucrar al México revolucionario en llamas en el conflicto, o para evitar que éste lo hiciera.7

Las razones de este aparente desinterés son varias y de larga data. En primer lugar, más allá de escaramuzas precisas entre los principales contendientes que tuvieron por escenario al subcontinente, el territorio latinoamericano no pareció en un principio afectado por las acciones bélicas; con excepción hecha de ciudadanos latinoamericanos de origen alemán, francés, británico, ruso o austriaco, de un reducido contingente brasileño y un destacamento aún menor de cubanos, muy pocos latinoamericanos vieron acción en los frentes de batalla.

El territorio latinoamericano fue afectado sólo de modo marginal por las operaciones de guerra, mismas que se limitaron a batallas navales menores en torno a la Bahía de Coronel en Chile y las Islas Malvinas. La Batalla de las Malvinas fue un combate librado el 8 de diciembre de 1914 en el marco de la Primera Guerra Mundial entre la escuadra alemana, victoriosa en la anterior Batalla de Coronel del 1 de noviembre, en la que dos barcos británicos fueron hundidos por la escuadra del conde Maximilian von Spee, mientras los demás se retiraron y guarecieron en las Islas Malvinas, frente a las costas de Chile, y una escuadra británica fondeada en Puerto Argentino, en las islas Malvinas. La escaramuza terminó con victoria británica, resultando destruida la flota alemana y muerto su almirante, Von Spee, campaña de ultramar, que constituyó el único enfrentamiento naval entre las potencias rivales antes de la Batalla de Jutlandia de 1916.8

Todo ello contribuyó a fomentar la percepción de que la región no fue amenazada por el conflicto. El hecho, además, de que la América Latina fuese hasta entonces una periferia remota, cuyos destinos parecían dictados desde las metrópolis culturales, políticas y económicas de la Vieja Europa, parece haber abonado a esta despreocupación. Por último, el supuesto, tantas veces afirmado, de que los propios latinoamericanos hayan visto la guerra europea como algo distante y ajeno, que en poco o nada afectaba su vida, contribuiría a explicar, al menos parcialmente, tal olvido.

No obstante, un análisis más detenido de la cobertura que dio la prensa latinoamericana de la conflagración europea desmentiría tal desinterés y, por el contrario, revelaría hasta qué punto los acontecimientos europeos animaron no sólo un debate interno entre las sociedades latinoamericanas, sino que propiciaron una gran transformación social y cultural de las mismas.

 

PRENSA Y OPINIÓN PÚBLICA

El Mercurio de Santiago, La Nación de Buenos Aires, El Demócrata de Ciudad de México o El Dictamen de Veracruz reseñaron la guerra por medio de editoriales, corresponsalías y artículos de opinión, generando un público lector fiel y cautivo. Una nueva figura, el reportero de guerra, surgió en este preciso periodo.

Un ejemplo notable de este nuevo género periodístico-literario fue la publicación seriada por La Nación de Buenos Aires de las crónicas de Roberto J. Payró —considerado como el primer corresponsal de guerra argentino— sobre la ocupación alemana de Bélgica, tituladas Diario de un testigo, relatos que ofrecían una visión alternativa de la guerra al público porteño, en la medida en que las noticias sobre la conflagración que daban los periódicos rioplatenses provenían principalmente de las agencias de noticias europeas como Havas y Reuters.9 Un despacho de Payró, en el que se refieren las ejecuciones sumarias de diplomáticos argentinos acreditados en Bélgica a manos de la fuerza de ocupación alemana: la del vicecónsul argentino en Dinant, Rémy Himmer, fusilado por los alemanes en agosto de 1914 y de Julio Lemaire, vicecónsul y canciller del consulado general argentino en Amberes, muerto por una bomba alemana dos meses después causará una honda impresión en la sociedad argentina.10 Las reacciones al incidente no se hicieron esperar: estudiantes argentinos organizaron manifestaciones de repudio contra Alemania, llegando al extremo de apedrear la sede de la Legación alemana en Buenos Aires.11 Las represalias tampoco. Apenas un día después de la publicación de las crónicas que denunciaban la ejecución de los diplomáticos argentinos en Bélgica, el Banco Alemán Trasatlántico comunicó al administrador de La Nación que cancelaba la publicidad del banco en el diario, así como las suscripciones para sus oficinas en Buenos Aires, la casa matriz en Berlín y una sucursal en Mendoza.12

Por cuatro largos años, los públicos lectores de las grandes capitales latinoamericanas, Buenos Aires, Río de Janeiro, São Paulo y Santiago, necesariamente una élite en medio de países con sociedades fundamentalmente iletradas, se convertirían en lectores ávidos y fervorosos de las historias transmitidas por los reporteros de guerra.

En un estudio sobre la prensa mexicana, Yolanda de la Parra analiza la deformación y manipulación de las noticias sobre la guerra llevada a cabo por El Universal y El Demócrata, en su afán de predisponer la opinión pública mexicana favorablemente hacia los países beligerantes que cada uno defendía. Así, mientras el primero buscó en todo momento, desde el instante mismo de su presentación (1 de octubre de 1916), inclinar a la opinión pública mexicana hacia una postura favorable a los Aliados y en especial a los Estados Unidos; el segundo, con su postura germanófila trató igualmente de granjear la simpatía nacional para las Potencias Centrales.13 La autora sugiere que el propio presidente Carranza pudo haber financiado a El Universal, como una forma de hacer contrapeso a las tendencias antiyanquis y germanófilas de gran parte de la prensa mexicana de la época, ante las fuertes presiones del gobierno estadounidense al respecto.14

En Brasil, el embajador de ese país ante el Reino Unido, Manuel de Oliveira Lima, sumó sus funciones de diplomático con una incursión en el oficio de reportero, o como se decía entonces, reporter. En efecto, a lo largo del conflicto, Oliveira Lima publicará para el diario paulista O Estado de São Paulo una columna semanal titulada "Ecos da guerra", misma que pese a las constricciones propias de la censura de guerra, ofreció al público brasileño una visión alternativa a la de las agencias de prensa europeas, que habían ejercido hasta entonces el monopolio de la información en la América Latina.15

En Chile, El Mercurio de Santiago editorializaba en agosto de 1914, la necesidad de mantenerse neutral e imparcial en el conflicto, alegando los numerosos vínculos que unían a este país con Alemania, Francia y Gran Bretaña:

A los alemanes debemos servicios inolvidables, relaciones cordialísimas [...] a los ingleses debemos ejemplos en el mar y en los negocios. A Francia le debemos especialmente recuerdos y sentimientos íntimos.16

En términos generales, la prensa latinoamericana se refirió a los acontecimientos bélicos en Europa de modo sombrío, como una gran catástrofe que habría de precipitar a la humanidad en una grave crisis de dimensiones inéditas. Aliadófilos y germanófilos tomaron partido por el bando de sus simpatías, pero un pesimismo generalizado acerca del desenlace del conflicto fue el tono dominante de su cobertura.

 

POSICIONAMIENTOS E IMPACTOS EN LOS DIVERSOS PAÍSES

Intentar una aproximación general del impacto que la Primera Guerra Mundial tuvo sobre el conjunto de países latinoamericanos entraña una dificultad acaso insuperable. En primer lugar, por la diversidad inherente de los países involucrados17 y el grado e intensidad de la relación que guardaban entonces con las potencias europeas. En efecto, mientras que en 1914 naciones como Argentina, Uruguay y Chile concentraban el grueso de sus vínculos comerciales y financieros con tres de los países contendientes: Gran Bretaña, Alemania y Francia, países como México, Cuba, la América Central y Panamá dependían ya de manera predominante de Estados Unidos en materia de inversiones y comercio. Brasil se encontraría en una situación intermedia.18 Esto explicaría, en gran medida, las actitudes diversas tomadas por estos países ante el conflicto y, sobre todo, la reticencia argentina a renunciar a su neutralidad, habida cuenta de que una declaración de guerra, ya bien a favor de la Entente o de la Alianza, llevaría a alienar a socios económicos de primera importancia, debilitando el dinamismo de su crecimiento económico.19

Al inicio de la guerra, en agosto de 1914, todos los Estados latinoamericanos se apresuraron a proclamar su neutralidad. En Argentina el gobierno de Victorino de la Plaza declaró la misma el 4 de agosto de 1914, apenas comenzada la guerra en Europa, lo que llevó al principal dirigente de la oposición radical Hipólito Yrigoyen a definir dicha postura como "pasiva y claudicante", sustentando tales epítetos en la pasividad oficial ante casos tan graves como los fusilamientos del vicecónsul argentino en Dinant, Bélgica, Rémy Himmer, el 23 de agosto de 1914 y de Julio Lemaire, vicecónsul y canciller del consulado general argentino en Amberes, en septiembre de 1914, por parte de las tropas alemanas de ocupación,20 y la captura del buque argentino "Presidente Mitre", en noviembre de 1915, por parte de la armada británica.

Pese a la virulencia de sus ataques, una vez en el poder Yrigoyen mantuvo la neutralidad en 1916, aunque tomando distancia de su antecesor, al calificarla de "activa y altiva", distinguiéndose, de ese modo, de la "pasividad y de la claudicación" del gobierno conservador de De la Plaza.21

Yrigoyen fijó la política internacional argentina frente a la guerra de acuerdo con dos grandes líneas: garantía de la neutralidad proclamada y respeto de los derechos de libertad e independencia de los Estados neutrales, naturales a la condición de Estados soberanos. A partir del concepto wilsoniano de la paz como estado natural, para Yrigoyen la neutralidad se daba de facto al tener lugar un conflicto entre terceros y, por lo tanto, no debía ser declarada expresamente.22

La neutralidad del gobierno argentino pronto provocó fricciones en la relación con Estados Unidos. A la par, Yrigoyen tuvo que soportar fuertes presiones internas para proseguir la neutralidad argentina. En el Congreso de ese país, en ambas cámaras hubo pronunciamientos constantes en favor de la ruptura contra los Imperios Centrales y de la entrada a la Guerra del lado de los Aliados. Por la ruptura con Berlín se pronunciarían también el presidente del Comité Nacional de la gobernante Unión Cívica Radical, Rogelio Araya, el embajador en Washington, Rómulo Naón, y el ministro argentino en París, Marcelo T. de Alvear.

En febrero de 1917 una propuesta del presidente mexicano, Venustiano Carranza, a todos los países de América para que se declarasen neutrales, tuvo eco en el gobierno de Yrigoyen, el cual aparentemente entusiasmado por el proyecto mexicano convocó a los demás países latinoamericanos a un Congreso de Neutrales en Buenos Aires para estudiar los problemas que había acarreado la guerra. La delegación mexicana, encabezada por Luis Cabrera, se presentó en la capital argentina en enero de 1918, pero la reunión se pospuso sine die y nunca llegó a concretarse.23

En enero de 1917 Alemania declaró la guerra submarina ilimitada, en respuesta al bloqueo continental y a la lista negra decretada por Gran Bretaña contra las empresas alemanas o sus aliadas, a partir de marzo de 1916. Dichas compañías estaban vetadas de utilizar los servicios bancarios de transportación y comunicación británicos, fundamentales para el comercio global de principios del siglo XX.24 Un mes más tarde, el gobierno de Estados Unidos rompió relaciones con el de Alemania, protestando por la guerra submarina alemana y rompiendo de ese modo la neutralidad mantenida desde el inicio de la guerra.

Alentado por las críticas del gobierno de Yrigoyen a su antecesor Victorino de la Plaza como promotor de una política exterior "pasiva", el embajador estadounidense en la Argentina, Frederick J. Stimson, solicitó una audiencia con el entonces ministro interino de Asuntos Exteriores y ministro de Agricultura, Honorio Pueyrredón y con el presidente Yrigoyen, buscando convencer al gobierno argentino sobre la necesidad urgente de que rompieran relaciones con Berlín y Viena. Pese a sus afanes, no logró convencerlos.

En su historia económica Ricardo M. Ortiz sostiene que la neutralidad argentina tuvo que ver con el hecho de que ésta no fue entendida como una amenaza para los intereses británicos, aunque sí lo fue para los estadounidenses. De acuerdo con esta línea de razonamiento, los gobiernos Aliados europeos pretendían fundamentalmente que la Argentina les abasteciese sin interrupción de sus productos primarios, para lo cual la neutralidad argentina resultaba eficaz. Ortiz asegura que mientras Gran Bretaña indujo al gobierno argentino a mantener la neutralidad, Estados Unidos presionó para que la abandonara. Según ese razonamiento, con su actuación ambas potencias no buscaron resolver el problema coyuntural de la guerra, sino preparar su expansión posterior dentro del mercado argentino.25

Por su parte, Roger Gravil refiere cuatro causas por las que Argentina optó por la neutralidad y la mantuvo hasta el final, muchas de las cuales pueden hacerse extensivas a otros países latinoamericanos: la ingente dependencia de la economía de la región del comercio exterior, factor que obligaba a sus gobiernos a advertir como desaconsejable la disyuntiva de prescindir de cualquier socio comercial, especialmente en un contexto de guerra en el cual era más que factible la escasez de productos; la continuación del comercio con Alemania se presentaba como un recurso para evitar la dependencia respecto de Gran Bretaña o Estados Unidos; el control por parte de Alemania de importantes sectores de exportación, del cual no se podía prescindir de modo expedito sin afectar sectores clave del comercio exterior; y la existencia de una mayor simpatía popular hacia Alemania que hacia Estados Unidos, como resultado de factores económicos (tales como el vejatorio proteccionismo comercial de Estados Unidos hacia los productos agropecuarios argentinos), políticos (la oposición generalizada hacia la política panamericanista enunciada por Estados Unidos desde la Conferencia de Washington en 1889), e incluso culturales —la cosmovisión europeizante de la élite agroganadera argentina y su profunda desconfianza hacia Estados Unidos. A lo cual habría que añadir un elemento militar —aplicable, también, al ejército chileno—, el hecho de que los militares argentinos se hubieran formado y continuaran su adiestramiento bajo el modelo y concurso del ejército alemán, lo que llevó a muchos de los oficiales argentinos a oponerse a la beligerancia con Alemania.26

Basándose en la documentación británica, Gravil asegura que a Gran Bretaña le interesaba la neutralidad de la Argentina, en virtud de que ese país era una de las principales fuentes de productos primarios para el bando Aliado, lo cual avalaría la explicación de Ortiz.

En Brasil, el gobierno de Venceslau Brás declaró oficialmente su neutralidad, el 4 de agosto de 1914. Sin duda tal determinación estuvo fuertemente condicionada por la presencia en Brasil de una considerable colonia de origen alemán —cerca de 400 mil personas— ubicada predominantemente en el sur de Brasil, comunidad mal asimilada a la tierra de acogida y cuya mayoría conservaban lazos de fidelidad con el Káiser y el Reich.27 Desde su unificación, Alemania había asumido un rumbo más agresivo en su política exterior y sus nuevas ambiciones imperialistas, expresadas en la aspiración guillermina de "un nuevo lugar bajo el sol para Alemania", representaban una amenaza creíble para el Estado brasileño. Brasil fue por lo tanto reacio a ir a la guerra, sobre todo habida cuenta de la ascendencia alemana del propio canciller Lauro Müller, de quien se sospechaban inclinaciones germanófilas.

En tanto que boyante exportador de bienes primarios del Atlántico, Brasil se vio particularmente amenazado por la declaración alemana de guerra submarina sin restricciones. Pese a su neutralidad, a comienzos de la guerra Brasil se enfrentó a una situación social y económica bastante complicada. Su economía se basaba en gran medida en las exportaciones de productos agrícolas como el café y el caucho, así como a una producción industrial limitada. A medida que estos productos exportados por Brasil dejaron de considerarse necesarios por los consumidores extranjeros, los derechos de aduana e impuestos a la exportación, principal fuente de ingresos del gobierno, se redujeron drásticamente.28

Dicha crisis se agudizó aún más por el bloqueo alemán de los puertos aliados, y luego por la prohibición británica de la importación de café en Inglaterra en 1917. Los precios del caucho y del café se desplomaron. Esto se dio porque el gobierno británico decidió restringir el espacio de carga en los buques mercantes para los bienes considerados como de primera necesidad, dadas las grandes pérdidas de buques mercantes, como resultado de los ataques de los submarinos alemanes.

A pesar de su equidistancia y de la separación relativa mantenida desde los primeros años de la Gran Guerra, los devastadores efectos sobre la economía de Brasil y la guerra submarina alemana acabaron por involucrar al país en el conflicto. Sin embargo, Brasil fue proaliado todo este tiempo, a causa de su flota de buques mercantes de tamaño considerable. Ante el constante hundimiento de mercantes de los países Aliados, los buques de Brasil se hicieron cargo de sus rutas. Esto llevó a los buques brasileños a aventurarse por aguas patrulladas por los submarinos alemanes, resultando en el hundimiento de varios buques brasileños.

El 3 de mayo de 1916 el buque mercante brasileño "Rio Branco" fue hundido por un submarino alemán. No obstante, como se encontraba en aguas restringidas y registrado bajo bandera británica y la mayoría de su tripulación estaba formada por noruegos, el gobierno de Brasil no lo consideró un ataque ilegal, a pesar del escándalo público que el suceso causó. Poco después, las relaciones entre Brasil y el Imperio alemán fueron sacudidas por la decisión de Alemania de iniciar una guerra submarina sin restricciones, permitiendo que sus submarinos hundieran cualquier barco que infringiera el bloqueo.

El 5 de abril de 1917, el buque brasileño "Paraná" fue hundido frente a la costa francesa y tres brasileños murieron como resultado del ataque. En Río de Janeiro, una turba enfurecida atacó a las empresas alemanas y, el día 11, el ministro alemán Von Pauli fue expulsado y se rompieron las relaciones con Alemania, Austria-Hungría y el Imperio Otomano, pero Brasil mantuvo su neutralidad.29 Cuando Estados Unidos declaró la guerra a las Potencias Centrales, el gobierno brasileño dio un viraje de la neutralidad a la "no-beligerancia", claramente favorable a los Aliados.

Finalmente, tras la expedita destitución de Müller como canciller y su reemplazo por Nilo Peçanha, Brasil declaró la guerra a Alemania el 26 de octubre de 1917, haciendo constar que lo hacía porque Alemania "la había orillado a la guerra".30 A pesar de que no había declarado la guerra aún, Brasil envió a su Armada para patrullar el Atlántico Sur, en colaboración con las unidades navales francesas, británicas y estadounidenses. Sin embargo, ninguno de los buques de guerra de Brasil tenía capacidad de fuego antisubmarinos y, al no estar en guerra con las potencias centrales, sus barcos no debían arriesgarse a amenazas en las aguas territoriales. Finalmente, después de que los alemanes hundiesen otro barco brasileño, el "Macao", el 18 de octubre de 1917, Brasil declaró la guerra el 24 de ese mismo mes.31

Hacia mediados de 1918, Brasil envió un contingente nominal y una misión médica al Frente Occidental. Una fuerza expedicionaria brasileña estaba siendo alistada para su envío a los frentes de batalla cuando se firmó el Armisticio. Probablemente habría sido enviada a Mesopotamia, donde sus tropas estarían mejor preparadas para soportar el clima extremoso que las británicas, pero la cuestión del transporte pronto se reveló como un problema insalvable. Sin embargo, algunas misiones militares fueron enviadas a Europa y unos pocos efectivos vieron combate y fueron condecorados.

Brasil revoca su neutralidad en la guerra entre los Estados Unidos y las Potencias Centrales el 28 de junio de 1917, aunque no declara la guerra; esta medida permitió a los buques mercantes brasileños viajar en convoyes Aliados. Al mismo tiempo, los brasileños incautaron los 70 buques mercantes de los países de las Potencias Centrales internados en los puertos de Brasil. Sin embargo, la mayoría eran totalmente inservibles, bien por falta de mantenimiento, o por franco sabotaje de parte de sus tripulaciones.

Brasil fue la única nación latinoamericana cuya participación en la guerra fue más allá de una declaración simbólica de guerra. Con todo, su aportación fue más bien nominal y modesta. La Marina Armada de Brasil representó la principal contribución brasileña en el conflicto. Brasil creó la "Divisão Naval de Operações de Guerra" o "División Naval de Operaciones de Guerra", bajo las órdenes del almirante Pedro Max Fernando Frontin. La División se componía de seis naves de guerra: los cruceros "Rio Grande do Sul" y "Bahia", y los destructores de torpederos "Parahyba", "Santa Catarina", "Piahuy" y "Rio Grande do Norte". Un buque auxiliar, el "Belmonte", apoyó la operación. La división naval estaba encargada de patrullar el Atlántico en un sector triangular entre Dakar, la isla de Sao Vicente, Cabo Verde y el Estrecho de Gibraltar.32

Aunque Brasil contaba con pocas naves de guerra, la mayor parte de éstas adquiridas durante el programa de modernización naval de 1904 (dos acorazados, el "Minas Gerais" y el "São Paulo", y dos cruceros exploradores, el "Bahia" y el "Rio Grande do Sul" y diez destructores), todos construidos en los astilleros británicos, no obstante casi todos estaban en malas condiciones y ninguno estaba provisto de un sistema moderno de control de tiro, o de equipo de detección de submarinos. Con la excepción de tres submarinos, todos los buques de la marina "fueron dados de baja o declarados irremediablemente obsoletos".33

Brasil también contribuyó con dos contingentes militares que lucharon junto a los Aliados en el Frente Occidental. Un grupo de pilotos sirvió junto a la Real Fuerza Aérea británica y una fuerza equivalente en tamaño a un regimiento sirvió en el ejército francés. Un oficial del ejército brasileño, el teniente João Pessoa Cavalcanti de Albuquerque, combatió con distinción en el Cuarto Regimiento francés de Dragones, una unidad de tanques y recibió la promoción al rango de capitán por su valentía durante la guerra.

El 18 de agosto de 1918, Brasil envió una misión médica a Europa bajo el mando del general Napoleão Aché. Sin embargo, la epidemia de gripe española dio de baja a los miembros de las misiones médico-militares de Frontin y de Nabuco Gouveia, después de que hubieran atracado en Freetown, Sierra Leona, y en Dakar, Senegal, antes de que pudieran participar en apoyo de las operaciones de combate en Francia. El equipo, compuesto de 82 miembros de personal médico, llegó en septiembre a Marsella y se disolvió en febrero de 1919. No obstante, la más importante ayuda brasileña al esfuerzo bélico de los Aliados fue alimentaria, particularmente carne bovina, frijoles y azúcar. Otra fue el uso por parte de los Aliados de los barcos incautados a Alemania.

México, inmerso en su propia guerra civil, a través del precario gobierno de Carranza, apenas asentado en el poder, declaró su neutralidad ante el conflicto europeo. El ascenso de Carranza a la presidencia y la oposición a éste de las demás facciones revolucionarias sumió a México en una guerra civil e hizo de aquel país la parte más vulnerable de Estados Unidos y una especie de "Balcanes de América Latina", a decir de Barbara Tuchman, en el que las intrigas, tanto japonesas como alemanas, supondrían un permanente desafío para el gobierno de Wilson.34

Las primeras tentativas de acercamiento alemán respecto al gobierno mexicano habían tenido lugar en febrero de 1914, cuando Wilson levantó el embargo de armas a Carranza, lo que puso en aprietos al gobierno de Victoriano Huerta. Fue entonces que el ministro de Alemania en México, el almirante Paul von Hintze ofreció ayuda militar alemana contra los rebeldes. De hecho, fue el arribo a costas mexicanas de cajas conteniendo rifles y municiones provenientes de Hamburgo, lo que finalmente decidió a Wilson a enviar a los marines a ocupar el puerto de Veracruz.35 El desembarco de los marines estadounidenses en Veracruz había tenido lugar en abril de 1914, ocupación que se extendería hasta noviembre de ese mismo año.

En febrero de 1915 un Huerta destronado fue contactado en su exilio barcelonés por el agente alemán, Franz von Rintelen, ofreciéndole el apoyo del Reich para restaurarlo en el poder, con la esperanza de que cobrara venganza de Wilson e iniciara una guerra con Estados Unidos que mantuviera convenientemente para Alemania el flujo de municiones norteamericanas lejos de los Aliados.36

Desde el inicio de la guerra, Alemania buscó la manera de que Estados Unidos no se involucrara en el conflicto, y una guerra entre este último y México parecía la estrategia idónea para conseguir dicho fin. Otra ventaja añadida sería la destrucción de sus pozos petroleros, toda vez que Gran Bretaña dependía del suministro petrolero mexicano para su Armada. Los pozos petroleros cerca de Tampico se hallaban en un territorio controlado por el caudillo Manuel Peláez, a quien las compañías petroleras pagaban protección. Cuando Carranza amenazó con atacar a Peláez, las compañías temieron la posible destrucción de los pozos petroleros.37

Alemania tuvo varios acercamientos con Peláez; sin embargo, a partir de 1916 cambió su postura, pese a que Carranza desconfiaba de los alemanes por el apoyo que habían dado a Huerta. Cuando Estados Unidos envió la Expedición Punitiva a México, Carranza acentuó su posición proalemana y nombró como agregado militar en Berlín al mexicano Arnoldo Krumm Heller.

Friedrich Katz ha narrado de modo inmejorable las intrigas de las grandes potencias para arrastrar a México al conflicto armado, o evitar que lo hiciera. Baste recordar, para los propósitos del presente trabajo, que Arthur Zimmermann, ministro de Exteriores alemán, había enviado el 16 de enero 1917 un mensaje cifrado al embajador alemán en Washington, Heinrich von Eckhart, en el que planteaba una propuesta de alianza para la paz y la guerra a México, ofreciendo apoyo financiero y facilidades para que dicho país recuperase los territorios perdidos en la guerra de 1847, así como la posibilidad de hacer extensiva dicha alianza a Japón. Es evidente que de haber aceptado la propuesta, Carranza habría tenido que enfrentarse con sus propios recursos a una guerra catastrófica con Estados Unidos, en un momento en el que el país estaba materialmente devastado. El servicio secreto británico descifró el mensaje e informó de su contenido a Washington, lo que finalmente precipitó la entrada de Estados Unidos a la contienda.

Cuando finalmente Estados Unidos declaró la guerra a Alemania, Carranza proclamó que México mantendría una neutralidad estricta, en un comunicado con referencia crítica a su vecino del Norte.38 Esa actitud le granjeó animadversión en Estados Unidos, pues existía la sospecha generalizada en amplios círculos estadounidenses de que el capital alemán financiaba a Carranza y de que éste era un peón al servicio de Alemania. Hay que decir que, en general, los mexicanos simpatizaban con Alemania, debido a las injurias e intervenciones armadas de las que había sido víctima por parte de los Estados Unidos desde 1847 y de nueva cuenta en 1914 y 1916.

Pese a las intensas presiones a las que fue sometido su gobierno por parte de las grandes potencias, Carranza tuvo la habilidad de sortear tanto las tentaciones como las acechanzas de éstas. De tal suerte que en su informe del 15 de abril de 1917 ante el Congreso de la Unión pudo declarar que:

Es, pues, un hecho que la República Mexicana está en paz y en armonía con todas las naciones extranjeras, proponiéndose con mayor empeño restablecer y cimentar su tranquilidad interior sobre las bases de los principios y reformas proclamadas por la Revolución.39

La neutralidad en Chile no fue tan impopular como lo fue en Argentina. El país austral había diversificado de tal modo su comercio exterior con tres de los principales contendientes, de quienes provenían también la mayor parte de las inversiones foráneas. Por lo tanto cabe hablar de una neutralidad pragmática en el caso chileno. Además, el ejército chileno, reorganizado por oficiales alemanes, era abiertamente progermánico.40 La presencia en el Sur del país de una importante colonia de origen alemán hacía impensable también una adhesión a la causa Aliada. El anuncio por Alemania de que habría de proseguir una guerra submarina irrestricta puso en predicamento la neutralidad chilena. Tras la Batalla de Coronel, librada en aguas territoriales chilenas, este país presentó a la Wilhelmstrasse cuatro notas sucesivas de protesta por violación de su neutralidad.41 Pese a tales desencuentros, Chile mantendría su neutralidad hasta el final del conflicto.

Las repúblicas de América Central y el Caribe fueron oficialmente proaliados. Evidentemente, Panamá y Cuba eran protectorados de tratados, y Haití, la República Dominicana y Nicaragua eran protectorados de facto —por lo que sus declaraciones de guerra o de ruptura de relaciones con Alemania fueron enteramente subordinadas a los designios estadounidenses.

El Congreso cubano hizo suya la petición formulada por el presidente Mario Menocal a unirse a los Estados Unidos. Como fundamento de su decisión, Menocal declaró que la situación geográfica de Cuba no permitiría una neutralidad permanente, en la medida en que Estados Unidos estuviera involucrado en la guerra.42 El azúcar cubano se convirtió en un bien escaso y preciado durante la guerra. La sujeción de Cuba respecto a Estados Unidos hizo posible que su azúcar fuera puesto al servicio de los Aliados. La entrada de Cuba también hizo virtualmente imposible que submarinos alemanes operasen en el Caribe, mientras que el potencial de sabotaje alemán fue conjurado mediante la reclusión de un gran número de ciudadanos alemanes y austriacos en campos de concentración. Un proyecto de ley de conscripción obligatoria fue promulgado y 25 mil soldados cubanos estaban listos para su envío a Francia cuando el Armisticio tuvo lugar. Una unidad de un hospital de 100 médicos y enfermeras cubanos fue equipada y enviada al frente occidental.

La razón principal de ser de Panamá era la existencia del Canal y la existencia de ambos se debía exclusivamente a Estados Unidos. Cuando Estados Unidos declaró la guerra contra Alemania, el presidente de Panamá, Ramón Valdez, rompió relaciones diplomáticas con Alemania e hizo expulsar ipso facto a todos los representantes de aquel país. También anunció que cualquier complot por parte de agentes alemanes contra el Canal repercutiría en represalias para los residentes de germanos en el país.

Santo Domingo había sido ocupada por los marines de Estados Unidos desde finales de 1916 y por lo tanto su gobierno se vio obligado a romper relaciones diplomáticas con Alemania, cuando los Estados Unidos declararon la guerra. En Nicaragua, ocupada desde 1912, la situación fue exactamente la misma: ruptura de relaciones en abril de 1917 y una declaración de guerra un año después.

El presidente hondureño Francisco Bertrand siguió el ejemplo de los Estados Unidos y rompió relaciones con las Potencias Centrales al mismo tiempo que Nicaragua. En julio de 1918 ambos países centroamericanos se convirtieron en los últimos en el mundo en declarar la guerra.

El presidente de Costa Rica, Federico Tinoco, tuvo sus propias razones para declarar la guerra a Alemania: Tinoco había tomado el poder mediante un golpe de Estado, lo que llevó al gobierno de Wilson a negarle el reconocimiento diplomático; buscando obtenerlo, Tinoco rompió relaciones con Alemania en septiembre de 1917 y declaró la guerra en mayo de 1918. Tras la ruptura de relaciones todos los residentes alemanes y austriacos en Costa Rica fueron internados en campos de concentración. A pesar de sus obsecuentes tentativas, Tinoco no consiguió su cometido, pues Estados Unidos siguió negando el reconocimiento a su gobierno, e incluso maniobró para evitar que Costa Rica participara en la Conferencia de Paz de París.43

Al igual que Tinoco, el presidente de Guatemala, Manuel Estrada Cabrera, tuvo sus propios motivos para declarar la guerra a Alemania. Durante los últimos 20 años Alemania había ganado el control sobre las ricas tierras de café, introduciendo métodos científicos para su producción, por lo que súbditos alemanes llegaron a controlar cerca del 50% de la economía guatemalteca. Cabrera, un dictador despiadado a la antigua usanza caudillista, admiraba sin reservas el prusianismo, pero quiso liberar al este de su país del dominio alemán. Además, Cabrera no deseaba enemistarse con Estados Unidos porque había visto que otros presidentes centroamericanos —demasiado torpes o audaces para el gusto de Washington— habían sido derrocados. La excusa fue presentada por el ministro alemán Kurt Lehman, quien había participado activamente en las intrigas contra los Estados Unidos en todos los países centroamericanos, tramas que buscaban fomentar una invasión mexicana de Guatemala, y revueltas en el resto de la región para desviar la atención estadounidense de Europa hacia América Central. Cuando dichas maquinaciones fueron descubiertas, Cabrera rompió relaciones con Alemania y ofreció los puertos de Guatemala y los ferrocarriles para el uso de los Estados Unidos. Un año más tarde la Asamblea de Guatemala votó casi por unanimidad la declaración de guerra contra Alemania.44

El Salvador fue neutral pero ofreció el uso de sus puertos a los Estados Unidos cuando éste declaró la guerra. Su presidente Carlos Meléndez subrayó que se trataba de una "neutralidad amistosa".

Los países sudamericanos más pequeños tuvieron sus propias razones para romper relaciones con Alemania, o bien, para permanecer neutrales. Bolivia y Perú rompieron relaciones con las Potencias Centrales con la esperanza de congraciarse con Estados Unidos y con la expectativa de que Washington apoyase sus demandas revisionistas sobre las tierras que les habían sido arrebatadas por Chile durante la Guerra del Pacífico de 1879.45

Dichas expectativas fueron defraudadas, pero económicamente ambos países salieron beneficiados. La industria del estaño boliviano prosperó gracias a la demanda británica del metal para sus necesidades de guerra.

Gracias al cobre, algodón, caucho, petróleo y el guano, las clases acomodadas del Perú disfrutaron de una fuerte bonanza durante dos o tres años. Al final, fueron las provocaciones alemanas debidas a la guerra submarina irrestricta las que les empujaron a dar el paso a la beligerancia. En 1916 fue torpedeado un barco holandés neutral que llevaba al ministro boliviano en Alemania y a su familia; un año después las clases altas y los intelectuales del país seguían indignados, por lo que cuando Estados Unidos declaró la guerra, Bolivia rompió relaciones.

Cuando el buque peruano "Lorton" fue hundido en febrero de 1917 frente a las costas españolas y Alemania se negó a ofrecer un desagravio, el congreso peruano, disgustado porque Argentina, a diferencia de Perú, había recibido satisfacciones por parte de Berlín, votó abrumadoramente por la ruptura con Alemania.46 El gobierno peruano incautó nueve barcos alemanes, mismos que fueron objeto de sabotaje por sus tripulaciones.

En Uruguay hubo temor sobre los alemanes residentes al sur de Brasil, quienes habían voceado abiertamente durante largo tiempo sus planes de invadir la república oriental y hacerla parte del imperio alemán. La publicación por el Departamento de Estado norteamericano de los despachos del ministro alemán en Buenos Aires, Karl von Luxburg al canciller Zimmermann, reveló a los argentinos la disposición del Alto Mando alemán de destruir a los buques mercantes "sin dejar huella", lo que implicaba el asesinato a sangre fría de los supervivientes en los botes salvavidas.47 La opinión pública argentina pudo enterarse, también, de la opinión de Luxburg sobre su presidente y su canciller, Honorio Puerrydon, a quien Luxburg describía como un "asno y un anglófilo".48

En Uruguay, el presidente Feliciano Viera revocó la neutralidad uruguaya en el momento mismo en que Estados Unidos declaró la guerra y el Congreso le otorgó facultades para romper relaciones con Alemania y enajenarse de ocho buques alemanes surtos en el puerto de Montevideo. Cuando Brasil revocó su neutralidad, el gobierno de Uruguay anunció que el principio de la solidaridad interamericana normaría el criterio de su política exterior.49

Paraguay, un país pobre y sin salida al mar, no prestó mucha atención a los asuntos extranjeros y permaneció neutral, a pesar de que la exigua población blanca que gobernaba el país tenía simpatías proaliadas y de que el gobierno anunció que Paraguay apoyaría la posición de Estados Unidos.

Colombia fue rigurosamente neutral debido al hecho de que Estados Unidos se había unido a los Aliados. Dicha nación, todavía resentida por la ayuda que Estados Unidos había prestado a la "revolución" panameña, se negó a acompañar en una aventura bélica a quien había mutilado su territorio. La neutralidad de Venezuela no fue bien recibida por los Aliados, ya que fue estricta, al insistir en el mantenimiento de buenas relaciones con todos los beligerantes. Durante un tiempo, el dictador Juan Vicente Gómez permitió a los alemanes usar sus radios sin impedimentos en Maracaibo, lo cual llevó a los Aliados a acusarlo de ser favorable a las Potencias Centrales. Al final, las versiones acerca de las veleidades proalemanas de Gómez resultaron falsas, producto de las intrigas de sus adversarios.50

Ecuador rompió sus relaciones con Alemania a causa de la incompetencia de un "diplomático" y no por temor de los submarinos alemanes, Ecuador era una nación pequeña, pacífica y sin una marina mercante de importancia. Cuando Perú expulsó al ministro alemán en Lima, el doctor Perl, éste se trasladó a Quito y anunció que también era ministro alemán ante Quito. El gobierno ecuatoriano nunca fue notificado de tal nombramiento por Berlín por lo que se negó a recibirlo. No obstante, Perl actuaba como si tuviera estatus diplomático en los actos oficiales, irrumpiendo incluso en recepciones a las que no había sido requerido, mientras trataba a la burocracia ecuatoriana con indisimulado desprecio. Su comportamiento grosero alienó aún más a la opinión pública ecuatoriana, de por sí inclinada hacia los Aliados, lo que llevó a su expulsión inmediata.51

 

CONSECUENCIAS PARA LA REGIÓN EN SU CONJUNTO

De este modo, para julio de 1918, ocho naciones latinoamericanas —Brasil, Costa Rica, Cuba, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Panamá— se habían unido a la causa Aliada, en tanto que Bolivia, Ecuador, la República Dominicana, Perú y Uruguay se limitaron a romper relaciones diplomáticas con las Potencias Centrales. El resto de los países latinoamericanos —de manera notable Argentina, Chile y México— mantuvieron su neutralidad hasta el final de la contienda, pese a las presiones estadounidenses.52 En su decisión fue evidente el análisis de que una mayor influencia de Estados Unidos en la región habría de suponer una nueva escalada del imperialismo estadounidense en la región, patente en casos tan recientes como la apertura del Canal de Panamá en 1914, la ocupación de Veracruz por los marines ese mismo año, o las intervenciones militares en Cuba, Nicaragua y Haití.

Las naciones de América Latina que habían declarado la guerra o que habían roto relaciones con Alemania fueron invitadas a la Conferencia de Paz de París, donde, sin embargo, fueron poco más que espectadoras, al negárseles voz y voto en la discusión de los acuerdos de paz, limitándose a dar su apoyo al "gran proyecto" de Wilson de una Liga de Naciones. Diez Estados latinoamericanos se convertirían en miembros fundadores de la organización y otros seis fueron invitados a adherirse al Pacto de la Liga.

Con el tiempo, todas las naciones latinoamericanas se convirtieron en miembros de pleno derecho —al menos por un tiempo. Estados Unidos nunca se unió, y esta abstención planteó serias disyuntivas para las naciones de América Latina y del sistema interamericano. Más allá del idealismo y del prestigio derivado, el mayor incentivo para que los países latinoamericanos se unieran a la Liga fue el artículo X del Pacto, que garantizaba la integridad política y territorial de sus miembros. Esto, esperaban muchos de ellos, serviría como contrapeso a la hegemonía hemisférica de Estados Unidos.

Olvidada por la historiografía del siglo XX latinoamericano, la Primera Guerra Mundial se presenta, no obstante, como un momento fundamental para la América Latina contemporánea. Al término de la contienda, la Europa derruida de la posguerra dejó de ser vista por los latinoamericanos como símbolo de la modernidad y como un modelo a seguir. Fue precisamente entonces cuando comenzaron a resurgir los nacionalismos en América Latina. En ese despertar, la centralidad parisina se irá diluyendo poco a poco a lo largo del siglo XX, para ceder protagonismo a otras capitales: México, La Habana, Buenos Aires o Barcelona, como nuevos centro de propagación de ideas de la intelectualidad latinoamericana.53 Ejemplos de ello, serán el muralismo mexicano, la escuela uruguaya de Joaquín Torres García, las vanguardias culturales brasileñas, suscitadas por la Semana de Arte Moderno de Sao Paulo de 1922, como el movimiento antropofágico, o argentinas como los grupos Florida y Boedo, por citar unos cuantos.54

El papel desempeñado por la hecatombe europea en el surgimiento de las vanguardias latinoamericanas fue fundamental, aunque sigue siendo un tema poco estudiado. Para muchos intelectuales latinoamericanos que habían profesado una veneración ofuscada a Europa como foco de todas las modernidades y núcleo de la civilización, la guerra europea fue interpretada como el suicidio del Viejo Continente, que pretendía guiar el mundo mientras inmolaba a diez millones de sus hijos en las trincheras. Al romper con las lógicas tradicionales de imitación de los modelos europeos, las décadas de 1920 y 1930 correspondieron en América Latina a la búsqueda de identidades propias, tanto política como culturalmente hablando.

Si bien América Latina, en tanto región, no se vio directamente involucrada en la Primera Guerra Mundial y varias naciones latinoamericanas mantuvieron su neutralidad, las condiciones de guerra, no obstante, aceleraron varias tendencias ya en curso antes de la guerra, entre ellas el ascenso de las clases medias urbanas en varios países de América Latina y la llegada al poder de gobiernos representativos de dichas clases, tales como los de Hipólito Yrigoyen en Argentina o Jorge Alessandri en Chile.55 En Brasil, la maquinaria política de la Vieja República, que había funcionado hasta entonces relativamente sin problemas, comenzó a fallar. La cultura política del café com leite comenzó a ser blanco de las críticas de diversos sectores de la sociedad, especialmente entre una nueva generación de la élite nacida bajo la República Velha, que denunciaba la manera corrupta en la que los políticos dirigían el país. Muchos atribuían el origen de estas prácticas a la época de los fundadores de la República, a quienes acusaban de haberle impuesto a Brasil un liberalismo para el que el país no estaba preparado.56

En la Conferencia de Paz de París, Brasil desempeñó un papel decoroso, pero modesto, bajo el liderazgo del político y jurista Epitacio Pessoa da Silva, quien poco más tarde sería presidente de Brasil. La delegación brasileña, apoyada por Estados Unidos, obtuvo buenos resultados respecto de sus reivindicaciones. Las principales preocupaciones del Brasil en la cumbre tuvieron que ver con el pago de la incautación alemana de café brasileño en Alemania y Bélgica, y sobre el destino final de los 70 barcos alemanes incautados en Brasil después de la declaración de guerra y que Francia reclamaba para sí. El expediente del café fue incluido en el Tratado de Versalles como una de las deudas que Alemania debía pagar y, tras intensas negociaciones, Brasil consiguió conservar los barcos confiscados.57

Cuando el Congreso de Estados Unidos se negó a unirse a la Sociedad de las Naciones, Brasil aprovechó la ocasión para presentarse a sí mismo como la principal potencia del hemisferio occidental en esa organización y con ello obtuvo un asiento en el Consejo de Seguridad de la recién establecida Sociedad de las Naciones.58

La Gran Guerra y su conclusión supusieron el fin de la preponderancia económica, política y cultural de Europa en la América Latina y su relevo por la nueva hegemonía estadounidense. La guerra en Europa dislocó el comercio trasatlántico, lo que provocó graves conflictos sociales en toda América Latina, derivados del desempleo, la escasez y la carestía resultantes. Con la reconversión de las economías europeas hacia las actividades directamente ligadas con la guerra decreció el abastecimiento de productos manufacturados y, además, aumentaron los precios, lo que afectó la vida cotidiana de todos los países durante cuatro años y medio. Así surgieron huelgas y movimientos sociales que protestaban contra el alza de precios y que vinculaban abiertamente la deprimida situación económica y social con el contexto bélico europeo (por ejemplo durante las manifestaciones del 1 de Mayo de 1915 en las grandes ciudades brasileñas).

Por otra parte, se dio un crecimiento económico considerable en algunos países como Argentina, que vendía sus cereales y su carne a los Aliados; sin embargo, las economías latinoamericanas fueron afectadas por las dificultades del comercio trasatlántico y por la disminución del precio de productos suntuarios como el café. Evidentemente, muchos empleos fueron destruidos, lo que implica que los años 1914-1918 fueran socialmente arduos para América Latina. Adicionalmente, Europa canceló abruptamente las emisiones de capital a América Latina, lo que propiciaría el ingreso de entidades financieras estadounidenses a la región.

Con la excepción de Argentina, nación a la que muchos historiadores consideran como el "Sexto Dominio" británico o como "una Australia donde se habla español" hasta el final de la década de 1930, la primera consecuencia económica de la guerra fue el desplazamiento de Gran Bretaña por Estados Unidos como primer socio comercial y primer inversor financiero en todos los países de la región.59 La preeminencia británica en materia de inversión extranjera en América Latina no fue, de hecho, seriamente cuestionada antes de la Primera Guerra Mundial. Se calcula que hasta 1913 las inversiones británicas representaban 999.2 millones de libras esterlinas, en comparación con 339 millones de libras esterlinas para los Estados Unidos, 329 millones para Francia y 185 millones de libras esterlinas para Alemania.60

 

CONCLUSIONES: LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN ABIERTAS

Otras posibles repercusiones merecerían ser estudiadas con mayor profundidad. Ciertamente, una secuela colateral de la Gran Guerra, la caída del zar de todas las Rusias y las subsecuentes revoluciones de febrero (marzo) y (octubre) noviembre de 1917, tuvieron un gran impacto sobre la América Latina en su conjunto. Es evidente que la Revolución de Octubre atrajo la atención de la intelectualidad reformista de América Latina, justo cuando la dislocación de las economías de la región estaba generando un desempleo masivo y una conflictividad laboral cada vez más militante. Esto había desencadenado un nacionalismo económico asertivo entre un sector pequeño pero importante de las élites latinoamericanas. En un contexto de búsqueda de un modelo alternativo que pudiese resolver las contradicciones económicas y sociales de la región, los acontecimientos en Rusia crearon la impresión, entre muchos, de una solución a los graves problemas sociales, aparentemente exitosa, al alcance de la mano.

Baste recordar, en ese sentido, el titular del primer número del diario mexicano Excélsior, establecido en plena guerra europea, el 18 de marzo de 1917 y que, a la postre, se convertiría en el periódico mexicano más importante del siglo XX: "Vientos republicanos soplan sobre el Imperio moscovita", o bien, el pronto surgimiento de partidos comunistas en la región: el Partido Comunista Argentino (PCA), establecido en marzo de 1918, el Partido Comunista Mexicano (PCM, en noviembre de 1919), y los partidos comunistas de Chile (PCCh) y Brasil (PCB), ambos de 1922. De éstos, sólo el PCCh y el PCB adquirirían alguna significación, en tanto que el PCA y el PCM serían mayormente marginales.61

Otra potencial repercusión de la Gran Guerra sobre América Latina para un estudio posterior tendría que ver con la posible influencia de las sufragistas —movimiento social directamente ligado a los cambios profundos legados por la Gran Guerra en las respectivas sociedades europeas— sobre la concesión del voto a sus contrapartes latinoamericanas. El hecho de que las mujeres hayan obtenido dicha potestad de manera relativamente tardía en América Latina —1927 en el Uruguay, 1929 en Ecuador, 1932 en Brasil, 1947 en Argentina y 1954 en México—, es decir, dos o tres décadas después de que alemanes, británicos y estadounidenses concedieran el derecho al sufragio a las mujeres, ha desalentado la iniciativa de trabajos sobre dichas conexiones, a pesar de que innumerables testimonios históricos dan cuenta de tales vínculos.

Baste citar, a modo de ejemplo, las invectivas recibidas por las feministas uruguayas en la década de 1930, cuando las fundadoras del Partido Independiente Demócrata Feminista fueron tildadas como el "hazmerreír de la política uruguaya, al imitar los modos grotescos de la célebre señora (Emmeline) Pankhurst, la muy caricaturizada sufragista inglesa".62

Finalmente, la guerra europea provocó, por razones obvias, la interrupción del flujo migratorio de Europa hacia países latinoamericanos tales como Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, tendencia que había sido constante desde la década de 1880. Inversamente, muchos emigrantes de origen europeo abandonaron las tierras latinoamericanas de acogida para integrarse a los ejércitos de sus países de origen. Muchos nunca volverían. Ese hecho provocaría, a su vez, nuevos reacomodos internos, tanto políticos como económicos y sociales en los distintos países que bien ameritarían ser objeto de análisis de nuevas pesquisas.

Otros temas, tales como el resurgimiento del nacionalismo económico y cultural, el incremento de la conflictividad laboral y el consiguiente desarrollo sindical, o bien la repercusión de la guerra sobre el arte y la literatura latinoamericanos merecen ser abordados por los investigadores y estudiosos de las ciencias sociales y las humanidades. A lo largo del presente trabajo se ha intentado mostrar que el impacto de la Primera Guerra Mundial ha sido una cuestión todavía poco estudiada y que, no obstante, ofrece una veta riquísima para la investigación.

 

Notas

1 South America and the First World War: The Impact of the War on Brazil, Argentina, Peru and Chile, Cambridge University Press, 2002.         [ Links ]

2 L'adieu à l'Europe. L'Amérique latine et la Grande Guerre (Argentine et Brésil, 1914-1939), París, Fayard, Collection "L'épreuve de l'histoire", 2013.         [ Links ]

3 Historia económica de la Argentina, 1850-1930, Buenos Aires, Raigal, 1955.         [ Links ]

4 Argentina en la Primera Guerra Mundial: neutralidad, transición política y continuismo económico, Buenos Aires, Biblos, Fundación Simón Rodríguez, 1994.         [ Links ]

5 Chile y Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial y la posguerra, 1914-1921, Santiago, Andrés Bello, 1986.         [ Links ]

6 A Primeira Guerra Mundial e a imprensa brasileira, Río de Janeiro, Mauad Editora, 2003.         [ Links ]

7 La guerra secreta en México: Europa, Estados Unidos y la Revolución Mexicana, México, Era, 1998.         [ Links ]

8 Michael McNally, Coronel and Falklands 1914: Duel in the South Atlantic, Oxford, Reino Unido, Osprey Publishing, 2012, pp. 87-90.         [ Links ]

9 Emiliano Gastón Sánchez, "Ser testigo de la barbarie. La ocupación alemana de Bélgica a través de las crónicas de Roberto Payró en el diario La Nación," VI Jornadas de Jóvenes Investigadores. Instituto de Investigaciones Gino Germani, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2011, pp. 7-10 [http://webiigg.sociales.uba.ar/iigg/jovenes_investigadores/6jornadasjovenes/EJE%205%20PDF/eje5_sanchez.pdf], fecha de consulta: 8 de enero de 2014.         [ Links ]

10 Roberto J. Payró, "Dos representantes argentinos muertos en la guerra", La Nación, Buenos Aires, 7 de octubre de 1914.         [ Links ]

11 Emiliano Gastón Sánchez, "Ser testigo de la barbarie...", op. cit., p. 16.

12 Idem.

13 Yolanda de la Parra, "La Primera Guerra Mundial y la prensa mexicana", en Álvaro Matute (ed.), Estudios de historia moderna y contemporánea de México, México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, vol. 10, 1986, pp. 155-176.         [ Links ]

14 Idem.

15 Olivier Compagnon, "Si loin, si proche... La Première Guerre mondiale dans la presse argentine et brésilienne", en Jean Lamarre y Magali Deleuze, L'envers de la médaille. Guerres, témoignages et représentations, Québec, Presses Universitaires de Laval, 2007, pp. 77-91.         [ Links ]

16 El Mercurio, Santiago de Chile, 1 de agosto de 1914, citado en Juan Ricardo Couyoumdjian, Chile y Gran Bretaña: durante la Primera Guerra Mundial y la posguerra, 1914-1921, op. cit., p. 49.         [ Links ]

17 Véase, en ese sentido, Marshall C. Eakin, "Does Latin America Have a Common History?", en Vanderbilt e journal of Luso-Hispanic Studies, vol. 1 (2004) Rethinking the Americas: Crossing Borders and Disciplines, pp. 29-30 y 39-42.         [ Links ]

18 El primer destino de las exportaciones argentinas era Gran Bretaña con 25% del total, el segundo Alemania, con 11%. Brasil enviaba 36% a Estados Unidos, 14% a Alemania y 12% a Reino Unido. En contraste, véanse al respecto, Victor Bulmer-Thomas, The Economic History of Latin America since Independence, Cambridge University Press, 2014, pp. 168-170;         [ Links ] Gerd Hardach, The First World War, 1914-1918, University of California Press, 1981, p. 270.         [ Links ]

19 Olivier Compagnon, "Neutralité et engagement de l'Amérique latine entre 1914 et 1918", en Relations Internationales, núm. 137, 2009, pp. 33-34.         [ Links ]

20 Roberto Payró, "Dos representantes argentinos muertos en la guerra", en Corresponsal de guerra. Cartas, diarios, relatos (1907-1922), Buenos Aires, Biblos, 2009, p. 631.         [ Links ]

21 Carlos A. Goñi Demarchi, José Nicolás Scala y Germán W. Berraondo, Yrigoyen y la Gran Guerra: aspectos desconocidos de una gesta ignorada, Buenos Aires, Ciudad Argentina, pp. 75 y 125.         [ Links ]

22 Idem.

23 Pablo Yankelevich, "México-Argentina. Itinerario de una relación 1910-1930", en Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, núm. 45, enero-junio, 2007, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, pp. 87 y 91.         [ Links ]

24 Johan den Hertog y Samuël Kruizinga, Caught in the Middle: Neutrals, Neutrality, and the First World War, Amsterdam University Press, 2011, p. 71.         [ Links ]

25 Ricardo M. Ortiz, Historia económica de la Argentina, 1850-1930, op. cit., vol. II, pp. 134-142.

26 Roger Gravil, The Anglo-Argentine connection, 1900-1939, Boulder, Colorado, Westview Press, 1985, pp. 112-113.         [ Links ]

27 Panikos Panayi, Germans as Minorities during the First World War: A Global Comparative Perspective, Reino Unido, Franham, Surrey, 2014, p. 44.         [ Links ]

28 Francisco Luiz Teixeira Vinhosa, O Brasil e a Primeira Guerra Mundial: a diplomacia brasileira e as grandes potencias, Río de Janeiro, Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, 1990, pp. 113-120.         [ Links ]

29 Robert L. Scheina, Latin America's Wars Volume II: The Age of the Professional Soldier, 1900-2001, cap. 5, Washington DC., Potomac Books, 2003, pp. 38-40.         [ Links ]

30 Brasil, Ministério das Relações, Relatório 1917-1918, 2: Anexo especial, 169, pp.11-21, en Arquivo Histórico do Itamaraty no Rio de Janeiro.         [ Links ]

31 "Carta de Domicio da Gama, embajador de Brasil ante Estados Unidos a Robert Lansing, secretario de Estado de Estados Unidos", 4 de junio de 1917, en Charles F. Horne (ed.), Source Records of the Great War, vol. V, Nueva York, National Alumni, 1923, pp. 355-357.         [ Links ]

32 Arthur Oscar Saldanha da Gama, A marinha do Brasil na Primeira Guerra Mundial, Río de Janeiro, Capemi, 1982, pp. 156-158.         [ Links ]

33 Robert L. Scheina, Latin America's Wars: The Age of the Professional Soldier, 1900-2001, Dulles, Virginia, Potomac Books, 2003, pp. 38-39.         [ Links ]

34 Barbara W. Tuchman, The Zimmermann Telegram, Londres, Mentor Books, 1967, p. 42.         [ Links ]

35 Ibid., p. 46.

36 Ibid., p. 63.

37 Jonathan Brown, Oil and Revolution, Berkley, University of California Press, 1993, pp. 293-299.         [ Links ]

38 Isidro Fabela, Historia diplomática de la Revolución Mexicana (1912-1917), tomo II, cap. XII "Declaración de neutralidad", México, Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 384-398.         [ Links ]

39 Informe del C. Venustiano Carranza, primer jefe del Ejército Constitucionalista, encargado del Poder Ejecutivo de la República. Leído ante el Congreso de la Unión, en la sesión de 15 de abril de 1917. Respuesta del C. presidente del Congreso, 1917, p. 55.

40 Juan Ricardo Couyoumdjian, Chile y Gran Bretaña: durante la Primera Guerra Mundial y la postguerra, 1914-1921, op. cit., p. 50.

41 Ibid., pp. 52-53.

42 Primary Documents, "Mario Menocal sobre la Declaración de Guerra de Cuba, 7 de abril de 1917" [http://www.firstworldwar.com/source/war_menocal.htm], fecha de consulta: 19 de enero de 2014.         [ Links ]

43 Mary Patricia Chapman, Central America and the First World War, Stanford, California, 1944, pp. 59, 61 y 65.         [ Links ]

44 Ibid., pp. 29, 31-32.

45 León Enrique Bieber, Bolivia y Alemania: facetas de una relación secular, La Paz, Bolivia, Plural editores, 2011 p. 29.         [ Links ]

46 Fabián Nova, Las relaciones entre el Perú y Alemania, 1828-2003, Lima, Fondo Editorial Pontificia Universidad del Perú, 2004, p. 82.         [ Links ] Véase también, Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, La cuestión Lorton. Negociaciones entre el Perú y Alemania relacionadas con el hundimiento de la barca "Lorton", Lima, 1917, pp. 28-30.         [ Links ]

47 "Luxburg arouses wrath of Berlin; some papers suggest that the dismissed envoy be 'sunk without trace'". "Argentina's anger understood. Blunders in diplomacy", en The New York Times, 16 de septiembre de 1917.         [ Links ] "Luxburg provoca la ira de Berlín; algunos sugieren que el diplomático despedido debiera ser 'hundido sin dejar huella'. El enojo del gobierno argentino es comprensible. Pifias diplomáticas".

48 David Jayne Hill, "The Luxburg Secret Correspondence", The American Journal of International Law, vol. 12, núm. 1, enero, 1918, pp. 135-140.         [ Links ]

49 Spencer Tucker y Priscilla Mary Roberts, World War I: A Student Encyclopedia. Latin America and the War, Santa Barbara, California, ABC-CLIO, 2006, p. 1063;         [ Links ] "Ecuador snubs German official; Uruguay breaks off relations", en The Evening Independent, Saint Petersburg, Florida, 8 de octubre de 1917 [http://news.google.com/newspapers?id=u28LAAAAIBAJ&sjid=5VMDAAAAIBAJ&pg=2992,2942324&dq=german+in+uruguay], fecha de consulta: 21 de enero de 2014.

50 Silvio Villegas, La política exterior de Juan Vicente Gómez: las relaciones venezolano-francesas, 1908-1935, Bogotá, Universidad de los Andes, Consejo de Publicaciones, 1995, pp. 254-260 y 326.         [ Links ]

51 "Ecuador, like Peru, bars German envoy; announces Dr. Perl, dismissed by neighbor, will not be received officially. Actual break foreseen. Washington diplomats think little nation will join others in South America", The New York Times, 9 de octubre de 1917, p. 14 ("Ecuador,         [ Links ] al igual que Perú, veta al enviado alemán; anuncia que el Dr. Perl, rechazado por su vecino, no será recibido oficialmente. Se prevé una ruptura diplomática. Diplomáticos de Washington creen que la pequeña nación se unirá a otras en América del Sur".

52 Percy Alvin Martin, Latin America and the War, Baltimore, Johns Hopkins, 1925, pp. 579-580.         [ Links ]

53 Ibero-Amerikanisches Institut, p. 13 [http://www.iai.spk-berlin.de/fileadmin/salalmdocs/Una%20ciudad%20letrada%20extraterritorial%20hispanoamericanos%20en%20Par%EDs%20en%20el%20fin-de-siglo.pdf], fecha de consulta: 2 de diciembre de 2013.

54 Mari Carmen Ramírez, Héctor Olea et al., Inverted Utopias: Avant-Garde Art in Latin America, New Haven, Yale University Press, 2004.         [ Links ]

55 Bill Albert, "South America and the First World War...", op. cit., p. 23.

56 Thomas E. Skidmore, Brazil: Five Centuries of Change, Oxford University Press, 2010, pp. 94-96.         [ Links ]

57 David A. Andelman, A Shattered Peace: Versailles 1919 and the Price We Pay Today, Nueva York, John Wiley & Sons, 2009, pp. 29 y 226.         [ Links ]

58 Artículo 4 del Pacto de la Sociedad de las Naciones, p. 2.

59 Victor Bulmer Thomas, "British Trade with Latin America in the Nineteenth and Twentieth Centuries", en Occasional Papers, núm. 19, University of London Institute of Latin American Studies, 1998, p. 6.         [ Links ]

60 Idem.

61 Nicola Miller, Soviet Relations with Latin America, 1959-1987, Cambridge University Press, 1989, pp. 30-33.         [ Links ]

62 Asunción Lavrín, Women, Feminism, and Social Change in Argentina, Chile, and Uruguay, 1890-1940, University of Nebraska Press, 1998, p. 47.         [ Links ] Sobre los contactos entre feministas británicas y estadounidenses con sus contrapartes sudamericanas, véase Emilie L. Bergmann, Women, Culture, and Politics in Latin America, University of California Press, 1990, pp. 140-145.         [ Links ]

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons